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Coleccionando Novias I

en Control Mental

El cuarto estaba oscuro. Ya era de noche y tan solo la tenue luz anaranjada típica de una ciudad nocturna se filtraba a través de las cortinas. A Sara normalmente no le habría gustado tanta oscuridad, le impedía ver los dibujos de su novio Alex. A ella sencillamente le encantaban. Era un artista y Sara se sentía orgullosísimo de el, pero aquel día se había asegurado de que todo estuviese en penumbra. Sabía lo tímida y acomplejada que Sara se sentía con su cuerpo, era incapaz de hacerlo con la luz encendida pero el lo entendía y la respetaba. Era otro de los motivos por los que sentía tan orgullosa, por eso y porque follaba de puta madre.

Sara era guapa, tenía un rostro redondo dominado por dos grandes ojos marrones y unos mofletes encantadores, estaba llena de expresividad y sus sonrisas eran encantadoras, pero rara vez sonreía, tenía demasiada mierda en la cabeza. Era gordita y no muy alta, y aun que eso le daba unas caderas muy grandes y un pecho bonito, aunque algo irregular, también le llenaba sus muslos de arrugas que la atormentaban cuando se comparaba con otras chicas. Pero eso a el no le importaba. Ella sonrió al pensar en eso, pero su sonrisa pronto se derritió en una expresión de placer al sentir como su novio la llenaba.

Llevaban tres horas en ello, el nunca se cansaba. Sara estaba a cuatro patas, con su cuerpo brillante y resbaladizo por el sudor. Alex estaba tras ella, con sus fuertes pero delicadas manos aferrándola de las caderas. Sabía como tratar a una mujer, sabía como hacer que Sara se olvidara del mundo. Solo existía el momento, las sensaciones: La candente dureza de su miembro entrando en su interior, llenándola, haciéndola sentirse completa, sus manos, sosteniéndola, aferrándola. Le daban seguridad, como si la mantuviesen en su sitio, en un lugar fijo entre el caos de su vida, SU lugar, allí, con el... también se deslizaban por su cuerpo, tocando los lugares correctos. Sus oscuros pezones, aplicando aquella mezcla de dureza y sensibilidad que el dominaba y haciendo que las sensaciones se extendieran por todo su pecho y arrancándole gemidos incontenibles. De vez en cuando también se echaba sobre ella, permitiéndole sentir su musculoso vientre contra su espalda, su dureza contrastando con la suavidad de ella, su aliento en la nuca, sus susurros, sus labios y sus dientes recorriendo su cuello y el lóbulo de la oreja. Era entonces también cuando sus manos se deslizaban hacia abajo con facilidad gracias al sudor, aventurándose entre las piernas de ella y tocando con maestría los botones que la hacían funcionar...

Ella ya se había corrido tres veces, estaba vacía y sus brazos apenas podían sostenerla mas. El placer puro que había sentido se estaba apagando como los rescoldos de una llama, ahora solo sentía ese dolor dulce que toda mujer satisfecha conoce. Agotada toda su resistencia, simplemente se dejaba llevar, dejaba que el la montase mientras ella movía sus caderas, ambos atrapados en un ritmo animal. Quería que se corriese, que se corriese con ella, quería sentir su semilla, ese calor embriagador en su interior...

En lugar de eso solo sintió como se retiraba de ella. Instintivamente ella gruñó y se giró con una expresión animal en el rostro, irritada por la interrupción. Alejandro no tardó en dominarla. Un guantazo cruzó la cara de la chica, lo suficientemente fuerte como para dejarle la cara roja y recordarle su lugar, pero no lo bastante como para doler. Sara se sintió dominada y excitada mientras el fuego se extendía por su mejilla y el se echaba sobre ella, inmovilizándola.

Una nueva sensación se extendió por ella cuando notó la presión sobre su culo. Abrió la boca, sorprendida, aturdida y abrumada por aquella invasión extraña. El duro miembro, lubricado por sus propios fluidos, se abrió paso lentamente, sin hacerle daño, pero sin parar. Sara tembló y se colapsó, retorciéndose entre las sábanas mientras su novio la llenaba. Su interior se contraía ante aquella entrada, pidiendo más y más hasta que prácticamente lo absorbió entero. Era...distinto, profundo, pero placentero. Era como si tratasen de llenar algo que nunca se podía llenar y para su sorpresa sintió los fuegos de su placer avivándose de nuevo.

La chica gimió incoherentemente, incapaz incluso de articular palabras mientras Alex la aferraba de las muñecas y empezaba a moverse por su interior. Su fuerza, las gotas de su sudor cayendo sobre ella, su rostro concentrado, el ritmo que le imponía, como la dominaba... joder, era tan perfecto...

El orgasmo llegó pronto, de forma natural. Su sexo se contrajo de nuevo, liberando un auténtico torrente de fluidos mientras una dulce flojera se extendía por su cuerpo. Era como si todas las luces se encendiesen a la vez y ella simplemente no podía hacer mas que dejarse llevar por aquella oleada de sensaciones.

Penetrando su cálido y estrecho interior con cada vez mas urgencia, Alex sintió su orgasmo aproximarse y reaccionó en consecuencia saliendo de ella y dándole la vuelta con urgencia. Sara sabía lo que tenia que hacer y forzó su posición para atrapar aquella maravillosa polla entre sus labios. Era tan humillante... del culo a la boca, pensó con excitación antes de que la calidez inundase su interior. Ella tragó con obediencia, succionando con dulzura el sensible miembro de su novio y haciéndolo gemir de placer. El espeso y salado líquido llenó su boca y ella lo devoró, obediente y excitada, mientras buscaba la aprobación de su chico con la mirada.

El se la devolvió, sonriente. Dios, era tan guapo...

-Buena chica- dijo mientras le acariciaba el cabello y salía de ella.

Sara se relamió. Había olvidado todos sus complejos y se sentía sexy...deseada. Abrazó a su chico con dulzura, dándole besitos en el torso.

-Me haces sentir única- le susurró.

-Porque lo eres-

Sara se sonrojó -¿Estas seguro de que tu madre y tu hermana no volverán antes de tiempo? quiero estar contigo-

-Tranquila cariño, no vuelven hasta mañana por la noche-

Ella le miró a los ojos. La belleza de su redondeado rostro se veía extrañamente acentuada por el cabello revuelto, el sudor y las trazas de semen deslizándose por su barbilla. Le sonrió y el le devolvió la sonrisa, sabiendo que le pertenecía.

-Te quiero- le susurró ella.

El sonrió aún mas.

-SARA-DOLL ACTIVE-

Un escalofrió recorrió a la chica al tiempo que su cuerpo perdía toda rigidez. Sus brazos abandonaron el fuerte abrazo en torno a su novio y cayeron inermes a ambos lados del costado al mismo tiempo que su mirada perdía fijación y se desviaba hacia la nada. Su boca quedó entreabierta, lo que le daba un aspecto estúpido y ausente. "Delicioso" pensó Alex mientras veía como una mezcla de saliva y lefa se deslizaba por la laxa mandíbula de la chica.

