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Mi hombre ideal

en Interracial

En uno de mis relatos anteriores le dije que era una perra caliente y en el que a continuación les relatare confirmo mis dichos. Soy una perra caliente.

Como les conté esa noche fui a saciar un deseo que tenía guardado y lo satisfice. Pero no bastó y poco antes de retirarme del local, conocí a ese espectacular espécimen macho y negro para mayor satisfacción. Las malas lenguas y perdónenme señores machos blancos dicen que portan una enormidad de carne para satisfacer los apetitos femeninos.

Carlos como lo llamaré por respeto a él, es un macho negro como el azabache. Es tan recontra negro que en la cama, para sentirlo hay que prender una luz. 

Altura aproximada 1,82 mts, no lo he medido. Esculpido como por Miguel Angel, de labios gruesos y protuberantes. Lampiño o depilado, no importa con cabeza rapada. Ideal para lamerlo desde una punta a la otra, sin un pelo que moleste. Su miembro, aunque no lo he medido, lejos sobre los cinco centímetros de grosor y su largo, sin exagerar más de veinte y tres largos centímetros. Vino de Cuba a este país, pero emigro con sus padres desde Angola.

En este país, casi no existen las personas de color. Todos ellos vienen de afuera, lo que los hace muy atractivos. En mi país de origen las personas de color no son novedad, pero aún en esta época existen pequeños prejuicios (aunque se nieguen) razón por la que nunca tuve la oportunidad de encuentros sexuales. Acá es distinto, es exótico y podría agregar que produce cierta envidia  tanto en las mujeres como entre los hombres. Ellas, por lo que se dice de su miembro sexual, y ellos por que te ven en sus manos. Para mi es maravilloso.

Como algunos sabrán lo conocí como parte del staff de un local donde asistí una noche y quedamos de vernos a la salida del lugar. Así llegamos a relacionarnos y continuaremos haciéndolo.

Como les conté en el relato anterior al despedirme de Carlos me pidió que lo esperara en mi auto en el estacionamiento. Así lo hice y espere. No fue mucho, pero mi ansiedad me jugo un mal rato y me parecieron horas interminables. Pero al fin llegó y subió al auto. Me saludo de beso en la mejilla y conversamos tomados de la mano por un rato. Fue un rato muy agradable, donde aprendí a conocerlo y me di cuenta que estaba adquiriendo mucho más que un objeto sexual. Era y es tierno, suave y muy educado. Muy caballero y de excelente trato hacia las mujeres. Una mujer no puede pedir más. No es parte es un todo.

Dichosa con mi nueva conquista marche raudamente por las calles de la ciudad en dirección a mi departamento. Carlos me conversaba, pero Yo no lo escuchaba. Mi mente iba llena de sucios y malos pensamientos.

En breve tiempo llegamos al edificio donde vivo y nos fuimos directos al subterráneo donde este mi lugar para estacionar y estacione.

Carlos, ágil y rápido bajó del auto y se apresuro a abrirme la puerta. Que delicia, bello y gentil, todo lo que una mujer busca. Juntos de la mano caminamos hacia el ascensor, junto a la puerta se encontraba una vecina que no es de mi agrado, aunque  no debo ser la única en el edificio. Es una típica cuarentona a las que en este país llaman chupa cirios, que todo creen solucionarlo dando una buena limosna el domingo en la iglesia. Intrusa, chillona, copuchenta, etc.,  y etc. 

Eran altas horas en la madrugada así que no se de donde venía. Me miro con el ceño fruncido de arriba abajo con cara de asco y sin saludarme. Bueno hay que ser honesta, con un vestido como con el que llevaba puesto, completamente transparente, sin espalda, con un escote que llegaba más abajo de mi ombligo y apoyada en un magnifico macho negro. Esta señora debe haber pensado que estaba frente a Lucifer y su amante. Subimos los tres al ascensor, un sólo botón al piso 23.

