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Vacaciones en Bcn

en Fetichismo

Tengo que decir que Barcelona es una ciudad que siempre me ha gustado aunque solo puedo ir una o dos veces al año. Tiene una gran cantidad de atractivos y de lugares pintorescos que visitar. Además es uno de los mejores sitios que conozco para salir de fiesta. Aunque hay otra cosa que siempre me ha llamado mucho la atención. La gran cantidad de prostitutas que hay en la calle, en el centro, en zonas turísticas. No tengo nada en contra. Todo lo contrario. Me encanta mirarlas de rodillas para abajo. Imagino lo difíciles que son sus vidas y lo cansados que llegarán esos pies a casa después de pasarse el día pateando la ciudad subidas en esos enormes tacones.

El caso es que este año mis vacaciones fueron en octubre y decidí irme a Bcn un mes entero, conocer la ciudad y tal vez contratar los servicios de alguna de estas chicas para juguetear con sus pies. Y eso hice. El segundo día estuve toda la tarde paseando por el centro y vi. una chica mulata, con unas botas altas de tacones imposibles apoyada en una esquina. Busqué un banco cerca donde sentarme a mirarla mientras disimulaba con un periódico. Me gustaba mucho y no podía quitar ojo de sus pies. Al cabo de un rato ella se percató y se acercó a mí. Con una voz dulce pero cortante me dijo:

-Por 30 euros te hago lo que quieras, amor.

-Quiero quitarte las botas y las medias y jugar con tus pies.

-De acuerdo. ¿Donde lo hacemos?

- Tengo alquilada una habitación en una pensión aquí cerca. Si quieres vamos allí.

Y eso hicimos. Fuimos a mi habitación y ella empezó a quitarse la ropa. Le dije que no hacía falta y que se tumbase en la cama. Eso hizo. Yo me puse de rodillas a los pies de la cama y empecé a lamer sus botas, los tacones, las suelas. Estaban sucias pero no me importó. Bajé la cremallera lentamente de sus botas y se las quité. Metí mi nariz en una de ellas y respiré profundamente. El olor era fortísimo. Casi vomitivo. Aunque puse mala cara mi polla estaba como un palo.

- ¿Que esperabas? Llevo doce horas de pie sin quitármelas.

-No me molesta.

Y me puse a lamer sus pies a través de las medias durante un buen rato. Luego quité sus medias y empecé a lamer sus pies descalzos durante más tiempo. Perdí la noción del tiempo pero ella no.

- Te has pasado de tiempo. Tendrás que pagarme más.

- Deja que me corra en tus pies y te pago 100 euros.

Ella me miraba muy sorprendida. Estaba casi avergonzada por el olor de sus pies y no entendía como ese olor podía hacerme perder los papeles de aquel modo. Al final me corrí como un loco y después de limpiar sus pies de nuevo con mi lengua, le puse de nuevo sus medias y sus botas y nos despedimos. Bajé a la calle para despedirla y salir a tomar unas cañas. Al pasar por la recepción el dueño me dijo que no estaba permitido subir putas a las habitaciones y que me fuese de allí. Así que sin poder decir nada a mi favor subí a por mi maleta a la habitación. Era de noche y pensé que iba a ser difícil encontrar un lugar donde pasar la noche. Pero al salir a la calle alguien me esperaba.

- Siento que te hayan echado. Es mi culpa.

-No te preocupes. Solo llevo aquí dos días y ya he cumplido la razón de mis vacaciones. Ya me puedo volver tranquilo.

- ¿Y cual era esa razón? ¿Lamer los pies de una puta?

- Eso es. Aunque la verdad es que pensaba llegar un poco más lejos.

Nos fuimos a tomar una caña y estuvimos hablando un rato. Le fui contando mis gustos acerca del fetichismo y de la dominación. Creo que el alcohol me hizo hablar demasiado. Nueve cañas después me dijo:

- Vamos a hacer una cosa. Yo comparto piso con otras dos chicas que también son prostitutas. Ya que no tienes donde pasar la noche te vienes conmigo a casa. Tenemos un pequeño cuarto que puedes ocupar aunque te aviso que no es cómodo.

- Me parece perfecto. Mañana buscaré otra pensión.

Pagué la cuenta y nos fuimos a su casa. Estaba cerca así que llegamos rápidamente. Al entrar me dijo que me sentase en el salón y esperase que iba a hablar con sus compañeras en la cocina a ver si podía quedarme a dormir. Estuve esperando como media hora. Quería ir al baño a rebuscar entre su ropa sucia y pajearme con sus medias y tangas. Iba a hacerlo pero justo regresaron de la cocina.

La chica cuyos pies ya conocía se llamaba Noe. Sus compañeras Andrea y Vicky. Se sentaron enfrente de mí y empezaron a mirarme. Noe empezó a hablar.

