miprimita.com

Monica (13)

en Control Mental

Después de lo vivido hacía apenas unos minutos, conduje nervioso hasta casa. No sabía cómo respondería Mónica a su nueva “libertad”, aunque me sentía bien por haberla quitado todas las sugestiones. No me gustaba nada la idea de tener por pareja a una persona sin autonomía, una persona que no supiese hacer nada interesante por si misma sin que yo se lo propusiese.

Era curioso, ya pensaba en ella como pareja. No me extrañaba nada que lo hiciese puesto que en el fondo aquella chica lo tenía todo. Era amable, inteligente, simpática y realmente guapa. Lo único que había conseguido era que fuese amable con todos para poder conocer gente y un poco más cuidadosa con su imagen para resaltar su belleza. Ojala todo lo que había logrado hasta ahora no se fuese al traste con lo sucedido en la última sesión.

Llegué a casa a la hora de cenar. Imaginé que me caería otra bronca, ya que llevaba desde el día anterior sin aparecer por allí, pero gracias a Dios no había nadie. Fui a mi habitación y recogí todos los apuntes que aun quedaban sobre mi escritorio. Hasta que no publicasen las notas no quería tener nada a la vista que me recordase el hecho de tener que estudiar en verano.

Preparé la mesa e hice la cena para intentar suavizar la situación cuando mis padres llegasen. No soy un gran cocinero, pero seguro que ganaría puntos para librarme de otro mal rato. Para cuando mis padres llegaron estaba todo listo y la cocina limpia. Mi madre se sorprendió tanto que solo me preguntó por mi último examen olvidándose de todo lo demás.  Las notas finales no estarían hasta una semana más tarde por lo que al menos tendría una semana sin ninguna preocupación.

Mientras recogía la cena recibí una llamada de Mónica. Estaba muy preocupada ya que la enfermedad de su tío  había ido a peor. Me dijo que tanto ella como su hermana irían tan pronto como pudiesen al pueblo. Deduje que pasarían mucho tiempo allí ya que habían vuelto a contratar a dos antiguas empleadas para ocuparse de la tienda en su ausencia.

Paso casi medio mes hasta que mejoró, tiempo que pase sin ver a Mónica. Hablábamos a diario por lo que pude saber que sus padres prácticamente tenían decidido irse a vivir al pueblo. De esta manera podrían cuidar a su tío. La tienda funcionaba tan bien que podían permitirse el lujo de no trabajar y vivir de los beneficios, contando con que Carolina se encargase de ella ya que no quería seguir estudiando. Me pareció raro que se atreviesen a dejar la tienda en manos de su hija pequeña sabiendo cómo era, por lo que me imaginé al momento que sería Mónica la que se acabaría responsabilizando del pequeño negocio.

En esos quince días conocí los resultados de los exámenes. Aprobé todas las asignaturas a las que me había presentado por lo que solo tendría que estudiar tres en verano. Mónica por su parte había conseguido aprobar todo. Incluso "Sociología de la educación" después de lo mal que se lo hice pasar para poder preparársela. Era tan buena estudiando que la sirvió con lo que recordaba del día a día para aprobarla. He de reconocer que sentí alivio al saber que finalmente pudo pasar el examen, ya que sentía muchos remordimientos por lo que la hice.

Nada más conocer las notas, y debido a la insistencia de Mónica comencé a estudiar. Había sido muy insistente conmigo en que si me organizaba podría aprobar las tres sin sacrificar el verano por lo que la hice caso y seguí un plan de estudio que me preparó. Por las mañanas me levantaba un poco antes para estudiar y por las tardes iba a la piscina con mis amigos. En dos de las tres asignaturas Mónica me había dejado sus apuntes, ya que ella también las había tenido y me había prometido que me ayudaría todo lo posible con la tercera así que merecía la pena el esfuerzo. Con aquellos apuntes tenía muchas más posibilidades de aprobar.

Fue estando en la piscina con mis amigos cuando recibí la llamada de Mónica anunciándome su vuelta. Se me debió quedar cara de emocionado porque todos me empezaron a preguntar que tenia con ella. La verdad es que entre los del grupo que estábamos teníamos mucha confianza, y sabiendo lo bien que la aceptaron tras la noche de celebración del final de exámenes, les conté que habíamos tenido sexo. No quise hablar de relación, pues aun era muy pronto pero tampoco quería negar lo que había pasado ya que antes o después se iban a enterar.

Todos ellos tenían ganas de volver a verla después de aquella fiesta, excepto mis amigas. Cada vez aguantaban menos el hecho de dejar de ser el centro de atención, y menos aun que esa atención se trasladase a una “friki” recién llegada.

Por teléfono quedamos en vernos al día siguiente. Mónica tendría que estar en la tienda hasta media tarde, ya que la empleada tenía un asunto urgente que atender, por lo que a pesar de querer estar a solas con ella, me tendría que conformar con que al salir viniera a la piscina con nosotros, así no me haría quedarme media tarde en casa. Me agradó mucho que fuese ella la que propusiese juntarse con mis amigos, de esta manera se iría integrando poco a poco y yo podría tener al mismo tiempo amigos y chica.

Durante el día que restaba hasta volver a vernos las horas parecieron detenerse. Tenía tantas ganas de estar con Mónica que nada mas me importaba. Cuando por fin llego la tarde del reencuentro fui a la piscina con mis amigos tal y como habíamos quedado. No paraba de mirar hacia la entrada para verla aparecer. Mis colegas se dieron cuenta de ello y hacían bromas constantemente. Lo cierto es que me daba igual que lo hiciesen ya que apenas les prestaba atención.

Fue estando en el agua cuando por fin vi aparecer a Mónica por la salida del vestuario. La primera impresión ya hizo que me saliese una sonrisa. Los miedos a que hubiese dejado de cuidarse tras retirarla las sugestiones se desvanecieron al instante tan solo con verla a lo lejos. No paraba de mirar a un lado y a otro intentando encontrarme por lo que decidí salir de la piscina para acercarme a saludarla.

Allí estaba ella, aun no me había visto pero yo la veía perfectamente. Estaba más morena que nunca y llevaba un bikini rojo intenso, cuya parte de arriba estaba formada por dos triángulos que se unían en un círculo metálico bajo sus pechos, dejando al aire completamente su escote. La parte de abajo del bikini, aunque dejaba mucho más a la imaginación que la superior, permitía ver el principio de sus tonificadas nalgas que se resaltaban aun mas gracias a unas sandalias marrones con un generoso tacón. Cuando estaba casi a su lado, y mientras observaba como buscaba su móvil en un gran bolso de piscina, aprecié que llevaba las uñas, tanto de las manos como de los pies perfectamente pintadas y una pulserita en el tobillo.

Solo de recordar en lo que pasó la última vez que nos vimos, tuve que hacer un esfuerzo por qué no tuviese una indiscreta erección allí mismo.

  • Hola Mónica – Dije sonriendo

  • ¡Hola! – Respondió ella emocionada

Tan pronto me vio se fundió conmigo en un abrazo totalmente espontaneo. No solo aún era una chica diez en cuanto a imagen, sino que su personalidad seguía siendo totalmente natural conmigo, sin ningún tipo de vergüenza.

  • ¿Dónde tenéis vuestras cosas? No os veía por ningún sitio

  • Ven conmigo, estamos por aquí – Respondí haciendo un gesto para que me siguiese

  • ¡Qué ganas tenía de volver! Ya me estaba aburriendo en el pueblo

Mónica no paraba de sonreír, me alegré mucho de verla así de contenta. Nada más llegar al lado de mi toalla ella saco la suya y se tumbó a mi lado. Pasamos un buen rato hablando, poniéndonos al día de lo sucedido en los días en los que no nos vimos, aunque realmente el contacto telefónico había sido total, por lo que sabía todo de ella y ella lo sabía todo de mí.

El sol calentaba mucho a pesar de que ya había avanzado bien la tarde por lo que nuestras toallas estaban bajo la sombra de un árbol.

  • ¿Por qué no nos ponemos al sol? – Propuso ella

  • Hace demasiado calor, no me gusta tomar el sol cuando calienta tanto

  • ¿Por qué no? ¡Voy a perder el bronceado! - Dijo levantándose y moviendo su toalla

  • Está bien… - Contesté a pesar de que no me gustase la idea

  • Tan solo hay que protegerse, el sol no es malo si tienes cuidado

Tras decir esto sacó crema protectora de su bolso y se sentó de rodillas a mi lado. Tal y como imaginaba echó sobre mi espalda una buena cantidad de loción, lo que me provocó un escalofrío por lo fría que estaba.

  • Tranquilo, que ahora te la extiendo y no estará tan fría – Murmuró Mónica al ver mi gesto

Cuidadosamente y antes de hacer nada más, coloco su toalla bajo mi cabeza a modo de cojín. Acto seguido sus manos se posaron sobre la crema y lentamente, con movimientos largos y ligeros la esparció por toda la espalda. Sus manos recorrían mi cuerpo de una manera suave, llegando hasta los hombros y bajando hasta el borde de mi bañador. Tan pronto como la crema estuvo bien esparcida colocó un poco más sobre su palma y poniendo una mano sobre la otra empezó a hacer círculos sobre mi columna, apretando ligeramente.

No tardé en darme cuenta de que aquello era un masaje en toda regla, y no lo hacía nada mal. La miré y nos sonreímos. Sus manos se posaron a continuación sobre los laterales de mi espalda y la recorrieron arriba y abajo llegando hasta mis brazos.

  • ¿Te gusta? – Me preguntó

  • No sé cómo he sobrevivido sin ti estos días – Dije agradecido

Si antes me había costado evitar la erección, sintiendo sus manos sobre mi cuerpo me fue del todo imposible. El móvil de Mónica sonó y aproveche que se giró para mirarlo para “colocarme” todo correctamente, ya que comenzaba a dolerme el pene contra el suelo.

  • ¿Seguimos?

  • Claro, me está encantando

Comencé a sentir sus nudillos recorrer toda mi espalda. Lo hacía con fuerza y eso me provocaba un ligero dolor, pero al mismo tiempo relajaba mi musculatura.

  • Así no te dolerá tanto al sentarte a estudiar – Bromeo

  • A ti sí que no te va a doler nada, señora profesora

  • Aun no soy profesora – Respondió riendo

  • Bueno pero ya tienes la carrera terminada

  • Sí, pero queda la oposición, es lo más difícil – Dijo algo desanimada

  • Ya lo sé. Pero seguro que te la sacas a la primera – Respondí apoyándola

  • Ojala sea verdad, en cuanto termine el verano empezaré a estudiar para la convocatoria del próximos curso

  • ¿En serio?, así podremos estudiar los dos. Si me ayudas igual termino el año que viene…

  • Claro que te voy a ayudar, te lo he prometido

Mónica se levantó y se sentó de nuevo de rodillas pero esta vez delante de mi cabeza, sus manos se posaron en mis hombros y masajeo fuerte mi clavícula. Estire mis brazos y poco a poco sus yemas recorrieron mis bíceps. Al rato volvió a sentarse a mi lado y repitió de nuevo los giros sobre mi espalda. Llevó sus manos a mi cuello y tras un buen rato masajeándolo liberó toda la tensión de mis cervicales. Sus dedos fueron bajando poco a poco, la sensualidad del masaje era total, notaba sus dedos calientes, ligeros como una pluma. Sin dejar de sonreír los metió bajo mi bañador acariciando la parte superior de mis nalgas. Me estaba quedando como nuevo.

Sus pulgares volvieron a apretar con fuerza, buscando hacer daño. Mostré una mueca de dolor y dejó de apretar fuerte inclinando su cabeza para darme un beso en la espalda y subir besándome despacio hasta tumbarse de lado frente a mí. Su boca se acerco a la mía

  • Te he echado de menos – Me confesó acercando sus labios

  • HOLA MONICA – Escuché de fondo…

Ya me parecía raro que mis amigos no nos hubiesen molestado antes. Sin duda era porque no me vieron salir del agua pero en cuanto advirtieron que no estaba con ellos, imaginaron que Mónica habría llegado y salieron a saludar. Mónica resopló al ver robada nuestra intimidad y se levantó a saludar. Yo sin embargo quedé tumbado boca abajo. Si me hubiese levantado en ese momento hubiese sido el hazmerreír de todos por la excitación que llevaba.

Vi como, uno a uno, saludó a todo el mundo. Las confianzas después de la fiesta eran tales con ella, que alguno la gastó alguna broma sobre nuestra relación. Ella ni afirmó ni negó, pero ya tuvo que oír que esos masajes con besos no se daban entre amigos. Mucho más fríamente, y por cumplir saludó también a mis amigas.

Movimos las toallas de nuevo para juntarnos a ellos y pasamos un rato agradable jugando a las cartas y hablando sobre la próxima fiesta que montaríamos. Mónica se portaba con mis amigos como si los conociese de toda la vida y ellos no paraban de darla conversación. Hubo más de una mirada indiscreta a su escote pero no me molestaba, no son de piedra como para evitar mirar y a mí me hubiese pasado lo mismo

  • Vamos a tomar el sol, que casi no hemos podido antes – Me dijo Mónica reclamando mi atención

  • Si este nunca ha tomado el sol – Respondió un amigo riendo

  • Pero ahora de repente me encanta – Contesté

De nuevo nos movimos alejándonos un poco más que antes, para evitar que nos escuchasen.

  • Te toca – Dije cogiendo el bote de crema

  • Yo ya me lo he echado en casa – Respondió Mónica quitándomelo y preparando de nuevo la “cama” de masajes – Además no nos han dejado terminar antes…

  • La verdad es que tengo unos amigos que no saben cuando molestan…

  • Seguro que tu harías lo mismo por hablar con una chica como yo – Contestó riéndose a carcajadas

Ese comentario me sorprendió muy gratamente. Demostraba seguridad en sí misma, por fin se estaba haciendo consciente de todo lo que valía.

Me tumbé boca abajo de nuevo teniendo la precaución de acomodarme el paquete de tal forma que no me doliese si, tal y como sucedió, volviese a ponerse duro como una piedra. Esta vez noté la crema en mis gemelos. Sus manos la extendieron de nuevo siguiendo la pierna hacia arriba dándome un masaje que agradecí enormemente, pues suelo hacer deporte y esa parte del cuerpo la tengo siempre muy cargada.

Sus manos terminaron en mis pies. Sentí sus dedos recorrer mi planta desde los dedos al tobillo, haciendo unas ligeras cosquillas, para acabar agarrando este y, levantándole ligeramente, hacer círculos con mi pie. Pasó sus pulgares con ambas manos sobre la planta, haciendo fuerza y finalmente se centró en mis dedos. Uno a uno los separó, agarró y masajeo con la habilidad de un fisioterapeuta deportivo.

