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Mi morbosa preñez (Parte 2)

en Zoofilia

MI MORBOSA PREÑEZ (Parte 2)

Después de haber tenido a mi beba, y ante la constante insistencia de mis padres retorné a mi hogar paterno..

Por supuesto que mis prácticas con Coky, se acabaron, la única ventaja era que mi madre se quedaba cuidando a su nieta, siendo realmente para mí una solución, por el trabajo y poder salir de vez en cuando.

A raíz de esas salidas de distracción y también de diversión, conocí a una persona con la que después de un noviazgo de casi un año, decidimos casarnos.

Compramos una casita, algo lejos de lo de mis padres, y comencé una nueva vida, que realmente me hacía muy feliz, mi hija ya tenía 4 añitos, y mi esposo la adoraba.

La vida continúo con nuestra rutina diaria, con mi mascota ya no  había tenido más relaciones, una por la beba y otra por que quería a mi esposo y me parecía desleal hacerlo.

Nuestra relación sexual era buena, si bien a veces se termina la pasión, en nuestro caso se mantenía bastante latente, y de manera continua.

Si llegaba a ser a veces rutinaria siempre tratábamos de darle algún toque de variedad, sin llegar a conformar un trío  o algo similar.

Una noche que habíamos dejado a mi hija en lo de mi madre, después de ver unos videos bastante eróticos, por supuesto que esto nos estimulo bastante, nos besamos, comenzamos a tocarnos, y así se fue creando la atmósfera. Había quedado  con mis íntimas prendas, mientras quitaba los pantalones a mi esposo, y bajaba su bóxer le comencé a mamarle su miembro, ya bastante erecto, me coloque en cuclillas para poder adsorber su crecida extremidad.

En ese instante ocurrió algo insólito,  apareció Coky para lamer mi vagina, que ya estaba bastante lubricada, pegué  un grito de sorpresa, pero mas fue una exclamación de deleite. Durante unos segundos me mantuve estática, hasta que en un acto de negación lo reté, para que se quitara. Mi esposo capto la situación, a lo que me dijo “Déjalo que intervenga”

Me negué rotundamente por qué sabía en que podría  llegar a terminar, además no quería entregarme de movida, a pesar que había removido viejos recuerdos.

Terminamos un delicioso cópula, produciéndome una serie de orgasmos, pero admito que la corta presencia de mi mascota influyo bastante.

No hablamos del tema con mi esposo, aunque había algo tácito en que ambos, de alguna manera lo deseábamos, mi marido como espectador y en mi caso como la protagonista del suceso. Me era  difícil encarar el tema, prefería que el diese el primer paso o por lo menos la posibilidad de concretarlo.

Una noche que volvimos a quedar solos, prepare el ambiente, una buena cena, velas y todo elemento para darle un carácter romántico. Había dejado de exprofeso abierta la puerta del lavadero para tener Coky la libertad de entrar a la casa. Todo se fue desarrollando de acuerdo a lo previsto, hasta llegar el momento de tener relaciones, mi esposo quería llevarme al dormitorio, pero lo convencí de que se cortaba la magia que se había creado. Así que iniciamos nuestra relación en la alfombra, prácticamente estaba casi desnuda con mis bragas y mi sostén levantado mientras mi esposo, mamaba de mis pechos, yo me mantenía en cuatro, esperando la aparición de mi mascota.

Casi ya estábamos por iniciar el coito, cuando apareció Coky, comenzando a dar vueltas alrededor nuestro, creo que mi corazón se acelero, justo en el momento que mi esposo me dice que quería ver que hacía. Intente persuadirlo, pero en mi mente no corría esa idea.

Hasta que se produzco el momento deseado, comenzó a lamerme a través de mi única prenda, creo que exageré en mis exclamaciones, pero mi marido me hizo quedar en cuatro, mientras desplazaba mis bragas, hice como que me oponía, pero ante  su insistencia “’opte por ceder”.

Comenzó a lamerme mis aberturas, su áspera lengua, me hacia vibrar, empecé a gemir ante su acosador contacto, se me erizaron mis pezones, estaba fuera de sí, Julio estaba impactado con el espectáculo, y yo gozando plenamente del evento.

Me giré abriendo mis piernas para ofrecerle mi grieta, a medida que seguía lamiéndome, expulsaba cada vez mas de mis jugos, mientras mi esposo mamaba mis pechos, nunca había experimentado algo similar, no pararon hasta llegar a producirme un par de convulsiones.

Mi esposo estaba más que alterado, al punto de girarme e intentar de introducírmelo por el trasero, cosa que no era frecuente, a pesar del dolor que me causo la intromisión de su miembro, levemente se fue empotrando, hasta entrar la totalidad, después de un corto tiempo, comenzó a bombearme, y en unas pocas sacudidas, me acabo en el interior de mi conducto.

Esas prácticas se acrecentaron bastante seguidas, hasta el momento no había sido penetrada por Coky, aunque hubo varios intentos a los que me negué, realmente prefería que cayera por su insistencia.