Dejándola allí tirada como un juguete roto, Alex se levantó y salió de su habitación. Su familia era adinerada, o mas bien el lo era gracias a su inusual forma de ganarse la vida, y eso se notaba en el chalet en el que vivía. Bajó con rapidez al sótano de su casa, dejando que la brisa nocturna refrescara su cuerpo desnudo, dirigiéndose hacia esa puerta entreoculta tras los estantes y las cajas almacenadas. Sara había estado muchas veces allí abajo, viendo a "su chico" trabajar en su arte. De no haber sido tan confiada se habría podido preguntar que había al otro lado, preguntarse por qué siempre estaba cerrada y por qué no tenía pomo sino que necesitaba de un código para abrirse. Un código que el joven introdujo con presteza.

Su madre y su hermana estaban allí dentro. Era por eso por lo que estaba tan seguro de que no "vendrían antes de tiempo", sus primeros experimentos habían sido con ellas y no daban problemas.

María, la madre, había sido hermosa y codiciada de joven, y aún tras dar a luz a dos niños conservaba una figura envidiable y exuberante que provocaba agrias miradas por parte de Sara, aún cuando la maternidad le había dejado el vientre algo distendido. Tenía los pechos redondeados y erguidos, claramente operados pero no por ello menos bonitos. Y lo mas importante, era guapa, con un rostro de pómulos altos y nariz recta que su hija había heredado. Marta, sin embargo, era mucho mas delgada y atlética, con unas piernas esculturales que le habían valido un trabajo como modelo, al menos hasta que su hermano la había esclavizado, claro. Era guapísima, sin las señales de edad de su madre y con un aspecto exótico dado su corte de pelo, con una de las sienes rapada.

Ambas estaban desnudas y acuclilladas sobre un voluminoso aparato vibrador que llenaba sus dos agujeros y las sometía a un ritmo sexual imparable. Sudorosas y con el cabello apelmazado, ambas mujeres llevaban allí desde la noche anterior, cuando Sara había llegado a casa, cabalgando los vibradores mecánicamente mientras los pads que conectaban diversas partes de su cuerpo, su clítoris, sus pezones, a un ordenador se encargaban de estimular sus zonas erógenas cada cierto tiempo.

Ambas compartían la mirada perdida y la expresión vacía, ausente, que había visto en Sara hacía escasos minutos. Eso y la letanía que repetían constantemente hizo sonreír a Alex.

-Pertenecemos al amo, Obedecemos al amo, Complacemos al amo, Pertenecemos al amo, Obedecemos al amo...- repetían una y otra vez con voz mecánica mientras movían sus caderas al ritmo que la máquina les imponía.

Comprobando que los pads mas importantes, los de sus cabezas, estuviesen en su sitio, Alex se dirigió hacia el ordenador, revisando que no hubiese ningún problema con aquella sesión de programación de sus esclavas.

Todo iba bien, los cerebros de ambas estaban demasiado acostumbrados a la esclavitud como para que se resistiesen a lo que Alex quisiera meter en ellos. Aceptaban el adoctrinamiento con voracidad, lo necesitaban y disfrutaban pues mientras recitaban su letanía una y otra vez no dejaban de frotarse sus clítoris o retorcerse los pezones. Los muslos de ambas estaban impregnados por más de un día de orgasmos ininterrumpidos...

Sonriendo. Alex cogió otra de las máquinas vibradoras, un portátil y un royo de cables y abandonó la habitación, dándole un par de palmaditas en la cabeza a su hermana al tiempo que esta tenía otro orgasmo y se retorcía.

Cuando volvió a la habitación Sara no se había movido ni un centímetro. Lo único que había cambiado era el hilillo de semen y saliva que salía de su boca, que hacía tiempo que había alcanzado su pecho y se deslizaba por su canalillo. Precioso.

Con delicadeza, casi meciéndola, el chico la guió fuera de la cama y ella obedeció con docilidad. Era incapaz de más en ese estado, poco más que un maniquí. Aun estaba húmeda, y los vibradores entraron con facilidad en su interior. Cuidadosamente, con la paciencia del artesano, Alex fue colocando los pads por el inmóvil cuerpo de su novia, El tiempo que el programa, que llenaría el cerebro de la chica de ordenes y directivas que cambiarían su forma de hacer, pensar y sentir, tardaba en activarse, Alex lo empleó en sacar unas cuantas fotos de la chica en aquel estado, convertida en un pedazo de carne, arcilla en sus manos, lista para ser moldeada.

Sara se estremeció de nuevo cuando los mensajes empezaron a ser retransmitidos directamente a su vulnerable y abierta mente. Los vibradores se activaron y ella empezó a moverse a su són al tiempo que las manos cobraban vida y empezaban a acariciar zonas sensibles en búsqueda de un placer que no tardaría en asociar con la obediencia.

-Pertenecemos al amo, Obedecemos al amo, Complacemos al amo...- empezó a musitar con voz ausente.

Alex sonrió, no había mejor acompañamiento para dormirse, tenerla ahí, esclavizada, adoctrinada a los pies de su cama. Pensó mientras se tumbaba. La vida iba muy bien para el, y no iba a tardar en mejorar.

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Julián conducía. No podía ser de otra forma puesto que no iba a dejar que nadie más llevase el lujoso BMW, ni siquiera su novia, que iba a su lado,o dos de sus mejores amigos, que ocupaban los asientos de atrás.

Los cuatro amigos eran muy distintos, pero también muy fieles. Se conocían desde el colegio y habían permanecido juntos a través de todo el instituto e incluso en la universidad. Julián se consideraba a si mismo el mas exitoso, incluso cuando todos los demás opinaban que era Alex, el único que faltaba y a cuya casa se dirigían. Pero el sabía que genio no era lo mismo que éxito. Alejandro podría tener sus inventos pero habría logrado poco sin Julián y sus habilidades sociales. A pesar de no ser universitario había montado su propio local, un club nocturno que se había convertido en todo un éxito y que le permitía ganar más dinero al mes del que mucha gente de su edad podría siquiera soñar. Además era el más atractivo, con un cabello rubio y unos ojos claros nada habituales en su zona. Irradiaba seguridad en si mismo, y no dejaba que nadie más condujese el coche o el grupo.

Clara era su novia desde hacía años, aunque llevaban una relación tormentosa y habían roto en numerosas ocasiones. Era bastante distinta de Julián, pero muy atractiva. Tenía 18 años y se centraba en disfrutar de la vida antes de que las responsabilidades que acompañaban a la madurez la ahogasen. Era bastante bajita, pero con un cuerpo bien torneado, protagonizado por dos piernas largas y estilizadas, dignas de contemplarse, que daban pie a unas caderas suaves y a un vientre tonificado decorado por un piercing en el ombligo con el que, sinceramente, su madre no había estado nada contenta. Su rostro era de pómulos marcados y amplios labios finos capaces de dibujar una sonrisa arrebatadora y siempre fruncidos en una expresión algo burlona. Sus profundos ojos oscuros se veían acentuados por el pelo cobrizo, corto y con un flequillo teñido de rosa que entreocultaba su rostro. Estudiaba un carrera bastante sencilla, Magisterio, y se pasaba la vida de fiesta en fiesta aunque su estilo era muy particular pues había mantenido el look gótico que tenía desde el instituto, con maquillaje muy marcado, ropa siempre negra, pulseras de pinchos...

