La historia que voy a escribir sucedió hace algunos años, cuando aún vivía con mi padre. Hoy en día soy una mujer casada. Mi marido no sabe nada y espero que siga siendo así, de lo contrario… quién sabe que podría pasar?
No me puedo creer lo que ha pasado esta noche. No sé si me ha ido la olla, si estoy loca o si sencillamente soy una más de esas mujeres a las que algunos hombres llaman ninfómanas y otros directamente guarras. Hoy es sábado, y como todos los sábados mi padre ha organizado una timba de póquer con sus amigotes de la inmobiliaria. No me siento muy cómoda con tantos hombres en la casa. Puedo adivinar lo que piensan cuando me miran. Dos de ellos, Enrique y Jose Luis son especialmente tocones. El año pasado Enrique me regaló un broche por mi 19 cumpleaños y se empeñó en ponérmelo. Desde que era una niña he sido muy delgada pero con un pecho muy voluptuoso. Enrique me desabrochó los botones de la rebeca para colocarlo prendido de la camiseta interior, sobre mi seno derecho. Estaba claro que se estaba tomando su tiempo. Apoyó varias veces la mano y mientras intentaba pincharlo en la camiseta, muy discretamente, acarició con su dedo pulgar mi pezón que enseguida se puso duro. Me miró y sonriendo acarició ahora con toda la mano mi pecho como dejándola caer. Yo no dije nada, queriendo creer que solo había sido un accidente.
Jose Luis es aún más descarado y directo. Es un cuarentón corriente, más bien regordete, medio calvo y un poco sudoroso. Siempre va vestido con camisas oscuras y las manchas de sudor pueden verse desde lejos. Siempre que estoy en la cocina aparece con la excusa de venir a coger cualquier cosa. Como la cocina de mi casa es muy estrecha tengo que dejarle pasar arrimándome a la encimera y poniendo el culo en pompa. Al principio no me tocaba al pasar pero últimamente ha cogido la costumbre de agarrarme de la cintura mientras hace alguna gracia acerca de lo delgada que estoy que se me notan los huesos. Pasa muy despacio detrás de mí, pero siempre de frente. Puedo notar claramente su pene clavarse en mi culo porque siempre está muy duro. Una vez mientras yo fregaba unos vasos tuvo el descaro de hacer que quería coger uno que estaba justo frente a mí. Yo llevaba los pantalones pijama de algodón blanco y como pensaba irme a la cama ya no llevaba ropa interior. Jose luis se detuvo tras de mi en el lugar justo para que su polla se colara entre los cachetes de mi culo. Se hecho un poco sobre mi y abriendo el armario se estiró para coger un vaso emitiendo un corto jadeo en mi oreja. No se si es muy habilidoso o fue una cuestión de suerte pero coloco su prepucio en la misma entrada de mi vagina y al estirarse me hubiera penetrado de no llevar ambos los pantalones puestos. Se me escapó un quejido y el, entrando en razón se separó de mi y salió de la cocina como si no hubiera pasado nada con su vaso en una mano y colocando su verga adecuadamente con la otra. Yo me quede unos minutos más, las piernas me temblaban y por momentos me moría de calor.
Este sábado yo no pensaba salir de la habitación en toda la noche pero a la media hora de que llegaran sus amigos mi padre llamó a mi puerta. Me dijo que había recibido una llamada de un cliente y tenía que salir a firmar unos documentos, que no tardaría más de dos horas. Le sabía mal anular la partida y como acabo de aprender a jugar al póquer recientemente me pidió que le sustituyese. Como no supe que contestar interpreto mi silencio como un si y cogiéndome del brazo me levantó de la cama y me llevo exultante hasta el salón. Su hijita iba a sustituirle por primera vez en una partida de póquer: pronto será una mujer dijo mientras me hacía entrar en el cuarto. En la mesa había sentados 5 hombres y todos se quedarón con la boca abierta al verme entrar y no era para menos. Llevaba puestos unos pantalones de algodón muy finos y como de costumbre no llevaba braguitas. A contraluz, que es exactamente como mi padre me había colocado, se podía adivinar perfectamente el contorno de los labios de mi vagina. Arriba llevaba una camiseta de hombreras también muy fina y holgada. Como ya he dicho tengo unas tetas muy grandes y me gusta ponerme cómoda al llegar a casa. Los pezones se me transparentan mucho con esta camiseta. Desde luego mi padre era el único de aquella habitación que aun no se había enterado de que yo ya soy toda una mujer. Cuidádmela bien y no le hagáis trampas eh. Dijo cerrando la puerta tras de sí. Además de Enrique y Jose Luis había tres hombres más. Dos de ellos jóvenes y atractivos era la primera vez que los veía. Ambos me miraban anonadados. El tercero era un hombre mayor, de unos sesenta años, siempre muy calllado y educado. Los cinco me miraban en silencio, con una actitud reconcentrada en lo que veían. Por fin Jose Luis se decidió a hablar y sin dejar de mirarme a las tetas se levanto y me dijo. Asi que tu vas a ser hoy nuestra compañera. Yo puse cara de circunstancias. No cabe duda de que eres una compañera mucho más guapa dijo con una sonrisa confusa. Solo le faltaba echar baba por la boca y me ponía nerviosa que me mirara las tetas tan fijamente. Vale, pero espera, voy a ponerme algo más adecuado. Los cinco hombres coincidieron en que no hacía falta, que estaba muy bien así, y que me sentará ya a jugar que estábamos entre amigos.
