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Hambre de ti

en Sexo Anal

 

   Estaba  empezando a hacer la cena, era muy pronto y él Aún tardaría un buen rato en llegar, corte la lechuga a tiras, la lavé bajo el grifo y la escurrí. En ese momento escuché la puerta, era él   que se acercaba, me giré para saludarle. “Hey, has llegado muy pronto mira como me pillas.” Fui a secarme para besarle. “Quieta  ahí vida, ya voy yo.” “Tengo las manos mojadas, espera.” Las alcé mostrándolas “¡No, no, chssss! Sigue con las manos así, pequeña.”

  

Oh, oh... cuando pronunciaba esa palabra, con ese tono, es que su chip ya había cambiado. Se acercó a mí, despacio, cogiéndome con suavidad por la cintura y pegó  sus labios a mi nuca rozándola. Escuché su respiración fuerte y agitada, que denotaba lo excitado que estaba, mientras me lamía y mordía con suavidad. Esa sensación me puso caliente, muy caliente y sentí como se me apretaba dejando que su erección me presionase. Se acercó lamiendo mi cuello hasta el lóbulo de la oreja y mientras lo mordía me susurró “sigue haciendo la cena”   se le escapó un jadeo que mojó mis bragas por completo.

 Yo seguí lavando las hortalizas, le sentí bajar la cremallera del  pantalón y liberar su enorme polla haciéndola rozar mi culo por fuera de  la tela. Estaba cachonda y jadeé, más que dije, “no puedo seguir así, quiero cogerte, tocarte, lamerte, déjame amor, por favor.” Me sentía tan  ansiosa que, tan solo de imaginarlo detrás restregándose tan duro arriba y abajo, me sorprendí gimiendo y pidiéndole más.

Pero fue implacable.

“No, ten paciencia, quédate como estás.” Alzó mi camiseta  hasta sacarla por mis brazos, desabrochó mis pequeñísimos short y los bajó al suelo junto con el tanga dejándome completamente desnuda. Los sacó por debajo de mis pies y tiró con fuerza de mi culo hacia detrás. Cogió la aceitera y embadurnó sus dedos en aceite. Me  giró la cara y yo la volví por completo queriendo comer sus boca... lo quería devorar. Lamió mis labios y apartó su cara ligeramente mirando mi desesperación, con una sonrisa suave y lasciva, mientras sus caderas presionaban las mías contra la fregadera y  su mano izquierda agarraba mi melena con fuerza.

Fue  bajando su mano derecha por mi espalda dejando un resbaladizo reguero  de aceite y hundió un dedo en mi culo de golpe. Moviéndolo con fuerza adentro y afuera, metiéndolo hasta hacer tope para sacarlo casi del todo, mientras yo gemía suplicante mirando sus ojos profundos, y a la vez,  lo intentaba besar sin conseguirlo. Yo gruñía de impotencia. De hambre. Rozaba mi boca y me ofrecía su lengua dándome a probar la punta dura y rígida entre mis labios, para apartarla, cuando me sentía gemir desesperada.

En algún momento metió un segundo dedo, con más suavidad de lo  que comenzó con uno, pero pronto sus movimientos se aceleraron  dentro de mí haciéndome desear más.  Su mano izquierda acompasaba la derecha en mi clítoris. Me apoyé en el fregadero, incapaz de mantenerme sin apoyo,  dije suplicándole. “Más, más cariño, necesito más”. Él  me sonrío lujurioso, metiendo otro dedo en mí  culo con mucho cuidado,  follándome con fuerza mientras me  hundía los dedos de su otra mano en mi coño empapado.

Acercó su cara a la mía  y al fin dejó que lo besara con furia, jadeante y lamiendo sus labios, penetrando en su boca y sorbiendo sus fluidos. Nos comíamos como locos, con frenesí, sin dejarnos apenas respirar, uniendo nuestras lenguas hasta parecer una. Saqué un poco la mía  y cogí sus labios para chuparlos y morderlos hasta notar que los tenía hinchados y calientes... ¡Dios! En la postura que me tenía –contra la encimera- no podía alcanzar más que sus labios y los chupé, lujuriosa. Mientras comía su boca sentí que sus dedos me abandonaban y gruñí con fuerza, pero apenas me dio tiempo a protestar, su mano aparto mis glúteos,  apoyo su erección en mi agujero trasero, ya resbaladizo, y me penetró con fuerza.

   Sentí aquella barra de carne  dentro de mí, tan bruscamente que me volví loca... Me retorcí de dolor…  me derretí de placer y flaqueé. Estaba agarrada al fregadero, embestía con tanta fuerza  que apenas me podía sujetar sola. “Amor me voy a caer, no puedo...¡AH! no puedo sujetarme...¡Oh Dios!”  Pero él seguía follándome tan fuerte como podía, y en sus embestidas, lo oía gritar de puro placer mientras me golpeaba contra el fregadero.

