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Entrevista a Martitads y su Amo

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La entrevista

Soy lector asiduo de todorelatos desde hace muchos años, pero nunca me ha dado por comentar o por valorar. Incluso no me registré, sólo leía. Alguna vez escribí a algún autor para felicitarle por su relato o para dar mi opinión.

Hace unos meses encontré a sandy por estos lares, una sumisa. Me gustó su sinceridad, su sencillez, su frescura, y decidí escribir. No tenía muchas esperanzas de que respondiera, pero lo hizo.

"Siempre contesto, a todo el mundo" me dijo.

Nos mandábamos algún correo esporádico de vez en cuando y un buen día me atreví a preguntarle sobre las posibilidades de un encuentro real. Pero yo no pensaba (en el fondo sí, obviamente, pero no lo veía viable) en un encuentro sexual. Sólo quería conocerla.

"¿Una cesión, quieres decir? Es un poco complicado y además depende de mi Amo" me contestó, en el ansiado e-mail.

"No, no, una cesión no. Sólo conocerte. Saber de ti. Me encantaría hacerte una entrevista, por ejemplo. Que los lectores conocieran cómo eres, y más desde los ojos de otra persona."

Me dijo que le parecía una idea interesante pero que no podía prometerme nada. Que, si de verdad quería eso, me remitía a su Amo para hablarlo. Y eso hizo. Le di vía libre para facilitarle mi correo y pronto se puso en contacto conmigo.

Estuvimos hablando unos meses, y me parecían personas muy agradables. Pero la cuestión era lo que ellos pensasen de mí y si les parecía buena idea. Él, Marcos, estaba bastante receptivo. Dijo que era poco habitual que le pidieran algo así, y que le parecía buena idea. Que le gustaría que publicara un relato de entrevista siempre y cuando no revelara datos vitales.

Así pues, un par de meses después, a finales de julio, se me brindó la oportunidad. No vivían en mi ciudad, pero yo solía ir de vacaciones a la suya. Cuando lo propuse, algo temeroso, Marcos me dijo que sí. Que ya había pasado un tiempo prudencial y le parecía buena idea.

Quedamos en el bar de un amigo suyo (supe de su existencia más tarde, y hace poco he empezado a leer sobre esto en los relatos de noviembre) a las ocho de la tarde. Según me dijo, el hombre estaba avisado y debía ir a la barra a decírselo.

Así que, GPS en mano, me dirigí al bar en cuestión. Estaba algo nervioso. Sabía que no era un encuentro sexual, pero no podía evitarlo. Esa chica me daba morbo. Y eso que ni siquiera sabía cómo era físicamente, no había querido mandarme foto. La había imaginado alta, baja, gordita, delgada, con mucho pecho, con poco… y siempre, siempre me daba morbo.

No tardé mucho en encontrarlo. Estaba situado en una zona poco transitada pero bastante conocida. Me dirigí a la barra con decisión. Sólo había un hombre colocando unas botellas.

- Perdona, ¿eres Roberto?

Se dio la vuelta, mirándome. Rondaría los cuarenta, muy ancho de espaldas, de estatura media.

- Sí, ¿en qué puedo ayudarle?

Supongo que se imaginaba quién era, pero no quería meter la pata.

- Soy Juanma. He quedado aquí con Marcos y con Marta.

- ¡Claro! Aún no han llegado. Ven, pasa y siéntate.

Me acomodó en una mesa que debía estar especialmente elegida para nosotros. Cerca de una esquina, alejada de la puerta, donde se podía hablar tranquilamente. Me preguntó si quería tomar algo y le pedí una cerveza.

Había llegado a menos cuarto. Llegué pronto y no me apetecía quedarme fuera. Cada vez que veía entrar a alguien se me aceleraba el corazón. ¿Sería ella?

Siete y dos minutos y la vi entrar. Supe que era Marta por la ropa: falda vaquera cortita, camiseta roja de tirantes y sandalias. Exactamente la ropa que me había dicho que llevaría. Pero la oscuridad no me permitía verla tan bien como quisiera, y tampoco estaba del todo seguro, porque pasó de largo y se fue a la barra.

