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Mi perverso cyber-amigo y su mujer

en Voyerismo

Creo que no cabe otra explicación que pensar que al excitarme pierdo el norte. El raciocinio se me nubla y quiero dar un paso mas allá, sentir como se me endurece y busco culminar con un intenso orgasmo, llegando para ello a rebasar límites que mi cultura o mis principios me tendrían vedados. Por eso en aquellas noches en las que ella llegaba cansada al lecho marital, yo me auto-satisfacía buscando porno en internet. El tema que mas pronto azuzó mi curiosidad fue el de la fotografía amateur. Me ponían mucho mas aquellas mujeres reales y desnudas que las actrices porno de grandes pechos rellenos de silicona realizando posturas amatorias poco creíbles. El siguiente paso era lógico; entre juegos y fantasías rellené el disco duro de mi ordenador con fotos de mi propia mujer desnuda. No fue difícil. Supongo que cualquier mujer, mas si es bella, tiene en su interior algo de exhibicionista. De no ser así nunca se hubiera inventado ni propagado esa maravillosa prenda que es la minifalda, que hace que los hombres, sin poder evitarlo, desviemos nuestras miradas hacia aquellas que las visten y que la suerte, o el metro, hace que se crucen con nosotros.

Pero volvamos a aquellas noches en que mi mujer caía rendida a la cama dejando insatisfechos mis deseos. Pronto encontré un grupo de hombres cuyas esposas también dormían demasiado pronto algunas veces y encontraban momentos de excitación mostrando sus fotos mas íntimas. Me pareció seguro al tratarse de una web americana y con la mayor parte de sus miembros viviendo fuera de España así que me uní a ellos. Al principio todo era muy suave. Edité algunas fotos cubriendo su rostro y mediante un programa de mensajería instantánea, que permite enseñar fotos, algunos maridos de mujeres durmientes se masturbaron con la presencia fotográfica de mi mujer en su pantalla. Ellos también mostraban a sus mujeres. No sé si aquel morbo extraordinario me lo provocaba mi vena exhibicionista o tal vez la vouyerista. No sé si aquellas erecciones eran provocadas por el efecto que causaba mi mujer en otros hombres o por el hecho de observar la intimidad ajena en la que la esposa de otro se desnudaba para él. Lo que sí sé es que eran extraordinarias.

Cierto día, a mi pequeño grupo de degenerados se conectó con un sudafricano residente en Londres. Cuando empezamos a intercambiar fotos pude observar que su mujer tenía un cuerpo encantadoramente sexy. Tenía un culo pequeño y respingón, unos pechos altos y unos pezones que se veían muy duros. No podía ver su cara, era morena y con el pelo rizado, como pude ver en una foto en que la esposa del sudafricano, vamos a llamarle Jim, estaba a cuatro patas y de espaldas a la cámara invitando al sexo. Jim me contaba que su mujer era muy juguetona y me detallaba noches en las que salían de copas y ella accedía a ponerse una minifalda muy corta sin ropa interior que ocultar. Esa es una de mis mayores fantasías aunque alguna vez la he logrado satisfacer, no sin quejas de mi mujer. Este detalle hizo que la esposa de Jim me pareciera aun mas fascinante, me había dejado muy caliente y ahora quería verle la cara. Así fue como por primera vez enseñé, como justa compensación, una foto desnuda de mi mujer sin editar, plena, dando la cara al objetivo, desnuda, expuesta y muy caliente. Jim parecía estar tan encantado con mi mujer, como yo lo estaba con la suya.

Tras aquellas noche, hubieron otras y llegó un día en el que Jim me dijo que venían de vacaciones a España y preguntó si le recomendaba alguna zona en especial. Mas fantaseando que proponiendo, le dije que deberían venir a la ciudad donde vivíamos nosotros, que sería estupendo quedar un día. Mi imaginación me llevó a pedirle que imaginara una escena con los cuatro, sabiendo ambos que habíamos visto a la mujer del otro sin ropa. Era una propuesta tan arriesgada como excitante. Jim me sorprendió aceptando mi propuesta.

No volvimos a hablar hasta dos días antes de su llegada. Yo había llegado a creer que la pequeña travesura no había pasado de ser una fantasía de conversación de messenger. Sin embargo Jim me recordó la especial quedada cibernética de la que habíamos hablado. Estuvimos algo mas serios, impusimos unas reglas básicas como que ninguno de los dos mencionaría nada a las mujeres, ni tocaríamos en modo alguno a la mujer ajena. Ideamos una estratagema por la cual nos encontraríamos en un determinado bar, en la playa y entablaríamos conversación como viejos amigos. Incluso nos atrevimos a lanzar una pequeña apuesta: El que consiguiera que su mujer estuviera allí, con minifalda, sin bragas y pudiera demostrarlo, bebería gratis el resto de la noche.

…..

  • ¿Como coño esperas que salga así? .- La expresión, si bien era algo vulgar era muy adecuada en un doble sentido.

  • Cariño, la otra noche te gané a nuestro juego y me guardé mis dos horas de victoria para hoy.- Habíamos inventado un juego que daba al ganador dos horas de “mando sexual”.- Por eso quiero utilizarlas hoy y quiero que salgas con ese vestido y sin braguitas.

  • ¡Es que es muy corto! ¡Voy a ir mostrando todo!

No tuve que contestar, solo sonreí. Ella sabía que no solo no me importaba sino que además era una de las situaciones que mas me ponían. A regañadientes aceptó ponerse aquel vestido de una pieza, cuya parte inferior apena le llegaba a los muslos.

  • Me siento desnuda

  • Ahí está la gracia.- Dije soltando una carcajada.

…..

