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Una ducha caliente

en Autosatisfacción

Una ducha caliente

Era una tarde calurosa. Había regresado del colegio y no había nadie en casa. Era la tarde perfecta, pues no había nada que hacer y quería seguir haciendo lo que había descubierto la noche anterior: darme placer, jugar con mi sexo y sentir mis pechos duros.

Llego a la ducha me quito mi uniforme de colegiada. Me veo en el espejo y compruebo que estoy dejando de ser una niña y que mis pechos están creciendo. Me toco los pezones rosados y duros. Mi culito está redondo y parado. Me veo delgada pero rica y apretadita. Me excita ver las formas de mi cuerpo reflejadas en el espejo.

Recorro mi cuerpo con mis manos, sintiéndome mujer con cada caricia y deseando tener mi primera relación sexual. Paso mi mano por mi sexo, que esté húmedo con el agua de la ducha y mi babita producida por la excitación y el deseo de ser jodida por un hombre.

Me estoy masturbando, sintiendo mi virginidad con el dedo y siento escalofríos, deseo y pasión hasta que llego a mi orgasmo.

Al salir de la ducha, desnuda y aún agitada, siento como el aire pone mas duro mi pecho. Me pellizco los pezones para aliviarlos.  Llego a la cocina, tomo un cubito de hielo y me dirijo a mi habitación.  El balcón está abierto y puedo ver la casa de mi vecino, un hombre mayor  que he notado que me desea. Lo he notado por su mirada al verme por la calle.  Me subo a la cama me pongo de rodillas y coloco entre mis piernas  el oso de peluche que usé anoche, con el que descubrí  tanto placer y que aún conserva olor a mí. Empiezo a frotarme el sexo y siento rico. Me paso el hielo por mi pecho para ponerlo mas duro, imaginando que es mi amante que me está follando. procuro estar a la vista de mi vecino y muy luego veo una sombra en la ventana vecina. Espero que le guste mi espectáculo. Muevo mi cadera en círculos y empiezo a gritar y a gemir como la gatita que soy,  deseosa de tener sexo, de hacerme mujer,  que el vecino que está viéndome  entre y me rompa con su verga.

Es tanto el placer que siento que pego un grito  y volteo a mi vecino y lo veo masturbándose. Abro mis piernas y empiezo a frotarme el clítoris, que está duro y mojado. Ya llevo tres orgasmos. Me estoy viniendo nuevamente. Es tanta la excitación que siento que me orino, doy un grito de desesperación por el deseo de sentir una verga dentro de mí.  Quedo rendida en mi cama, me levanto y veo que todavía está mi vecino espiándome.  Salgo  al balcón desnuda, doy un vuelta para que vea mi cuerpo sudado y pegajoso por mi babita y le mando un beso. Entro a mi casa y cierro la cortina, dejándolo boquiabierto, con la verga en la mano.