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Lasciva imaginación (Primera parte de dos)

en Autosatisfacción

Los cielos se oscurecen, se tiñen del rojo atardecer. Las sombras de la habitación se van alargando hasta que mi figura es la única que queda iluminada en el ventanal de hierro, piedra y cristal rajado y sucio de aquella habitación.

Mi mirada contempla expectante el camino aguardando su llegada... se que está próxima. Cada poro de mi piel, cada célula vibra sabiéndolo.

Aguardo tu llegada, mi maestro desde hace días... ¿Dónde estás?. He hecho lo que me has pedido, durante tus años de ausencia...¿Dónde está la recompensa de tu compañía?

Cada día he practicado cada movimiento que me enseñaste, he envuelto mi joven cuerpo en pinturas de guerra, para que me dieran la fuerza que necesito para llevar a cabo tus planes...¿Dónde está tu regreso prometido?

Nadie me ha vuelto a tocar desde que te fuiste, nadie ha acariciado mi piel ni si quiera para curar las heridas de las batallas. Solo mi cuerpo busca el roce de tus ásperas y gruesas manos. .. desde hace mucho tiempo.

Te conocí a los pocos años de vida, y de entre todas me elegiste a mí. Fue la primera vez que tu mano desnuda tocó la miá y me condujo a aquel desolado lugar en medio del yermo que se había convertido la tierra tras La Gran Guerra. Tu me salvaste de aquel oscuro lugar y me diste mi primer arma, mi primera espada.

Me enseñaste como usarla, como cogerla por la empuñadura, suavemente cuando este sola, con una mano, y moverla de arriba a bajo para conocer cada uno de sus relieves. Para conocer cada detalle de su metal forjado. Como acercármela a los labios para insuflarle el calor antes de cada batalla, como acariciarla con ambas manos sin que se me cayese al suelo, y acercármela al pecho cuando necesitase consuelo en mi soledad, en tu ausencia. Cada noche su hoja ha rozado mi blanca piel iluminada por la luna, sintiendo la misma frialdad con la que tu, año tras año me has mirado, pero sin embargo estando tan cercano, maestro.

Desde hace años ha nacido un deseo en mis entrañas. Desde aquella noche en la que espiándote con la curiosidad de una jovencita hacia su maestro, la cual le perseguía por los pasillos, liviana y silenciosa como una pluma. Aque día que vi tu cuerpo tal y como era, como no enseñabas a los seres de aquel mundo, sino del tuyo.

El agua te recorría la espalda tatuada de símbolos arcanos, haciendo brillar cada centímetro de tu absoluto musculado cuerpo, y tu largo y mojado pelo, suelto, sin la coleta de corte oriental que siempre luces sobria. Los anchos hombros que soportan la pesadez de tus lustros vividos... ¿O quizás sean más?Nunca me has hablado nada de ti, de cuantos años puedes tener, o tal vez siglos.. quien sabe.

Aun en esas noches en la que la espada no contenta mi anhelo, mis manos bajan por mi vientre y se pierden por mi sexo de fuego, recordando como esa espalda ancha, acababa en unos glúteos fuertes y firmes... jamás te llegue a ver tu miembro, pero no hay día que no fantaseé con ella, con que la siento igual que sentía esa espada entre mis manos..

Mis pensamientos han volado y mis ojos se han cerrado recordándolo una noche más. Una mano ha ido a posarse a mi pecho semi desnudo, sacándolo de la raída camiseta negra. Cada caricia en mis pezones, en mi mente son tus labios. Los retuerzo, lo acaricio y los pellizco, imaginándome tus dedos haciéndolo, tu lengua tocándolos con la punta, haciendo círculos con ella, a ambos, para ponérmelos duros y de punta, porque seguro que te gusta sentirlos cuando te pongas encima miá en tu pecho...

Mientras mi mano acaricia por encima de mi pantalón de fina y rota tela mi sexo. Mi boca muerde mis labios, con los ojos cerrados. Casi puedo sentir tu aliento bajando desde mi cara por mi cuello... pasando esa línea fina entre maestro y amante... se que jamás podrá ser, pero mi cuerpo, cuando rozo mi clítoris con la punta de dos dedos, se niega a aceptarlo. Mi mente se engaña pensando que es tu boca queriendo arrancarme la ropa para llegar a mi interior. Vuelvo a subir las manos pasando por mi cuerpo hasta mis tetas, agarrándolas fuerte, moviéndolas sin dejar de estimularme los pezones, se que te gustan duros, estoy segura, y eso es lo que quiero que sientas.

Estoy sentada en el alfeizar de la ventana, y justo el final del mismo acaba donde estoy sentada. Una pierna encima, otra apoyada en el solo, descalza...La esquina queda a la altura de mi humedad y me empiezo a estimular con ella... seguro que tu verga es más duro que esto, y más caliente... pero en mi mente es ella quien se pasa acariciándome por encima mientras me lames ansiosamente todo lo que alcanza tu boca de mi cuerpo. Pequeños gemidos se escapan de mi garganta a veces... hay algunos sirvientes de mi maestro en aquel lugar realizando sus trabajos, me escucharán... pero ¿A quien le importa? Es mi maestro haciendo conmigo lo que quiere... bueno, en realidad soy yo manejando a mi maestro.

