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Extraño encuentro sexual en una tormentosa noche

en Interracial

Era la 1 de la madrugada y mis dedos volaban sobre el teclado. Tenía 8 horas para terminar mi trabajo final de psicología si no quería reprobar la materia y atrasarme un año completo en mi carrera.

Era, además, la peor noche del invierno; el viento soplaba recio contra mi ventana, escurría y rebotaba las gotas de la incesante lluvia que llevaba toda la noche azotando el entorno.

Yo me encontraba sola en la casa, ya que mis padres estaban varados con unos tíos, debido a que la tormenta no les había permitido salir de la hacienda de estos, así que iban a pasar la noche allí.

Mi habitación era amplia; tenía una cama matrimonial (me encanta tener mucho espacio para dormir) a los costados, mesitas de noche con una lámpara para lectura a cada lado. Frente a la cama mi Home Theater para ver mis películas favoritas a gusto. En una esquina del cuarto, y cerca de mi baño personal estaba situado mi escritorio en forma de "L" con mi ordenador, mis libros, bolígrafos, clips y un sin fin de cosas de oficina para trabajar con comodidad.

Allí me encontraba yo inmersa en mi tarea, a punto de terminar el penúltimo capitulo y sintiéndome más cerca de completar mi objetivo, cuando sucedió lo que había estado temiendo por horas: el viento arreció tanto que arrancó las ramas altas de un árbol al lado de mi casa y estas a su vez reventaron los cables eléctricos dejándome en total oscuridad con apenas tiempo para salvar mi trabajo gracias a la batería de mi UPS.

Una frustración tremenda se apoderó de mí ya que era seguro que la luz no volvería en toda la noche y tendría que levantarme a primera hora de la mañana y dirigirme a la universidad para poder terminar. Luego me relajé, ya que pensé que era algo que no podía evitar de cualquier forma y estresarme no me iba a ayudar en nada en las horas arduas que me esperaban. Así que me dirigí a la cocina en la primera planta a buscar algunas velas y cerillas con la ayuda de la luz de mi celular.

Todo estaba en total quietud al interior de mi hogar y a pesar de la aparente tranquilidad y sin razón alguna, mi corazón comenzó a agitarse. No sabía bien por qué, pero me sentía incómoda, como si algo estuviera a punto de suceder. Tenía la sensación de que no estaba sola… y no estaba equivocada.

Prendí una vela y tome otras cuantas para colocarlas por la casa, talvez la luz me haría sentirme más tranquila, y mi imaginación se quedaría quieta.

Puse un par de velas en la sala de la casa, y otras cuantas en las escaleras y el pasillo que daba a mi cuarto, y me lleve 3 más conmigo hasta mi habitación. Era un desperdicio de candelas, pero me hacían sentir más tranquila.

Me puse mi pijama, un short muy pequeño que a penas cubría mi trasero y dejaba ver mis blancas y largas piernas, torneadas por mi afición al volleyball y una blusa blanca sin mangas que apretaba un poco mis senos y dejaba ver mi plano estómago, mi piercing en el ombligo y mi tattoo de estrella en la parte inferior derecha, ya que aunque afuera la tormenta arreciaba, dentro de mi hogar la temperatura estaba cálida y agradable. Caminé descalza por la alfombra, recogí mi lacio cabello negro hasta media espalda en una cola de caballo y me dejé caer relajadamente sobre mi gigantesca cama cerrando mis ojos…

Estaba quedándome dormida, en un estado entre inconciente y despierta por lo que no estuve segura de lo que había oído hasta que se repitió el sonido, una vez, otra más; el crujido de un escalón, un paso amortiguado por la alfombra del pasillo, luego nada…

De pronto una figura alta casi de 2 metros de alto, cubierto completamente con una capa negra que escurría agua y unas botas amarillas llenas de lodo se paró ante la puerta de mi habitación, yo ya estaba sentada en mi cama, atenta a lo que pudiera suceder y sin embargo el susto fue mayúsculo. Mi corazón se aceleró, lo sentí golpear en mi garganta y por eso no fui capaz de gritar pidiendo auxilio, y aunque lo hubiera logrado ¿quién iba a responder? El ruido de la tormenta hacía imposible discernir cualquier otro sonido y por si eso fuera poco, la casa más cercana estaba a 1 km de distancia. Una gota de gélido sudor bajo desde mi frente y un escalofrío se deslizó desde la base de mi cuello, por toda mi espalda, erizando mis vellos y causando que mis pezones se levantaran y se pusieran tan duros que podrían haber cortado cristal con gran facilidad.

