miprimita.com

Desesperada invocadora

en Parodias

DESESPERADA INVOCADORA

Yuna se encontraba a solas en el etéreo. No sabía que había ido a hacer allí, pero sentía un aire frío y gélido acariciando su piel y meciendo sus cabellos, haciendo que se protegiera con sus propios brazos. Miraba hacia todas partes con precaución, como si tuviera el presentimiento de que algo iba a suceder allí. ¿A qué había ido? Tal vez… ¿a buscar a Tidus?

—Yuna… Yuna… —escuchó cómo una voz la llamaba entre las espesas nieblas, haciendo que se sobresaltara. Cuando miró hacia allí, vislumbró una silueta, aunque no alcanzó a distinguir de quién se trataba. Parecía tener un cabello abultado, pero no podría acertar a adivinar más cosas—: Yuna… —repitió.

—¿Q-quién eres…? —inquirió con un hilo de voz, avanzando un par de pasos con gesto inquieto.

—¿Ya no te acuerdas de mí? Tú me enviaste aquí, maldita traidora… —replicó aquel espíritu, cambiando su tono hacia uno más hostil, provocando el desconcierto en la joven—.

—¿Traidora…? —repitió ella, algo confusa—. ¿Qué te he hecho?

—No sólo no quisiste compartir tu vida conmigo, sino que también frustraste mi sueño de grandeza… ¡Ahora lo pagarás! —espetó, haciendo que, de pronto, las neblinas se despejaran y dejaran ver de quién se trataba.

—¡Seymour! —exclamó, sorprendida y asustada al verlo, retrocediendo lentamente.

El tipo comenzó a reír con maldad, mientras avanzaba como una fuerza imparable, abandonando las ataduras del etéreo. ¿Cómo podía ser? ¡Se suponía que no podía abandonar aquel lugar! ¿Tan grande era su poder? El suelo comenzó a incendiarse a su paso y el aire relampagueaba con cada una de sus expiraciones. Era como estar ante un dios, un ser superior al que nada ni nadie podía detener. Yuna se veía impotente en aquella situación, pero sabía que tenía que ser valiente y afrontarla con determinación; eso era lo que Tidus le había enseñado. Rápidamente, realizó un ritual de invocación, haciendo aparecer a Shiva ante ella, quien, como de costumbre, le dejó su velo inmaculado a ella para poder combatir.

—¡Shiva! ¡Detenlo, por favor! —pidió, depositando todas sus esperanzas en el eón.

Ésta no se hizo de rogar y concentró sus poderes de inmediato. Ante semejante despliegue de potencia por parte de Seymour, tendría que emplearse a fondo si quería pararle los pies. Por eso, en lugar de andarse con chiquitas, Shiva decidió lanzar su ataque más poderoso desde el principio, el polvo de diamantes. La gélida ventisca de cristales de hielo golpeó al otrora gran invocador Guado, quien quedó paralizado en medio de un fragmento enorme de hielo creado gracias al poder del eón. Parecía que todo había terminado.

—¡Gracias, Shiva! —exclamó Yuna, con una sonrisa.

Pero antes de que pudiera responderla, el cristal helado en el que había quedado encerrado Seymour se hizo pedazos con una facilidad pasmosa. El aura que envolvía al Guado era tremendamente potente, haciendo que a la propia invocadora se le encogiera el corazón y su eón mostrara un gesto contrariado. Su enemigo comenzó a reír con locura absoluta, mientras su energía se hacía más y más intensa.

—¡Ridículo! ¡Os mostraré cuál es el verdadero poder de un invocador! —espetó, iniciando el ritual para llamar a su propio eón—. ¡Ánima! ¡Ven y destrúyelas!

En el suelo se abrió un vórtice enorme que parecía conducir al mismísimo infierno. De él, poco a poco, comenzó a surgir aquella impresionante y terrorífica bestia, el que era considerado el eón más poderoso de todos, después del supremo. Yuna se vio acobardada por aquel inmenso despliegue de poder que había hecho su contrincante,

viendo cada vez más cerca su final, ya que era incapaz de hacer frente a semejante fuerza. De inmediato, tanto ella como Shiva contemplaron cómo todo su alrededor empezaba a desaparecer, siendo transportadas a un lugar que parecía ser el mismísimo averno. Allí, las cadenas de aquel monstruo fueron rotas y todo su poder fue desplegado, iniciando una tremenda serie de ataques fortísimos que comenzó a desintegrar a ambas y esparcirlas por aquel mundo infernal…

—¡Yuna, despierta! —la llamó una voz femenina, haciendo que se incorporara, sobresaltada, con todo su cuerpo empapado de sudor y jadeando.