Puedo sentir su ardiente saliva bajando por mi estómago, por mi vientre, y apartándome a un lado el pantaloncito hasta que crujen las costuras. Como tu lengua, larga se cuela por dentro, mezclando tu saliva con mis propios fluidos, mojando parte de la dura piedra del alfeizar. La habitación empieza a caldearse de mi propio calor, la ventana se empaña, y yo empiezo a sudar.

Mis dedos estimulan mi clítoris, moviéndolo entre dos dedos, o estimulándolo indirectamente por encima de la ropa, para mi, esos dedos son los suyos, que buscan prepararme para recibirle a el. Duro y listo para ser uno conmigo, para buscar el placer extremo y derramarse dentro mio.

Meto dos dedos y alcanzo el punto de máximo placer, y ahora de mi garganta salen sin pudor gemidos altos y audibles. Voy aumentando el ritmo, pero necesito más, necesito sentir algo más ancho... por lo que me meto dos dedos más, todos menos el pulgar. Estoy tan dilatada y abierta que parece que me voy a desgarrar por dentro, pero no... se que no... se que el me ensartaría aun más y que sentiría su polla abrirme hasta creer romperme por dentro... el no es de este mundo, por lo que nada suyo tiene que ser de aquí.

Muevo con un poco de torpeza pero sin perder el ritmo los dedos dentro, estoy tan mojada que en la piedra donde estoy sentada se empieza a formar un pequeño charquito. Huele a mi propio sexo, pero mi mente lo funde con el que seguro que tiene el. Mi maestro se mueve con dureza, hasta casi mis nudillos, embistiéndome, haciéndome gritar tal y como lo hace ahora. Sin dejar de tocarme los pezones, casi haciéndome daño con sus colmillos.

Pero seguro que mi sexo no sería suficiente para el... el buscaría llenarme por todos los agujeros de mi cuerpo... por lo que la mano que movía con fuerza mis tetas, baja hasta donde está la otra, y la sobrepasa... y llego a mi ano.

Con mis propios fluidos que bajan, humedezco el dedo y lo muevo en círculos por la entrada... sin entrar.. seguro que el juguetearía sin sacar su polla de dentro mía. Sin estar tan apretado contra mí que podría sentir sus poderosos huevos contra mis abultados labios llenos de excitación y calor.

Meto un dedo.. tampoco entra más, nunca me han metido nada por ahi... en realidad, nadie más que yo me ha tocado mis partes más íntimas, nadie más que yo y las fantasmales manos y la polla de mi maestro.

Me atrevo a meter otros dos dedos más. Es una posición un poco forzada, pero puedo continuar. Estoy totalmente abierta de piernas, mirando a la puerta, de espaldas a la ventana para apoyar los talones en la piedra de la ventana.. si alguien entrara... si mi maestro entrara...

Sin sacar la mano de dentro mía, muevo los dos dedos de mi culo, sacándolos y metiéndolos, incluso en círculos, pero es más de lo que yo puedo aguantar. La rapidez de mis movimientos se dispara, sintiendo el orgasmo llegar. Las contracciones de mis entrañas son brutales, tanto que atrapan más mis dedos, así como las de mi culo, que expulsan mis dedos hacia afuera.

Mis gemidos son casi gritos de auténtico y primitivo placer. Siento como el me llenaría, como se mezclaría con mis propios fluidos que no dejan de mojar la fría piedra haciéndola cómplice de aquel polvo fantasmal.

Cuando todo acaba tan repentino como llegó, me quedo sentada, sin moverme, con las manos apoyadas en mi pubis, y respirando entrecortádamente. La vergüenza de imaginarme haciendo eso con la persona que me ha visto prácticamente crecer, con la que he compartido conocimientos ancestrales y sabiduría milenaria, con el que he practicado las peores tácticas de guerra, acude enrojeciendo aún más mis coloradas mejillas. El pelo rojo cae mojado por la espalda sudorosa y pagándose en los cristales de la ventana... noto como me pica.

Y mientras estoy recuperando el aliento, noto un escalofrío recorrerme la espalda, que hace que vuelva la cabeza para mirar de nuevo el camino medio oculto por las sombras de la iniciada noche...

Un hombre está parado en el camino, a pocos metros de la puerta... está hablando con uno de los guardias. Su pelo recogido en una coleta oriental se desdibuja con las sobras, y su piel curtida, bronceada y llena de cicatrices no se logra apenas ver. Pero su hombrera metñalica si que reluce revelando su posición, aunque sus ropas oscuras hacen parecerse a un oscuro fantasma.... Alza la negra mirada y me mira directamente a los ojos... mi maestro ha vuelto.