miprimita.com

CUENTO DE HADAS: Una Historia de Amor.

en Erotismo y Amor

Impartía clase en una prestigiada escuela de Ingeniería, veía por los pasillos a una hermosa chica, esbelta de cintura reducida y luego se ampliaba su anatomía generosamente, usaba minifalda de modo que no podían pasar inadvertidas su bellas y bien tornadas piernas, siempre peinada de salón y aunque conmigo se comportaba muy seria, llegué a verla sonreír y era una verdadera delicia. Cuando la encontraba en los pasillos, siempre la saludaba, sin lograr que me contestara, su nombre era Luci. Para mí era algo mágico, una alucinación. Ni pensar entonces, pues nunca me tocó la suerte de que fuera mi alumna, que dos años después sería mi colaboradora y progresivamente mi gran amiga, el amor de mi vida, la Luz de mi camino y que si, con toda paciencia guardaba yo la debida compostura con ella, sería como lo fue, mi amante fabulosa.

En la última oportunidad posible de contacto En la escuela, me tocó hacerle examen a título de suficiencia. Recogí los exámenes, al calificarlos, me di cuenta que sólo había una reprobada y era ella, con 3. Llené la lista oficial, dejando en blanco la calificación de ella, luego le saqué una copia y me fui a la escuela, de inmediato me abordaron alumnos en busca de sus calificaciones. Les di la copia y les pedí que dijeran a sus compañeros que tenían dos días para presentar inconformidades en mi oficina, pasado este término, así las entregaría. Al otro día, llegó Luci muy tempranito, saludó muy atenta y me preguntó por su calificación. Yo la saludé como si esos dos años de conocernos hubiéramos sido los grandes amigos, de mano y de beso; la invité a sentarse. Saqué su examen y se lo entregué a la vez que le preguntaba, ¿Es el tuyo, verdad? Se ruborizó al ver su calificación. No te preocupes, le dije, a todos nos puede pasar algo semejante, tienes dos horas para resolver este nuevo examen, voy a estar entrando y saliendo, no permitas que eso te distraiga.

Cuando regresé la última vez, ya había terminado, me lo entregó, lo califiqué, sacó nueve, rompí el otro, asenté la calificación, puse su examen con los demás, los doblé con el acta en medio y le dije, vamos, los voy a entregar a la Escuela. La invité a realizar su Servicio Social (conmigo), aceptó. Pasaron los seis meses. Se quedó a trabajar. Nuestra relación siempre fue cordial, especial. Atención y respeto por mi parte, compromiso y asiduidad por la suya. Yo estaba casado, ella tenía novio y pronto se casó. Mi esposa yo, asistimos a su boda como testigos y luego a su graduación. Nuestra relación era de trabajo, algo especial. Pasaron 8 años y seis niños (de ella) para que ocurriera el siguiente capítulo. Una precisión antes de continuar con el cuento de hadas. Durante esos ocho años mencionados, no ocurrió mi divorcio. Es importante, porque parte de la fascinación era que los dos estábamos casados, cada quien por su lado. Durante esos ocho años, había algo constante, cuando nos saludábamos, permitíamos ambos, que nuestros ojos hablaran y eso  mantuvo vivo el deseo que se transformó, primero en amistad y luego en amor.

Un día que había poco trabajo, le dije, necesito unos libros, acompáñame a comprarlos. Accedió y prefirió que nos fuéramos en su bocho. Fuimos por los libros y al regresar, empezó a fallar su coche, alcanzamos a estacionarnos y no arrancó más. La verdad es que yo sé muy poco o nada de coches, de modo que nos fuimos en un taxi. En una imagen que para algunos puede ser cursi, para mí en ese momento, luego de ocho años de cortejo, por fin se daba más allá de lo platónico, una manifestación de amor, íbamos con las manos entre cruzadas, conversando sobre los libros.  Ese momento idílico llenó mi alma de dicha, la sentí como algo muy especial en mi vida. Llegamos, me metí a mi oficina y enseguida entró mi segundo a platicarme lo ocurrido, que en términos reducidos era: Habló el esposo de Luci, como le dijeron que había salido, pidió hablar con un joven ingeniero que de todos era sabido estaba enamorado de ella, al encontrarlo, pidió hablar con el jefe de producción, con fama de cabrón para la viejas; como también lo encontró, pidió hablar con el subdirector, como mi secretaria lo puso al tanto, cuando le preguntó si sabía de Luci, le dijo no, pero ahorita me informo. Ya le dijo, el ingeniero ( o sea yo), la mandó a buscar unos libros, en cuanto llegue, yo le digo que se comunique contigo y colgaron. Así que le di las gracias al subdirector y se  retiró a su oficina.

