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Jane - 2

en Fetichismo

DOS

Jane se quedó apoyada unos segundos en la puerta del despacho del director una vez la cerró tras ella y se encontró en el pasillo. Respirando algo agitada y con los ojos cerrados, sintiendo el suelo entarimado bajo sus pies descalzos, la chica notaba su excitación sobrecogerla y pedirla a gritos que se masturbara.

            Abrió los ojos y miró hacia abajo. Solo se veían los deditos de sus pies sobresalir por el bajo de los pantalones vaqueros que arrastraba. Se mordió el labio, sintiendo aun sus pezones duros, y sin pensárselo más, comenzó a correr por el pasillo, agitada y excitada, notando sus pies deslizarse libres por el entarimado al ritmo acompasado de un suave TAP TAP TAP.

            Sin detenerse, cruzó el jardín sin preocuparse en si alguien la miraba y se percataba de la desnudez de sus pies llegando al edificio donde se impartían las clases, y más moderno que el sitio donde estaba el claustro de profesores. Antiguamente, ese edificio que había dejado atrás era el colegio original de la pequeña ciudad de Springfield, pero con los años, hubo que hacer el nuevo y más moderno, donde se encontraban las aulas, y que ahora recorría corriendo sintiendo el frio mármol en sus pies descalzos que emitían un TAP TAP TAP al deslizarse rápidamente por el mismo tan suave como el anterior, pero tan distinto a la vez como eran también distintas las sensaciones que las plantas de sus pies percibían en cada distinta superficie que habían pisado ya. Suelo entarimando de madera, viejo y desgastado, camino de arena del jardín, y mármol blanco del edificio nuevo.

            Todavía había varios alumnos circulando por el centro, que albergaba a alumnos de catorce a dieciocho años. Muchos de ellos estaban sentados en los pasillos charlando animadamente, otros de pie, sonreían mientras reían bromas, algunos charlaban con algún profesor por los pasillos camino de los jardines y quizás del claustro. Jane aminoró la marcha para no llamar demasiado la atención, y mochila al hombro, la carpeta bien abrazada sobre su pecho, miró al suelo observando detenidamente su lento andar y como sus deditos asomaban a cada paso mostrando hasta parte del empeine en ocasiones.

            Siguió andando, a paso apresurado, sin saber si la gente la observaba o la señalaba, hasta llegar al pasillo donde estaban los aseos para chicas. Apresurando el paso, sintiendo aun la tremenda excitación que las manos del señor Higgins habían provocado al tocar sus pies, Jane entró en los aseos y a continuación en una de las cabinas de los retretes, la cual cerró por dentro. Rápidamente dejo su mochila y su carpeta en el suelo y tras bajarse e incluso quitarse el pantalón y el tanga que llevaba y dejarlos sobre su mochila, quedándose desnuda de cintura para abajo, se sentó en el inodoro con las piernas bien abiertas, empezando a acariciar su pubis cubierto del vello moreno y rizado comenzando a acariciar los pliegues de su coñito sonrosado que se abría más y más a cada roce de las yemas de sus dedos mientras con la otra mano buceaba dentro de su camiseta y su sujetador para acariciar sus duros pezones.

Jane cerró los ojos dejándose llevar, imaginándose de nuevo a Higgins acariciar sus pies y presionar en las almohadillas de debajo de sus dedos, llegó más allá, llegó a imaginarse que Higgins la besaba, que era él quien la estaba metiendo mano, incluso que besaba y lamia sus pies descalzos, que ahora ella frotaba en el frio suelo de mármol, apoyando solo las almohadillas y los dedos, con fuerza, para sentir la misma presión que había sentido en el despacho de Higgins, para sentir lo miso que esas hábiles manos habían provocado en ella, algo que jamás hubiera esperado o imaginado, un ferviente deseo de que sus pies fueran tocados besados, adorados y que la provocaron una excitación tan salvaje que crecía en ella más y más mientras sus dedos entraban y salían de su coño cada vez más húmedo a la vez que la otra mano pellizcaba sus pezones, sonrosados y abultados en unos pequeños pechos que ya había dejado al aire dejando su camiseta y su sujetador por encima de los mismos.

            Resistiendo las ganas de gemir, al notar que alguien más entraba en el aseo, Jane apretó los dientes con fuerza cuando con sus dedos empezaba a acariciar su clítoris mientras con los que le quedaban libres de la mano buceaba en los interiores de su mojado coño, encogiendo los dedos de sus pies descalzos, ya apoyados por completo en el frio suelo de mármol, mientras se corría mojando sus manos con su néctar que se escurrió por las paredes del retrete durante dos segundos como si fueran las últimas gotas de orina tras una larga meada, quedándose exhausta, sacando su mano de dentro de su coño, Jane sonrió mientras ahora sí, se relajaba hasta dejar a su vejiga vaciarse.

