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La sobrina

en Amor filial

La sobrina

 

- Sobrina ¿me la chupas? -Le dije al oído

 

Asintió con la cabeza.

 

Subí las escaleras, y fui a mi cuarto, al fondo del pasillo del piso superior. Allí me quité los pantalones y los calzoncillos, y me tumbé en la cama a esperarla. Tardó poco, así lo habíamos convenido, cuando queríamos sexo. Entró en la habitación y entrecerró la puerta.

 

Se arrodilló en la cama, a mi lado. Asió con la mano izquierda mis huevos, masajeándolos con ella. Con la mano derecha agarró mi verga, ya medio erecta, para moverla de arriba a abajo y viceversa. Mientras, acercó la boca para chupar la punta de mi poya con la lengua. Naturalmente la erección fue total con ese tratamiento.

 

Luego entreabrió la boca para introducirse el miembro. Con los dientes me rozaba la punta del glande, cosa que me hacía jadear de placer. Así estuvo jugando un ratito, inclinaba la cabeza para meterse un poco la poya en la boca y rozarla con los dientes. Me puso a cien. Soltó la mano derecha, que asía el cuerpo de la poya, para sujetarla por la base. Entonces, con un movimiento completo, se la tragó entera, la mantuvo en la boca jugando con ella mediante la lengua. Finalmente la sacó casi entera para empezar otra vez.

 

Con un tratamiento así no pude menos que correrme. Como siempre, cuando sintió que me corría se la introdujo hasta la mitad, para recibir mis jugos y tragárselos. Qué bien la mamaba, la muy zorra. Se bebió todo lo que eché y luego la limpió con la lengua.

 

Luego se levantó, se quitó las bragas quedándose sólo con la falda, para dejar el coño al aire, me moví para que se tumbara en la cama. Yo me levanté y ella se abrió de piernas, subiéndose la minifalda que vestía. La visión de su coñito a sus 17 años me volvió loco, como siempre. Me arrodillé entre sus piernas para comerme ese apetitoso bocado.

 

Empecé los lenguetazos de arriba a abajo por todos sus labios. Sabía que eso la gustaba. Luego me centré en su botoncito, primero por fuera, buscando el punto crítico para sacarlo de su escondite con la punta de la lengua, luego por el interior, buscando el punto duro. Cuando la sentí que se corría, la agarré de las nalgas para que no se separara, y acompañé sus movimientos de forma que mientras se corría, yo seguía el tratamiento a su clítoris. Yo paraba y, cuando notaba que se relajaba, atacaba de nuevo.

 

Dos veces se corrió, la segunda más intensa que la primera. Y tratando de hacer poco ruido, para no ser descubiertos. En total pasarían diez minutos desde que entró a la habitación hasta que se volvió a poner las bragas.

 

Esto lo hacíamos cuando se terciaba, siempre de la misma manera, cuando ella venía con falda, yo sabía que quería que le comiera el coño. Y como a mi me gustaba que me la chupara, le susurraba al oído lo mismo: “sobrina, ¿me la chupas?”, y todo empezaba.

 

La primera vez, ella me buscó, se ve que me había visto follar con su tía, mi mujer, y luego me había espiado en la ducha, cuando me masturbaba nombrándola, eso me dijo. Y se ve que, como vive en el pueblo, ya tenía experiencia en follar y chuparla. Así que me sorprendió muy gratamente cuando hace un año me propuso:

 

- Tío, si me comes el coño, te la chupo.

 

Claro que me quedé de una pieza, no esperaba algo así, pese a que tengo muy buena relación con ella desde hace años, siempre jugaba conmigo. Pero no esperaba nada de eso. Naturalmente le dije que si, pero teníamos que ser discretos y rápidos, porque de enterarse, a mi me iba a caer una buena y a ella ni pensar.

 

Aquella vez fue ella la primera que subió discretamente, como casi siempre que subía al piso de arriba, como si fuera a utilizar el ordenador, sólo que en vez de utilizarlo, se metió en la habitación en que yo dormía y me esperó sin pantalones ni bragas y abierta de piernas. En aquella ocasión traté de ser delicado pero tenaz, y aplicar mis conocimientos en comer coños para lograr que se corriera pronto y bien. A fe que lo conseguí con unas cuantas lamidas en los labios mayores, otras en los menores, un trabajo de lengua en la vagina antes de atacar el clítoris.

 

Lo que si me sorprendió fue su técnica cuando me la mamó. Se ve que tenía mucha maña y alguna experiencia, pues no tuve que decirla nada cuando se la tragó entera, jugando con mi poya dentro de su boca, mientras me daba un masaje de huevos. Nos corrimos tan a gusto los dos que quisimos repetir cuando pudiéramos y quisiéramos, lo que ocurre al menos una vez por cada vez que venimos al pueblo. Por eso yo quiero venir, para comerme un preciso coñito y que me hagan una mamada en condiciones.

 

Ana del Alba