 El grifo continuaba abierto, y en una embestida, eché la cabeza hacia delante y me mojé, mi pelo comenzó a chorrear agua por todos lados. Me sacudí y el agua caía a mí cara y a mis sienes... mi cuerpo se llenó de pequeñas gotas de agua y él comenzó a lamer ansioso cada gota de mi espalda, de mis hombros. Giró mi cara y chupó con avidez, deprisa, restregó su cara en la mía mojándose y jadeando.

Cada vez que me penetraba  yo sentía como me iba deshaciendo entre sus brazos y  temblaba, se me estaban yendo las fuerzas. Él al darse  cuenta me dijo jadeando fuerte.  “Escucha vida  voy a follarte cada vez más fuerte, hasta que sienta como te caes al suelo. Quiero notar el momento en que se te doblan las piernas,  sentir como te deshaces en mis brazos.” Su respiración entrecortada golpeó mi piel. Su pecho subía y bajaba con violencia mientras seguía haciéndome gruñir con cada embestida.

Yo resbalé y él me sujetó.“Sí, así pequeña, deja que te sienta temblar  como una gata en celo.” “¡Joder, por favor!” dije apenas con un hilo de voz y mucha dificultad, necesito tocarme. Que me toques.  Apenas pude abrir los ojos. Ya estoy como tú querías, me voy a dar la vuelta, yo...yo necesito verte de frente pero estoy segura de que me caeré. “Hazlo, gírate para mí, quiero ver esa carita suplicándome por su orgasmo.”

 Al soltarme, efectivamente, se me doblaron las rodillas y me fui abajo. “Hey vida,  ven acá” me sujetó fuerte por los costados, salió de mí,  me abrazó y me sentó en la encimera sujetándome. Agachó la cabeza, miró mi coño hinchado y  empapado  de jugos y comenzó a lamerlo rozando mi clítoris. Lo chupaba mordisqueándolo. Cogí su cabeza con las dos manos y la mantuve  enterrada entre mis muslos sintiendo su lengua repasar mis labios  hasta entrar en mi  vagina ligeramente. Yo mantenía los ojos cerrados y la cabeza para atrás, así que la eché hacia delante y lo miré… Ver su pelo negro sobre mi pubis rasurado y mis piernas abrazándolo acabaron con mi silencio.

“Fóllame, follame, te lo ruego”  Me cogió, agarrando mis caderas,  mientras me abría y yo lo rodeé con mis piernas. Situó su polla en la entrada de mi vagina  y empujó,  mientras embestía  con fuerza,  sentí como se hundía con saña en mí. Grité  de gusto. ¡Ah, cabrón!...ohhhhh.”  Me sujetaba a su cuerpo   con aquella barra de carne traspasando mis entrañas.  “Si quieres paro” me miró arqueando una ceja con una media sonrisa. “Sigue follandome, dame, no pares ahora” Lo miré suplicando por mi orgasmo  “¿Cómo? ¿Cómo quieres que te de? Dímelo vida.”  Lamió mis labios y los mordió  con fuerza. Grité.

“Por detrás, métela por detrás, pero sujétame.”  Nos besamos queriendo ser uno solo, fundiéndonos.

  Salió  para, apenas en un gesto, apoyar su punta en mi culo y  comenzar de nuevo a moverse dentro de  mí de forma dura, casi cruel. Yo gritaba con cada embestida pero mi cara era de absoluto placer y él lo sabía. Lo miré, su cara y su cuello estaban mojados de sudor y aunque no lo podía ver sabía que su pecho también.  Me eché adelante y lo lamí como si fuera una piruleta, lamí su cuello y lo mordí, el gruñó y jadeó, yo lo cogí de nuevo, mordí y chupé su cuello...  “¡Así, sigue vida, sigue!”   lo agarré  fuerte con los dientes, cuanto mas fuerte chupaba yo, más  gemía él.

   Lo sentí entrar en mí de forma brutal, luego lo pagaría, pero ahora no me importaba sólo quería sentirlo dentro y seguir sintiéndolo  cada minuto de los días siguientes. Comencé a tocarme, mi flujo había encharcado  nuestras pelvis, su visión follándome de esa manera con un  traje impecablemente puesto  y su polla saliendo de él para hundirse en mí me terminó de trastornar y según lo veía embestir sentí que me deshacía. “Oh dios... me voy, me coo...agg, me agarré fuerte mientras me convulsionaba jadeando en su cuello.

Gritó mi nombre al  golpearme con fuerza y abrió su boca echando la cabeza hacia atrás.

  Entonces perdí las fuerzas y me desplomé sobre él agarrándome a su cuello. Me cogió en brazos y me dejo tumbada en la mesa de la cocina mientras acariciaba mi pelo con suavidad.

“No hay nada hecho para cenar,” dije sonriendo.

“Da igual vida, hoy solo tenía hambre de ti.”