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Me converti en su esclava sexual

en Interracial

Este relato es la continuación de uno anterior y que denomine  Mi Hombre Ideal”, y quienes lo leyeron se acordarán que con Carlos habíamos decidido ir de compra al supermercado para comer algo durante el almuerzo.

También se acordarán ya que lo he mencionado en todos mis relatos que soy una mujer que gusta de vestir provocativamente y ese día no era la excepción. Como les relate calzaba un pantalón de mezclilla elasticado que apretadísimo que realzaba mi figura, levantando mi cola y en la entrepierna se ajusta de tal forma que delinea mi vulva. Como top llevaba uno muy pequeñísimo de lino blanco que entre los senos se ajusta mediante tiritas entrecruzadas que permiten ver bastante mis pechos, y que para hacerlos resaltar más me había colocado una crema en mis pezones que produce la sensación de frió situación que los mantiene erguidos y firmes resaltando bajo el delgado top.     

Partimos con Carlos (mi semental negro)  al supermercado tratando de ser los más expeditos posibles, ya que además del hambre fisiológico, los deseos de más sexo tanto de Carlos como míos eran enormes.

Durante el viaje al mercado Carlos se percato de lo firme y erguido que se encontraban mis pezones. El no sabía de mi engaño, la crema, y pensó que eran producto de mi excitación y comenzó a jugar con uno de ellos. Yo disfrutaba y así llegamos al supermercado.

No podía quejarme sí las parejas fueran estas jóvenes o adultas clavaban la vista en nosotros, en este país no es común y sobretodo en el barrio donde estábamos ver a una persona de color negro y menos acompañado de una mujer blanca. Me recuerdo que en los EEUU una mujer blanca acompañada de un negro generalmente la gente pensaba que ella era una ramera o compañera de sexo  por la reputación que tienen los hombres de color. Además, la sensualidad de mi ropa ayudaba a ratificar esa idea. Lejos estaban esas metas, ya que no soy una ramera y estaba comenzando a sentir algo más que deseos sexuales con la compañía de Carlos.

Apuramos nuestras compras y nos dirigimos raudamente de vuelta al departamento. Al llegar a casa cumplimos con la rutina de estacionar, bajar los paquetes y dirigirnos al ascensor. Subimos al elevador en compañía de otra pareja y para desgracia nuestra una de esas típicas parejas donde el hombre al ver una mujer vestida eróticamente clavan los ojos y las esposas te miran con ganas de degollarte. Decidí divertirme con ellos y me abalance sobre Carlos y antes de colgarme de su cuello para besarlo, tome sus manos y las lleve para que me agarrara de mi cola. Carlos ni tonto ni perezoso aprovecho la ocasión para cada una de mis nalgas y apretujarme contra su cuerpo mientras nos besábamos apasionadamente sin importarnos quién estuviese al lado nuestro. No eran besos sino que bulliciosos chupones los que nos dábamos y antes de bajarnos giro y le entrego mi espalda a Carlos quién comprendiendo mi perversidad me aprieta contra su cuerpo mientras sus manos buscan mis senos y los exprime. Yo malvada gimo y maúllo como una gata caliente y en celos. El corto viaje se hizo más corto por nuestras travesuras.

Ya en el departamento nos pusimos a preparar nuestros entremeses para comer y disfrutar de la tarde. Pusimos una mesita en la terraza, colocamos las copas y la comida que consistía de puros mariscos crudos pensando en la creencia de que son afrodisíacos. No entrare a detallarlos porque en cada país tienen sus propios nombres. Todo arreglado decidimos ir a arreglarnos cada uno por separado para dar una sorpresa a su pareja.

Primero fue una rápida ducha, el pelo hacia atrás, maquillada y perfumada sensualmente.  No se porque me coloque un lindo collar de varias vueltas que caía sobre mis pechos, enormes aros y sólo una minusculisima tanga que  apenas cubría mi depilada vulva, dejando mi cola  al descubierto y me fui a la terraza.

Carlos ya estaba preparando las copas, vestido con una pequeña zunga negra  de apretada lycra que dejaba entrever su maravilloso miembro. Me acerque, me ofreció una copa y nos sentamos uno frente del otro con la mesa redonda de vidrio separándonos.  La gracia de la mesa era que me permitiría ver entre sus piernas el postre que me comería después. Comimos con las manos mirándonos fijamente a los ojos. No nos dirigimos la palabra mientras disfrutábamos de los mariscos. Nuestros ojos decían todo, no eran necesarias las palabras. Luego de unos largos minutos en silencio siento que un pie de Carlos comienza a sobar una de mis piernas y luego su otro pie. Yo sólo acomodaba mis piernas para hacerle el trabajo más fácil, al poco rato de este juego siento como uno de sus pie empuja para abrir mis piernas y lleva un pie suyo a acariciarme entre las piernas.  Me ofrece un brindis sin dejar de acariciar mi vulva. Seguimos comiendo y mirándonos a los ojos, sin pronunciar palabra. Solo su pie me entregaba deseos.

