miprimita.com

Los primos

en Voyerismo

Los primos

                Parecía que el verano no se acababa nunca, apenas era veinte de julio y se le estaba haciendo terriblemente largo a Rubén. La rutina y la monotonía habían hecho presa en él. Rubén es un muchacho con los quince años recién cumplidos. Es un tipo solitario y más bien tímido, desconfiado de tratar con la gente pero simpático cuando logra sentirse a gusto. Tuvo mala suerte en el instituto: una horda de idiotas descerebrados se habían ensañado con él y ahora le despreciaban y humillaban. Por eso prefería estar solo en el colegio y, se alegraba enormemente cuando llegaban las vacaciones estivales. Pero Rubén no tenía amigos y poco a poco los días se le iban haciendo cada vez más largos y aburridos.

                Se pasaba los días en casa, generalmente solo, buscando quehaceres y entretenimiento. Veía muchas películas y leía libros de aventuras en vez de salir a la calle a buscarlas. También le gustaba pasear por el campo (vivía en un pueblecito de las afueras de Madrid) cuando anochecía y el calor se marchaba dejándolos respirar. Y así pasaba los días. También se masturbaba con frecuencia. Le gustaba especialmente cuando la casa se quedaba vacía y podía pajearse en pelotas viendo una película porno a todo volumen. Tenía una buena colección de videos porno en el ordenador.

                Así pues, Rubén aquella tarde había decidido desempolvar su viejo juego de Scalextric y montar un circuito de bólidos a fin de matar el aburrimiento un poco. Para los que no sepan lo que es, el Scalextric es un juego de coches en miniatura réplicas de auténticos coches. La pista es de plástico y contiene dos canales de metal por donde circulan los vehículos, como los coches del Parque Jurásico de Spielberg. Es un juego divertido aunque repetitivo si lo juegas solo, pues el único cometido del jugador es acelerar más o menos a fin de mantener el coche en el carril y rodar lo más rápido posible. Pero a Rubén le gustaba arreglar y mejorar sus coches. El viejo Subaru Impreza necesitana una mejora en la escobillas y el Tyrrell F1 de seis ruedas algo de aceite en los rodamientos. Y así pensaba pasar la tarde, poniendo a punto los coches y el circuito cuando el timbre sonó en la parte de abajo.

                Hay que decir antes que la casa de Rubén era un chalet de tres plantas. En la planta baja estaba el salón, la cocina y una pequeña salita. En la planta de en medio se encontraban las tres grandes habitaciones (la de sus padres, la suya propia y la de su hermanita Lara, de 12 años). Y en la tercera y última planta, con paredes y techo de madera, estaba la buhardilla, o sala de juegos, con una gran televisor con equipo de sonido, la videoconsola más potente y a la moda y amplio espacio para, por ejemplo, montar el Scalextric. Y allí es donde estaba Rubén, montando las pistas, cuando escuchó el timbre y los pasos de su madre que iba a abrir.         ─¡Rubéeeeeen! Baja a ver quién ha venido ¡Qué sorpresa te vas a llevar!

                ¿Quién sería? Rubén bajó los peldaños de las escaleras lentamente, rezongando. Con frecuencia estaba de mal humor por culpa del tedio y el aislamiento que sufría, y encima con aquel asfixiante calor de finales de julio en Madrid. En el rellano se encontró a su madre vestida con el camisón que se ponía para andar por casa en verano, una tela fresquita y vaporosa. También estaba Lara, que era bajita y menuda, muy rubia y con los ojos azules. Rubén siempre envidiaba los ojos de su hermana, y también su pelo, pues él era típicamente español: moreno de ojos marrones). Además, en el quicio de la puerta, estaba la persona que había llegado: su prima Tania.

                Hacía por lo menos tres o cuatro meses que Rubén y Tania no se veían. Cuando eran pequeños habían sido grandes amigos, pues eran de la misma edad (más o menos, porque Rubén tenía 15 años y Tania aún 14) y solían jugar juntos. Ahora tenían mucho menos trato. Desde hace un par de años los padres de Tania se habían mudado al mismísimo centro de Madrid, con lo cual se veían menos y desde que les llegó la adolescencia los juegos eran menos y los complejos más, por lo que realmente eran familia pero no tenían una relación muy íntima. Una pena, pensó Rubén al ver ahora a su prima. Tania era bajita, claro que aún estaba por desarrollar. Pero tenía ya un cuerpo de incipiente señorita. Tenía ya unos buenos pechos, y el escote que llevaba aquel día le sentaba genial. El culo también comenzaba a destacar pues sus caderas eran ya las de una mujer. Redondeada y bronceada. Tania, al igual que Rubén, era morena y de pelo liso con los ojos muy oscuros.