En el asiento trasero iba el alma del grupo. Todos consideraban así a Celia y a Marco, que, en cierto modo, eran la pareja perfecta. Los dos eran igual de callados e igual de discretos, llevaban juntos desde que se conocieron de chicos y decidieron que iban a ser novios y nunca nadie los había visto discutir. El estudiaba medicina y ella enfermería. Incluso se parecían. Marco era bajito y regordete, con una cara simpática pero nada del físico trabajado de sus dos amigos. Celia era incluso mas bajita que el, y aunque tenía unos kilos de mas lo cierto es que había logrado encontrar el punto en el que ese aspecto regordete se convertía en algo atractivo. Sus pechos no cabían en las manos de nadie y sus caderas eran amplísimas, exuberantes, y solo por eso cualquiera del grupo hubiera accedido a tirársela. Además era guapa, con la piel pálida, los ojos azules, grandes y sinceros, y dos labios voluptuosos que atrapaban la mirada de todos cuando ponía morritos.

Celia era la organizadora del grupo, siempre contactando con todos para quedar y hacer cosas. Ella y su chico se habían mantenido fieles a lo que habían sido, el grupo de frikis que no casaban en el instituto. De hecho eran los responsables de que mantuvieran aquellas reuniones semanales para jugar al Rol, como llevaban haciendo desde el instituto. Los pesados libros de D&D complementaban a la perfección el look nerd de Celia, quien no paraba de revisarlos a través de sus gafas de pasta.

-Aquí estamos- dijo Julián mientras aparcaba el coche frente al garaje.

-Al fin- musitó Clara saltando con un saltito. Tanto su novio como Marco no pudieron evitar mirar el bamboleo de sus prietas nalgas. Por suerte Celia no se dio cuenta.

Hacía un buen día, soleado. Los cuatro se dirigieron al chalet de su amigo y entraron sin problema. Julián tenía llaves y no tenían que preocuparse por la familia de Alejandro, aquel fin de semana "No estaban".

-¡Holaaa!- dijo la sonriente Celia mientras entraban en el salón. Nadie respondió.

-Debe de estar aún dormido, ya voy a por el- dijo Julián trepando los escalones de dos en dos -vosotros id montando la mesa-

Abrió la puerta del cuarto de su amigo sin llamar, tan solo para encontrarle desnudo. Sara estaba arrodillada a los pies de la cama, conectada a un ordenador y con un aparato llenando su interior. Alex estaba apoyado contra la pared, follándose la boca de la chica con violencia sin que esta pareciese reaccionar salvo para acariciar sus pechos con dejadez. El chico miró a su amigo tan solo para volver a girarse y seguir hundiendo su miembro en la garganta de la chica. Siguió así durante unos minutos hasta que se separó de ella, liberando abundantes chorros de semen sobre el inexpresivo rostro de la chica.

-¿Has acabado?- preguntó Julián con sorna.

-Solo estaba quitándome el calentón mañanero- respondió Alex mientras empezaba a coger su ropa.

-Claro- Julián se acercó a la chica, que seguía cabalgando los dos vibradores mientras musitaba su letanía. Las gruesas manchas de semen se extendían por su rostro y caían sobre su pecho de una forma casi hipnótica.

-Nunca entenderé que ves en ella-

-Agradecimiento- respondió Alex -¿has traído los papeles?-

-No, me los he olvidado, anda que tus preguntas...-

-Bueno, todos saben que no eres el lápiz mas afilado del lapicero...-

Sus palabras le valieron un intento de colleja por parte de su amigo, pero el fue más rápido. Picado, ambos bajaron la escalera entre risas, atrayendo la atención del resto del grupo.

Saludó a Clara con un beso en la mejilla y a Marco chocándole la mano. No pudo evitar que Celia le abrazase, sin embargo. Siempre era así de efusiva. Charlaron durante un rato mientras Alex y las chicas preparaban café y algo de picar para la partida, o al menos eso creían ellas. Cuando todos estuvieron sentados el chico hizo una sencilla pregunta.

-¿Estamos todos listos?- Todos asintieron, aunque solo los chicos entendieron la pregunta.

Con una sonrisa de suficiencia, Alex se giró hacia las chicas.

-CLARA-DOLL ACTIVE-

La pequeña gótica dio un bote en su asiento al sentir como su mente se apagaba. Sus ojos claros, o al menos el que no estaba oculto por el flequillo, se abrieron al tiempo que sus pupilas se dilataban. Celia tan solo tuvo tiempo de mirar extrañada como su amiga dejaba caer su cabeza sobre uno de sus hombros, totalmente inerme, y girarse hacia Alex antes de que este volviera a hablar.

-CELIA-DOLL ACTIVE-

No dejaba de tener su encanto como ambas acabaron reposando la una sobre la otra, totalmente fláccidas. Celia babeando sobre la cabeza de Clara y esta haciendo lo mismo sobre el pecho de su amiga.

Los novios de ambas no se opusieron. Sabían que pasaría, estaban allí cuando pasaba todas las semanas. Julián nunca había querido realmente a Clara y estaba con ella simplemente porque estaba buena, así que tan solo reaccionó sonriendo al verlas tan indefensas. Marco quería a Celia con locura, pero también tenía una faceta oscura, perversa, que la inocente chica no podía rellenar, una faceta que se hizo bien clara en la mirada de lujuria que le lanzó a Clara.

-Activar personalidad 4-

Las palabras de Alex salieron claras y contundentes y de inmediato el chip incrustado en los cerebros de las chicas reaccionó, modificando las conexiones neuronales para transformar a aquellas chicas en la Personalidad 4. No era mas que un pequeño set de rasgos, pensamientos y emociones, nada destinado a durar mucho, cada una de ellas tenía decenas de aquellos "sets" implantados, listos para adaptarse a lso deseos de sus amos. La cuatro contenía dos simples y arrebatadores deseos, imposibles de resistir: Quitarse toda la ropa por encima de la cintura y chupar toda polla que viesen.

Los ojos de las chicas y sus rostros cobraron vida de nuevo, asaltados por un torrente de emociones. Clara entreabrió su boca, sonrojada, respirando con agitación al sentir una excitación incontrolable extenderse por su cuerpo. Se arrebató la camiseta que llevaba con caótico desenfreno, y cuando el sujetador se le resistió unos momentos acabó por romperlo. Su pecho, pequeño pero precioso, coronado por dos grandes pezones rosados y argollados, atrajo la mirada fascinada de Marcos. Su amiga, o la puta en la que se había convertido, le miró como si fuera un trozo de carne antes de lanzarse debajo de la mesa y aferrarle la polla como si no hubiera un mañana.

