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Daniel y yo (4. Lunes)

en Gays

Capítulo 4. Lunes

Tomé aire e intenté despejarme antes de volver a empezar, pero como en las últimas ocasiones, el resultado fue insatisfactorio. Tuve pronto claro que aquel día no había sido el más adecuado para practicar con el piano. La pieza de Bach cuya partitura estaba abierta ante mí era complicada y yo no estaba concentrado. El recuerdo de Daniel y la cada vez mayor consciencia de lo que había supuesto en mi vida, a pesar de lo reciente y breve que había sido su presencia, habían violado incluso mi pequeño y retirado santuario, mi sala de música en que, al compás de la melodía siempre había dejado atrás cualquier complicación y preocupación. Así que, tras el decimotercer intentó por arrancar, lo dejé y me limité a quedarme sentado, contemplando el jardín, parcialmente iluminado por la luz de las farolas de la calle, a través de las puertas de cristal. Había pasado prácticamente todo el día aquí, considerando que era casi imposible que nadie me viniese a hablar aquí, un lugar para ese fin más seguro que mi propia habitación, y en ese momento quería y necesitaba estar solo más que de costumbre.

Pasando a contemplar el reloj, cuyo tic-tac era el único sonido que llenaba la estancia, comprobé que ya era casi las ocho y media, la hora de la cena en mi casa. Al llegar me había encontrado con mi padre leyendo el periódico en el salón, que se había limitado a saludarme. Mi hermano debía estar fuera o dormido y mi madre…No lo sabía, pero si había buscado aislarme era precisamente para evitar que me hiciera preguntas sobre mi salida y mi pasajera estancia en la casa de mi amigo. Por fortuna, y era una de las razones por las que en un principio me había enamorado del piano, mi familia solía respetar mi necesidad de concentración y de tranquila soledad cuando me retiraba a aquella estancia a tocar y a estudiar, y no era la primera vez que la usaba simplemente para aislarme cuando no quería responder preguntas incómodas. Pensaba en Daniel… Y me molestaba en el fondo dedicarle tanto tiempo, como si fuera un problema que no pudiera resolver. Lo había pasado bien con él pero…No estaba nada seguro de que quisiera que tuviera un hueco en mi vida…

En menos de cuarenta y ocho horas habían virado completamente mis expectativas de futuro. Lo cierto es que nunca me había preocupado de tener una vida amorosa y había tenido siempre poco o nulo interés por las chicas, a diferencia de mi hermano, pero hasta el encuentro con Daniel nunca habría barajado la posibilidad de ser homosexual. Pensé en las últimas palabras que había intercambiado con él en su coche cuando me había traído a casa. Le había dicho que no pensaba contárselo a mi familia pero realmente no estaba seguro de la firmeza de tal afirmación. No me imaginaba contándoselo y mucho menos quería especular sobre cuál sería su reacción, pero tampoco me parecía posible el fingir de forma indefinida.

Me pregunté sobre los propósitos de Daniel. Realmente apenas le conocía y no quería aventurar que buscaba. ¿Quería sólo “diversión” con un nuevo compañero de juegos, otro amante o algo más serio? Y si acabará realmente enamorado de él y fuésemos novios… ¿Tendría que presentárselo a mi familia: a mi madre, mi padre y a mi hermano? ¿Insistiría él para que diera ese paso? ¿Y cómo lo diría?... “Mamá, papá… Tengo que deciros…Que tengo pareja…Pero no es chica…Es un chico y se llama Daniel”. Me imaginé cabizbajo, frotándome las manos contra la ropa como si me quisiera limpiar una mancha…No me parecía una buena idea.

Además, aunque Daniel me había atraído de una extraña forma y a que era simpático y claramente atractivo, también me hacía sentir cierta inquietud, cierta inseguridad. Quizá me parecía que era un chico demasiado lanzado o extrovertido para mí, demasiado diferente en su forma de vida a lo que era la mía. Seguro que él querría que le dedicara todo el tiempo posible, pero yo siempre necesitaré mi espacio…No me había sentado del todo bien en su casa, pero mucho menos quería que él viniese a la mía. De hecho, me dije que era mejor que mi familia no le conociera en absoluto, ni siquiera para hacerle pasar por un “amigo”. Lo cierto es que, reflexionando sobre ello, vi que me parecía tan improbable llegar a tener novio como antes, cuando me creía heterosexual, llegar a tener novia.

¿Y qué debía hacer? ¿Debía seguir viéndole? Lo cierto es que no podía negar que parte del deseo que tenía de volver a verle era básica y esencialmente por el sexo y por lo mucho que había disfrutado en cada unos de nuestros tres encuentros. Dadas mis más que limitadas capacidades para las relaciones tuve que admitir que dejar de ver a Daniel vendría a ser lo mismo que volver a mi anterior situación de abstinencia indefinida. Y si antes me había sido imposible intentar atraer a una chica, ¿cómo iba a ligar yo con otro chico? Era una complicación y yo había desistido de lo primero a pesar de la ayuda de mi hermano, así que ahora, que tendría que hacerlo a ocultas de mi familia, había más razones para sencillamente dejarlo estar. Era algo que, en otros ámbitos de la vida, ya había hecho: volví a recordar las excursiones en el colegio, los viajes con amigos de mi hermano, los concursos de piano,…, incluso una exposición de gatos a la que mi madre llevó a Nerón y a la que yo no fui, muchas experiencias que mi intento de no tener contacto con los demás me habían costado. Las cosas habían sido así más sencillas y así me lo justificaba a mí mismo.

Y aún le estaba dando vueltas al asunto cuando, poco después y como ya esperaba, llamaron a la puerta. Suponía que sería mi hermano, a quien mandaban para que me avisase para ir a cenar.

-Adelante-le di paso sin volverme, esperando que Nacho abriera, dijera “A cenar” y cerrara igual de rápido.

-Hola, cariño-me sorprendió, casi dándome un escalofrío por la espalda, la voz de mi madre-Queda poco para la cena.

-En un minuto acabo y voy-respondí, pensando en que venía a decirme algo y que no era normal que mi madre viniese sólo para decirme eso, mientras fingía pasar una página de la partitura del atril, para que pensase que, aunque no hubiera estado tocando, si estaba ocupado.

-¿Lo has pasado bien en casa de tu amigo?-me preguntó, y es que ya imaginaba que habría otro interrogatorio.

-Sí, mamá.

-¿Os quedasteis en casa, salisteis o volvisteis a jugar a las cartas?

-Pasamos el rato con unos videojuegos-respondí, intentando sonar indiferente-Y después vimos una película.

-¿Estabais solos?

-Su hermana vino a ver la película con nosotros-inventé, pensando que un “no” hubiera sido menos creíble y más sospechoso-Sus padres salieron y volvieron tarde.

