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Obras en casa

en Interracial

Hola, chicos. Soy Pedro de nuevo. Quiero contaros algo que nos ha pasado en estas vacaciones, mejor dicho a la vuelta de las vacaciones. Hemos pasado las Navidades fuera, y a la vuelta nos hemos encontrado un aviso de un vecino diciéndonos que tenía una gotera en su casa por algún problema que ha debido de haber cuando hemos estado fuera. El caso es que ha venido el perito a ver el tema y dijo que en unos días enviarían a una empresa para que reparara todo el problemón que era picar todo el baño.

Efectivamente se puso en contacto con nosotros una empresa de reparaciones, y quedamos en que irían a mirar el baño al día siguiente. Como yo estoy en paro ahora y mi mujer trabaja por las mañanas, estaría yo en casa cuando vinieran.

A las nueve de la mañana del lunes se presentaron los dos obreros, uno era español como de unos 55 años y era el jefecillo. El otro era un chico árabe de unos 25 años, de Marruecos, y era en realidad el único que trabajaba, porque el otro estaba escaqueándose todo el tiempo. Yo estuve en casa bastante del tiempo que estuvieron trabajando, pero como también tenía que salir lo único que hice fue guardar en algún sitio seguro el dinero en efectivo o móviles o alguna cosa que alguno de los dos pudiera llevarse. Nunca sabes qué puede pasar.

Por la tarde ya llegó mi mujer y estuvo toda la tarde en casa. Ya os he contado como es Mariluz en otro relato. Alta, delgada, morena, pelo corto, no muchas tetas, pero sí un buen culazo. Al estar los dos obreros en casa,  y encima con el frio que ha estado haciendo estos días en Valladolid, la verdad era que se puso una bata de invierno encima, y no estaba precisamente sexy, pero ya me pude dar cuenta de que los dos tíos no paraban de echarla miradas cuando creían que no nos dábamos cuenta, intentado ver alguna cosa.

El día siguiente fue más o menos lo mismo, pero por la mañana estuve un par de horas fuera y los obreros se quedaron solos durante ese tiempo. Ya por la noche, Mariluz y yo nos pusimos calientes, y empezamos a morrearnos en la cama y a sobarnos por todos los lados. Me bajó el pantalón y mientras me empezaba a masturbar suavemente y mi pene empezaba a levantarse, me preguntó:

-        Pedro, tengo que preguntarte una cosa. ¿Tú te has masturbado hoy con alguna de mis bragas?

Ella sabe que cuando estoy sólo en casa, alguna vez me masturbo viendo alguna página de Internet, pero esta vez no había hecho nada.

-        No, cariño. Yo no he sido, ¿por qué preguntas eso?

Sin responderme, se levantó, fue al baño, abrió el cesto de la ropa sucia, y sacó un tanga rojo, y me lo trajo.

-        Al ir a meter un trapo en la ropa sucia, he tocado el tanga sin querer y mira lo que hay.

Se notaba una mancha húmeda y todavía espesa en el tanga, y al olerla, sí que olía con ese olor fuerte del semen.

-        Joder, es semen. Y vaya corrida que se ha pegado. Pues si no he sido yo, evidentemente ha tenido que ser uno de los obreros.

-        Claro que sí. ¿Qué hacemos? ¿Se lo decimos a su jefe?

-        No sé, guapa. Por un lado no sabemos quién de los dos ha sido, y por otro, vaya situación. Enseñándole las bragas al jefe para demostrarle que se han hecho un pajote.

-        Ja, ja. Es verdad ¿Tú has notado que falte algo en casa?

-        No. Además esta mañana cuando me fui, dejé dinero a la vista porque no me acordé de guardarlo y cuando vine seguía estando todo.

-        Entonces yo creo que lo mejor es que dejemos el tema como está. Total, van a ser un par de días más, y fuera. Nos lo tomaremos a risa.

-        Eso es para que veas que todavía pones burro a otros que no soy yo.

-        Anda, calla cerdo, que eres un cerdo. ¿Dónde estábamos?

