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El Verano con mis primas (4)

en Dominación

Mis primas me habían ofrecido sus culitos, para que dejara de azotarlas, pero no podría disfrutar de ellas hasta pasados varios días ya que después del castigo tenían el culo completamente morado e hinchado, no habría podido penetrarlas en esas condiciones.

Las tuve el resto de la tarde arrodilladas en posición de espera mirando a la pared, mientras yo veía la tele y me deleitaba viendo los efectos de los azotes en sus traseros. Por supuesto esa noche no cenaron.

Cuando llego la hora de irnos a dormir, decidí que sería una buena oportunidad para seguir con el castigo.

 Es hora de acostarnos primitas, pero como bien habéis repetido mientras os azotaba, sois unas zorras desagradecidas, por lo tanto ya no puedo fiarme de vosotras.

Las lleve a su cuarto y las até de pies y manos, además las ate a los pies de la cama, de manera que no podían moverse ni tampoco levantarse de la cama.

 A partir de ahora dormiréis atadas todas las noches, no puedo fiarme de vosotras así que esta es la única manera.

Cristina no decía nada e intentaba conseguir una postura cómoda, pero a Leticia se le escapo un poco de su rebeldía.

 Y si tenemos que ir al baño?, preguntó.

La verdad que no había pensado en ello, pero tampoco podía echarme atrás.

 Pues dormiréis mojaditas, porque no pienso despertarme para desataros.

Leticia agachó la cabeza y se acurrucó en la cama.

Yo también me fui a la cama, había sido un día largo, y la verdad que dar casi doscientos azotes es bastante cansado.

Me levanté por la mañana y fuí a ver como estaban mis esclavas, cuando estaba llegando a la puerta las escuche hablar.

 Aguanta un poco Cris, seguro que ya esta a punto de levantarse.

 No puedo, me lo voy a hacer encima, decía Cristina.

 Venga, aguanta, piensa en otra cosa

 Buff, como no venga ya, no voy a poder dijo desesperada.

Dudé unos segundos que hacer, pero como era Cristina, decidí entrar, no quise que tuviera que hacerse pis encima otra vez.

 Buenos días esclavas, que tal habéis pasado la noche.

Cristina no se ando con rodeos y fue directa.

 Amo necesito ir al baño, no puedo aguantar más.

Era gracioso verla retorcerse en la cama, pero me acerqué y la desaté.

 Corré, no vayas a ponerlo todo perdido otra vez, le dije.

Entró corriendo la baño, y cerro de un portazo, fui justo detrás y abrí la puerta, estaba sentada en el váter.

 Si vuelves a cerrar la puerta, te vas a enterar. Le dije.

 Lo siento amo, con las prisas no me he dado cuenta.

 Pues que no vuelva a pasar. Le dije.

Fui a desatar a Leticia, tenía bastantes ojeras, se notaba que no había dormido mucho.

Mientras la desataba llego Cristina.

 Siento lo de la puerta, dijo sumisamente,

Leticia la miró con cara de desprecio, no entendía que su hermana fuera tan sumisa.

Las llevé a las dos al baño y las metí en la ducha,

 Quiero que os duchéis, y en 5 minutos quiero veros en el salón con vuestros uniformes. Está claro.

 Sí amo dijeron a la vez

Fuí al salón a esperarlas, mientras venían estuve pensado que hacer con Leticia, quería castigarla por haberse rebelado, y asegurarme de que se sintiera lo más humillada posible, pero se me estaban acabando las ideas. Así que decidí usar a Cristina.

Mis primas llegaron puntuales, justo a los 5 minutos.

 Leticia, hoy vas a limpiar las habitaciones y los baños, mientras tu Cristina te vas a quedar conmigo en el salón como asistenta personal.

Lo de la limpieza era una excusa para quedarme a solas con Cristina.

 Bueno, antes que nada vamos a desayunar, seguro que tenéis hambre, después de no cenar nada anoche.

No dijeron nada, creo que por miedo a que las dejara sin desayunar al más mínimo comentario.

Les puse unos platos en el suelo con unas galletas y algo de leche, como siempre se pusieron a cuatro patas y se tomaron el desayuno.

Leticia se fue a hacer su tareas y yo me quede a solas con Cristina.

 Buenos Cris, sabes que el castigo aun no ha terminado

 Si, lo sé amo,

 Pues bien, quítate las braguitas y túmbate boca abajo sobre mis rodillas.

Cristina obedeció, y se coloco como le había dicho. Tenía el culo bastante mál, muy amoratado, así que lo aproveché para conseguir lo que quería.

Empecé a acariciarselo suavemente, intentando aliviarle el dolor.

 Te duele mucho, le pregunté.

 Muchísimo, nunca lo había tenido así, y eso que nuestro padre nos lo calienta a menudo.

 Bueno a ver que podemos hacer.