- Bueno, hemos estado hablando y te proponemos unas vacaciones en Barcelona que creo que te van a gustar. Como te has quedado sin lugar donde vivir, te proponemos que te quedes aquí con nosotras los 28 días que te quedan de vacaciones. Luego te enseñaremos tu habitación pero ahora escucha atentamente. Si aceptas vivir con nosotras, no volverás a salir a la calle hasta que nosotras te lo digamos, no volverás a hablar sin permiso, no volverás a comer, beber, mear o respirar si nosotras no te decimos que lo hagas. Serás nuestro esclavo. Te encargarás de todas las tareas domésticas en casa mientras nosotras trabajamos. Es un piso grande y nosotras manchamos mucha ropa así que tendrás trabajo. Limpiarás todas las habitaciones, los baños, la cocina, el salón, fregarás los platos, prepararás la comida y la cena. Lavarás toda nuestra ropa, la plancharás y la meterás en nuestros respectivos cajones y armarios. Serás nuestro esclavo doméstico. Y cuando estemos en casa serás nuestro perro. Estarás atado y comerás, beberás y caminarás como un perro. No hablarás. Ladrarás una vez para decir si y dos veces para decir no. Si te portas bien puede que te dejemos comer de nuestras sobras e incluso te dejemos lamer nuestros sucios zapatos y botas. Para lamer nuestros pies tienes que portarte muy muy bien. O pagar un buen precio. Ah, y cuando estemos cansadas de que seas nuestro esclavo o nuestro perro te convertiremos en un mueble más de la casa. Serás nuestro escabel, una mesita o un simple trasto viejo en el tendedero. Esta es nuestra propuesta. Creo que todos salimos ganando. ¿Que nos dices?

Me quedé de piedra con su propuesta. Eran todas mis fantasías juntas en 28 días. Sin dudar ni un segundo dije que si. Noe se levantó y me pegó una bofetada que casi me tira del sillón. Con su dedo índice señaló el suelo. Me di cuenta de mi error y rapidamente me puse a cuatro patas en el suelo y ladré una vez. Las tres empezaron a reír a carcajadas. Yo tenía la cara ardiendo y me sentía terriblemente humillado.

Me dijeron que me desnudase por completo. Con cinta de embalar ataron mis manos y mis pies y me colocaron un collar de perro en el cuello. Abrieron mi maleta y empezaron a rebuscar en ella. Fueron sacando todo poco a poco y metiendo mis cosas en una bolsa de basura. Con mi cámara de fotos empezaron a inmortalizarme en aquella patética postura. De mi cartera sacaron todo el efectivo y se lo repartieron delante de mi. Sacaron mi tarjeta de crédito y la dejaron encima de la mesa. Me miraron pero ladre dos veces.

-Te haremos sufrir tanto que acabarás por darnos el número. De eso puedes estar seguro.

Dicho esto me llevaron tirando de la correo de mi cuello hasta una puerta que había al final del pasillo. Con las manos atadas juntas solo podía gatear torpemente pero una de las chicas me animaba dándome patadas. Abrieron la puerta y me presentaron mi nuevo hogar. Era un cuartucho pequeño y húmedo que ellas utilizaban como trastero. No tenía ventanas y solo una pequeña bombilla iluminaba la estancia. Me arrastraron dentro y me desataron las manos. Noe me enseño un enorme armario zapatero que había dentro de la habitación donde guardaban todo su calzado. Pensé que después de todo lo malo que había pasado tal vez esa noche podría oler y lamer al menos 30 pares de zapatos y botas de tres putas sádicas y dominantes. Y masturbarme libremente. Pero estaba equivocado. Noe se acercó a mi y ató mis manos a la espalda con cinta de embalar. Mis pies seguian atados. Luego fijó la cadena de mi cuello con un candado a una argolla que había en el suelo. Pensé que aún podría llegar arrastrandome hasta el zapatero. Pero me equivoqué otra vez. Una de las chicas se bajó las bragas y las metío en mi boca para después precintarla con cinta de embalar. Lamer ya era imposible. Luego colocó una bolsa de basura en mi cabeza y con la cinta de embalar la cerró alrededor de mi cuello. Oler se había convertido en algo imposible también. Mi situación era complicada. Estaba completamente en sus manos. Podían esperar tres minutos y ver como moría asfixiado sin poder decir ni una palabra, solo emitir patéticos sonidos mientras me movía como un loco intentando desatarme o encontrar una gota de aire. Tenía la bolsa totalmente pegada a mi cara. Me faltaba el aire y pensé que mi plan de vacaciones se me había ido de las manos. De repente empezaron a darme una tremenda paliza, patadas por todas partes y golpes en la cara que no podía ver venir. Una de ellas empezó a pisar con fuerza mi erecta polla que era la única parte que parecía viva de mi. Después de más de un minuto de golpes una de ellas abrió un pequeño agujero en la bolsa. Entró algo de aire pero no lo suficiente. Seguía sufriendo para poder respirar. De repente más golpes y patadas. Noté como una de ellas aplastaba con sus botas mi cara contra el suelo. Otra apretaba mis huevos y los estiraba tanto que pensé que me los arrancaba. La otra solo se reía. Por fin cesaron los golpes. Estaba casi desmayado por la asfixia y por la paliza. Y llorando como un niño. Noe se acercó y abrió más el agujero de la bolsa. Ahora si podía respirar casi totalmente.

-¿Estás bien? No queremos quedarnos sin perrito el primer día. Te recuerdo que aún te quedan 27 días de vacaciones así que tienes que portarte bien con nosotras. Hoy solo te hemos enseñado una pequeña parte de los que somos capaces de hacer si no obedeces o si intentas escapar. Aunque no creo que escapes porque tenemos tu documentación y cientos de fotos humillantes que te hemos hecho con tu cámara. Tu vida se irá a la mierda si escapas. ¿Has entendido?

No tenía ni fuerzas ni otra salida que ladrar una vez. Empezaron a reir y salieron apagando la luz y cerrando la puerta. Me quedé allí tirado en el suelo, amordazado con las bragas de una puta en mi boca, con las manos y los pies atados y encadenado a una argolla del suelo. Y en la cabeza una bolsa de basura negra que no me dejaba ni ver ni respirar con normalidad. Aún tenía en mi cuerpo el miedo que había pasado. Podía haber muerto en aquella despensa y nadie se hubiese enterado jamás.