Siguió masturbándome lentamente hasta que mi polla alcanzó la dureza necesaria. Se montó encima de mí y se metió la verga hasta el fondo. Me extrañó, ya que normalmente tengo que excitarla con el dedo para que se moje del todo, pero esta vez no hizo falta. Cabalgó encima de mí hasta que se corrió, y como yo no lo había hecho todavía, se dio la vuelta apagó la luz de la habitación, se puso  a cuatro patas y me dijo que la penetrara desde atrás. Ella sabe que así me corro bastante rápido.

Empecé a mover las caderas delante y atrás despacio, intentado que me llegara la polla lo más adentro posible. Tengo una polla normal, de unos 15 cms, no demasiado grande, la verdad. Entraba sin problemas porque tenía la vagina encharcada. Entonces pregunté:

-        ¿Tú quién crees que es el pajero?

-        Pues la verdad es que no tengo ni idea

-        Los dos te comen con los ojos cuando estás por aquí, o sea que puede ser cualquiera de los dos.

-        Ya me he dado cuenta de que están muy salidos, porque no es que vaya yo vestida muy excitante precisamente.

-        Igual no reciben su sesión de sexo en casa. Viendo a Luis, parece que esté más tiempo de putas que de otra cosa.

-        Espero que no sea Luis, que ese sí que no me pone nada.

-        O sea que el morito sí que te pone, eh?

-        Eres un cabrón, sigue follándome, anda

Entonces noté que ella empezaba a mover sus caderas, normalmente cuando follamos así soy yo el que hace casi todo el trabajo, pero aquella noche parecía que estaba más excitada de lo normal. Eso me puso ya al borde de la corrida.

-        Mariluz, yo creo que el morito te gusta, venga dímelo, anda, que no me va a molestar.

-        Ummmmmm, está bueno el cabrón, sí, está muy bueno

-        Y de los árabes dicen que tiene pollas grandes también

-        Ya lo sé, joder, como sigas así, me voy a correr.

Yo aceleré, y entonces, medio minuto más tarde, nos corrimos los dos.

Nos tumbamos en la cama a recuperar el aliento, y nos quedamos dormidines como dos niños.

A la mañana siguiente, cuando ella se iba al trabajo, y yo me quedaba un rato más en la cama, entró en la habitación, y me dijo:

-        Pedro, ¿vas a salir por la mañana, no?

-        Sí, he quedado para tomar algo. ¿Qué quieres, que te compre algo?

-        No, es que voy a dejar abierto el cajón de la ropa interior, a ver si alguien me anda en él, para que no lo cierres tú.

-        Joder, ¿si que te ha puesto cachonda el morito, no?

-        Tengo que reconocer que sí. Venga, me voy, adiós.

Se me puso la polla como una barra de hierro de pensar como estaba de caliente mi mujer.

Efectivamente, cuando hice la habitación, vi que había dejado abierto el cajón de su ropa interior, y había puesto sus prendas más sexis al principio. No quise tocarlo, porque seguro que ella había dejado alguna trampa para ver si alguien lo tocaba.

Los obreros llegaron y al rato me fui yo. Cuando volví ya no estaban. Volvieron cinco minutos antes de que volviera mi mujer. Esta me dio un beso cuando llegó, les saludó a ellos y entró a cambiarse a la habitación. Yo estaba ansioso porque me dijera si alguien había estado buscando entre sus prendas. Iba a salir al pasillo cuando me fijé por el espejo que Larbi estaba espiando por el huevo que dejaba la puerta, y a juzgar por la cara de vicio que tenía y el abombamiento de su pantalón, el espectáculo estaba mereciendo la pena. Hice algo de ruido para que me oyera, y dejó de mirar. Yo entré a la habitación y cerré la puerta. Efectivamente, allí estaba mi mujer, pero hoy no se había puesto la ropa de andar por casa como otros días, sino una malla ajustada que tiene para hacer gimnasia y una camiseta bastante ajustada. No me extraña que Larbi se la comiera con la vista.  Estaba delante de la cómoda donde tenía su ropa interior.

-        Bueno, qué ha pasado, ha rebuscado alguien.

Su gran sonrisa de triunfo, ya me respondía que sí.