-Entiendo que recuerdas lo que hablamos ayer.

-Claro que sí, mamá.

-Debes ir con cuidado.

-Lo sé, mamá.

-Tenlo presente.

-Mamá-lo cierto es que no sabía si quería acabar con aquella conversación por fastidio por asombro-Hace sólo unos días te preocupabas porque nunca salía de casa. Ahora te preocupas porque salgo.

-Bueno-por suerte para mí, ella se tomó mi replica con humor-En eso consiste tener hijos. Algún día lo sabrás.

-Ya.

-Bueno. Vamos a cenar-escuché sus pasos de nuevo hacia la puerta-Y está noche no te quedes hasta tarde, que mañana es lunes.

.

.

Mientras andaba por el patio del instituto miré preocupado las nubes grises que, como un rebaño de ovejas, se agrupaba en el cielo. Aunque había cogido, por precaución, el paraguas, deseé en mi interior que no lloviera hasta la tarde. Me dirigí directamente hacia clase, como solía, sin dirigirme a nadie y, una vez allí y sentado en mi asiento, me centré en revisar los ejercicios para la primera clase.

A mi lado, por la clase, mis compañeros charlaban sobre sus fines de semana, que habían hecho u otras cosas. Lo cierto es que no les hacía mucho caso, sobre todo porque sus asuntos no despertaban en mí ningún interés. No es que me cayeran mal y, además, eran simpáticos conmigo, pero realmente ninguno era más que un conocido y no los tenía, en general, por amigos. La única excepción era mi compañero de mesa, Eduardo, con el que en alguna ocasión había llegado a quedar en mi casa para hacer juntos los deberes y que siempre llegaba tarde por las mañanas.

Todavía no había llegado el profesor de latín cuando vi como Carlos se dirigía hacia mi mesa. Yo estaba comprobando mi traducción del último texto que nos había mandado de Salustio cuando llegó a mi lado.

-¡Buenos días, Greg!

-Hola-musité a modo de respuesta.

-Perdona, es que quería comprobar una cosa.

-¿El qué?

-Tu hermano me ha dicho que está noche tus padres van a una cena o algo así y que estaréis solos en casa hasta las diez o las once, ¿es verdad?

-Eso tengo entendido-respondí. Nuestros padres nos lo habían dicho hacía unos días, el viernes, pero lo cierto es que no me había pensado más en ello hasta ese momento en que Carlos me lo recordó.

-¡Ah, bien!-dijo.

Le miré. No entendía a que venía el preguntarme eso si Nacho se lo había dicho. ¿O es que no se fiaba de lo que mi hermano le decía? Pensé que estaba claro que tenía que haber otra cosa.

-Hay otra cosa que querría preguntarte, pero no quiero molestarte.

Estuve tentado de decirle que si de verdad no quería molestarme debía largarse, pero decidí ser educado:

-No te preocupes. Puedes preguntarme lo que quieras.

-Nacho me comentó que en la fiesta de Ricardo te concertó una cita con Elena y que has pasado la noche del sábado en su casa-como veía que no me daba por aludido ni parecía reaccionar-¿Sabes de qué Elena hablo, verdad?

-Supongo.

-Tiene un hermano llamado Daniel.

-Sí, la conozco.

-Es que la conocí hace una semana y he intentado ir detrás de ella, ¿sabes?-me soltó directamente.

-Ah. ¿Y?-le pregunté aunque estaba claro para que me lo contaba.

-¿Tienes algo con ella? Porque si me dices que es tu novia o que casi lo es…Pues lo dejaré. No quiero que Nacho se cabree conmigo por quitarle la chica a su hermano.

-No tengo nada con ella ni me interesa-me limité a responder-Si la quieres, por mí, es tuya.

-¡Ah, bien!-asintió, satisfecha-Sé que te parecerá una tontería y me daba mucho corte decírtelo, pero es que la tía me gusta mucho y me has quitado un peso de encima…

-No hay de qué.

-Y, oye, si eso, mi hermana tiene una amiga…

Por suerte no tuve que cortarle, puesto que en ese momento llegó el profesor y él se fue directo y a paso rápido a su asiento.

.

.

-Oye, tú-le espeté en lo que me parecía un tono suficientemente agresivo a mi hermano cuando, en el recreo, respondió a mi llamada y se acercó a mí-¿Qué es lo que estás preparando para esta tarde?-le pregunté sin más.

-¿Para estar tarde?-su tono era de sorpresa, pero le conocía demasiado bien para dejarme en engañar.

-Sí, para esta tarde. Por lo menos Carlos sabe que papá y mamá van a estar fuera y supongo que no es algo que hayas comentado porque sí.

-Es un comentario como cualquier otro.

-Ya.

-Oye….

-¿No estarás organizando nada ruidoso, no?

-¡No!...-finalmente habló-Sólo van a ir unos amigos para ver una película mientras nos comemos unas pizzas.

-¿Cuántos amigos?-insistí.

-Pocos-y como seguí esperando una respuesta, añadió-No te molestaremos. Te lo prometo.

-No es la primera vez que oigo eso.

-Mira, veremos la peli y saldremos, ¿vale?

-…-suspiré, pensando en que siempre acababa cediendo.

-¿Qué me dices?

-Que espero que está vez sea verdad-me limité a decir finalmente.

-Puedes contar con ello-dijo, repitiendo palabras que también había oído antes-Y ya que estamos hablando, ¿qué tal te fue en casa de Elena?

-Bien.

-¿Ya? ¿No me vas a dar ningún detalle?

-No.

-¿Pero ella y tú…? Ya sabes…

-No voy a decirte nada.

-¿Por qué tanta reserva? ¡Que soy tu hermano!

-Si esa es la mejor razón que tienes…

-Es que tengo curiosidad… ¿Qué, dormiste en su cama después de…?

-Tienes curiosidad y todavía más imaginación.

-¿Y ella te gusta, te interesa?

-Mira, a eso te voy a responder: no y no-le dije, para ver si así terminaba esa charla.

-¿Y con Marta…?

-¿Todavía sigues con eso?

-Si hubieras probado lo que te estás perdiendo tendrías más interés-me soltó de repente.

-No seas pesado-le dije como réplica.

-¿Has vuelto a quedar con ella?

-No.

-¿Por qué no?

-Te acabo de decir que no me agobies.

-Vale, haz lo que quieras.

-Pues eso.

-¡Eso!

Yo, ignorándole, me di la vuelta y fui a sentarme en un banco a comerme el almuerzo antes de que acabara la media hora del descanso. Y estaba pensando en lo molesto y pesado que era mi hermano cuando a mi lado fue a sentarse Eduardo. Le mire como llegaba hasta mí y se colocaba a mi lado, con el bocadillo casi acabado entre las manos. Me llamó la atención su rizado cabello negro, que me recordó a los rubios bucles de Daniel…Pero agité rápidamente esas ideas y me centré en desliar mi sándwich y en empezar a comérmelo. En ese momento no quería pensar en Daniel ni en el aspecto físico de ningún tío. 

