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Amigo con derecho

en Hetero: General

Me estaba esperando en la puerta del edificio. Yo volvía del gym y me había olvidadote su puntualidad. Me saludó con un beso, como siempre y subimos hasta mi departamento. Tendría que apurarme para arreglarme, habíamos quedado en salir, como siempre lo hacíamos desde hace meses, los jueves a la noche.

Yo estaba cansada, la sesión de spinning me había dejado exhausta, así que le propuse pedir algo al delivery y ver unas pelis en casa.

Aceptó, como siempre. Es tan dulce… entramos al departamento, se quedó tirado en su lado preferido del sofá, puso la tele mientras yo me preparaba una ducha y le serví una gaseosa mientras me esperaba.

Le dije que fuera eligiendo algo para comer mientras tardaba en ducharme.

Busque una muda limpia en mi cuarto, el solerito azul y la bombachita blanca de algodón. Entré a la ducha, abrí el grifo y me desvestí.

El agua caliente me sedó un poco, calmó mis músculos cansados, disfrutaba la sensualidad de las gotas deslizándose por mi cuerpo.

Estaba tan relajada que no oí cuando la puerta se abrió.

Me sorprendió su voz, tras la nube de vapor, preguntándome que iba a comer.

“Cualquier cosita…” alcancé a responderle, sobresaltada.

Era la primera vez que él hacia algo semejante.

Salí de la ducha envuelta en un toallón.

Me estaba secando el cabello cuando volvió a abrir la puerta, se asomó y con toda naturalidad me dijo que ya había hecho el pedido pero que tardaría mas de una hora.

“No tengo apuro… esperamos…” le contesté.

En ese momento ví en el reflejo del espejo empañado como me miraba, de una manera distinta a la de siempre. Sus ojos estaban como clavados en mi cola y vi cierta turbación en su rostro. El toallón no me cubría demasiado.

Cerró la puerta y volvió a su lado del sofá.

Pasé delante de él hacia mi habitación. Ni me miró, ensimismado en la televisión.

Entré a mi cuarto, cerré la puerta y me vestí.

Me puse la bombachita blanca, el solero y unos zoquetes blancos. Me peiné lo mejor que pude y fui hasta con él hasta el living. Me senté a su lado, le robé un trago de su gaseosa y el control remoto. No era algo que le gustara. Estaba mirando un canal de deportes y se lo cambié por el de la novela.

Me pidió el control remoto, lo oculté detrás de mi, empezamos a jugar de manos y como el sabe que las cosquillas me pueden, comenzó a hacerme reir a pura cosquilla, con la punta de los dedos en mi vientre y mi cintura, tratando de recuperar el control remoto.

Yo me reía y se lo negaba, el insistía y sus dedos me hacían mas cosquillas, hasta que de pronto el solero se me subió mas de lo debido, hasta la cintura.

Se detuvo, mirando mi tanga blanca. Me miró, nos miramos y sin mas me besó.

Le correspondí con un beso largo y húmedo.

Era raro, éramos amigos desde hace tanto que ya ni me acuerdo y nunca habíamos tenido nada de esto. El odiaba a todos mis novios y yo le celaba cada una de sus conquistas.

Pero allí estábamos, solos, en el sofá, abrazados y besándonos como dos quinceañeros. Sentí su mano en mis pechos. Acariciando, como temiendo seguir. Se la cubrí con la mía, incitándolo a seguir. Después se la fui bajando, despacio, por mi vientre, hasta llegar a mi pubis. La dejé allí, sintiendo esos dedos recorrer sobre el solero, mi vientre, mi pubis, deslizándose sobre la tela de mi bombacha. Separé las rodillas. Sus dedos se deslizaron sobre la hendidura de mi vulva, presionaron, recorrieron, apretaron. Estaba mojándome toda. Mis pezones se endurecían con cada roce de sus dedos, con cada beso, con cada gemido entrecortado.