                ─¿No saludas a tu prima o qué? ─le dijo su madre al ver que el muchacho se había quedado atontado.

                ─Claro, ¿qué tal, pri? ─preguntó Rubén mientras le daba dos besos. Olía bien, a colonia. Se imaginó su peste a sudor. ¡Joer que mala imagen le estaría dando!

                ─¡Qué tal Rubén! Anda que hace que no nos veíamos.

                ─Sí, mucho.

                ─Tu tía ha encontrado trabajo y para que no esté Tania sola se viene a quedar por las tardes lo que queda de semana.

                ─Perfecto.

                ─No seas arisco, hijo. Y trata bien a la nena.

                ─Tranquila tía ─dijo la muchacha sonriendo a su primo. Rubén se quedó un poco perplejo ante el buen humor de Tania. Hacía mucho que no se veían─, que Rubén siempre es amable y bueno.

                ─Ehm, sí, bueno; me alegro de que vengas.

                ─Anda, no te preocupes. Nos vamos a la piscina con Larita y tú puedes seguir arriba jugando con tus cochecitos, mientras el verano sigue y sigue.

                ─Vale mamá, déjame en paz.

                Rubén subió, más malhumorado aún. Es verdad que era arisco y que últimamente era demasiado huraño. Le gustaba estar en casa, era hogareño, y por eso tenía pocos amigos. Pero claro, también le gustaría poder salir algo más y no estar encerrado todo el día. El problema es que le costaba mucho charlar con la gente, era muy tímido y cerrado y no sabía bien cómo hacer para dialogar con los demás. Eso le frustraba y le ponía de mal humor cuando alguien le recriminaba que no era simpático ¡Jope, él sí quería ser amable!

                Y claro, sí era así con los amigos… con las chicas ni te cuento. Cada vez que le gustaba una era un manojo de nervios, no se acercaba ni de coña a intentar ligar con una y así iba: con quince años era obviamente virgen, nunca se había dado un beso (ni en el inocente juego de la botella) y se sentía terriblemente feo porque claro, no gustaba. Y su madre con esos malditos comentarios… pues que se fuese a la mierda. Así que se subió toda la tarde a jugar con el Scalextric y, cuando ya anocheció, salió al porche a escuchar música de los Rolling Stones. Una vida monótona y bastante sosa, por eso le fue tan estimulante lo que le aconteció aquél verano con su prima Tania.

*****

                Al día siguiente era el segundo día que su bonita prima vendría a pasar la tarde con ellos. Rubén estaba como un helado en verano, derritiéndose por el calor y por los nervios. Al parecer su hermanita tenía un cumpleaños con una de sus amiguitas y Tania, por tanto, no podría estar con ella en la piscina. A su madre no le apetecía ir con la sobrina así que confiaba en que Rubén la entretuviese toda la tarde. En el fondo lo que quería la buena mujer era que su hijo socializase un poco.   

                Cuando llamaron a la puerta, Rubén se santiguó y esperó a que su prima subiera. Oyó como su madre la saludaba.

                ─Hola Tania, buenas tardes. Rubencito está arriba, así que sube y pasadlo bien. En un rato os llamo para merendar, que os he preparado batido helado con frutas y yogur.

                Sonaron los escalones rápidamente al son de las pisadas de la muchacha. Rubén se resignó a su suerte cuando apareció su prima en la estancia. Otra vez olía de lujo y sonreía con mucha gracia, contenta de ver a su primo. Se acercó a saludarle porque vio que Rubén ni se inmutaba, sentado en el suelo y quieto como una piedra.

                ─Smoothies.

                ─¿Qué dices Rubén? ─preguntó Tania ante la extraña bienvenida de Rubén.

                ─Pues eso, que son smoothies.

                ─¿Quiénes? ─dijo Tania con una sonrisa.

                ─Eh, los batidos de frutas que te ha comentado mi madre.

                ─Ay Rubén, ¡Qué soy tu prima mecachis! No estés tan nervioso ─comentó divertida la muchacha mientras se sentaba a su lado con coquetería. Vestía un pantalón ultracortito blanco y una camiseta morada de tirantes, con las tiras del sujetador negro adivinándose en sus finos hombros. Las largas piernas delgadas y bronceadas resplandecían al lado de Rubén. Tania cogió un cochecito y lo puso en la pista divertida─. ¿Yo también puedo jugar, no? ¿Es para dos?

                ─Eh, sí claro. Cómo no.

                ─Pues pásame el mando.