-¿Qué tal el fin de semana, Greg?-me preguntó él.

-Bien, ¿y el tuyo?-le dije entre bocado y bocado.  

-Muy bien. Fuimos a casa de mis abuelos.

-Ah-asentí. Recordando cosas que me había contado de sus estancias allí, desde la piscina climatizada a los desayunos de chocolate con churros, no me extrañaba que estuviera tan contento por haber pasado allí dos días.

-¿Paso por tu casa esta tarde para los ejercicios de lengua?-dijo mientras se levantaba y tiraba a una papelera cercana el papel que había envuelto su bocadillo, tras acabárselo-Lo del análisis morfo-sintáctico de las oraciones…Todavía me cuesta un poco. Y el profesor venga a dictar frases…Cuando llevaba ocho yo ya rezaba para que la siguiente fuera la última…Vamos a estar una hora sólo con esto-añadió mientras se volvía a sentar.

-Ya-asentí-Y habrá que esperar, seguro que la de inglés hace lo mismo. Y si eso fuera todo, habría que dar gracias todavía.

-Me da pereza sólo de pensarlo.

-Sí-sonreí-A mí tampoco me mata la ilusión, pero que se le va a hacer.

-¿Entonces, quedamos a la hora se siempre?

-Claro, ¿por qué no?-me levanté, al oír la campana, y arroje igualmente el papel de mi sándwich, ya acabado, en la papelera que había al lado del banco-Nos vemos a las seis menos cuarto. Pero para lo de latín tráete esta vez tu diccionario.

-Sí-asintió él, siguiéndome, en dirección a la clase.

.

.

Poco a poco, según fue avanzando el día, sentí una mayor sensación de normalidad, como si al volver a clase y a mis acostumbrados quehaceres se restableciera una calma perdida por la irrupción de Daniel. Era en cierta forma como si hubiera despertado de un sueño y la monótona pero segura realidad sustituyera al imprevisible mundo onírico. Un pequeño paréntesis, ¿sería eso Daniel en mi vida?

Después del día de ayer en que no me había podido concentrar en ninguna cosa, aquel lunes me encontré pensando en los deberes, en mis prácticas diarias de piano, en las tonterías de mi hermano, en si habría algo bueno que ver en la tele por la noche, etc. Me esforcé sinceramente por no pensar en él, incluso intentando no recordar su nombre. Lo cierto es que así me sentía bien. Sin él me libraba de muchas cuestiones que, de otro modo, me turbarían, comiéndome la cabeza, haciéndome darles vueltas una y otra vez a las misas cosas…

Y con ese sentimiento, esa sensación de haberme quitado un tremendo peso de encima, me encontré de mucho mejor humor. Tanto que ni siquiera me importaba pensar en el escándalo que armarían mi hermano y sus amigotes con la televisión a todo volumen mientras veían, sin duda, una de esas películas de acción repletas de disparos y explosiones que tanto les gustan.

Cuando, ya sobre las cinco y media de la tarde, llegamos a casa después de la última clase del día, nuestros padres ya estaban preparándose para salir. Desde el baño llegaba el ruido de la maquinilla eléctrica de mi padre mientras se afeitaba y una espesa y penetrante nube de perfume rodeaba a mi madre. Hacía ya unas semanas que estaba ésta ilusionada por aquella noche. Por lo que sabía iban a ir a un buen restaurante y, después, a la ópera. Así que no me extrañaba nada encontrármela tan arreglada como estaba, aunque me costaba un poco reconocerla tras unas capas de maquillaje que no solía usar.

-¡Ah, estáis ya aquí!-nos saludó cuando llegamos-Vuestro padre y yo estamos a punto de irnos. Ya sabéis que volveremos tarde, y espero que os comportéis y no os excedáis-nos dijo por quinta vez en lo que iba de día.

-Sí, mamá-asentí.

-Lo dice por ti, Greg-me pinchó mi hermano, con el tono que ponía cuando se creía gracioso.

-No empieces, Ignacio-le reprendió mi madre antes de que se me ocurriera una buena respuesta con que replicarle-Os he dejado la cena en la cocina, son los dos platos con papel de albar. Cuando tengáis hambre, los calentáis en el microondas.

-¿Y no podemos pedir una pizza?-le preguntó Nacho-¿O comida china?

-Tenéis una buena cena, ya coméis bastante porquería otras veces. Los dos-se giró un momento. La maquinilla ya no se escuchaba-¡Cariño! ¿Te falta mucho?

-¡Ya casi estoy!-respondió mi padre desde el baño.

-Esto,…, mamá-empezó a decir Nacho y yo supuse que quería pedirle permiso para invitar a sus amigos, más que nada porque seguramente lo usaría como razón para pedir una pizza y para pedirle el dinero para pagarla.

-¿Qué?

-Pensaba si podría…Invitar a unos amigos para ver una película…

-¿Sólo lo has pensado?

-¿Puedo?-preguntó Nacho, optimista, aunque yo estaba casi seguro de que le iba a decir que no.

-Bueno. De acuerdo-cedió mi madre, sorprendentemente-Pero ya sabes que no debéis molestar a tu hermano.

-Sí, mamá-afirmó rápidamente Nacho, aunque yo suponía que luego habría que ver que validez tendrían sus palabras-Y otra cosa…

-Ya estoy-la llegada de mi padre, también claramente arreglado para salir y que traía con él otra asfixiante nube de colonia para dejarnos ciegos nuevamente una vez que nos habíamos acostumbrado al perfume de mamá, interrumpió las palabras de Nacho-¡Hola, chicos! No queméis la casa mientras estamos fuera-nos dijo, con ese típico humor de los padres de las series americanas que tanto le gustaba-¿Qué, nos vamos, cariño?

-Sí-asintió mi madre.

-Mamá, una cosa-insistió, no obstante, Nacho.

-¿Qué?

-He pensado que cuando estemos viendo la película podría entrarnos hambre.

-Ahí tenéis la cena-se limitó a decir mi madre, insistente-En la cocina.

-¿Y mis amigos?

-La tendrán en sus casas, supongo.

-¿De qué habláis?-se interesó mi padre.

-Tu hijo-le explicó mamá-Que ha invitado a unos amigos aprovechando que nos vamos, para ver una película dice.

-Ah.

-Y pensaba-tomó la palabra Nacho-Que no vendría mal unas pizzas para verla tomando algo. No quiero ser un mal anfitrión.

-Venga-suspiró mi madre, que aunque en otro momento habría seguido discutiendo, cedió por las prisas que tenía para no llegar tarde a la reserva en el restaurante-Cariño, dales algo para que se pidan unas pizzas.