El extraño ser se llevó las manos a la capucha que le cubría la cabeza y la retiró hacia atrás dejando al descubierto un rostro atractivo, negro como la noche que se cernía fuera, una sonrisa más blanca que la mismísima nieve que cae del cielo pero que sin embargo no llegaba hasta sus ojos que, a pesar de ser negros, despedían por momentos un leve destello rojo como rescoldos de brasas que son avivadas por un viento suave.

Seguí atónita, pero ya no de miedo, sino de admiración, de atracción, hipnotizada ante la extraña belleza de aquel hombre como jamás había visto. Pasaron solo algunos segundos (aunque me pareció que pase siglos perdida en esa mirada) antes de que el hablara y sus palabras eran suaves, casi susurradas, pero llegaban con gran claridad hasta mis oídos:

–siento haberte asustado, pasaba por aquí y mi automóvil quedo atrapado en el lodo y me ha sido imposible sacarlo, caminé largo rato y por fin vi tu casa, me acerqué y toqué la puerta pero nadie me respondió, así que moví la perilla y resultó que estaba abierta, así que me tomé el atrevimiento de entrar –

Yo no pude más que asentir con mi cabeza, aun no podía articular palabra alguna.

– Me llamo Ángel – me dijo

– Karla – logré decir entrecortadamente, seguía totalmente sorprendida y desconcertada.

– Mucho gusto – dijo él y su sonrisa se hizo más amplia, lo cual no me ayudó a salir de mi estado de puro shock – también me disculpo porque manché toda la alfombra de lodo, estaba tan ansioso por resguardarme de la tormenta que olvidé quitarme las botas antes de entrar –

– No hay problema – le dije, recuperando un poco la compostura y tranquilizándome – la encargada del servicio se ocupara mañana de eso – aseguré, normalizándome con cada palabra que pronunciaba.

– Pero usted esta empapado, déjeme buscarle una toalla y ropa seca, mientras tanto puede darse una ducha en mi baño – le ofrecí sin dar crédito a la naturalidad con las que afloraba mi "hospitalidad" hacia aquel extraño.

– Eres muy amable Karla, gracias –

Tomé una vela y salí de la habitación hacia el cuarto de servicio de la primera planta, a mi paso pude ver las enormes huellas de lodo en la alfombra. "mi madre va a matarme" pensé. Tomé una toalla y algunas prendas de ropa de mi padre y regresé rauda a la habitación justo a tiempo para ver como Ángel caminaba de espaldas a mi, hacia el cuarto de baño, sus músculos definidos, como esculpido en roca, su color azabache y su polla impresionante, balanceándose y golpeando contra una y otra pierna al ritmo de su grácil andar.

Inconscientemente le seguí hasta el baño – aquí tienes una toalla para que puedas secarte – le dije con naturalidad mientras el se daba la vuelta, quedando frente a mi y entonces pude apreciarle en todo su esplendor, su sonrisa acentuada en su rostro, las brasas en sus ojos, su pecho fuerte y amplio, su abdomen bien formado, y aquel impresionante instrumento de unos 25cm y grueso, como un martillo de pura obsidiana, brillante y hermoso, con una cabeza que bien podría compararse con el puño cerrado de mi delicada mano. No pude evitar mirar detenidamente y con la boca abierta aquel hermoso pene, jamás había visto algo tan perfecto. Estaba absorta en él y Ángel ni se inmuto.