            Satisfecha, se limpió la mano con papel higiénico y después su propio sexo. Tiró el papel al retrete, tiró de la cadena, y aun excitada y sonriente se miró sus pies descalzos antes de vestirse completamente y salir de la letrina, feliz y como si nada raro hubiera pasado dentro.

Mientras andaba de nuevo por los pasillos, ahora casi desiertos, Jane empezó a pensar en lo que la había sucedido en los últimos minutos y en cómo había desembocado todo en una masturbación tan brutal como incontrolada que la había dejado plenamente satisfecha.

            En su cabeza aun bullían las imagines del señor Higgins tocando sus pies y la agradable y excitante sensación que esto la había producido, tanta que había tenido que correr a masturbarse sin demora cuando sus pies aun sentían el tacto de las ásperas y cálidas manos de ese hombre.

            Se detuvo en el pasillo ante el cartel que anunciaba para mañana “ EL DIA SIN ZAPATOS” , ante el cual había un pequeño grupo de chicos y chicas sonriendo. Jane miró a sus pies, y encogiendo los dedos dejó estos bajo sus pantalones sin que se apreciara la desnudez de los mismos mientras miraba el cartel donde había fotos de chicos y chicas descalzos en distintos lugares del país durante la celebración de ese día el año pasado. Aquí era la primera vez que lo hacían, pero ella, sonriente, se dijo, lo llevaría más allá, y sorprendida, estaba descubriendo que la sensación que transmitía a sus pies el andar descalza, la estaba encantando.

            Siguiendo su camino, viendo sus deditos asomarse a cada paso, sacó de su mochila su IPHONE y marcó el número de Anna. Su amiga contestó al momento.

            - ¿Dónde estás?

            -Salgo ahora del instituto.

            - Bien. Te esperamos aquí todavía.

            - Vale – dijo algo excitada y sonriente.

            > > No te vas a creer lo que me ha pasado.

            Su amiga bajó el tono de voz.

            - ¿Te ha revisado el examen?

            - Si, y… - resopló – No sé, es demasiado para contarlo por teléfono, pero no te esperes nada truculento, si no algo… algo raro, curioso, divertido e incluso excitante.

            - ¿Se las has chupado, te ha follado?

            Jane rió tan alto que hizo que varias personas que se cruzaban con ella mientras salía del instituto y cruzaba la calle la miraran.

            - No, nada de eso, nada de eso. Ya verás. Es algo… Algo distinto.

            Y colgó, y al hacerlo, al mirar al suelo, se dio cuenta de que estaba ya en la calle y de que sus pies pisaban el áspero y tibio asfalto de abril, y que sentía una sensación tan agradable como si lo llevara haciendo toda la vida. Y sonriente, siguió andando descalza por la calle hasta la parada del autobús.

En el autobús tuvo tiempo de pensar en que diría a sus amigos cuando ahora y después del día de mañana la vieran descalza.

            Tenia claro que a Anna y a Martha las contaría la verdad, pero para el resto mantendrían la excusa que el señor Higgins había dado a su madre, lo hace por solidaridad y por continuar durante más de un mes con la iniciativa de “ UN DIA SIN ZAPATOS”.

            Sentada en el autobús, Jane inspeccionó las plantas de sus pies. Estaban grises, blanquecinas, apenas sucias, pero al acariciarlas sintió la aun suave aspereza de esa suciedad adherida a sus plantas delicadas y suaves.

            Pensaba en lo que haría cada día al llegar a casa. Se lavaría bien los pies, dejándolos limpios, y antes de acostarse se daría un suave masaje con una crema hidratante para que no se le resecaran ni agrietaran. Si se hacia alguna herida, se pondría alguna tirita y el día siguiente iría con medias o calcetines, y si hacia frio también, por lo menos por un día, aunque no creía que hiciera ya frio, sino más bien lo contrario, y tal vez se abrasara los pies por el calor. Eso la hizo poner una mueca, pero el recuerdo del áspero asfalto acariciando sus suaves pies la hizo pensar en positivo. Asombrosamente, algo que jamás había hecho, algo en lo que jamás había pensado, la gustaba, la encantaba, la excitaba, y estaba deseando seguir así. Ya hasta se veía incluso durante todo el verano descalza, incluso por qué no, en la universidad, pero eso ya, se dijo, quizás sería demasiado. De momento, pensaba inspeccionando ahora el otro pie divertida y sonriendo, solo hasta el día después de la graduación, después, se dijo mientras acariciaba la panta de su pie, ya veremos.