Celia sonrió llena de felicidad y soltó una risita estúpida -Chupar...- logró articular mientras se deshacía de su blusa y del sujetador. La gran masa de sus pálidos pechos se liberó con un movimiento hipnótico, como al golpear una gelatina. Sin dejar de sonreír ni de soltar aquellas risitas, se agachó por el mismo camino que su compañera. Lo hizo de forma tan torpe que se dio en la cabeza, pero estaba tan vacía que solo volvió a reírse y a repetir la misma palabra con entusiasmo -¡Chupar!-

Alex sonrió al sentir como los cálidos pechos de su amiga envolvían su miembro mientras alargaba el cuello para devorar la verga de Julián. Al otro lado de la mesa, Marco se estremecía ante el feroz asalto de Clara, quien se estrellaba con violencia contra su vientre, haciendo fuertes ruidos de succión que podían oírse por toda la casa.

-Bueno- musitó acariciando los hombros y el cuello su regordeta amiga friki -creo que podemos empezar.

-Si...- murmuró Julián, sonriendo de forma siniestra, ebrio de poder al ver a su inocente amiga chupando polla y haciendo una cubana al mismo tiempo, parando tan solo para soltar risitas de felicidad pura, sin adulterar, antes de que la mano del chico volviese a guiarla hasta su miembro.

-Tus subliminales...nngg... funcionan- continuó el joven emprendedor -todos los que van al club repiten, casi todo el mundo habla de nuestro sitio, las colas dan la vuelta a la manzana, estamos ganando dinero a raudales... ah, buena puta...- Aferrando los cabellos negros de Celia, la forzó a aumentar el ritmo, estrellándola contra su cuerpo y haciendo que sus gafas quedaran dobladas de forma muy graciosa.

-También funciona lo de... oh... lo de ponerlas calientes, todas las noches hay alguna chupándole la polla al novio o a un desconocido en los baños, a veces más de... ufff... más de una- Habiendo estado imaginando durante todo el viaje lo que iba a hacerles a su novia y a su amiga, Julián no duró mucho bajo el ritmo animal de la friki. Clavando sus engarfiados dedos en la nuca de la chica, el joven se derramó sobre el rostro de Celia y sobre sus propias piernas.

Los grandes ojos azules de Celia bizquearon para mirar el goterón de semen que pendía precariamente de su nariz.

-¿...Chupar?- murmuró confundida.

Sin poder contener la risa, Julian recogió el pegote y se lo introdujo en la boca con un movimiento de dedo. Ella lo devoró como si fuera un manjar, tras lo cual el chico volvió a guiarla hacia su polla. Aquello pareció solventar el enigma en el que la simple mente de Celia había quedado atrapada -¡Chupar, chupar, chupar!- gritó con entusiasmo dando saltitos que hicieron moverse sus tetas de forma deliciosa alrededor de la polla de Alex. No tardó en empezar a lamer el semierecto miembro de su amo como si fuera un delicioso dulce.

-¿Y las obras de la zona privada y el quirófano?- preguntó Alex mientras jugueteaba con los grandes pechos de su esclava.

-El quirófano está listo- la respiración de Julian era agitada, pero estaba bien satisfecho -pero las cabinas están a la mitad-

-Suficiente para empezar- sentenció el líder del proyecto, tras lo cual miró a Marco. No preguntó nada, no tendría mucho sentido hacerlo hasta que se calmase.

Clara se había convertido en una máquina. Vestida ahora tan solo con su falda, sus medias rotas y sus botas, estaba allí a cuatro patas, moviendo su cuerpo entero de forma mecánica y endiabladamente rápida para devorar la polla de aquel hombre que hacía unos minutos ni habría soñado en considerar como pareja sexual. Se clavaba contra el, metiéndose miembro y huevos por igual en su boca, haciendo que la verga de Marco se notase en su garganta visto desde fuera. Era impresionante, y la Clara normal hubiera tenido arcadas mucho antes pero con su nueva personalidad ese reflejo había desaparecido, y chupar pollas se había convertido en una necesidad tan vital como respirar.

El ritmo violento de la chica hacía que la silla temblase y que su amigo se retorciese, aferrándose a la madera. Siempre se había visto fascinado por el aspecto exótico y la indiferencia de Clara, pero verla allí, a sus pies, convertida en un animal, con su pálida espalda cubierta de tatuajes al descubierto, con el único ojo que sobresalía del flequillo mirándole con adoración y desesperación al tiempo que cargaba contra su polla como un ariete... fue demasiado para el pobre Marco. Explotó en el interior de Clara justo cuando esta engullía hasta el fondo y retrocedía, con lo que llenó su garganta entera de lefa. No pareció importarle. La joven no disminuyó la velocidad y el memento de sus movimientos ni un ápice, sin importar que el semen entrase hasta lo mas profundo de su traquea o se desparramase por sus labios y su barbilla. Debía chupar polla, sin parar, sin dudar. Hipersensibilizado tras la corrida, Marco puso los ojos en blanco, a merced de la esclava durante largos momentos hasta que poco a poco volvió en si, al menos hasta que se le volviese a poner dura.

-Uf...ufff...- sudaba y le costaba recuperar el aliento, pero no había olvidado su trabajo -todo el material esta listo, yo puedo operar cuando queráis...-

-Bien- sentenció Alex -entonces podemos empezar mañana mismo-

-¿Máñana?- preguntó Julián mientras Celia observaba fascinada como la polla que llevaba un rato lamiendo volvía a erguirse -Mañana es lunes, nadie va a un club en lunes-

-Si si les han lavado el cerebro para que crean que ir es una necesidad, tu abre, aunque solo vayan los que están más comidos de la cabeza nos servirá para iniciar el proceso, lo quiero todo listo ¿entendido?-

Sus dos amigos asintieron y Alex volvió a sonreír con esa seguridad tan suya.

-Bien, ahora encarguémonos de taparles todos los agujeros a nuestras queridas amiguitas-

 

 

 

La facultad de Filosofía y Letras era un sitio muy agradable, lleno de espacios abiertos que rodeaban al majestuoso y antiguo edificio. Ana nunca se cansaba de admirarlo. La joven estudiante de filología había acabado sus clases hacía media hora Como todos los días, había recogido a su hermano pequeño y estaba esperando a su novio Alex, aunque no con una sonrisa precisamente. La universitaria tenía una cara regordeta, alargada y de mejillas prominentes cuando sonreía, su dos grandes ojos marrones se veían antinaturalmente grandes tras sus elegantes gafas cuadradas, que le daban un aspecto elegante reforzado por un cabello ondulado y oscuro que le llegaba hasta los hombros. Tenía un rostro franco, agradable, “bueno” como decía la madre de Alex a menudo, incapaz de esconder nada. Era bajita pero tenía las piernas largas y estaba llena de curvas, con unas caderas amplias y un pecho abundante que se marcaban bajo el ceñido jersey rojo que llevaba. Siempre llevaba ropa algo provocativa y aunque ella no lo sabía en vacaciones, cuando usaba bikini, había logrado despertar la sexualidad de su hermano pequeño, Francisco. Aquellos muslos fuertes y aquel pecho, distinto al de las revistas que miraba todas las noches, mas caído pero también mas grande, habían protagonizado las primeras pajas del chaval, quien se aprovechaba de que su hermana mayor aún lo veía como un niño para robar cualquier tipo de contacto o visión.