  • ¿Cómo has aprendido a hacer esto? – Pregunté sorprendido con su habilidad

  • ¿El qué? – Respondió ella haciéndose la despistada

  • Los masajes, lo sabes de sobra

  • Pensé que te gustaría y he estado leyendo sobre ello – Dijo

  • Pero una cosa es leer y otra aprender a hacerlo así de bien – Contesté no conforme con la respuesta

  • Si. Tienes razón. Pero en el pueblo no hay mucho que hacer así que he practicado bastante con mi hermana

  • Vaya, encima de portarse mal, la das masajes… - Comenté contrariado

  • Bueno, no había nadie más con quien practicar – Se justificó ella – Me hubiese gustado hacer el masaje del tirón pero nos han interrumpido así que voy a volver con la espalda

Mónica se puso a mi lado como había hecho antes y volví a sentir sus manos en mi espalda. Como si de una repetición de lo ocurrido antes se tratase paso un buen rato relajando mis músculos y liberándome las tensiones. Se tumbo de nuevo a mi lado y me acerque para besarla pero se apartó cuando nuestras bocas estaban a punto de juntarse

  • Aun no – Dijo pícaramente – Date la vuelta

  • ¿Por qué? – Pregunté muerto de vergüenza ya que si me daba la vuelta vería mi “hinchazón”

  • ¿No te atreves? – Contestó riéndose de mí – Ya sé lo que te pasa ¿O acaso te crees que no sé porque has tardado tanto antes en venir con tus amigos?

  • ¡Qué mala eres! – Respondí riéndome

  • No te preocupes, fíate de mí, nadie notara nada

Miré a los lados. Mis amigos estaban lo suficientemente lejos como para no apreciar nada por lo que lentamente me giré y apoyé el falo contra mi vientre lo máximo posible para que no se notase. Sin embargo nada pudo verse, ya que tan pronto como me di la vuelta Mónica pasó su pierna sobre mí y se sentó a horcajadas, apoyando su entrepierna sobre mi verga.

  • ¿Ves? Nadie puede ver como estas de caliente – Rio

Parecía imposible pero me había dejado sin palabras. Sus manos se untaron de nuevo en crema solar y se apoyaron sobre mis pectorales extendiendo la crema por todo mi torso. Sus dedos recorrían mi fisionomía empezando en los hombros y bajando hasta el vientre. Los usaba como si fuesen dos arañas que recorrían mi cuerpo haciéndome sentir unos deseos que poco a poco se volvían incontrolables.

Estaba claro que quería provocarme, sus dedos continuaron acariciando mis pezones describiendo círculos y encendiéndome cada vez más. Cuando sus manos bajaban hacia mi vientre se quedaban a escasos centímetros de la punta de mi pene y su sexo, me miraba con cara de deseo y acto seguido volvían a subir desesperándome aun más.

No había palabras, solo sensualidad y excitación. Ambos queríamos lo mismo, necesitábamos lo mismo, pero Mónica disfrutaba viéndome así de ansioso por ella. Lo que quizás no apreciaba es que poco a poco se estaba encendiendo tanto como yo. Nuestra excitación se disparaba por momentos.

Tras unos minutos sentada sobre mi empecé a apretar mi miembro contra su sexo empujando con la cadera. No podía evitarlo, era como un acto reflejo. Parecía que deseaba romper mi bañador y su delicado bikini para poder entrar dentro de ella, pero lo hacía sin pensar, por puro instinto. Mónica posó las palmas de sus manos sobre mi vientre y apretó hacia abajo para que dejase de hacerlo, pero cuando consiguió que parase, lejos de tratar de enfriar la situación, empezó a mover su cadera adelante y atrás. Cuando su cadera estaba más alejada podía ver como mi capullo asomaba por encima del bañador. 

Miré hacia un lado. Vi a mis amigos a lo lejos mirando hacia nosotros. La distancia les impedía ver lo tórrido de la situación pero si apreciaban que Mónica estaba encima de mí. Lo cierto es que ya no me importaba nada. Deseaba correrme allí mismo, aunque fuese sobre el bañador. Sin duda alguna de no estar en un sitio público no hubiésemos tardado nada en desnudarnos y hacer el amor como si no hubiese un mañana.

Mónica se tumbó sobre mí poniendo su boca al lado de mi oreja. Pude sentir sus pechos apretándose contra mi cuerpo y me encendí aun más.

  • ¿Qué te pasa? – Preguntó haciéndose la despistada

  • Vámonos a casa – Respondí

  • ¿Por qué? ¿No te encuentras bien?

  • No, me encuentro muy mal – Dije siguiéndola la broma

  • ¿Por qué? – Preguntó de nuevo poniendo su cara a unos centímetros de la mía

  • Por lo mismo que tu – Dije echándola en cara que estaba igual de caliente que yo

  • ¿Qué me pasa a mí? – Insistió preguntando mientras se mordía el labio y aceleraba el movimiento de su cadera

  • Vámonos a casa – Repetí

  • Aun no me he bañado – Contestó evitando decir que si

  • No me hagas esto… - Dije desesperado

  • Vamos a bañarnos – Propuso

En ese momento vi a uno de mis amigos acercarse. Mónica movió su cadera hacia delante para tapar mi verga por completo. Nos dijo que se iban a dar un último baño y se irían a casa, ya que se estaba haciendo tarde. Tenía razón, no quedaba más de media hora para que cerrasen el recinto así que, cuando Mónica vio que mi amigo se alejaba, se bajó de encima de mí y mientras se sujetaba el pelo con una coleta, siguió insistiendo en ir al agua.

No me apetecía lo más mínimo. Pero no veía a Mónica con intenciones de seguir con aquello en ese momento por lo que no me quedo más remedio que aceptar. Me senté esperando que mi miembro se relajase un poco, pero estaba tan duro que no iba a ser fácil. Mónica extendió su mano para ayudarme a levantar a pesar de saber lo que me pasaba

  • Venga, que en el agua se te pasa – Rio burlona

  • ¿Y hasta el agua que? – Respondí

  • Hasta el agua te tapo yo – Contestó abrazándose a sí misma, en una indicación para que la abrazase yo de esa manera

  • Está bien – Asentí

Tal y como propuso me levanté y la abracé por detrás pasando mis brazos por su cadera. Mi sexo se apoyo en su terso trasero poniéndose cada vez más rígido al sentir de nuevo el contacto con ella

  • Esto no me lo vuelves a hacer – La dije medio en broma medio en serio

  • Llevamos más de dos semanas sin vernos, ¿Qué te cuesta esperar unas horas más?- Se justificó ella

  • Pues no me provoques así – Alegué

  • Vale, la próxima vez traigo un parchís si te parece más divertido – Dijo sonriendo

  • Tú no tienes término medio, o me clavas las uñas…

  • Si quieres te las vuelvo a clavar – Me interrumpió

  • No no, mejor no

  • Entonces no te quejes, para una vez que me lanzo…

Caminamos torpemente los escasos metros que nos separaban de la ducha, poco nos faltó para tropezar y caernos pero conseguimos llegar. Estuvimos bajo el chorro de agua un buen rato, pero Mónica se separó de mí y se tiró al agua quedando yo al descubierto y aun con el “tema” bien hinchado. No pude hacer otra cosa que correr detrás de ella lanzándome a la piscina para alejarme de posibles miradas.

Nos acercamos a la zona donde nadaban mis colegas y estuvimos un rato haciendo el tonto, las típicas aguadillas y carreras entre nosotros. El sol ya no quemaba tanto y se estaba de vicio en el agua. Mónica se acercó por detrás subiéndose encima de mí para tratar de sumergirme pero no lo consiguió. Lo que si se percato gracias a un roce con su pierna es de que aun seguía algo cachondo.

  • ¿Pero es que no se te va a pasar? – Comentó riéndose de nuevo de mi

Ni siquiera la contesté. Hasta a mi me parecía extraño que siguiese de aquella manera. Mónica me empujó hasta apoyarme contra uno de los laterales de la piscina, alejándonos ligeramente del grupo. Sus brazos rodearon mi cuello dándome un abrazo

  • Que ganas tengo de estar contigo a solas – Confesó

  • Mas ganas tengo yo – Respondí

Los dos reímos pensando en lo que nos esperaba cuando por fin tuviésemos intimidad. Esta vez fue la cadera de Mónica la que comenzó a apretarse contra mí

  • No me hagas esto otra vez – Rogué

  • ¿Por qué no? – Dijo ella despreocupada

  • Porque ya he tenido dos calentones hoy y como halla un tercero voy a explotar – Expliqué

  • Pobrecillo… y con el calentón que te quedaste cuando nos pillo mi hermana ya van tres…

  • Si – Asentí, mientras notaba que mi pene estaba de nuevo totalmente erecto

  • Que mala soy, que mal me porto contigo…

Mientras pronunciaba estas palabras uno de sus brazos se desprendió de mi cuello y se dirigió decididamente a acariciarme por encima del bañador, al tiempo que con el otro se sujetaba, pues no llegaba a hacer pie.

  • Es que es tan fácil encenderte… - Siguió diciendo

  • No es fácil, solo tú lo consigues con tanta facilidad – Me defendí

Su mano recorría toda mi entrepierna masajeándola para excitarme más aun de lo que ya estaba

  • Me alegro de tener ese privilegio – Dijo – Pero es que te he masajeado la espalda… te he masajeado las piernas… te he masajeado los pies… los hombros… y aun me falta…

  • ¿Qué te falta? – Pregunte excitadísimo

  • Esto – Respondió

Su mano se introdujo por debajo del bañador y se agarró con firmeza a mi poya, empezó a moverla arriba y abajo. Mire hacia mis amigos, por suerte estaban a lo suyo y no se percataban de lo que estaba sucediendo

  • No te distraigas – Dijo Mónica reclamando mi atención y mirándome a los ojos

  • Solo comprobaba que no nos viesen…

  • Si te da vergüenza paro – Propuso ella

  • No pares

  • Tranquilo, no voy a parar aunque me lo pidas

Su mano liberó mi miembro y agarro con delicadeza mis testículos acariciándolos con extrema suavidad.

  • No te entretengas, quiero terminar ya – Rogué

Su mano volvió a agarrar mi pene cumpliendo mi petición y empezó a masturbarme despacio, pero acelerando el ritmo progresivamente. Había pasado una tarde tan intensa que no tardaría mucho en llegar al éxtasis. La mano de Mónica se movía ágil bajo mi bañador, mientras lo hacía no dejaba de mirarme a los ojos con una cara medio de excitación, medio de picardía que ayudaba mucho a que disfrutase al máximo.

Estaba a punto de correrme cuando un grito indiscreto se oyó a lo lejos

  • LLEVAIS TODA LA TARDE ABRAZADOS, A VER SI OS DAIS UN BESO - Unas risas se escucharon tras la frase

  • Al menos no saben lo que estás haciendo – Dije a Mónica sin parar de mirarla a los ojos

  • Me da igual que lo sepan – Respondió ella muy segura de sus palabras – Lo importante es que disfrutemos. De todas formas tienen razón, aun no te he dejado darme un beso – Continuo mientras se reía

  • ¿Y ya me vas a dejar? – Pregunté

  • Si, así se distraen de lo que hace mi mano…

Mónica acercó su boca a mí lentamente. Su mano se movía ya a una velocidad realmente rápida que me iba a llevar al orgasmo en segundos. Nuestros labios se entreabrieron y las lenguas jugaron entre ellas dándonos el saludo que tanto deseaba darla desde que la vi aparecer por la puerta del vestuario. Un grito se oyó entre mis amigos riéndose del beso que estaban presenciando. Yo sin embargo estaba concentrado en mi propio placer, en disfrutar todas las sensaciones que Mónica me estaba dando en ese momento. Poco después de comenzar ese apasionado beso por fin descargué todo lo que había acumulado esa tarde.

Al darse cuenta de que por fin me había aliviado, Mónica se apartó de mí nadando de espaldas hacia donde estaban mis amigos, mientras me miraba con cara de felicidad. En cuanto me rehíce nadé tras de ella para aguantar lo que tenía claro que me venía encima: un sinfín de comentarios acerca del beso por parte de mis amigos. Al menos no se habían dado cuenta de nada mas…

El socorrista no tardó mucho en avisarnos de que debíamos abandonar la piscina, ya que por la hora que era iban a cerrar las instalaciones en breve. Todos salimos del agua y nos dirigimos a los vestuarios para cambiarnos. Me sorprendió la naturalidad con la que Mónica se había tomado lo que acababa de suceder. Actuaba como si fuese lo más normal del mundo masturbar a alguien en la piscina delante de todos, y eso daba aun más morbo a la situación. Me gustaba esa faceta alocada y desenfadada. Por desgracia el buen rollo que tenia con nosotros no lo compartía con mis amigas y la vi alejarse al vestuario algo seria por tener que ir con ellas. Al menos solo serian unos minutos puesto que la esperaría fuera con mi coche para llevarla a casa.

Un buen rato más tarde vi salir a mis amigas por la puerta, como imagine no habían esperado a Mónica. Las pregunté por ella y me contestaron en un tono muy despectivo. No las recriminé nada por ello. No me hizo falta. Fueron todos mis amigos los que las echaron en cara su trato hacia ella. Era curioso como habían pasado de criticarla primero por ser muy aburrida e introvertida y ahora por ser alegre y divertida. Sin embargo eran demasiado orgullosas como para reconocerlo y siguieron criticándola sin parar hasta que se reunió con nosotros, y eso que tardó bastante en llegar.

  • ¿Tanto ha tardado solo para ponerse un pareo? – Preguntó una de mis amigas justo antes de que Mónica llegase, pero a suficiente volumen como para que Mónica la oyese

Mónica la miró con cara de odio pero no dijo nada. Pasaba de tener problemas el primer día que venía con nosotros después de tanto tiempo.

Lo cierto es que a mi amiga no le faltaba razón. Apenas se había puesto un pareo de colores con transparencias a modo de vestido y se había quitado la coleta que llevaba en el agua, eso sí, dejándose el pelo perfectamente liso y peinado. También se había maquillado ligeramente. La verdad es que no necesitaba pintarse para estar espectacular, solo con esa telita transparente, que se pegaba a su cuerpo aun húmedo por el último baño y que dejaba ver su bañador por debajo como si de su ropa interior se tratase, era capaz de atraer las miradas de cualquiera.

Por desgracia para mi, aun tenía que llevar a un colega a casa antes de quedarme a solas con Mónica, por lo que montamos los tres en mi coche.