Entró en Harry´s sintiendo el suelo pegajoso de este en sus pies. Aunque la dio asco saber que pisaba un suelo mal fregado y donde se habrán caído varios refrescos y comida, siguió andando sintiendo ese suelo frio y pegajoso bajo sus pies hasta ver la mesa en donde estaban sus compañeros. Allí estaban Anna, Martha, Betty, Peter, Alfred y Bruce. Sonriendo, hizo una seña a Anna que viéndola, se levantó de la mesa y fue donde ella sonriente, intrigada por la reciente conversación, y deseando saber que le contaba su amiga sobre ese algo distinto que había ocurrido para que el director la revisara el examen y ella se encontrara tan alegre, tan feliz, tan contenta por teléfono.

Cuando llegó junto a ella, Jane la sonrió.

            - Bueno… - pregunto intrigada Anna - ¿Dime?

            No se había fijado en ella, en sus pies. A decir verdad, nadie lo había hecho. Al estar cubiertos por su totalidad salvo por los dedos por los vaqueros, nadie lo había notado, y tal vez, si alguien había visto sobresalir los dedos, habría pensado que usaba unas sandalias, y no había nadie tan observador como para notar que esa mañana Jane Parker calzaba unas Nike blancas del 38 y ahora se veían sus deditos de uñas pintadas en rojo por el bajo de los vaqueros

            - Me ha revisado el examen, y me ha subido la nota. Además, tendré un punto más en cada asignatura al final de curso solo si hago una cosa a diario de aquí hasta después de la graduación.

            - ¿¡EL QUE PARA HACERLO YO TAMBIEN!? – Dijo Anna gritando y sonriendo, casi totalmente en serio, sin pensar en si se vería obligada a acostarse con Higgins o chuparle la polla hasta ahogarse con su corrida. – Estoy dispuesta a todo.

            - Vivir descalza cada día de la semana durante todo el tiempo.

            Y mirando al suelo, cogió sus vaqueros a la altura de los muslos con las manos y mostró sus pies descalzos a su amiga que sonrió incrédula sin poder quitar ojo de los blancos y descalzos pies de Jane.

            - Que. – dijo Jane sonriendo - ¿Estas dispuesta a esto?

            Anna sonrió y miró a su amiga a los ojos tras ver como los pies de esta se ocultaban de nuevo cuando Jane dejo caer sus pantalones y los bajos los cubrieron.

            - ¿Esto? – dijo Anna incrédula - ¿Solo te ha pedido esto a cambio de la revisión del examen?

            Jane, divertida sin saber que más decir, asintió.

            - Si, pero no se lo digas a nadie.

            Anna no salía de su asombro. Se había esperado lo típico en estas situaciones, lo que se oye en los corrillos, lo que se lee en relatos eróticos, lo que se puede ver en películas o comics porno… Estaba esperando que el director la ofreciera el aprobado a cambio de reventarla el culo a pollazos cada día, de llenar cada agujero de su cuerpo de leche caliente de su polla enorme, incluso de que dejara azotarla con un látigo hasta que se desmayase, pero esto, algo que parecía tan inocente, tan insignificante.

            - Me cuesta creerlo.

            - Entonces. ¿Qué hago descalza? – dijo Jane sonriendo.

            Anna comprendió que ese argumento era cierto.

            - Pero si vas a venir descalza el resto del curso, tendrás que poner una excusa.

            - Solidaridad con la gente necesitada. – dijo Jane divertida recordando la conversación del director con su madre – eso es lo que usaré de excusa.

            Divertida, sonriente, Jane miró a Anna que miraba incrédula a los pies de Jane y a la cara alternativamente.

            - Estás loca. – dijo sonriendo.

            - Bueno. Pero por hacer durante el resto del curso una tontería que tu pensabas hacer ya mañana en el día sin zapatos, aprobaré matemáticas.

            - Ya, pero yo solo estaré descalza mañana, y llevaré medias.

            - Si te descalzas igual que yo hasta fin de curso, tal vez el director te suba también la nota al final.

            - ¿Estás hablando en serio?

            - Si.

            > > Además, si te convenzo a ti y a más chicas de imitarme, me buscará un trabajo para compatibilizar con mis estudios universitarios.

            > > También me ha dicho que me hará un informe positivo para estudiar donde yo desee.

            Sonrieron. Tras ellas, el grupo de compañeros y amigos les llamaban, iban a soplar las velas de la tarta de Martha. Sonriendo, Anna miró a los pies de Jane.

            - Veras que risas cuando te vean descalza.

            Sonriendo, sin saber porque no lo había hecho antes, Jane se agachó y se dobló hacia fuera el bajo de los pantalones hasta mostrar a todos sus pies descalzos. Unos chicos de una mesa cercana la vieron y la señalaron sonriendo cómplices.

            - Vamos – dijo Jane divertida.

            Y junto a Anna fue hacia la mesa de sus compañeros, sin que la molestaran las miradas que ya provocaba a su alrededor y las risas de burla o complicidad que sus pies descalzos estaban empezando a provocar.