– ¿cuál es tu edad? – le pregunté sin saber por qué

– Más de la que aparento, te lo aseguro – me respondió

– ¿casado? – me aventuré de nuevo

– No, mi ocupación no me permite formar lazos, ni echar raíces – me dijo con un tono sombrío que fue casi imperceptible por la rapidez con la que su sonrisa volvió a su lugar.

No quería dejar de ver aquel enorme pene, ni la perfección del cuerpo de Ángel. Me estaba calentando demasiado. Pero no podía acostarme con aquel personaje tan enigmático y extraño, o de eso trataba de convencerme a mí misma.

– Ok, dejaré esto acá y si hay algo más en lo que te pueda ayudar, estaré afuera del baño en mi cama, solo déjamelo saber – le dije colocando la toalla y las ropas en la percha y salí del cuarto de baño.

No cerré la puerta al salir, nuevamente no sé por qué; parecía que no era yo misma esa noche. Me dirigí a mi cama y recostándome nuevamente comencé a recordar la forma, el tamaño y cada uno de los detalles del portento de polla que acaba de tener a escasos centímetros de mí. Fuera de mí comencé a tocarme mientras oía el agua de la ducha correr. Recorrí lentamente mi estómago, jugando con mi piercing para luego ir bajando, introduciendo una mano en mi short, mientras la otra masajeaba mis pechos suavemente, dándome pellizcos en los duros pezones, metí mi dedo índice y anular entre mis piernas, abriendo mis labios vaginales y dejándolos así para que mi dedo mayor, que quedaba libre justo entre los otros 2 que estaba utilizando, se introdujera lentamente en mi vagina. Fui haciéndolo lentamente, disfrutando con cada toque, con la sensación de calor que me recorría desde entre mis piernas, subiendo por mi estómago hasta hacerme estremecer y apretando más mis pechos firmes.

De pronto fui consiente de que el único sonido que se oía eran mis propios gemidos entrecortados, el ruido de la ducha había cesado y yo no sabía hacía cuanto tiempo. Abrí los ojos y vi nuevamente ante mí la imponente figura de Ángel parado al lado de mi cama, con su sonrisa perenne en sus labios y el fulgor de sus ojos aún más acentuado, solamente me observaba, su pene colgaba entre sus piernas y al verlo allí quieto pero palpitante con una vena gruesa que le recorría el largo de la polla hasta perderse un poco antes de llegar a su glande, podía ver como se hinchaba y se contraía. "tómame, quiero probar ese tranca" pensé y seguí tocándome sin ningún escrúpulo.

Como si escuchara mis pensamientos, dirigió una de sus enormes manos a mi pecho, y comenzó a estrujarlo con vigor, aunque delicadamente, poco a poco se subió a la cama, sobando mis pechos, recorriendo todo mi cuerpo con sus manos enormes, ardían, era como tocar un cable de electricidad sin aislante, pasaba por mi estómago, por mis pechos, acariciaba mi cuello, mis orejas, se metía entre mis piernas, las abría, tocaba mis labios vaginales, introducía su dedo y yo podía sentir ese ardor también en mi interior, lo hacía despacio, acentuando cada movimiento, cada toque, como si me marcara. Me despojó de mi ropa y chupó con sus gruesos labios cada centímetro de mi piel, la recorría de abajo hacia arriba, chupando mis piernas, dando mordiscos leves a mis ingles, envolviendo con su carnosa lengua mis sonrosados pezones. Yo estaba fuera de mí, con mis manos me aferraba a las sábanas tratando de contener mis gritos de placer. No había necesidad, esta noche podía gritar todo lo que quisiera, pero igual una parte de mí se resistía, sentía que algo en todo aquello estaba mal, muy mal. No importó, de pronto sentí como la roca incandescente que era su pene se posaba en mi mano, lo tomé, era tan grueso que no podía cubrirlo con toda la mano, así que me ayudé con las 2 y comencé a pelarlo, a sobarlo completo, quemaba mis manos, claramente sentía cada vena bombear contra las palmas de mis manos, sentí como crecía y se enduraba más y más, me arrodillé ante él y con mis labios rodeé como pude su enorme glande y traté con todas mis fuerzas de hundirlo en mis boca sin soltar mis manos de su contorno, mis ojos apretados por el esfuerzo, iba bajando lentamente por todo su pene y con otra mano acariciaba sus gigantescos huevos, la saliva se amontonaba en mi boca junto con sus fluidos seminales y constantemente tenia que sacarme su mojada polla para poder tragar y continuar con la dificultosa pero exquisita mamada. Su verga, al igual que el resto de su cuerpo estaba caliente como el suelo alrededor de un volcán próximo a erupcionar. Tragué nuevamente y volví a la faena, esta vez puse mis manos en su trasero para ayudarme a empujar más profundo en mi garganta y chupar más intensamente. Mi cabello (ahora suelto) se movía como las ramas de los árboles azotados por el viento debido a la violencia y empeño que le ponía a la mamada. Su polla se tensó y sentí su semen descargarse como lava hirviente en toda mi boca, lo sentí quemar mi garganta y bajar hasta mi estómago, tragué todo lo que pude, no quería desperdiciar ni una sola gota de tan rico bálsamo, pero me estaba quedando sin respiración así que tuve que sacarlo de mi boca y un último chorro hirviente choco contra mi cara, dándome directo en un ojo que cerré rápidamente, grandes cantidades de saliva y leche escurrían por las comisuras de mis labios, derramándose por mi cuello y esparciéndose por mis pechos. Un fino hilito de fluidos bajó desde mis labios hasta mi pezón derecho y una nueva corriente eléctrica recorrió mi cuerpo.