  • Bueno, ¿qué podemos hacer después de que deje a este en casa? – Pregunté

  • Yo tengo que ir pronto a la mía – Contestó Mónica – Me acaba de escribir mi hermana diciendo que se ha dejado las llaves y tiene que pasar a cambiarse, así que llévame a mi primero

  • Pues que llame a tus padres – Dijo mi amigo encontrando solución

  • No están, se han quedado con mi tío en el pueblo que está enfermo

  • Perdona, no lo sabía – Se disculpó

  • ¿En el vestuario te habías perdido? – Pregunté yo cambiando de tema

  • No, solo me estaba secando

  • ¿Y cómo así has tardado tanto? – Insistí

  • Lo siento porque son vuestras amigas – Dijo inclinándose mientras se apoyaba con los codos en los asientos delanteros y bajando la voz como si fuese una confesión – Pero son insoportables. Así que me he encerrado en un vestuario y hasta que no se han ido no he salido a arreglarme

Mi amigo y yo estallamos a reír. Tenía toda la razón, por lo que la hicimos ver a Mónica que no tenía que pedirnos perdón por hablar mal de ellas. De hecho hasta que deje a Mónica en su casa estuvimos criticándolas los tres sin parar.

  • ¿Te paso a buscar mañana? – Pregunté a Mónica cuando llegamos a su casa

  • ¿No vas a venir luego? – Cuestionó ella extrañada

  • ¿No tenias que estar con tu hermana? – Volví a preguntar

  • Si. Pero va a dormir fuera, así que hasta mañana que yo vaya a la tienda estoy libre – Respondió guiñando el ojo

  • Vale, entonces me paso en un rato

Mónica se bajó del coche y yo llevé a mi amigo hacia su casa. Antes de volver estuvimos cenando algo ya que quería hacer tiempo para no encontrarme con Carolina. No me apetecía verla ese día. Cuando me despedí de mi colega no pudo evitar bromear acerca de lo que me esperaba aquella noche, la verdad es que yo no me lo imaginaba, pero viendo lo sucedido en la piscina podía ser cualquier cosa.

Después de avisar a mi casa para que no me esperasen por allí en toda la noche, monté en el coche y conduje más bien nervioso de vuelta a casa de Mónica. Estaba ansioso por poder estar de nuevo a solas con ella. Ella debía tener también muchas ganas de verme porque aun no estaba cerca de su barrio cuando me llamó al móvil. La dije que estaba a punto de llegar y que ya había cenado, me contesto que su hermana ya se había ido y que cenaría mientras me esperaba.

Por fin su casa estaba vacía. Tardé un buen rato en encontrar un lugar donde aparcar. Siempre sucede lo mismo, cuanto más prisa llevas mas tardas en encontrar un lugar donde dejar el coche. Tuve que caminar un buen rato para llegar a su portal, ya que encontré sitio bastante lejos, pero así Mónica tendría tiempo para cenar tranquila.

Llamé a su telefonillo. Apenas tardo unos segundos en responder.

  • Hola, soy yo – Dije al oír el sonido que se escuchaba al descolgar

  • Hola – Contestó ella

  • ¿Has cenado ya? ¿O vas a bajar a cenar? – Pregunté

  • Sí, he cenado en casa, no te preocupes. Puedes subir

Mónica abrió el portal y subí por las escaleras. Su casa estaba cerrada así que pulsé el timbre. La puerta se entreabrió y la escuché susurrar que pasase. Apenas se veía luz por la rendija que permitía observar ligeramente la entrada. Empujé despacio y al entrar no vi a nadie en el hall. Empuje de nuevo para cerrar la puerta y tras hacerlo oí a Mónica, esta vez en voz más alta y hablando desde el fondo del pasillo, probablemente desde su habitación.

  • ¿Te da miedo entrar? – Preguntó

  • No – Respondí – Solo es que has abierto tan silenciosa que no sabía si habría algo de lo que esconderse…

  • No te preocupes. Estamos solos como te dije. Ven a mi habitación

Encendí la luz del pasillo, el sol hacia un buen rato que se había ocultado y no conocía la casa lo suficiente como para caminar a oscuras. Cuando llegué a la habitación de Mónica vi su cara asomando por el marco de la puerta. Me pidió que apagase la luz del pasillo invitándome a pasar una vez lo hubiese hecho.

Tras desconectar el interruptor y caminar torpemente a oscuras otra vez por el pasillo entré a la habitación de Mónica, encontrándome algo que supero todas mis expectativas.

Lo primero que percibí fue que la estancia tenia las luces apagadas, y se iluminaba tenuemente, pero lo suficiente como para ver bien, con decenas de velas colocadas en el escritorio, las baldas, la mesilla, sobre las estanterías y los muebles… Algunas debían ser aromáticas porque se notaba un olor floral muy agradable. Era el ambiente perfecto para relajarse y disfrutar. Había conseguido convertir su habitación en un lugar tan romántico como sensual.

Pasé al centro de la estancia y me detuve. La puerta comenzó a moverse empujada por la anfitriona, que estaba escondida detrás de ella y cuando por fin se cerró la vi. Parecía un ángel. Estaba espectacular. A pesar de todo lo que ya había vivido con ella seguía teniendo la admirable habilidad de sorprenderme cada vez más.

Allí estaba. Mirándome con cara de niña de buena. Me tomé unos segundos para observarla bien. Estaba más sexy que nunca. Me estaba recibiendo con un corsé azul oscuro de lencería superajustado con encajes y transparencias que dejaban ver su piel morena bajo él. Sus pechos se asomaban por el escote palabra de honor que lucia. Parecía que se iban a escapar en cualquier momento de lo apretados que estaban. El corsé dejaba al aire su vientre, pero ajustaban tanto a su cintura que marcaba aun mas su figura de diábolo.

Tapando sus partes íntimas llevaba un tanga diminuto. Apenas era un triangulito azul oscuro, a juego con el corsé, del que salían unos inapreciables hilos que rodeaban su cadera para perderse entre sus nalgas. Tenía varios bordados que lo hacían muy elegante además de provocativo.

Sus piernas estaban cubiertas por unas medias oscuras que más o menos a medio muslo tenían un estampado con las mismas figuras que el bordado del tanga. Sujetando las medias se había puesto unas ligas que se anclaban en la parte baja del corsé.

Miré hacia abajo y para mi total satisfacción, vistiendo sus pies llevaba unos zapatos de tacón de aguja. Eran de un color gris que pegaban a la perfección con el resto del conjunto, pero a todas luces debían ser muy incómodos para ella, ya que todo lo que tenía el tacón de alto lo tenía también de estrecho. Sin embargo la incomodidad se veía compensada con la belleza y sexualidad que la aportaban.

Sobre su cuello lucía un pañuelito de seda, que junto a alguna pulsera que llevaba sobre sus muñecas y unos pendientes complementaban a la perfección su imagen angelical.

En el tiempo que me estuvo esperando aprovechó para maquillarse. Tenía los ojos con unas sombras azuladas y unas pestañas larguísimas que la daban una mirada más penetrante que la que tenía normalmente y los labios pintados de un rojo no muy intenso. Una fina capa de base de maquillaje cubría su tez haciéndola parecer una muñequita, ya que su piel de por si no tenía ninguna imperfección. El pelo lo llevaba recogido con una coleta alta que permitía ver perfectamente su cara y el pañuelo sobre su cuello. Parecía mirarme como esperando a que dijese algo. Pero yo no sabía que decir.

  • Me has vuelto a sorprender – Dije mirándola aun embobado desde el centro de la habitación

  • ¿En serio? ¿Te gusta?

  • ¿Cómo no me va a gustar? – Contesté – Estas preciosa

  • Me dio algo de vergüenza cuando me vi en la tienda, nunca me había puesto nada así – Comento ella

  • ¿Vergüenza por qué? – Pregunté – ¿Por estar más sexy que nunca?

  • Sí, me daba miedo que pensases que estoy demasiado provocativa – Explicó ella

  • Claro que lo estas – Asentí – Pero eso no es malo. Es normal cuando estamos en la intimidad.

  • Gracias. Me haces sentir muy segura cuando me dices esas cosas

  • No tienes porque darlas, solo digo verdades – Dije mientras me acercaba y la cogía elevando su mano por encima de la cabeza para que diese una vuelta – Y cuanto más te miro más me gusta cómo te sienta – Continúe mientras miraba su trasero al girarse

  • Me encanta estar contigo – Escuché mientras terminaba de dar la vuelta

  • Y a mí también

  • Lo digo en serio – Prosiguió Mónica – No me refiero a la fiesta del otro día, ni a cuando quedábamos antes para estudiar o tomar cafés como amigos…

  • ¿Entonces? – Dije yo rompiendo el silencio, ya que ella se había quedado callada de los nervios

  • … me refiero a lo de estos dos últimos meses. Al vernos tanto, el hablar a diario, el saber todo el uno del otro… – Parecía que los nervios se la habían pasado y por fin me confesaba sin temor lo que quería decir - … el poder besarte sin miedo a que me rechaces

  • Como te voy a rechazar, si eres la mujer perfecta – Dije mientras la agarraba la otra mano y acercaba mis labios a su boca

  • Tú sabes bien que antes no era así y gracias a ti me he empezado a cuidar más, me he atrevido a salir de fiesta y hasta parece que he hecho amistad con tus amigos. Nunca antes había salido con un grupo de gente joven…

  • Siempre tiene que haber una primera vez para todo, seguro que a partir de ahora te atreves a relacionarte mas con la gente, solo necesitabas dar un primer paso

  • Si, y le he dado gracias a ti – Dijo dándome un pico y apartándose de nuevo – Como lo del otro día, también fue genial

  • ¿El que del otro día? – Pregunté

  • Lo que jamás pensé que sería capaz de hacer y disfrute tantísimo haciendo – Respondió mirando a la pared tras la cual se encontraba el sofá del salón

  • No sé a qué te refieres – Dije devolviéndola el piquito y sonriendo, haciéndome el tonto - ¿Qué paso allí?

  • ¡Ah! ¿Qué ya no te acuerdas? – Preguntó riéndose – ¿Tan poco te gusto que ya lo has olvidado?

  • ¿Cómo lo voy a olvidar? Fue fantástico. No creía que nuestra primera vez pudiese ser tan genial

  • Gracias de nuevo – Respondió Mónica

  • Te he dicho que no tienes que darme las gracias…

  • Pero es que tenía tanto miedo de lo que podría pasar… temía que saliese todo mal y me agrada escucharte decir que te gusto. Fue mi primera vez, ¿sabes?, y disfruté muchísimo haciéndolo por eso estoy tan a gusto estando contigo también. Me hiciste disfrutar muchísimo y me quitaste todos los temores. No me dio vergüenza el que me vieses desnuda y me deje llevar sin ponerme tensa…

Sabía perfectamente que me estaba mintiendo. Mónica me había confesado gracias a la hipnosis, en una de las primeras sesiones, que ya había perdido su virginidad hace varios años en un “encuentro” con un proveedor que más bien parecía una violación. Sin embargo no me molestó esa pequeña mentira, ya que estaba claro que para ella aquello no se podía considerar una primera vez normal.

  • Ya vale de agradecimientos Mónica, no fue un favor lo que te hice, ¿acaso crees que yo no disfrute tanto como tú?

  • No lo sé – Contestó sabiendo que si lo había hecho

  • Claro que lo sabes – Reí – ¿Si no lo hubiese hecho crees que me atrevería a quedarme a solas otra vez contigo? – Pregunté de nuevo

  • A lo mejor te gusta pasarlo mal – Rio ella

  • Si, como esta tarde en la piscina – Los dos empezamos a reírnos a carcajadas

  • Puedes estar seguro de que esta noche no lo pasaras mal – Dijo cortando la risa y mirándome con mirada traviesa – Aquí no hay nadie que nos pueda molestar

Tras esa mirada me di cuenta de que el tiempo para las palabras se había terminado. Mónica soltó mis manos y me abrazó por el cuello sin dejar de mirarme a los ojos. Nuestras bocas se juntaron de nuevo, esta vez sin ningún miedo, sin ninguna inseguridad. Mónica ya tenía la certeza de que yo disfrutaba con lo que ella hacía y eso la permitía estar más decidida. Yo por mi parte no tenía ninguna duda de que ella no se sentía incomoda conmigo por lo que no tenía que tener tantas atenciones hacia ella como la primera vez.

La agarré por la cintura mientras sentía ese primer beso de la noche en mi boca. Su lengua cálida jugaba con la mía, aun despacio, de manera muy romántica. Se notaba que quería ir lento, que quería alargar ese momento de enamorados antes de pasar al sexo. No pude evitar el comparar con los besos que me daba cuando estaba totalmente excitada, esos besos eran fuertes, descontrolados, ardientes, sin embargo esta vez, en esos primeros instantes, buscaba otra cosa diferente. Yo tampoco quería adelantar nada, todo llegaría a su tiempo.

Lentamente comencé a subir mis manos por su espalda. Sentía el tacto del corsé sobre ellas. Era una tela delicada, extremadamente suave y lisa a pesar de los encajes. Nunca antes en toda mi vida una mujer se había vestido así para mí por lo que estaba descubriendo algo nuevo. En las zonas donde las transparencias sustituían al tejido notaba la piel de Mónica. Jugaba con mis dedos a recorrer el contorno de las figuras que dibujaban, sintiendo al mismo tiempo la dermis de mi chica. Continúe acariciando su espalda llegando a los cierres del corsé. Nada más tocar uno de ellos el brazo derecho de Mónica dejó de abrazarme y sin dejar de besarme me indico que “no” moviendo su dedo índice.

La verdad es que todavía no tenía intención de quitárselo aunque ella pensase que sí lo iba a hacer. Mientras recorría su espalda la imaginaba planeando la sorpresa que me había dado, la visualizaba comprando toda la lencería que llevaba puesta, probándose un conjunto tras a otro solo por ver cual la sentaba mejor. Todo ello sola, ya que no tenía a nadie que la pudiese acompañar para comprar esas cosas y haciéndolo para agradarme lo más posible, todo pensando en mí. Me excitaba tanto pensar en ello que no pretendía desnudarla nada más empezar. Quería disfrutar de ese regalo que me estaba haciendo, que viese valorado su esfuerzo, su dedicación por contentarme, todo ese tiempo utilizado para satisfacerme en esa cita.

Mis manos se alejaron de los cierres continuando hacia la parte superior de su espalda. Recorrí con mis manos la parte superior de la trasera del corsé para después empezar a acariciar sus omoplatos desnudos, descubiertos de cualquier vestimenta. Proseguí llegando a su cuello, quitando el pañuelo y arrojándole sobre la cama para seguir acariciando esa parte que normalmente llevaba tapada por el pelo, pero que en esta ocasión estaba perfectamente visible. Mis manos ascendieron acariciando su melena, recorriendo su coleta y agarrando su delicada carita para dar más intensidad al beso.

Ladee con mis manos ligeramente su cabeza para continuar jugando con nuestras lenguas. Me encantaba sentir su cara entre mis manos, era suave, un autentico placer para el tacto. Lentamente dejé su cabeza lo más próxima a su hombro posible y separándome de su boca me acerqué a su cuello. Nada mas aproximarme pude oler su perfume, era un olor floral, muy fresco que me encantaba. Comencé a darla besos por el cuello, sentía que la gustaba mucho ya que echaba su cabeza hacia atrás para dejarme totalmente disponible la zona de su garganta. Lamí su nuez mirando de paso el precioso canalillo que se formaba con el corsé.