                Rubén y Tania estuvieron jugando con los cochecitos. Poco a poco se le fue pasando el miedo a Rubén, y hasta se lo pasó bien. La chica era muy torpe con el mando de conducción y con frecuencia su coche salía despedido de la pista, teniendo que levantarse la chica para recogerlo y ponerlo de nuevo en la carretera. Aunque se levantó mil veces y perdió en todas las ocasiones, siempre se reía y sonreía a Rubén con dulzura.

                ─Caray. Eres bueno cabroncete. Muchas horas de práctica llevas a esto, me parece a mí.

                ─Jajajaja, no tantas. Tú que eres un poco mala eh…

                ─Idiota ─le dijo Tania sacándole la puntita de la lengua─. A los invitados se les trata bien.

                ─¿No te estoy tratando bien? ─preguntó Rubén un poco intranquilo. Le había gustado el divertido gesto de la lengua fuera.

                ─Qué si tonto, muy bien. Me lo estoy pasando realmente bien ─suspiró la muchacha─. Necesito ir al baño, ¿dónde queda?

                ─Tienes que bajar a la planta del medio y al final del pasillo, a la izquierda.

                ─Gracias.

                La muchacha bajó las escaleras. Rubén se quedó sólo por un instante, reflexionando. Estaba siendo una gran tarde, una tarde genial. Se lo estaba pasando muy bien con Tania, había descubierto que era un auténtico crack a los mandos del Scalextric y encima resultaba que su prima le caía bien y podía estar cómodo y a gusto con ella. Era bueno sentirse así. Deseó que siempre fuese tan fácil hacer amiguitos.

                ─Oye Rubi ─le dijo acortando su nombre, nunca lo había hecho hasta entonces─. Hace mucho calor aquí arriba ¿no?

                ─Pues sí. Julio es lo que tiene, y todas las paredes forradas de madera… pues como un horno es esto. No está mal, como una sauna.

                ─Abajo hace mejor y estoy un poco cansada de jugar a los cochecitos ¿por qué no me enseñas la casa? Y no sé, luego podemos  charlar un poco en tu cuarto, si quieres.

                A Rubén le pareció bien. Bajaron al piso de en medio y le fue haciendo un tour guiado por la casa, las habitaciones y demás. Tampoco era una casa muy grande, así que no tardaron mucho. Al enseñarle su cuarto estaba un poco cohibido, pues no era muy masculino: aún guardaba sus peluches de la más tierna infancia. Por algún motivo le apetecía quedar bien delante de su prima, como un campeón.

                ─Bueno, y esta es mi habitación.

                ─Oh, muy bonita. ¿Pero falta el baño, no?

                ─¿El baño?

                ─Claro. Me tienes que enseñar el baño.

                Extrañado, Rubén le condujo al baño. Era más bien pequeño, normal. Con plato de ducha un tanto pequeño en vez de bañera.

                ─Pues este es el baño.

                ─Aquí quería yo llegar. Es curiosa vuestra bañera ─dijo la muchacha acercándose a la ducha y ojeándola.

                ─Es un plato de ducha, no una bañera. Como no hay mucho espacio, pues es más práctica.

                ─Yaaaaa. Práctica sí es para ahorrar espacio, pero pierdes la posibilidad de darte un baño relajante.

                ─Bueno, sí, eso es cierto. Una pena pero tampoco te tomas muchos baños relajantes y esto es más práctico.

                ─A mi me encantan los baños relajantes. Me tomo uno todas las semanas. Con bien de gel y de sales en el agua… se me queda la piel suavita y oliendo de vicio. Me encanta. En esa ducha tan estrecha no parece haber comodidad ¿Cabéis ahí dentro? ¡Yo no podría!

                ─Jajajaja ¿pero cómo no vas a caber? Cabrías de sobra. Cabe mi padre que es más alto que yo y con el barrigón que tiene… no vas a caber tú, que estas muy buena.

                ─OOOYE ¿Muy buena? ─dijo la simpática muchacha sonriendo y dándole un pequeño golpe en el bracito─ ¿Cómo que muy buena?

                ─Muy bien. Perdón, no quería molestarte ─soltó Rubén tartamudeando nervioso y más rojo que un tomate.

                ─No le pidas perdón a una chica que le acabas de decir que está buena, señorito. A todas nos gusta. Pero volvamos al tema: demuéstramelo.

                ─¿Qué?

                ─¿Cómo que qué? Pues que cabes en la ducha. Que ahí uno se puede duchar.