Me levanté tambaleándome, apoyándome en la cama y cuando, recuperé un poco las fuerzas y el equilibrio le dije:

– Esto no se ha acabado. ¡FOLLAME! –

Una sonrisa maligna se formó en sus labios – como guste princesa – me dijo, y ahora sus ojos eran de un rojo intenso, su aspecto, aunque siempre atractivo y cautivador, ahora despedía un aura diferente, más intensa, mística, y lejos de asustarme, eso me hizo poner mas caliente.

Me recosté a la orilla de la cama, dándole la espalda y poniéndome el la posición de perrito. Sentí su lengua nuevamente deslizarse por toda mi raja, recorriendo mi ingle derecha, luego el labio vaginal de ese mismo lado, enrollando con su lengua mi clítoris que palpitaba incesantemente, su lengua me penetraba como si fuera un falo, y se movía aun mejor, danzaba en mi interior, frotando y atendiendo cada parte de mi vagina y mi interior. Jamás había recibido una chupada de concha de aquel calibre y jamás volví a disfrutar una como aquella. Nuevas oleadas de un calor abrasador inundaron mis entrañas y se filtraron por todos mis sentidos, cuando un grito placentero surgió de mi garganta ungida de semen al tener un gigantesco orgasmo que me hizo temblar de pies a cabeza, mis brazos se tensaron y mi estómago palpitó mientras sentía mis fluidos escurrirse entre mis piernas al tiempo que Ángel tragaba todo lo que mi húmeda vagina le ofrecía y su lengua continuaba esparciendo flujos entre mis piernas.

Separó su boca de mí, mis brazos flaquearon y me dejé caer sobre las sábanas boca abajo, me sentía exhausta pero no satisfecha. Sus manos se posaron sobre mis muslos, separando mis piernas, yo levanté mi trasero y el dirigió sus manos a mi cintura y me tomó por las caderas, su glande comenzó a acercarse lentamente a mi raja, y pude nuevamente sentir el ardor de ese miembro invadirme, froto lentamente la cabeza de su pene entre mi piernas, subiendo por mis muslos, frotándolo en mis glúteos, bajándolo despacio por entre mis nalgas, empujando un poco contra el ano, y bajando más, hasta volver a situarse en la entrada de mi vagina, empujó con fuerza y firmeza y pude sentir como esos 25cm de carne entraban en mi, cada milímetro que se introducía causaba una nueva sensación, era algo que jamás había sentido en toda mi vida, el placer cundía por todo mi cuerpo, me recorría hasta lo más profundo, explotando en mi vientre. Sus bolas chocaron contra mis ingles, apenas cabían entre mis piernas de lo grandes e hinchadas que estaban.