El camarero, Roberto, señaló con la cabeza donde me encontraba y vino sonriendo. Me puse de pie para darle dos besos y para poder verla mejor. La verdad es que, casi siempre que me daba por imaginarla, sobre todo cuando leía sus relatos, me venía a la mente una chica guapa, pero cuando por fin la tuve frente a mí me encandiló.

Una chica jovencita (no lo he dicho, pero yo tengo cuarenta y tres), alta, delgada pero bien proporcionada, morena con el pelo rizado cayéndole graciosamente a ambos lados de la cara, unos grandes ojos grises y la piel morena.

- Hola… - dijo, tímida.

- Hola guapa, ¿cómo estás?

Los dos besos correspondientes y nos sentamos.

- ¿Has venido sola? – pregunté – pensé que venías con tu Amo.

- Sí, pero salía de trabajar a las siete y media, viene dentro de un rato.

- Eres mucho más guapa de lo que me imaginaba – elogié, y sin querer mi mirada se clavó en sus tetas, grandes y proporcionadas, cuyos pezones quedaban completamente marcados bajo esa pegadísima camiseta roja.

- Gracias – murmuró, sonrojándose.

- Tengo una pregunta, ¿por qué no me mandaste foto?

- Por seguridad. Lo tengo prohibido. Foto, cam, y cualquier cosa que pudiera identificarme.

- ¿Por qué?

- Porque todorelatos es una página muy conocida, conozco mucha gente que la frecuenta. Y por supuesto casi nadie de mi entorno sabe de mi condición de sumisa. Mucha gente contacta conmigo y me hacen comentarios, preguntas… ¿Qué ocurriría si mandase mi foto habitualmente y en una de esas me encontrara a alguien de la familia, o de mis compañeros de clase? Todo se complicaría mucho.

- Ya entiendo, sí. Pensaba que te daba vergüenza.

Me sonrió con picardía.

- Me ceden muchas veces a gente que conozco poco. Estoy acostumbrada al sexo, a la gente desconocida… Créeme, vergüenza es de lo poco que ya no tengo. Timidez sí, vergüenza no.

- Y, ¿cuál es la diferencia?

Se quedó pensativa.

- Vergüenza es si la sensación te impide hacer algo, o hace que te sientas incómodo. Timidez, al menos para mí, es simplemente sentirme intimidada frente a personas que no conozco, o incluso recibir comentarios, halagos…

Asentí con la cabeza y me eché a reír.

- ¡Vaya, parece que ya haya empezado a entrevistarte!

Se rió. Tenía una sonrisa preciosa, con gruesos labios rosados y una hilera de dientes blancos perfectamente alineados. Desprendía picardía y ternura a partes iguales.

Al cabo de un rato, su mirada se dirigió hacia la puerta, y su expresión cambió totalmente. Esbozó una sonrisa radiante y sus ojillos brillaron. Me di media vuelta y supuse que el hombre que se nos aproximaba, era Marcos.

Efectivamente, llegó hasta nosotros, me tendió la mano y besó a Marta, sentándose a su lado. Era un hombre poco mayor que yo, de buen aspecto. Alto, fuerte, elegante, con voz profunda, vestido de traje.

Hablamos un rato de cuestiones sin importancia, me preguntaba cosas por cortesía: si había encontrado bien el lugar, si llevaba muchos días en la ciudad…

- Me alegro de que me dijeras que sí para entrevistaros – dije por fin, llevando la conversación enseguida al terreno que interesaba.

- Una vez asegurado que eras de fiar, para mí es un placer. Nos gusta conocer gente nueva, ¿verdad, Martita?

- Claro que sí, Amo.

- Lo primero que me gustaría preguntar es qué edad tienes, si puedes y quieres decírmelo. En tu perfil de Todorelatos pone que tienes veinte, pero en uno de los primeros relatos decías que no revelarías tu edad.

Me miró sonriendo.

- Tengo dieciocho. Puse eso en el perfil por poner una edad al azar, y en los relatos no revelé mi edad porque cuando empecé a ser sumisa era menor y hay quien no lo ve con buenos ojos.

- ¿Hay muchos datos falsos en tus relatos? No me refiero a la edad.

- Todo, repito, todo lo relatado, es absolutamente real. Lo falso son los nombres de las personas y lugares. No quisiera que se me identificara.

- Marcos, ¿qué te parece lo mejor de Marta?

Sonrió y rodeó los hombros de la joven con su brazo.