                ─Jajajajaja ¿sigues pensando en eso? Pues claro que quepo, mira ─y fue Rubén y se metió al plato de ducha, cerrando la mampara y sonriendo con suficiencia─. Ves, quepo de sobra.

                ─No sé yo. Te he dicho que te metieses como si te fueses a duchar. ¿Acaso te duchas vestido?

                ─Ehm.

                Silencio. Rubén se quedó de piedra, especialmente la polla, que se le puso tiesa, como un palo ¿Le estaba diciendo su prima que le quería ver desnudo? ¿Así, sin más? No sabía qué hacer ni que decir. En el silencio escuchó la telenovela que estaba viendo su madre en el piso de abajo. En respuesta Tania cerró la puerta, haciendo aún más fuerte el silencio dentro del baño.

                ─Enséñame cómo te duchas ahí dentro ─dijo, y se le notó un tanto nerviosa a ella también. Y fue ese temblor en la voz de su prima lo que decidió a Rubén. Coño, si solo era enseñarle el culo a su prima. Se habían bañado en Benidorm en pelotas cuando eran críos. Y sentía la excitación recorriendo sus venas. Aquella chica le hacía sentirse cómodo, en familia y seguro. Y por una vez iba a poder llevar la batuta de mando en una situación. Se sintió poderoso cuando le respondió. 

                ─Pero prométeme que no te vas a reír, eh.

                ─Prometido ─respondió la muchacha besándose los dedos como símbolo de juramento y con una sonrisa radiante de felicidad, aunque con cierto rubor en las mejillas.

                Rubén se quitó la camiseta de forma temblorosa dejando al descubierto su pecho plano y liso. Luego las bermudas acabaron depositadas en el fondo de la ducha. Con muy poca gracia, Rubén respiró hondo, agarró los calzoncillos (que mostraban una gran erección bajo la tela) y se bajó la prenda quedando en pelota picada delante de su prima. Al hacerlo se agachó y se golpeó con la mampara en la cabeza fruto de los nervios.

                ─¡Ves cómo no cabes! ─rió la muchacha.

                ─Me prometiste que no te reirías ─bufó Rubén enfadado y comenzando a vestirse.

                ─Me río de la situación, no de ti. Tú me gustas. Me gusta lo que veo. Estás muy “contento” gracias a mi presencia. Eso es como si me llamases guapa ─dijo Tania calmada, sonriendo y con la voz más dulce que pudo─. Me encanta lo que veo. Aquí esa ropa.

                Rubén, le pasó la ropa por encima de la mampara y quedó desnudo delante de Tania, expuesto y con la polla empinada y dura. Tanta sangre ahí le empezaba a nublar el juicio. Estaba a punto de pedirle a Tania que se desnudase ella también. Creía que era lo que tocaba. Tania le sonreía y su perfume llenaba todo el baño.

                ─Tania, te toca a…

                ─¡RUBÉEEEN, TANIAAAA! ─se oyó la voz de su madre─. ¿PERO QUÉ HACÉIS? ¡BAJAD A MERENDAR QUE OS HE LLAMADO VEINTE VECES!

                Rubén casi se muere de un infarto. Se vistió apresuradamente mientras Tania lo miraba sonriendo y pasándole las prendas poco a poco.

                ─Se te ha bajado la pollita cuando has oído a mamá ─le susurró mientras le acariciaba el culo. Rubén se irguió ante la caricia extasiado de emoción y nervios.

                ─Joder, casi nos pilla.

                Bajaron al salón, se bebieron su smoothie y luego vino la madre de Tania a buscar a su hija. Rubén se fue a su habitación y se cascó una gran paja, pues no recordaba haber estado tan a tope en toda su vida. Maldita sea, que pedazo de situación. Le daría para mil pajas más y eso que no había visto desnuda a su prima. Su prima. Aún le quedaban dos tardes por pasar en su casa: tenía que conseguir verla en pelotas.

*****

                Al día siguiente, Rubén notó como los nervios le alteraban más y más según se acercaba la hora en que Tania llegaba a su casa. Se había cascado una paja por la mañana y otra después de comer, haría ahora una hora, pero aún así tenía la polla morcillona. Menuda mujer que había descubierto en Tanira. Una chica sexy, simpática y que encima venía a su propia a casa a pasar la tarde con él. Sus fantasías sexuales con las cosas que le gustaría hacerle a su prima iban aumentando de tamaño y salvajismo según pasaban los minutos.

                Al fin sonó el timbre y bajó corriendo a recibir a su prima, exactamente igual que como hizo su hermana Lara, que iba corriendo vestida con bikini y la bolsa de piscina en la mano lista para marchar a su tarde de baños y sol. Rubén se percató de su error entonces. Tania no iba a quedarse aquella tarde en la casa, con él.