—¿Q-qué…? ¿Era… sólo una pesadilla? —balbuceó, tratando de ordenar sus pensamientos y aclarar todo aquel torbellino de imágenes.

—Eso parece —confirmó la persona que se hallaba a su lado—. Me invocaste y, cuando aparecí, te encontré envuelta en pleno sueño, con gesto de sufrimiento.

—¡Shiva…! —se sorprendió, al haberla invocado mientras dormía—. Siento mucho haberte traído sólo por… un mal sueño.

—No te preocupes, Yuna —la tranquilizó el eón, que se hallaba sentado en el borde de la cama—. Sé que lo estás pasando muy mal desde que Tidus…

No llegó a terminar la frase, pero ambas sabían el final. En efecto, desde que el chico había desaparecido, la invocadora no lograba dormir bien. Siempre se sentía sola y algo indefensa, pues había llegado a depender mucho de aquel jovial muchacho venido de algún lugar muy diferente a la Spira del presente. Incluso, el dolor era aún mayor, ya que había sido la primera persona a la que había amado de verdad y le había entregado totalmente su cuerpo y su corazón, aquella apasionada noche en el lago de Macalania. Aquel día había ido al etéreo para ver si se encontraba allí, pero no había hallado rastro de él y se encontraba desesperada. Ahora, se alojaba en la casa Rin de la llanura de los rayos, planeando volver a Besaid próximamente, desistiendo finalmente de su búsqueda infructuosa.

—¿Crees que… algún día podré llenar el vacío que ha dejado…?

—Eso sólo lo sabrás si lo intentas… —replicó Shiva, esbozando una sonrisa en su rostro azulado.

—Yo… quiero intentarlo… pero sólo vosotros, mis eones, estáis tan cerca de mí como lo estuvo él… —dijo, con aire alicaído, pensando que nunca encontraría a nadie que pudiera sustituirle.

—Entonces tendrá que ser uno de nosotros quien llene ese vacío… —musitó, tendiéndose lentamente sobre las mantas que cubrían el cuerpo de la invocadora—. Aunque no sea lo socialmente correcto…

—Dejé de pensar en lo que es socialmente correcto hace mucho… —respondió la joven, mirando el bello y esbelto cuerpo del eón, que ahora se encontraba a pocos centímetros de ella—. Intentémoslo…

Shiva esbozó una media sonrisa al escuchar aquellas palabras de los labios de Yuna, apartando entonces las ropas que la cubrían para introducirse con ella en la cama. Su cuerpo estaba cubierto con un fino pijama de color blanco, con la parte de arriba abierta, dejando su sostén negro a la vista. Ambas se abrazaron y, de súbito, la joven sintió aquel frío helador que rodeaba a su eón, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera y esbozara una mueca de incomodidad.

—¡Estás muy fría…! ¡No sé si podré soportarlo…!

—Entonces, cuanto antes entremos en calor, mejor… —replicó ella, con una voz provocativa y picaruela—. Déjate llevar.

Yuna fue a contestar con una expresión dubitativa, pero los labios de su acompañante se lo impidieron, pues se posaron sobre los suyos como un roce gélido de

una ventisca, pero a la vez agradable. Sus cabezas comenzaron a moverse lentamente, haciendo que el roce de sus lenguas se convirtiera en un apasionado baile que gratificaba mucho a la invocadora. Nunca había pensado que alguna vez pudiera sentirse atraída por una mujer, pero lo cierto era que aquella sensación no la desagradaba en absoluto. Sus manos comenzaron a despojar al eón de todas aquellas prendas tan livianas que solía vestir, dejando su cuerpo blanco azulado totalmente desnudo, con sus cabellos rubios cayendo sobre su cuerpo con gracilidad. Sus labios se separaron de nuevo entonces y ambas se miraron durante unos instantes.

—Ahora que ya sabes cómo es, ¿quieres continuar? —inquirió Shiva, acariciando los cabellos de la joven.