Venga, para que te relajes voy a darte un masajito antes de empezar eh, para que luego digas que no te cuido. Yo estaba sentada, enrique se puso en pie detrás de mí y empezó a masajear mi cuello. Poco a poco, el roce de sus manos empujaba los tirantes hasta que uno de ellos cayó por mi hombro. Intenté ponerlo de nuevo en su sitio pero enrique me lo impidió diciendo que tenía que relajarme para que funcionase el masaje, que cerrase los ojos. Lo último que vi al cerrar los ojos fue la cara de aquellos cuatro hombres mirándome fijamente. Tenía medio pecho al aire, la camiseta se sujetaba ligeramente prendida de mi pezón. El movimiento de las manos de enrique cada vez era más amplio, olvidándose de mi espalda y centrándose en el pecho. Aún con los ojos cerrados sentí como el otro tirante caía también. Una brisa de aire fresco endureció mis pezones y adivinaba que la camiseta debía de haber caído completamente y que todos aquellos tíos debían de estar ahora flipando mirándome las tetas sin embargo, no sé por qué, no abrí los ojos. Seguí dejando que enrique me masajeara, mientras sus manos ya tocaban abiertamente mis pechos por la parte exterior apretando el uno contra el otro y haciendo que se movieran como dos flanes. De repente sentí una tercera mano que apretaba uno de mis pezones y después una cuarta que acariciaba el otro.
Estaba flipando. Aquello se estaba yendo de las manos y para colmo yo estaba empezando a ponerme muy cachonda. Perdí la cuenta de cuantas manos estaban sobándome, pero creía adivinar que todos los hombres de aquella habitación habían ya participado del magreo. Con los ojos aún cerrados y con todas aquellas manos sobre mí, escuché el sonido inconfundible de una bragueta al desabrocharse, después otra y otra más…
Yo seguía con los ojos cerrados y con mi cuerpo lleno de manos. Adivinaba que los amigos de papa se estaban excitando porque cada vez apretaban las tetas con más fuerza, como si se fueran a acabar y también porque en la habitación empezaba a dominar un olor muy fuerte.
En medio de aquella vorágine pude escuchar la voz de Enrique que susurraba
-Estáis locos. Vais a asustarla. Guardaos las pollas joder, si nos lo curramos esta noche mojamos todos.
Aquello me tranquilizó un poco. Desde luego yo no era virgen, pero nunca antes había estado con más de un hombre a la vez. Poco a poco las manos abandonaron mis tetas, no sin antes darme algún que otro doloroso pellizco en los pezones. Por fin noté como me subían la camiseta. Como tengo el pecho muy grande tuvieron que cogerlo con una mano e introducirlos de uno en uno de nuevo a su sitio. Cuando estuve por fin vestida, Enrique carraspeó y acariciándome la cara dijo
-Que, ¿ya estas más tranquila?
¿Más tranquila? Me costaba respirar, sentía arder mi cuerpo entero y mi vagina se deshacía en líquido. Estaba muerta de vergüenza y, por qué no decirlo, de deseo también.
Abrí los ojos e intentando parecer natural contesté.
-Si, mucho mejor… gracias Enrique.
-De nada Eva. Y ahora vamos a jugar.
Frente a mi estaban sentados los dos chicos jóvenes y el viejo. Algo había cambiado en la expresión de sus ojos. Ya no me miraban anonadados. Se diría que me habían perdido el respeto y que ahora me veían como algo que les pertenecía. Uno de los chicos jóvenes se palpaba la entrepierna. Como vio que le miraba retiro la mano de donde la tenía y pude ver un bulto enorme que difícilmente se ajustaba bajo el pantalón. Desvié la mirada rápidamente lo que hizo que el chico soltase una carcajada.
Apareció entonces José Luis con una botella de whisky en las manos.
-antes de empezar tenemos que fijar las reglas, dijo mientras me pasaba la botella.
Yo rehusé, pero según toda la concurrencia una partida de póquer sin whisky ni es partida ni es nada así es que le di un traguito, mojándome apenas los labios.
-pero si no has bebido nada, dijo Enrique molesto. Venga, venga. Que se vea que ya no eres una niña. Por lo menos tienes que dar un trago de cinco segundos. Deja, yo te ayudo.
Enrique se levanto, se colocó detrás de mí y empujando bruscamente mi frente hacia atrás tumbó la botella directamente sobre mi boca.
-Bebe, bebe, bebe, bebe, gritaban todos entre risas nerviosas.
Sentía que me ardía la garganta mientras el alcohol la atravesaba. Ya habían pasado más de cinco segundos y yo quería dejar de beber, pero enrique me agarraba tan fuerte que me impedía levantar la cabeza. Me sobrevino una arcada y parte del whisky se derramó fuera de mis labios empapándome la camiseta. Me soltó por fin y yo me puse a toser congestionada.
-Lo has hecho muy bien, dijo un Enrique eufórico.
El mismo dio un trago (mucho más corto que el mío) y sin mediar palabra me cogió por la nuca y aplastando mi cara contra la suya me plantó un beso en toda la boca, lo que la mesa celebró batiendo palmas al unísono.
Mareada y pringosa, noté un calor que me subía a la cabeza mientras una estúpida sonrisa se dibujaba en mi cara… ¡estaba borracha!
José Luis empezó a explicarme las normas del juego. A mi todo me daba vueltas y no prestaba mucha atención a lo que decía, solo miraba las caras de los hombres que me miraban como lobos acorralando a una oveja. Entonces me di cuenta de que tenía la camiseta empapada y tan pegada al cuerpo que se podían ver perfectamente mis pezones. La separé un poco pero no sirvió de nada, al instante estaba pegada de nuevo. Mis amigas dicen que tengo unos pezones tan grandes que parecen galletas campurrianas y por primera vez a mí también me lo parecieron, lo que me hizo soltar una risita tonta.
- … y por último la escalera de color, que gana a cualquier jugada. Concluyó José Luis. ¿te has enterado Eva?
Yo no me había enterado de nada pero asentí con cara de tonta.
