miprimita.com

Adicta a las pajas (9)

en Autosatisfacción

Siete días han pasado, siete horribles, y sigo depre como un higo chumbo. El helado no me sacia, el chocolate no me llena, mis ojos están irritados de tanto llorar, y sigo amándote como hace siete días, no como tú, cabrón, que hace siete días estabas follándote por todo lo alto a esa morena hija de puta de tu jefa. Necesito algo. Mi vida se desmorona, y necesito algo a lo que aferrarme. Podría tener una noche loca. Sí, por qué no? Todavía conservo mis vestiditos de putón, o aquella mini rosa tamaño cinturón. Sí... voy a ponerme guapa, voy a ponerme la minifalda, un buen top ceñidito para enseñar escote y... y... y sin bragas! Eso es. Oh, a quién quiero engañar. No sabría ni a dónde ir, las zonas de marcha seguro que han cambiado en estos últimos cuatro años. Lo cierto es que ni siquiera estoy de humor de maquillarme y pasar media hora eligiendo los zapatos más adecuados para salir de caza.

 

Dónde están mis amigas cuando las necesito? Ah, sí, follando como conejos con sus mariditos. Hijas de puta... no. No soy justa con ellas, yo he hecho lo mismo estos últimos años, encerrada con mi querido cabrón, comiéndole la polla entre cacahuete y sorbo de cerveza, dejándole que me diera por el culo y bebiéndome litros de su leche amarga, día sí y noche también. Buena polla, eso sí, y buenos orgasmos, que ahora los disfruta la zorra de su jefa, mientras yo me quedo llorando en casa y agotando las reservas de chocolate. Sustitutivo del sexo? Y una mierda! Joder, y mis pezones duros como piedras. Pero qué...?

 

Es su polla. Pensar en cómo me percutía de forma constante, llevándome poco a poco hasta el borde del orgasmo, para acelerar a un ritmo vertiginoso que en cuestión de minutos me arrojaba por el precipicio, haciéndome correr como una loca mientras me llenaba el coño de leche. Algo me está llamando. Esa caja en lo alto del armario, cubierto de polvo. Un recuerdo olvidado, una obsesión pasada. Esa caja tiene la respuesta, la solución al calorcillo húmedo que se está gestando alrededor de mi pubis. Me tiemblan las manos. Me aliso el cabello, suspiro y me pongo el pie. No solo mis manos tiemblan, también mis piernas. Me miro al espejo y veo mi figura marchita.

 

Follar he follado tanto como he podido. Han sido cuatro hermosos años, llenos de amor y carantoñas mezclados con leche y jugos vaginales. He descubierto posturas que nunca habría imaginando, y me he corrido literalmente a chorro, como nunca hubiese pensado que podría hacer. Quizás es solo mi patética depresión. Pelo enmarañado, ojeras, piernas sin afeitar, bragas de abuela y camiseta de dormir... no precisamente lo que se dice sexy. Peor es aún la tripita bajo la camisa... no quiero ni pensarlo. Pero cachonda como una perra, eso sí. La caja, joder, dónde está la caja? Uhmm... ahí estás, jodía, ven con mami.

 

Alguien mirando desde atrás habría visto cómo mis nalgas se tensaban bajo el algodón de esas simples bragas, al estirar mis brazos y levantar mi camiseta para poder alcanzar, de puntillas, la caja en la parte superior del armario. No había nadie allí, por supuesto, para mirar de forma lasciva y con ojos de vicio, pero la caja por fin había vuelto a caer en mis manos, y ya nada importaba. Abrí la caja, y durante cinco tensos minutos miré su contenido fijamente, allí de pie. Allí estaba mi colección de juguetitos. Extrañamente, no me sentí atraída por ellos. Es posible que después de tanto tiempo, mis amiguitos no provocasen la más mínima atracción en mí? Los había olvidado ya?

 

Dejé la caja sobre la cama y me volví al salón. Seguía algo excitada, pero la decepción del momento apertura de la caja me había provocado un cierto bajón. Encendí el ordenador y decidí buscar alguien con quien hablar. Cara a cara. Así que me metí en un videochat. El desfile de pollas fue instantáneo, de todas las formas y colores, pero no estaba yo para pollas. En cuanto saludé y la gente comprobó que era mujer, los mensajes privados empezaron a inundar mi pantalla, algunos directos al grano, otros más sutiles, y bastantes piropos que, aunque eran evidentemente zalameros, me subieron el ánimo. Fue entonces cuando la idea cobró forma en mi cabeza. Iba a masturbarme como una loca, sí, y lo iba a hacer delante de tantos pajilleros como pudiese. Abrí mi propia sala de chat y esperé a que los usuarios se fueran conectando. No me iba a andar con rodeos, así que me quité la camiseta y me quedé semidesnuda, con los pechos al aire y mis bragas de abuela como única prenda. Los comentarios no se hicieron esperar, de nuevo de lo más variopinto, pero en general positivos, lo cual me estaba levantando el ánimo.