—Quiero llegar hasta el final… —respondió ella con una sonrisita encantada, mientras deslizaba una mano por la espalda de Shiva, acariciando su fría y tersa piel siberiana, llegando hasta el culo y dándole un pequeño azotito cariñoso que intentaba provocarla.

La respuesta no se hizo esperar y ella lanzó una mirada lasciva a la invocadora. Se colocó sobre ella recostándose sobre su cuerpo, aún cubierto por el pijama, y comenzó a besarla con pasión, entrelazando sus lenguas dentro de sus bocas y volviendo a danzar, aquella vez con un ritmo más allegro. A la vez, sus manos comenzaron a despojar a Yuna de la parte superior del pijama, la cual ya se encontraba desabrochada, dejando sus sublimes senos totalmente a la vista, tan sólo tapados parcialmente por el sujetador. Tras hacerlo, la invocadora rodeó con ambos brazos a su eón, acariciando con una mano su suave y sedoso cabello, mientras con la otra apretaba los glúteos de la dama helada, llegando a pellizcarlos en alguna ocasión. Aquello no hizo más que aumentar el ansia sexual de Shiva, quien comenzó a bajar los pantalones del pijama lentamente, hasta que llegó a la mitad de los muslos, momento en que se los arrebató a su portadora con un fuerte tirón.

Ahora sus pieles estaban en contacto, pudiendo notar la joven mucho mejor el halo gélido que envolvía a aquella diosa de la nieve, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera, emitiendo gemidos de molestia. No obstante, su lívido iba aumentando a cada segundo que pasaba, por lo que, poco a poco, dejó de sentir el frío helador, debido a la intensa corriente de calor que la recorría por dentro. Los besos comenzaron a ser mucho más apasionados e intensos, haciendo ambas bruscos movimientos de cuello que nunca pensó que pudieran hacer. Shiva, por su parte, desabrochó el provocativo sujetador de Yuna con una mano, mientras que, con la otra, bajaba el tanga de la joven, que era del mismo color que el sostén. La invocadora la estrechó contra sí con fuerza mientras lo hacía, para después dejar que sus labios se alejaran, una vez fue despojada de toda su ropa íntima. Su respiración era jadeante y sus mejillas estaban enrojecidas; pero, aún así, lo más intenso en su rostro eran sus ojos, que estaban llenos de deseo. La joven deslizó una de sus manos hasta el pubis del eón, acariciando la zona suavemente con la yema de los dedos e introduciendo uno de ellos en su vagina lentamente. Una vez dentro, comenzó a acariciar aquel santuario sexual con dulzura, haciendo que Shiva cerrara los ojos, mostrando un gesto de puro placer, mientras comenzaba a gemir débilmente.

—¿te gusta? —preguntó la invocadora, mientras apretaba también los glúteos de su acompañante.

—Sí, Yuna… Jamás tuve una relación tan estrecha con ninguno de mis invocadores… —respondió entrecortadamente, debido a los gemidos.

—Lo suponía… —comentó, deslizando su otra mano hacia el valle que quedaba entre ambos glúteos e insertando algunos dedos dentro de la fría grieta que era el culo de Shiva. A la vez, comenzó a meter y sacar el dedo de su coño, cada vez más rápido,

acariciando con sensualidad su interior—: Yo tampoco me había sentido nunca tan cerca de un eón… o de una mujer…

—¡Oh, mi ama…! —exclamó, soltando un profundo gemido al sentir aquellas delicadas falanges dentro de su cuerpo, moviéndose y produciéndola un placer extremo. Shiva comenzó a subir y bajar la cadera, haciendo que los dedos de su nueva amante la penetraran más con cada movimiento, con una respiración acelerada y unos gemidos cuya intensidad iba en aumento.

