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La traición de Marina. Una pillada

en Hetero: General

La traición de Marina. Una pillada

Soy Enrique y he de explicaros que me encuentro algo confuso, mal, algo así como engañado por Marina, pero os lo he de explicar para que lo entendáis.

Después del apoteósico acontecimiento del guardia en el parque y el posterior súper polvo entre Marina y yo en la escalera de la casa de su hermana, me fui para casa, feliz, relajado, sin dolor… En fin, todo lo contento que podía estar un joven de 18 años, que por primera vez había tenido una relación sexual completa con su novia.

Estaba tan eufórico que se me notaba en la expresión, sonreía hasta al torpe que me pisaba en el autobús. La vida es bella y si hay sexo aún lo es más.

En la empresa que trabajaba, pionera en la fabricación de aparatos de radio portátiles, tenía bastantes amigos y amigas. Yo era algo popular allí, porque con otros tres compañeros habíamos formado un “conjunto”, nombre que se daba en la época a los grupos musicales.

Curiosamente con quien tenía más confianza era con una chica:  Elena. Era algo mayor que yo. El primer día de trabajo después de mi iniciación al maravilloso mundo de los adultos, en la pausa para tomar el café Elena me preguntó el por qué de mi cara de felicidad; yo, al principio, miraba de desviar la conversación, porque me era algo violento hablar de mis cosas íntimas, pero… cuando Elena se proponía averiguar algo, lo averiguaba. Y acabé cantándole todo, hasta los detalles, porque ella quería saber TODOS los detalles.

Cuando acabé de explicarle la forma en que Marina y yo perdimos la virginidad, me felicitó y quedó algo seria y cambió de conversación. Me extrañó, pero no le di importancia y seguimos cada uno con nuestro trabajo.

Pasaban los días y notaba en Elena como si quisiera decirme algo, pero no lo hacía, yo estaba algo preocupado porque a ella me unía una gran amistad de años, basada en una gran confianza, el hecho de que no se atreviese a explicarme lo que fuese me tenía algo inquieto.

Así que en la siguiente pausa le hablé

            -Elena, desde que te expliqué lo que pasé entre Marina y yo, te noto rara, ¿tienes algo que decirme?-

            -Pues verás, sí. Enrique me dijiste que fue tu primera vez, ¿cierto?-

            -Sí Elena, y realmente fue deliciosa... -

            -Y ella no tuvo dolor y no sangró, ¿verdad?

             -Así fue, Elena, ¿pero por qué lo dices?-

             -Mira Enrique, esto es muy delicado, pero es posible que ella no fuese virgen-

Quedé algo serio, pero lo deseché porque estábamos juntos desde muy pequeños, podía haber otras explicaciones…

             -Elena, la rotura del himen ¿puede ser debida a otras causas?-

             -Claro que sí, Enrique. Eso no es definitivo, pero harías bien en estar prevenido, porque me han dicho que un día vieron a Marina con Andrés-

Andrés era el hermano de José, un compañero de trabajo, manteníamos una buena amistad, incluso estuve varias veces en su casa. No di crédito a esas ideas, porque aunque les hubiesen visto juntos, todos éramos amigos.

La vida con Marina cambió radicalmente, con nuestra primera vez ¡se había abierto la veda!, y nuestra imaginación buscaba lugares para poder estar juntos. Tener sexo una pareja en aquella época, sin coche, con poco dinero, era un poco problemático: Tuvimos que buscar literatura de un tal Ogino, para calcular los días en que podíamos follar,  tuve que aprender que los hombres, al igual que los vehículos, también tenemos una marcha atrás y que muchas veces se ha de utilizar, además ¡cuidado que no rascase la marcha!, porque amigos, en el año 62 o 63, los condones sólo los veíamos en las revistas eróticas francesas, que por alguna extraña suerte llegaban a nuestras manos.