Una tarde lluviosa, se armó el clima enseguida, así que como sobrentendido trajo a Coky, nos denudamos para iniciar nuestro travesura sexual, mi esposo me calentó lo suficiente como que aceptara, copular con el perro. De una manera algo indecisa acepté,  aunque ya estaba dispuesta, a no prolongarlo más, realmente lo deseaba. Me coloque en posición de perrita entregando mi sexo  nuevamente a Coky, no tardo en montarme, sin lograr embocarla, así durante bastante tiempo, se subía y bajaba, sin llegar a concretar nada, después de un rato, terminamos haciéndolo entre nosotros. Llegamos a la conclusión que ya el pobre tenía sus años, y por consiguiente habría cumplido su etapa sexual.

Sin consultarme un día apareció mi esposo con otro perro, por un lado sentí pena por Coky pero por otro se había abierto mi deseo de ser nuevamente poseída por un animal, y en este caso, uno nuevo, joven y  reciente.

Esa misma noche preparamos la ceremonia, estaba algo fresco así que decidí, quedarme con la camisola puesta, me coloque en cuclillas, preparándome para efectuar el coito  con este nuevo ejemplar, oía los ladridos de Coky, como si supiese lo que ocurría.

Mi esposo trato de estimularme, pensando que me podía arrepentir, delicadamente me sacó la camisola, bajándome las bragas, me hizo arrodillar, quedando en posición de “perrita”, me daba la sensación de que me estaba preparando para una ceremonia pagana. Antes de llegar al coito con el nuevo “amante”, hizo que me lamiese, pero mientras lo hacía, mi posición lo incitó  a montarme, bombeándome de manera alocada en búsqueda de mi ranura. Al observar la intención del perro, mi esposo miraba abrumado, por el acontecimiento, yo me sentía algo  perturba, era la primera vez que hacia esta práctica delante de alguien, traté de mantenerme quieta a la espera de su penetración, como si fuese la primera vez que lo practicaba.

 El perro bombeaba sin poder embocarlo, la pretensión  de mi esposo por verme acoplada, era tal, que termino tomando el miembro al perro para indicarle la puerta de acceso. Fue brutal, porque llegue a pegar un fuerte grito, al punto que mi esposo me dice que si me dañaba lo daba por terminado. Le respondí que estaba bien, solamente fue la sorpresa de su intromisión tan rápida y violenta.

Mientras tanto el perro aferrado a mis caderas bombeándome el interior de mi vagina, empecé a gemir ante su furor animal, se había aferrado a mi cintura, fue  tan tenaz en su intención que termino saliéndose de mi abertura. No niego que me estaba excitando,  me sentía algo ridícula frente a mi esposo esperado ser apareada por nuestro canino. Durante un tiempo me montaba y bajaba, pero se notaba su pretensión de  penetrarme.

Así que tendí a levantarme, cuando comenzó a lamer mis huecos, retome la posición de perrita, mientras su lengua friccionaba los bordes de aberturas. Era como que me estaba disponiendo, como tratando de ponerme en un estado, para luego acoplarse sexualmente a su hembra.

Nuevamente comenzó a bombearme, esta vez después de varios intentos, logro penetrar mi vagina rápidamente, sentía que era una animal muy tenaz y aguerrido, me sentía su perra, lo deseaba, mientras su miembro  había comenzado a rozar las  paredes de mi interior, aferrándose con sus patas delanteras con bastante violencia, a  mi cintura.

Percibía como su miembro crecía en mi intimidad, a partir de ese instante me deje llevar por mi instinto, comencé a gemir mientras su aparato entraba y salía de manera alocada, sentía como sus uñas arañaban mis piernas, engordando cada vez más, en mi profundidad, hasta notar su bola obstruirse en la salida de mi sexo. Sentí su penetración, empujando para llegar a lo más profundo de mi seno, él empujabapara obtener lo más insondable posible, me estimulaba, si bien, ya lo había practicado, sentía su hueso peneano, frotándome fuertemente, para apropiarse de mi interior y lo más rápido posible. Su fricción me hacía sentir cada vez más, percibiendo como se sentía cómodo en mi interior.

Su agudeza era  fuerte y vigorosamente, su líquido pre seminal se mezclaba con mi lubricación natural haciendo la introducción más rápida y  fluida. Esta vez, su pene completo está dentro de mí, su hueso peneano le facilitaba su introducción, sino que también empujaba mi cérvix, abriéndolo para el inevitable clímax de su unión.

Avivadamente su pene comenzó a crecer dentro de mí, concibiendo como se dilataba dentro de mi abertura vaginal. Estaba muy estimulada sintiendo su nudo frotar constantemente mi punto G.

El animal trataba de acomodarse haciéndose amo y señor de mi cuerpo y fundamentalmente en mi abertura, sus jadeos me estimulaban excesivamente, me sentía nuevamente su hembra, hasta me había olvidado de mi marido, estaba totalmente poseída mientras el perro se  sujetaba a mi cuerpo, introduciéndome la totalidad de su tronco, que me hacia  transportar.