Al poco tiempo tocaron mi puerta, adelante y entró Luci, muy contenta, observé que al cerrar la puerta, puso el seguro. De pie frente a mi escritorio, me dijo; dice mi esposo que él va a mandar ahorita por el coche. Que bueno, siéntate le dije. Me contestó: (A la vez que rodeaba mi escritorio) -voy a hacer algo que he querido hacer toda mi vida: -y se echó a mis brazos, nos besamos largamente, nos apretamos, friccionamos nuestros sexos, nos besamos más. Se separó, la vi deliciosamente angelical y seductora; hermosa y erótica, con una sonrisa espléndida y se despidió. A nadie le pasó inadvertida la alegría de Luci a partir de ese día. Yo creo que la mía tampoco. Pues eso era una de las más grandes satisfacciones de mi vida. Algo que llevo impreso en mi alma, porque la inalcanzable, la inmarcesible; ella, me había abrazado y besado.

Por aquellos días, Luci trabajaba el turno de la tarde. Al llegar a mi oficina al otro día, cual va siendo mi sorpresa, que la encuentro trabajando frente a mi escritorio, se levanta, me da un rico beso, fugaz, pero delicioso, pasa su lengua sobre mis labios y me dice, vine a ayudarte con esa divina sonrisa suya que creo que no olvidaré jamás. Quiero abrazarla, pero mi secretaria toca la puerta, viene con la correspondencia; empiezo a despachar todo lo burocrático, lo que la secre hace con sólo indicarle por donde. Las cosas que hay que analizar, se las voy transfiriendo a Luci y así; en menos de una semana, Luci era mi auxiliar técnica insustituible. A nadie le extrañó el nuevo orden de cosas, cuando no estaba yo, buscaban a Luci para que resolviera lo pertinente, incluso el administrador, consultaba con ella. Pasaron tres semanas de besitos furtivos y no lograba yo, encontrar la forma de irnos al hotel. Casi nunca quería salir conmigo, bajo el pretexto de que su esposo, que era el secretario particular de otro director, había recibido la orden de contratar a un detective para que siguiera a su esposa (háganme favor que cosas ocurren en la vida); por lo que tal vez, ella también sería seguida.

Un día, trabajábamos sobre el diseño y montaje de una exposición informativa, que era muy urgente; así que le pedí que comiéramos rapidito en algún lado para continuar con nuestro trabajo. Accedió, En el camino, recordé que mi esposa (la de entonces) llegaba ese día a las 7:00 PM, eran las 3:00 y estábamos muy cerca; de modo que se lo propuse, no, me dijo, si me encuentro a tu esposa, me muero de vergüenza. No ocurrirá, ella llegará a las 7:00 PM, hay comida hecha, sólo para calentar. En cuanto cerré la puerta detrás de nosotros, nos abrazamos con verdadera locura,  nos besábamos, amarrábamos nuestras lenguas, acariciaba yo sus nalgas, sus senos, metí la mano por debajo de la falda y acaricie a placer sus bellas piernas, puse mi mano sobre su tesoro caliente y húmedo, la cargué, subimos las escaleras, la llevé al cuarto de visitas. Nos calmamos un poco, y seguimos besándonos, mientras nos desvestíamos mutuamente. Desnudos, caí de rodillas frente a ella, disfruté su aroma y las cosquillas que su pelo púbico hacía sobre mi nariz y labios, busqué con la lengua y acaricié su clítoris, se fue acomodando para que la alcanzara mejor, la fui jalando a la cama y me tendí sobre ella, tomó mi verga la puso en su rajita chorreante y me metí. Ocho años de deseo culminaban al fin. Nos cogimos, muy suavemente primero, luego rápido, más rápido, ella gemía a cada impulso; ella adivinó cuando me iba a venir y se vino junto conmigo. Nos apretamos fuerte, fuerte. Me levanté, vi entonces su ropa y zapatillas verdes, caídas de cualquier forma en la alfombra color ostión y me pareció un espectáculo maravilloso.