-¿Estás enfadada?- le preguntó el chaval al ver su rostro serio.

Ella se forzó a sonreirle y le acarició el pelo, sin responderle. Si, lo estaba, se sentía frustrada y algo despreciada. Sus padres y su hermano pequeño habían estado fuera todo el fin de semana, eso pasaba tan poco que bien podía considerarse un milagro y su novio nisiquiera se había pasado a verla. “Tengo que estudiar” había sido su respuesta, Ana se enfadaba solo de pensarlo. Joder ¿no había podido sacar ni una hora?, ¿no podía haber pasado lso descansos de estudiar con ella? Incluso había estado dispuesta a ir a verlo, el no tendría ni que moverse, pero no, “tenía que estudiar”. El período estaba a punto de bajarle y como consecuencia estaba todo el día cachonda, pero si Alex creía que iba a poder meterle mano estaba muy equivocado. Había tenido su oportunidad y ahora iba a pagar el precio.

Tras otro buen rato esperando al fin lo vio aparecer. Estaba despidiéndose de esa amiga suya, Clara. Perfecto, a lo mejor con ella si que quería pasar tiempo, pensó con rencor. Y aun así el tio tenía los cojonazos de venirle con una sonrisa.

-¡Hola canijo!- dijo Alex, abrazando al pequeño Fran. Ambos se llevaban genial, de hecho toda su familia lo quería y no paraba de repetirle a Ana que no lo dejase escapar...

-Hola cariño-

-Hola- respondió ella con frialdad. Quiso alejarse, quitarle la cara cuando le vio acercarse para besarle pero no pudo. En el momento en el que lo pensó le pareció... antinatural. Eso la frustró aún mas, le gustase o no, quisiera negarlo o no, ella reaccionaba ante Alex como no había reaccionado ante ningún chico. Ella era virgen, nunca había tenido sexo con ninguna de sus otras parejas, la cerrada vigilancia de su madre nunca se lo había permitido y de hecho le había inculcado una culpabilidad ante el sexo de la que no podía deshacerse. Su novio, sin embargo, siempre la había respetado, esperaría hasta que estuviese preparada. El caso es que nisiquiera se había sentido atraída por el sexo hasta que llegó el. Por eso, cuando no fue incapaz de resistirse al beso e instantes después se imaginó desnuda, de rodillas ante el, sintiendo ese dulce picor entre sus piernas, se irritó aun mas. Los tíos no eran de fiar, eso lo había aprendido a las malas, y no le gustaba ser tan dependiente de uno.

-Vamos anda, se está haciendo tarde- gruñó ella, cogiendo de la mano a su hermano con tal de evitar el contacto con Alex, pero por mucho que lo intentara no podía dejar de pensar en arrodillarse ante el, como una... puta.

-¿Pasa algo?-

Ella le miró, boquiabierta, como si hubiese dicho algo con un descaro increíble. Bufó, incrédula, mientras trataba de alejar esa maldita imagen de su mente.

-Es por lo de este finde ¿no?-

-Vaya un genio estas hecho-

-Cariño mis exámenes son muy importantes, y muy difíciles, tu lo sabes, sabes lo que necesito concentrarme-

-¡No te estoy diciendo que no estudiaras joder!- respondió ella mientras andaba con energía, casi arrastrando a su hermano -Pero no has sacado ni un rato para llamarme, mucho menos ir a verme ¿sabes como me hace sentir eso?-

Alex se calló, claro, ¿qué iba a hacer? Como se atreviese a volver a hablar... si Ana tenía algún defecto era la facilidad y rapidez con la que se enfadaba. Alguna vez había llegado incluso a empujar o a tratar de pegarle a sus parejas. Era como un volcán, y una vez echaba a arder le costaba la misma vida parar. Como se atreviese a volver a hablar...

Pero el no era de hablar, sino de actuar. Ana se sorprendió al sentir la presión sobre su brazo. Alex la giró con facilidad, y la besó. Sus labios eran cálidos, y hábiles. Atraparon los suyos de forma dulce mientras sus manos le rodeaban el cuello y la nuca, haciéndola estremecerse. Intentó alzar los brazos, separarse de el, pero no... no era correcto, de algún modo sintió que estaba mal. El fuego de su enfado se convirtió en otro tipo de fuego, más prosaico. Una rápida sucesión de imágenes cruzó su mente, imágenes de ella... arrodillándose, satisfaciéndolo, con su boca, con sus tetas... se imaginó como la tumbaba allí mismo, delante de todos, cómo le separaba las piernas y... y el beso cesó.

Ella se echó hacia adelante, con la boca abierta, como deseando más, antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Se sonrojó, avergonzada por haber caído tan fácil pero... besaba tan bien...

El le acarició el rostro con dulzura, mirándola a los ojos.

-Tienes razón, lo siento, he sido un desconsiderado-

Al mirarle Ana se sintió mal, como una exagerada enfadona. Al fin y al cabo sus exámenes eran importantes, el tenía razón. Aquel pensamiento la alivió, no sabía de donde había surgido pero si, el tenía razón, era lo correcto, era reconfortante. El tenía razón.

-Lo siento- repitió el -luego si quieres lo hablamos pero no creo que discutir delante del pequeñajo sea lo mejor-

La chica miró a su hermano y se sintió aun mas estúpida. Lo abrazó con dulzura.

-Perdona, he sido una estúpida, es solo que... quiero pasar el máximo de tiempo posible contigo- Le dio un suave beso en la mejilla, que el le devolvió. Eso la frustró un poco. Ella quería que le tocase, que le besase como antes, que...

El viaje en autobús fue incómodo, al menos para Ana, quien no paraba de darle vueltas a la cabeza. Sus braguitas blancas hacía tiempo que estaban empapadas. Simplemente no podía dejar de pensar en las manos de Alex, recorriendo su cuerpo, en su miembro hundiéndose en ella... había tenido calentones antes pero los que el le causaba eran... eran... ella nunca había fantaseado con chupársela a un hombre, con ofrecerle su culo , con dejar que se corriera donde quisiera, y sin embargo llevaba todo el viaje de autobús con esas imágenes y otras peores rondándola. Tenerlo al lado era una tortura.

Pero por otro lado no podía evitar sentirse rara. Si, el la convertía en un animal, como nadie antes, pero eso no le daba derecho a usarla como le diera la gana. Le había hecho un feo y no podía arreglarlo con un par de besos... por buenos que fuesen. El mero pensamiento de rebeldía hizo que su ansia aumentara, y sin darse cuenta se vio apretando los muslos para tratar de saciar aquel picor. La frustración volvió. No iba a cambiar quien era a cambio de placer, eso la convertiría en una puta. Tenía su orgullo y su dignidad, y eso era más valioso que nada.