En el ascensor Carlos me agarró de la cintura y me besó profundamente, su lengua entró directo en mi boca sin encontrar resistencia por que lo deseaba. Entro con fuerza, fresca y dulce. Nuestras lenguas se encontraron y se arremolinaron en un en un beso caliente, caliente, que me hace desear mi primer orgasmo. Nos besamos hasta que el ascensor se detuvo, nos bajamos y partimos abrazados en dirección a mi departamento haciendo caso omiso de mi vecina la chupa cirios.

Entramos al departamento y para hacer más ameno el momento prendí el tocador de Cd y por coincidencia justo en un disco caribeño. Carlos se colocó frente a mi  y empezó a bailarme seductoramente, se acercaba, me rozaba, se alejaba, y Yo  sentía como una marea de gusto empezaba a subirme desde mi clítoris hasta mi barriga, erizándome mis pezones que pugnaban por salirse de la poca cubierta que los cubría.

Carlos bailaba sensualmente alrededor mío, a veces me rozaba y sentía su grueso respirar. Su perfume me embriagaba. Bailaba rítmicamente moviendo la cintura y dando cadenciosos movimientos a su pelvis, como sólo los negros saber hacer. Se acercaba y se alejaba. Me rozaba y se alejaba, hasta que paro frente a mí a muy corta distancia y comenzó lentamente a desabrocharse la camisa.  Un botón a la vez lenta y pausadamente sin permitirme acercarme. Desabrochada la camisa comenzó a retirársela al ritmo de sus movimientos. Con su torso desnudo era para sentarse a contemplarlo y a admirarlo. Tez negra como el carbón, músculos bien formados y contorneados que brillaban a la luz de las lámparas. Se vía maravilloso.

Retirado como a 1 metro de distancia y a dorso descubierto, inicio lentamente el retiro de su pantalón. Sentía estrellas de fuego recorrer mi interior, mi cuerpo ardía y un calor intenso me abrasaba. Quería acercarme, pero no me lo permitía. Se retiro el pantalón y siguió con su bóxer hasta quedar completamente desnudo frente a mi. Tiritaba, sentía llamaradas de brasas ardientes quemaban mi interior. Era el deseo y calentura que me envolvía. Le gemí y suplique a que me abrasara, pero ignoraba mis plegarias.

Ahora, completamente desnudo inicio nuevamente su cadencioso baile frente a mí.  Esta vez lo vi y me volví loca. Sentía mi vagina chorrear jugos productos de mi enorme excitación. Estaba al frente mío erguido en su magnitud. Su capullo brillaba por la tirantez de su negra piel, enorme, grueso y listo para arremeter. Se me hacia agua la boca. Lo deseaba dentro de ella.  Pero no me dejaba acercarme y tampoco él venia a mí. La desesperación me mataba y no podía hacer otra cosa que esperar y aumentar mi fiebre.

Carlos lentamente comenzó a girar alrededor mío acercándose cada vez en cada vuelta, hasta llegar a girar rozándome. Al fin lo sentí, fue una sensación magnifica. Su miembro firme y duro iba rozándome mientras Carlos giraba a mí alrededor. Trataba de tomarlo pero me esquivaba, le rogué, le suplique,  inclusive le llore que me permitiera sólo darle un pequeñito beso. Pero se negó. Creo haber llegado a odiarlo.

Al cabo de un martirizante y largo rato para mí, Carlos se detuvo a mis espaldas y colocó ambas manos sobre mis hombros. Trate de recular para acercarme a él, pero me detuve y dulcemente me llevo a mi lugar original. Estaba rendida y resignada a sufrir cuando sentí que sus manos bajaban lentamente por el costado de mis brazos arrastrando junto a sus manos los tirantes de mi vestido. Bajo, bajo y bajo hasta llegar a mis manos, mi torso estaba desnudo. En seguida arrastro mis pantalones hasta mis pies, levanto cada una de ellos y los descubrió, ahora estaba tan desnuda como él.

Ya los dos desnudos, Carlos se coloco detrás de mí y sentí lo que tanto estaba anhelando, su miembro rozando y pegado a mi piel. Esta piel estaba entre mis nalgas. Me estremecí de susto, pero también de placer ya que lo estaba deseando y estaba dispuesta a sentir todo el dolor que me podría producir semejante miembro rompiendo mis carnes para penetrar en mi ano. Sus manos me abrazaron tomando de mis pechos y afrentándome junto a él. Me sentí en el limbo, mí cuerpo se estremeció, estaba en sus manos.

