miprimita.com

Mi morbosa preñez

en Zoofilia

MI morbosa preñez

Esta es mi primera vez que relato mis intimidades, me llamo Juliana, tengo 30 años, actualmente casada y con dos hijos.

A los 21 años estuve conviviendo con un tipo, que lamentable era casado, una con poca experiencia y a su vez enamorada de esa persona, no acepta los consejos de los demás y por supuesto menos de los padres,  que hoy reconozco que tenían toda la razón.

A los pocos meses de mantener nuestra relación, tuve un atraso  en mi período,  cosa que no me preocupe por que era algo irregular, pero pasaron más de 15 días, de lo habitual, a lo que comenzó a inquietarme. Me hice un test y me dio positivo no sé si en ese momento estaba triste o contenta. Se lo comente a mi amante, a lo que la noticia no lo puso demasiado alegre. Me propuso abortar, negándome rotundamente, se comenzó a crear un distanciamiento, hasta que un día termino abandonándome. Mi amor propio hizo que no lo buscase y aunque se apareciese no lo aceptaría,  tenía un trabajo bien remunerado, por consiguiente mi parte económica, hacia que no necesitase ayuda de otra parte.

Mis padres al enterarse trataron de hacerme regresar a su casa, pero preferí  continuar sola, por lo menos hasta tener el bebe, después decidiría que hacer.  Si bien tenía amigas que me visitaban continuamente y mi trabajo además, me llevaba gran parte del día, realmente no lo pasaba mal, aunque había noches que me sentía bastante sola, pero a pesar de eso no quería volver a casa de mis padres.

Hasta que un día alguien me sugirió de adquirir un perro, en parte por protección y  a su vez  como compañía. No me pareció mala la idea, así que después de un par de semanas  conseguí un pastor alemán de algo más que  un año al que llame Coky, Me hizo feliz tenerlo y fundamentalmente cuando llegaba de mi trabajo, con  la alegría que me recibía.

Todo marchaba perfectamente, creciendo mi pancita y la compañía constante de mi nueva mascota. Una tarde bastante calurosa me puse una  corta falda, no sé si fue eso, el calor, mis emanaciones vaginales o qué, pero su hocico se introdujo bajo mi pollera para olfatearme, por supuesto que lo rechace inmediatamente, sabía que los perros siempre buscan esa zona para oler, cosa que no me llamo demasiado la atención. Esa costumbre  se produjo en varias oportunidades, llegando a tomarlo como algo rutinario, y que de alguna manera me profesaba su cariño.  Recuerdo que en el 3er mes de mi gestación, su hocicar fue más prolongado, al punto de friccionar mi vagina, un convulsión invadió mi cuerpo, mi rechazo fue inmediato, aunque esa noche mi mente me llevaba a ese momento.

Un día llegue bastante cansada de mi trabajo, así que me saque la ropa y me di una larga y placentera ducha, me envolví con el toallón, y me volqué sobre la cama. Estaba algo dormida cuando sentí entre mis piernas algo húmedo, me llevo unos segundos entender lo ocurrido, al reaccionar me tapé  nuevamente con el toallón sin hacerle ningún advertencia.

Esa noche antes de dormirme, me sentí excitada y hasta me hice algunas locas fantasías, con mi perro. Pensé que no estaba en mis cabales, que era algo aberrante lo que circulaba por mi mente, mi condición de futura madre debía borrar ese absurdo pensamiento, a partir de ese momento trate de evitar que me olfateara mi sexo.

En el 4to mes la situación comenzó a cambiar,  por un lado sentía la necesidad de tener relaciones,  y en mi estado parecía que se acrecentaba, y mi perro nunca había tenido relaciones, con esto no quiero decir que en ese momento había pensado en tenerlas con mi mascota, todo lo contrario. Pero como todos los sábados por la tarde, prepare todo para bañarlo, mientras lo hacia mi mano se acerco a su bulto, consiente en lo que hacía, acaricie su funda suavemente, como disfrutando en lo que le hacía, se quedo quieto hasta ver que algo rojo comenzaba a surgir de su cobertura. Quise detenerme de esa intención, pero mi curiosidad fue mayor, no puedo negar que me provoco algo, así que decidí continuar, mientras su miembro continuaba surgiendo. Después de unos breves minutos la totalidad de su verga totalmente crecida estaba ante mis ojos. Estaba sorprendida de su tamaño, comencé a acariciarla, mientras mi tensión aumentaba, lleve mi mano a mi raja y paralelamente mientras me masturbaba repetía la faena  con mi mascota.