-Pues no se hable más… ¡Empecemos! ¿Os parece bien 5 euros de apuesta mínima?
Enrique le interrumpió
-Hombre, no me parece bien jugar con dinero, al fin y al cabo ella acaba de aprender… sería como pegar a una vieja borracha.
-Y que quieres, dijo el chico del bulto enorme, ¿que juguemos sin dinero? Eso es un tostón.
-podemos jugar con prendas, dije yo.
Cada vez estaba más contenta y desinhibida y me apetecía ver el paquete de aquel tío libre de sus opresiones.
Todo el mundo celebró mi idea y para agilizar la cosa convenimos en jugar sin descartes. José Luis repartió por fin las cartas. Me llegaron dos 3, un 7, un 8 y una dama. Perdí. En ese momento me di cuenta de que había hecho un mal negocio. Después de todo yo solo llevaba puestas dos prendas. Me puse de pié mientras los hombres me devoraban con la mirada. Empezaron a tatarear la típica canción de striptease y yo empecé a quitarme la camiseta.
La cogí por la parte de abajo y empecé a subirla despacio. Llevaba los pantalones de pijama un poco bajos, de modo que lo primero que se vio fueron los huesos de mis caderas. Seguí subiendo, dejando ver mi vientre planito (Ay! Quién lo recuperara jaja), mi ombligo, mis costillas…. Había repetido aquello mil veces frente al espejo por lo que me manejaba con pícara destreza. Dejé que la camiseta se enganchara en ellos y haciendo un poco de esfuerzo conseguí superarlos. Apareció primero la base de ambos pechos, redondos y turgentes como dos sandías. Los hombres empezaron a aullar y a silbar entusiasmados.
-así, así. Despacito.
Gritaban todos, menos el abuelo, que permanecía en respetuoso silencio pero sin apartar la vista de mí. Subí entonces un poco más la camiseta y comenzaron a aparecer mis pezones, mientras los gritos y silbidos de aquellos salidos se intensificaban. Como he dicho tengo dos grandes aureolas. La tela llego hasta los pezones erectos y se engancho en uno de ellos, tiré un poco más y ambas lolas quedaron a la vista de todos con un leve movimiento de caída, libres por fin de la camiseta. Mi público se venía arriba y yo con ellos. Saqué rápidamente el resto de la camiseta y agitándola sobre mi cabeza di un par de saltitos haciendo que cada una de mis tetas se bamboleara por su cuenta. Me alegró ser el centro de atención. Supongo que en aquella época mi mayor afán era ser una mujer y en aquel momento así me sentía. Tiré la camiseta al sillón y me senté de nuevo entre aplausos y silbidos.
Madre mía, dijo el segundo jovencito. Tienes las tetas más perfectas que he visto nunca.
Los cinco hombres miraban fijamente mis tetas y asentían con la cabeza al comentario de su amigo. Uf! Estaba entre cohibida y salida. Joder, ¡aquellos eran los amigos de mi padre!. ¿Con que cara iban a mirarle tras esto? Intente taparme con el brazo izquierdo pero era inútil, imposible cubrir las dos tetas tan solo con mi bracito. Siempre asomaba el pezón de alguna de ellas.
Le tocaba repartir al viejo. Cogí las cartas con la mano derecha mientras con la izquierda seguía luchando por esconder las tetas. Esta vez me llegó una pareja de 9. Perdió José Luis, quien se quito la camisa poco a poco, imitándome. Tenía el cuerpo lleno de pelo y una barriga enorme. Estaba todo sudado y la imagen era bastante asquerosa la verdad. Puso su brazo tapándose sus tetas colgantes igual que hacía yo y se echó a reír. Dio un trago a la botella y me la paso de nuevo.
-Toma preciosa… ¿o prefieres que te ayude como lo hizo Enrique?
-No, no. Dije apurada. Ya lo hago yo.
Intente coger la botella con el brazo derecho, pero el gordo negó con la cabeza. Quería que la cogiese con el brazo izquierdo para poder verme las tetas de nuevo. Le hice caso y deje de nuevo mis melones a la vista de todos. Di un trago a la botella, lo que José Luis aprovecho para pellizcar una de mis tetas.
-Dios, dijo babeando, te las comería enteras
Todos rieron la gracia y se notaba en sus caras que estaban deseando hacer lo mismo. Una vez hube bebido le pasé la botella a Enrique y me tape de nuevo con el brazo.
Repartía uno de los chavales. Perdí de nuevo. ¿Me estarían haciendo trampas? Estaba un poco mareada, de modo que al levantarme me tambalee un poco y casi me caigo al suelo. Seguí tapándome con el brazo pero una de mis tetas sobresalía casi por completo. Empecé a bajar el pantaloncito de pijama como pude con el brazo que tenía libre. Empecé por el lado derecho, baje un poco dejando el pantalón en diagonal sobre mi pubis y luego baje otro poco del lado izquierdo. Aparecieron los primeros pelitos. Por supuesto que iba arreglada, me he depilado el coño desde que me empezó a salir bello, pero nunca del todo. Me gusta dejar un poquito justo encima de los labios en forma de rombo. Aquello era un poco complicado entre el mareo y tener que usar solo un brazo, supongo que resultaría muy cómica, aunque entre los hombres de la mesa ninguno reía, tan absortos como estaban en la inminente aparición de mi coñito adolescente. Baje un poquito más del lado derecho, quedando a la vista la parte alta de los labios de mi vagina. El silenció era sepulcral. Bajé otro poquito del lado izquierdo y los pantalones se deslizaron hasta mis tobillos quedando completamente desnuda. Saque un pie de los pantalones y pisando la prenda saque el otro. Inmediatamente me tapé con la mano que tenía libre.