 

Empecé a manosear mis senos, acariciándolos con suavidad en círculos, haciendo crecer mis pezones. Hasta tres pollas podía admirar al mismo tiempo que jugueteaba, así que me decidí por un jovencito enérgico que le daba caña a una polla lubricada, un madurito de buen ver con los huevos peludos y un negro de tamaño desproporcionado. Los tres estaban disfrutando genuinamente de mis tetas, y agitaban sus miembros vigorosamente. Me estaba poniendo cerda, ciertamente, y a los pocos minutos mi chochito ya empezaba a lubricar. 35 visitantes en mi sala, y subiendo.

 

Me puse a cuatro patas, con la webcam enfocando a mi trasero, cubierto por las bragas, y para ser unas simples bragas blancas de algodón, no levantó precisamente pocos comentarios alabando la figura de mi culo y las ganas que todos tenían de hacer guarreridas con él. Unos pequeños azotitos a mis nalgas desataron pasiones, y ajustar los laterales para que pareciese un tanga, mostrando mis nalgas en tal proceso, hizo que el negraco imponente se corriera como un caballo. Su rapidez fue decepcionante, pero la cantidad enorme de leche que salió de aquella manguera me dejó impresionada, y sí, añadió otro puntito de excitación. Otra polla reemplazó su lugar, por supuesto. Tres pollas duras siempre es mejor que dos.

 

El jugueteo y la provocación con mis braguitas y mi culo prosiguió un poco más, levantando vergas y comentarios que seguían subiéndome la moral. Nada mejor contra la depresión que un montón de tíos salidos deseosos de captar tu atención. Bajé mis bragas hasta media altura, lo suficiente para enseñar mis nalgas al completo, pero sin que mi abultada vulva se llevase todas las miradas. La gente lo estaba disfrutando, y yo también. 64 visitantes, y subiendo.

 

Un meneo de culete por aquí, otro meneo por allá. Unos azotitos y un par de sobeteos de cachete en plan sensual. Me estaba sintiendo como una reina del porno, atrayendo las miradas de tanto salidorro online. Y bragas fuera. Desnudita por completo, indefensa ante la cámara, mojada como una perra. Esto no acababa más que de empezar. Seguí disfrutando del momento, y dediqué unos bailes en cueros a mis fans. 88 visitantes.

 

Sin más dilación, y para sorpresa de muchos, que no creían que fuese "en serio", me detuve por un instante, con la respiración agitada a consecuencia de los bailecitos, me planté delante de la webcam, directamente enfocada a mi coñito sediento y con el ligero vello de siete días. Las pollas en las distintas webcams dieron un bote. Puse mis manos a los lados y tomé mis labios delicadamente con los dedos, exponiendo mi vulva a todo el mundo. En la cámara se podía apreciar el brillo de mis jugos vaginales. Más leche derramada por mí, lástima solo ver tres pollas de las más de cien que debía haber en ese momento, porque más de diez se corrieron viendo mi coño húmedo. Uno de mis deditos comenzó a juguetear con mi preciada perlita. Mi clítoris clamaba atención, palpitaba de excitación, deseando ser partícipe de la fiesta. Di un pequeño respingo al primer contacto. Pocas veces en mi vida he estado tan sumamente cachonda. Era algo puramente especial, tras siete días sin sexo ni pasión, estar exhibiendo ante tantas miradas lascivas producían una vorágine de sensaciones en mi cuerpo. Mi dedo seguía moviéndose alrededor de mi clítoris, cada vez más rápido. No estaba segura de si podría detenerme. No estaba segura de si quería detenerme. Más rápido. Mis piernas empiezan a temblar, no me lo puedo creer. Estaba totalmente salida, dos dedos aprietan mi clítoris a los lados y mi mano se agita sobre mi vulva. No, no voy a parar, voy a seguir. Me voy a correr en directo y en vivo delante de 117 pervertidos online. Y me corrí entre espasmos, enfocando en primer plano mis partes palpitantes y brillantes, empapadas de flujo. Orgasmazo.

