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Juerga en la 32

en Orgías

Para leer el primer relato de esta serie: http://www.todorelatos.com/relato/106950/

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Al salir de clase, pensé en ir un momentito a mi cuarto a cambiarme de bragas, porque las tenía para escurrirlas, pero decidí que no, que así iba a ser más divertido. Perdonad, que en el primer relato no me he presentado. Mi nombre es Sara, 20 años, estudiando tercero de la carrera superior en la Escuela para Profesionales del Sexo. Dada la naturaleza de estos relatos, una descripción física no viene nada mal, supongo. Estatura, normal, 1 metro sesenta y algo (y poco). Peso también normal, no estoy especialmente delgada, pero tampoco se me salen los michelines por todos lados. Tetas muy, muy generosas, de aureolas marrón clarito, no muy grandes, y pezón oscuro, casi todo el día alerta. El pelo lo tengo marrón muy oscuro, casi negro, igual que los ojos. De lo que más orgullosa estoy es de mis labios (los de la cara, me refiero), sonrosados y carnosos, pero sin pasarse, no soy una Angelina Jolie, una boca perfecta para dar placer húmedo tanto a hombres como a mujeres...

Una vez hechas las presentaciones, continuo. Como os decía en mi anterior relato, después de la clase de Anal con Sandra, yo estaba demasiado cachonda como para quedarme así el resto del día, así que cogí a mi compañero Pablo por banda y le dije que nos encontrásemos en la sala 32, donde ya había quedado con Clara, mi mejor amiga, y que trajese refuerzos. Así pues, en 10 minutos me presenté allí, demasiado puntual, ya que sólo estaba Clara.

Clara es, como yo, una chica bastante normal. De altura somos más o menos iguales, aunque ella está más delgada y tiene unos pechos un poco más pequeños, más manejables, que a mi me encantan. Su pelo, cortado a la altura de la barbilla, es de un tono castaño más claro, combinando a la perfección con sus ojos marrón chocolate. Muy ibérica mi Clara. Ambas nos conocimos en nuestra primera semana aquí. Esa es la peor de todas. Llegas de nuevas, no te enteras de nada, y todo el mundo pasa de ti, por lo que pasas unos días en sequía extrema, hasta que empiezan las clases, se empiezan a fijar en ti y empiezas a recibir invitaciones para las sesiones de sexo exra curricular. Por eso, Clara y yo nos apoyamos la una en la otra. Las dos habíamos probado antes lo que era estar con una mujer, y a las dos nos encantaba, así que sabíamos muy bien lo que hacíamos y gozábamos enormemente juntas. Desde entonces, somos inseparables, y casi todos los días nos damos un homenaje, ya sea las dos solas o, como hoy, en grupo.

- Hola Claire, ¿qué tal ha ido ETS?

- Psssszz... ya sabes, rollaco. Hemos estado hablando de las ladillas, putos bichos.

- Argh, ni que lo digas. Yo no he tenido nunca, ni pienso.

- Pues entonces deberías dejarte de tonterías y quitarte los pelillos esos que te quedan ahí debajo.

- No, sabes que no me gusta la depilación integral, yo cortito y bien cuidado, pero brasileño.

- Mmmm anda ven aquí que te saboree ese "brasileño"

- Jajajaja quita boba, y espérate a que lleguen los demás, que adelantarse está feo.

Y justo en ese momento apareció Pablo por la puerta con dos compañeros, Arón y Julio. Al primero ya me lo tenía muy conocido, más de una vez nos habíamos dado un revolcón aquí y allá, pero el segundo era nuevo.

- Hola chicos, ¿cómo estáis? ¿Tú eres Julio? Encantada, Sara. ¿Cómo es que nunca hemos coincido por aquí? - indagué, echándole una mirada lasciva muy mía.

- Es que acabo de llegar, prácticamente. Me trasladaron antes de ayer, desde la escuela de Gijón, estudiante de intercambio. Para refrescar por aquí, supongo, jajaja.

- Pues refrescar no sé... lo que es humedecer, desde luego - soltó Clara en un medio susurro, provocando las risas de todos.

- En fin, ahora que ya nos conocemos todos, vamos a ello, ¿no? Porque yo estoy que no puedo más, os lo digo en serio - les apremié. - Hoy le toca dominar a Clarita, a ver cómo se porta... Julio, no sé si allá por Asturias las cosas serán igual, pero aquí tenemos un montón de salas de desfogue, 46, cada una con una temática distinta. Esta es la de dominación y sexo grupal. En aquella salita de allí a tu izquierda están todos los juguetes, difraces, y demás, y por aquí, como ves, están repartidos varios escenarios: una cama bien grande, una mesa de castigo, varios sofás... un poquito de todo. Espero que la disfrutes bien - le expliqué, guiñándole un ojo.