-Eh! Protesto José Luis. Eso no vale. No seas mala, déjanos verlo un poco anda.
Le hice caso y retiré la mano. Hubo una exclamación general, seguida de aplausos y más silbidos. ¡Dios! Estaba muerta de vergüenza.
-Oye, dijo Enrique. ¿Sabes que tienes un coño muy bonito? Me gusta cómo te lo depilas. Seguro que es muy suave… ¿me dejas tocarlo?
Antes de que pudiera contestarle pasó un brazo por detrás de mi cintura, me apretó una nalga y me atrajo con fuerza hacia él. Mi coño quedo a la altura de su cara. Me acarició con delicadeza el pubis pero no contento con eso siguió bajando y colocando un dedo entre los labios de mi vagina dejo que se hundiera dentro. Se me escapó un gemido, lo que hizo que el personal se embruteciera más aun.
-Vaya, dijo Enrique. Si que estas mojadita. ¿Te estás poniendo cachonda?
-Un poquito, dije con voz de niña tonta
-Jajaja rió Enrique. ¿Queréis probar? Dijo dirigiéndose al resto.
¡Pero bueno! ¿Que se había creído ese tío? La verdad es que a esas alturas yo ya no tenía voluntad. Echó su silla hacia atrás y me empujó hacia donde estaba José Luis, quien me recibió con los brazos abiertos, me abrazo cruzando las manos tras de mí y agarrando con mucha fuerza ambos cachetes de mi culito me atrajo hacía su cara dejando mi coñito a escasos milímetros de su boca.
-Sí que es bonito, sí. ¡Y huele muy bien! Se puede ser guarra y limpia a la vez eh, dijo mirándome a la cara y riendo como un cerdo.
Le molestó que siguiera tapándome las tetas con el brazo.
¡Quita ese puto brazo joder! Me grito, y sin ninguna delicadeza me cogió de la muñeca y aparto mi brazo y me lo retorció hasta dejarlo a mi espalda mientras con la otra mano hacía lo mismo con mi otro brazo. Quedé completamente desnuda frente a él, sin poder moverme con ambos brazos sujetos fuertemente a mi espalda. Me hacía daño pero en cierto modo su rudeza me excitaba. Acercó su nariz y metiéndola entre los labios de mi vagina aspiro con fuerza.
-mmmm! Dijo, huele que alimenta.
Tras lo que volvió a hacerlo pero esta vez, tras la nariz bien enterrada en mi coño llego su lengua. Toco con la punta el agujerito y después lamió hacia arriba con fuerza, con la lengua bien hundida dentro de mi coño. Me temblaron las rodillas y de no ser porque me tenía firmemente sujeta probablemente me habría caído al suelo del gusto
-aaaahh! Grité porque al final del repaso había mordido los labios superiores y eso no me lo esperaba.
-Jaja… ¿te gusta? Dijo apoyando su barbilla en mi estómago y mirándome a través de mis tetas.
-Sss…sii, dije tartamudeando
-Siempre he sabido que eres una fresca ¿sabes? Desde que eras muy pequeñita. Ayúdame, dijo dirigiéndose a Enrique
-¿que quieres hacer? Contestó este divertido.
-Vamos a cogerla a la sillita de la reina, para que nuestros amigos puedan observar a esta putita más profundamente… ¿te parece?
-me parece, dijo Enrique riendo.
Cada uno se pasó uno de mis brazos por su cuello y cogiéndome de las piernas me levantaron, dejándome con las piernas abiertas para que el resto de hombres pudiesen ver mi conejito en todo su esplendor. Los dos chicos jóvenes se levantaron de un salto y corrieron hacia nosotros. El primero en llegar fue el del bulto enorme. Se puso de rodillas quedando su cabeza entre mis piernas. Enrique y José Luis me acercaron entonces hasta su cara y el chico empezó a comerme como si aquello fuese un merengue. Tan pronto me metía la lengua como abría la boca intentando meter todo mi coño en ella. Me agarró con ambas manos del culo y enterró la cara entre mis piernas girando la cabeza compulsivamente y haciéndome gritar como una loca. La sensación de estar suspendida en el aire era maravillosa. No tenía que hacer ningún esfuerzo y así podía concentrarme en sentir aquel torrente que me inundaba de placer. Por fin el otro chico reclamo su turno y poniéndose también de rodillas me jaló del culo y repitió lo que antes había hecho su amigo.
-Espera, dijo Ricardo al chico que me chupaba como un loco. Suéltala, deja que seamos nosotros quien te la acerquemos.
El chico obedeció y me soltó. Enrique y J.L. se pusieron de acuerdo y dieron un paso hacia atrás, dejando al chico de rodillas mirando como un loco la almejita que le habían quitado de la boca.
-Jajaja rió Enrique. Pareces una vieja beata en misa joder.
A mí me hizo mucha gracia la comparación porque en verdad solo le faltaba cruzar las manos y ponerse a rezar, pero no estaba yo para muchas risas. Tenía el coño lleno de saliva y el contacto con el aire fresco me estaba volviendo loca.
-¿Estas preparado? Dijo J.L. al muchacho.
El chico asintió vehemente. Abrió la boca y sacó la lengua. Entonces los dos hombres que me tenían en vilo, como quién columpia a un niño pequeño, me llevaron hasta su boca. Me dejaron ahí unos segundos y me apartaron de nuevo. Ufff! Notaba mi coño más húmedo que nunca. Volvieron a llevarme hacia su boca y de nuevo el chico aprovechó los pocos segundos que ahí me tuvieron. El pobre estaba tan excitado que intentaba aprovechar al máximo y tan pronto me chupaba como me mordía con mordisquitos delicados. Mientras repetían la operación una y otra vez, Enrique se dirigió al abuelo, que observaba atentamente sentado en su silla.