Casi como si intuyera el conflicto que había en su interior, Alex le tocó el muslo con la mano. Un gesto cariñoso, inofensivo, pero Ana se encontró fantaseando conque fuera violento, rudo, que le separara los muslos y...

El autobús parándose con brusquedad interrumpió su pequeña fantasía. Se quedó mirando a su novio, dubitativa, hasta que un pequeño empujón de su hermano Fran la hizo reaccionar.

Subieron en el ascensor en silencio. Ana no dejaba de pensar y pensar, algo muy típico en ella, capaz de darle mil vueltas a las cosas y sacarlas meses después. Si, decidió, iba a hablar con Alex y a dejarle las cosas claras.

La casa de Ana era muy moderna. Su padre era un arquitecto de éxito y su madre una mantenida que había decidido centrarse en cuidar de la casa y de sus hijos. Estaba bien situada y decorada con lujo, muy cerca de la universidad. Después de que Ana y el hicieran un año, su madre se había empeñado en que Alex comiese con ellos, ya que de lo contrario llegaría a su casa a las tantas. A toda la familia de Ana le encantaba su novio. No podían evitarlo, habían sido programados para ello por el mismo Alex y la madre de este, que nisiquiera tenía un cerebro propio, no se había opuesto.

Natalia, la madre de Ana, era bastante joven. Se había quedado embarazada con 18 y por eso había llenado la cabeza de su hija con miedos sobre el sexo a base de broncas horribles. Se conservaba bien, y más parecía la hermana mayor de Ana que su madre. Era alta, con el rostro alargado y la boca muy grande, siempre sonriente, y el cabello tintado de rubio y recogido en un moño alto.

-Holaaa- saludó a Alex con dos besos.

-¿Qué tal cariño?- Natalia no era una madre muy comprensiva y al ver el rostro de su hija bufó -¿otro de tus berrinches?, No se como la soportas ¿eh?- dijo riéndose y posando su mano en el hombro de Alex. No era de extrañar que tuviese a toda su familia alienada.

-Irse al salón un rato que a la comida aún le queda ¿vale?-

El pequeño Fran hizo exactamente eso pero Ana tiró del brazo de su novio, guiándole hacia su cuarto. El le siguió, sabedor de que seguramente le esperaba una buena charla. El cuarto de Ana era amplio, y parecía más bien el de una princesa Disney. Todo era rosa, o suave, o ambas, desde las colchas a las paredes pasando por los mas de cincuenta peluches de todas las formas y tamaños que rellenaban la habitación.

-¿Qué pasa, Ana?-

Ella cerró la puerta, claramente incómoda.

-Que no me ha gustado lo de esta mañana Alex, y no lo vas a arreglar con un beso. Nisiquiera has sacado cinco minutos para llamarme ¿Me vás a decir que estuviste 24 horas estudiando los tres días? Y no me sienta bien que te aproveches de lo mucho que me gustas para salirte con la tuya. Me haces sentir como alguien sin dignidad, y como si me quisieras solo para meterme mano-

Su novio alzó las cejas -Si te quisiera por eso no te hubiera respetado como te he respetado ¿no te parece? Llevamos un año juntos y he tenido toda la paciencia del mundo, me parece muy fuerte que tu no la tengas para algo como mis estudios-

-¡No cargues ahora contra mi!- respondió ella, con voz agria -Eres tu el que lo has hecho mal y respecto a lo otro... creí que me entendías-

-Y te entiendo, pero poca gente habría esperado tanto... me haces sentir poco querido, quizás por eso no saco cinco minutos para llamarte-

Ella se estremeció, como sacudida por un rayo. Los ojos le amenazaron con llorar y cuando Alex la abrazó las piernas le temblaron. Era como si un impulso la obligara a arrodillarse. El estaba en lo correcto y ella tenía... tenía que... Obedecerle, Complacerle, Pertenecerle... a el... al... ¿Amo? Simplemente pensar en aquella palabra envió una oleada de placer por todo su cuerpo.

Aprovechando su confusión, Alex la cogió del mentón, mirándola de cerca. Su mirada no estaba fija, respiraba agitadamente, sonrojada... lista para romperse.

-Sssshhh, tranquila cariño, yo se lo que necesitas-

Ella le miró, esperanzada. No se esperaba el guantazo que la tumbo sobre la cama. Apenas tuvo unos cuantos segundos antes de que el chico se le echara encima. Solo le dio tiempo a sorprenderse de no sentir indignación, solo excitación.

Alex le aferró las muñecas con fuerza. Ella sintió todo el calor de su cuerpo contra el de el. La besó. No fue un beso dulce. Exploró su boca con ferocidad, sabiendo que cada rincón le pertenecía. Ana no se resistió. Podía notar la dureza de su miembro contra su sexo y el mero roce la hizo soltar un suspiro, aún atrapada en el beso de Alex. Quería sentir esa dureza en su interior, quería que le separase las piernas y.... No, no, su madre, Dios, si la pillaba...No...

Se resistió débilmente.

-Alex...susurró... mi madre... no...- Su cara estaba enrojecida como un tomate.

-Dime que pare- le espetó. Los labios del chico se deslizaron hasta el delicado cuello de ella, mordiendo con fuerza y arrancándole un desesperado suspiro.

-Dime que pare- repitió mientras una de sus manos abandonaba la presa y se deslizaba sutilmente por su torso, su pecho... la caricia acabó en el pezón. Lo aferró con la justa mezcla de rudeza y delicadeza, retorciéndolo y hundiéndolo, jugando de forma magistral con aquel sensitivo montón de nervios que coronaban un pecho.

-Dime que pare- repitió sonriente, sabedor de su superioridad. Su mano abandonó el pecho y la tela que la cubría y fue vientre abajo, hasta su falda... Ella emitió un quejido mitad frustración mitad excitación al sentir su mano entre los muslos. Un fuerte tirón desgarró las medias de la chica, dejando al descubierto sus empapadas bragas. Ana se avergonzó al sentir como le rozaba el sexo por encima de la humedecida tela ¿Cómo podía negarle ahora? Echando la cabeza a un lado, sin mirarle, Ana separó los muslos, manteniendo sus piernas elevadas.

Sonriente ante aquella sumisión, Alex le arrebató la ropa interior, dejando su sexo al descubierto. Ella le abrazó con las piernas cuando se echó sobre ella. El roce de la dura tela del vaquero la hizo gemir en voz alta

-Shhh...- susurró el, cogiéndola de la mandíbula. Con dulzura, le separó los labios y le introdujo las bragas en la boca, llenos de sus propios fluidos. Instintivamente, Ana apretó y succionó, sintiendo su propio sabor en la lengua. Tardó en darse cuenta de lo que estaba pasando. Le había roto las medias y quitado las bragas, se las había puesto en su boca... Entonces lo vio desaparecer entre sus piernas. El húmedo y cálido contacto de su aliento, de sus besos, de su lengua la hizo estremecerse, clavando las uñas en la colcha y soltando un gemido que se derritió entre sus braguitas.

