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ENCERRADA EN SAGA FALABELLA (2da. parte)

en Transexuales

La segunda parte de ENCERRADA EN SAGA FALABELLA

 

 

SEGUNDA PARTE

La masculinidad del guachimán fue tan contundente y me sometió de una manera que jamás creí que sucedería, que había olvidado a Sandra. Fue como estar en un sueño. Primero mi inocente visita a la tienda para ver ropa de mujer, luego Sandra descubriéndome. O sea una mujer descubriendo a la mujer que había en mí. Mi repentina entrega al juego, a esperar en el vestidor a que me traigan un vestido y estar allí, en secreto, mientras otras mujeres se probaban la ropa muy cerca a mí. Al final toda la tienda para mí solita. Las misteriosas luces. Todo parecía estar como si en cualquier momento llegaran los clientes y me verían así, como una lady.

Esa era la única explicación posible a mi entrega incondicional a ese guardián. Yo había imaginado muchas maneras de revelarme como mujer, pero ninguna se parecía a la que estaba viviendo.

¿Dónde estaba Sandra?

Esa pregunta dejó de perturbarme cuando el guachimán me cogió el trasero mientras me besaba. Yo me colgué de su cuello mostrándole mi aceptación a esa cogida. Su miembro viril estaba muy cerca de mi ombligo y algo lejos de mi pequeñísimo pene, pero él me levantó hasta que nuestros penes quedaron uno al frente del otro. Pero llamar pene a lo que yo tengo, y especialmente cuando hay una tremenda cosa dejándolo en ridículo al pobrecito, es algo injusto para el significado de esa palabra. Lo de él era un verdadero pene, lo mío es (y lo digo con plena consciencia de que me encanta el sometimiento de mi pene tanto como el de mi propia alma) apenas un clítoris. Su pene se pone aún más duro al hacer contacto con mi cosita, se mete por mi calzóncito como una serpiente acechando a su presa. Yo casi puedo ver con mi imaginación esa escena, como una película con efectos especiales. Una serpiente gruesa y poderosa busca una víctima para darle caza, para someterla. Esa cosita que está allí abajo es como si fuera yo y la portentosa mole de carne de él es como el propio guachimán que no para de besarme. Y mi cosita, totalmente flácida (como imaginé muchas veces que estaría, para ser más una mujer), de pronto se apodera de mi sistema nervioso y me envía señales de placer y de locura femenina. Acaba de erectarse, pero sigue siendo una cosita pequeña y delgadita. El pene del guachimán ocupa todo mi underwear y mi cosita trata de esconderse inútilmente. Su pene ha descubierto a mi feminidad expresada en mi cosita y lo inunda de sus jugos pre coitales. Yo, mujer absoluta, la del trasero envidiable, la de las piernas torneadas, la que se viste tan deliciosamente que los hombres se vuelven locos al verme; yo, la loca que está entregada a esta alucinante sesión sexual, no puedo más y me vengo mojando aun mas toda mi zona genital. Su pene acaba de recibir mi semen, pero yo no lo siento de esa manera, yo alucino que estoy lubricándome para su penetración…

Y él, al sentir mi excitación húmeda, me voltea poniéndome boca abajo. Mi penecito está en su boca. Y él me lo chupa con voluptuosidad. Tan sensible como estaba mi cosita después de la eyaculación, su lengua me vuelve loquita chupándome mi clítoris. Gritaba de placer, cuando mis labios sintieron que su enorme, húmedo, duro y absoluto PENE chocó contra ellos y se metió y me invadió, tal como lo había hecho antes con su lengua, pero esta vez era algo que no me dejaba ni hablar. Mi boquita quedaba justa para el diámetro de su miembro, que ya entraba y salía a su antojo. Tosí. Y lo hice porque me estaba atorando con una eyaculación tan violenta y abundante que hasta me salió su semen por la nariz. Luego de expulsar sus líquidos calientes y pegajosos, seguí chupando su pene, lamiendo lo que aún seguía saliendo de allí. El guachimán me llevaba hacia la zona de las camas, y cuando llegamos me volteó de nuevo. Al separarme de su pene que estaba en mi boca, yo me sentí vacía de él, sin nada que me penetre.

Pero una vez puesta sobre la cama, con el vestido completamente arrugado y con las piernas abiertas, un deseo desesperado se apoderó de mí. Mi culito latía y hasta creo que se lubricaba solito. Entonces supe que la hora había llegado, que mi virginidad se perdería allí con un hombre que nunca conocí, pero que ya sentía como mi marido…

 

Obviamente, continuará...