Marina vivía en el último piso de la finca, y cuando nos veíamos o salíamos la acompañaba hasta su casa. Lo llegamos a hacer en su mismísima escalera, con el riesgo de que nos descubriese cualquiera de los 8 vecinos que vivían en esa planta. Pero es verdad lo que dicen que el hombre piensa con el rabo, y tiene su lógica, si tenemos cinco litros de sangre en el cuerpo y enviamos una parte a endurecer el músculo vital, el cerebro durante un tiempo tiene menos riego y ahí es donde nacen los grandes errores de los hombres. Y las mujeres eso lo saben…

Total que lo hacíamos de pie, Marina apoyada en la pared y yo apoyado y abrazándola a ella. Follar de pie también es bueno y más cuando se tiene gana, pero eso que nos pasó del coitus interruptus lo tenía muy presente: en cuanto oíamos un ruido, parábamos y disimulábamos todo lo que podíamos, pero seguro que de los que pasaban por nuestro lado, más de uno pensaba e imaginaba lo que hacíamos, porque no se veía, pero sí se olía…

Uno de los días Marina tardó en llegar al lugar que nos citábamos, ya había oscurecido, llegó muy deprisa y acalorada

            -¿Qué te pasa, Marina?- le pregunté

            -Nada Enrique, es que me he retrasado y venía deprisa-

La acompañé a su casa, yo esperaba empezásemos con las caricias, pero ella no tenía muchas ganas, me extrañaba mucho porque Marina era ardiente como una antorcha humana.  Empezamos a besarnos, la excitación iba en aumento, pero ella no estaba como otras veces. Al final empezó a llorar, me explicó, me dejó sin habla…

            -Enrique… me han violado- Los sollozos de ella eran cada vez eran más fuertes, -cuando venía de trabajar, en aquel descampado que conoces, llegó un chico  con una navaja y me obligó-

Hipando me explicó que un desconocido la forzó, le tuvo que hacer una felación, hasta llegó a sodomizarla...

Naturalmente para mí ese día todo fue cuidarla, estar por ella. No quiso decir nada a sus padres y mucho menos denunciar el caso. La entendí. No quería estar de boca en boca,

Un día estando trabajando, llegó José mi compañero y amigo y me dio la agenda de Marina. Me dijo que la había encontrado en su casa, pensó que Marina la había perdido la última vez que estuvimos con ellos.

Tomé la agenda para entregársela a ella en cuanto nos viésemos. Cuando nos encontramos y se la di, me preguntó donde la había encontrado,  tal como me lo preguntaba empezó a ponerse pálida y nerviosa. Le dije quien me la había entregado, ella se empezó a derrumbar.  Me confesó que había estado con Andrés en su casa. Había estado follando con él.

            -Marina ¿desde cuándo lo haces con él?, ¿cuántas veces los has hecho?-

            -Desde aquel día que salimos los cuatro al cine, que tú te encontraste mal y te acompañó José a casa y a mí me acompañó Andrés. Perdona ahora no puedo hablar más ya te lo explicaré si es que quieres seguir escuchándome. Pero que sepas que solo te quiero a ti.-

          - ¿Por qué me engañaste diciendo te había violado?-

            -Porque… Enrique, por favor…había estado con él, y… se hizo tarde y aún llevaba semen en las piernas; tú lo hubieses notado-

            -Me duele Marina, me duele mucho, no lo esperaba de él y mucho menos de ti.., te soy sincero, ahora no tengo ganas de estar contigo… voy a mi casa.

            -¡Enrique!... perdóname, perdí la cabeza. Su galantería, sus atenciones, y ese día yo estaba muy caliente y no te tenía a ti, al acompañarme a casa-…

            -Te lo ruego Marina, no sigas. No quiero saber detalles, ya hablaremos-

Pasó algún tiempo, un mes, dos... La verdad es que añoraba a Marina y estaba deseando tener una excusa para poder verla y hablarle. En el trabajo Elena intentaba animarme, ella era de la opinión que quizás fue un mal momento de Marina y que realmente estaba arrepentida.

