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Protegida II

en Lésbicos

Simoneta solía usar un coche discreto para desplazarse, o al menos lo más cercano al concepto de discrecciòn que ella tenía, de ese modo me pude ver en un Daimler Jaguar color verde botella con un chofer filipino a quien aun no se porque rara fortuna del cielo no le había puesto gorrita.

En la parte trasera de aquella preciosidad de coche de asientos en cuero me pude sentir una especie de perra de la peor especie por cuanto hacía menos de una semana de los sucesos ocurridos con su protegida en su casa. Se supone que debía de haber ignorado sus llamadas durante meses y haber esperado todo tipo de excusas y disculpas, de verla arrastrada como la peor serpiente, pero pisando los pies en el planeta tierra me preguntaba si en realidad en lugar de llamarse Simoneta se hubiera tratado de alguna de mis otras amigas hasta que punto hubiera decidido perdonarla,  empezaba a ser extremadamente cruel conmigo misma cuando me interrogaba sobre el motivo real de mi repentino perdón y hasta que punto me pude haber sentido fascinada por su protegida.

Margot, o como así se llamaba aquella preciosidad, aquella ninfa protegida, vivía con ella, un concepto que indicaba Simoneta distinto al de vivir juntas. Casi y practicamente había venido con ella en la maleta, francesa hasta la médula Margot hablaba bastante poco español. Miraba distraidamente la ciudad tras las ventanas discretamente ahumadas y ya terminé acostumbrándome a que todo el mundo nos mirase, recordé entonces como un esfuerzo, como una especie de consigna para el futuro que en lo sucesivo y cada tanto apareciera un coche de aquellos en mi vida debía evitar mirarlo si no quería verme como una más dentro de aquella especie de masa ridícula, entendí entonces que los ricos nos miraban como peces en un acuario.

¿Que especimen era yo?.

Simoneta rompió el silencio y girando su dulce y frágil cuello miró mis ojos:

-Estamos conectadas por más que lo niegues, te has puesto falda y yo también, el tono de tu blusa está bajo el espectro violeta y el mío tambien. Tus piernas son preciosas, las mias tambien.

Bajó entonces la mano para colocarla sobre mi pierna y acariciarla dulcemente, en otro tiempo y en otra situación creo que me pude haber comenzado a excitar y sentir muy halagada, pero sin saber por qué mi parte más agria respondió:

-Tu blusa es azul, la mia es lila. No digas estupideces.

-Me encanta cuando me agredes, querida inculta el azul y el lila son espectros descompuestos de la luz blanca cercanos a la vibración violeta, eso que tu llamas colores en realidad son vibraciones de ondas luminosas. Al menos no has reprochado mi piropo hacia tus piernas.

Pero era curioso y extraño a la vez, ambas llevábamos faldas un poco más cortas de la rodilla, la suya preciosa y espectacular, de un tejido extraño y parecido al Lino de Egipto, de un blanco peculiar y cercano al color crema, como todo el vestuario de Simoneta por muy bajo que calculara su precio estaba segura que con lo que costaba quella falda podría sobrevivir un año completo. Miré por primera vez nuestras piernas juntas, pegadas, bajo la luz de la mañana en la gran ciudad, con un discreto fondo musical de Puccini, Madame Butterfly,  su mano sobre mi rodilla y sus ojos mudos implorando, de una forma poco conocida y cercana a una disculpa sincera. Simoneta era especialmente hipersensible a que su ropa luciera en algún momento etiquetas, solía adoctrinarme en que solo la vulgaridad mostraba las marcas, de modo y manera que si compraba alguna pieza de ropa que le gustara y llevaba una de esas etiquetas, Dior, Carolina Herrera, y que ella llamaba cómicamente de "pret a porté" o que casi todo el mundo puede llevar (según ella) arrancaba o cortaba las etiquetas. "Son solo modistas !Por Dios!" protestaba. Simoneta no tenía armario, tenía habitaciones vestuario, donde solo una de ellas la ocupaba para la ropa interior que lejos de ser de marcas conocidas estaban confeccionadas por una modista italiana, en seda o pulcro algodón, especie de calzoncitos super sensuales.

Si alguna pieza musical me podía derretir en aquel momento era Madame Butterfly, si alguna sensación me podía derretir y sentirla verdadera era la que procedía de la piel de su pierna junto a la mía. No era casual, tras la virtud preciosa de sus ojos en aquel momento comenzó a hablarme con una dulzura inaudita:

-Me tratas injustamente, siempre lo has hecho, incluso en los días en que estuve perdidamente enamorada de ti.

La expresión de mi cara entonces creo que fue lo suficientemente expresiva para hablar por sí sola.

-Tu nunca te has enamorado de mí, yo en cambio en cierta ocasión y porque tuve un día tonto casi lo hago.

-Tu no te enamoraste de mi, te enamoraste de mi dinero.