La excitación de mi esposo lo llevo a acariciarme, hasta  apretujar  mis tetas, cosa que me hizo volver a la realidad, introduciendo su miembro en mi boca, sentía como vibraba el aparato del perro, eso hacía que mamara con mayor intensidad. El perro eyaculo mucho más líquido que  Coky, y mi marido simultáneamente lo hacía en mi boca. Me sentí un objeto sexual, mitad mujer y mitad perra, era una sensación extraña y totalmente morbosa, creo que me atraía ese tipo de servilismo. Cuando un fuerte tirón, hizo que destapara mi vagina, al quitar de forma muy poco suave, su verga aun crecida, aparentemente de mayor tamaño que la de Coky, colgaba aun erecta.

Estaba tentada de mamársela, pero preferí contenerme, y posiblemente en alguna otra sesión podría llegar a disfrutarlo, aunque sabía que al estar sola no tenía dudas de ejecutarlo.

Esta práctica se efectuó en varias oportunidades, hasta llegue a percibir que mi marido me cogía de otra manera como si fuese una prostituta o algo por el estilo, no me daba la misma sensación que antes, no me disgustaba pero había algo diferente cuando hacíamos el acto.

Esto me llevo a reiterarme nuevamente en la zoofilia, llegándolo a hacer sola por el día  y por la noche en compañía de mi esposo. Era un animal muy brioso, al punto de buscarme, con la punta de su miembro asomando de su funda. Saber que se excitaba conmigo, me perturbaba, entregándome sin reparo a su instinto sexual.

La continua y exaltada relación, nos llevó   a no tomar precauciones, así que como consecuencia a de esa falla, al poco tiempo quedé embarazada, (de mi esposo naturalmente, aunque sin llegar a engendrarme, Bull, así se llama, fue también participe) A  pesar de eso estábamos contentos con la llegada de otro hijo.,

A los tres o cuatro meses de mi estado, mi esposo decidió invitar a una prima,  llamada Ana o Ani como solíamos decirle, era una chica muy compradora, y contaría en ese momento entre 14 o 15 añitos. Hacía mucho tiempo que no la veía, cuando llego me sorprendió, como había crecido, continuaba siendo bonita, algo delgada, pero tenía una atracción algo especial.

Fue todo un acontecimiento su llegada, que al enterarse de mi estado se puso muy contenta,  aunque mi panza ya empezaba a notarse.

Después de los primeros acontecimientos, le había preparado la habitación de mi nuevo hijo/a, donde acomodó sus cosas..

Los primeros días salíamos de compras y a visitar los lugares mas importantes de la ciudad. Una tarde lluviosa nos quedamos a charlar en el living, le pregunte si tenía novio, a lo que me contestó que por el momento no le interesaba. Recordábamos además cosas de su infancia, en la que me hacia cosas y yo de manera de broma terminaba dándole palmadas en su cola, a lo que me confesó que le atraía.

Entre charla, llegó a preguntarme, si podía ver y tocar mi vientre de embarazada, me agrado su pedido, así que me levante la blusa para que la viese, su mano cálida se apoyó en mi abdomen para comenzar a acariciarlo, sentí una sensación bastante extraña y a su vez excitante. Su mano continúo indagando mi redondez, hasta que se acercó a mis pechos, tocándolos a través de mi sostén.

De manera graciosa, le dije “Si continuas tocando esa zona te daré una  tunda”. A pesar de mi advertencia continúo con mayor presión  sobre mis senos, mirándome a los ojos de una manera desafiante.

 Sin querer llegar a castigarla, de una forma de aviso, la  coloque sobre mis piernas,  dándole una serie de palmadas sobre el trasero del jeans. Admito que la situación me había incitado bastante, cuando de repente sentí algo húmedo y cálido humedecer mis piernas. Fue un momento de desconcierto y a su vez de sorpresa. Sin pensarlo se levantó rápidamente para ir al baño. Cuando regreso estaba bastante avergonzada, pidiéndome disculpas por lo sucedido, le conteste que no se hiciese problemas a veces ocurren esas cosas.

Como para calmarla le dije que se acercase y la abrace acurrucándose contra mis pechos, mientras le acariciaba su cabellera. Mi mente no salía de la situación ocurrida, no quise preguntarle nada para no llegar a incomodarla.

Le dije que se fuese a bañar, si quería y cambiarse su ropa, me dio un beso y fue a higienizarse. Después de un rato salió, cubierta por una toalla, le dije que se acercase que la ayudaría a secare, así lo hizo. Comencé a pasarle al toalla  por su espada, partes de sus piernas, mientras Ana continuaba cubierta por el toallón, en un momento lo aflojo del nudo que tenia sobre sus pechos, y tirada sobre la cama disfrutaba de lo que le estaba efectuando. Sentía una sensación algo confusa, me encantaba hacerlo pero a su vez era como una sensación de goce. Noté que me estaba humedeciendo, así que corte con lo que estaba realizando para evitar algo ilógico y más que nada a una adolescente,

Esa noche mientras estaba por dormirme, pensé en lo sucedido, nuevamente sentí mojar mi vagina.

Traté de olvidar el tema y evitar en lo posible tener algún contacto físico con Ana. Al otro día partía, sentí pena y hasta algo arrepentida por no haber superado los límites que me impuse.