 

El orgasmo había sido tan fuerte que tuve que dejarme caer en el sofá, despatarrada totalmente, para tratar de recuperar el aliento. La gente seguía comentando guarradas acerca de lo que yo debería hacer, lo que ellos estaban haciendo o lo que ellos me harían. Cliqueé rápido entre varias cámaras y las corridas iban y venían. Lecherazos por todas partes, de distinto espesor y alcance, pero rica leche al fin y al cabo. Me estaba poniendo a punto otra vez? Sin duda. Seguí mirando vergas y cuerpos desnudos, mientras de forma distraída, mi mano izquierda se había aposentado sobre mi pubis, y los dedos, curiosones como poco, chapoteaban en los jugos de mi chumino. Un pollón de al menos 18cm llamó mi atención. El tipo pegado a esa verga necesitaba de sus dos manos para masturbarse. El jovencito con la polla lubricada seguía dale que te pego, sin haberse corrido aún, y también seguía admirando su ritmo. Por último, lo que parecía un padre de familia aburrido, se daba alegría al miembro mientras se mordía los labios sensualmente mirándome. Y así, con la alegría de ver pollas disfrutando virtualmente viendo mi cuerpo, me corrí por segunda vez. Más elogios cubrieron la pantalla.

 

De entre tantos visitantes en mi sala, también había alguna que otra chica, y una con un par de importantes melones picó mi curiosidad. Al parecer, se estaba sintiendo muy atraída por mi show, así que le di un poco de juego, tratando al mismo tiempo de calentar al resto del personal, que estaba disfrutando de nuestra conversación sin pelos en la lengua. Toda la sala nos animaba a jugar entre nosotras... o más bien animaban a la otra chica a unirse, porque yo seguía acariciando mi chochito, que seguía produciendo flujos, los cuales ya empapaban la tela del sofá. En ese momento me acordé de la caja, y de pronto la atracción por ellos se vio súbitamente resucitada.

 

Tomé mi antaño infalible vibrador, apodado cariñosamente el "orgasmaster". Hmmmm... sentir esos ciclos de vibraciones en mi vagina me puso loca. Mi amiga online se había desecho de su top y sobaba sus enormes pechos con lujuria, pero lo cierto es que yo no estaba demasiado atenta ya a lo que pasaba en pantala. En ese instante, solo tenía pensamientos para mi cosita linda y el vibrador que estaba retumbando en su interior, arrancándome espasmos de placer, llevándome en volandas hacia un nuevo orgasmo que prometía ser aún más intenso que los anteriores. Aumenté la velocidad del vibrador y no pude evitar que un sonoro gemido escapase de mis labios. Me retorcía de placer, para alegría y entretenimiento de tantísimo mirón en línea. Otro puntito de velocidad... oh cielos, me estaba deshaciendo por dentro como mantequilla en una plancha. Mi coño rezumaba flujo y mis gemidos se incrementaron. No iba a aguantar mucho más, iba a correrme como una guarra, con las piernas abiertas y un buen vibrador incrustado en mi interior. Finalmente, un bestial orgasmo sacudió mi cuerpo, y como si de una fuente se tratara, mi coño dio riendo suelta a varios potentes chorros que salieron disparados de mi vagina. Hacía tiempo que no me corría eyaculando, hmmmm... qué sensación tan buena, no recordaba cuán intensos eran esos orgasmos, pero lo estaba disfrutando a conciencia. En el chat, la gente comentaba atónita la hazaña, dudando sobre si había sido un orgasmo real o fingido. "Oh dios", pensaba para mí, "cómo pueden ponerlo en duda?"

 

Aquella tarde degusté 19 maravillosos orgasmos, uno detrás de otro, repartidos en 6 horas incesantes de tocamientos, charlas subidas de tono y actitudes provocativas. Cuántos litros de leche se vertieron en mi honor es algo que desconozco, pero las pollas florecían en el chat como setas, pollas iban, pollas venían (y se corrían). Tras cuatro años de relación, mi vuelta al sexo en solitario fue apoteósica. Hubo un antes y un después. Agotada por mi sesión masturbatoria, lo único que tenía claro es que pensaba batir el récord de 19 orgasmos tan pronto como pudiese. Que tiemblen los chats, Susi ha vuelto, más adicta a las pajas que nunca.