                Cuando entró en la casa acalorada, Tania sonrió y abrazó a toda su familia. Rubén estaba descolocado y con bastante malaleche se quitó de encima a Tania, que lo abrazaba con cariño. Él no sabía bañar y no le apetecía nada ir a la piscina. Es más, odiaba la piscina, así que no podría compartir otra buena tarde con Tania. Por más empeño que pusieron todas por que fuese, Rubén se negó en rotundo y finalmente todas renunciaron a convencerle. Era un maldito cabezota.

                ─Bueno, pues ya nos veremos ─le dijo Tania mientras le daba un fuerte besito en la mejilla. Los labios calientes de la chica reconfortaron a Rubén, pero no mucho.

                Subió taciturno a su habitación, se acostó en su cama deprimido y no se despertó hasta por la noche, cuando su madre le despertó para cenar. Menuda mierda de día. ¡Con las esperanzas que se había hecho!

*****

                Pero al día siguiente Rubén había recobrado el optimismo. Sí, es cierto que se había llevado una decepción, pero había que ser optimista. Visto con perspectiva, anteayer se lo había pasado de puta madre, había logrado crear un lazo de intimidad con su prima (lazo del que tenía pensado tirar más adelante a ver qué podía sacar) y estaba razonablemente feliz. Al menos había salido de la monotonía. Y, siendo más optimista aún, pensó que a lo mejor a Tania también le apetecería pasar otra tarde de morbo con su primito. Al fin y al cabo, era el último día que se quedaba por la tarde a priori, pues el trabajo de su madre era sólo para cuatro días. Sí, con un poco de suerte a Tania también le apetecería jugar otra vez a la duchita.

                A las cinco y media de la tarde llegó el timbrazo que anunciaba que la prima había llegado. Rubén bajó a saludarla, esta vez con una sonrisa en la cara, y la pequeña Lara con la bolsa de la piscina muy alborozada.

                ─¡Buenas tardes, Tania!

                ─Hola Rubi, qué tal ─le dijo la muchacha besándolo en la mejilla─. Hoy pareces más animado, que ayer tenías una cara de vinagre que madre mía.

                ─Es que me dolía la tripa.

                ─Tania, Tania, Tania ─decía Lara con retintín─ ¿Nos vamos ya a la pisci?

                ─Ay, Larita. Es que ayer me quemé la espalda con el sol y no me apetece mucho ir hoy también.

                ─¡No me digas! ─saltó la madre de Rubén con bikini y pareo, también equipada para la piscina─. Pues vaya. ¿Pero estás bien no? No será mucha quemadura… si te pusiste mucha crema.

                ─Yaaaa, pero es que tengo la piel sensible y bueno, pues me que un poco. Pero vamos, que no es nada.

                ─Caray, que pena: a mí sí que me apetecería ir a la pisci hoy ─dijo la madre un poco seria─. Es que hace demasiado calor en casa y hoy no hay telenovela.

                ─Hombre, pero por mí que no sea. Podéis ir vosotras dos y yo me quedo aquí con Rubén, seguro que me lo paso bien.

                ─¿Segura?

                ─Pues claro. Rubén es un tío mazo enrollado cuando le dejas.

                Bastante alegre, la madre dejó a los dos muchachos a su libre albedrío toda la tarde. Ya en medio de la buhardilla, después de un rato que estaban ya solos jugando al Scalextric bajo el calor asfixiante de finales de julio, Rubén aún no se lo acababa de creer. Se respiraba una sana tensión sexual en el ambiente, palpitando. Aquel día su primita vestía con un vestido blanco que le llegaba hasta la rodilla y bajo el que se adivinaba un conjunto de lencería negra. No hablaban mucho, pero ambos se lo estaban pasando bien. La sonrisa permanecía en la cara de ambos. Los dos estaban esperando el siguiente movimiento en aquel jueguecito. Fue Rubén el primero que movió ficha, aunque torpemente.

                ─¿Hoy no tienes ganas de ir al baño a ver el plato de ducha?

                ─Pues no, ya lo vi anteayer. Y creo que vi todo lo que había que ver ─dijo sonriendo Tania.

                ─Qué pena.

                ─¿Pena? ¿Por qué?

                ─Nunca he sabido si cabrían dos personas en aquel plato de ducha.

                ─Jajajajaja quién sabe.