El local en el que había quedado secretamente con Jim cumplía todos los requisitos que me había propuesto. Siendo jueves noche, no estaba demasiado concurrido y la brisa del mar acariciaba nuestros rostros mientras tomábamos algo en la terraza. Caí en la cuenta de que habíamos cometido un pequeño error en la planificación. Si bien cada uno había visto hasta la mas pequeña peca del cuerpo de la mujer del otro, los varones desconocíamos completamente como eramos. Sonreí pensando que tal vez así sería mas divertido y no aparté la vista de las mujeres que entraban acompañadas. Pensé que tal vez no se presentarían, tal vez le entraría el miedo a ser descubierto en nuestra discreta perversión y estaba en esas cavilaciones cuando la vi entrar ¡Dios! !Era un monumento de mujer! Llevaba una pequeña, muy pequeña, falda blanca y un jersey de punto bastante transparente. Detrás suyo tenía que ser Jim. Era un tipo alto, flaco y con bastantes entradas como suelen tener los hombres que han pasado la treintena, aunque yo de momento me haya librado de ellas. Se dirigieron a la barra, supongo que aun no nos habían visto. Trataba de seguir la conversación de mi mujer, mientras de reojo controlaba a la otra pareja en la barra. A Jim también se le notaba nervioso, mirando hacia los lados esperando ver en persona a la rubia que le había excitado tantas noches. Con la excusa de pedir otra ronda me dirigí al recodo de la barra donde estaba ellos.

  • Jim? Hey my friend! It was a long time ago!

Saludé a Jim, siguiendo nuestro plan, como si fuéramos viejos amigos. Jim abrió los ojos como platos, temeroso, según me dijo después, de que yo hubiese venido solo a tratar de meterme en la cama con su mujer. Así que se tranquilizó bastante cuando les invité a sentarse con nosotros. Hice de anfitrión y presenté a Jim a mi mujer, la llamaremos B, y él nos presentó a Helen, quien era maestra de español, aunque sinceramente apenas le daba para mantener una conversación en nuestro idioma. El morbo de aquella situación era brutal. Yo no podía apartar la mirada de las piernas de Helen, que acababan en aquel pequeño trozo de tela ¿Llevaría bragas?.- “Seguro que no”.- pensaba. Desvié mi mirada hacia Jim. Sus ojos también se hallaban concentrados en mi mujer, como hipnotizado. Seguro que la estaba recordando desnuda, como había visto en aquella foto, de pie, con esos mismos zapatos junto al mueble del televisor. Seguro que estaba recordando su sexo depilado, sus pechos pequeños y firmes, su culo redondo en forma de pera. A estas alturas yo tenía una erección de caballo, aunque a buen seguro no era el único en tal estado.

  • Esta situación es increible colega.- Jim y yo nos habíamos levantado para ir a por mas copas para poder hablar mas tranquilamente.- B está buenísima.

  • Y Helen, vaya minifalda... ¿lleva bragas?

  • No. Pero no tengo claro como demostrartelo para que pagues tú.

  • Ja, ja, ja. Yo estaba pensando lo mismo. Mira, esta ronde corre por mi cuenta, soy el anfitrión.

Al volver a la mesa la calentura azuzaba a mi cerebro para poder demostrar que B no llevaba nada debajo del vestido. Algo se me ocurrió. Saque mi teléfono, lo puse en modo cámara y en un momento de risas deslicé mi mano debajo de la mesa y saqué una foto. Gracias a las luces del local, nadie pudo apreciar el breve fogonazo del flash que había iluminado las piernas de mi mujer. Revisé la foto. Había tenido suerte, la perspectiva había sido perfecta, podía demostrarlo. Me acerque a Jim teléfono en mano. Le dije que tendría que ir a la barra y pagarse una ronda de chupitos. Aceptó sin comprender, pero al levantarnos le di la prueba de que la apuesta estaba ganada. Pidió mirarlo bien, incluso que le hiciera un zoom a la foto.

Volvimos a la mesa con aquellos cuatro vasitos rellenos de un licor anaranjado recién pagados por el amigo sudafricano, no sin antes prometer que la siguiente ronda la pagaría yo. Cada uno se sentó al lado de su mujer, de forma que yo quedaba entre Jim y B y justo frente a Helen. Así pude observar como la mano de Jim inocentemente se había posado sobre la rodilla de su mujer. Íbamos hablando, riendo y su mano cada vez ascendía por su muslo. En un momento de la conversación, noté una pequeña patada en la mesa. Giré mi mirada hacia Jim y este me hizo una seña para que mirara. Como de forma involuntaria, había llevado la mano tan arriba que la tela de la minifalda se había subido lo suficiente para que Helen tuviera descubierto su pubis. Jim le daba conversación a B, así que pude recrearme en la visión del sexo de su mujer. Al levantar la mirada la vi sonriéndome. Estoy seguro de que me había pillado, de hecho me percaté de que abrió un poco mas las piernas para que la mirara, sin borrar ni un segundo aquella sonrisa de niña traviesa.

…...

Varias horas y copas después de nuestro encuentro decidí que era el momento de irnos. Nos besamos al modo de despedida en España y nos dirigimos al coche. B se había divertido y sentada al lado del copiloto rememoraba los instantes mas divertidos de la noche.

  • Son gente maja.- me dijo.- Pero tu amigo Jim tiene las manos algo largas. Cuando nos hemos dado los besos de despedida me ha tocado el culo.

  • Te lo habrá parecido mujer.- trataba de excusar a mi confidente aunque suponía que sí se habría saltado las normas de nuestro acuerdo.

  • ¿Que me lo ha parecido? ¡Si ha metido la mano debajo de mi falda!

No aguanté mas. Aprovechando que estábamos en un camino poco transitado llevé el coche hasta la cuneta. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hicimos en un coche pero quería follarme a mi mujer.