-Gracias, mamá-dijo rápidamente Nacho mientras mi padre abría la cartera y le daba dinero.

-Pero dale un trozo a tu hermano-puntualizó mi madre-Y vuestra cena os la coméis, así que tampoco os hinchéis de pizza. Como vuelva y la vea en la cocina, me enfadaré.

-Sí, mamá-asintió mi hermano.

-Bueno, ¡vámonos!-le dijo mi madre a mi padre dirigiéndose a la puerta-¡Hasta mañana! Recordad iros pronto a la cama, que mañana es martes y hay clases.

-Haced caso a vuestra madre-nos dijo mi padre antes de cruzar la puerta tras ella-Y nada de esnifar pegamento-añadió antes de cerrar, supongo que en broma.

-¡Bueno! Por fin nos hemos quedado solos-dijo mi hermano-Hace mucho que no salían.

-¿Qué película vais a ver?-le pregunté, más que nada por curiosidad.

-¿Quieres verla con nosotros, Greg?

-No sabiendo ni la que es, no creo.

-Crepúsculo.

-¿Crepúsculo?-Nacho me había dejado a veces realmente sorprendido, pero nunca como con esa respuesta-¿Me tomas el pelo? ¿Vais a ver eso?

-Sí.

-…

-Es que verás. El plan original era que vinieran Carlos y Luís,.., pero he llamado a Sara y ha querido venir, y trae a unas amigas…Tres…Ellas querían ver esta…Y nosotros hemos cedido. Son más, así que hemos sido democráticos.

-Y queréis intentar ligar-observé.

-Eso no hay ni que decirlo-asintió él-Entonces, ¿te apuntas? Son cuatro chicas, una para cada uno, ¿eh?

-No, gracias.

-Tú te lo pierdes.

-Lo superaré.

.

.

Por fortuna para mí Eduardo fue puntual y llegó media hora antes que el grupo de Nacho. No hubiera querido tener que ir a abrirle cuando ya estuvieran sus amigos en casa.

-¡Hola, Greg!-saludó. Siempre estaba animado por las tardes-¿Qué tal?

-Bien-le contesté secamente cerrando la puerta a su paso y dirigiéndome después a mi cuarto, seguido por él-¿Y tú?

-Bastante bien-y, tras rebuscar y sacar algo de su mochila-Hoy he traído el diccionario de latín.

-Ya veo. A ver si terminamos pronto los deberes de hoy-dije. Lo cierto es que, tras llegar y mientras le esperaba, me había puesto a continuar leyendo la última nóvela que había comprado de la serie Brunetti y tenía ganas de volver a ponerme con ella.

-No he visto el coche de tus padres, ¿es que estamos solos?

-Mis padres han salido-le respondí, ya en mi habitación y mientras preparaba las cosas-Pero mi hermano está por ahí y luego va a ver una película con unos amigos en el salón.

-¿Cuál?

-Crepúsculo.

-¿Tu hermano va a ver Crepúsculo con sus amigos? No me lo imaginaba.

-Es que cuatro de sus amigos son amigas-dice, recalcando la última palabra.

-Ah. Entiendo.

-¿Vas a verla con ellos?

-No.

-Ah.

-Además, es una película por la que no tengo ningún interés.

-Bueno. Dicen que no está tan mal.

-¿Tú la has visto?

-Mi hermana hizo que mis abuelos la pusieran el domingo.

-Ah. ¿Y qué te pareció?

-No era tan insufrible como algunos dicen. Cumple su cometido.

-Ya…-y no sabiendo que decir, cambié de tema-Bueno. ¿Empezamos con latín?

-Oye, una cosilla…

-¿Qué?

-Mañana voy a ir un rato a la piscina, después de clase. En un gimnasio que conocí el viernes. Está muy bien. Limpio y no va mucha gente…Pensaba nadar un rato y luego pasar por la sauna. ¿Qué te parece, quieres venir?

-Gracias, pero no-respondí rápidamente, ni queriendo considerar el ir a un lugar desconocido, y menos salir de casa. No me gustaba salir de casa.

-¿Por qué no?

-No me apetece.

-¡Greg! Es que nunca te apetece nada.

-Me apetecen cosas distintas.

-¿Cómo?

-Como seguir leyendo la novela que tengo empezada, ver CSI está noche en la televisión de mi cuarto, etc., etc.

-Es que con la tarjeta de socio que me he sacado del gimnasio puedo invitar a un amigo.

-Nunca había oído nada semejante…O mejor dicho, nunca he visto nada así por internet.

-Ya, es que era una oferta especial.

-Ah.

-¿Qué, te vienes? Después podríamos ir al cine. Han estrenado la tercera de la de los hombres de negro, y esa saga te gustaba, ¿no?

-Sí, pero ya me la bajaré para verla en casa. Sabes que no me gusta el cine, con las colas, la gente que no se caya, que no pone en silencio los móviles, que se cruzan por delante,…, quita, quita.

-Sí, bueno.

-Será mejor que no perdamos más tiempo o se nos hará de noche y no habremos acabado-dije, antes de que pudiera seguir hablando.

-Tienes razón-asintió.

.

.

Por fortuna no teníamos tantas tareas como por la mañana me había temido y, meno s de una hora después, habíamos acabado todos los ejercicios, tras lo que se despidió y se fue a su casa a cenar. Lo cierto es que eran casi las siete y yo tenía ya hambre. Una vez hube cerrado la puerta principal tras la salida de Eduardo me dirigí, por tanto, directo a la cocina. Pasé al lado de la puerta del salón que estaba entreabierta y por la que me llegaron algunas voces de la película. Tenía que admitir, aunque fuera sólo para mí, que al menos esta vez había “cumplido” y que no podía quejarme del volumen de la televisión, aunque claro, no siendo una película de tiros, era mucho más fácil que no molestará.

No sabía si mi hermano habría pedido ya las pizzas pero desde luego, aunque no le hubiera hecho precisamente ascos a un pedazo de cuatro quesos, decidí conformarme con lo que me hubiera preparado nuestra madre: arroz blanco con salchichas. Metí mi plato en el microondas y lo puse medio minuto a calentar mientras cogía un vaso y me lo llenaba de coca cola. Estaba así, preparándome para llevármelo todo y cenar en mi habitación, cuando una voz vino a caer sobre mí casi como un jarro de agua fría:

-Vaya, vaya…Dichosos los ojos.

No es que la hubiera oído durante muchos años, pero desde luego era una voz que sabía me costaría olvidar aunque lo intentase. Me volví rápidamente, queriendo comprobar si había escuchado mal o si de verdad era posible que estuviera ahí.

-¿Sorprendido?-Daniel sonreía, como encantado de haberme pillado desprevenido.