-        Sí, señorito.

Me pegué a ella por detrás y agarrándola por las tetas, dije:

-        ¿Ves como aunque tú dices que las tienes pequeñas, sigues excitando a los hombres?

-        Bueno, tampoco es ningún triunfo excitar a un inmigrante que igual no ha follado con nadie desde que vino a España.

-        Anda, no seas exagerada.

-        Mira, me enseñó. Ves, esto lo había dejado así, y esto también pegando al borde. Ahora está más separado, y yo no doblo nunca esto así.

-        ¿Has mirado a ver si se ha corrido en alguna braga?

-        De estas que tengo aquí no, porque estarán pegajosas. Voy a ver al baño pequeño.

Se fue y al momento volvió con otra expresión de triunfo. Abrió la mano y tenía en la mano las bragas que había llevado ayer. Volvían a estar mojadas y pegajosas

-        Tacháaaaan, corridón.

-        Joder, vaya tío, vaya muestras que deja.

Yo estaba tan excitado que cogí su mano manchada con un poco de semen y se la chupé entera. Ella me miró divertida y dijo:

-        ¿Y eso?

Por toda respuesta, cogí su mano y se la llevé a mi paquete ya abultado. Ella se echó a reír y dijo:

-        Pues estamos empatado. Cogió mi mano me la metió entre sus bragas y estaba chorreando.

Sin decir palabra, me bajé los pantalones, me senté en el borde de la cama. Ella se subió encima de mí y allí mismo follamos como locos, intentando hacer el menor ruido posible, aunque supongo que desde fuera, algo se oiría. Nos vestimos después de corrernos y salimos intentado aparentar normalidad, pero con la cara que nos puso Larbi, nos dimos cuenta de que nos había oído. El otro albañil, que para variar, no estaba, entraba en aquel momento por la puerta.

Yo le pregunté:

-        Luis, ¿te das cuenta si por la mañana ha llamado alguien al teléfono fijo?

-        Pues la verdad es que el rato que estuve yo no, pero estuve poco tiempo porque tuve que ir con el jefe, y el que estuvo todo el tiempo fue Larbi.

-        Yo estuve toda la mañana y no llamó nadie, señor, dijo Larbi.

-        Vale, gracias. Se habrán equivocado.

Fui a la cocina donde estaba Mariluz, que había oído toda la conversación. Nos sonreímos y así supimos quién era el masturbador habitual. Los dos seguíamos superexcitados y en cuanto salieron por la puerta, la quité la ropa y las bragas, la puse a cuatro patas en el sofá y se la clavé desde atrás. No hizo falta nada más, porque la muy puta estaba superlubricada. Yo empecé a pincharla diciéndola cosas:

-        Estás excitada como una perra con el morito….

-        ¿Te gustaría que estuviera aquí ahora?...

-        Imagínate follándote así como hago yo ahora…

-        Seguro que ya te has imaginado su polla echando la leche en tus bragas….

Ella no decía nada, porque había enterrado la cara en unos cojines para no gritar, pero se notaba que estaba hiperexcitada. De repente dijo:

-        ¿Te gustaría verme follar con él?

-        Me encantaría verte cariño, de verdad.

-        Pues lo vas a conseguir, y ahora hazme correr.

Después de corrernos, yo me quedé tumbado en el suelo y ella en el sofá, recuperando la respiración. Ella dijo:

-        Lo que dijiste cuando estábamos follando de que me dejarías follar con él, ¿va en serio o era por el calentón del momento?

-        Claro que sí, es en serio.

-        ¿No te pondrás celoso o algo así?

-        No, cariño, en cuanto te vea disfrutar con una polla de otro tío, estaré tan excitado que no me importará.

-        Vale. Pues tenemos que ver como lo hacemos.

Y sellamos el pacto con un beso.

Al día siguiente, a media mañana, me dijo Luis que ellos ya habían acabado, que Larbi iba con él ahora para llevar el material y que por la tarde vendría Larbi por la tarde sobre las cuatro solo a barrer y limpiar lo que hubiera quedado.