Un fuego se encendió en su pecho mientras Alex obraba su magia con la lengua y los dedos Un fuego que borró todos los miedos. La rebeldía de aquel acto la excitó sobremanera, el desafío que suponía a las mierdas de su madre, el hecho de que esta estuviese a pocos metros de allí... que los descubriese se convirtió en algo que calentó a Ana mas allá de toda medida en lugar de darle miedo.

Mordiendo la tela con fuerza separó aún mas las piernas mientras sus manos cobraban vida, aferrándose al cabello de su novio y jugueteando con los pezones que el había dejado desatendidos. Se relajó, dejándose llevar mientras Alex hacía con ella lo que quisiera. Dios... era tan bueno... no era la primera vez que se lo hacía y ella siempre explotaba en su cara a los pocos minutos. Luego ella pugbana durante horas con su boca o sus manos para hacer que se corriese, el cabrón aguantaba lo que le echasen...

Perdió la noción del tiempo y de todo lo que importaba. Solo existía aquel momento, aquel éxtasis de sensaciones. Solo un poco más y... y cesó.

Soltando un lastimero quejido de protesta Ana se inclinó para mirar a Alex Estaba frente a ella, con su miembro al descubierto, erecto y desafiante en todo su gran tamaño. Casi parecía que podía sentirlo cerca, su calor, su fuerza. Podía imaginarse aquello dentro de ella. Quería que pasase, y pareció expresárselo a Alex con una profunda mirada.

Jamás pudo haber imaginado su reacción.

-Córrete- Una palabra simple y clara, pronunciada sin ambages. La sorpresa y el desconcierto asaltaron a Ana cuando sintió su cuerpo reaccionar sin que el siquiera la tocase. Su coño se contrajo con fuerza al tiempo que sus piernas se agarrotaban y temblaban. Una descarga de placer nació entre sus piernas y ascendió por toda su espalda, haciéndola arquearse hasta explotar en su cabeza. Sus ojos se pusieron en blanco mientras mordía las bragas que le servían de mordaza con ferocidad. Fue entonces cuando entró en ella.

No fue doloroso, aquel acero candente se hundió en ella lentamente, pero de forma constante. Como un acto reflejo ella aferró sus piernas en torno a el y buscó con sus manos algo que agarrar, dejando hondos surcos rojos allí donde sus uñas como garras arañaban la piel, deseosos de encontrar algo que la ayudase con aquella sensación nueva y excitantemente extraña.

El se unió a ella en el mas íntimo de los abrazos. No duele, solo hay placer. Intentó hacer algo, moverse, abrazarse, decir algo que hiciera aquello aún más significativo pero el se irguió sobre ella, tomando todo el control. La aferró de las muñecas, inmovilizándola, colocándole en su sitio, en su lugar en el universo. Allí, a su merced, con el dentro.

-Shhh- le susurró, a tan poca distancia que ella podía sentir su aliento en el cuello como si fuera el fuego de un dragón. Ella dejó de resistirse y se dejó llevar, atrapada por aquella mirada tan profunda.

-Córrete- repitió al tiempo que empezaba a moverse, acompañando cada embestida con aquella palabra mágica. Apenas tuvo unos segundos para preguntarse como lo hacía, que misterioso poder ejercía sobre ella para provocarle orgasmos simplemente ordenándoselo, pero pronto dejó de importar. TODO dejó de importar.

Al fin y al cabo ¿Qué harías si ese segundo en el que rozas el cielo, ese clímax, ese éxtasis en el que todas las luces se funden y dejas de funcionar durante un parpadeo, se extendiese durante.... cuanto? Ana perdió la noción del tiempo. Solo había sensaciones, imágenes que formaban los capítulos de aquella tarde de placer. El rostro de Alex, concentrado y sudoroso, siempre sobre ella como un dios benevolente. El delicioso roce del áspero y erizado vello de su miembro contra su clítoris cada vez que entraba en ella. La dureza de sus músculos, el como la sentía cuando lo arañaba hasta hacerle sangre, necesitado de aferrarse a el, de tocarle, de desahogar aquel océano de sensaciones. Sus movimientos, firmes y seguros, que la llenaban, su voz, llevándola al clímax una y otra vez “córrete, córrete, córrete...”

Pero lo mejor eran sus manos, aquellas manos ásperas y hábiles que la sujetaban, la acariciaban, la aferraban, haciéndole sentirse segura, guiándola, moviéndola. Todo se convirtió en una bruma, se fundió en un río de emociones para la sobrepasada Ana. Las húmedas bragas acabaron por caer de su boca y ella gritó a todo pulmón mientras Alex le subía las piernas, apoyándose en sus corvas y entrando en ella aún más profundamente. Ya nada importaba ¡qué la oyesen!

La usó, la poseyó de todas las formas que Ana podía llegar a imaginar, la aferró de los muslos y la empotró contra todas las paredes de su cuarto, destrozándolo. La dobló sobre su escritorio y se la folló como a una perra, la tumbó en el suelo, sus pechos aplastándose contra las frías baldosas, hizo que le cabalgase, aferrándola de las caderas hasta que le dolieron...

Todo acabó tal y como empezó. Poco a poco la bruma del placer se fue disipando y Ana se dio cuenta de que Alex había parado. Había parado por ella. La chica estaba literalmente colapsada, llena de sudor, con el cabello hecho un desastre, la cara roja, con las venas marcadas, la respiración tan acelerada que parecía que iba a asfixiarse y el corazón latiéndole tan rápido que le dolía.

Recuperando el aliento, Ana se incorporó sobre sus brazos, tomando conciencia de lo que había pasado. El cuarto estaba destrozado, los peluches esparcidos por todas partes y objetos de las mesas y las estanterías desparramados por la violenta pasión de ambos. Una momentánea sorpresa se manifestó en su rostro al ver el despertador y comprobar que habían pasado casi tres horas... Tras examinar el cuarto se miró a si misma. Su falda estaba arremolinada en torno a sus caderas y sus medias grises destrozadas y llenas de sudor, líquido preseminal y sus propias e incontables corridas. Su camiseta estaba hecha un trapo por el sudor y rota al igual que su sujetador para así permitir el acceso a sus enrojecidos y erguidos pechos. La chica quedó hipnotizada durante unos segundos con su propio coño, bien depilado y enrojecido, disfrutando de las pequeñas contracciones y del delicioso cosquilleo de los fluidos deslizándose por sus piernas, impregnando las medias.

Alex estaba frente a ella, imponente en su desnudez. Sintió un poco de remordimientos al ver como lo había destrozado con los arañazos, haciéndole sangre en muchos sitios. Aún está duro, eso la asombra, podría seguir y seguir, ha parado solo por ella, se preocupa.