Ya no comíamos, sino que tragábamos olvidándonos de toda norma del bien comer. Yo ya había comenzado acariciar su duro y erguido miembro con mi pie. Bebíamos de las copas y la excitación nos llevaba derramar el vino de nuestras bocas. Todo lo hacíamos más pendiente de lo que vendía después. Carlos ya no me acariciaba entre las piernas, hacia rato que había comenzados a presiona y fregar con su pie mi vulva. Yo me había apegado totalmente a la mesa y abierto mis piernas de par en par paráis sentir toda su fuerza su fuerza presionando.

Largos minutos estuvimos jugando hasta que la excitación nos obligo y en completo silencio nos paramos. Nos juntamos y Carlos tomándome en brazo llevándome a cruzarlo con mis piernas sobre sus caderas nos envolvimos en un apasionado beso de sexo, que fue tan extremadamente fuerte que nos hizo olvidar que aún teníamos comida en nuestras bocas  y estas fueron compartidas. 

Nos besamos como sí fuera nuestra primera vez, que delicia, me obligo y me enterró toda su lengua en mi boca. Yo lo sujetaba firmemente de su rasurada cabeza para no perder una gota y a la vez no permitirle que me dejara de besar. Desesperadamente tragaba y tragaba su baba hasta que tuve que empujarlo para poder respirar. En un frenesí de  de sádicos y lascivos  ósculos (más grande que besos) llegamos al dormitorio y Carlos me bajo.

Ahí estábamos parados acariciando nuestros cuerpos, cuando lentamente deje de besar su boca y comencé a doblar mis rodillas mientras mi lengua marcaba un surca que corría primero por su mentón y a medida que doblaba más seguía a su pecho en donde pare para morder y chupar sus pezones hasta llegar a estar completamente de rodillas frente a su majestuoso pene.

Comencé lamiendo su miembro por sobre zunga, lo lamí en repetidas ocasiones, le di pequeños y no tan pequeños mordiscos. Sentía su entrecortado respirar, sabía que estaba siendo mío y que después lo disfrutaría como una marrana.   Trate de chapárselo pero era difícil. Trabaje como si fuera una profesional, porque estaba tan caliente que sola fui imaginando cosa para hacerle. Sentía que sus piernas tiritaban y trataba de tocarme, pero no se lo permitía. Estaba invirtiendo y me daba mucho placer. Largo rato jugué con él, hasta que levantándome unos centímetros tome con mi boca el borde de su zunga y comencé a tirarla hacia abajo. Luche un buen rato debido a que su enorme pene atascaba la zunga y no me permitía bajarla con facilidad. Pero como dice el dicho sí lo quieres puedes, llegue al éxito y lo desnude completamente y lo admire. Que belleza de hombre y que enormidad de verga, era larga y gruesa, y negra como el carbón. En ese momento me prometí a mi misma que me la tragaría entera.

Carlos me tomo de los hombros y me hizo pararme y nuevamente me levanta y me hace cruzar mis piernas tomándolo por sus caderas, siento un calor recorrer mi cuerpo como un fogonazo al sentir su falo entre mis nalgas.  Abrazo y me apretó con Carlos, él sujeta y acomoda su falo contra mis nalgas y ahí me doy cuenta de su real tamaño. Esta bestia sobresale más allá de mis nalgas. Con una de mis manos toco la cabeza de su berga y me doy cuenta que esta sobresale y un buen poco.

Nos volvimos a entrever en un largo y sensual beso. Como chorreábamos nuestras babas. Su lengua buscaba la mía cual culebra buscando a su presa para dar un mortal zarpazo. Yo apretaba con toda mi fuerza mi cuerpo con el del. No quería dejar escapar ni un ápice de su humanidad. Lo quería todo, todo. Egoísta total. Lentamente me llevo a la cama y me deposito sobre ella, poniéndome en cuatro de frente al espejo. Esta posición me excito de sobremanera ya que me vería cuando Carlos me tomara de las caderas y me ensartara.

Carlos de rodilla se coloco detrás de mí y me tomo de las caderas con ambas manos y se acerco colocando su berga junto a mi culo e inició su juego. No trataba de meterlo, sólo lo hacía recorrer mis nalgas, que al sentir el calor de su roce sólo me excitaba. Excitación que en esos momentos comenzaba a entrecortar mi respiración. Comenzaba a gemir de placer y a ronronear como una gata en celos. Carlos se divertía y comenzaba a decirme groseras palabrotas tales como; “te romperé”, “me vas a pedir que te suelte y no lo haré”,”sólo sirves para que te ensarten”, “le prestare tú culo a mis amigo”, y otras barbaridades que mucho me excitan.  Me encanta ser deseada y mucho me gusta ser el objeto de placer. Me gusta ser usada. Reconozco que al igual de maldita que soy en el trabajo y me empeño en ser la mejor, esa misma tenacidad y profesionalismo pongo cuando estoy en una relación sexual. Un amigo me dijo una vez que sería una gran puta.