Poco a poco notaba como Mónica se encendía con cada roce de mi lengua. Su cabeza se giró hacia el otro hombro pidiendo que no dejase ni un centímetro de su cuello sin recorrer. Tal y como ella deseaba lo hice. Los brazos de Mónica me liberaron de su abrazo y me agarraron por la cintura introduciendo sus manos en los bolsillos traseros de mi pantalón. Yo por mi parte dejé de jugar con su pelo y rodeando sus brazos con los míos lleve mis manos sobre su prácticamente desnudo trasero. Comencé a recorrer sus nalgas con las yemas de mis dedos, empezando por su muslo y terminando en el principio de su espalda. Bajaba y subía mientras seguía lamiendo su cuello sin parar. 

Las caricias de mis yemas fueron sustituyéndose por caricias con la palma de mi mano que con el tiempo, y conforme mi excitación crecía, se transformaron en apretones empujándola contra mí, para sentir su cuerpo apretándose contra mi sexo. Mónica me apretaba el culo de la misma manera que yo hacía con ella. Los dos nos estábamos excitando cada vez más después de un largo tiempo de besos y caricias.

Empecé a quitarme ropa para quedarme más cómodo. Agarre mi camiseta por el cuello y separándome por unos segundos de la boca de Mónica me deshice de ella dejando mi torso desnudo. Las manos de Mónica recorrieron mis pectorales nada mas quedarse a la vista. Con cierta torpeza lancé la camiseta tras de Mónica, intentando dejarla sobre el escritorio pero esta cayó al suelo. Coloque la camiseta cuidadosamente sobre la silla tras recogerla del suelo, dejando a Mónica detrás de mí al hacerlo, no es que sea una persona  muy ordenada, pero quería ver bien el trasero que unos segundos atrás estaba tocando.

  • ¿Por qué no dejas la camiseta en el suelo? – Preguntó Mónica extrañada al ver como colocaba la prenda

  • Porque quería ver de nuevo lo guapa que estas – Respondí

  • Vamos que querías mirarme el culo – Dijo Mónica mientras se daba la vuelta mirándome de nuevo

  • Si - Conteste riendo – Pero si te das la vuelta no puedo…

Se acercó a mí y apoyando su mano derecha sobre mi pecho me empujo contra el escritorio hasta hacerme quedarme sentado sobre él. Me plantó un pico en la boca y se dio la vuelta andando hacia el otro extremo de la habitación para que la viese caminar. En cuanto llegó al final se giró de nuevo y volvió hacia mí. Días atrás esa reacción me hubiese extrañado, pero el verla hacer esas cosas para mi deleite cada vez me parecía más normal.

  • ¿Ya estas contento?

  • Bueno, apenas te he visto dar cuatro pasos…

  • Pues no voy a dar mas – Respondió desafiante

  • Al menos date la vuelta otra vez – Solicité

  • No, que si no no te veo yo a ti – Dijo ella mientras agarrándome de la mano me hacia incorporarme para ponerme de pie de nuevo

  • Solo una vez más, y te prometo que hare algo que creo que te gusta mucho

Mónica no respondió, simplemente giro sobre uno de sus tacones quedando de espaldas a mi inmóvil, esperando a ver qué hacía. Me acerqué a ella y la abracé pasando mis manos por su cintura, tal y como había hecho antes ladee su cabeza comenzando de nuevo a besar su cuello, esta vez desde atrás.

  • Pues sí que me gusta - Comentó suspirando levemente

Poco a poco fui arrimándome más fuerte a ella. Podía notar su trasero, apenas cubierto por un hilo, contra mi falo. Deseaba quitarme los pantalones para poder sentirla aun mejor y notar esas nalgas tersas contra mí, pero no quería asustarla. No quería que pensase que tenía intención de hacer sexo anal. Nunca en mi vida lo había practicado ya que entendía que podía ser violento para la mujer. Sin embargo sí que me excitaba mucho el roce del trasero de una chica contra mi miembro. Por ello comencé a frotarme contra ella sin parar de besar su cuello.

Mis brazos no dejaban de abrazarla, todo lo contrario, cada vez lo hacían más fuerte empujándola contra mí. Para más comodidad di un par de pasos hacia atrás y me apoyé de nuevo contra el escritorio. Mónica sabia que me encantaba sentirla así y ella misma comenzó a mover muy despacio su trasero haciendo pequeños círculos. Me estaba volviendo loco.

Al darme cuenta de que no necesitaba empujarla para disfrutar de ese roce, liberé a Mónica del abrazo y comencé a acariciar su ombligo. Al momento recordé aquellas primeras sesiones en las que usaba ese movimiento para llevarla más profundo en el trance. Pero tan rápido como vino ese pensamiento a mi cabeza, desapareció, centrándome de nuevo en sentir todo el placer que pudiese.

Mis manos continuaron subiendo. Muy despacio comencé a introducir los dedos por debajo del corsé. Pero de nuevo un movimiento hacia un lado y hacia el otro de la cabeza de Mónica me indico que no quería desprenderse de él. Debido a su negativa, mis manos continuaron escalando por su vientre, esta vez por encima de la tela hasta llegar a sus pechos. Con mucha delicadeza los posé sobre mis manos al tiempo que estirando mis dedos buscaba encontrarme con sus pezones. No me costó nada dar con ellos, aun estando debajo del corsé pude notarlos duros, completamente erectos y excitados. Los acaricie con mis yemas sintiendo como Mónica cada vez suspiraba más fuerte, notando como su trasero cada vez se movía mas rápido buscando encenderme aun más de lo que ya estaba.

A medida que el culo de Mónica se frotaba más contra mí, mi deseo por dar un paso más y dejarme llevar por completo, sin pensar en otra cosa que en disfrutar crecía. Tanto era así, que la delicadeza inicial de mis manos sobre los pechos de Mónica se convirtió poco a poco en caricias rodeando por completo sus senos de manera más firme. Intentaba a toda costa que ella quisiese también dar ese paso, que su calentura la llevase por fin a quitarse la ropa, pero ella parecía resistirse. Parecía no querer ir tan rápido como yo y eso me hacía sentir contrariado. Por una parte adoraba estar así con Mónica, esa sensualidad me gustaba mucho, pero por otra parte necesitaba algo más después de haber pasado tanto tiempo lejos de ella.

Mientras con mi mano izquierda continuaba acariciando su pecho, haciendo círculos con él y deteniéndome cada no mucho tiempo a provocar sus pezones, mi otra mano bajó de nuevo recorriendo su vientre para perderse por debajo de su tanga. Por un segundo acaricié su cálido sexo que estaba completamente húmedo. Me disponía a comenzar a masturbarla cuando ella introdujo su mano bajo el tanga. Pensé que iba a guiarme, que iba a indicarme con que ritmo quería que realizase esa masturbación, pero frenándome por tercera vez en mis ansias de avanzar, saco mi mano de entre sus piernas para llevarla de nuevo a su pecho.

  • ¿Qué te pasa? – Pregunté extrañado por tanta negación

  • Nada – Escuche decir a Mónica sin aclararme nada

  • ¿Cómo que nada? – Insistí

  • No me pasa nada, de verdad – Volvió a decir ella, mientras apoyaba su nuca en mi hombro para mirarme a la cara

  • No me digas eso porque parece que no quieres seguir…

  • ¿Cómo no voy a querer seguir? – Respondió cortándome

Al tiempo que decía eso su otra mano se apoyaba sobre la mía, quedando mis manos atrapadas entre las suyas y sus pechos. Yo creía que también me iba a impedir que siguiese palpando sus tetas, que iba a retirar de allí mis dedos, pero no fue así. Mónica arqueó un poco su espalda haciendo que su busto se notase aun mas y apretando con sus manos sobre las mías me hizo acariciarlas más fuerte. Yo ya estaba desconcertado por completo. Sus manos me guiaban firmes, con determinación, obligándome a dejar de acariciar su pecho para empezar a magrearlo sin ninguna delicadeza. Tal fue la confianza que me dio que unos segundos después estaba estrujando sus tetas entre mis manos, apretando un pecho contra el otro marcando aun más si cabe el canalillo que dejaba su corsé. Mis manos agarraban sus senos por debajo elevándolos lo máximo posible y haciendo círculos separando uno del otro todo lo que su ropa me permitía, para terminar juntándolos de nuevo.

Aquello ya estaba siendo demasiado para mi calentón. Tenía entendido que a las mujeres las hacía daño que las sobasen así, pero Mónica me miraba riendo aun apoyada en mi hombro, como burlándose de mi sobreexcitación. Disfrutaba con aquello, la gustaba verme gozar tocándola. Se percató de que ya no necesitaba guiarme para que la sobase sin ningún reparo por lo que liberó mis manos y volvió a centrarse en su movimiento de cintura.

  • ¿Sigues pensando que no quiero seguir? – Preguntó

  • Creo que ahora no puedo pensar – Contesté

Era la verdad. Mónica estaba excitadísima, pero lo cierto es que aún conservaba una calma que yo ya no tenía. Cuando me quise dar cuenta ya no estaba apoyado en el escritorio y es que, a pesar de la intención inicial de no apretar mucho mi falo contra el culo de Mónica, en ese momento mi cadera la estaba empujando hasta el punto de haberla hecho dar un paso adelante.

Sin dejar de apretar fuertemente sus tetas empecé a doblar y a estirar ligeramente las rodillas como si intentase clavar mi miembro entre sus nalgas, a pesar de que aun no me había quitado el pantalón. Nada más empezar a hacer aquello Mónica dio un paso adelante y se giró mirándome a la cara de nuevo. Por primera vez en toda la noche la noté algo seria, más bien nerviosa. Hasta entonces me había parado los pies alguna ocasión pero siempre había estado decidida en todo lo que había hecho, pero esta mirada era diferente. Denotaba cierta duda e inseguridad. Me di cuenta de que tal y como había pensado al principio, la amenaza del sexo anal podría haberla asustado.

  • ¿Por qué no puedes pensar? – Dijo retomando la conversación

  • Porque no me dejas – Respondí

Se hizo un silencio un tanto incomodo hasta que Mónica volvió a hablar, traduciéndose el nerviosismo que tenía en un balbuceo que la hacía pronunciar tartamudeando ligeramente y hablando en un tono de voz muy sigiloso.

  • Pues… es que… - Comenzó a decir – No es que no quiera seguir…

  • ¿Pero? – Pregunté ayudándola a encontrar la palabra

  • Pero…, es que…

  • Mónica, dime lo que quieras, no me va a importar, de verdad

  • Es que… - Volvió a repetir mirando al suelo para evitar el contacto visual – Te he preparado una sorpresa… pero según te estás poniendo…

  • ¿Qué sorpresa? – Pregunté intrigado

  • Nada, mejor déjalo, que… además me da vergüenza

  • ¿Vergüenza ahora? Pensaba que eso ya lo habíamos superado

  • A ver… no me da vergüenza estar contigo – Se excusó – Me da vergüenza que no te vaya a gustar

  • Si no me dices que es jamás sabré si me gusta – Expliqué

  • Mejor olvídalo – Dijo Mónica abrazándome de nuevo y mirándome a los ojos, recuperando ligeramente la calma – Según como estas ahora no te va a gustar seguro

  • Bueno, eso lo tendré que decidir yo, así que dime que es

  • No – Negó al tiempo que volvía a besarme suavemente – Estas demasiado encendido para la sorpresa

  • Oye, que si estoy así es por tu culpa – Sonreí al tiempo que la devolvía el beso muy despacio en sus labios – Así que exijo mi sorpresa

  • Otro día de verdad

  • Hoy es el reencuentro, otro día no tendrá tanta gracia – Insistí para ver cuál era la sorpresa, ya que la curiosidad me estaba matando – Si no al menos dime que es

  • Si te lo digo perderá toda la emoción – Se justificó ella

  • Pues dame mi sorpresa – Dije imitando la voz de un niño pequeño

  • Pobrecito – Respondió – Está impaciente

  • Mucho

  • En serio que no te va a gustar, ahora no es el momento

  • Yo creo que si me va a gustar, nada que venga de ti puede ser malo – Argumenté intentando convencerla

  • Que dulce, pero no me vas a convencer – Dijo acariciándome la cara

  • ¿Por qué no? Te prometo que si me va a gustar

  • ¡¡Si no sabes lo que es!! – Alegó ella

  • ¿Un regalo? – Pregunté tratando de adivinar

  • No

  • ¿Un poema? – Insistí

  • Que no, déjalo de verdad, no lo vas a averiguar

  • Pues si no me lo dices no sigo – Dije girándome y dándola la espalda

  • ¿Seguro que no? – Respondió abrazándome por detrás mientras acariciaba mis pectorales y besaba mi espalda

  • Seguro – Dije yo tajante alejándola las manos de mi cuerpo

  • Como eres…, pero sé que estas demasiado cachondo como para apartarme – Dijo Mónica riendo al tiempo que volvía a acariciarme

  • Vale, tienes razón – Respondí riendo yo también dejándola acariciarme esta vez – Pero eso no quiere decir que no vaya a gustarme tu sorpresa

  • Mira que llegas a ser pesado – Dijo Mónica

  • Ya sabes que si – Contesté – Es que el pensar en la sorpresa no va a dejar que me concentre en nada mas

  • Bueno… - Dijo Mónica algo nerviosa de nuevo – Pero si no te gusta no digas que no te lo advertí

  • Seguro que me va a gustar – Alegué

  • Y puesto que has aceptado la sorpresa tienes que dejarte hacer – Dijo Mónica liberándome del abrazo

  • Está bien – Dije girándome – Me tienes totalmente en ascuas

  • No te gires aun – Pidió Mónica mientras recogía el pañuelo que llevaba al principio en el cuello y que ahora estaba tirado sobre la cama

  • ¿Qué vas a hacer? – Pregunté

  • No seas ansioso – Contestó – Solo me tienes que prometer dos cosas

  • Prometidas – Dije riendo

  • Aun no las has oído, así que no hagas el tonto – Replicó poniéndose algo seria

  • Está bien ¿Qué te tengo que prometer?

  • Que te vas a fiar de mi y no vas a poner pegas a lo que haga – La escuché decir – Y que no vas a hacer nada

  • ¿Cómo que no voy a hacer nada? – Cuestioné extrañado

  • Es fácil, no tienes que hacer nada, solo dejarte llevar – Explicó

  • Está bien, lo prometo – Aseguré

  • ¿Las dos cosas?