-La verdad es que sí-me limité a admitir cuando logré reaccionar-¿Qué haces aquí?

-He venido con mi hermana. Ella está con los demás, viendo la peli.

-Ah-asentí-Elena es una de las dos amigas de Sara…Pero mi hermano no me dijo que fuera a venir ningún chico.

-He sido un,…, agregado de última hora. Cuando he sabido que mi hermana venía no he podido evitar querer unirme al grupo.

-¿Para ver Crepúsculo?

-No. Puede que te sorprenda, pero no me gusta nada esa película.

-Vaya.

-¿Esperabas que sí, eh?

-Lo cierto es que no lo había pensado, pero supongo que si me lo hubiera preguntado, lo habría creído, sí.

-Ya. Las pelis de acción son sólo para los machotes viriles a los que una rubia de bote se la pone dura mientras que a los mariquitas nos gustan las comedias románticas y las de Julia Roberts.

-Esa es la idea-dije, bromeando.

-Pues que sepas que a mí me encantan las de Jungla de Cristal.

-La dos no la he visto, pero la tres está muy bien-comenté-Pero la cuatro no me hizo mucha gracia.

-Sí. A mi esa última tampoco…

-Me parece que desde que Lucas hizo la nueva trilogía, todos se han matado por recuperar viejos clásicos que triunfaron como la cuarta de Indiana Jones, la cuarta de Rambo, la sexta de Rocky, etc., etc.

-Sí. Pero eso es de siempre. Todo lo que triunfa lo quieren explotar sacando más partes hasta que la historia pierde gracia y los personajes su encanto. Se desgastan y es muy difícil mantener la calidad de una historia. Tienen que ir cada vez a más para no repetirse y llega un momento en que se llega al techo y sólo queda buscar un final que no sea demasiado desastre.

-Sí, es verdad.

-Bueno, lo cierto es que no he venido tampoco a “cotejar” opiniones sobre el cine contigo-dijo-Aunque podemos hacerlo más tarde, pero ahora es otro tema el que me interesa.

-Ya lo suponía.

-Ayer pensé que me llamarías por la tarde.

-No se me ocurrió, la verdad.

-Ah…Bueno, yo tampoco te llamé, por lo que no voy a reprocharte nada.

-Ah, bien.

-Sin embargo, la verdad es que he estado pensando mucho en ti desde que ayer te deje en la puerta.

-¿Sí?

-Sí. Lo cierto es que no nos conocemos todavía mucho…Hemos tenido tres encuentros y has dormido en mi casa pero, claro, como gran parte de ese tiempo lo hemos pasado, eh,…, va, para que vamos a ser rebuscados, lo hemos pasado follando, pues no sabemos mucho del otro. Que el sexo está bien, pero he pensado que tendría que haber algo más.

-¿Tendría?-repetí, imitando el tono de necesidad que él le había dado a esa palabra.

-Como ya te dije, quiero que nos sigamos viendo, creo que podemos ser muy compatibles…Y pensaba que tú también querías.

-Bueno…

-¿Qué tal si quedamos mañana después de que salgas de clase? Podemos ir al cine o a algo que te guste. Quizá la última de los hombres de negro, por ejemplo, ya que hemos hablado de las sagas que se alargan sin fin. ¿Qué me dices? Tengo un amigo en un grupo de teatro, eso también podría estar bien.

-Quizá-dije,…, lo cierto es que aquellas ofertas tenían cierta atracción,…, pero yo tenía mis dudas.

-No pareces muy animado.

-No me gusta mucho salir de casa.

-¿Y qué sueles hacer en tu tiempo libre?

-Pues…Leer, tocar el piano…Y ver mis series favoritas en la tele como CSI, House y El Ala Oeste.

-Y jugar al ajedrez, supongo.

-Me gusta, pero no se me da muy bien, ¿por qué?

-No, por nada…

-¿Y tú, qué te gusta a ti?-le pregunté, como contrapartida.

-¿A mí? Salir con mis amigos, el cine y los videojuegos. Me gusta probar siempre cosas nuevas y hacer cosas al aire libre, como el senderismo.

-Ah.

-Podemos quedar mañana para ver alguna película.

-El cine no me gusta mucho-le dije, sintiendo una ligera sensación de déjà vu.

-Digo verla aquí, en tu casa.

-¿Qué película?

-La que tú quieras.

-…Bueno…Hay algunas películas que me bajé hace tiempo y que no he visto todavía-dije, más que nada para que no creyera que me limitaba a “boicotear” sus iniciativas.

-¿Cómo cual?-preguntó con curiosidad.

-La Fortaleza Escondida.

-No me suena.

-Es de Akira Kurosawa y sirvió de inspiración a George Lucas para Star Wars.

-Ah. Suena bien-dijo, pero sin demasiada emoción.

-¿Te gustan los juegos de mesa?-le pregunté, por cambiar de tema y para mostrar que tenía algo de interés. Lo cierto es que con el tiempo se habían ido acumulando sobre el armario de mi habitación juego tras juego, al menos uno cada navidad, y luego casi no había hecho más que estrenarlos. Nunca había tenido con quien jugar y menos ahora, que lo consideraban infantil para mi edad-Como el Monopoly o el Risk.

-La verdad es que poco.

-¿Y las cartas?

-Eso sí. Me gusta mucho el mus.

-Al mus yo no sé jugar. Además de que si es por parejas, dos…No pueden jugar. Me gusta el póker.

-Está bien…Aunque con dos…Y supongo que no habrá dinero para apostar.

-Yo no tengo dinero-admití.

-¡Ja, ja!-río-Pues yo menos.

-¡Buf!-suspiré, sintiéndome ya un tanto agobiado…-Esto es más difícil de lo que pensaba.

-¿A ti no te gustan los videojuegos?

-Sí…Un poco, pero hace mucho que no juego.

-Creo que lo del grupo de teatro de mi amigo sigue siendo la mejor opción-saltó de repente.

-Es que…-no sabía exactamente como decirle que, aparte de la pereza que me daba todo lo que supusiera salir de casa, tampoco me gustaba meterme en un grupo lleno de gente desconocida…-No soy muy bueno actuando.

-¿Y crees que mis amigos sí? Improvisan en un garaje y no son precisamente la fuente de futuros talentos de la BBC.

-Ya.

-Lo admito, Greg. Eres una pieza esquiva, pero te voy a atrapar. Algo se me ocurrirá para que hagamos juntos.

Yo fui a replicarle algo, pero en ese momento entró mi hermano.

-¡Ah!-exclamó al vernos-Ya me preguntaba por qué tardabas tanto, Dani.

-Nada-le dijo aquél-Aquí, hablando con tu hermano.

