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Una primera vez inesperada(1)

en Sexo con maduros

Era viernes por la tarde y Catalina estaba sirviendo copas de cava en una sala de cattering. Aquella sala reunía a empresarios que celebraban un evento con motivo de la jubilación de uno de sus directivos. La muchacha que era morena de pelo largo, entradita en carnes, ojos marrones y estatura media; llevaba un traje de vestir azul con falda y camisa. Se sentía bastante fuera de lugar pues era originária de un barrio de clase baja y aquello le venía grande. 

Estaba maldiciendo sus tacones nuevos cuando alguien se le acercó para hablarle.

-Perdona, ¿me puedes servir más cava? Tengo la copa vacía...-era un hombre de pelo moreno entrecano, ojos negros y bastante altura aunque también delgado. Llebava traje de vestir negro, por lo que Catalina dedució que era uno de los empresarios allí reunido. Y guapo, muy guapo.

-Si, lo siento, discúlpeme.-la chica se dispuso a servirle una copa que con los nervios derramó sobre la camisa de aquel hombre.

-Joder!-empezó a maldecir aquel hombre de unos treinta tantos largos o cuarenta.

-Lo...lo...siento...déjeme que le ayude...-cogió unas servilletas dela mesa más próxima y se dispuso a limpiarle.

-No, déjalo- respondió secamente mirando a los lados por si alguien se había percatado del pequeño accidente.

Entonces al comprobar que absolutamente nadie miraba, que todos seguían con sus parloteos, sus copas y la comida cogió a la jóven del brazo y se dispuso a sacarla de allí.

-Vas a acompañarme a mi habitación, me cambiaré y lavarás mi camisa, así aprenderás a no derramar un cava tan caro la próxima vez.

Catalina lo miraba descolocada mientras le seguía a su habitación. Aquella planta estaba en silencio y sin gente deambulando por los pasillos, cosa que agradeció pues la situación era un tanto extraña.

La llevó hacía el interior, cerró la puerta y empezó a quitarse la ropa. Aquel hombre era como un Dios griego, tenía poco vello en su pecho, abdominales y musculatura marcada, no demasiado pero se notaba que hacía deporte.

-¿Que edad tienes? ¿unos veinte?-preguntó aquel desconocido mientras le daba la camisa y se iba hacía el baño.

-em...em...diecisiete.

-¿Me tomas el pelo? Estoy en mi habitación con una menos de edad!!!!-parecía como si era una obviedad que la chica tubiese que ser mayor y no al revés.

-Es igual, mejor salgamos de aquí.-se puso rápido la camisa y se ajustó la corbata.

Cogió la americana que había tirado sobre la cama al entrar y echó mano al picaporte de la entrada, Ésta no se abría.

Maldijo una vez llevando su mano a la chaqueta, no encontraba la targeta que abría aquella puerta y en ese momento se apagaron las luces.

Volvió a maldecir y fué hacía el telefono.

-No da señal...ha debido de haber un apagón y tampoco llevo mi mobil, se lo he dejado a Roger. Maldición!!!

Catalina seguía allí de pie sin ser capaz de articular palabra.

-Bien, vamos a relajarnos, puede que esto lleve para rato. ¿Que te parece si abrimos el mueble bar y hablamos un rato?

Catalina asintió y se sentó en la pequeña mesa que había al lado del televisor. Era una habitación grande, con una cama en el centro de colores azules, el baño a la entrada de la habitación, un armario a juego con el cabezal de la cama yuna pequeña mesa con dos sillas justamente al lado de una puerta que daba al balcón. 

-Soy Marco, abogado.-le dijo ofreciendole una botlla de agua.

-Catalina, encantada.

-Así que Catalina de diecisiete años. Los míos son treinta y siete, cerca de cuarenta, ya ves, la edad no pasa en balde. ¿Azafata?

-Sí, y estudiante...

-Ya veo...te veo poco relajada, apuesto a que has estado encerrada con pocos hombres.

-La muchacha asiente- Ninguno en realidad.- responde

-Como?! ninguno? Entonces tampoco has...

-No.

-¿No quieres? Marco le responde atónito.

-Si pe...pe...pero...

-¿Pero?

-Tengo miedo.-le contesta timidamente y con las mejillas sonrojadas.

Entraba una ténue luz del exterior, de las luces de la calle que hacía que se apreciaran sus contornos lo suficiente. Él la miraba con curiosidad y deseo, ella con timidez e inocencia.

-¿Quieres experimentar con alguien que sabe como hacer las cosas?

Ella levantó la vista mirándole perpleja.

-¿Tu?...¿Yo?...

-Así es- afirmó Marco.-Prometo que no va a dolerte nada de lo que yo te haga y que vámos a disfrutar los dos pero no voy a hacer nada a la fuerza y quiero tu consentimiento. 

-Va...vale.-aceptó Catalina.

Continuará, si lo quereis así.