Al sentir evacuar esos cortos chorros de esperma de su miembro, mi cuerpo comenzó a estremecerse, como efecto de un fuerte orgasmo que se avecinaba, eso me hizo reaccionar que estaba entrando en un terreno, poco normal. Deje de masturbarlo sin saber que aun no había evacuado la totalidad de su semen, era como una lubricación previa para la vagina de la hembra. Un domingo por la tarde estaba sola, ninguna amiga  me había venido a visitar por distintos motivos,  el hecho es que el hastío nos lleva a hacer cosas distintas. No me había vestido, solo tenía puesto una camisola y mis bragas. Hice entrar al perro, pues últimamente trataba de  mantenerlo a distancia, o más bien para  no caer en la tentación. Jugué un rato con él, hasta que me senté en el sofá, con las piernas estiradas, se me acerco y con mi pie desnudo comencé a tocar sus genitales. Su reacción fue rápida e instintiva, se abrazo con sus patas a mi pierna para comenzar con un vaivén alocado, me excitaba verlo y que yo fuese la protagonista de deseo. Mientras acariciaba mi pancita algo mas crecida, Coky estaba como desenfrenado, friccionando su miembro contra mi pierna, en unos minutos un fuerte y acaudalado chorro baño mi pierna, eso me excito de sobremanera. Sentí su lengua tratando de limpiar su semen, cosa que me produzco una mayor excitación,  su lengua continuo buscando su semen hasta lamer mi entrepierna, eso fue lo que rompió la barrera, si bien no estaba totalmente en mis planes, inconscientemente me baje mis bragas, abriendo mis piernas para ofrecerle mi sexo, al sentir su áspera y rápida lengua friccionar mi vagina como intentando penetrarme, me fue llevando a un éxtasis total.

Tuve por primera vez en mi vida una serie de orgasmos que realmente me transportaron para llevarme a un letargo total. A partir de ese momento trate de interiorizarme de la zoofilia, descubriendo cosas que jamás habían pasado por mi mente.

Si bien me sentía avergonzada por lo que había hecho, no estaba confundida, así que lo continuamos practicando o más bien lo estimulaba para hacerlo. En la cuarta vez que lo hacíamos, decidí desnudarme, y por primera vez me coloque en cuatro patas, Su lengua comenzó a lamer mis aberturas, apoye la cabeza sobre la alfombra arqueando mi cuerpo dejando mis intimidades a su destreza, la sensación de sentir su lamida por mi ano fue una experiencia que nunca había practicado, estremeciéndome por todo mi ser. Mi posición lo llevo a que me montase,  no estaba preparada para eso, pero lo deje, entendía que estaba necesitado,  mi colocación  hacia que no pudiese  penetrarme, pero sentía la punta de su miembro chocar contra las paredes de mis nalgas y hasta tocar la cavidad de mi ano. Después de un buen rato sus intentos fueron en vano, así que opte por masturbarlo para calmar su excitación.

Estaba llegando casi al 5to mes de embarazo, y mi relación con Coky se iba acrecentando, el fin semana dormía desnuda, llegando por la mañana a mi cama para brindarme su sexo oral, al que compensaba con una masturbación.

Mi estado hacia que cada vez necesitaba más sexo, ya no pensaba en un hombre, no sé si lo que me había ocurrido, pero el hecho es que mi relación  con mi mascota era cada vez más intensa. Una mañana mientras lamia mi vagina, note como surgía su roja verga,  mientras sentía sus lamidas, busque la posición de quedar  bajo su miembro, lo acaricie hasta  llevarlo a su total tamaño, la punta de mi lengua inicio su recorrido  sobre  su superficie, tocando su punta y besarla con los labios. Lentamente me fui poseyendo, me atraía su verga, coloque una almohada para poder estar más cómoda, y a los pocos minutos la fui introduciendo en mi boca, no sé si seguía lamiéndome o no, pero  me obsesionó totalmente para  introducir todo lo que podía masturbándolo con mi boca. Deseaba llegar hasta hacerlo acabar, y así sucedió fue su convulsión bastante intensa, al punto de tragar parte de su semen y bañar desde mi cara hasta mi panza.

Con mi cuerpo impregnado de su flujo, corriendo a través de mi panza, su instinto lo llevo a lamer mi piel, como tratando de limpiarlo, me relaje en la cama, mientras él se desplazaba, pisándome en ciertos momentos, abarcando desde mi cara hasta mi vagina. Cuando su lengua rozo mis pezones sentí que se erizaban, los impregne con parte de su flujo, para volverlo a apreciar. Nuevas convulsiones se hicieron dueña de mí para finalmente volverme a dormir. Al despertarme Coky dormía a los pies de mi cama, mi cuerpo pegajoso aun, emanando parte del olor característico del semen. Me levante para bañarme, y mientras lo hacía pensaba que me estaba pasando del límite, después  de una relación, en este caso totalmente oral, y ya más aplacada,  los pensamientos se esclarecen, diciéndose a sí misma que no lo repetirá.