Lentamente me llevo al dormitorio y nos paramos frente a un enorme espejo a contemplarnos. Me sentía de las mil maravillas, creí que soñaba. Realmente no lo podía creer, donde estaba y con quién estaba.

En un principio sus manos acariciaron mis pechos. Lenta pero firmemente sus manos fueron apretando hasta transformar sus caricias en fuertes estrujes. Daba la impresión que exprimía el jugo de unos pomelos y que en realidad eran mis pechos. Nuestras bocas juntas en un frenético beso, en el que su lengua luchaba entreverada con la mía. Tragaba su baba como un mana que caía del cielo. Estaba en la gloria, deseaba ser poseída por Carlos, me entregaba en cuerpo y alma a este hombre. Le pertenecía y en esos momentos sus deseos serían sus mandatos.    

Con una mano comenzó a recorrer mi cuerpo desde mis senos hasta llegar a mi total depilada vulva, mientras la otra quedaba jugando con uno de mis pezones. Que delicia, estaba absorbida, absorta en sus caricias. Sentía un placer que recorría mi cuerpo en llamas.

Entre su pulgar e índice agarro y apretó mi pezón arrancando un gemido que no era de dolor, ya que en mi calentura el dolor no sentía, sino que era producto del placer que me proporcionaba. Era su gatita entre sus fuertes brazos.

Entre gemidos y extorsiones de mi cuerpo veía y sentía como su otra mano jugaba abajo entre mis piernas y a la vez apretándome contra su cuerpo para así poder sentir en todo su esplendor producto de la rigidez de su pene entre mis nalgas. Nos besábamos y de vez en cuando  me murmuraba lujuriosas palabras en mis oídos. Frases como; “cabalgaras sobre mi miembro hasta morir de placer”, “sentirás un terrible dolor cuando abra tu rosado orificio anal con mi pene”, “eres y serás el objeto de mi lujuriosos placer”, etc., etc. Sus palabras me trastornaban, elevaban más mi excitación.

Me apasionaban sus masajes a mis senos, tanto exprimirlos y estrujar mis pezones que estoy segura que vi pequeños brotes de leche salir de ellos. Esto era producto de mi total y abrumadora excitación.  Lentamente nos dirigimos a la cama y Carlos se recostó de espalda con las piernas hacia las almohadas y me indico que me pusiera sobre él. Un rato me quede airándolo, el hombre era maravilloso y ese miembro que poseía, y el que me iba a tragar impresionantemente erguido me maravillaba con su esplendor.  Andrea me dije; cómetelo es todo tuyo y me dirigí a colocarme como Carlos me había ordenado. Ha ensartarme esa bestia.

Me arrodille en la cama a su lado a la altura de su pelvis y entre mis manos tome su verga, incline mi cabeza y bese su glande. Con mi lengua recorrí cara milímetro de ella y la bese, y de repente, y sin poder contener más mis deseos y como un bebe que se abalanza al seno de su madre para amamantarse me lance e introduje todo lo que pude dentro de mi boca y comencé un desenfrenado amamantar  para saciar mi en parte mi inmenso hambre por su sexo. Cupe y chupe hasta sentirlo a punto de reventar y pare. Erguí mi cuerpo y lentamente comencé a cruzar una pierna sobre su cuerpo para posesionarme como Carlos me había ordenado. Sentada sobre su cuerpo y en un principio con su pene arrimado a mi culo, me mire al espejo. En un principio me asuste al verme. Mi cara era roja producto del inmenso calor interno que sentía. Mi cara expresaba una deformación por la locura sexual que sentía en esos momentos. Me veía terrible, y todo por el sexo. Cada vez que me recuerdo de la expresión en mi cara me río.

Comencé un vaivén mientras mis manos recorrían su musculoso torso. El vaivén me alejaba y me acercaba a su pene que rozaba mi cola. Que delicia, ahora era mi turno y le permitiría entrar sólo a mi voluntad. Sí es que podía y la calentura me lo permitía.      