- No podría decirte una sola cosa, me encanta ella en general. Pero sí es verdad que una de las mejores cosas de que nos conozcamos tan bien, es que sabe anticiparse a mis deseos. Es genial tener una perrita tan obediente y dispuesta, y que me conozca hasta ese punto. Además, es leal y sincera.

Marta le miraba sonriendo con timidez.

- Y, ¿lo peor?

- Que no está siempre segura de sí misma y se infravalora.

- Lleváis bastante tiempo siendo Amo y sumisa. ¿Congeniasteis desde el principio?

- Quitando mi tontería y rebeldía inicial, sí – dijo ella sonriendo.

- Muchos lectores se preguntan si nunca has tenido novio y si no estás con chicos de tu edad.

Suspiró.

- No me atrae la idea, aunque no lo creas. Es más, antes de ser sumisa ya tenía algo de experiencia en el sexo, y rara vez con chicos de mi edad, sino con gente de veinte, veinticinco, treinta…

- ¿Por qué?

- Siempre me han gustado los mayores. Tal vez cuando tenga cuarenta me gusten los de mi edad – dijo riéndose – pero de momento no. Les falta decisión, morbo, imaginación…

- ¿Y por qué elegiste a Marcos?

- Me atraía mucho. Intenté quitarme la idea de la cabeza, me parecía una locura. Pero cada vez que le veía, volvía a pensarlo. Así que empecé con un plan, a tantearle, a ver si era recíproco.

- Vamos a situarnos – empecé, acordándome de su relato, "Mis inicios" – tú estás en la piscina, crees que ya Marcos va a caer en tus redes. Sales del agua, y cuando piensas que ya va a haber sexo, no sólo se comporta de forma tan dominante, sino que encima "te deja a medias" como tú decías. ¿Cómo reaccionas?

- Fatal – dijo riendo de nuevo – generalmente me había enrollado con chicos mayores pero era yo la que dominaba la situación. Me sentó mal ver que no entraba en el juego, que cogía las riendas y que me daba órdenes.

- ¿Por qué las aceptaste?

- Porque me excitaba mucho. Luego supe que lo que realmente me llamaba la atención de él era su personalidad dominante. Supongo que en cierto modo lo aprecié, aunque no suela mostrarlo de forma habitual. Aceptarlo ya me costó un poco más.

- Y tampoco mucho – intervino Marcos – porque en menos de un mes ya estaba prácticamente domada. Bien es cierto que después hubo altibajos y demás, pero, ¿quién no los tiene?

- Cierto. Me ha dado muchísimo morbo, a mí y a muchos otros lectores, que te corras en sitios públicos. ¿Eso también es cien por cien verídico?

- Desde luego.

- Tiene una gran facilidad para correrse, sobre todo si la dejo un par de días sin permitírselo para que, cuando finalmente pueda, explote de placer.

- ¿Te has corrido sin permiso alguna vez?

- Desde hace años, cuando fui las primeras veces a casa de mi Amo, no. Quiero decir, no una vez superada mi rebeldía.

- Pero a veces no puedes correrte y aun así, te follan. ¿Cómo te contienes?

- Pues no sabría decirte cómo, pero lo hago. Apretando los músculos, respirando hondo, intentando cerrar las piernas… A veces he llegado a tal extremo que, en cuanto mi Amo me permitía el orgasmo, era inmediato. Ni tres segundos.

- Crees que si de verdad no pudieras contenerte más, y te corrieras, ¿te castigaría?

- Imagino que no. Pero como él decía, nos conocemos tanto… que si me viera tan excitada seguro ya me lo permitiría, o pararía. Una de dos.

- ¿De quién fue la idea de cederla, Marcos? ¿Tuya, o te lo pidió alguien?

- Yo tenía amigos amantes de la D/s, y cuando ya llevaba un tiempo adiestrando a Marta, uno de ellos me pidió probarla. En realidad fue idea de mi amigo, pero yo llevaba tiempo madurando la posibilidad.

- Y, ¿qué tal fue? ¿Le gustó?

- Como para no… - dijo, con una carcajada – ha repetido a menudo.

Paré de preguntar para dar un sorbo a mi bebida y para no atosigarles, pero no podía mantenerme mucho tiempo callado. Me encantaba la conversación y no me era posible contenerme.