Cogí un bote de crema de manos que había sobre la mesa y empecé a darle un suave masaje, estuve un rato hasta que empezó a relajarse.

 Te está gustando, le pregunte.

 Si amo, ya me duele menos.

Aproveche el lubricante y le metí un dedo por el culo, Cristina lejos de incomodarse se recolocó, para ofrecerme mejor su culo.

Estuve un rato jugando, metiéndoselo y sacándoselo, hasta que note que estaba excitada, entonces, baje un poco la mano y empecé a masturbarla.

Debió gustarle bastante el jugueteo con su culo, porque no habían pasado ni dos minutos cuando me pidió permiso para correrse.

 Puedo correrme amo? Dijo

 Crees que te lo mereces? Le pregunté.

 Supongo que no, susurro.

 No lo supongas, esta claro que NO, pero como soy un amo generoso te permito correrte esta vez.

 Gracias señor, dijo con voz temblorosa.

Nada más darle permiso, empezó a jadear rápidamente hasta que estallo en un gran orgasmo.

 Lo ves, si os portarais bien, no tendría que castigaros, podríamos disfrutar todos juntos.

 Lo se amo, fue idea de Leticia, por mi no lo hubiéramos echo.

Esta era justo la respuesta que esperaba.

 Bueno, pues ayudame a castigar a tu hermana, por su culpa mira como tienes el culo. Dime, cual es el castigo que más odia, estoy seguro que vuestro padre os castiga bastante.

Cristina dudó un momento, y me contestó con voz nerviosa.

 No se, supongo que los azotes.

Me dí cuenta de que estaba mintiendo, había algo que Leticia odiaba, y tenía que averiguar que era.

 Creo que me estoy portando bastante bien contigo, verdad.

 Si amo, es verdad.

 Entonces porque me mientes, le dije.

 No le miento, dijo asustada.

Iba a tener que presionar a Cristina, así que cerré la puerta del salón para que Leticia no nos oyera.

 Si lo haces, hay algo que Leticia odia más que los azotes y no me lo dices.

 No se, de verdad, dijo Cristina.

Le sujeté las piernas y empecé a pellizcarle el culo con fuerza, justo donde tenía los moratones, Cristina empezó a llorar y a pedirme que parara.

 Ya has visto que puedo ser bueno, pero si sigues mintiendo, preparate, porque no pienso parar.

Seguí dándole golpes y pellizcos, hasta que se no pudo más y me dijo lo que quería saber.

 pañales.. dijo en voz baja.

 El que? Dije extrañado

 lo que más odia es ponerse pañales, dijo

 Pero a que te refieres, vuestro padre os hace poneros pañales??

 Siii, ya lo he dicho.

Me quede bastante flipado con lo que acababa de decirme, no acababa de entenderlo, así que senté a Cristina sobre mis rodillas y le dije que me lo explicara mejore.

 Nuestro padre dice que si nos comportamos como niñas, nos tiene que tratar como a niñas, así que nos castiga a llevar pañales cuando considera que nos portamos como niñas malcriadas.

 Y cuanto tiempo os hace llevarlo, le pregunté.

 Pues depende, desde una tarde hasta una semana.

La verdad que no me lo esperaba, pero pensándolo bién era una buena forma de castigarlas, seguro que les daba tanta vergüenza, que tratarían de evitarlo a toda costa portándose bién.

 Vale, pues explicame bien como es este castigo, quiero aplicárselo a tu hermana después de comer.

Cristina empezó a contarme cual erá el procedimiento.

 Lo primero que hace nuestro padre es dejarnos sólo con la ropa interior, después nos coloca sobre sus rodillas y nos da unos cuantos azotes, al rato nos quita las braguitas y sigue azotándonos.

 Cuando cree que ya es suficiente, tenemos que ponernos delante de él en posición de espera y pedirle perdón por lo que hayamos echo.

 Luego tenemos que tumbarnos en el sofá boca arriba y decirle: "una niña malcriada como yo todavía necesita pañales"

 Entonces nos pone los pañales, además tenemos que llevar una camisón corto rosa, que sólo nos tapa hasta la cintura.

Todavía no me lo acababa de creer así que le pregunté un par de cosas.

 Y cuando vais a la calle?? le pregunté

 Pues podemos vestirnos normal, pero debajo tenemos que llevarlos.

La verdad que no se me hubiera ocurrido nada más humillante, era justo lo que quería para Leticia.

Le dije a Cristina que fuera a buscar los pañales y el camisón. Para que Leticia no se diera cuenta le mandé que se metiera en el baño a limpiar y cerré la puerta.

Volví al salón y estuve viendo lo que había traído Cristina, era un paquete de pañales de adulto y un camisón rosa con un arco-iris en la parte de delante, además tenía un reborde de puntillas en la parte de abajo.