-Y usted Ramón. ¿No quiere probar? Aproveche que esto no pasa todos los días.
El viejo asintió seriamente e hizo un gesto para que me acercaran hasta donde el estaba sentado.
-Déjalo ya coño, dijeron al chaval que me devoraba como si fuese el primer coño que se comía en su vida.
Me sacaron de su cara, por que el no dejaba de lamer por más que se lo dijeran y dando un par de pasos me situaron frente al abuelo que seguía sentado. Yo nunca me había sentido así. Había dejado caer mi cabeza hacia atrás, abandonada por completo al banquete que se estaban dando y sencillamente me dejaba hacer.
El viejo, una vez me hubo tenido frente a él se quedo un rato mirándome el coño sin decir nada, con actitud reconcentrada como quien resuelve un enigma. Por fin acerco una de sus manos hasta mi coño. Tenía unas manos curtidas por el tiempo con unos dedos enormes, como suelen tenerlas los viejos de pueblo. Puso juntos su dedo índice y corazón y sin más me penetró con ellos de un solo movimiento certero. Sentí aquellos dos dedos perforarme hasta las entrañas y di un grito de placer que hizo las delicias del grupo. El viejo estuvo un rato con los dedos dentro de mí, sin decir ni pio. De repente empezó a hurgar con rudeza dentro de mí. Movía los dedos dibujando un círculo en mi interior, y yo más que gritar gruñía. De repente, tal como los había metido los saco, dejando tras de sí un hilillo de flujo prendido de mi coñito. Se olió los dedos, los introdujo en su boca y los relamió.
-¿Qué? Pregunto J.L. riendo. ¿Está bueno Don Ramón? Apuesto a que hacía mucho que no probaba usted uno de estos.
El viejo no contestó. Miraba intermitente de mi coño a mi cara. Yo estaba al rojo. Hasta que por fin dijo mirando muy serio a sus compañeros
-Esta hembra es muy joven. Aún no ha dado de sí. Y mirándome a mí añadió. Has tenido suerte bonita… hoy haremos de ti toda una mujer.
Enrique y J.L. me dejaron en el suelo y no bien lo hubieron hecho se abalanzaron sobre mis tetas. Las estrujaban sin piedad mientras lamían los pezones. J.L. lo hacía más delicadamente. Dibujaba circunferencias con la punta de la lengua alrededor de la aureola y de tanto en tanto movía la lengua frenéticamente de arriba a abajo golpeando el pezón con la puntita. Enrique sin embargo, aferrado a mi seno izquierdo, era mucho más brutal. Lo espachurraba con fuerza, a veces con ambas manos y repartía mordiscos por todas partes, ya fuera en los pezones o en cualquier otro lugar. Los dos chicos jóvenes no tardaron en acercarse. El del bulto en los pantalones se puso frente a mí. Me sujeto la barbilla con mucha fuerza y sin más me metió la lengua en la boca. Me alegré de que fuera el quién se pusiera delante. Ciertamente era un chico muy atractivo y sin duda era quien más me ponía. Le dejé con gusto que jugara con mi lengua y que se frotara contra mi coño desnudo. Tenía la polla muy dura y a veces me hacía daño con el botón del pantalón pero yo no decía nada por miedo a que parase. En seguida sentí que alguien se arrimaba por detrás y que algo duro se apretaba contra mi culito. Era el otro chico porque al viejo le podía ver un poco alejado observando cómo los cuatro hombres me tenían literalmente acorralada. Todos se frotaban en mi cuerpo dejándome comprobar lo duras que estaban sus vergas y volviéndome loca por momentos.
-es hora de que trabajes un poco cerda, dijo J.L. tan cerca de mi oído que sentí un escalofrío.
Me sujetaron de la cabeza y me empujaron al suelo mientras cerraban el círculo restregándose contra mi cara.
-¿Por quién vas a empezar?
No supe distinguir de quien era la voz pero tenía claro por quién iba a empezar. Puse mis dos manos sobre el bulto del chico que tenía delante e intenté adivinar al tacto como sería en realidad mientras los otros tres seguían sobándome las tetas y el culo. Parecía muy gorda. Desabroche el botón y baje la cremallera. Los pantalones cayeron por su peso. Ahora si podía adivinar su forma tras el calzoncillo. ¡Menuda morcilla! Intente bajar el slip pero la punta quedo enganchada al elástico. Tiré con decisión y la polla se liberó como un resorte. Me quedé un poco asustada. Nunca había visto algo tan grande. En cuanto a lo largo no estaba mal. (una "dos manos", como llama una amiga a las pollas que puede coger con ambas manos), pero lo realmente impresionante era el grosor. Estaba surcada de venas que palpitaban y tenía un aspecto de lo más agresivo. Enseguida la cogí y me la acerque a la boca. Saqué la lengua todo cuanto pude y puse el enorme champiñón sobre ella. Me sorprendió que pudiese ponerse aún más dura, pero así fue. Recorrí con la puntita de la lengua la parte inferior del glande, deteniéndome en el frenillo. Me hubiese gustado seguir disfrutándola despacito pero el dueño de semejante aparato se impacientaba. Cogiéndola el mismo con una mano y con la otra mi nuca me la metió en la boca. Tuve que abrirla tanto como pude para que entrase y aún así no entro más de la mitad. Como vio que me estaba ahogando la saco, pero sin soltar mi nuca.
-Te gusta eh, dijo.
Yo asentí con la cabeza sin dejar de mirar aquel miembro, hipnotizada.
-Venga Eva, dijo Enrique que se había puesto en cuclillas a la altura de mi cara para ver mejor el espectáculo, seguro que puedes tragártela entera.