                Y siguieron jugando con la incertidumbre en el ambiente. Tania le empezaba a coger el truquillo a eso de los coches, ya hasta se quedaba cerca de ganar a Rubén pero al final siempre pisaba el acelerador demasiado y acababa el coche dando vueltas de campana por fuera de la pista. La chica se lo tomaba a bien, reía jovialmente mientras se levantaba y recogía su el coche para meterlo en la pista. La verdad es que se agachaba poniendo extrañas posiciones que permitían buenas vistas del turgente culo. Rubén se estaba deleitando y empezaba a estar cardíaco.  Pero no sabía muy bien cómo proseguir con el morbo. Tania, por su parte, era una maestra.

                ─Pues no te creas, Rubi: estoy empezando a estar tentada a bajar al baño a darme una ducha, que vaya puto calorcito que hace hoy.

                ─Ya, la ola de calor ─comentó Rubén en tensión, conteniendo la respiración─. Pues tú misma, si te apetece ducharte ya sabes dónde está la ducha. Y te puedo ayudar, si crees que no vas a caber…

                ─Rubén, no seas cochino ─dijo enfadada y divertida─. Anda, vamos a echar otra carrerita que le estoy cogiendo el truquillo.

                Pusieron los bólidos en la línea y arrancaron. Una carrera a 40 vueltas. La clave está en no salirse, aguantar y poco a poco ir minando la concentración del rival.

                ─Rubén, ¿has tenido novia alguna vez?

                ─Ehm, no.

                ─Lo suponía. Así que eres virgen.

                ─Sí ─comentó de forma lastimera el muchacho.

                ─Yo también, así que no pongas ese tono de penita.

                Siguieron corriendo y, finalmente, Rubén venció a la muchacha que no pudo controlarse las ganas y en la última vuelta aceleró demasiado y el tyrrell azul salió volando por los aires. Rubén lo festejó riéndose y elevando las manos en señal de victoria. Tania frunció el ceño y destapó el tarro de las esencias.

                ─Bah, así no es justo para nada. Yo soy tan buena como tú pero tú tienes demasiada práctica y en cuanto llega el final me pongo nerviosa. Si tú también te pusieses nervioso ganaría yo.

                ─Pues no te pongas nerviosa, chata.

                ─¿Chata? ─dijo alzando la ceja y con semblante perplejo─. Cómo que chata. Idiota.

                Los muchachos hicieron como que se pegaban pero estaban de broma. Forcejearon un poco y Rubén trató de hacer cosquillas a Tania que cayó sobre él a horcajadas y lo dominó, subiéndole la falda un poco. Rubén podía ver ya el inicio de los largos y calurosos muslos de la joven. Ambos sudaban y se les quedaba la carne pegada por el contacto, pues Rubén iba con bermudas. “Mierda”, pensó Rubén, “me estoy empalmando un poco y lo va a notar”. La dureza de la polla del chico chocó un poco con el culo apoyado de Tania, que al sentir la presión esbozó una sonrisa mientras desmontaba y se preparaba para volver a correr con el Scalextric.

                ─Ya sé cómo ponerte nervioso, Rubencito. Apostemos.

                ─No tengo dinero.

                ─Ni yo. Sólo tengo ropa, la ropa que me ves puesta. Apostemos ropa.

                ─¿Qué? ─preguntó Rubén como no queriendo saber. Ahí estaba su momento morboso, al fin─. ¿Ropa?

                ─Tres carreras, el que pierda cada carrera se quita una prenda. Yo tengo mi vestido y la ropa interior. Tú tienes tu camiseta, las bermudas y los calzones. El que pierda, se queda en pelotilla picada. ¿No te atreves?

                ─Ehm.

                ─¡Empieza la carrera!

                Y Tania, sin esperar respuesta pisó el acelerador y su bólido salió disparado tomándole ventaja a Rubén. El muchacho se espabiló y comenzó a correr como un loco con el cochecito. Tres carreras, si lo conseguía tendría la hermosa visión de su prima desnuda. Menudo morbo y fantasía: se podría hacer mil pajas recreando la situación. Así que puso cada neurona en concentrarse para ganar la dichosa carrera. Tania le había cogido ventaja pero él poco a poco comenzó a acercársele. Y por fin la pudo alcanzar a falta de tres vueltas. Los coches corrían como posesos por la pista de plástico, el sonido llenaba la estancia. Tania tenía cara de concentración y se le cayó un tirante del hombro quedando medio sujetador a la vista. Rubén se desconcentró un poco y su coche salió disparado por los aires. Mierda. Perdió la primera carrera.

                ─Ves, te lo dije. Con presión, ¡Yo soy la mejor! ─dijo festejando ante la tristísima cara de Rubén. Tania, al ver que a su primo le había causado tal desazón perder por primera vez una carrera y encima la más importante, pues se puso de los nervios─. Vamos Rubi, no seas bobo, que aún me puedes ver las tetas.