Puse mi mano sobre su miembro, apretado dentro del pantalón. Bajé el cierre con una sola mano, deslicé mis dedos dentro de su calzoncillo y encontré su pene durísimo, erguido, húmedo. Lo envolví con mis dedos, sacándolo fuera de su encierro. Deslicé la piel que lo cubría, descubriéndole el glande suave y rosado. Bajo mi palma, una deliciosa mata de vellos enrulados y la rugosidad de sus testículos, firmes, delicados.

Sus dedos se metieron dentro de mi bombacha, deslizándose por la hendidura mojada de mi vulva. Presionaron donde debían, apretaron, se introdujeron, me sentí derretir por dentro mientras el me tocaba. 

Separé las rodillas. Me recosté sobre el sofá y el se me tendió encima. Le desabotoné el pantalón, se lo bajé por la cola, le bajé el calzoncillo mientras el corría la parte delantera de mi bombachita blanca y apoyaba entre los labios carnosos de mi vulva, la punta de su miembro.

Me penetró muy suavemente.

Sentí como mi estrechez se resistía un poco, hasta que con un movimiento de su pelvis, logró introducirme la punta. Cerré los ojos, lo abracé por la espalda, besé su cuello, apretándolo contra mi cuerpo.

Se quedó quieto, se elevó un poco y después, lenta pero firme, me introdujo todo su tamaño. Sentí que me llegaba hasta la nuca. Nunca había sentido eso. Su pene, gruso y duro, dentro de mi, disparaba sensaciones increíbles. Empezó a moverse entre mis piernas abiertas, empujando, subiendo y bajando, entrando y saliendo. Yo temblaba entera, llena de él. El elástico de mi bombacha apretaba mi clítoris y el roce con su pubis me arrancaba gemidos increíbles. Lo rodeé con mis muslos por la cintura. El, sostenido en sus brazos, me penetraba cada vez con mas fuerza. Su pene ocupaba toda mi abertura, ensanchaba los labios de mi vulva apretada con mi propia bombacha. Después de un rato sacó el miembro, se puso de pie, se quitó el pantalón y la remera y desnudo, me hizo poner de frente al respaldo del sofá. Me quitó la bombacha y me levantó mi solero hasta la cintura. Se puso de rodillas entre mis piernas abiertas, acomodó su miembro con una mano entre los pliegues de mi vagina y de un solo y brutal empellón, me penetró.

Sentí una punzada de dolor hasta la nuca.

Sujetó mis caderas con ambas manos y comenzó a menearse, hacia delante y atrás, arrancándome gemidos de placer constantes. Yo estaba con mi rostro contra la pared, empujada por sus ímpetus. El miembro entraba y salía de mi estrechez, entre mis jadeos y mis ruegos. Me lo apoyaba en el clítoris, lo deslizaba entre los labios de mi vulva, me penetraba, salía y volvía a penetrarme, una y otra vez. Yo estaba a punto de llegarme, entre espasmos que me hacían estremecer en todo el cuerpo. Me rendí a sus habilidades, derritiéndome entre jadeos incontrolables.

El me llenaba toda, me deshacía de placer, me controlaba con solo su pene enorme. Sus manos aferrándome por la cintura me dejaban indefensa. Era toda de él. 

Me hizo tener el mejor orgasmo de mi vida.

Sentí como si me disolviera por dentro. La vagina lo apretaba, él se movía, esperándome, empujando su pene bien adentro, saliendo, empujando de nuevo, penetrándome.

Yo gruñía con cada empellón, mordiendo el borde del sofá, gimiendo, ahogando mis chillidos contra el tapizado, apretando las manos en los bordes del mueble.

Uno, dos, tres espasmos mas en mi vagina y me llegué, sin poder reprimir un gruñido.

El se detuvo. Mi  vulva pulsaba alrededor de su miembro, so sujetaba, lo contenía todo. El calor me abrasaba por dentro, esas contracciones me hacían gemir mas y mas fuerte.

Se quedó quieto.

