miprimita.com

Jane

en Fetichismo

 

 

Lo vuelvo a subir. Lo borre hace tiempo, publicado con otro nombre, y ahora lo subo de nuevo.

Trataré de sguirla poco a poco.

Por cierto, una recomendación a Fetichistas, leeros la saga "Belen" del autor "AMOFETICHISTA", amante de los pies como yo y muchos de vosotros.

 

Está en grandes series.

 

 

UNO

 

Lunes 9 de abril de 2012

- ¿No vienes?

            Jane negó con la cabeza a su amiga Anna.

            - Quiero que el señor Higgins me revise el examen del jueves. Creo que merezco mejor nota. – dijo sonriendo a su amiga mientras abrazaba su carpeta tras echarse sobre el hombro derecho la mochila.

            - De acuerdo. – Sonrió Anna – Nos vemos entonces luego, en Harry’ s, tenemos que celebrar el cumpleaños de Martha. No todos los años se cumplen dieciocho.

            Jane sonrió asintiendo y vio a su amiga marcharse por el pasillo en compañía de otras tres chicas y dos chicos más de clase.

            Andando por el pasillo, leyendo los carteles que los alumnos de su curso y del inferior habían colocado sobre “ EL DIA SIN ZAPATOS” que se celebraría mañana y sonrió imaginándose cuantos serian los que mañana vendrían descalzos. Ella misma lo había pensado, pero al final se dijo que no le agradaba demasiado la idea, así que a pesar de que Anna y Martha, sus dos mejores amigas habían asegurado que vendrían, ella ya había dicho que no.

            Jane llegó finalmente hasta el jardín que tenía que cruzar para llegar al claustro de profesores.

            En el césped había grupos de chicos y chicas tirados riendo, charlando y aprovechando el buen tiempo que hacía para esa época del año. Deseando ser uno de ellos, resopló pensando en lo que le costaría persuadir al estricto director del colegio para que revisara su examen. Había sacado un cinco en matemáticas, y si no sacaba por lo menos un siete no podría optar a estudiar económicas, y ese examen tiraba toda su nota media a la basura.

            Sabia, aunque quizás eran rumores, que algunas alumnas habían subido nota con Higgins acostándose con él, algo que si era cierto le convertía en un cerdo al hacerlo con alumnas menores de edad, aunque ella misma ya había cumplido hacia justo una semana los dieciocho. Seguramente, si esa historia era cierta, más de una chica de diecisiete había pasado por entre sus piernas para aprobar. La pregunta era, si aquella historia fuese cierta y Higgins le ofreciera algo así, ¿ella aceptaría? Sabía que hoy por hoy no, no le denunciaría, peo se negaría en rotundo, quedaban dos exámenes más y podría subir la nota, otra cosa sería si no tuviera más oportunidades, en ese caso, sin duda sí que le haría aunque solo fuera una mamada, algo que ella ya había hecho en la parte de atrás del coche de Paul, el que fuera su novio de verano y hasta principio de curso, y con el que ya había perdido la virginidad en el verano pasado.

Volvió a entrar en el edificio por el otro extremo del jardín y cruzó el pasillo siguiente saludando a los profesores que se cruzaban en su camino hasta llegar al final del mismo al despacho del Director Higgins, que como siempre estaba cerrado. Llamó a la puerta suavemente y enseguida sonó el mecanismo que la abría desde la mesa del director tras ver este quien llamaba por la cámara que había en una esquina y apuntaba siempre a la puerta.

            - Ah, señorita Parker. Pase, pase y siéntese.

            Sonriendo, Jane cerró la puerta tras de sí y se sentó frente al director, en el otro extremo de su mesa.

            Higgins era un hombre alto, fuerte, de pelo canoso y barba bien recortada que rondaría los cincuenta.

            - Gracias señor.

            - Bien, dígame ¿Qué desea?

            - Señor, creo que merezco más nota en el examen del jueves, y me gustaría revisarlo con usted. Me ha bajado la media, y como sabrá quiero estudiar económicas.

Higgins sonrió, asintió y abrió un cajón. Sacó un fajo de exámenes y buscó uno, lo retiró del montón y empezó a repasarlo.

            - Veamos… .

            Jane se mordió el labio sonriente, anegando uno punto más aunque fuera.

            - ¿Cree usted que se merece esa revisión?

            - Si señor, así lo creo.

            Higgins sonrió. Miró a su pantalla de ordenador y sonrió.

            - Está bien. Le revisaré el examen, pero no le saldrá gratis.

            Jane tragó saliva. Así que era cierto. Nerviosa, estaba a punto de levantarse para negarse en rotundo a cualquier oferta cuando sonriente, Higgins siguió hablando.

            - ¿Sabe qué día es mañana?

            Jane se quedó sentada sin saber que hacer o decir. Absurdamente, a pesar de haber leído los carteles viniendo, negó con la cabeza.

            - Eso me parecía, ya que no está entre los que mañana vendrán descalzos.