Lo escondí detrás de un sillón, y llamé a Leticia. Cuando llegó le mandé preparar la comida. Y mientras me llevé a Cristina a su habitación para jugar un poco con ella.

La puse de rodilas y le coloque la polla entre las tetas. Le ordené que se las apretará con las manos, para que envolvieran mi polla, empecé a restregarme, iba subiendo y bajando el ritmo para aguantar lo máximo posible, la verdad que era una sensación agradable. Cuando sentí que iba a correrme, le coloqué la polla de frente de manera que le llené las tetas con mi corrida. Después se la metí en la boca para que terminara de limpiarmela.

Cristina hizo ademán de limpiarse, pero no la deje.

 No te la quites, esparcetela por el pecho, seguro que es bueno para la piel, le dije riéndome.

Puso cara de no gustarle mucho pero obedeció.

Como no tardamos mucho, la mandé a ayudar a su hermana con la comida. Mientras me quedé en su habitación inspeccionando su ropa, quería saber que tipo de ropa usaba, y la verdad que no tenía nada muy sexy la verdad.

Cuando la comida estuvo lista, como siempre comí yo primero y después mis esclavas en el suelo, y tras ello llego el momento de castigar a Leticia.

Como tenía el culo bastante mal, decidí saltarme la parte de los azotes, así que le ordené que se colocarla delante mía en posición de espera.

 Bueno Leticia, ahora quiero que me pidas perdón por lo que has hecho.

Me miró fijamente y me dijo

 Lo siento mucho amo, no volverá a pasar.

 El que sientes, le dije.

 Haber intentado borrar los videos.

 Entiendes que os estoy haciendo un favor, le dije.

 Si amo, dijo agachando la cabeza.

 Para mi sería más fácil darle los videos a vuestro padre y listo, lo sabes verdad.

 Si amo, contesto.

Llegaba el momento del castigo de verdad, y no sabía como iba a reaccionar.

 Bueno ahora quiero que te desnudes, y te tumbes boca arriba en el sofá.

Cuando estuvo colocada le dije.

 Sabes que te has portado como niña malcriada, así que ahora quiero que me pidas tu castigo.

Leticia se quedo sin saber que decir.

 No se amo, castigueme como quiera

Estaba claro que no tenía ni idea de que yo ya sabía lo de los pañales.

 Quiero que lo digas tú. Dime como hay que tratar a una niña malcriada.

 No se amo, de verdad.

 Pues te lo voy a decir, a las que se portan como niñas malcriadas, hay que tratarlas como tal.


Al decir esto se quedó blanca, empezó a intuir por donde iba.

 Azoteme si quiere amo, dijo con voz entrecortada.

 Ya has recibido azotes, y ahora voy a tratarte como te mereces.


Al decir esto saqué de detrás del sillón el camisón y los pañales. Leticia se alteró muchísimo, se levantó del sillon y se lanzó contra Cristina.

 Eres una Puta, como has podido contarle eso, le gritó.

 Lo siento, no he podido evitarlo, dijo Cristina.

Tuve que sujetar a Leticia para que no se echara encima de su hermana, la puse contra la pared y puse las manos a la espalda. La mantuvé unos instantes hasta que se calmo.

 Más vale que te comportes, cuanto más protestes más a a durar tu castigo.

Leticia empezó a llorar y a suplicar.

 Por favor amo, eso no, lo compensaré como sea, pero eso no.

 Demasiado tarde, no vas a librarte de este castigo.

Mientras seguía suplicando, la coloque sobre el sillón boca arriba, lloraba pero no ponía mucha resistencia, estaba resignada.

La deje unos instantes en esa posición, y le dije:

 Bueno, ahora ya sabes lo que tienes que decir.

 Por favor amo, se lo suplico, dijo llorando.

 Ya te he dicho que No, y cada frase que digas y no sea lo que quiero oir alargará un día tu castigo.

Estuvo como un minuto callada pero sin parar de llorar hasta que al final dijo:

 Una niña malcriada como yo todavía tiene que llevar pañales.

Lo dijo casi gritando, liberando toda su rabia.

Me acerqué y le puse los pañales, me costó un poco, ya que nunca había echo algo parecido, cuando los tenía bién colocados, la incorporé y le puse el camisón.

Tenía una pinta bastante patética, no me extraña que odiara este castigo, debía sentirse super humillada teniendo que llevar pañales delante de su hermana y su primo.

 Bueno ahora quiero que te pongas de rodillas con las manos en la nuca.

Se puso como le había ordenado mirando a la pared.

 No, no primita, date la vuelta.


De esta manera tendría que vernos todo el rato y sería más humillante para ella.

Me senté con Cristina a ver la tele, mientras Leticia estaba justo en frente de nosotros con su camisón y sus pañales, sin parar de llorar.

Una vez comprobé los efectos del castigó decidí que Cristina también iba a recibir este castigo, pero eso sería en otra ocasión........

CONTINUARA....