- Efectivamente, es mi turno... - aquí en la escuela, nunca tenemos roles permanentes de ama, sumisa, etc., porque tenemos que acostumbrarnos a todo, que no sabemos lo que nos va a tocar hacer por ahí, así que Clara y yo, ambas adictas a la sala 32, nos turnábamos el mando. - Tú, putita - me espetó, metiendose rápido en su papel - acércate que vea lo que llevas puesto... Veo que sigues con el uniforme, ¿no te has cambiado a pesar de llevar horas chorreando eh? Debes de tener las bragas empapadas - y así era, las braguitas blancas que formaban parte de nuestro uniforme de la escuela, no podían estar más mojadas. Allí las chicas llevabamos un "tradicional" uniforme de colegiala, con unas faldas (si es que se las podía llamar faldas, porque con esa longitud...) en todos azules y grises, unas medias azul marino hasta medio muslo y unas camisas blancas de manga corta, que cada cual se aborchaba hasta donde quería; yo particularmente, la llevababa bastante decente, porque me gusta el dicho ese de insinuar más que enseñar, así que si querían ver, que al menos me regalasen un buen polvo.

- Sí, señora, la verdad es que las tengo caladas, pero no he querido cambiarme para que comprobáseis lo cachonda que estoy... - le respondí desafiante.

- Jajaja, has hecho bien, sabes que me encanta saborear tu ropa interior cuando llegas tan caliente. Ahora, sé buena y dame un beso. - siguiendo sus órdenes, me acerqué a ella, y agarrándola de las caderas, le di un beso lento, húmedo, atrapando su labio inferior con los míos, lamiendolos después, mordisqueando su lengua... un beso apasionado, que pronto le arrancó un gemido ahogado. - mmmm... muy bien Sarita, muy bien - me dijo sonriendo. - Ahora vosotros, machitos, sentaros cada uno en uno de esos sofás rojos del fondo, que os vamos a hacer un regalo. 

Sabiendo a lo que se refería sin que me lo dijera, me acerqué al primero de ellos, a Pablo, un rubito delgado, sin mucho cuerpo pero guapísimo, con unos ojos marrones nada habituales en la gente de pelo claro, y una sonrisa que te tumbaba. Contonéandome, me planté ante el, me agaché de forma sugerente, y le empecé a besar el cuello, suavemente, con besos secos primero que fui humedeciendo, poco a poco, deleitandome con su sabor, tan masculino... Cuando ya noté que estaba más que excitado, puse mi mano en su rodilla y empecé a subir despacio, acariciando su muslo, acercándome al generoso bulto que ya asomaba entre sus piernas. Sin darle tregua, empecé a frotarlo con la palma de la palma, no muy fuerte, lo justo para empezar a escuchar sus jadeos ahogados. Sin dejar de saborear su cuello, le desabroché el cinturón con maestría, bajé la cremallera, desabroché el botón y, sólo entonces, empecé a bajar, hasta quedar arrodillada ante él.

- Dime Pablo, ¿quieres que esta putita te coma bien la polla? . le preguntó (retoricamente) Clara.

- Claro, ¿por qué no empiezas ya, bonita?

- Chs, chs,, chs, no tan rápido guapo, recuerda que aquí la que manda soy yo. Primero te lo vas a tener que ganar. Apártate un momento, Sara, cariño. - Clara se sentó entonces en el regazo de Pablo y, abriendo las piernas, le invitó a complacerla con sus manos.

Pablo empezó recorriendo con suavidad el coño de Clara por encima de las braguitas, con dulzura. depués, mientras con una mano acariciaba el cuello de su ama, bajándo hacia sus pechos, con la otra apartaba las bragas y recorría su raja, cada vez más brillante. Paró un momento esta tarea tan placentera, sólo para desabrocharle los botones de la blusa, hasta dejar al descubierto sus tersos pechos desnudos, libres, sin sujetador. Bajando la cabeza, lamió primero uno y luego otro, alternando mordisquitos en los pezones con lametones por toda su aureola, succionando uno, el otro, apretándolos. A Clara se la veía en la gloria, tanto que bajó una mano a su entrepierna y, siguiendo con la tarea de Pablo, se empezó a acariciar, con destreza, justo donde ella sabía que tenía que hacerlo. Siguieron así unos minutos, hasta que Clara de pronto se levantó, se recoló las bragas y la camisa, y me hizo señas para que volviera a arrodillarme frente al miembro hinchadísimo de Pablo.