                Y mientras le decía eso otra vez le sacó la lengua, sólo un poco, sólo la puntita. Le dieron ganas a Rubén de abalanzarse y comerle toda la boca, pero se contuvo pues en ese momento Tania volvió a acelerar su cochecito y comenzó la segunda carrera, otra vez con una buena ventaja para la muchacha que se descojonaba de la risa.

                ─Eso es trampa. No estaba listo.

                ─¿Trampa? ¿Y me lo dices tú que aún no has pagado la prenda de tu derrota?

                Rubén, enfadado, aceleró rápidamente y Tania perdió el control, saliéndose su coche de la pista. Rubén la alcanzó mientras la morena se levantaba rápidamente haciendo volar su vestido para volver a la competición. Rubén pausó su vehículo y, con garbo, procedió a quitarse la camiseta. Su pecho huesudo quedó al descubierto mientras Tania volvía a su sitio para continuar la carrera, sonriendo al ver a su primito semidesnudo.

                Ahora iban a la par, estaba la cosa muy igualada. Rubén se concentró al máximo porque le quería ver las tetas a Tania, quería comérselas y chupárselas y, por qué no, cascarse una buena paja y correrse en ellas. Pero bueno, para empezar, había que ganar y así podría arrebatarla la primera prenda. No estaba siendo fácil.

                En la última vuelta, Tania lo adelantó, Rubén sintió como una gota de sudor le corría por la barbilla y le caía a la tripa desnuda, pero impertérrito apuró los dientes y aceleró un poquito más de lo normal. El coche pasó derrapando la última curva, topó con la vallita de plástico que había y salió como un misil hacia la meta. El cochecito de Tania quedó atrás y Rubén ganó.

                ─¡TOMA YA! A ver ese vestidito, guapa.

                ─Si hombre, que te lo has creído ─le reprochó Tania malhumorada por la derrota.

                ─Bah, ¿¡No me digas que no te atreves!? ─pero sí que se atrevía. La joven introdujo sus manos por la parte trasera del vestidito blanco de gasa y desabotonó su sostén, que no tardó en salir por el costado del vestido. Después lo tiró hacia la camiseta de Rubén, que yacía olvidada en un rinconcito.

                ─Que te lo has creído que no me atrevo. Pero vamos, que nadie dijo qué prenda hay que dar.

                El vestido blanco era finito, no transparente pero sí lo suficiente como para que los pezoncillos de Tania, duros como piedras, se reflejaran en el exterior. Su color marrón se adivinaba y la polla de Rubén se puso rígida al verlo. Tragó saliva y se fue preparando para la tercera carrera donde, si ganaba, conseguiría arrebatarle el vestido y verle las tetas.

                Esta vez salieron sin trampas. Rubén estaba nervioso pero confiado. Si haciéndole trampas su querida prima él había conseguido ganar, ahora que jugaban limpios podía ganar de sobra. Poco a poco fue cogiéndole ventaja y, aunque Tania se esforzaba, el cochecito rojo de Rubén pronto estuvo bien lejos. Parecía que la victoria estaba cantada cuando Tania, con una mano en el mando, decidió poner aún más nervioso al chaval para ver cómo aguantaba la presión. Se puso de pie e introduciendo la mano libre por debajo del vestido se arrancó las bragas, literalmente, mientras soltaba un chillidito. El trapo roto que ahora eran cayó al lado de Rubén, que lo miró con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

                ─Es que hace mucho calor y creo que antes he hecho trampas, y así te compenso ─ le dijo guiñándole un ojito. Rubén se desconcentró y el coche rojo salió volando a tomar por culo, Tania le adelantó y ganó la tercera y última carrera─. Joder, ¿qué lástima no? Justo cuando ibas a ganar un buen premio vas y te sales.

                ─Mierda. Mierda puta.

                La muchacha soltó una carcajada y plantó un besazo en la mejilla de Rubén que, la verdad, estaba un poco cabreado.

                ─Joder, así es que no se puede uno concentrar. Haces cosas muy raras. Venga, otra, por favor.

                ─No Rubi, un trato es un trato. Dijimos que tres y ni una más. Vamos ¿Qué no te atreves a quitarte las bermudas?

                Rubén, compungido, agarró el borde elástico y lo bajó, quedándose en calzones slip negros. El pene se le marcaba totalmente.

                ─Claro, cómo te vas a concentrar si no tenías sangre en el cerebro.