No aguante más, me corrí un poco hacia atrás dejando su pene justo frente a mi vagina y con una de mis manos lo apreté contra ella. Me impresiono su tamaño al verlo pegado a mi pelvis y ver hasta donde llegaba. No les contare ya que dirán que soy una mentirosa. Lentamente levante mi cuerpo y me coloque justo arriba de él cosa que al bajar mi cuerpo su berga entrara directo producto de su rigidez en mi vagina.

Lentamente baje disfrutando como esa negra y maravillosa berga abría los labios de mi vagina mientras penetraba dentro de ella. Paraba para alargar los minutos de placer y absorber el escozor que producía  el enorme volumen de carne que me estaba tragando y continuaba lentamente. Que placer, quisiera tener más lenguaje y experiencia para transmitirles el placer endemoniado que estaba sintiendo. Mi sangre hervía y sentía mis sienes a punto de reventar. El placer que adquiría por momentos me embriagaba completamente. Me miraba al espejo y veía mi cara completamente transformada por la lujuria. Gozaba.

Con total calma y sin ningún apuro para asimilar en toda su magnitud el placer que estaba recibiendo bajaba mi cuerpo y tragaba ese miembro hasta llegar sentarme completamente sobre Carlos. Ya estaba todo dentro de mí y no lo  podía creer. Mis músculos se relajaron y deje que mi cuerpo se acomodara sobre parte del vientre de Carlos.

Descanse por unos minutos en esa maravillosa posición y estire mis brazos y traje las manos de Carlos a mis pechos ya que deseaba que exprimiera mis senos mientras cabalgaba con su verga ensartada.

Carlos exprimía mis pechos y luego apretando mis pezones entre sus dedos los estiraba como con intenciones de arrancarlos y Yo comenzaba un cadencioso y lento vaivén. Comencé a gemir, los que se fueron transformados en sollozos a medida que mi placer aumentaba. Luego grite y comencé a lanzar gritos y suplicas; “de más”, “quiero más”, “alborotada como una yegua salvaje gritaba por castigo”. Carlos me lo propino, primero exprimiendo con muchísima dureza mis pechos y luego apretando mis pezones y dándoles fuertes tirones. Como broche final fuertes palmadas en mis nalgas y gritos de; perra, puta y otras soeces que no merecen ser incluidas.

Le di y le di hasta que no la sangre inundo mi cerebro. Observe en el espejo mi cara completamente desfigurada a raíz del placer que me inundaba. Veía muecas de dolor al tragar tanta carne y gestos traumáticos de placer. Seguía aullando y exclamando gritos de dale, dale, dale, hasta que explote. Chorros de secreciones borbotaron de mi vagina al culminar mi alborotada carrera sexual. Ya no fueron gritos, sino que bramidos de placer producto de la perrería sexual que había culminado. Caí rendida sobre su torso y lo beso apasionadamente exclamando palabras de agradecimiento y satisfacción por toda esa maravillosa experiencia.

Caí en un relajo que termino en un placido sueño.

Dormí por unas dos horas un maravilloso sueño, relajada totalmente. Cuando desperté ya eran como las 10:00, el sol brillaba y a mi vista todo brillaba. No recuerdo haber despertado anteriormente con tanto optimismo. Carlos acariciaba dulcemente mi pelo y beso mi frente. Mis primeras palabras fueron de agradecimiento que el dulcemente rechazo.

Charlamos unos minutos y preparamos el día. Decidimos ir al supermercado a comprar algo para comer.

Me bañe y mientras el se bañaba me vestí buscando la ropa más sensual que tenía para maravillarlo y que me deseara. Tengo un pantalón de mezclilla elasticado que como casi todos los que tengo se me ajustan y resaltan mi figura. Mi cola se levanta y la entrepierna se ajusta resaltando mi vulva, y como blusa me coloque  un top bien rebajado que termina justo justo debajo de mis senos y  unido en el centro por unas tiras entrelazadas que dejan a la vista más de lo aconsejable. Me peine y maquille a la perfección.

El resto del fin de semana se los contare en otra oportunidad. Chao amigos, disfruten de la vida.