- Es mejor guardarse lo mejor para el final, ¿no creéis? - dijo, enigmática. - Ahora, Sarita, enséñale a este chiquillo lo que es una buena mamada.

Y a ello me puse. Liberé su pene del opresor calzoncillo e, instándole a subir un poco el culo, le quité los pantalones y la ropa interior, quedando frente a frente con un imponente miembro, de tamaño nada despreciable, que ya estaba brillante en la punta, gracias al espectáculo de Clara. Con cara de viciosa, lo agarré con una mano, mientras m acercaba a él, mirando directamente a los ojos a Pablo. Sin apartar la vista, saqué la legua y lo lamí, desde la base hasta la punta. Mmmmm, qué rico... cómo me gusta un buen pene de aperitivo. Golosa, abrí mis labios y me metí el glande en la boca, con suavidad, y empecé a juguetear con mi lengua en su punta, haciéndo circulos lentos, que alternaba con pequeños golpecitos. Pablo al parecer se lo estaba pasando muy bien, a juzgar por sus jadeos roncos. Poco a poco, me fui tragando aquel falo, metiendomelo más y más, hasta que me tocó la campanilla, y entonces, sin previo aviso, empecé una loca mamada, subiendo y bajando con rapidez por aquel delicioso pene, haciéndolo desaparecer en mi boca mientras con la lengua seguía castigando su glande, y con la mano le pajeaba con fuerza. Lo de Pablo ya eran verdaderos alaridos, y sin poder contenerse, me agarró de la cabeza y empezó a marcar el ritmo con sus caderas, follándome la boca aceleradamente.

- Basta, basta, que no quiero que me lo dejes seco todavía. Ahora, todos vais a recibir los servicios de esta guarrilla, que como véis disfruta de lo lindo con un pene en la boca. Sara, ve a por Julio, y enséñale cómo nos las gastamos por León.

Sin perder un segundo, me fui a por la polla de Julio, que además era desconocida, así que me creaba mucha curiosidad. Ni beso, ni cuello, fui directa a su bragueta, con ansia. Y allí liberé un pene, no tan imponente como el de Pablo, pero durísimo. Con él fui más clemente, y la mamada fue mucho más relajada, aunque más profunda. Succionaba su glande cada vez que me lo sacaba de la boca, lo recorría de arriba a abajo con la lengua, lo pajeaba con la mano mientras golpeaba la punta con la punta de mi lengua... Y de nuevo, cuando Julio parecía en el paraíso, Clara nos hizo parar, era el turno de Arón.

A él sí que le besé, me gustaban sus besos, apasionados pero dulces, sin prisa. Me mordisqueaba el labio superior, luego el inferior, atrapaba mi lengua... Pero él también tenía ganas de probar mis dotes, así que agarrándome de la nuca me bajó la cara hasta su abultada bragueta, de donde saqué un pene normalito, pero con el que ya sabía yo que hacía maravillas. A él le gustaba que me lo metiese hasta el fondo, y que sacase un poco los dientes cuando lo recorría, más lentamente. Le gustaba que me tragase su glande mientras le pajeaba, y le encantaba agarrarme el pelo y marcar las embestidas con la cadera. Tras unos minutos así, Clara nos frenó, era momento de pasar a la siguiente fase.

- Bueno, Sara se ha portado muy bien, ¿no creéis? Hay que darle una buena recompensa. Sara, preciosa túmbate allí, en la cama. - una vez allí, me desnudó por completo, con una ternura increible, besándome dulcemente allí donde me iba quitando la ropa. Cuando estuve lista, me agarró las manos por encima de la cabeza y las ató al cabecero de la cama, pero no con dureza, sin hacerme ningún daño. Después me dobló las rodillas, me separó las piernas y, sonríendome, enterró su cara en mi coño.

Joder, estaba en la gloria. Clara empezó a recorrerme con mimo mi dolorida raja, deteniéndose en mi clítoris, que estaba hinchadísimo, subía y bajaba la lengua, se colaba entre mis pliegues, volviéndome loca. Pronto se ayudó de sus manos y, haciéndome gemir, me metió un dedo, con fuerza, y luego el otro. Los movía arriba y abajo, dentro y fuera, mientras con atrapaba mi clítoris y lo golpeaba con su lengua. Yo notaba que con el calentón que tenía no iba a tardar en correrme, pero justo cuando estaba al borde del abismo, paró de pronto, dejándome sudorosa, jadeando, y con muchas muchas ganas de más.

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Esto, como podéis imaginar, no acaba aquí. Si os gusta, seguiré con la fiesta que tienen montada nuestros amigos, y con lo que se cuece en esta particular escuela.