Por un lapso no demasiado largo, trate de evitar esa absurda relación, intente en mantener una vida más normal, esperando la llegada de mi bebe. Notaba que Coky me buscaba, intentando voltearme como para poderme copular, por compasión o porque lo deseaba, retome esa enferma relación. Me sentía atraída por mi mascota, me encantaba su verga, su lengua lamiendo mis aberturas, era más fuerte que yo. Pero lo que aun no tenía demasiado determinado era llegar a copular, por  miedo, si por el hecho de estar embarazada, o no se específicamente el porqué. Un día Coky estaba mamando mi sexo, y mis manos apretaban mis senos ya bastante creciditos, noté que al hacerlo comenzaron a emanar mi leche materna, proseguí hasta lograr producir una seguidilla de chorros, a lo que atraje a mi perro a que los probase, comenzó a lamer mis pezones con su áspera lengua que me produjeron una excitación inmediata. Los continúe oprimiendo hasta que en un momento sentía que los mamaba,  no llego a morderlos pero fue bastante apasionado, considerando lo sensible de la zona.

Lo repetimos varias veces, hasta que una noche, me coloque en cuatro, me encantaba sentir sus patas abrazarme, e intentar penetrarme, aun mantenía parte de mi ropa interior,  mientras mi perro trataba de aparearse.

Entre una mezcla de curiosidad y por otra de deseo, opte por bajarme las bragas, para colocarme en posición de perrita, estaba bastante intranquila, al sentir sus lamidas en mis aberturas, fue como un bálsamo y a su vez como que me estaba avivando mi deseo sexual, con la finalidad de prepararme para su intento final. Instintivamente me monto para iniciar su característico bombeo, tratando de insertarme su miembro. En ese instante me arrepentí de lo que estaba por realizar, no sé si por temor o por cambio de opinión, Así que  hice un movimiento como  para impedírselo, me apreso más intensamente con sus patas delanteras, sin parar en su intento, mientras me gruño de forma muy poco amigable. Por una parte sentí un temor y por otra que era su presa, sabía que era un perro de pocas migas, aunque nunca había actuado de esa manera, así que opte por quedarme quieta, esperando que desistiese en su intensión.

Su bombeo era tenaz y continuo, buscaba mi abertura con desesperación, en ese momento me sentí su rehén, como que me estaba intentando vulnerar mi intimidad, que a pesar de la situación me mantuve sumisa, intentando tranquilizarme, presentía que ante mí pacifica postura, Coki se iba haciendo dueño de las circunstancias. Creo que me atraía ese acontecimiento de ser avasallada por un temible perro, mientras sus patas no dejaban de aprehenderme, y su pesaba contextura era en parte soportada por mi cuerpo. Sus intentos no fueron en vano, parecía salido de sí en su persistente búsqueda de mi sexo, cuando en determinado momento su instrumento atravesó mi vagina, exhalé un grito de dolor  o de sorpresa, al apreciar su órgano dentro de mi matriz. Había logrado penetrarme, a partir de ese instante el perro dominaba la situación, mientras su verga entraba y salía con total asiduidad de mi vulva, Sus empellones me habían desplazado hasta un rincón de la habitación, haciéndose patrón de mi cuerpo, me encontraba trabada contra la pared, mientras sus impetuosos impactos me iban imposibilitando mi libertad de movimientos. Mis pechos, bastante crecidos se agitaban al unísono de sus empellones, sintiendo que mis pezones iban adquiriendo bastante rigidez.

Mi cuerpo estaba totalmente transpirado, como efecto de esa adrenalina que me producía mi estimulación, y a su vez sentirme fornicada por un animal, esa situación se fue transformando en una  excitación nunca profesada, me sentía violada por la forma en que lo hacía, pero no puedo negar que lo estaba gozando.

Su órgano ya se había anidado en mi útero, friccionando  de manera feroz y sin descanso, hasta adquirir un crecimiento absoluto, asentándose a las paredes de mi interior, el tamaño de su bola se incrusto en mi vagina, impidiendo que saliese su miembro, mis gemidos se fueron intensificaron, empujando con mis glúteos sobre la pelvis de animal. Sus jadeos continuos hacían emanar su baba cayendo sobre mi descubierta y desprotegida espalda. Me sentía indefensa ante semejante acoso, era un mezcla extraña entre el asedio que me estaba dedicando y por otro lado la excitación que me estaba originando.

En un momento se detuvo en sus movimientos, mientras captaba como su verga crecía en mi interior, y más que nada en la salida del útero, era como un tope para evitar un desacople. El final fue apoteótico, al sentir su cálido y copioso semen, eyacular en mi interior,  con la intención instintiva de fecundarme. Me sentí su esclava, su hembra avasallada, dispuesta a someterme a su imposición con el fin de gozar plenamente de ese  morboso ensamble. Gemidos, quejidos y gritos era lo que producía producto de esa perseverante copulación.