Nos aseamos, nos vestimos, la llevé a la cocina, saqué la comida del refri, la puso a calentar y me subí a revisar todo, recogí la toalla que había puesto sobre la cama como protector y la metí en una bolsa de plástico para llevarla a la tintorería, abrí la ventana, estiré muy bien la cama, entré al baño y lo revisé; bajé la toalla, la metí a la cajuela del coche; regresé a la cocina, puse la mesa; comimos entre beso y beso. Terminamos, levantamos la cocina y nos salimos, eran las cinco de la tarde. Al abrir la puerta, Luci vio unas macetitas con cactus que no había visto al entrar, se agachó, mientras decía -Que boni... ¡Hay! – Al oír el ruido de la reja de entrada se pinchó la mano con un cactus, era la entonces mi esposa que llegaba temprano,  quien avanzaba hacia nosotros, diciendo: -Luci, la que coge lo ajeno se espina la mano. -La saludé muy cordialmente, le expliqué que habíamos ido a comer a la casa porque teníamos mucho trabajo y no perder tanto tiempo. Ella le obsequió a Luci una macetita con cactus y no fuimos. En el camino Luci iba en lo destructivo, se dio cuenta, se dio cuenta me repetía una y otra vez. Por favor no me vuelvas a invitar a venir, pues no lo voy a aceptar.

Seguimos con los besos furtivos en la oficina. Un día, ya se había ido la mayoría de la gente, nos fajamos, me saqué la verga y la puse en sus manos y ni tarda ni perezosa, se sentó, puso sus manos en mis nalgas y me dio un mamada de aquellas, vaya que le gustaba el sexo oral, tanto como a mí. Terminé, nos calmamos y me dijo, -se asomó el vigilante por la ventana. -Aunque lo hubiera hecho, le dije, no vería nada, así es este vidrio, es para baños. Insistió en que sí se había asomado y que nunca más lo haría. El caso es que, en cuanto habríamos una puerta para el placer, ella la cerraba de inmediato sumida en un miedo irracional.

Un día fuimos a la comercial, de regreso, me paré en una calle bastante obscura, nos dimos un faje en el coche, le puse su mano sobre mi verga; rápido, me bajó la cremallera, sacó mi verga y la mamó con verdadero deleite, lo que me llevó a extremos de placer, porque era ella, Luci, el amor de mi vida, quien me lo hacía y se deleitaba en ello. Al rato de que terminé, me dijo que eso no había estado nada bien, que si la andaban siguiendo, ahí la cachaban sin remedio  de modo que eso, no se repetiría.

Continuamos con nuestros besos furtivos y fajes ligeros en la oficina. Yo veía fracasar mis intentos, uno tras otro. Ya me había conformado, no habría más que besos, el resto de nuestras vidas;  yo la amaba más, la idolatraba; cuando un buen día ocurrió lo inesperado. Luci había contraído ya a su horario vespertino, porque, cuando alcanzó la calidad de auxiliar de la dirección que se había ganado a pulso, estaba de tiempo completo pues yo le había turnando asuntos que eran de mi exclusiva competencia y que siempre atendió oportuna y eficientemente. Ahora, evitaba estar a solas conmigo en la oficina, pero siempre su saludo y sobre todo su mirada, me resultaba esperanzadora.