Volvieron a empujarme la cabeza contra la polla y esta vez el chico me la clavó sin contemplaciones. Consiguió meter tres cuartas partes de una vez y cuando parecía que no iba a poder tragar más me empujaron por la nuca con más fuerza contra él y esta vez si me entro entera. Los pelos me hacían cosquillas en la nariz y me costaba respirar, pero me sentía satisfecha de haber podido tragarla cuan larga era.
-jajaja. Oía sus risas. Menuda ventosa la niña. Fóllatela Gabriel. Fóllale la boca a esta cachonda
Gabriel, que así debía llamarse, no se hizo de rogar. Me sujeto la cabeza con ambas manos y comenzó a moverse violentamente. No dejaba que su polla saliese del todo de mi boca pero apuraba casi hasta el final de la misma. Me la metía tan profundamente y con tanta fuerza que mi nariz chocaba contra su tripa. Podía escucharle rugir de placer y eso me ponía más y más cachonda. Por fin, la saco dejándome respirar de nuevo, con la boca chorreando saliva. Me sorprendió que el resto de los hombres ya se hubiesen quitado los pantalones y los calzoncillos y que me apuntasen con sus pollas tiesas. Empezaron a golpearme con ellas en la cara. Alguno, como no tenía sitio jugaba a restregármela en la oreja. No cabe duda que se estaban divirtiendo a mi costa pero en honor a la verdad, tampoco yo estaba pasándolo mal precisamente. Nerviosa ante tantos miembros desafiantemente erectos intentaba chuparlos todos, quería que todos gozasen, demostrarles que era una mujer de bandera. J.L, que de los cuatro era el que más pequeña la tenía, giró un poco mi cabeza, pero no lo suficiente para quedar de frente completamente y empezó a follarme también por la boca. Le gustaba que su prepucio chocase contra la cara interior de mi moflete, creando un bulto que iba y venía como quien come un chupachus. Su polla olía realmente mal y él, tan pronto me la metía en la boca como me la restregaba por la cara haciendo que chocase contra mi nariz.
-bueno, se acabaron los aperitivos. Dijo enrique poniendo orden en la jauría de pollas. Es hora de que esta niña sepa lo que es follar con hombres hechos y derechos.
Me levantó del suelo y entre los cuatro me llevaron a la mesa donde todavía estaban las cartas desparramadas. De un manotazo limpio la mesa y luego me subió encima de ella.
-túmbate cariño, es hora de tu medicina. Si supieras cuanto tiempo he deseado hacer esto
Me quede tumbada en la mesa boca arriba. La respiración entrecortada por la excitación. Enrique levanto mis piernas dejando mi cuerpo como una L y me atrajo hacia el dejando parte de mi culo fuera de la mesa. Puso mis piernas sobre sus hombros y, mirando hacia mi conejito escupió sobre él para lubricarlo, algo que no hacía ninguna falta. La mesa quedaba justo a la altura de su cintura. Ajusto su polla en la entrada de mi coño y la deslizó de arriba abajo sirviéndole los labios de guía. Cuando tuvo bien controlado el lugar exacto de mi orificio metió delicadamente la puntita. Pensé que iba a penetrarme con delicadeza pero no fue así. El muy hijo de puta se dio el gusto de oírme gritar clavándomela de una sola vez sin piedad. Nunca he sido muy buena haciendo abdominales pero aquella embestida hizo que arqueara la espalda y me incorporase ligeramente.
-¡Tumbadla! Ordenó Enrique, supongo que para poder percutirme con mayor comodidad.
Me empujaron de nuevo hasta que mi espalda toco de nuevo la tabla. J.L. estaba a mi derecha. A mi izquierda el otro chico (de quien nunca supe el nombre) y a la altura de mi cabeza, donde desgraciadamente no podía verle, Gabriel.
-Agárrate que viene curvas, me dijo J.L. ofreciéndome "amablemente" su pollita. Cogí su polla con mi mano derecha y con la otra la del otro chico y empecé a masturbarlos desincronizadamente, pues la postura no era precisamente muy cómoda para mí. Enrique empezó entonces a bombear furiosamente. No estaba tan lubricada como pensaba, por lo que las primeras envestidas me hicieron un poco de daño. Cuando ya me estaba acostumbrando a encajar los bandazos y empezando a coordinar las dos pajas que tenía entre manos, Gabriel se subió aparatosamente a la mesa. Se puso de rodillas, dejando mi cabeza entre medias de sus piernas y apunto con su enorme verga hacia mi boca.
-Eso, eso. Corearon todos, felices de que Gabriel se dispusiese a follarme de nuevo la boca.
Pese a que su situación era muy forzada Gabriel consiguió encajármela en la boca haciendo un gran esfuerzo por apuntar hacia abajo una polla totalmente tiesa y comenzó a bombear a gran velocidad. Afortunadamente su postura no era cómoda y no conseguía metérmela hasta el fondo, aunque ciertamente era lo que intentaba. ¡Dios mío! Ahí estaba yo. En la mesa del comedor de mi casa con sendas pollas en las manos, un enorme mástil en la boca y con la polla de Enrique taladrándome el coño cada vez con más ímpetu. Me olvide de que era allí donde desayunaba desde que era una niña. Donde había estado estudiando apenas un día antes y me concentre en hacer lo que estaba haciendo lo mejor que podía. Sentía las pollas hincharse en mi mano, en mi boca y en mi coño. Oía los jadeos de los cuatro hombres que me disfrutaban, me chupaban, me apretaban las tetas y J.L. de cuando en cuando abofeteaba la que tenía a su lado haciéndola temblar como gelatina. Algo que no me habían hecho nunca pero que me excito sobremanera. El ritmo de Enrique era cada vez más arrítmico. Notaba que se iba a correr y quería decirle que por favor no lo hiciese dentro de mí, pero Gabriel no me daba tregua y es imposible decir nada con una polla de ese calibre golpeándote la campanilla salvajemente. Finalmente Enrique se corrió dentro. Le oí gritar y retorcerse de placer y sentí aquella leche correr libre y cálida en mi interior. Su polla se fue haciendo cada vez más flácida hasta que se decidió a sacarla. Entonces el chico que tenía a mi izquierda hizo que le soltase la polla y corrió a ocupar el lugar de Enrique chocando antes los "cinco" con él, como dos viejos camaradas. Tenía la polla más grande y yo me había encargado de dejársela apunto. Enseguida recupero el ritmo de su predecesor. Yo estaba muy mojada, podía sentirlo. Conseguí zafarme un momento de la polla de Gabriel que seguía taladrando mi boca mecánicamente.