-Ya veo. Pues mi hermano normalmente no es muy hablador, ¿eh?-comentó Nacho, con su habitual tendencia a criticarme como si no estuviera presente-¿O es una escusa para no volver a seguir viendo la peli? Porque me nudo tostón con el rollo de los vampiros metrosexuales. Dan ganas de que salga, no sé, Blade, por ejemplo, y se los cargue a todos-comentó, riendo.

-Eso elevaría el nivel de la película-asintió Daniel, riendo también.

-En fin. He podido escaparme con la escusa de llevar refrescos, y, ¡ah!, Greg, si quieres queda pizza. Ve al salón y coge un trozo si te apetece.

-¿Es cuatro quesos?-le pregunté, por sabes si me merecería la pena evaluar el esfuerzo que me supondría.

-No. Las chicas quisieron  la hawaiana.

-Entonces no quiero. Y de todas formas he venido a por la cena-dije, recordando de pronto la razón por la que había ido a la cocina-Con esto me basta-saqué el plato del microondas, cogiendo con la misma mano los cubiertos y una servilleta y agarré el vaso de coca-cola que me había servido.

-¿Quieres que te ayude a llevar eso?-me preguntó Daniel. Lo cierto es que no tenía problemas ni necesitaba ayuda, pero supuse que era una escusa para acompañarme a mi cuarto…Lo estuve pensando durante un momento y, finalmente, respondí:

-Sí, gracias-le dije, tendiéndole el vaso, que él cogió.

-Bueno-mi hermano cogió un paquete de seis refrescos de la nevera-Te espero en el salón, Dani, no te vayas a perder “lo mejor”.

-Intentaré llegar para ver los créditos-asintió él y los dos volvieron a reír.

.

.

-Vaya-dijo cuando entramos en mi habitación-Así que este es tu cuarto.

-¿Qué, es como te lo habías imaginado o no?-le pregunté, imaginando que esa era la dirección de sus palabras mientras dejaba las cosas sobre el escritorio.

-No, realmente estaba calculando cual era tu ventana, para saber por dónde deberé colarme para nuestros encuentros secretos.

-¿Encuentros secretos?

-Bromeaba, Greg…Aunque sí que tienen algo de secreto, ¿no?

-Supongo que sí.

-Oye…-dejó el vaso sobre un estante que había a su lado y se acercó lentamente-Estaba pensando una cosa…

-¿Qué?-le pregunté, aunque por sus modos ya me parecía adivinarlo.

-Pues…Que ahora estamos tú y yo, a solas, en tu cuarto…

-Y con mi hermano y varias personas más en el piso de abajo. Personas que podrían notar su prolongada ausencia.

-No creo que noten nada si tardó cinco minutos más en volver…

-¿Aquí?

-¿Por qué no? ¿Temes romper la santidad de tu cuarto si lo hacemos aquí?

-Tampoco es eso, pero no sé, no me parece seguro.

-Esa es una de las razones por las que tengo tantas ganas…

Lo cierto es que, según se fue acercando, mis propias ganas de hacerlo, que habían aparecido con su primera insinuación, aumentaron…Recordando nuestros encuentros noté como bajo mi pantalón mi miembro se iba endureciendo. La relación con Daniel podía darme quebraderos de cabeza y problemas que no habría tenido nunca en mi rutina anterior, pero, en ese momento, mientras el calor me embargaba, pensé que había algo que compensaba todos esos problemas.

-Dime, Greg-ya estaba a mi lado, su cabeza sobre mi hombro, su voz directa a mi oído-¿Te apetece o no?

Sus manos no esperaron mi respuesta antes de ir a mis caderas y acariciar mi cuerpo…Yo reaccioné igualmente casi por acción-reacción y al sentir su cuerpo a través de la camiseta bajo mis manos, su suave y caliente piel…No necesitaba más para terminar de excitarme por completo.

-Creo que sabes que sí-dije, finalmente, con el tono de una víctima indefensa que se queja de no poder escapar de lo que tanto le atrae.

No dije nada más sino que ya ansioso casi me arroje contra su boca, ansioso de sentir su lengua con la mía. Él me acogió favorablemente y comenzamos a devorarnos mutuamente mientras nuestras manos pasaban de las suaves caricias a los agitados manoseos, pasando del delicado contacto al ferviente deseo de poseer el cuerpo del otro. En un primer momento sentí un sudor frío al imaginar que de repente mi hermano abriera la puerta y nos encontrara así, pero ni esa terrorífica escena logró que quisiera separarme de Dani.

Sus manos se metieron bajo mi camiseta y los sentí bajar hasta mis nalgas, que masajearon. Yo fui más directo: mi mano derecha se introdujo en su pantalón y marchó directa a sentir su dura espada a través de su calzoncillo. Cuando sintió mis dedos alrededor de su verga primero empujó hacia adelante, para que la notara más, pero en seguida cambió de técnica y con su propia diestra cogió al mía y la introdujo dentro de su ropa interior…Sentí así directamente su caliente miembro con mis dedos, palpitante, gorda…No pude evitar relamerme los labios al notarla...Y la mía también estaba dura.

-Te veo ansioso, Greg-comentó-Mírala.

Yo, obedeciendo su orden, volví la vista al suelo. Él se había bajado la ropa y podía entonces contemplar su firme mástil, apuntando hacia el techo, rodeado por mi mano. No podía dejar de mirarla, tan firme y mostrando ya las primeras gotas de líquido pre-seminal. Empecé así mismo, a masturbarle suavemente, mientras que mi mano izquierda fue directa a masajear sus testículos.

Fue una de las cosas más excitantes que había hecho nunca: Notar como su polla iba terminando de ponerse a tono bajo mis manos. Él se apoyó en mis hombros y se abrió un poco de piernas para que pudiera manejarme mejor y yo busqué ir con un poco más de ritmo. Aunque no del todo cómoda, la posición me permitía masturbarle con bastante rapidez y su piel se deslizaba sin problemas, dejando su colorado y carnoso glande a la vista mientras mi izquierda jugaba con sus huevos entre mis dedos.

El sonido de unos pasos por el pasillo hizo que por mis venas estallará a toda velocidad la adrenalina y, al momento no pensé otra cosa que aparentar normalidad, alejándome de Dani y yendo a mi mesa. Él, por su parte, también nervioso pero conservando más la compostura, se arregló la ropa lo mejor que pudo. Su frente estaba cubierta de sudor y durante un segundo respiró agitadamente, aunque notaba que yo estaba algo peor. Por un momento recé para haber oído mal o para que pasara de largo. Finalmente, debió de pasar eso, pues al rato, nuevamente, no llegaron más sonidos del pasillo y sólo llegaba un rumor lejano desde el salón.

-¡Uf!-respiré aliviado-No sé que fue eso, pero estuvo cerca.

-Sí-asintió él-Ha sido emocionante.

-Supongo-admití-Pero no es esa la palabra que yo usaría…Y además, nos ha cortado el rollo.