  • Si, las dos cosas – Prometí

  • Luego no quiero que te enfades, ni que me pongas pegas – Repitió

  • Te lo he prometido Mónica, no hace falta que insistas tanto

  • Está bien…

Mónica me rodeó con sus brazos de nuevo, sujetando el pañuelo en su mano y me abrazó fuerte. Noté que sus pechos se aplastaban contra mi espalda y sus pezones se clavaban en ella. Poco a poco recuperaba la confianza en sí misma, en gran medida al ver mi predisposición a entrar en el juego que me estaba proponiendo. No sabía a qué me había comprometido pero lo iba a averiguar en breve. Me gusto ver como Mónica se lanzaba y sustituía los besos en mi espalda por lentos lametones que me estaban llevando a un grado de excitación máxima de nuevo. Esa especie de parón por la indecisión de Mónica me había hecho quedarme un poco frio pero de nuevo estaba calentándome por momentos.

Unos instantes después, paró de recorrer mi espalda con su lengua y, agarrando el pañuelo por sus extremos, lo fue elevando acariciando mi pecho. El pañuelo era sedoso, a medida que subía por mis pectorales sentí una agradable sensación de suavidad, que se convirtió en un ligero cosquilleo cuando comenzó a rozar el escaso vello que tengo en mi pecho. Mónica siguió elevando el pañuelo hasta llegar a mi cuello. Con un pequeño tirón hacia atrás me obligó a inclinar mi cabeza quedando mi oreja a la altura de su boca. Comenzó a besarme y lamerme el pómulo durante unos segundos hasta que se detuvo y con un hilo de voz me susurró

  • … luego no me digas que no te lo advertí

No pude evitar soltar una sonrisilla al verla así de trascendental. Pensé que diría algo al verme reaccionar de esa manera pero simplemente se limito a continuar alzando el pañuelo recorriendo mi barbilla, mi boca, mi nariz, hasta detenerse finalmente cuando el pañuelo alcanzo mis ojos. Nada mas quedarme sin visión, Mónica estiró hacia atrás los bordes del pañuelo e hizo un nudo con ellos, lo suficientemente fuerte como para que se sujetase sin necesidad de que ella lo tuviese agarrado. Nada más hacerlo se aparto y gracias al sonido de sus tacones al andar deduje que se había colocado delante de mí.

  • No veo nada – Comenté llevando mis manos hacia mis ojos

  • Esa es la intención – Dijo ella en tono burlón mientras evitaba que mis manos retirasen el pañuelo – Recuerda lo que me has prometido…

  • De acuerdo – Contesté situando mis manos a los bolsillos traseros de mi pantalón

Tal y como había supuesto Mónica estaba delante de mí. La dirección del sonido de su voz no dejaba dudas. Sentí en ese momento un ligero golpe en mi nariz, producido con total seguridad por los movimientos de la mano de Mónica comprobando que realmente no podía ver. Me pidió perdón nada mas golpearme y me dio un beso para compensar donde me había atizado.

  • ¿Me has cegado para pegarme? – Dije entre risas – Esas cosas no me van…

  • No tonto – Respondió ella

Por un momento se hizo el silencio. De nuevo Mónica se situó detrás de mí, pero esta vez no lo noté hasta que sus manos sacaron a las mías del bolsillo del pantalón. Se había quitado los zapatos, si no la habría escuchado caminar. Una vez agarró mis manos, comenzó a girar dando tres o cuatro vueltas que me obligaron a rotar sobre mí mismo. Si bien cuando me tapó los ojos sabía bien donde estaba, tras aquel movimiento no sabía ni por donde me daba el aire. No sabía que tenía delante, si el escritorio, la cama, el mueble.... Además de ligeramente mareado estaba totalmente desubicado. Para mayor confusión Mónica estaba totalmente callada e imagine que completamente inmóvil ya que, no escuchaba el menor ruido.

  • ¿Mónica? – Pronuncié buscando respuesta

Silencio fue todo lo que obtuve. Fiel a mi promesa de participar en aquel juego, decidí seguir con mis ojos vendados. Como si fuésemos niños pequeños, estiré mis brazos y torpemente comencé a caminar por la habitación, poniendo máximo cuidado en no golpearme con nada. Una carcajada de Mónica me orientó hacia ella y finalmente la conseguí alcanzar.

  • Deja de moverte así o terminaras tirando las velas – Me dijo mientras apoyándose en mi hombro volvía a ponerse los tacones

  • Pues no te escondas – La contesté

Gracias a los zapatos se puso a mi altura llegando a mi boca para volver a besarme muy pasionalmente. Sus manos recorrieron mi cuerpo mucho más decididamente que antes. No estaba haciendo nada especial, pero el verme privado de la vista me hacía sentir mucho más intensamente cada una de sus caricias. No tardé en llevar mi mano al cinturón del pantalón para ponerme más cómodo, pero Mónica se adelanto a mis intenciones y, no sin antes acariciar por fin mi miembro por encima de la bermuda, me quitó el cinturón.

Solo con eso no pude librarme de los pantalones, sin embargo quedaron con la suficiente holgura como para que mi cada vez mas hinchada verga no sufriese tanta presión y pude sentirme más a gusto. Mónica continuaba besándome acalorándose por momentos. Sus uñas rozaban mi espalda y subían hasta mi cabeza perdiéndose entre mi cabello. Me obligaba a besarla más fuerte empujándome con su mano. De vez en cuando nuestras bocas se separaban y yo imaginaba a Mónica mirándome con deseo, volviendo un instante después a nuestro beso desenfrenado.

Las manos de Mónica liberaron mi cabeza buscando otra vez el contacto con mi trasero. Nada más hacerlo se percató del espacio que había quedado entre mis pantalones y mi cuerpo tras retirar el cinturón y aprovechó para meter sus manos por él, acariciando mi culo por encima del bóxer. Notaba como cada vez me agarraba mas fuerte hasta que, uno a uno, introdujo todos sus dedos por debajo de mi ropa interior para arañar con suavidad mis nalgas.

Llevábamos tanto tiempo a base de caricias y besos que mis deseos por hacerlo con Mónica eran ya más que inmensos. La rodee con mis brazos buscando de nuevo el roce de mi sexo contra su cuerpo para proporcionarme mayor satisfacción. En aquel momento mi excitación era tal que de saber dónde estaba la cama la habría llevado hasta ella en volandas sin ningún tipo de miramiento, pero irónicamente, a pesar de tener delante a la más bella mujer que jamás había tenido entre mis brazos, no solo no podía llevarla a la cama, sino que ni siquiera podía verla.

Comenzaba a pensar que me había equivocado accediendo a recibir la sorpresa en aquel momento. Ahora entendía porque había intentando convencerme de no hacerlo entonces. Mónica sabía que tenía muchas ganas de intimar con ella, mas aun después de verla así vestida y de tanto roce con su trasero, por lo que creyó apropiado hacerlo en otro momento de más calma, de menos deseo. Quizás me puse demasiado pesado y accedió por eso, pero lo cierto es que lo estaba sufriendo yo, era yo el que me moría de ganas por hacerla el amor en ese mismo instante y sin embargo tenía que contenerme por mantenerme fiel a mi promesa de no estropearla la sorpresa.

Muy despacio, como haciéndose de rogar, las manos de Mónica comenzaron a rodear mi cadera por debajo del bóxer, avanzando de mi culo a la parte delantera. Me moría de ganas por sentir por fin sus manos contra mi miembro sin ningún tejido de por medio. Tras unos segundos que se me hicieron interminables sus dedos comenzaron a acariciar la parte inferior de mis testículos al tiempo que con su otra mano agarraba con firmeza mi pene y empezaba a masturbarme.

Una sensación de alivio recorrió mi cuerpo gracias a esa paja que Mónica me estaba haciendo, pero el placer no duro mucho tiempo. Sus manos se apartaron de mis genitales empujando al mismo tiempo mi ropa interior y el pantalón hacia abajo, interrumpiendo ese momento de placer que me estaba dando. Para poder bajarme los pantalones tuvo que agacharse ligeramente, alejando su boca de la mía. En ese momento lancé un suspiro de desesperación, como muestra de desaprobación a aquella masturbación dejada a medias.

  • Te lo advertí – Dijo Mónica consciente de lo que pasaba

  • Tenias razón – Asentí – Mejor lo dejamos para otro día – Continúe diciendo a sabiendas de que se iba a negar rotundamente

  • No, no – Respondió pícaramente

Mónica dejó mis pantalones a la altura de las espinillas y de nuevo subió sus manos recorriendo mi rodilla, mis muslos, apena rozo mis genitales y siguió subiendo por mi vientre. Se rio fuertemente al darse cuenta de que, al no haberse detenido en mi palpitante falo, yo había lanzado un suspiro de nuevo. Prosiguió subiendo por mi torso hasta apoyar sus manos en mis hombros y con un movimiento giratorio me hizo rotar un cuarto de vuelta más o menos. En cuanto me detuve del giro, con un leve empujón me hizo caminar hacia atrás, pero según tenía los pantalones no pude evitar tropezar. Cuando ya había perdido totalmente el equilibrio y la caída era inminente mis gemelos impactaron con la cama y caí quedando sentado en ella. Hice un amago de tumbarme, pues lo llevaba desenado toda la noche, pero Mónica me advirtió para que no lo hiciese.

  • No – Dijo cortando mi movimiento en seco – Que me manchas la colcha con los playeros

  • Perdona mama – Bromeé sentándome en el lateral de la cama  

Pude escuchar un par de pasos de sus zapatos acercarse hacia mí. Un segundo después note como desabrochaba los cordones de mis deportivas y las quitaba de mis pies, retirando tras de ellos mis calcetines. Junte mis piernas y con una leve sacudida me deshice de mi pantalón y mi bóxer dejándolos caer al suelo, quedando así totalmente desnudo. Mónica agarro mi pie y durante un par de minutos repitió el masaje que me había dado en la piscina.

Sus dedos fueron subiendo por mi gemelo y levantaron mi pierna sosteniéndola en el aire. Supuse que Mónica debía estar sentada a los pies de la cama ya que mi pie quedó a la altura de su boca y lo empezó a dar besos por toda su planta. Aquellos pequeños besos cargados de sensualidad se fueron alternando con lengüetazos según iba ascendiendo por mi tobillo y gemelo.

Tras no dejar ni un centímetro de mis pies y gemelos sin recorrer, hizo que apoyase las plantas de nuevo en el suelo y por un momento perdí el contacto con su piel. La escuché moverse, tal vez cambiar de postura ya que no sentí que diese ningún paso. Volví a saber de ella cuando noté sus manos apoyarse en mis rótulas, separando la una de la otra haciendo que quedase un espacio entre mis piernas. A continuación prosiguió besándome en la rodilla. Por como lo hacía y la posición de sus manos imagine que estaba arrodillada. Su lengua comenzó a abandonar mi rodilla ascendiendo por mi muslo. Se detuvo un instante para, apoyándose con sus manos sobre mis piernas, avanzar arrastrándose sobre sus espinillas hasta quedarse al borde de la cama, rellenando así el hueco que antes se había procurado entre mis piernas.

La cama era bastante alta, esto hacía que en esa posición su boca quedase a escasos centímetros de mis genitales. Tan cerca estaban que pude sentir su aliento sobre ellos, pero no iba a ser tan rápida. Estaba claro que se había propuesto volverme loco y en vez de lanzarse a mi pene, giró su cabeza para besar esta vez mí otra rodilla. Pasó bastante tiempo recorriendo mi otro muslo con su lengua, o quizás no, pero tenía tantas ganas de que avanzase que se me hizo eterno.

De nuevo su boca perdió el contacto con mi pierna y quedé desorientado. No sabía dónde estaba pero sabía que no se había movido, puesto que no escuche nada. Ya cansado pregunté

  • ¿Dónde estás?

  • Aquí – Respondió entre risas – No me he movido ¿Por qué me buscas?

  • Por nada – Contesté resignado

Ya estaba convencido de que su única intención era desesperarme. Mi insistencia había sido tal que me iba a hacer arrepentirme por no haberla hecho caso y lo estaba consiguiendo. Aun así no iba a decirla nada mas, no iba a dejar que viese mi necesidad por lo que también me quede callado. Aquello pareció convertirse en una batalla por ver quién tenía más paciencia. Por muy grande que fuese mi excitación, imaginaba que Mónica también tenía que estar muy caliente por lo que creí que no tardaría en volver a sentirla rozando mi piel, pero me equivoque. El tiempo pasaba y yo comenzaba a quedarme frio a pesar de estar en verano. Mi erecto falo empezó a deshincharse muy lentamente al ver que nada nuevo sucedía y hasta comencé a enfadarme, pero estaba dispuesto a aguantarme solo por ver su reacción ante mi impasividad.

Cuando mis pensamientos estaban ya más centrados en el enfado que en el sexo escuché una carcajada de nuevo

  • ¿Es que no vas a decir nada? – Preguntó Mónica

  • ¿Para qué? – Dije mostrando indiferencia – Si no quieres seguir…

  • Claro que quiero, solo quería ponerte nervioso. Pero ya veo que no es fácil – Comentó cambiando a un tono más serio al ver mi reacción

  • Claro que no – Respondí mientras intentaba de nuevo tumbarme en la cama pasando de ella

  • Espera – Me interrumpió apoyándose de nuevo en mis rodillas para que no cambiase de posición

  • ¿A qué? – Pregunté

  • Solo espera – Contesto de nuevo entre risas

Su mano agarró mi ya prácticamente flácida verga y tras un par de sacudidas que apenas la hicieron endurecerse un poco, se la llevó a la boca. Estaba claro que había cambiado de estrategia, que no quería que me quedase frio o por lo menos más frio que ella. Apretando los labios contra mi falo se la sacó para volver a metérsela dentro nada más salir, esta vez un poco más dura y grande que antes. Repitió la operación varias veces, aprovechando para masturbarme antes de volver a degustarla, tratando de conseguir así una erección total lo más pronto posible.

Tas un primer momento de desenfreno Mónica dejo de devorarme para, con mucha delicadeza, intercalar besos y lametones en mis testículos al tiempo que con su mano continuaba con su deliciosa y rítmica paja. Cuando mi pene estaba ya casi rígido por completo, lo agarró por el tronco y se lo llevó a la boca para seguir acariciándolo entre su lengua y sus labios. Note más que nunca su calidez, su deseo. Sentía como terminaba de crecer, de endurecerse, de excitarme dentro de ella llenando su boca por completo, casi ahogándola, pero a ella parecía encantarla aquello ya que procuraba alojarla toda ella en su cavidad bucal.

Cuando por fin mi falo volvió a estar erguido totalmente, saqué unos centímetros para no asfixiarla y ella me rodeó esa parte con su mano para no dejar nada sin acariciar. Había conseguido en pocos minutos llevarme al estado de excitación total que había perdido antes y me había hecho olvidar esos pensamientos de enfado que había llegado a tener en contra de ella.

De nuevo Mónica había tomado el mando, ya no podía resistirme a sus encantos y se dio cuenta de ello. Aunque hubiese vuelto al ataque no estaba dispuesta a satisfacerme por completo aun, por lo que poco a poco su  boca se fue retirando quedando mi verga agarrada tan solo por su mano.