-No… No…ahh os corráis den…ahahh tro por favor
Gabriel se había venido hasta donde estaba mi cabeza. Me dio un par de pollazos en la frente con su polla ya morcillona y me dijo.
-¿Qué crees Eva, que no sabemos qué tomas la píldora? Si cielo. Tu papa es un bocazas.
El chico me estaba dando mucha caña. Tenía un ritmo el doble de intenso que Enrique, no en balde debía de tener la mitad de años. Yo notaba el sudor correr por mi cara y por el cuerpo entero. Ahora Gabriel y Enrique rebozaban sus pollas a dúo por mi cara, riendo cuando chocaban con algún obstáculo tal como mi nariz, mis orejas, mi barbilla o mis ojos. Yo sacaba la lengua e intentaba desesperadamente chupárselas pero ellos jugaban a dejarme y no dejarme mientras imitaban el sonido de una tren chu chuuuu y se partían de risa. Estaba a cien. J.L. se había encargado de mis tetas y seguía apretándolas y abofeteándolas mientras yo de mala manera seguía masturbándole. Noté que el chico se venía. Dio una última embestida clavándomela hasta las entrañas. Su polla se hincho en mi interior y ¡Bang! Ni puto caso, otro que se me venía dentro. Enrique se dio cuenta de que el chaval había terminado y advirtió a Gabriel de que era su turno. Antes de bajar de la mesa Gabriel se agachó y me susurro al oído
-Ahora vas a saber lo que es bueno nena. A mí no me gusta comer del plato donde otros han comido antes así que ya sabes…
-¿qué? Dije confundida, pues no había entendido a que se refería
Levantándose de un brinco me grito
-Que te des la vuelta joder. Te voy a poner el culo como un abrevadero de patos.
Aunque parezca increíble yo no había contemplado esa posibilidad. Hacía más o menos un año, un chico con el que salía insistía mucho en darme por el culo. A mí la cosa me asustaba un poco, pero tanto insistía que un día decidí permitírselo. El pobre estuvo intentándolo durante un buen rato pero al final desistió porque según decía yo era muy estrecha y estaba harto de oírme decir que me dolía cuando ni siquiera había conseguido meterme la puntita. Si ese chico no había podido meterme una mini-polla por el culo… ¿Cómo pensaba Gabriel que iba a encajar aquella monstruosidad? Intenté ponerme seria y le dije que no, que por el culo no quería. Los cuatro hombres se quedaron en silencio. Parece que mi negativa les había impresionado. Que equivocada estaba. Acto seguido comenzaron a descojonarse. Enrique me cogió la cabeza y de nuevo me susurro al oído
-No has entendido nada verdad Eva. Aquí importa una mierda lo que tú quieras. Será mejor que hagas lo que se te dice o será peor para ti. Hazle caso al tío Enrique anda, se buena.
Mierda, aquello me asustaba de veras. Estos cuatro hijos de perra estaban dispuestos a utilizarme a su antojo. Me levantaron y me bajaron de la mesa. Una vez frente a ella me hicieron agacharme, pegar las tetas a la mesa y dejar el culo en pompa. Oí la voz de Gabriel tras de mí.
-Abre las piernas princesa… créeme, esto te va a doler a ti más que a mí.
De nuevo todos rieron la nueva ocurrencia. Hice lo que me decía y separé un poco las piernas. J.L y el otro chico separaron mis nalgas dejando mi ano bien expuesto mientras Enrique me sujetaba firmemente aplastando mi cuerpo contra la mesa para que no me moviera.
Gabriel se puso en cuclillas y comenzó a chupar mi culo. Me metía la lengua un poco, y eso me hacía cosquillas. Cuando consideró que aquello ya estaba suficientemente lubricado se puso de nuevo en pié.
-La tenéis bien sujeta, preguntó a sus compañeros.
Todos me sujetaron con más fuerza entonces
-Prepárate muñeca, dijo Gabriel
Coloco su enorme prepucio en la entrada de mi ano. Notaba su verga dura como un leño y estaba asustada, muy asustada. Empezó a hacer fuerza mientras el resto de hombres le vitoreaban
-¡Gabriel! ¡Gabriel! ¡Gabriel! ¡Gabriel!
Empujo con fuerza, pero ni modo. Aquello era demasiado gordo para mi culito
-Que pasa Gabriel, ¿no sabes cómo hacerlo? Dijo J.L. riendo
Aquello molestó a Gabriel. Parece que no llevaba bien que nadie pusiese en duda su pericia
-Cállate joder. Esta niña es muy estrecha, no es tan fácil.
Con el orgullo herido se escupió en una mano y me paso la palma por el ojete. Volvió a colocar la verga en su sitio y cogiéndome fuerte de la cintura arremetió contra mi culito. Dios, se le debía de estar doblando la polla y nada, pero no se rindió y dio una nueva envestida mas brutal. No sabría describir lo que sentí. Un calor como una bola de fuego recorrió mi cuerpo desde mi culo hasta mi garganta. Di un grito de dolor mientras sentía cómo me desgarraba el culito. Seguí gritando por un buen rato entre las risas y el júbilo de los presentes.