-¿De verdad?-él, sin más, se bajó la ropa a los tobillos y me enseñó como su miembro seguía igual de firme que antes-A mí no-dijo, aunque no era necesario, mientras se tocaba suavemente su verga-¿Y a ti? ¿Ya no te apetece?

Lo cierto es que no podía decirle que no con esa visión ante mí…Pero el riesgo de que nos pillaran…

-Tranquilo-dijo, como adivinando mis pensamientos-Yo me encargo-No sabía que iba a hacer pero él se arregló la ropa y, saliendo al pasillo volvió al cabo de un segundo llevando una silla que había cogido del mismo-Menos mal que la he visto al venir.

-¿Y para qué es la silla?-le pregunté.

-Para esto-respondió acomodándola en la puerta, ligeramente inclinada y con el respaldo bajo el manillar-Así ya no podrá abrirse así como así. Si alguien quiere abrirla tendremos tiempo para que no nos pille en mala posición-explicó mientras volvía a bajarse la ropa y, de hecho, se la quitaba, quedando desnudo de cintura para abajo.

-¿Pero como explicaremos la presencia de la silla?-le pregunté mientras él volvía a acercarse a mí.

-Ya se nos ocurrirá algo-respondió, encogiéndose de hombros, antes de ir él en esta ocasión a por mi boca.

Pero esta vez y después de estar apenas unos segundos jugando con su lengua, quise acelerar y, tras parar un momento para besarle el cuello, me puse de rodillas ante él, quedando a la altura de su afilado mástil. Tras admirarlo en su esplendor durante unos segundos no me retuve más y fui a por él.

Volví primero a masturbarlo suavemente, ahora mejor dado mi posición. Miraba con gula su rosado glande y como se marcaban las venas a lo largo de su viril miembro. Pero no empecé por él, aunque se me hacía la boca agua mirándolo, sino por sus huevos. Tras tirar ligeramente de ella y tras rodear sus testículos con mi izquierda fui directo a por ellos y comencé a besárselos y a lamérselos. Lanzó él un agitado suspiró y tuvo un rápido espasmo, como si le hubiera hecho cosquillas durante un segundo.

-¡Oh, sí, Greg! Eso especialmente me encanta.

No necesité que me dijera más y me centré en ellos un buen rato. Primero los lamía sólo superficialmente, saltando de uno al otro, mientras los acariciaba. Él había pasado a masturbarse suavemente para que pudiera dedicarle mis dos manos a sus pelotas y notaba como masajeaba su verga justo encima de mi cabeza.

Pero, poco después, busqué rodear una de ellas con mis labios, introduciéndomela totalmente en la boca. Las recorría totalmente con la lengua, saboreando cada centímetro de su piel y luego buscando tenerlas dentro de mi boquita…La rozaba con el filo de mis dientes y, en un momento, le oí gemir cuando se las mordisqueé ligeramente.

-¡Oh, sí, Greg!-suspiró, mientras me acariciaba el cabello con una mano y se masturbaba con la otra-Cómeme los huevos.

Seguí complaciéndole, metiéndomelos alternativamente en la boca y acariciándolos con la lengua, mientras le cogí su verga y pasé a tocársela yo mientras sus gemidos se hicieron más largos y continuados.

Pero no seguí mucho más, pues yo también tenía mis deseos y quería satisfacerlos. Así pues, tras una última lamida, me alejé un poco para apuntar hacia mi cara con su duro miembro y así me encontré con su rosado glande a unos centímetros de mis ojos, como mirándome, con unas gotitas que caían, resbalándose, por el grueso tronco de carne.

Disfrutando de ante mano en mi “glotonería” seguí masajeándosela suavemente un momento antes de pasar a más, viendo con delicia como seguían, poco a poco, brotando las pequeñas gotitas. Finalmente no aguante más y, con un rápido gesto de la lengua, limpie la punta de su rosado glande. Sentí como sus primeros jugos impregnaban mi lengua y los saboree y trague lentamente antes de ir a por más.

Su glande, brillante por la saliva, era mi plato ansiado y en él me volqué, metiéndomelo en la boca y pasando a recorrerlo ansiosa y repetidamente en círculos con la lengua, saboreándolo lentamente mientras no dejaba de masturbarlo.

-¡Oh, Dios!-exclamó-¡Sigue, sigue!-exclamó, bajo su camisa se veía como respiraba agitadamente-No pares ahora-se esforzaba en bajar la voz.

Desde luego parar no entraba precisamente en mis planes sino que estaba ya decidido a hacerle acabar en mi boca, sintiéndome sediento de su néctar e imaginando con calentura el sabor y la textura de su semen sobre mi lengua. Seguí recorriendo su cabecita, haciendo escapadas para bajar por el duro tronco, pero volviendo enseguida para que no se me escapara ni una gota de su orgasmo. De hecho, para lo que estaba disfrutando, él tardó muy poco en llegar a éste.

-¡Dios, Greg! ¡Ya voy!

Nada más oírlo me coloqué su pollita sobre mi lengua y sentí como sus primeros borbotones fueron directos a mi garganta y a mi lengua…Salía espeso, calentito y en abundancia. Primero no trague, por querer sentir mi boca llena, pero al poco tuve que hacerlo para que su leche no saliera por la comisura de los labios…Era algo salado, algo ácido,…, pero en cualquier caso el morbo me hacía desear disfrutar hasta la última gota de su venida mientras él, con sus verdes ojos, lo contemplaba desde lo alto.

-Veo que te gusta mucho, Greg-me dijo, y, mientras sonreía añadió-Aunque así te has tomado el postre antes que la cena.

-Es verdad-asentí, igualmente sonriendo-Pero bueno, no importa-le repliqué mientras tragaba las últimas gotas.

-Supongo que tienes razón-asintió a su vez y, tirando de mis brazos hacia arriba, me levantó y cuando estuve a su altura, volvió a por mi boca, quedando así los dos unidos en un nuevo beso.

-Mi hermano se extrañaré de que tardes tanto-dije, algo preocupado de repente.

-Que se extrañé lo que quiera-fue su respuesta-Aquí todavía no hemos acabado-comentó mientras llevaba su mano a mis testículos, que acarició, haciendo que me recorriera el cuerpo una mezcla de cosquillas y placer-Aún queda algo por aquí que hay que atender.

-Sí-asentí, suponiendo que él tenía en mente “devolverme el favor”.

Pero no era exactamente lo que había imaginado. Esperaba que se arrodillara ante mí y que, tras bajarme la ropa, me la chupara como yo se la había mamado a él, mas me equivoqué. Él me dio la espalda y, apoyándose en la pared, se expuso ante mí, abriendo bien sus piernas y dándome paso a su entrada secreta.