-Me da igual, es casi lo mismo ¿no?. Tienes muchos encantos, entre ellos el dinero ¿o esa falda preciosa que llevas la has comprado de saldo y en el mercadillo?.

-¿Te ha gustado?, te conozco, te conozco mejor de lo que nunca has creído. Esta falda la he comprado en la misma tienda donde decías haber comprado aquellos jeans que traías en casa.

-!Claro y yo soy gilipollas! me encanta como me insultas la inteligencia.

-Puedo hacer algo más que insultarte la inteligencia.

Y su mano entonces comenzó a deslizarse bajo mi falda, como una araña, como una peligrosa mano con vida propia que comenzaba a destrozar mis defensas. La tomé con toda la suavidad que pude aun dentro de mi enfado para situarla sobre sus propias piernas. Simoneta entonces murmuró algo al chofer y este cambió drásticamente de dirección, seguía hablándo y hablando y yo enfadada mirando por los cristales como quien ha decidido no prestarle atención.

-Nunca hago suficientes cosas por ti, si te invito a viajar conmigo te niegas, si trato de fascinarte resulta que trato de humillarte. Esos complejos tuyos de clase media pueden llegar a ser fastidiosos, si trato de que seamos buenas amigas haces que todo resulte complicado, si te regalo ropa interior resulta que insinuo que la tuya es vulgar.

-Si tratas de follarte a tu amante delante mía a lo mejor soy tan tan vulgar que me enojo, desde hoy iré a las casas de mis amigas a ver como follan con sus maridos para no ser tan tan burguesita y mediocre.

-No seas ridícula ¿no has entendido nada verdad?. Intentaba contarte, decirte, hablarte del sentido del amor, no como una posesión, no como algo asfixiante. Intentaba explicarte aquel día en mi casa pero como siempre me desprecias. Solo un sentido burgues entiende el amor como una catástrofe. Margot es un regalo para tí y tu eres una pobre imbecil de la que sigo enamorada.

Madame Butterfly salía desde sus notas acariciando, moviendo mi alma, y entonces lo supe, cuando giré la vista y no pude ver sus ojos, su voz sonaba quebrada, nadie que no haya escuchado nunca esa maravilla única de Puccini puede entender lo que ocurrió dentro del coche aquella mañana, tomando la barbilla de Simoneta giré su cabeza y estaba llorando, podía ser la peor perra de mi universo pero nunca nunca había fingido como la peor chacha o sirvienta. Me sentía desconcertada intentando analizar todo el cúmulo de hechos del pasado que solo entonces tomaba sentido cuando sin darme oportunidad alguna volcándose sobre mí comenzó a besarme, un beso largo y cálido en el que una lengua audaz parecía sondear todo mi interior. Quizás fuera el beso más largo y pasional que me hayan dado nunca, asiendo mi brazo y clavando en ocasiones las uñas en él, olvidando mi sexo bajo las faldas, rompiendo mis defensas hasta quedar en el asiento entregada durante tiempo y tiempo, aceptando sus gemidos, extraños gemidos de placer mezclados con reproches y pequeños lloros.

Era cierto que poco antes de marcharse a Francia habíamos coqueteado, pero había sido una relación extraña en la que cada tanto yo me acercaba ella terminaba humillándome y cuando yo estaba dolida y ausente ella me buscaba como la mejor y más fiel perrita, y yo entonces la hería profundamente, casi de muerte y con toda la peor intención del mundo. Terminé entendiendo que formábamos una pareja enferma y ese tipo de relaciones imposibles e insanas, y ahora me sorprendía con aquello de que su protegida y ninfa traída desde Francia era un regalo para mí. !Un ser humano! una persona como regalo, solo ese tipo de cosas se le podía ocurrir a Simoneta, y si era verdad y no me estaba tomando el pelo se necesitaba en la vida amar mucho a una persona para tener un gesto así, empezaba a dudarlo, miraba aun desconcertada por la ventana intentando aun recuperarme del beso cuando el coche se detuvo en los aparcamientos de Zara, el chofer filipino nos abrió la puerta y entramos en los almacenes, intentando devolverle a mi pelo su estado y que no se notara demasiado que me habían practicamente sorbido los sesos por la boca hacía menos de diez minutos. Simoneta caminó con paso firme, segura de que yo la seguía, y para mi asombro se detuvo frente a un estante lleno con faldas idénticas. Entonces entendí que le había comentado algo la semana anterior de que había comprado mis vaqueros allí, intentaba pensar, analizar absolutamente desconcertada, no había mentido y yo empezaba a sentirme una perfecta gusano. Tan asombrada y absorta que no reparé en que cuando levanté la vista Simoneta había desaparecido y cuando regresé al coche me esperaba sola, había enviado al chofer a casa en un taxi.

-Vamos, conducirás tu. Si me siento junto a tí detrás volverás a seducirme.

-¿Eso hice? pensaba que fue al revés.