- ¿Alguna vez alguien se ha pasado durante una cesión?

No se lo pregunté a ninguno en concreto, pero fue Marta quien contestó.

- Sí, una vez un hombre a quien mi Amo me cedió. Pero en parte fue culpa mía.

- ¿Por qué?

- Porque mi Amo no estaba delante, sino en una habitación cercana, por si debía intervenir. El hombre resultó ser un sádico y yo no me atreví a pedir ayuda.

- ¿Por qué? – volví a preguntar.

- Porque llevaba tiempo siendo sumisa y aún me arrepentía cuando pensaba en lo tonta y desobediente que había sido, y me prometí a mí misma que nadie tendría queja de mí si podía evitarlo. ¿Qué mejor que mi Amo estuviera orgulloso de mí?

- Entiendo. ¿Qué pasó?

- Era demasiado inexperta como para saber que pedir ayuda era necesario, sobre todo si se transgredían ciertos límites. El hombre me dijo que quería azotarme. No vi nada de raro en ello, y no lo fue mientras me azotó el culo con el cinturón, las tetas, y cosas así. Pero después empezó a darme azotes en el clítoris con muchísima fuerza. Yo estaba deseando que acabara y apretaba los dientes, y resultó que lo que él quería era que gritase. De repente noté un dolor intensísimo que en mi vida había experimentado, y cuando miré resultó que estaba intentando aplicarme electricidad. Entonces fue cuando grité y mi Amo apareció.

- ¿Cómo reaccionaste, Marcos?

- Me puse furioso. Era un amigo de confianza y por eso había accedido a la cesión sin estar yo en el mismo cuarto, pero su morbo le llevó al extremo. Le eché sin miramientos, y luego estuve con Marta, aliviando su dolor, y haciendo que entendiera que si el problema era que alguien se pasaba debía ponerlo en mi conocimiento y no callarse – paró de hablar para besarla en la frente, con gesto casi paternal – pero ya ha aprendido la lección.

- Pasemos a algo más morboso. ¿Has sido cedida a desconocidos?

- Depende de lo que se entienda por desconocidos… Desconocidos para mí, sí. Pero no para mi Amo. Y es así la forma más segura de hacerlo. Disfrutamos y tenemos la seguridad de no llevarnos chascos ni sorpresas desagradables.

Entonces fue Marcos el que habló mirándome fijamente a los ojos.

- ¿No te parece raro que hayan pasado meses hasta que hemos quedado? Total, por una entrevista…

- Entiendo tu punto de vista – contesté.

- Me alegra oír eso, pero, si he de serte sincero, no sólo quería una entrevista. Ya que venías, pensé que te apetecería pasarlo bien.

- ¿Cómo? – pregunté mirándole, interrogante.

Metió la mano por dentro de la camiseta de Marta y le acarició las tetas. Enseguida sus pezones respondieron poniéndose tiesos.

- Supongo que mi perrita te da morbo – dijo.

- Eso ni se pregunta – respondí con una sonrisa mientras oía a Marta gemir levemente.

- ¿Sabes? Lleva tres días sin correrse y todo el día de hoy con las bolas chinas dentro del coño. No se lo he tocado todavía, pero apuesto lo que quieras a que está empapado, todos sus jugos de perrita viciosa resbalando por las piernas.

La cara de Marta era un poema, con los ojos entrecerrados, gimiendo. Su carita me estaba poniendo cachondo y me revolví un poco en la silla antes de coger mi vaso para dar un largo trago. Cuando volví a mirar, Marcos metió la mano por dentro de la falda de ella y dio un tirón a las bolas chinas, que salieron completamente pringadas. Las movió delante de su nariz y Marta sacó la lengua. Él se las dio y, disimuladamente, ella las lamió, dejándolas limpias.

- ¿Te gustaría disfrutarla?

- Me-me me encantaría.

Sacó un pequeño huevo vibratorio de su bolsillo y se lo introdujo entre las piernas, mientras ella se frotaba contra la mano de su Amo jadeando.

- Putita, métete debajo de la mesa y hazle un trabajito a nuestro amigo.

- Sí, Amo.