  • ¿Mejor ahora? – Preguntó sin dejar de masturbarme

  • Mucho mejor – Respondí con la respiración acelerada

  • Y eso que querías irte a dormir – Dijo riendo visiblemente excitada

No supe que contestar. Por supuesto que en ningún momento había querido irme a dormir, nadie en esa situación pensaría en dormirse, pero al menos la había hecho ver que ella también estaba tanto o más deseosa que yo de seguir. Imaginé como seria la cara de Mónica lamentándome por no poder verla. Me excitaba mucho el observarla mirándome mientras me practicaba sexo oral pero esta vez tendría que suponer como eran sus gestos, su cara, tuve que imaginar cómo era esa expresión de vicio que me dedicaba cuando estaba frente a mi falo. Aunque no pudiese verla estaba convencido de que no era como la ultima vez, estaba más decidida, esta vez era ella quien llevaba la iniciativa y eso me hacia arrepentirme aun mas de no poder mirarla. Seguro que esta vez aun tenía una cara más deseosa que la que tenía cuando nos interrumpió su hermana.

Después de haber tenido mi verga en su boca durante un buen rato, el que me estuviese masturbando ahora me sabia a poco, por lo que desde mi posición de sentado me eché hacia delante buscándola con mi mano. Cuando llegue a tocar su frente, pasé mis dedos por su cabeza hasta llegar a su nuca y lentamente la empujé de nuevo hacia mi pene. Ella no dijo nada, se limitó a avanzar hasta quedarse a pocos milímetros de mí. De nuevo sentí su aliento en mi glande.

  • ¿Quieres que siga? – Preguntó sabiendo la respuesta, al tiempo que daba un lametón sobre mi capullo

  • ¿Quieres seguir? – La contesté estremeciéndome de placer

  • Lo estoy deseando – Dijo regalándome un nuevo lametón – Pero ya sabes que hoy no es el día de ir deprisa

  • ¿En serio? – Respondí irónicamente - ¿Y de que es el día?

  • De que me desees más que nunca – Dijo ella mientras se introducía mi poya por completo en la boca y la sacaba rápido para no atragantarse

  • Eso ya lo has conseguido, lo que no se es como no quieres ir más rápido

  • Claro que quiero, pero me aguanto para darte más placer – Contestó y volvió a meterse mi falo hasta su garganta – Lo cierto es que no solo te he tapado los ojos para que sientas mas mis caricias

  • ¿Y para que más lo has hecho? – Pregunté

  • Para que no veas que estoy más caliente que nunca y te aproveches de ello – Dijo con un tono de voz que me volvió loco – Pero aun así voy a ir muyyy despacio

Ante tal confesión me la volví a imaginar frente a mi pene. Si estaba tan cachonda como me había confesado debía tener un gesto de deseo similar al que tuvo cuando me hizo la felación en su tienda estando completamente hipnotizada. Intuí que debía estar pasando su lengua por sus labios para lubricarles bien, para conseguir que se deslizasen bien por mi verga y así fue, un instante después volvió a juntar sus húmedos labios con mis testículos empezando a besarles para ir subiendo despacio hasta llegar al prepucio y bajar de nuevo pasando su lengua por todo mi miembro. Tras repetir varias veces esta operación y dándome cuenta de que ya no iba a parar, busque una posición mas cómoda echándome hacia atrás, quedando tumbado a lo ancho de la cama y con mis piernas colgando por un lateral ofreciendo a Mónica así su delicioso banquete.

  • Eso es, ponte cómodo – La oí decir

Mónica agarró mi falo con ambas manos y comenzó a deslizarlas arriba y abajo apretando con fuerza, al tiempo que giraba las manos hacia los lados de manera sutil para proporcionarme aun más placer. Cuando notaba que la era difícil moverlas volvía a lubricar a conciencia con su boca para volver a agarrar mi poya y seguir con la misma operación. Poco tiempo después ya no la fue necesario tener que impregnar mi pene con saliva ya que el liquido preseminal lo hacía por ella.

  • Me encantaría poder verte – Confesé

  • Ya lo sé, pero ¿podrías aguantarlo?

Tenía toda la razón, probablemente si a todo aquello le uniese el hecho de verla totalmente excitada adorando mi verga, me habría corrido hace tiempo ya. El quitarme ese punto morboso de observarla me provocaba unas sensaciones más intensas y a pesar de ello me estaba haciendo durar más al no poder excitarme mirándola.

Tras decir aquello liberó mi pene de sus manos y comenzó a acariciarme delicadamente los testículos mientras su lengua empezaba a recorrer mi polla muy despacio desde la base hasta arriba en toda su extensión. Lo hacía utilizando para ello la punta de la lengua haciéndome sentir una mezcla entre cosquilleo y gozo. Como la parte en contacto era tan pequeña fue girando poco a poco para recorrer todo mi tronco sin dejarse ni una parte sin atención.

Sus lametazos eran lentos pero intensos, progresivamente fue pasando de apenas rozarme con su lengua a buscar la máxima superficie de contacto posible. Parecía una niña frente a un helado disfrutando de todos sus sabores. Lamía la parte delantera primero y luego los laterales, de abajo arriba y una y otra vez sin detenerse y haciéndolo cada vez más deprisa.

Mónica se percató de que esta nueva velocidad me iba a llevar al éxtasis en breve por lo que retiró sus manos de mis testículos y de nuevo con la punta de su lengua y muy despacio los empezó a lamer con dedicación. Una de sus manos se apoyo sobre mi rodilla y perdí el contacto con la otra.

Según iban pasando los minutos notaba que la respiración de Mónica se aceleraba vertiginosamente, incluso de vez en cuando se la escapa un leve gemido. Me extrañó mucho que se excitase tanto por practicarme sexo oral, mas aun teniendo en cuenta que yo no estaba ni siquiera acariciándola. Esto me hizo sospechar donde podía estar su otra mano.

  • ¿Qué haces Mónica? – Pregunté

  • ¿Cómo que que hago? – Respondió parando un instante de lamer mis genitales- ¿Es que no me sientes? – Dijo riendo

  • Claro que te siento – Afirme – Pero no te veo

  • ¿Qué quieres ver? – Volvió a preguntar

  • Tu mano derecha

  • ¿Por qué? – Dijo de nuevo gimiendo

  • Porque está muy ocupada ¿verdad?

  • Un poco – Respondió riendo

  • ¿Haciendo qué? – Insistí

  • Si ya lo imaginas no preguntes

  • Pero solo lo imagino… no puedo verlo – Dije buscando su confesión

  • Bueno… pues… sigue imaginando… - Dijo haciéndose la interesante

  • ¿Te da vergüenza decirlo?

  • No… - Contestó al tiempo que intercalaba un lametón sobre mis testículos tras cada frase – No me da vergüenza…

  • Pues dilo – La dije entre risas

  • … es solo que – Su voz era más excitante que nunca, haciéndose de rogar, pero no cesando en chuparme tras cada silencio – estoy tan caliente… que no he podido evitar… llevar mi mano entre mis piernas…

  • Vaya, tu también lo estas pasando mal solo por calentarme

  • … no tanto como tu… yo solo… me estoy acariciando… me estoy masturbando despacito… bajo mi tanguita… y tu terminarías ya mismo si te dejase… - Me lamió un poco mas fuerte esta vez y rió

  • ¿Y si me masturbo yo y termino qué? – Contesté desafiándola

  • Recuerda que me has prometido que no ibas a hacer nada – Dijo seria temiendo que estropease su sorpresa – Y eso incluye no masturbarte

  • Está bien – Contesté riendo yo esta vez – Solo te estaba picando

  • ¿A si?... – Dijo volviendo a intercalas sus lengüetazos sobre mis testículos entre sus frases – Pues no… deberías… picarme

Haciendo valer su amenaza atacó de nuevo buscando enloquecerme. Su mano dejo mi rodilla y volvió a acariciar mis huevos, e imagine que con la otra debía seguir aun proporcionándose placer a sí misma. Su lengua dejo mis testículos y dio un largo y ardiente lametazo desde la base de mi excitada verga hasta la parte superior, pero esta vez en vez de volver a bajar, su húmeda lengua avanzó hasta el frenillo dedicándole todo su interés durante un buen rato.

Mi poya ya tenía vida propia. Deseaba lo máximo cuanto antes y un acto reflejo me hizo empujar mi cadera buscando meter mi falo por completo en sus fauces.

  • ¿Ves como no debes picarme? – Se burló de mi

Sin dejarme decir nada agarro aun más fuerte mi pene y volvió durante unos segundos a estimular mi frenillo con movimientos circulares. Prosiguió subiendo su boca a la cabeza de mi falo y tras darle un besito cariñoso en ella, empezó a recorrerlo con toda la extensión de su lengua, haciendo círculos primero en una dirección y luego en la otra. Para descansar su lengua unos momentos rodeó mi capullo con sus labios y empezó a darme placer con ellos.

Cuando volvió a estar descansada se centro esta vez en el agujero del pene. La mano que sujetaba mi falo subió hacia arriba liberando una gota de liquido preseminal que Mónica no dudó en degustar con sus papilas. Sus labios no paraban de besarme y su lengua parecía querer introducirse por el ojo de mi pene. Al haberse centrado tanto en mi capullo con su boca, pudo masturbarme con su mano para no descuidar el tronco de mi miembro.

Mi sexo estaba más hinchado que nunca antes y sentía como el calor de la boca de Mónica cada vez era más intenso. A continuación, sin parar de sacudir mi tronco, poco a poco fue introduciéndoselo en la boca, moviendo relajadamente su lengua y cerrando los labios sobre él. Muy despacio iba succionando, girando sobre mi falo para recorrerlo por completo y avanzando introduciéndosela aun más. Cuando vio que la era imposible alojar mas carne en su boca comenzó a estimulármela de nuevo. Presiono fuerte con sus labios y su mano y empezó a subir y a bajar con ambos a la vez. Su boca avanzaba apretando a veces mucho y otras no tanto.  Algunas ocasiones se aceleraba llegando incluso a tocar mi capullo el fondo de su garganta, o rozándola el paladar.

De forma ininterrumpida subía y bajaba acelerándose mas y mas y chupando vigorosamente, dejándose llevar por su excitación, pero tan pronto como notaba que yo podía terminar se relajaba enfriando lo justo la situación para no hacerme llegar al orgasmo. En uno de esos parones, mientras Mónica tan solo besaba mi miembro despacio para no excitarme mas, la oí gemir mucho más de la cuenta y sentía que su cabeza se movía más de lo normal.

  • No creo que vayas a llegar a lo que a mí no me dejas… – Me quejé

Sin decirme nada dejó de besarme y su mano se separó de mi pene. Había perdido todo contacto con ella, aunque la oía perfectamente. La oía gemir cada vez más intenso, cada vez más alto. No tenía la menor duda de que gracias a la masturbación que se estaba propiciando a si misma estaba a punto de llegar al orgasmo.

Estaba claro que para darse más placer debido a la cercanía del éxtasis había pasado de mí para utilizar sus dos manos en su satisfacción personal. Mi imaginación echó a volar, la intuía frente a mí, arrodillada entre mis piernas con su mano bajo su tanga entrando y saliendo de su húmedo sexo a punto de estallar. Suponía que su cadera la ayudaría en su masturbación moviéndose arriba y abajo sobre su mano, al tiempo que con su otra mano acariciaba sus pechos.

No sé si aquello sucedía tal y como yo fantaseaba que era, pero me ayudaba a no perder la excitación. Los gemidos de Mónica también ayudaban a que no me enfriase, de hecho me estaban calentando aun mas.

  • ¿Por qué no voy a llegar? – Me dijo como pudo entre lo que ya eran jadeos

  • Porque a mí no me dejas – Respondí

  • No haber aceptado – Volvió a echarme en cara gimiendo fuertemente – Estoy demasiado cachonda, necesito correrme, lo necesito – Dijo dejándose llegar por el inminente orgasmo – Si… Si… ahora estoy contigo, estoy a punto…

Finalmente un grito de placer recorrió toda la habitación. Había alcanzado el orgasmo y fue tal el placer que la dio que tardo unos minutos en reponerse, en volver a respirar de forma más calmada. Para que no me enfriase no me descuidó durante ese tiempo de recuperación sino que volvió a saborear mi polla repitiendo todos y cada uno de los movimientos que había hecho hasta ahora.

Tras el orgasmo algo cambio en ella. El deseo con el que me estaba devorando antes ya no era tal. Si antes se aceleraba y casi me llevaba al orgasmo “por error”, ahora no se calentaba tanto como para hacerlo, sino que volvía al juego erótico de no dejarme terminar. De nuevo ella tenía el control por completo, estaba satisfecha y aunque rápidamente volvía a excitarse, no lo hacia lo suficiente como para que perdiese el control.

Nunca en la vida me habían estado tanto tiempo comiendo la verga, de hecho no creo que ni la mitad del tiempo que llevaba Mónica. Es más, jamás hubiese pensado que podía aguantar todo ese placer sin correrme antes. Pero Mónica parecía conocerme a la perfección, sabía cuando acelerar para hacerme volar, y cuando frenar para hacerse desear. Tenía artes de autentica felatríz a pesar de haber sido una niña bien hasta hacia apenas un mes.

Unos instantes después comenzó a apoyarse con sus manos sobre mis muslos, parecía querer levantarse pero seguía chupándomela sin parar. Se movía a un lado y a otro, la notaba rara, como inquieta

  • ¿Va todo bien? – Pregunté

  • Si, es solo que me duelen un poco las rodillas – Confesó

  • Pues déjalo y ven aquí conmigo - Ofrecí

  • Está bien – Dijo ella al tiempo que se levantaba

Me senté de nuevo sobre el borde de la cama para después tumbarme a lo largo, apoyando mi cabeza boca arriba sobre la almohada. No me gusto nada el que aquella felación no terminase en corrida, pero viendo las intenciones de Mónica me sería más fácil excitarme teniéndola a mi lado que teniéndola a mis pies, por lo menos podría sentir su cuerpo contra mis manos. Un instante después se tumbo junto a mí. En un primer contacto note que aun llevaba el corsé, así como las medias. No se había quitado nada de ropa a pesar de que yo ya estaba completamente desnudo. Por un momento me hice una imagen mental de ella tumbada a mi lado vestida tan provocativamente

  • ¿Por qué seguías en el suelo si te dolía? – Pregunté extrañado por su actitud

  • Porque estaba tan caliente sintiéndote tan excitado que no me importaba – Dijo dándome un beso en los labios

  • Ya, tan caliente que por un rato solo te has acordado de ti…

  • ¿Cómo dices eso? Si he estado todo el tiempo cuidando esto – Murmuró al tiempo que su mano volvía a masajear mi pene – Mientras tú no hacías nada

  • Sí, pero tú te has aliviado y yo estoy desesperado por hacerlo

  • Bueno, ya estamos en paz. En la piscina fuiste tú el que te aliviaste – Se justifico entre risas

No la faltaba razón. Mientras ella había pasado un larguísimo rato devorando mi polla yo tan solo había estado tumbado disfrutando. Pero aquello iba a cambiar, no soy nada egoísta en la cama por lo que la iba a devolver todo el placer recibido. Acerque mi boca a la suya para que nuestras lenguas se volviesen a juntar pero ella se aparto.