José me preguntaba por ella, noté que él no sabía nada del rollo de su hermano con Marina, al menos Andrés no se había encargado de vanagloriarse de su conquista. Todo eso me ayudaba en mi decisión de volver con ella, suponiendo que ella aun quisiese salir conmigo.

El vivir tan cerca el uno del otro, implicaba en que casi siempre conocíamos nuestros movimientos. Un día que ella venía de comprar, le salí al paso y le ayudé a subir las bolsas a su casa. Ella me miraba con timidez, y cuando estábamos para entrar a su casa me dijo para vernos más tarde y hablar.

Por la tarde estuvimos paseando, hablando, me pidió perdón de nuevo.

            -Marina –le dije- no hay nada que perdonar, las cosas vinieron así, yo también he notado demasiado tu ausencia –le confesé-

Y volvimos a salir, y cuando ya me estaba haciendo a la idea de ponernos morados de estar juntos el fin de semana, me dijo que tenía que hacer de canguro con su otra hermana casada.

Mis ilusiones de revolcarme con ella se vinieron abajo de golpe. Marina, mirándome con picardía dijo

            -Enrique, Andrea y Raúl irán a cenar a casa de sus amigos y después saldrán por ahí. Si vienes a casa cuando se vayan, después de dormir a mi sobrino, por lo menos tendremos tres horas para nosotros-

Eso ya me gustó mucho más, mucho más, follar en una cama, ¡qué lujo! El sábado por la tarde fui cerca de donde vivía Andrea y vigilé pacientemente que salieran. Habría pasado cerca de una hora, cuando les vi marchar. Después de 10 minutos llamé a la puerta. Me abrió Marina, estaba preparando a su sobrino para dormir.

Cuando acabó de ponerlo en su cuna y de dormirlo, se sentó a mi lado y nos empezamos a besar, ¡señor! cómo besaba Marina; tenía una lengua algo larga y muy carnosa, siempre me ganaba en la lucha de ver quien entraba en la boca del otro, era una delicia notar su lengua rodeando la mía como si fuese una boa constrictor…

Hacia cerca de dos meses que no teníamos sexo, ella tampoco, de verdad. La tocaba en la mejilla y ya temblaba, la besaba el cuello y se deshacía, nos fuimos quitando la ropa, besándonos, excitadísimos… Cuando estuvimos desnudos la abracé con fuerza, yo tenía una erección brutal. La tomé en brazos y fuimos hacia la habitación de invitados. Al pasar por el salón vimos nuestra imagen reflejada en un espejo. Era de lo más erótico y sensual, ella en mis brazos cogida de mi cuello, mi brazo izquierdo la sujetaba de su espalda y el derecho por la parte de atrás de sus rodillas. Pero también estaba mi hermanito que pugnaba por llegar a su culo. Después de ver esa bella imagen nos estiramos en la cama y resolvimos que debíamos retomar el tiempo perdido. Parecía que no habíamos hecho el amor nunca, ahora si quisiese detallar sería mi pura imaginación. Solo recuerdo que ese día tampoco lo olvidaré nunca, porque aparte de disfrutar del sexo todo lo que pudimos, la maldición del coito interruptus CASI volvió a estar presente con nosotros.

Estuvimos mucho tiempo follando, a ella le encantaba estar arriba, hacer de amazona, cabalgando, menos mal que no pensó ni en el látigo ni las espuelas… A mí también me gustaba tenerla encima, ver el movimiento diabólico de sus tetas, me ponía a tope. Yo siempre he tenido la, supongo virtud, de tardar mucho tiempo en eyacular, por eso era fácil para ella llegar a dos o tres orgasmos. Acabé agotado.

Ya estaba vestido, me despedí de Marina y cuando iba a marchar, oí el ascensor, miré por la mirilla de la puerta -ERAN ELLOS- su hermana y su marido regresaban antes de tiempo, o nosotros nos habíamos despistado. Nervioso perdido, Marina me llevó a otra habitación que tenían para planchar, estaba al lado de la puerta de entrada, y como era muy tarde, seguramente irían a dormir enseguida y entonces yo podría marchar. Calculamos que a esa habitación no tenían porque ir.