Esas era nuestra oportunidad. Llamé a Mariluz y se lo dije, y ella estuvo de acuerdo en que esa tarde lo haríamos. Lo que no sabíamos todavía era como íbamos a llevar el tema. Pero surgió un pequeño inconveniente. A última hora de la mañana, recibí una llamada de una empresa citándome por la tarde para una entrevista a las cuatro. Intenté cambiarla, pero fue imposible, y lo primero es lo primero, o sea que acepté.

Cuando llegó Mariluz, comentamos el tema, y ella dijo que haría lo que yo quisiera. Si quería seguía adelante con el plan o si quería lo dejábamos apartado. Que yo decidiera. Al final lo que decidía que siguiera adelante, y si la daba corte o algo, que lo dejara. Yo intentaría salir lo antes posible para ver si llegaba todavía a alguna parte del festival.

Lo que pasó a continuación es lo que me contó Mariluz que sucedió:

Larbi llegó a las cuatro y ella estuvo en el salón todo el tiempo que él estuvo trabajando. Sobre las 4 y media, él se asomó en el salón y dijo que ya había terminado. Ella le dijo que si hacía el favor de bajar todas las cosas a la furgoneta y que volviera a subir, que tenía que darle un regalo. Cuando volvió de la calle, Mariluz le dijo que se sentara un momento en el sofá, y ella le dio un paquetito.

-        Señora, no tenía que darme usted nada.

-        Ábrelo, a ver si te gusta, aunque yo creo que sí.

El moro se quedó a cuadros, cuando abrió el paquete y vio que eran unas braguitas de mi mujer.

-        Señora, ¿por qué me da esto? ¿Se está riendo de mí? Si con este regalo quiere decir que yo soy gay, le aseguro que está muy equivocada.

-        No, Larbi, tranquilo. Si ya sé que no eres gay. Pero como sé que has estado mirando en los cajones de mi ropa interior y como te has masturbado con las bragas de la ropa sucia, he pensado que quizá te gustaría tener esto de recuerdo.

Aunque era de piel morena, dice Mariluz que se puso muy colorado y muy nervioso.

-        Por favor, señora, no se lo diga a nadie, ni a su marido ni a su jefe. Me echarán del trabajo y es lo único que tengo.

-        No te preocupes, no se lo voy a decir a tu jefe. Mi marido también lo sabe, pero le dije que iba a hablar contigo y que íbamos a arreglar el tema. ¿Por qué lo hiciste?

-        Me encanta la ropa interior de las chicas. En Marruecos llevan bragas de abuela. Y cuando vi las suyas, me gustaron mucho y pensé que no se iban a dar cuenta.

-        Bueno, ves, no pasa nada por hablar las cosas. Espera dos minutos que tengo que hacer una cosa.

Mi mujer se fue a la habitación, y allí se desnudo y solo se quedó con las bragas que iba a regalar a Larbi y un camisón transparenta que tiene.

-        Larbi, ¿puedes venir un momento a la habitación?

Cuando entró en la habitación, se quedó de piedra, al ver a Mariluz tumbada en la cama con ese aspecto de puta.

-        Vamos, ven aquí. No te quedes parado. Enséñame como te hacías pajas con mis braguitas.

El se quitó la ropa y dejó ver su cuerpo delgado, moreno, fibroso y sin un pelito, a diferencia de mi, que tengo mucho vello en el cuerpo. Se empezó a tocar la polla por encima del calzoncillo, y Mariluz pudo ver como crecía el bulto. Se bajó también el calzoncillo, y dejó ver una polla de buen tamaño, no exagerado, un poco más grande que la mía, y se acercó a donde estaba ella, sin dejar de frotarse la verga. Esto excitó más todavía a mi chica, que se empezó a tocar su vagina por encima de la braga. Así estuvieron varios minutos mientras las miradas de ambos iban de los ojos del otro a sus partes íntimas.

-        Anda, quítamelas, Larbi.

Quitó las bragas  a mi mujer y el pasó un dedo calloso por la entrada del coño, y luego se lo chupó.

-        Sabe bien, señora. Está muy rico.