Sin tener especial cuidado se metió bajo la mesa y gateó hasta llegar a mí. Yo estaba alucinado y me dejaba hacer, cuando vino y sus manos desabrocharon el botón de mis vaqueros y bajaron mi bragueta. Bajó el bóxer con los dientes mirándome fijamente a los ojos. Mi polla ya estaba bastante dura, pero ella se ocupó de terminar de endurecerla metiéndola en su boca.

De pronto gimió con intensidad. Desvié la mirada a la mesa y me di cuenta de que Marcos había dejado allí encima el mando del vibrador, en potencia media. Mientras engullía mi polla, Marta se levantó la camiseta para sacarse las tetas, cogió mis manos y las puso en ellas.

La miraba alucinado. Estaba debajo de la mesa, pero era transparente. Aparté un poco el mantel que todas las mesas tenían para poder ver su carita viciosa, esos carnosos labios abarcando mi polla casi en su totalidad. Se quedó parada unos segundos y movió los labios hacia delante, hasta rozar la base de mi polla.

Me estaba volviendo loco. A pesar de que no tengo una herramienta especialmente grande (ni pequeña, dentro de la media) pocas mujeres encontraba que se la metieran entera porque les daba arcadas. También a Martita le pasaba, pero las aguantaba, babeándose la barbilla abundantemente. Tan cachondo me ponía que me tomé la libertad de agarrar su cabeza para que mi polla entrase profundamente. Para una mujer que se la come entera tengo que aprovechar, pensé.

Cuando la intensidad de la vibración del huevo aumentó, Marta gimió con mi glande en el fondo de su garganta y empezó a frotarse contra mi pie, totalmente salida. Le retorcí los pezones y jadeó con fuerza.

- Cuando vayas a correrte avísame – dijo Marcos – quiero que ella lo haga contigo.

- ¿En su boca? – pregunté entre gemidos, esperando una respuesta negativa.

- Claro, le encanta tragar leche… ¿verdad, Martita?

Ella asentía con la cabeza, mientras seguía engullendo. Retorcí sus pezones y entonces me sacó los huevos de los pantalones y empezó a apretarlos. Todo aquello era demasiado para mí y gruñí.

- Me… voy a correr… - balbuceé.

- Traga toda la leche, ¿eh putita? Y cuando empiece a llenarte la boca, te puedes correr tú también.

El primer chorro fue intensísimo y le siguieron unos cuantos disparos más. Las palabras de su Amo fueron música para sus oídos, y en cuanto el semen empezó a manar se frotó con fuerza, casi botando encima de mi pie, gimiendo, casi gritando. La habrían oído si no tuviera mi glande en el fondo de su garganta, y me permití la libertad de seguir retorciendo sus pezones.

Pero no todo acabó ahí. Cuando terminó de correrse fue hasta su Amo y apoyó la cabeza en su pierna.

- Gracias, Amo.

- De nada, putita. Déjale la polla reluciente… y todo lo que hayas manchado – dijo, con una mirada lujuriosa cargada de significado.

Marta volvió a mí y me limpió la polla al detalle, sin dejar de mirarme, recorriendo cada minúsculo rincón con la lengua. Después, se agachó y lamió mi zapato, completamente mojado de sus flujos.

Se bajó la camiseta y yo me guardé la polla. Cuando volvió a sentarse su Amo le dio un beso en los labios y dijo:

- No te saques el huevo, nos dará mucho juego.

Después de aquello, aún yo alucinado, seguimos charlando un rato. Al cabo de una hora aproximadamente decidimos despedirnos.

- Ha sido un placer – dijo Marcos – pero has de perdonarme, como comprenderás, lo de antes me ha puesto caliente y me apetece llevarme a mi perrita.

- Claro… También ha sido un auténtico placer para mí.

- Si te parece, quedamos otro día antes de que te vayas. Ya lo hablamos.

Marcos me dio la mano, y Marta dos besos, mucho más suaves que antes, deteniéndose en cada mejilla. Él la agarró de la cintura y les vi alejarse.

La entrevista había cubierto, con mucho, todas mis expectativas.

Relato/entrevista real. Tras dicho encuentro en su ciudad y mediante correo electrónico, Marta y yo decidimos escribir el relato conjuntamente puesto que me gusta más su manera de redactar que la mía, aunque, como digo, ha sido trabajo conjunto.

Mi e-mail es stgozar@gmail.com

El de ella es sandy.dalton@hotmail.es

Su blog: http://www.sandyds.wordpress.com