-Vamos, Greg-me llamó-No tenemos mucho tiempo.

-Voy-asentí, apenas conteniendo una sonrisa, mientras me bajaba y quitaba los pantalones y la ropa interior lo más rápidamente que podía.

Una vez listo fui hacia él y me volví a arrodillar pero esta vez me dirigí a su trasero y, mientras me masturbaba suavemente con la mano majada se saliva para lubricármela un poco, empecé a hacerle un beso negro, buscando con la lengua su agujerito y, como al principio se mostrara duro, me ayude con un dedo de mi otra mano, con el que abrí su puerta antes de volver a chupar…Pensar en hacer algo así en frío me habría dado náuseas, pero a la hora de la verdad sentía mi polla endurecerse mientras me tocaba.

-No te entretengas más-me dijo-¡Dios! La quiero dentro ya.

-Muy bien, pues la tendrás-le respondí levantándome.

Me coloqué en posición y sentí sus nalgas rodeando mi miembro cuando lo puse entre ellas para alcanzar el agujerito de Daniel…Me sentía un poco raro en esa situación ya que mis fantasías tendían más bien a ser pasivas, pero me gustaba. Sentí mi cabecita presionar contra su entradita y goce como mi polla fue abriendo y recorriendo cada centímetro. Fui entrando lentamente, sin querer excederme en rapidez pero sin detenerme en ningún momento hasta que la hube introducido por completo en su culito. Sentí su recto caliente y húmedo apretando mi polla, un túnel estrecho que parecía querer exprimirme.

-¡Oh, sí!-gimió Dani-¡Cógeme, Greg!

Aún estuve unos momentos sin moverme, gozando de sentir como tenía toda mi verga acogida en sus entrañas. No era la primera vez pero todavía era una sensación bastante nueva como para que casi me bastara para alcanzar el orgasmo…Tuve que esperar unos segundos en parte para no correrme en ese mismo momento.

Pero poco después empecé a moverme. Tal y como recordaba haber leído en algún relato la sacaba lentamente, como si tuviera que vencer una gran resistencia para hacerlo, para luego introducírsela hasta el fondo con un solo movimiento. En conjunto los movimientos eran lentos al principio y me concentraba en sacar el máximo placer de hasta el mínimo roce, de cada segundo,…, pero poco a poco fui adquiriendo soltura y acelerando la penetración.

-¡Oh, sí, Greg!-empezó nuevamente a gemir y lo cierto es que yo tampoco me podía contener…El placer me embargaba por completo y me daba fuerzas para seguir e ir más rápidamente…Apenas podía pensar ya en si había o no riesgo y me despreocupé de lo que pudieran oír los que estaban en el salón.

-¡Oh, Dani!-susurré a mi vez… ¡Dios! A cada nuevo encuentro me parecía disfrutar más que en el anterior.

-¿Te gusta follarme, verdad?-me preguntó.

-¡Sí, Daniel! Me encanta tu culito.

-¡Pues dame más, dame más!

Me estaba aún poniendo más caliento si es que eso era posible y busque todavía ir más rápido. Sentí nuestros cuerpos chocar, mis huevos contra sus nalgas, mis muslos contra los suyos...Y sin dejar de cogerle busque agarrar su polla entre mis manos…Estaba medio flácida, medio dura, aún un tanto pegajosa y con restos secos de su corrida y de mi saliva...Y empecé a masturbarle mientras le cogía y, sin dejar de follarle sentí como su polla volvía a ponerse dura.

-¡Greg, así vas a hacer que terminé otra vez!

Me parecía increíble que fuera a terminar por segunda vez tan rápidamente, pero pronto fui yo el que notó las placenteras sensaciones del orgasmo… ¡Oh! Estaba a punto de acabar…

-¡Dani!, voy a acabar…

-¡Lléname el culito, Greg, con tu leche!

Apenas terminó de decir eso me corrí con fuerza y sentí su culo llenarse con mi corrida…Mientras me quedaba quiero con la polla entera dentro de su ano sentí como me vaciaba en sus entrañas y mi pene, como una botella de agua que se vacía, iba debilitándose en su interior…El sudor me cubría todo el cuerpo y, al quedarme un momento, apenas respirando, tuve una sensación como si con la corrida me hubiera “succionado” la energía a través de su culito. ¡Oh, que venida!

-Oh, Daniel-suspiré-Ha estado genial.

-Desde luego…

Ambos nos quedamos un momento quietos, yo apoyado contra su espalda…Sólo respirando…Aunque cuando me di cuenta, él seguía masturbándose, cosa que note cuando él volvió a gemir en rápidos suspiros, anunciando un orgasmo:

-Greg, ¿te gustaría probar algo morboso?

-¿El qué?-le pregunté.

-Tráeme tu cena, rápido.

Yo, imaginando perfectamente que pretendía, dude un segundo…Después del orgasmo el morbo que tenía era menor, pero lo cierto es que viéndole sudoroso mientras se masturbaba era bastante para que el deseo me llevara a complacerle.  

Lo más rápidamente que pude fue a mi escritorio para volver con el plato de mi cena, que coloqué delante de él, bajo su cintura:

-Sujétalo, que ya voy… ¡Ah!-no aguantó mucho más y una nueva corrida, aunque menor que la segunda, fue salpicando con sus borbotones mi arroz…Blanco sobre blanco se veía un poco con dificultad, pero el olor ácido del semen llegaba claramente…Estaba lo suficientemente caliente todavía como para relamerme pensando en la salda que ahora tenía mi cena-Bueno-dijo al acabar-Será mejor que nos arreglemos y pongamos esa silla en su sitio.

-Sí.

Nos vestimos rápidamente, poniéndonos calzoncillos y pantalones, y él llevó de nuevo la silla a su sitio del pasillo. Yo me sentía un poco cansado, pero estaba satisfecho y más que contento, reía nervioso como el niño que ha hecho una travesura que le ha salido bien y que no le podrán imputar.

-Bueno, voy a tener que irme-me dijo Daniel.

-Sí. ¿Qué vas a decir?

-Que después de acompañarte pase por el baño y que he estado ahí todo el rato.

-Ah.

-Entonces, ¿mañana te llamó?

-Claro-respondí.

-Te dejo para que disfrutes de la cena-dijo acercándose a la mesa y, tras coger mi tenedor, cogió un puñado de arroz y se lo acercó a la boca-¿Puedo?

-Adelante-dije sonriendo con picardía.

Él, sin dudarlo, se metió el tenedor en la boca y lo sacó vacío, saboreando el arroz y la salsa que lo acompañaba como si fuera lo más delicioso que probaba nunca.

-Está muy buena-dijo acercándose a mí para que nos fundiéramos en un último beso de despedida y nuestras lenguas se encontraran una última vez aquel día.

-Seguro-comenté cuando nos separamos. 

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