Un día entró a mi oficina, puso el seguro como aquella primera vez. Se sentó, frente a mi escritorio, se inclinó hacía adelante, yo hice lo mismo, de modo que su boca quedó en mi oído y me dijo despacio y con mucha claridad: En vacaciones, me voy a ir con mi esposo a Chicago, estaremos una semana con la familia de mi papá. (Su papá, hacía años que se había divorciado de su mamá, y había fundado otra familia). A la semana, mi esposo se va a Vancouver a un congreso, yo me voy a pasar una semana más con una prima de mi mamá que vive allá, como no se hablan entre sí esas familias, puedo pasar tres días contigo. Por favor, dime ahora en donde nos vemos, que sea un lugar muy conocido y nos vemos ahí, tal día a las 10 de la mañana. Pensé rápidamente qué debía decirle, se lo iba a apuntar, pero me detuvo a la vez que me decía, -me lo aprendo. -Bien, nos vemos en el Lobby de elevadoras, no se ve desde la administración, del Hotel Hillton del Lago, que está sobre la Avenida Michigan, enfrente del Lago del mismo nombre. Hecho, me contestó y agregó: No volvemos a hablar de esto, allá nos vemos. Salió como un bólido de la oficina y nuncnca volvió a entrar sola.

Yo estaba casado, mi problema era pues, bajo que pretexto me voy una semana a Chicago. Tampoco era un problema indisoluble. Yo había estado varias veces en Chicago de parte del trabajo. Así que, en realidad lo que necesitaba, era una coartada, un pretexto para estar allá, sin despertar sospechas. Opté por hablar con mi jefe, decirle la verdad y que me facilitara esa coartada, pues además, su esposa y la mía se llevaban muy bien. Le hice el planteamiento, me escuchó con atención, como era su costumbre. -Sí, -me contestó -cuenta con ello. ¿En qué fechas dices? -Le dije y me comentó, mira lo que son las cosas, estoy invitado a una convención sobre constructores de Escuelas en EE UU, Canadá y México y es precisamente esa semana. Yo estaba a punto de cancelar mi participación. De modo que te vas en mi representación, te vas comisionado con tus gastos pagados. No necesitas estar todo el tiempo, con que asistas a la inauguración, que leas mi ponencia el día que me toca, aquí tienes el programa y que asistas a la clausura.Todo perfecto, justo como un Cuento de Hadas

-Me fui el domingo, el lunes en la mañana me registré, platiqué con el mayor número de personas posible. En la tarde fuimos al acto inaugural y luego a la cena de Gala. Otra vez, me presenté con el mayor número de participantes posible. Las mesas de trabajo empezarían a l otro día y yo sólo me había inscrito en la que me tocaba leer la ponencia, que era el viernes en la mañana y por la tarde sería la clausura con otra cena de gala. Mi cita con Luci era el martes a las 10 A.M. y estaríamos juntos martes, miércoles y jueves. El jueves por la tarde, ella se iría con su tía.

Llegó el martes, me levanté muy temprano, solicité que asearan mi cuarto mientras desayunaba. Desayuné en el hotel.  A las nueve fui a la florería de ahí mismo, vi lo que había e hice mi plan: Me gustó una mata de azalea grande, cuajada de flores, unas rojo encendido, otras rosa pálido y otras combinadas. También una violeta africana de flor triple, igualmente cuajada de flores y una docena de rosas rojas en una caja transparente. Pedí que me llevaran las plantas a mi cuarto y yo pasaría luego por la caja de rosas. Acomodé las plantas, de modo que al entrar, lo primero que vería sería la azalea y la violeta africana en su mesa de noche. Bajé al cuarto para las diez, recogí las rosas y fui a sentarme al lobby de elevadores. Dieron las 10:00, las 10:30, las 11:00, las 11:30 y empecé a preocuparme. ¿Qué pasaría, se arrepentiría, se la llevó su marido finalmente, me hacía cruces qué pasaría? Las 11:45 ¿Cuánto tiempo más la esperaría?

Para las doce, decidí, voy a esperar todo el día. En cuanto tomé esa decisión, me invadió la paz, me estaba sintiendo mal exhibiéndome ahí con la caja de rosas, así que también me dije, a las dos voy a comer y llevo las rosas a la florería para que las metan al refri. En seguida llegó, la vi tan hermosa, tan sensual, tan bien vestida que se me pasó de inmediato el efecto de la espera y me excite no más de verla, cuando nos abrazamos me la acerqué para que sintiera mi verga parada, nos besamos ahí mismo. Le di las rosas, estaba encantada, -que buen recibimiento, me dijo, pensé que estarías enojado. Estoy feliz de estar contigo, llamé el elevador y nos subimos. Otro beso, como íbamos solos, la tomé de las nalgas y la restregué contra mi verga ansiosa de ella.