  • Déjame descansar la boca – Me suplicó – La tengo tan cansada como las rodillas

  • Estas sufriendo más que yo por hacer que me arrepienta de aceptar la sorpresa…

  • Es un sufrimiento placentero – Contestó riendo mientras pasando una pierna sobre mi se sentaba sobre mi falo como si fuese a cabalgar

Al sentir que se colocaba a horcajadas pensé que por fin iba a poder aliviarme penetrándola. Pero no sentí el contacto de su sexo sobre el mío, ya que aun no se había deshecho de su tanga. Note esa fina y escasa tela, mas húmeda que nunca por el orgasmo que acababa de tener y me di cuenta de que todavía iba a jugar un rato más conmigo.

Mi cadera empujo de nuevo involuntariamente, como tratando de romper esa fina barrera que me separaba del placer. Mónica me pidió que me calmase y empezó a moverse hacia delante y hacia atrás para excitarme aun más si cabe. Mis manos buscaron acariciar sus pechos y no tardaron en encontrarlos y apretarlos sintiendo sus erectos pezones bajo el corsé, pero mi intento por darla placer fue interrumpido casi al momento

  • Me prometiste que no ibas a hacer nada, y cuando te dije nada es nada – Protestó riendo

  • ¿Tampoco esto? – Me quejé

  • Ni eso, ni nada – Siguió diciendo ella retirando mis manos

  • Mónica, con este calentón no voy a poder evitarlo – Me justifiqué

  • Ya contaba con ello – Dijo de nuevo entre risas

Al tiempo que terminaba de decir aquello se levantó de la cama. Si no me iba a dejar ni acariciarla ya no sabía qué hacer para no estar a expensas de ella. Escuché abrirse un cajón y la oí rebuscar en él. Un momento después se sentó a mi vera y agarró mi mano haciéndola pasar por encima de mis hombros hasta dejarla en el extremo de la cama. Sentí un pañuelo sobre mi muñeca que se anudaba dejándome atado al cabecero. Repitió la operación con la otra mano y después hizo lo mismo con mis pies. Ya sí que estaba totalmente indefenso. Traté de probar el nudo haciendo algo de fuerza intentando liberarme pero, aunque el nudo no me apretaba fuerte, me fue imposible soltarme.

  • Y como ya contaba con que serias incapaz de quedarte quieto, pensé que tendría que hacer algo para evitarlo – Me dijo cuando me tuvo completamente inmóvil

Tras comprobar que los nudos estaban bien hechos empezó a ascender muy lentamente, lamiendo mis piernas, alcanzo mi torso sin detenerse en mi pene y fue subiendo dándome besos por mis pectorales. La noté colocarse cerca de mí e inclinarse sobre mi cara dejando sus pechos contra mi boca. Busque su pezón con mi lengua y lo lamí durante el tiempo que me dejó antes de retirarse.

Mónica volvió a colocarse de rodillas sobre mí separando sus deliciosas tetas de mi cara. De nuevo su cadera empezó a moverse hacia delante y hacia atrás. Lo hacía despacio para que no me excitase en exceso. Tal y como hizo antes colocó su espalda recta y sus manos se apoyaron sobre mi pecho para ayudarse en sus movimientos. Por un lado me arrepentía de no poder desfogarme ya, pero por otro he de reconocer que nunca antes había tenido sexo de una manera tan sensual y erótica como aquella noche. A pesar del deseo estaba disfrutando con cada cosa nueva que Mónica me proponía.

Tras aguantar aquel ritmo lento todo lo que pude, comencé a mover mi cadera presionando contra el sexo de Mónica, ya que era el único movimiento que mis ataduras me dejaban hacer. Poco a poco conseguí excitarme lo suficiente para quedarme al borde del orgasmo pero Mónica se dio cuenta de lo que pretendía y levantó su cadera evitando cualquier tipo de roce hasta que me relaje de nuevo

  • ¿Cuándo vas a terminar con esto? – Pregunté sonriendo

  • Tan pronto como tú seas fiel a tu promesa – Dijo ella

  • ¡Si lo estoy siendo¡ - Me defendí – Me has atado y ni siquiera me he quejado

  • No, ya estabas moviéndote de nuevo – Alegó – Y el trato era no hacer nada

  • Pero Mónica, cuando estoy tan cachondo me sale solo – Me justifiqué sin parar de reírme

  • Pues tendrás que controlarte

De nuevo se apoyó sobre mi falo y empezó a moverse esta vez en círculos. Procuré no hacer ningún movimiento, ninguna presión contra su sexo, pero unos minutos después de nuevo la embestí involuntariamente y ella se levantó otra vez. No nos dijimos nada, pero pude escucharla una sonrisilla burlona. Tras un instante de calma volvió a sentarse y a mover su cintura delante y detrás. Sentía mi glande aparecer y desaparecer bajo el prepucio con cada avance de Mónica y a pesar de ello conseguí mantenerme sereno, sin hacer nada que rompiese las reglas de su juego.

Al ver que me contenía Mónica dejo caer su torso sobre el mío y empezó a besarme con su ya descansada lengua. Nuestras bocas se abrieron y nos besamos pasionalmente durante un tiempo hasta que ella se separó dejando su cuello a la altura de mi boca. Volví a oler su perfume y a lamerla y besarla en esa zona que tan erógena la resultaba. Cuanto más lo hacía más rápido se movía sobre mí por lo que me esmeré todo lo que pude. Mi trabajo tuvo su recompensa y conseguí hacerla gemir levemente, aunque no por mucho rato ya que alejó su cuello de mi boca y prosiguió besando el mío. Su boca recorrió mi nuez y entre besos y lametazos termino mordisqueando mi oreja.

  • ¿Ves como puedes estar quieto? – Me susurró simulándome un pequeño orgasmo al oído

  • Como me provoques así no lo estaré mucho tiempo – Reconocí

Mónica lanzo una carcajada y tras besarme en la boca volvió a colocar su espalda recta. Sus manos no se apoyaron sobre mi torso por lo que me temí que algo estaba preparando, ya que, cada vez que no tenía controlada alguna parte de su cuerpo, algo diferente iba a pasar. Por un instante su balanceo sobre mi se detuvo. Pero volvió a moverse sin darme respiro. Sus manos agarraron mi cara y volvió a inclinarse para poder besarme. Al hacerlo sus pechos se apoyaron sobre mí, pero había algo distinto esta vez. Pude sentir sus pezones duros clavarse contra mi torso sin nada de por medio. Aquel instante en que no sabía que estaba haciendo con sus brazos había aprovechado para quitarse el corsé.

Tuve que esforzarme más aun para no embestirla fuertemente, ya que el sentir sus preciosos pechos me calentó sobremanera. De no estar atado mis manos estarían recorriéndolos en toda su extensión, pero tenía que conformarme con sentirles aplastados contra mi cuerpo.

Mónica comenzó a besarme más acalaroradamente que antes. Su cadera se movió también más rápido como tratando de que la empujase de nuevo, pero me conseguí resistir.

  • ¿Sorprendida? – La dije desafiante

  • Un poco – Contestó

Parecía incluso algo molesta al ver que no era capaz de hacer que me saltase sus normas, por lo que decidió dar un paso más. De nuevo se sentó en el borde de la cama y segundos después volvió a cabalgar sobre mí, esta vez sin medias, con sus piernas desnudas. Aunque se había deshecho de ellas aun conservaba sus zapatos de tacón, pues los sentí contra mi muslo. Sabía muy bien que eran un autentico fetiche por lo que debía conservarlos si quería excitarme aun mas.

Volví a sentir sus pechos contra mi cuerpo y sus desnudas piernas buscaron al tiempo el roce con las mías. Su boca se acercó a mi oído susurrando

  • No puedo creer que te estés controlando así – Me confesó – Pensaba que serias incapaz

  • ¿Ves como podía aceptar tu regalo? – Pronuncié orgulloso

  • Antes te has arrepentido – Me recordó

  • Antes bromeaba – Dije seguro de mi mismo

  • De todas formas aun queda regalo para que disfrutes…

Mónica se tumbó a mi lado apoyándose sobre su costado y con la cabeza reposada sobre mi hombro. Agarro con su mano mi verga masturbándome mientras no dejaba de hablarme al oído con la voz más erótica que podía poner

  • … aún queda mucho regalo, … aun te queda mucho por disfrutar, … mucho por sentir, … todavía puedo excitarte más sin dejarte terminar, … mmm que cachonda me estoy poniendo solo de pensarlo, … como me pone verte así…

Estaba esforzándose todo lo que podía por hacerme perder los papeles y con esa manera obscena de hablar lo estaba consiguiendo. Comenzó a moverse y se coloco otra vez sobre mí, pero esta vez tumbándose boca arriba. Su cabeza quedó a la altura de mi hombro por lo que aun podía susurrarme, pero no lo hizo. Se quedo quieta, inmóvil, viendo mi reacción. Antes había descubierto mi veneración por su trasero y de nuevo lo tenía contra mi falo, con la diferencia de que esta vez yo estaba desnudo y su tanga era como si no llevase nada. Mi verga quedó atrapada entre sus nalgas y mi vientre haciéndome fantasear con penetrarla, pero no podía ya que estaba inmovilizado. Me contuve sin mover la cadera hasta que Mónica volvió a hablar pronunciando como una vulgar zorrita

  • … mmm me encanta sentir tu sexo acurrucado contra mi culo…, ojalá pudieras verme…, me encantaría que pudieses acariciar mis tetas ahora mismo…, mmm acariciarlas como lo estoy haciendo yo… que excitada estoy…, que ganas tengo de mmm…

Aquello era irresistible. Sabía perfectamente que Mónica no era así, pero estaba interpretando un papel para salirse con la suya. Tan pronto como comenzó a mover su trasero restregándolo contra mi verga al tiempo que me hablaba al oído, no pude contenerme más y de nuevo mí cadera hizo un movimiento involuntario contra sus nalgas. Mónica se sentó otra vez en el lateral de la cama riéndose de mi imposibilidad por resistirme a sus encantos.

  • Ves como no debes presumir antes de tiempo… - Dijo aparcando el tono calenturiento

  • Joder Mónica, ¿Qué quieres que haga para terminar con esto? – Supliqué

  • No lo sé… - Dijo tras quedar en silencio un momento

  • Pídeme lo que quieras pero déjame hacerte el amor ya – Seguí rogando

  • Déjame pensar… - Contesto

  • Piensa rápido o me va a dar algo… - Pedí desesperado

Mónica se reía a pesar de su también notable excitación. Yo estaba a punto de explotar pero ella, poco a poco tras su orgasmo, se estaba poniendo a mi nivel. La excitaba tantísimo el juego que aunque no pudiese tocarla estaba disfrutando mucho del momento.

  • Solo quería dos cosas – Me dijo

  • Dime que son ya por favor, me muero de ganas por correrme

  • Una ya la he conseguido, que era verte deseándome tanto como ahora, me pone muchísimo verte así - Reconoció

  • ¿Y la otra? – Pregunte intentando acelerar la conversación

  •  Que me prometas que vamos a tener un millón de momentos como este – Dijo de la manera más dulce que podía imaginar

Aquel punto romántico me pilló totalmente desprevenido, pero me encantó. Quede callado un momento hasta que conseguí reaccionar. Imaginé que ese instante de silencio debió hacérsele más largo a Mónica que todo el tiempo que yo pase muerto de deseo, ya que era toda una declaración de intenciones sobre el futuro nuestra relación. En cuento asimilé la situación volví a hablar

  • Claro que te lo prometo, y otros millones de momentos diferentes también – Dije sonriendo

Era la verdad. No estaba asintiendo porque quisiese desfogarme cuanto antes. Realmente quería pasar mucho tiempo con Mónica, pero no solo en la cama, quería compartir más cosas con ella ya que por primera vez desde hacia años estaba realmente a gusto al lado de una mujer y no pensaba tan solo en sexo.

Su boca se juntó a la mía y nos dimos el beso más apasionado de toda la noche. La notaba emocionada, deseosa ya por darme lo que había estado esperando toda la noche. De repente sentí el contacto de algo contra mi vientre. Al principio pensé que era un dedo de Mónica pero no pesaba apenas nada por lo que no podía ser. No identifiqué que era, solo notaba que me hacia cosquillas. Poco a poco fue subiendo por mi torso trazando “eses” como si fuese una hormiga. Avanzaba despacio subiendo y bajando.

  • ¿Qué es? – Pregunté

  • ¿No lo sabes?

  • No tengo ni idea

Mónica volvió a ponerse de rodillas sobre mi pero manteniendo su cadera elevada, de tal forma que había una buena distancia entre nuestros sexos. Desde esa postura continúo acariciándome con el objeto desconocido durante un minuto

  • ¿Aun no lo sabes?

Negué con la cabeza. El objeto volvió a subir por mi torso pero esta vez no bajó sino que siguió hasta mi cara deteniéndose sobre mi nariz. Inhalé su aroma y al momento supe que era el tanga de Mónica. Era el olor de su sexo que había impregnado por completo la escasa tela de la prenda intima. Aquel olor volvió a desatar mis instintos más primarios tras el momento tierno de un instante atrás. Moví la cabeza delante y atrás haciendo ver que ya había identificado el objeto y Mónica lo retiró de mi nariz al tiempo que agarraba mi verga colocándola en perpendicular a mi cuerpo. Lentamente fue flexionando sus rodillas y mi glande rozo su sexo, quedando a las puertas del mismo.

Me preocupé por un instante. Mónica iba a introducirse mi falo sin haber tomado ninguna precaución. Por muy caliente que yo estuviese, siempre que he tenido relaciones he sido capaz de no dejarme llevar y parar un segundo para coger el condón y ponérmelo, evitando disgustos posteriores, pero en esta ocasión al estar atado no podía llegar a ellos. Mónica pasaba la cabeza de mi sexo por el exterior del suyo al tiempo que me masturbaba despacio, me moría por seguir pero cogí aliento para decirla:

  • Mónica, tengo preservativos en el bolsillo de mi pantalón

Sonrió traviesa e ignorándome comenzó a introducirse mi poya muy despacio en su sexo. Sentí ese calor que llevaba deseando toda la noche por fin sobre mí. Su coño estaba tan ardiente como húmedo y fue rodeando mi falo lubricándolo, hasta que desapareció casi por completo dentro de ella. Era la primera vez que hacía el amor sin usar el condón y las sensaciones eran mucho más placenteras, aunque ese placer se mezclaba con una cierta inquietud al haber ignorado Mónica mi advertencia sobre tomar precauciones. Esa inquietud debió reflejarse en mi cara porque lo percibió, parando la penetración

  • No hacen falta los preservativos – Me dijo

  • ¿Cómo que no? – Pregunté

  • ¿Es que ya no te acuerdas?