Siempre siempre, siempre, tenía que estropear los momentos más especiales. Creo que no le faltaba razón en algo, si en ese momento hubiera decidido tomarme allí mismo le habría resultado la cosa más fácil del universo y además encantada. Tuve que acomodar el asiento, intentaba encontrar como arrancar aquella especie de coche complicado cuando Simoneta sentada a mi lado accionó un extraño botón y con devolviéndole la misma extraña sonrisa dije:

-Si quiere la señora puede viajar detrás, estará más cómoda.

-Quizás sea cierto, pero si decido viajar detrás y no bromeo comenzaré a masturbarme, por dos cosas, primero porque me apetece y segundo para provocarte y dejarte con las ganas.

-Entonces mejor no vayas detrás, ¿tenemos que estropearlo siempre todo?

Aquel coche era automático, buscaba la forma de poner la primera velocidad cuando sin esperarlo arrancó bruscamente rozando un pilar de hormigón, sentí como se me encogía el estómago, Simoneta sin parpadear solo dijo:

-La culpa es mía, olvidé decirte que es automático. Por favor intenta al menos que podamos volver a casa.

De ese modo ambas nos sentimos cómodas, yo conduciendo y ella sin parar de mirarme, con ojos lánguidos y de tarde en tarde acariciando mi pelo, hasta que finalmente  dió un giro brusco a la conversación del silencio:

-¿Te gusta Margot?. Es para ti, no es ninguna broma ni estrategia, aprende a confiar y aceptar un regalo como lo que es. Ella sabe todo, sabe quien es su dueña, solo puso como condición que le gustaras y le has gustado bastante.

-¿En serio?.

Me pude sorprender a mi misma con esa pregunta inocente, empezaba a jugar en las ligas mayores de las zorras. Sin saber de donde me brotó la voz, casi como un susurro añadí:

-Me gusta bastante.

-Es mi mejor regalo.

-Si, como si me regalases un perfume y me lo dieras abierto, y antes lo hubieras estado probando.

-A veces eres tan contracultural y mediocre, tan repentinamente vulgar que me asustas aunque ya me hice a la idea. Margot te conoce como si hubiera sido tu amiga durante años, le he hablado mucho de ti, preguntaba y preguntaba. Te conozco y se que es el tipo de mujer que te derrite y de la que te vas a enamorar perdidamente, te volverás celosa, posesiva y ambas me desterrarán de sus vidas, quedaré en el olvido, pero mi corazón estará satisfecho porque la persona que Amo es feliz.

No sabía si tomarla o no en serio, quedé callada, conduciendo como si una especie de piloto automático llevara el coche, asi de ese modo conocí la historia de Margot, alumna aventajada de uno de los conservatorios de música de Paris, ganadora de varios concursos finalmente tuvo un puesto de privilegio como profesora. Quedé asombrada con ese curriculum y no pude evitar exclamarlo:

-¿Tan buena es?.

-No, se la chupaba al catedrático. Hasta que la esposa los pilló un buen día, desde ese momento perdió todos los privilegios porque resulta que la zorra de la esposa es un político importante y las francesas son tremendas perras para las infidelidades y con la "otra". Margot es lesbiana absoluta desde la médula de los huesos y al perder su trabajo perdió su apartamento y el amor de la chica con que lo compartía, mucha gente por un apartamento en el centro de Paris podría matar. Sola, sin dinero, sin trabajo, y hundida y sin amor, buena pianista y dando mediocres clases a alumnos mediocres en un triste instituto, así la conocí.

No entendía nada, ni la torpeza de aquellos amantes que se dejaban sorprender, ni el nudo ni la trama de intereses en que andaba metida Margot. Simoneta pareció adivinar mis pensamientos porque añadió:

-Todo habría sido normal de no ser porque mediaba una oscura trama BDSM, en la que Margot azotaba al catedrático amordazado, amarrado y vestido con ropa interior femenina. Margot para sobrevivir aprendió rápido el juego de los Amos y las sumisas, de modo y manera que lo que empezó siendo un juego y una forma de vida para salir adelante terminó siendo su forma de vida para entenderse a sí misma como sumisa convencida en la espera de su dueña, de su ama definitiva y esa eres tu, ella te ha adoptado, es mi regalo, en tu mano está. Supe de ella y su abandono a traves de un amigo, a veces la vida es un pequeño pañuelo y todo se termina sabiendo. Ahora es tuya, mi regalo envuelto y disculpa, un poquito  manoseado pero es deliciosa, y con un repertorio pequeño de palabras en Español que desde que te conoce aprende con la velocidad del rayo.

Acababa de adoptar un ser humano, mejor dicho, me acababan de regalar un ser humano en una linda cajita. Aun resonaban sus palabras en mis oidos y sobre el hecho de que yo le había gustado bastante a Margot, entonces y en ese punto me juré a mi misma que pasara lo que pasara nunca rompería mi amistad con Simoneta, si ese era mi precio lo habia encontrado.

(continuará)

Zorra (R)