Llegamos, se quedó fascinada con las flores. Nos besamos con mucha pasión y casi nos arrancamos la ropa. Fueron tres días y dos noches maravillosos de Luna de Miel; pero la primer cogida, no se me olvidará nunca. Una vez desnudos, me tendió en la cama y me dio un tratamiento oral en todo el cuerpo, de pies a cabeza, hicimos un 69, luego, se subió en mí y se movió a sus anchas, estaba sentada sobre de mí, muy bien ensartada, se elevaba, apretándome el pene, hasta sólo dejar la puntita adentro y entonces se clavaba con mucha fuerza, yo podía ver el placer en su cara, estaba con los ojos cerrados y de verdad que disfrutaba cada movimiento. Sentí sus convulsiones, se dejó caer sobre de mí y me vine encantado. Nos quedamos quietos un rato, en silencio, percibí como se iba regulando nuestra respiración y hasta entonces me di cuenta que no traía maletas. Le pregunté y me dijo, las dejé encargadas con el portero. Bien, le dije, me visto y voy por ellas. Vamos, bueno, entonces aprovechamos para comer.

El tiempo se me pasó sin sentir. No salíamos del hotel, nos vestíamos muy elegante ambos para comer, dos veces al día, el de más tiempo, estábamos desnudos en la cama, cogiendo, platicando abrazados,  o durmiendo  El jueves a las dos de la tarde, bajamos a comer, subimos para el de despedida, terminado el último coito, me dijo: –muchas gracias, me has hecho feliz estos tres días, desde mi llegada hasta ahorita y por favor, que lo que te voy a decir ahora, no empañe esta dicha que los dos sentimos. Estos tres días que tú llamas nuestra Luna de Miel, son en realidad nuestra despedida, -quise replicar, puso su dedo sobre mis labios, a la vez que me decía –escucha por favor lo que te tengo que decir, por conveniencia de este amor tan grande que sentimos los dos, esta fue nuestra última entrevista, a partir del lunes en el trabajo, ya no nos saludaremos de beso y si tú insistes, tendré que renunciar al trabajo, porque si mi marido llega a sospechar que es contigo mi aventura, tú estás en peligro de muerte y yo de perder a mis hijos. –Se hizo un silencio profundo, pesado, que ella rompió y con su sonrisa encantadora, dijo tomándome la mano –ven vamos a bañarnos y lo hicimos largamente, entre besos y apapachos. Su prima pasaría por ella a las cinco, pero no quiso que me viera, así que pedí un botones, le di una buena propina y le pedí que acompañara a la señora a su automóvil y subiera su equipaje, ella se llevó la violeta africana, pues estaba manuable.

EL viernes,  a las nueve de la mañana, salí rapidísimo, cuando vi entrar al restaurante del hotel a tres personas, entre ellas, una señora que se me hizo muy parecida a una prima hermana de mi papá, de allá de mi pueblo y simplemente me dije con el pensamiento, como se parece a mi tía. En la convención, leí la ponencia, tuve el lunch con algunos coterráneos y por la tarde, regresé vestido de gala a la cena y clausura.

 Al otro día, el último de mi estancia ahí, terminé de desayunar, como ya había liquidado la cuenta del hotel, sacaba el dinero para pagar cuando percibí unas personas de pie junto a mi mesa, levanto la cara y efectivamente era mi tía, mi primo y la esposa de éste. Me levanté a saludar y me dijo mi primo te vimos ayer, pasaste rapidísimo, así que pregunté en la recepción si estaba la prima (mi esposa) para que desayunáramos juntos, pero me dijeron que estás registrado solo. Así es y les platiqué el rollo oficial de la convención.

¿Te imaginas, que llegan a saludar al cuarto y me encuentran ahí con Luci, la que se me hubiera armado. Pero no, todo salió perfecto como en un cuento de Hadas.

Luci: ojalá y llegaras a leer MI CUENTO DE HADAS para que sepas el hondo significado que tienes en mi vida.

Veluardo.