Sacó el pene de mi y se sentó a mi lado en el sofá. Yo tardé un poco en reponerme. Me quité el solero y me quedé desnuda. Me senté sobre sus muslos, con las piernas abiertas, frente a el. Froté su miembro contra mi vulva, contra mi ombligo, con la palma abierta de mi mano. Apoyé las rodillas a los lados de sus piernas, levanté un pocotas caderas y mirándolo a los ojos, esos ojos celestes hermosos, tomé su miembro y lo ubiqué justo en la abertura de mi cola. El sujetó mis brazos, sin dejar de mirarme. Acomodé las caderas para que su pene calzara justo, separé mis glúteos con ambas manos y muy despacio, empecé a descender sobre su dureza. Mi estrechez se resistió lo suficiente. Poco a poco fue rindiéndose. Abrí más mis glúteos y la punta del glande atravesó mi abertura. Sentí un ardor fugaz. Puse las manos en sus hombros y poco a poco me fui sentando sobre su pene.

Entró hasta la mitad, haciéndome morder los labios. Me detuve. El sujetó mis caderas con las manos, me levantó un poco y volvió a hacerme descender. Una vez, otra vez y otra vez repitió lo mismo, hasta que mi abertura se dilató lo suficiente para su tamaño.

Logró metermelo todo. Yo ajusté las rodillas contra sus muslos, en un espasmo involuntario. Comencé a cabalgarlo, mientras él jugaba con mis pezones erguidos, besándolos y lamiéndolos. El miembro dentro de mi pulsaba y se ensanchaba, arrancándome jadeos intermitentes. Cerré los ojos.

Palmeó mis glúteos, me los abrió y se enderezó un poco. El miembro entero estaba dentro de mi, sus vellos cosquilleaban en mi piel, yo saltaba y caía y el pene se hundía hasta la base en mis entrañas.

Clavó sus dedos en mi cola, apretó los dientes y como si no lo hubiera hecho nunca, descargó su liquido viscoso dentro de mi. Lo sentí a chorros saliendo de su miembro, llenando mi abertura con su semen.

Me apreté contra él, la vagina me goteaba sobre su vientre, estábamos pegados y el me apretaba mas y mas, lo que duraba su descarga.

Después de detuvo, resoplando.

Apreté mis pechos contra su rostro, sentí su lengua entre mis senos, en mis pezones, en mi cuello.

Me abrazó, con todo el amor del mundo.

Nos quedamos asi unos minutos intensos.

Después me levanté, todavía con su viscosidad goteandome entre las piernas.

Se levantó detrás de mi y fuimos a ducharnos juntos.

Bajo la ducha, nuestras ganas recomenzaron.

Me puso contra la pared y con muchas y renovadas ganas, volvió a penetrarme de pie. Otra vez tuve su tamaño dentro de mi, pulsándome en la vagina. Sus manos apretaban mis senos, pellizcaban mis pezones, su pene hundido en mi cuerpo me hacia chillar de placer, el chorro de agua caliente me hacía mas sensible a sus embates.

Me avisó que iba a acabar otra vez. Se separó de mi, me di la vuelta y me puse de rodillas delante de él. Tomé su miembro empapado y me lo puse en la boca. Se lo comencé a chupar con delicadeza, desde la punta hasta los vellos, lamí sus testículos, hundí mi dedo en su cola y mientras el me sujetaba de la nuca, logré introducírmelo casi todo, hasta la garganta. El miembro me palpitaba entre los labios, el me acariciaba la cabeza y yo se chupaba sin dejarlo ni un segundo.

Sentí sus esfuerzos por no terminar.

Le sujeté los glúteos y lo sostuve dentro de mi boca hasta que eyaculó.

El semen salió en un chorro hasta mi garganta.

Lo mantuve en la boca, sobre la lengua y después me lo tragué.

El agua escurría por mis hombros, mi cabeza y mis pechos y rodillas. El temblaba, empujándose dentro de mi boca con meneos acompasados. Dejó de salirle el líquido viscoso. Me tragué lo último que le salió, me puse de pie y nos abrazamos.

Despues de ducharnos, nos vestimos.

Dormimos abrazados hasta la mañana siguiente.

Habíamos dejado de ser amigos…