-Aaahh, Aaaaahhh, Aaaaaaaaahhh! Ya… ya me la has metido entera
Enrique me miro sonriendo mientras despejaba de mi cara mi flequillo sudoroso.
_No Eva. Solo te ha metido el capullo pero si ha entrado eso entrara el resto descuida
No podía creerlo. Hubiera jurado que ya me la había metido entera porque me dolía un montón ¿y todavía quedaba más? Gabriel empezó a gruñir. Se ve que a él también debía de dolerle un poco. Movió la polla en círculos dentro de mi culo y sentí como un par de centímetros más invadían mi agujerito. Yo no paraba de gritar, nunca había sentido un dolor así. Ahora si notaba claramente su polla destrozarme y, viéndose con un poquito de la polla enfilada Gabriel tomo aire y, sin previo aviso, envistió con todas sus fuerzas. Sentí entrar cada uno de los centímetros de su polla. Aullé mientras ese hijo de puta me partía el alma en dos y los otros cabrones aplaudían entusiasmados. Gabriel no tuvo piedad de mi. Supongo que, estimulado por los gritos de sus amigos y por mis aullidos de dolor debía de sentirse un campeón, así es que empezó a bombear con energía. Yo pensaba que debía de estar sangrando a raudales. El dolor era tal que no podía localizarlo en un sitió en concreto y aquel bastardo seguía embistiéndome sin compasión, gruñendo como un cerdo en el matadero. Tenía los ojos llenos de lagrimas y me sentía exhausta así es que me abandone y le deje hacer cuanto quisiese, mientras yo seguía llorando y aullando. Debió de estar 5 minutos a toda caña, hasta que se le ocurrió la brillante idea de seguir bombeando con más fuerza, pero esta vez sacando su polla entera y volviéndola a meterla entera en cada bombeo. Creí perder el conocimiento, pero no tuve tanta suerte. Sentí cada una de las brutales penetraciones como si fuera la primera. 15 minutos más tarde el ritmo del chico empezó a ser más arrítmico por lo que deduje que debía de estar a punto de correrse y recé para que lo hiciera cuanto antes. Por fin le oí gruñir, se dejo caer sobre mi espalda y me mordió muy fuerte. No puedo decir que sentí su semen en mi culo porque a esas alturas yo no sentía otra cosa que un ardor insoportable en todo el cuerpo, pero efectivamente ya se había corrido. La sacó de una vez y enseño mi culo a sus colegas. Según pude adivinar por los comentarios, mi ano parecía el interior de un vaso de tubo. Todos gritaban y silbaban felicitando a Gabriel mientras yo seguía tirada en la mesa entre llantos y convulsiones. De repente vi aparecer al viejo. Me había olvidado por completo de él. Llegó hasta mí y me acarició paternalmente la cabeza bañada de sudor. Se llego hasta mi culito y observo con detenimiento y con su ya habitual expresión de concentración dijo.
-Bueno bonita. Esto está cerca de terminar.
Le indicó al chaval sin nombre que fuese a por lo suyo mientras seguía mirando mi ojete y asintiendo con la cabeza mecánicamente. ¿Qué cojones era lo suyo? El chico fue hasta la cocina, abrió la nevera y volvió con algo entre las manos que no conseguí identificar. Yo estaba jadeando como una loca, el sudor me caía por la cara y me entraba en los ojos provocándome un considerable escozor. Pero aquellos hombres seguían sujetándome como si aquello no hubiera terminado aun. El chico le dio al anciano lo que traía y este se acerco hasta mí. Por fin pude ver lo que traía entre las manos. ¡Era un puto pepino! ¡Un pepino enorme! ¿Estaba de coña?
-Veras, me dijo exhibiendo por primera vez su desdentada sonrisa. Yo ya no puedo satisfacerte como estos. Si me hubieras cogido unos años antes te habría dado lo tuyo créeme, pero hoy en día estoy muerto de cintura para abajo así que… ¿te parece justo que yo no participe en la diversión de una reunión de amigos?
-Nooooo! Gritaron todos contestando por mi
-No es lícito que, no pudiendo utilizar la polla, utilice cualquier otra cosa que tenga a mano
-Siiiiiiii! Gritaron todos riendo y al unísono
¿Qué coño era eso? Pareciera que todos supieran de antemano lo que el viejo se disponía a hacer. Como si ya lo hubieran hecho más veces antes.
-y pudiendo elegir el objeto… continuó el viejo. No es un pepino como este, dijo mostrándome el enorme vegetal, un digno sustituto de la polla de un viejo
- Siiiiii! Corearon todos de nuevo riendo con carcajadas nerviosas. ¡Pepino! ¡Pepino! ¡Pepino! ¡Pepino! ¡Pepino!
-Pe.. Pero… mi padre…
-Tranquila tesoro, dijo Enrique acariciando de nuevo mi cabeza para tranquilizarme mientras el viejo se dirigía pepino en mano hacia mi culito. Cuando terminemos te daré el teléfono de mi hija, o de la Rebeca, la hija de J.L. ellas podrán hablarte de tu padre jajaja… podrán hablarte largo y tendido y quién sabe, probablemente dentro de… se interrumpió y preguntó a Gabriel que limpiaba de su polla los restos de sangre ¿cuántos años tiene tu hija Gabriel?
-cinco, respondió este con una estúpida sonrisa de orgullo paternal
-Probablemente después de catorce años, continuó Enrique, tengamos que darle tu teléfono a la hija de Gabriel.
Cerré los ojos anticipándome a lo que venía
-hijos de putaaaaaaaaaahh