Comenzó con un lento y rítmico mete saca y, al igual que antes, cada penetración lanzaba infinidad de sensaciones por todo mi ser, mi garganta no paraba de emitir gritos y gemidos de puro placer, me sentía totalmente poseída, estaba totalmente entregada a mis sentidos, a mis instintos más básicos, no era solo sexo, había algo más en todo aquello…

El ritmo de la penetración se hizo más intenso hasta convertirse en verdaderas embestidas, sentía mi vagina abrirse a su máximo para dar cabida a aquella descomunal polla, sus bolas se balanceaban violentamente golpeando todo, podía oír como salpicaban al chocar con la entrada de mi vagina que estaba inundada por la combinación de flujos. Con un movimiento fluido e imperceptible me giró sin sacarme la polla, dejándome de espaldas contra la cama y de frente a él, puso mis piernas en sus hombros, dándole mayor amplitud de apertura a mi raja y al instante tomándome por los tobillos continuó con la brutal cogida, yo gritaba aún más al sentir sus huevos ahora chocar contra mi ano, eran como martillazos contra mi ano mientras me taladraba la raja, mis pechos se agitaban al ritmo de la empalada que estaba recibiendo, se movían como locos en todas direcciones, mientras de mis ojos apretados salían lágrimas de emoción, era un remolino de sensaciones. Nuevamente Ángel me levantó y ahora si pude sentir toda su polla llegarme hasta lo más profundo y luego de 3 o 4 penetraciones más, mis piernas temblaron, mi estómago se estremeció y un segundo orgasmo aun más intenso que el primero se hizo presente, sentí como las cataratas de jugos vaginales bajaban como un violento río y al mismo tiempo chocaban con un nuevo chorro de hirviente leche del macho que me estaba haciendo suya. Nos corrimos al mismo tiempo, apreté más mis ojos y grité hasta desgarrar mi garganta, y totalmente sin fuerzas quedé tirada en la cama, su polla causo un sonido de succión al salir de mi raja y los torrentes de blancos jugos mezclados salieron de mi interior, deslizándose por mis piernas.

Lo último que pude ver fue la figura de Ángel de pie ante mí, su polla nuevamente en descanso entre sus piernas, sus manos en su cintura, sus ojos rojos y una sonora y fría carcajada que me heló la sangre y se llevó de mí todo el calor que durante las horas de sexo me había llenado, mientras caía en la inconciencia…

Desperté, el día estaba claro y los pájaros cantaban y todo rastro de tormenta estaba completamente borrado. Mi cabeza daba vueltas, así que me quedé sentada en mi cama unos minutos más. Cuando por fin me levanté y los recuerdos de la noche anterior comenzaron a ser más claros, corrí hacia el pasillo buscando las huellas lodosas del hombre que me había hecho gozar tanto… nada, la alfombra estaba limpia, inmaculada, la puerta de la entrada estaba bien cerrada con llave y pasador, no había forma de que Ángel hubiera entrado o salido por esa puerta. Un mar de dudas y preguntas se agolparon en mi mente ¿quién era aquel hombre? ¿Qué había pasado? Jamás podría dar respuesta a todas aquellas preguntas. Lo único que sabía es que esa noche experimenté cosas que jamás había sentido, el placer fue superlativo. El mejor sexo de mi vida, uno que jamás volvería a sentir.

De más está decir que reprobé la materia por no presentar el trabajo. Esa misma tarde tomé mi jeep y partí de la casa, algo había cambiado dentro de mí. Parecía que la esencia de Ángel ahora habitaba en mí, su castigo era ahora mío también. Me pasaría día tras día cogiendo con cuanto hombre encontrara, año tras año viajando por el mundo buscando volver a sentir aquel indescriptible placer, mi ser, mi cuerpo, mi alma jamás estarían en paz, jamás estaría satisfecha mi hambre, esa era mi condena, esa fue mi sanción por haberme entregado en cuerpo y alma a aquel extraño ser.