De repente y sin previo aviso siento que la cabeza de la verga se estaciona frente a mi ano y Carlos me sujeta más firmemente. Aquí viene me dije para mis adentros y por el espejo veo una maliciosa sonrisa al mismo instante que siento que Carlos comienza abrir paso por mi ano.

Lentamente fue agujereando mi culo. Esta palabra puede sonar bestial, pero al final esta sesión fue bestial  y sólo la pude aguantar por lo caliente que estaba.

Entraba un poco y Carlos comenzaba a mover su pelvis como en círculos para abrir más mi culo. Empujaba un poco más y hacia los mismos movimientos. Yo sentía como desgarros internos pero no paraba de mover mi cola para permitir un mejor acoplamiento. No tenía sentido, sufría pero quería más y gimiendo por el dolor se lo pedía. Que puta soy.

Un empujón más y la cabeza estaba dentro de mí. Ahora era Yo quien temerosamente empujaba hacia atrás para ayudar. Carlos se había dado cuenta  de este actuar mío y golosamente me dejaba. De a poco y entre gemidos y arrullos de placer fui introduciéndome esa enorme verga.

Llevaba una buena porción del miembro dentro de mi,  cuando siento que me apresan fuertemente de las caderas y sin aviso Carlos da un bestial empellón y lo mete hasta la mitad. Un grito desgarrador producto del dolor irrumpe de mi garganta y le pido que por favor no siga. Me responde que me quede tranquila, que el dolor ya pasara, y que me promete que gozare como nunca. Yo como buena puta le creo y entre lágrimas le pido que esperemos un poco. El me contesta con un vaivén de entra y saca, ese movimiento y ver por el espejo su cara llena cara placer y gozo, me lleva a olvidar el dolor y moverme al ritmo de su movimiento. Sin darme cuenta por la locura del placer que estaba sintiendo en esos momentos iba abriéndome de piernas cada vez más y empujaba nuevamente.

Comencé con una de mis manos a jugar con mi vagina, eso me excito mucho más y esa excitación me hizo olvidar completamente el dolor y ya mis sollozos se habían transformados en gemidos y aullidos de placer. El volumen ya no me molestaba y había comenzado nuevamente a empujar hacia atrás, sentía que Carlos también empujaba.

Yo continuaba jugando con mi vagina y ahora introducía uno de mis dedos en ella y fregaba mi clítoris. Ingrese un segundo dedo y continué fregando. Mi lubricación vaginal era abundante lo que me hacía seguir y seguía. Ya cesaba, gemía y comenzaba a gritar de placer. Carlos se vía bastante desfigurada su cara y también gemía.  Ambos estábamos gozando.

Tal era mi locura y goce que estaba recibiendo de parte de Carlos con su berga en mi culo, más mis caricias que ya iban en tres dedos que lo único que recuerdo fue un fuerte apretón de Carlos en mis caderas, su grito y su  empellón cuando metió su falo dentro de mi culo. Junto con él lanzar el primer chorro de semen dentro de mí, sentí como mi mano se llenaba de mi propia leche. Fue tanto el placer que por reflejo empuje hacia atrás hasta sentir sus muslos golpear mis nalgas. Por puta me lo había metido todo y mantenía mi culo empujando hacia atrás. Solté mi mano y caí sobre la cama con Carlos sobre mi, ambos jadeábamos por el esfuerzo efectuado. Ambos jadeábamos por el placer recibido. Ambos seguíamos chorreando nuestras leches y éramos felices.

Ese sábado fue de mil maravillas, llegue a extasiarme de sexo. Carlos volvió a fornicarme por el culo, pero esta vez estaba distendida razón por la cual no fue tan duro como la primera vez, sino que mucho más placentero, lo disfrute a no dar más. Fue un placer indescriptible verme al espejo montada por ese maravilloso caballero azabache. Mamo mi cuerpo como nunca lo habían hecho anteriormente, produjo  una algarabía en mi ser, gritos y aullidos de desesperación al saber que acabarían. Me obligo a chuparselo una y otra, chorreando mi garganta con su leche blanca y cremosa. Mi vagina recibió los embistes de su maravilloso miembro sexual, produciendo en mi repetidos clímax que eran anunciados antes de llegar por gritos desesperados de; “no pares”, “dale más” y otros anunciando mi desesperación por mas sexo.

Me dio cada vez que quiso y necesito y Yo como una sumisa geisha me ponía a sus órdenes y deseos. Fue un sábado realmente maravilloso y que gracias a mi sumisión y deseos continuaron durante  el domingo y hoy semanas después de esos encuentro sigo siendo su objeto de placer y espero que continué por mucho, mucho tiempo más.

Con más calma y más adelante seguiré narrándoles mi vida sexual al lado de Carlos.