  • ¿De qué?

  • La última vez que nos vimos te prometí que no tendrías que usarlos más – Me recordó

  • Ya Mónica pero luego pueden pasar…

  • No va a pasar nada – Me interrumpió – He comenzado a tomar pastillas anticonceptivas

Escuchar aquello me excitó y tranquilizó por partes iguales, por fin tan solo tenía que preocuparme en disfrutar. Mónica se quedó quieta sobre mí sin moverse ni un ápice. Yo sabía que ya había dado por terminado su juego pero como si de un desafío se tratase también me quede inmóvil ocultando mis impulsos por empujar el cacho de mi verga que aun estaba fuera, dentro de ella. Estuvimos un instante largo así, sintiéndonos, deseándonos, pero al mismo tiempo resistiendo nuestras ganas de continuar. Finalmente fue ella la que se rindió dejando caer su peso sobre mí, introduciéndose así el pene hasta el fondo.

Noté que Mónica se echaba hacia atrás. Lo hacía lentamente hasta dejar su espalda casi apoyada sobre mis piernas. Aquello me hizo sentir una mezcla de placer y dolor, ya que mi pene totalmente erecto, estaba hacia abajo. Desde aquella posición las manos de Mónica buscaron mis pies para desatarlos, la costo hacerlo ya que su cabeza miraba hacia arriba y lo tuvo que hacer a ciegas, pero finalmente lo logró.

Tras soltar mis pies aguanto en esa posición. Pensé que debía ser incomoda para ella pero estaba equivocado. Por casualidad, ya que tan solo se coloco así para liberarme de las ataduras, había descubierto una postura que la proporcionaba mucho placer, muchísimo más placer que la incomodidad que a priori debía tener. Sus manos se apoyaron sobre mis piernas para levantar ligeramente su espalda y no tener que mantener las rodillas totalmente dobladas, de esta manera mi verga volvió a una postura un poco mas natural y el dolor que sentí en un primer momento, cuando Mónica estaba totalmente tumbada sobre mis piernas, desapareció.

Nos costó encontrar el ángulo perfecto entre nuestros cuerpos para sentirnos a gusto así colocados. Tan pronto como lo hicimos Mónica empezó a flexionar y estirar sus brazos, bajando su espalda de nuevo hasta sentir mis piernas y volviéndola a subir. Este desplazamiento provocaba unas sensaciones sobre mí nunca experimentadas. Ese movimiento de su espalda apenas repercutía en nuestros sexos, pero al estar mi verga en una postura tan forzada, el mínimo roce sentido me daba más placer que otros movimientos más contundentes.

Ella no tardó mucho en comenzar a jadear. Esta vez no lo hacía falsamente para provocarme, eran gemidos de puro placer. Cuando Mónica se cansó de hacer flexiones con sus brazos, estiró su espalda quedando perpendicular con mi cuerpo y repitió los movimientos de cadera que antes tanto me habían calentado, pero esta vez con mi poya bien dentro de su sexo.

Comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás tan lento como lo había hecho anteriormente pero no aguantó mucho tiempo. Su deseo era tal que no tardo en cambiar de táctica y empezó a subir y bajar su cintura, sacando mi falo hasta dejar solo su cabeza dentro de ella y volviendo a bajar para introducírsela por completo de nuevo. Para ayudarse apoyó sus manos contra mi pecho. Cada vez que sentía mi verga clavarse totalmente emitía un cada vez mas fuerte suspiro de excitación.

Mientras Mónica no paraba de cabalgar sobre mí, yo me limitaba a disfrutar. Si que era verdad que mis pies estaban sueltos pero no podía hacer nada con ellos y mis manos aun estaban atadas. Ni siquiera podía ver lo que estaba sucediendo por lo que me quedé quieto dejándola darme todo el placer que quisiese. Ya no tenía la desesperación de antes, ya sabía que no tardaría en llegar al orgasmo y que ella no iba a hacer nada por impedírmelo, puesto que tenía tantas ganas por hacerme llegar como yo.

Pasó un largo rato subiendo y bajando, sacando y metiendo toda la extensión de mi verga en su abrasador sexo. Cada vez notaba mas flujo sobre mi cuerpo, parecía que se estaba derritiendo. Por segundos se movía más rápido, arriba y abajo sin parar, pero llegó un momento en el que su respiración estaba tan acelerada por el éxtasis como por el agotamiento físico, por lo que volvió a hacer círculos lentamente apoyada sobre mí para descansar.  Estaba extenuada así que con los pocos movimientos que yo podía hacer en esa situación decidí comenzar a actuar, para compensar el esfuerzo que ella había hecho hasta ahora.

Agarré con mis manos fuertemente las ataduras que las aprisionaban y ayudándome de ellas empuje mi cuerpo hacia delante y hacia atrás sobre la cama. Gracias a esto mi verga se hundió una y otra vez entre las piernas de Mónica. Ella al ver que tomaba yo la iniciativa se detuvo por completo para reposar, moviendo tan solo sus manos masajeando mi pecho.

Estuve mucho tiempo repitiendo aquel balanceo a pesar de que era agotador, ya que tenía que hacer mucho esfuerzo con mis brazos para volver junto al cabecero de la cama, pero merecía la pena. Mónica se estaba acercando al orgasmo tanto como yo lo estaba por lo que no paré a pesar del cansancio. Sus manos dejaron de masajear mi cuerpo al tiempo que los resoplidos provocados por el sofoco ya eran constantes y comenzaba a hablar casi de manera inconsciente.

  • ¿Qué dices Mónica? – Pregunté para ver que decía

  • Nada…, no te detengas,… sigue dentro de mi…

Pasó un rato murmurando, jadeando sin parar hasta que de nuevo la volví a preguntar:

  • ¿Qué haces con tus manos?

  • Me acaricio…, mmm como me pones…

Estaba desatada. Ya se había dejado llevar por completo por el placer y ni siquiera sabía lo que decía, ni lo que hacía. Imaginé que sus manos debían estar masajeando sus pechos y sentí celos de no ser yo quien lo hacia

  • ¿No prefieres que te acaricie yo? – Me ofrecí

Me respondió tumbándose sobre mi torso, llevando sus manos sobre las mías y desatando primero mi mano derecha y más tarde la mano izquierda. Por fin mis extremidades eran libres y tan solo estaba ya privado del sentido de la vista. Tuve que esperar un rato para mover mis brazos, ya que debido a la postura en la que habían estado se habían quedado ligeramente adormecidos, pero en cuanto pude moverlos abrace a mi compañera recorriendo toda su espalda con la palma de mi mano.

Tras liberarme nos quedamos quietos nuevamente, la dejé sentir mi falo inmóvil dentro de su concha mientras que mis manos acariciaban sensualmente su espalda. Nos besamos dándonos un segundo de respiro hasta que mis dedos recorrieron de arriba a  abajo los laterales de su cuerpo y agarraron sus nalgas. Poco a poco empecé a empujarla con mis manos sobre su culo hacia delante, mientras que ella empujaba contra el cabecero para volver hacia detrás, obteniendo el mismo movimiento que antes estaba haciendo, pero sin apenas esfuerzo ya que Mónica no pesaba nada.   

El estar libre me dejaba moverme más rápido por lo que mis embestidas eran cada vez más fuertes y rápidas. Los jadeos de mi compañera ya eran pequeños gritos de satisfacción y yo comenzaba a respirar como lo estaba haciendo ella. Mónica se separó de mi boca y de nuevo su cuerpo se situó en perpendicular con el mío. Comenzó a subir y a bajar tan pronto como tuvo las energías necesarias para hacerlo. Mis manos se alejaron de su trasero puesto que no las necesitaba para empujarla contra mí y buscaron inmediatamente sus tetas. Al estirar mis brazos encontré sus manos primero, que estaban dándola placer acariciando sus pezones, pero en cuanto vio que yo me iba a encargar de eso las aparto apoyándolas en mi cuerpo.

Sin ningún tipo de miramiento y dejándome llevar por la libido, manoseé las tetas de Mónica de mil maneras diferentes. Cuando su cadera se relajaba dándome tregua, lo hacía despacio pero cuando aceleraba la magreaba y sobaba sin apenas delicadeza. Llevé mi mano derecha a la cara de Mónica, como tratando de impedir que gritase y esta comenzó lamerme la palma dejando abundante saliva. Retire mi mano de su boca y con esa lubricación la empecé a pasar por sus tiesos pezones estimulándolos una y otra vez. Cuando sentía que mi mano no se deslizaba correctamente volvía a llevarla a su boca y ella se apresuraba en engrasarla con su lengua para que volviese a centrarme en sus pechos.

  • Mónica me estás dando el mejor sexo de mi vida – Confesé al borde de la extenuación

Ella trato de contestar, parecía querer decir algo, pero los gemidos no la dejaban pronunciar, solo salían de su boca gritos de placer. Esta vez fue Mónica la que llevó su mano a mis labios y fue introduciendo sus dedos entre ellos para que los lamiese. Cualquier roce la hacía volverse aun más loca de lo que estaba. Ambos estábamos al borde del orgasmo. Buscando la mayor satisfacción posible, empecé a empujar con mi cadera arriba y abajo tal y como hacia ella, consiguiendo así unas penetraciones mucho más fuertes y placenteras tanto para Mónica como para mí.

Sus manos abandonaron mi boca y ascendieron unos centímetros hasta agarrar el pañuelo que me tapaba los ojos y retirármelo, devolviéndome de nuevo el sentido de la vista. Pude ver por fin a Mónica iluminada por la luz de las velas totalmente desnuda, ya que lo único que la vestía eran los tacones y los pendientes. Su cara mostraba más placer del que nunca había sentido. Su boca estaba abierta por completo jadeando y sus ojos se cerraban al tiempo que mi verga se perdía entre sus piernas, volviéndose a abrir cuando salía para mirarme lascivamente. Observé como su vientre se hinchaba y deshincha a toda velocidad marcando el ritmo de su acelerada respiración y de sus gemidos.

Lanzó el pañuelo al suelo y sus manos se dirigieron a su pelo. En un momento retiró el coletero que sujetaba firme su peinado y toda su melena quedo suelta, cayendo sobre mi cara y haciéndome cosquillas. Mónica se incorporo quedando vertical nuevamente y apartó el flequillo de su rostro para que no perdiese un detalle de sus gestos de gozo. De nuevo botó sobre mí y pude ver saltar sus pechos al ritmo de sus movimientos.

En ese preciso instante comenzó a gritar al tiempo que su sexo parecía arder envolviendo mi falo. Intentó contener sus gritos al principio pero ya la era imposible, había comenzado su orgasmo y no podía reprimir sus muestras de placer. Al ver esta imagen tan carnal empecé a empujar mucho más fuerte haciendo su orgasmo más intenso y acercándome casi por completo al mío. La espalda de Mónica se arqueo para atrás buscando la posición con la que había empezado a hacerme el amor y eso fue el detonante de mi éxtasis.

En esta ocasión al estar liberado de mis ataduras yo podía ayudar a hacer más intensa esa postura y así lo hice. Mientras ella flexionaba sus brazos como antes había aprendido, yo empujaba una y otra vez mi verga contra su palpitante sexo. Incluso me ayudé de mi mano para darla aun mas placer. El orgasmo de Mónica se alargaba en el tiempo y tras varias embestidas por fin alcance el mío.

Nunca jamás había tenido un orgasmo tan extremadamente placentero como aquel. La espera a la que me sometió Mónica me había regalado unas sensaciones que no conocía. Aquella era su verdadera sorpresa y no me di cuenta hasta el último momento. Su sorpresa no era un juego en el que me hacía pasarlo mal, sino que el juego era el primer paso para hacerme gozar como nunca antes lo había hecho.

Continúe empujando contra Mónica mientras depositaba mi semen por todo el interior de su sexo. Esa explosión de calor la hizo dar el grito más ardiente que dio en toda la noche. Ella había estado esperando aquel momento tanto como yo por lo que también lo estaba disfrutando muchísimo.

Lentamente mientras nos recuperábamos del clímax Mónica se incorporó y echó su busto sobre mí. Sentí otra vez sus tetas clavarse en mi pecho, esta vez con los pezones más blandos tras haber recibido una total satisfacción. Aparté su pelo con mis manos para fundirnos en un ardiente beso, abriendo nuestras bocas y haciendo que las lenguas jugasen mientras nuestras respiraciones se calmaban.

Rodeé con mis brazos su espalda, y la acaricié evitando que tras el calor sentido en el sexo, pudiese coger ahora frio. Muy despacio fui retirando mi pene, que aun tenía dentro de ella y lo dejé atrapado entre nuestros vientres. Pude sentir una gota de esperma que salía mojándonos a ambos.

Mónica apartó su boca de la mía y reposó su cabeza sobre mi pecho. Con mucha delicadeza me giré dejando un lateral de la prácticamente deshecha cama libre. Aunque en un primer momento nos habíamos tumbado sobre la colcha, ahora la ropa de cama estaba descolocada por nuestros movimientos así que aproveche ese lado libre para sacar una sábana. No hacía mucho frio esa noche por lo que sería suficiente para arroparnos y la estiré sobre nuestros cuerpos volviendo a recostarme con Mónica sobre mí. Al ver ese detalle de nuevo levantó su cabeza y me dio un beso

  • Te quiero – Dije sin pensarlo cuando nuestras miradas se unieron tras el beso

  • Y yo – Respondió ella regalándome la mejor de sus sonrisas

No dijimos nada más, no hacía falta. Los dos estábamos tan satisfechos como agotados. Unos minutos después Mónica estaba dormida sobre mí. Estaba muy cansada tras un día en el que había realizado un largo viaje y en el que trabajó desde la hora de comer. Sentía su respiración sobre mi pecho haciéndome cosquillas. Sin dejar que se despertase la situé a mi lado, con la cabeza apoyada sobre mi brazo para poder dormir yo también.

Moviéndose en sueños apoyó una pierna sobre la mía pero no me molestaba por lo que decidí dormirme así. Me di cuenta de que aun llevaba los tacones puestos así que con cuidado para no molestarla se los quité y los dejé en el suelo.

Ladeé mi cabeza y vi el reloj de la mesilla, eran casi las tres de la mañana. No me había imaginado que podía ser tan tarde. No recordaba bien a qué hora había llegado a su casa pero lo cierto era que entre los preliminares y el sexo habíamos estado más de dos horas disfrutando de nuestros cuerpos. Jamás hubiese pensado que podría aguantar tanto tiempo en una sola relación, pero gracias a su juego lo habíamos conseguido.

Me giré para ver a mi chica por última vez iluminada por las velas, acaricié su cara y cerré los ojos esperando dormir plácidamente. No tardé mucho en hacerlo, el cansancio era total, y la felicidad también.