                El muchacho se puso rojo como un tomate y la chica le lanzó los restos de sus bragas “como regalo, tonto”. Rubén las palpó, estuvo tentado a llevárselas a la cara para olerlas como en el porno, pero eso le pareció de muy mal gusto. No obstante sí que se dio cuenta de que estaban un tanto húmedas. Por el sudor y quién sabe si por algo más.

                ─Lo que está claro es que yo si me atrevo a todo. Atrévete tú a otra carrera, porfa ─dijo el pobre intentando quemar su última bala: la de dar pena.

                ─¡Qué no, pesado!

                Hubo un silencio tenso. El juego ya no tenía sentido y empezaba a aburrirles. Aún faltaba un buen rato para que llegase la madre de Tania a recogerla, y Rubén no sabía muy bien qué hacer.

                ─¿Te apetece que hagamos unos smoothies ahora? ─propuso no muy seguro.

                ─Uy, cocinar con este calor no. Qué pereza ─inquirió la muchacha desdeñosa─. No, creo que smoothies no. Me parece que ahora sí que me voy a tomar esa ducha refrescante ─dicho lo cual, se levantó y comenzó a bajar las escaleras para ir a la planta del medio. Al ver que el otro no la seguía, lo miró─. Pero bueno Rubi, ¿eres tonto o qué? ¿y si no quepo en esa bañera rara que tenéis, no vas a ayudarme?

                Rubén saltó como un resorte y la cabeza se le golpeó con el techo de madera. Se palpó con fuerza y notó como un chichón le comenzaba a nacer, pero no había tiempo que perder. Bajó por las escaleras rápidamente, en busca de su prima que se reía con fuerza. En el baño hacía calor, pero muchísimo menos que arriba. Rubén cerró la puerta y se quedó ahí quieto, parado y mirando mientras el corazón le palpitaba con fuerza y la polla se le clavaba en el calzoncillo, que era su única tela. Su prima le miró el paquete y sacando la lengua se llevó las manos a los tirantes. Mientras se daba la vuelta comenzó a alzarse el vestido, única prenda que cubría su jovencísimo cuerpo moreno.

                Lo primero que Rubén vio fue su culo prieto. La espalda se le curvaba con gracia. Al fin todo el vestido hubo salido de su cuerpo, Tania estaba expuesta desnuda ante Rubén. Arrojó el vestido a un ladito y se metió corriendo a la ducha. Cerró la mampara y abrió el agua que cayó fríamente sobre ella. Ahora Rubén se fijó en sus tetas pequeñas y paraditas, desafiantes. Los pezones se pusieron gordos y la piel de gallina al contacto con el agua fría.

                ─Está fresquita ─le dijo Tania al muchacho─. ¿Estás orgulloso de esta ducha diminuta tuya verdad?

                ─Mucho. Muchísimo.

                ─Pues me alegro.

                ─Tania, no tienes ninguna quemadura en la espalda.

                ─Es que he mentido. Hoy me apetecía quedarme contigo, Rubi. Guárdame el secreto eh ─le dijo mientras le miraba con ojitos de cordero degollado.

                Rubén pensó que tenía que amarla, sin lugar a dudas. La muchacha cogió la esponja y la embadurnó en gel. Comenzó a enjabonarse mientras cerraba los ojos. Rubén se fijó en sus tetas, en su culo y su coñito surcado por abundantes pelos. No veía muy bien la raja pero aún así estaba encantado con esa visión. La polla le palpitaba como si tuviese otro corazón ahí abajo. Se la agarró con la mano y, quitándose los calzoncillos, comenzó a masturbarse suavemente. Tania siguió enjabonándose, ahora los pechos. Con delicadeza cogió dos dedos y se pellizcó un pezón con violencia dando un suspiro de placer. Rubén ahora se masturbaba furiosamente. Tania oyó los sonidos de la paja de su primo y abrió los ojos.

─Ay, Rubiiii no hagas eso ─dijo escandalizada mientras ella misma comenzaba a rondar su coño con la esponja y el jabón─. Venga, por hoy vale. Salte a fuera  ya por favor.

                Presa de la lujuria y de la excitación, Rubén salió al pasillo y le cerró la puerta a su prima mientras seguía cascándose una fenomenal paja. Entre el sonido del agua que provenía del baño creyó distinguir algún gemido de su prima. Tal vez no lo oyó, sino que sólo lo imaginó pensando que aquella diosa se estaba masturbando a la par que él. No pudo aguantar más y soltando un berrido se corrió por todo el pasillo. En su vida recordaba tal placer. Nunca imaginó que su prima podría darle tanto placer, pero el tórrido verano estaba sólo comenzando.