La dama de hielo descendió entonces sobre el cuerpo de la joven, comenzando a lamerle el cuello, haciendo que ésta levantara la cabeza y esbozara una mueca de gusto, mientras proseguía su penetración digital. La fría y fina lengua del eón recorría su piel, plantándose sus labios de vez en cuando y besando su esbelto cuello. Poco a poco, fue descendiendo, pasando por el canalillo y comenzando a degustar aquellos prominentes y voluptuosos senos. Al hacerlo, Yuna sintió un gran gusto, cerrando los ojos mientras continuaba con su tarea, deleitándose con la manera que tenía la princesa nórdica de chupar aquellos generosos pechos, como si fueran un plato exquisito, apto para los mejores paladares. Su lengua se deslizaba lasciva por su piel y sus labios apretaban con fuerza los pezones de la invocadora alternativamente, mientras gemía con cada movimiento de sus dedos en su interior. El eón empezó a comportarse movida por el ansia, chupando con lujuria y deseo aquellas tetas tan sublimes, de manera que Yuna comenzó a gemir de gusto, dejando de penetrar el trasero de su acompañante y apretando con dicha mano la cabeza de ella contra su busto, sin querer dejarla escapar. Eso aumentó aún más el ansia de Shiva, quien parecía querer devorar aquellos pechos.

—¡Ah, sí…! ¡Shiva, fóllame, por favor…! —exclamó la invocadora entre gemidos.

Shiva continuó con lo que hacía, mientras Yuna acariciaba cada vez más rápido y fuerte su santuario virginal. Finalmente, de éste comenzó a salir un líquido frío, aunque fluido, como el agua más pura que jamás haya visto ningún humano, empapando la mano de la joven mientras su eón profería un gran gemido. Y su cuerpo se estremecía de placer.

—¡Ah, mi ama…! ¡Vuestros deseos son órdenes para mí!

La petición de Yuna no tardó mucho en ser complacida, colocando Shiva su pubis pegado al de ella, sentándose sobre él y dejando sus suaves coños pegados. Sus manos quedaron apoyadas sobre el vientre de la invocadora, la cual la contemplaba desde abajo con deseo, mientras se relamía lentamente. El eón esbozó una sonrisita pícara, mientras de su vagina surgía poco a poco, creándose a partir de hielo puro, un cristal con forma de pene, que penetró en Yuna, la cual se estremeció al notar aquel contacto tan frío y placentero, soltando un profundo gemido. La dama helada se recostó entonces de nuevo sobre ella, besándola, mientras la abrazaba con ambos brazos. Sus manos acariciaron su pelo mientras sus caderas comenzaban a moverse, generando dentro de Yuna una sensación que tan sólo Tidus le había hecho sentir. Los gemidos se ahogaban dentro de los labios de Shiva, mientras las manos de ésta última se deslizaban lentamente por la espalda de su ama, llegando finalmente hasta el culo. Una vez allí, hizo crecer un nuevo cristal de hielo, similar al que se alzaba de su vagina, que penetró dentro del trasero de la joven, haciendo que volviera a estremecerse y soltara un grito ahogado. Ahora estaba totalmente segura de que deseaba aquello, de que quería sentirse así siempre que pudiera, nunca sola y triste.

—¡Gracias, Shiva…! ¡Sigue hasta el final…! —exclamó cuando los labios de su amante se lo permitieron, mientras la rodeaba con brazos y piernas, estrechándola todo lo fuerte que podía.

Shiva comenzó a penetrarla por ambos orificios más rápida y duramente, de manera que los gemidos y gritos de placer de Yuna quedaban ahogados por los salvajes besos de la princesa glacial, que parecía haberse convertido en una bestia sexual. Las capacidades físicas de los eones eran muy superiores a las humanas y, en esta ocasión, se notaba con creces, haciendo que la invocadora sintiese como si su cuerpo fuese a reventar a causa de las fuertes embestidas con las que Shiva penetraba su santuario femenino. Como consecuencia, tras un par de minutos de intenso placer, una sensación de plenitud llegó hasta la joven, la cual emitió un grito de placer que ni siquiera su compañera pudo ahogar, a la vez que su coño comenzaba a ser manchado por un cálido fluido que brotaba de su interior con gran fuerza, manchando aquellos puros cristales de hielo con la marca de su orgasmo final.

—¡Ah, Shiva…! ¡Ha sido… estupendo…! —exclamó, jadeando, después de que el eón cesara su penetración lentamente, dejando el hielo metido en su interior.

—Siempre que necesites consuelo, Yuna… invócame… Te lo proporcionaré con gusto… —replicó ella con una voz muy atractiva, antes de besarla de nuevo, pero ahora con ternura.

—Lo haré… —aseguró ella, después de que sus labios se separaran.

Mas de Emachan

Infiel