Estaba tieso, detrás de la puerta de acceso a la habitación, inmóvil como una estatua. El tiempo transcurría con lentitud exasperante. Noté que Raúl se iba a dormir. Uff, ya queda poco, pensé yo. Oí que murmuraban algo las dos hermanas. Poco después se abrió la puerta de la habitación donde yo estaba, al abrirse rebotó contra la puntera de mis zapatos, dándole un pequeño golpe a Andrea que entraba

            -¡¿Qué haces tú aquí?! –dijo sobresaltada pero con voz queda, y tapando sus tetas con una mano y el gran bosque con la otra-

Sí amigos, si, estaba desnuda y fui yo más rápido mirando que ella tapando… con las pajas que yo me había hecho a su salud y la tuve que ver en esas circunstancias… Yo estaba como un tomate, no sabía dónde meterme, pero el golfo de mi hermanito no pensaba igual y se empezó a despertar de nuevo…

            -Enrique, vete antes de que te vea Raúl- dijo Andrea i siguió, mirando mi erección –Vaya parece que debes tener muy contenta a Marina, ¡ya hablaremos golfo!, me susurró…-y ahora voy a buscar el camisón-

Yo, a pesar de todo, era muy inocente con las mujeres, porque Andrea ya sabía que me iba a encontrar y entró desnuda… Como siempre, me doy cuenta de las cosas cuando ya no puedo reaccionar.

Andrea se puso el camisón y marchó a su habitación, mientras tanto volvió Marina y con sigilo cerró la puerta de entrada cuando yo salí.

Marché de allí con el rabo entre las piernas -nunca mejor dicho- y fui a mi casa a descansar… No pude, recordaba a Marina y sobre todo la imagen de su hermana Andrea desnuda, con aquellas curvas modeladas por Rubens, su mirada seria, pero pícara y prometedora, su matorral que no podía tapar del todo… uff, ese recuerdo me obligó a luchar contra mi soldadito hasta que se rindió…

Pasaron los días y ya se me había olvidado el nerviosismo del incidente, pero procuraba no encontrarme con Andrea. Marina me había confesado que Andrea era mucho más ardiente que ella. Ellas dos habían tenido toqueteos de niñas y se tenían mucha confianza. Y me dijo que me había echado el “ojo”, y no se opondría porque se sentía en deuda conmigo por lo bien que la había aceptado después de haberme puesto los cuernos tantas veces.

            -¿Tantas veces……….???? ¿¿Cuántas?? ¿Dos? ¿Diez?, ¿¿Cien??

              -Enrique, eso no tiene importancia, a quien quiero y amo es a ti, pero es que Andrés la tiene tan grande y bonita…

Ya veis, el amor todo lo puede y lo soporta, hasta el exceso de peso en la cabeza, porque conociéndola a ella que no se conformaba con poco... ¿O quizás no era amor lo que sentía por ella? Porque en aquella época los chicos casi siempre tenían que hablar de amor a las chicas, si lo que querían era poder follar con ellas.

Esta fue la historia de la infidelidad que cometió mi novia y de una de las múltiples pilladas que tuvimos los dos. Hasta que hice el servicio militar, teníamos que buscarnos la vida para poder tener sexo, y cuando uno iba caliente todo parecía fácil y no calculaba los riesgos… En fin, creo que toda su familia nos vio en acción en uno u otro momento… La pillada del último día antes de ir al servicio militar fue apoteósica. Si me animo os la explicaré. Esa la tengo grabada a fuego, por muchos años que pasen no la olvidaré, todavía tengo la mirada de su madre quemándome esa parte de mi anatomía, que no me dio tiempo a esconder debajo de una cama bajita...

Suerte que yo era tímido…

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No tenía muy claro la categoría donde poner el relato, ante la duda lo he puesto en ésta.

Reina del romanticismo, este relato te lo dedico, porque muchas veces me animaste a escribir, aunque el escrito de romántico tiene bien poco…