-        Me alegro que te guste. Vamos a ver como sabe tu polla árabe.

Mariluz se sentó en la cama, agarró por la cintura a Larbi y empezó a lamer el tronco que tenía, pasaba la lengua arriba y abajo, deteniéndose en la zona del glande porque se había dado cuenta por los gemidos y comentarios que le hacía el moro que era una zona especialmente sensible. Le mordió la polla y también los huevos. A diferencia de mi, casi no tenía pelos en estas zonas, por lo que ella pudo juguetear, cosa que a él no parecía importarle. Larbi estaba como una moto, y ella todavía no se había metido su polla en la boca, así que cuando se la metió, el cipote ya estaba duro como un tronco, con lo que fue un placer para ella subir y bajar la boca alrededor de esa barra de hierro. A ella la gusta que la polla esté bien dura para chuparla. Como la experta chupadora de pollas que es, mi chica cogió la polla morena y gruesa y la metió hasta el fondo de la garganta, mientras relajaba la mandíbula y usaba la lengua con habilidad para dar el máximo placer al obrero moro mientras el disfrutaba de las atenciones que le daba mi chica. Estuvo jugando y chupando un buen rato, cuando de repente, agarró la cabeza de mi mujer y se vació todo el contenido de sus huevos en la boca de ella. Mariluz me dijo luego que le pilló tan de sorpresa y que la corrida era tan abundante que tuvo que tragarse los chorretones del principio. Después de limpiarle bien la polla de semen, se tumbaron un rato en la cama y estuvieron hablando.

-        Señora, antes dijo que su marido ya sabía que yo me hacía pajas con sus bragas, ¿no se enfadó?

-        No, al revés, le gustó mucho que te fijaras en mí.

-        ¿Y si viniera ahora?

-        Pues si viniera ahora, se sentaría en esa silla y se haría una buena paja viendo como me follas, o igual se metería en la cama con nosotros.

-        ¿De verdad?

-        Seguro. ¿Tú qué harías si se desnudara aquí con los dos? ¿Dejarías que te tocara la polla, por ejemplo?

-        No sé, señora. Igual hay que probar de todo en esta vida.

-        Me gusta tu actitud, y ahora te voy a recompensar.

Como la polla de Larbi ahora estaba fláccida,  ella se la metió en la boca, y rápidamente notó como iba recobrando su mejor estado, notaba como poco a poco se iba hinchando y adquiriendo longitud y dureza. Cuando le pareció que ya había alcanzado un buen estado, la colocó un condón y sentándose encima de las piernas de él, se metió la polla de un solo envite, dando un tremendo gemido, y enterrándose la verga hasta el fondo de su coño.

-        Oh, Dios! No hay cosa mejor que esto.

Empezó a subir y a bajar su cuerpo y con cada empujón, su polla penetraba un poco más. Mientras él agarraba el culazo de mi mujer y lo deslizaba por su polla mientras mi señora disfrutaba de cada centímetro de verga. Tengo que decir que esta posición la encanta a mi mujer, y que así se corre muy rápido. La polla roza su clítoris y ello la lleva al orgasmo en cuestión de pocos minutos. Y esto fue lo que sucedió, solo que al tener este chico bastante más aguante que yo, ella tuvo dos fantásticos orgasmos, sobre todo el segundo, donde según me explicó ella, se estuvo corriendo durante varios minutos.

Se quedaron en la cama un rato recuperando las fuerzas, y entonces Laarbi dijo que tenía que ir al trabajo a dejar las cosas que si no, le iban a echar la bronca.

  • Señora, ¿querrá repetir alguna otra vez? Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto.
  • Claro, apúntame tu teléfono ahí en un papel. Pero ya te advierto que la próxima vez estará Pedro con nosotros, ya lo sabes.
  • Vale, lo pasaremos muy bien los tres juntos. Adiós.

Cuando llegué la encontré dormidina en la cama. Sin decir nada, me desnudé y me metí con ella. Me estuvo contando todo lo que había pasado mientras su mano subía y bajaba suavemente por la durísima polla que se había puesto así mientras me contaba como habían follado a mi mujer. Seguiremos……

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