Mirándole a los ojos con pura devoción, la chica gateó lentamente, dolorida, hasta bajar de la cama y arrodillarse ante el. Sabía lo que tenía que hacer.

El miembro estaba húmedo y enrojecido. Alex se estremeció al sentir el cálido aliento de Ana cerca y ella, como para calmarle, le acarició las piernas con dulzura. Le miró con gratitud desde allí abajo, era una mirada que decía muchas cosas, una mirada que decía lo que le quería, lo que le agradecía lo que acababa de hacer. Era una mirada que decía “te pertenezco”.

A Ana siempre le habían dado asco las mamadas, o mas bien no le gustaba lo puta que se sentía al hacer una. Esta vez no dudó. Agarrándole las nalgas con delicadeza, se la metió en la boca. El olor era embriagador, excitante. El sabor de el se mezclaba con el de el propio coño de Ana en una mezcla viscosa y atrayente. La chica se sorprendió a si misma tragando hasta el fondo, con lentitud primero, pero con ritmo después. Aquello la excitaba, era lo... lo correcto, arrodillarse, pertenecerle de esa forma... pero también tener poder sobre el. Los gemidos de Alex aumentaron a medida que ella aumentaba su ritmo y enroscaba su lengua de imaginativas formas alrededor de su masculinidad, mirar arriba y ver su cara de placer, ver como temblaba con cada uno de sus movimientos, sentir como su mano se erizaba en su nuca la hacía sentirse poderosa. Pronto se encontró chupándosela como una pro, moviéndose con un ritmo excitante, casi animal, produciendo húmedos y eróticos sonidos que llenaban la habitación mientras la saliva se le escapaba de la comisura de los labios. El la tomó del cabello y empezó a guiarla, soltando incoherentes ruidos mientras las piernas le temblaban. Tuvo que acabar apoyándose en el escritorio y Ana aprovechó para echarse aun mas hacia adelante, atrapada por la excitación del momento.

Gruñendo de placer, Alex se dejó hacer, al menos hasta que sintió el palpito de su miembro anunciando la eyaculación.

-No tragues- susurró con voz cortante mientras apretaba aun mas la presa sobre el cabello de Ana. Esta obedeció, deteniendo sus bruscos movimientos al tiempo que una explosión de calor llenaba su boca. El espeso líquido de sabor salado fluyó por su boca de forma violenta mientras ella luchaba contra el instinto de tragarlo. No pudo evitar lanzar una mirada sorprendida al ver como no paraba, un chorreón tras otro fueron saliendo de su temblorosa verga, haciendo cada vez mas difícil para ella el contenerlo, pero no se rindió. Merecía la pena tan solo por ver la cara de su novio, boquiabierto, con los ojos en blanco... y todo por ella. Aquello la hizo sentirse aun mas deseada, aun mas especial, aún mas en control.

Al final la oleada blanca acabó por sobrepasarla y varios torrentes de su semilla se escaparon burbujeantes de entre sus labios, deslizándose barbilla abajo. Ana se separó de el cuando al fin cesó, mirándole, orgullosa, expectante. El le sonrió, acariciándole el rostro con dulzura.

-Buena chica- dijo -enseñámelo-

Obediente, ella abrió la boca, mostrando la piscina de semen en la que se había convertido su boca. Aquello la excitó aun mas, era tan humillante, tan íntimo...

-Traga-

Ella obedeció, sin dejar de mirarle a los ojos. Después de que la cálida lefa hubiese desaparecido volvió a abrir la boca, adelantándose a sus deseos y haciéndole sonreir.

-Eres mia- dijo acariciándola.

-Soy tuya-

-Eres mi puta-

-Soy tu puta-

-Mi esclava-

-Tu esclava... y te quiero- susurró la joven.

Alex sonrió, y se lo contagió a ella. Dios, era tan guapo... y ella tan afortunada, tan...

-ANA-DOLL ACTIVE-

El chico se dejó caer sobre la silla, con una sonrisa fatigada pero satisfecha mientras el rostro de su novia perdía toda expresividad y dejaba caer los restos de semen que aún quedaban en su boca y en su barbilla. Le costó recuperar el aliento y mientras lo hacía observó a la inerme chica, “mujer”, se corrigió mentalmente. Había sido un buen desahogo y seguramente para ella había sido un momento que nunca olvidaría. Por supuesto hacía mucho que Ana había dejado de ser virgen. Si hubiera sido consciente de lo que pasaba mientras el chip de su cerebro asumía el control de su cuerpo podría recordar como tras la primera discusión fuerte con Alex y el guantazo que le había propinado este había hecho que el padre de la propia Ana le desvirgara todos los agujeros. Aquel vídeo incestuoso, acreditado por los documentos de identidad de ambos, se había convertido en un rentable éxito entre la selecta red de clientes de Alex y grabar como el padre y el hermano de Ana se la follaban se había convertido en una saludable costumbre cada vez que la insoportable e insegura chica tenía uno de sus injustos enfados. El joven sonrió, aquello era divertido, pero no le bastaba con controlarlas de esa forma, su día a día debía de pertenecerle también, debían de entregarse a el tal y como Ana lo había hecho al fin. De todas sus novias había sido una de las mas duras, por eso le encantaba.

-Vamos, perrita- dijo levantándose y dando unas palmaditas en su muslo. La babeante y ausente chica le siguió gateando por toda la casa hasta el salón. La escena que se encontró allí no le sorprendió en absoluto. Natalia, la madre, cabalgaba violentamente a su hijo con una sonrisa ausente, empequeñeciendo al joven chaval cuyo semen se había resecado sobre el rostro de su madre desde hacía varias horas.

Este se giró, algo sobresaltado al tiempo que pausaba la videoconsola con la que jugaba, apoyando el mando en las caderas de su progenitora.

-¿Hacemos un cambio?- preguntó Alex sonriente mientras le daba unas cuantas palmaditas a la sonriente Ana y cogía el otro mando de la consola. No había nada como una tarde tranquila en familia para planear, pensó mientras intercambiaban esclavas y ponía a aquella madre estirada y controladora a deslizar su lengua por los testiculos de un nuevo amo. Fran en cambio prefirió probar el culito de su hermana, aun no usasdo aquella tarde. Además eran un soporte perfecto para el mando mientras la pantalla del nuevo Rayman se cargaba.

 

Alex disfrutó de la escena, ¿había mejor vida que aquella? mientras su mente vagaba hacia el futuro. Aquella noche iba a ser una gran noche en el proyecto común que mantenía con sus amigos... y ahora que había roto a Ana iba a necesitar una nueva novia para su colección.

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Como siempre pueden dirigir cualquier crítica, comentario o petición a Yasm@hotmail.es. Respecto a mis antiguas series, me ha llevado 9 meses poder escribir esto, y tan solo lo publico porque forma parte de una historia de 2 capitulos, estando el segundo a medio completar, dudo que vuelva a ellas en un futuro cercano. Todos tenemos una vida detrás de estos relatos y no puedo tomarmelo como un trabajo, aun así espero que hayais disfrutado de este. Un saludo a todos.