            Sonriendo, Jane comprendió.

            - Oh, eso. – Dijo más tranquila – Mañana es el día sin zapatos.

            - Eso es. ¿No vendrá usted mañana descalza?

            - No señor.

            - ¿NI siquiera sin zapatos? No es lo mismo, ¿sabe? Algunas compañeras suyas, como Anna Smith ha dicho que vendrá pero con medias o calcetines. – Higgins esbozó una mueca divertida– Demasiado pulcra, quizás para enseñar sus pies desnudos.

            - No señor, yo no vendré mañana sin zapatos ni descalza.

            - Es una lástima. Porque era una de las condiciones para revisarla el examen.

            Jane parpadeo quedándose sorprendida. ¿Había oído bien?

            - ¿Qué quiere decir?

            Higgins sonrió.

            - La ceremonia de graduación es el viernes uno de junio.

            Jane asintió.

            - Eso son desde hoy, y hasta entonces, ambos incluidos, cincuenta y cuatro días.

            Jane hizo una mueca divertida sin saber a donde quería ir a parar el director.

            - Le propongo una cosa. Pase esos cincuenta y cuatro días descalza las veinticuatro horas y no tendrá problemas para estudiar económicas en la más prestigiosa universidad con las mejores becas.

            - ¿Cómo dice? – dijo Jane casi divertida.

            - Descálcese ahora mismo, y no se vuelva a calzar hasta el dos de junio, y estudiará lo que desee donde quiera, es más, si se descalza ahora mismo ante mí y deja aquí su calzado, ahora mismo le pondré un ocho en el examen. Usted solo tiene que permanecer descalza hasta el día dos de junio y no modificaré la nota.

            - ¿Todos los días todo el tiempo?

            - Si señorita, una autentica barefooter 24/7.

            - Pero en casa no me dejaran.

            - ¿Está usted dispuesta a aceptar el trato?

            Sin dudarlo, y sin moverse, con dos rápidos movimientos y sonriendo, Jane se descalzo las deportivas y las posó después sobre la mesa del director, este sonriente, cogió el teléfono.

            - ¿Estarán sus padres en casa?

            - Si. – Dijo Jane sonriendo y frotando sus pies uno con otro – Mi madre seguro que sí.

            Y ante su mirada, el director marcó el número de su casa mientras ella notaba el suelo de parquet bajo sus pies cubiertos por calcetines.

            - ¿Señora Parker? Buenas tardes soy el director del instituto de su hija Jane…

            > > No se preocupe, no ocurre nada malo. Verá es sobre su hija. Ha tomado una decisión… Una decisión valiente y que la honra, aunque puede que la haga parecer un bicho raro una temporada… No, nada serio – dijo sonriendo.

            - Verá. – continuó el director - ¿Sabe qué día es mañana? … . Si, efectivamente, es ese día. Bien, su hija ha decidido adelantarlo a hoy, y la tengo ante mí, ahora mismo descalza, dispuesta a seguir así hasta fin de curso, dispuesta incluso a regalar todo su calzado a la indigencia.

            Jane abrió los ojos, eso no se lo esperaba, no había dicho nada de eso. Estaba a punto de protestar cuando el director anotó en su examen, tachando el cinco que había, un 9. Jane tragó saliva y sonriendo guardó silencio.

            - Oh, no, ahora mismo está totalmente descalza, pero no me ha dicho si su idea es esa o pretende venir algún día con algo que cubra sus pies.

            > > Verá las normas del instituto indican que los alumnos han de venir correctamente vestidos, pero no dice nada de que de no puedan venir descalzos. De hecho, mañana muchos vendrán así, aunque es cierto que es un día especial.

            Se asomó por encima de la mesa y viendo los pies de Jane cubiertos por los calcetines los señalo y después la indicó que se los diera. Anonadada, sorprendida, y casi divertida, Jane obedeció, mostrando sus pies de uñas lacadas en rojo al director que sonrió complacido. Metió cada calcetín en una deportiva y después las guardó en un cajón de su escritorio mientras Jane sentía la cálida tarima de madera bajo sus pies descalzos, encogiendo y abriendo sus deditos mirándolos divertida.

            - O, por supuesto que sí, si antes de la graduación deseara volver a calzarse podría hacerlo. Solo quería decirle, que su hija será todo un ejemplo de humanidad, y que por mi parte no recibirá castigo ni reprimenda alguna por su actitud, es más será alabada y tendrá un punto más en la nota final de cada asignatura.

            > > Bien, si por su parte está de acuerdo. No hay nada más que hablar, Muchas gracias señora Parker. Un saludo.

            Colgó y se quedó mirando a Jane.

            - ¿Bien, acepta? - dijo agitando su hoja de examen con el 9 brillando como una señal luminosa.

            - ¿Tendré un punto más en cada asignatura?

Higgins asintió.

            - ¿Si decido en unas semanas rendirme?

            - Suspenderá mi asignatura.

            - ¿Solo desea esto, nada más?