En determinado momento quito su instrumento con total brutalidad, sintiendo el  ruido característico a un descorche. Mientras se dirigía a un rincón a lamer su miembro rojo y voluminoso. No podía creer lo que había  hecho, me sentía humillada, aunque debo reconocer que fui quien puso la cabeza en la boca del león. Pero creo que lo que más me afecto fue sentirme haber sido su objeto sensual, es comprensible que no esperase nada por su parte, solamente ser usada para su instinto sexual. No niego que lo disfrute, a pesar de los temores y tabúes que resultan de este tipo de práctica.

Al ver su prominente miembro, sentí una sensación extraña, fundamentalmente haber cobijado semejante instrumento, no quitaba la vista de ese espectáculo. En un momento dado Coki, se levanto de su lugar para tratar de iniciar un nuevo contacto, saltándome intentando montarme, me punzaba mi vagina después de semejante intromisión, la note bastante inflamada,  principalmente los labios vaginales.

A pesar de habérsele reducido su miembro, continuaba acosándome, me levante para irme al baño, siguiéndome hasta el mismo. Mientras orinaba trataba de meter su hocico entre mis piernas, lo deje que me lamiese, y su rugosa lengua friccionaba mi sexo, apaciguando mi dolencia, y limpiando mi entrepierna que aun estaban chorreadas, por el flujo que me había irrigado.

Salí del baño, mientras como una sombra no dejaba de acosarme insistentemente, su pene comenzó a asomarse, tener una nueva relación acrecentaría mi hinchazón. Pero por otro lado  una nueva excitación se hizo dueña de mí, al comprobar que deseaba sexo nuevamente. Pero a pesar todo eso, opté por darle un corte a la situación.

Opté de masturbarlo para aplacar su exaltación, logre acostarlo sobre la alfombra, para tocar su miembro, mi mano comenzó a tocarlo, hasta que comenzó a surgir rápidamente ese hueso carnal con que me había hecho  suya. La aparición de su falo rojo con sus venillas a su alrededor,  sentí la  necesidad de probarla, no sé si para excitarla más o porque razón.

Me agache junto a él y con la punta de la lengua se la lamí, sin aplicarla en mi boca. Me excito su sabor esa mezcla entre su esperma y mis flujos, mientras lo hacía, me masturbaba apaciblemente, mi lengua y mi boca comenzaron  poco a poco contactarse cada vez más con su aparato reproductor.

Hasta que mi boca se abrió para introducirla lentamente, masturbándolo con mis labios, no dejaba de tocar mi clítoris aumentando mi excitación y a su vez la mamaba con mayor firmeza. Me la introducía hasta producirme algunas arcadas, en un momento dado el perro se levanto, colgando su viril  falo, me volqué boca abajo para mamarlo más placenteramente, mientras mis dedos no dejaban de rozar  mi  erecto clítoris. Unos cortos chorros anunciaban su próxima eyaculación, pero a pesar de imaginármelo, continúe con mayor firmeza, hasta que un fuerte y cálido chorro inundo mi cavidad bucal, mientras se concretaba mi intenso orgasmo.

A partir de ese momento me transforme a una adicta mamadora, al punto de hacerlo antes de cada coito, hasta que una tarde me apodere de su verga y la introduje todo lo que pude en mi boca, chupando como loca. Tirada bajo su lomo, me coloque una almohada para llegar con mayor comodidad y no pare hasta lograr que su chorro acabase en mi boca. Sentir todo ese flujo llenar mi cavidad bucal, me encanto, al  punto de repetirlo en varias oportunidades. El inconveniente era que después tenía que esperar para ser ensamblada con su efectivo miembro.

Mi panza crecía, ya estaba en el sexto mes, mis pechos ya acumulaban mi leche materna, los oprimía para que Coky probase de ellos, mis pezones se endurecían al sentir su contacto, sentía como si mamase de ellos. Se había producido  una química entre ambos, me buscaba constantemente  a lo que me entregaba sin reparo. Llego todo a una situación que hasta pensaba que él me había embarazado, los dos últimos meses antes de dar a luz, me tome la licencia, motivo que se sumo aun mas a nuestra relación, Los roles parecían haberse invertido, sentía que era mi dueño, dormía a los pies de mi cama, y yo lo hacía desnuda, para sentir a la mañana su contacto en mi cuerpo.

Hasta unos pocos días antes del parto mi perro continúo apareándome, se había creado una fuerte simbiosis entre ambos. De la misma manera que me excitaba cuando me buscaba, lo mismo le sucedía a Coky, cuando lo asediaba,  sabía que era algo más que enfermizo, no sé si esa morbosidad, o el hecho de sentirme copulada por un animal, hacían que me degradara  cada vez más, pero no puedo negar que eso me llenaba de agrado y satisfacción, llegando al punto de creer que mi perro era el causante de mi gestación.