            - Nada más. Por supuesto, si descubro o me entero que se ha calzado aunque solo sea una sandalia para andar por casa me aseguraré de que repita curso.

            Jane sonrió. Serian cincuenta y cuatro días solo. Tendría que estar descalza, pero lavándose y cuidándose bien los pies a diario, mirando bien donde pisaba, no sufriría daño alguno.

            - ¿Podre usar medias o calcetines algún día?

            Higgins gruño.

            - De lunes a viernes solo un día por semana. Los fines de semana haga lo que desee, siempre y cuando no cubra sus pies con calzado alguno.

            - ¿Tendré que regalar de veras todo mi calzado?

            - Así se lo he hecho saber a su madre, que me ha dicho que cuando llegue la ayudará a guardarlo todo, si es lo que de verdad desea, en cajas y acompañarla este domingo a la iglesia a llevarlo usted misma.

            Jane se mordió el labio.

            - ¿Y qué debo hacer?

            - ¿Resistirá la tentación de no calzarse nada ni siquiera para probarlo?

            Jane sabía que no, así que suspiró resignada.

            - Lo donare todo.

            Higgins sonrió.

            - ¿Qué numero de pie tiene usted?

            - Un treinta y ocho.

            - ¿Su madre?

            - Más pequeño. – Dijo sonriendo – Descuide, no me calzaré sus tacones. Ya me hicieron una herida una vez.

            - Otra cosa más.- dijo Higgins sonriendo - Cada día, antes de irse a casa, vendrá aquí para enseñarme sus pies, empezando ahora mismo. – dijo palmeando la mesa con las manos.

            Jane, sonriendo divertida, sin sospechar nada de las inclinaciones fetichistas del director, subió los pies encima de la mesa y este sonrió admirando las suaves y tersas plantas, blancas y delicadas, de los pies tan hermosos de la joven, unos pies algo delicados, de dedos cortos y delgados, de arcos suaves y pronunciados.

            El hombre acarició ambas plantas sintiendo unas leves callosidades en las almohadillas producidas por el abuso de tacones, algo que también empezaba a dar forma suave a unos pequeños juanetes que no afeaban el pie, pues eran casi imperceptibles y le daban hasta un hermoso aspecto de mujer madura. Jane, sonriente, divertida sintió las cosquillas y se mordió el labio inferior. Si solo quería esto cada día, estaría dispuesta a hacerlo un curso entero si la daban el aprobado.

            Excitado, Higgins dejó de acariciar esos pies y sonrió.

            - Señorita Parker. Tiene unos pies preciosos. – Jane se ruborizó, pero no bajó los pies, no sabía porque pero estaba a gusto, incluso los frotó uno con otro ante la mirada del director que notaba su polla engordar tras sus pantalones y deseaba masturbarse con esos pies hasta llenarlos de su esperma y ver como después la chica se los limpiaba ella misma con su boca hasta dejarlos limpios, como el mismo obliga a su mujer en su casa, aunque realmente no fuera una obligación, ya que para ella era un placer – Si cumple su promesa. Al final del curso, tras la graduación, en la cual estará también descalza, la gratificaré notablemente con recomendaciones a las mejores universidades, y es más, si convence a alguna amiga a que haga lo mismo que usted, la prometo que la encontraré un trabajo a media jornada donde quiera que sea el lugar en el que estudie.

            Higgins, preso del deseo, volvió a acariciar esos pies sonriendo, notando como Jane sonreía igualmente mientras se mordía el labio inferior, notando incuso los pezones de sus pequeños pechos endurecerse tras el sujetador. Estaba tan excitada que si ahora miso el director la pedía una mamada se la haría sin duda alguna.

            Higgins acarició suavemente las durezas de las almohadillas de la chica y tosiendo, se sentó finalmente.

            - Puede bajar los pies.

            Aun excitada, Jane obedeció sonriendo. Necesitaba masturbarse. No había vuelto a acostarse con nadie desde que lo hiciera con Paul ese verano, algo que ocurrió hasta en siete ocasiones, una de ellas anal por tener ella el periodo y que a pesar del terrible dolor, hasta hacerla sangrar, la encantó. Desde entonces se masturbaba una noche si y una no, y aunque anoche en la cama mojó su mano profusamente con su néctar, necesitaba imperiosamente hacerlo ahora de nuevo presa de la excitación que la había producido sentir esas manos en sus pies.

            - Bien, ya sabe, hasta el día después de la graduación, la quiero descalza.

            > > Puede irse.

            Y sonriente, Jane se levantó de la silla y se fue alejando mientras el director admiraba la belleza de esos pies descalzos que sobresalían apenas por el bajo de unos vaqueros que arrastraba ahora la chica dejando solo ver sus deditos lacados de rojo y que él deseaba volver a acariciar junto a toda la suave y tierna superficie de esa planta donde las durezas de unas tiernas almohadillas le habían provocado tal excitación que notaba como sus pantalones se humedecerían solo del recuerdo.