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La guinda del pastel - Parte I

en Sexo Oral

Desde que la conocí había observado algo en mi chica que me despertaba mucha curiosidad. Sus besos siempre habían sido apasionados y salvajes, usando su lengua con una maestría que me desarmaba en cuestión de segundos.

Sin embargo, en algunas ocasiones esos besos eran mucho más desbocados que de costumbre. Este hecho me llamó la atención desde la primera vez que ocurrió y fui estando muy atento a él cada vez que se repetía.

Mientras bajaba por mi ombligo yo ya estaba pensando en si esa vez ocurriría o no. Se tomaba su tiempo besando mis caderas, mis ingles, mis piernas, se iba acercando lentamente mientras acariciaba mi pene erecto y deseoso de ella.

 

Se paraba, me miraba a los ojos y sonreía mientras acercaba sus labios a mi glande. Yo, que ya no podía esperar más subía mis caderas intentando que se lo metiese en la boca pero ella se hacía la remolona y subía besando por mi pecho, mi cuello, mis labios.

Pero tarde o temprano el momento llegaba y su boca se abría para dejarme sentir el calor y humedad de su lengua en mi polla cada vez más dura.

 

Tengo que admitir que mi chica siempre ha sido una experta en el arte de hacer una buena mamada y se empeña en no parar hasta dejarme totalmente extasiado. Sus manos acarician mis testículos mientras su boca succiona con un sonido muy excitante, su lengua hacecírculos en mi glande y sus ojos me miran con lujuria y deseo.

 

Otra de sus especialidades es la de acariciar mi perineo mientras introduce mi polla en la boca por completo. Se la mete entera mientras me toca y juguetea con mi culo como nadie lo ha hecho nunca. De este modo me ha descubierto placeres ocultos hasta ahora para mí.

 

Pero no es eso de lo que quería hablaros, os estaba contando que me había fijado en algo especial, algo particular que ella hacía cuando me regalaba una de esas calientes sesiones de sexo oral. No sé exactamente describirlo, pero, mientras me estaba chupando, siempre hacía alguna que otra “paradita” y se abalanzaba sobre mi boca… y esos besos no eran como los demás.

 

Su respiración se aceleraba, sus manos agarraban mi cabeza y me devoraba la boca como nunca. En esos besos podía notar el sabor de mi miembro en su boca, una sensación que yo no conocía hasta ese momento. Sin embargo, lo que más me llamaba la atención de esos momentos era la forma en que su pasión se desataba al lamer mi lengua con la suya.

 

Debido a este hecho, comencé a pensar que le excitaba mucho compartir mi sabor conmigo y decidí hacer algunos experimentos. La siguiente vez que me practicó sexo oral después de haber decidido ponerla a prueba decidí correrme en su boca. Fue en las escaleras de mi bloque, en medio de un descansillo con el calentón tras algunos besos apasionados. Decidí que era un buen momento para desabrochar mi cremallera y sacar mi pene duro a disfrutar de los placeres de esta insaciable mujer. La arrodillé delante de mí y empecé a meter mi polla entre sus labios. Si algo bueno tiene mi chica es que accede a cualquier cosa que se me ocurre así que, en lugar de dejarla chuparme le agarré la cabeza y comencé a, literalmente, follarme su boca.

Cada vez lo hacía más fuerte y sentía sus gemidos ahogados por el golpeo del tronco de mi polla en su lengua. Pensé que el glande probablemente estaría hundido bastante dentro de su garganta pero ella no se quejaba lo más mínimo ya que es una chica muy obediente. En mitad de la mamada decidí hacerle un regalito y la puse de pie y comencé a comerle la boca como si me fuera la vida en ello. Mucha lengua, mucha saliva y, por qué no decirlo, muchas ganas de llenarle esa boca de leche. Así que la puse de nuevo de rodillas y agarrando su pelo (cosa que le encanta) seguí moviéndome con fuerza hasta que ya estaba a punto. Como soy un caballero le avisé de que me iba a correr y ella agarró mi culo y me introdujo más aún en su boca. Noté cómo salían tres buenos chorros de semen directos a su boca y la puse rápido de pie antes de que los tragase. Nuestros ojos se encontraron llenos de deseo y pude notar como se tragaba su premio.

Nada más tragarlo me lancé a comerle la boca y se puso más cachonda que nunca. Podía notar mi propio sabor en su lengua, lo cual me desconcertaba y calentaba a partes iguales.  

Realmente, no puedo decir que fuera un sabor corriente. Aunque solamente fueran los restos que quedaban después de que ella lo hubiera tragado fue muy excitante compartir ese néctar prohibido entre los dos. El resultado de mi estudio de investigación fue claro. Mi amante de escalera se puso realmente cachonda. Las evidencias de este hecho son su pulso acelerado, sus gemidos, los lametones que le daba a mi lengua y, por supuesto, lo mojada que estaba cuando metí mis dedos dentro de su tanga negro de encaje.

La siguiente fase de mi investigación pretendía ir un paso más allá y averiguar hasta dónde estaba dispuesta a llegar mi amante en esa fantasía suya. Una noche, volvimos de un concierto y nos sentamos en mi sofá. Yo llevaba bastante tiempo esperando a poder jugar con ella y, a pesar de que no estábamos solos en la casa, a la primera oportunidad que tuve me bajé los pantalones y volví a meterme en su deliciosa boca. Como siempre me hizo terminar cuando le dio la gana y me volvió loco de placer entre sus carnosos labios y su lengua juguetona. Volví a llenar su boca de leche pero esta vez dije:

-No te la tragues.

Y sin darle tiempo a pensar qué hacer la agarré de la nuca y comencé a comerle esa boca que tanto me había hecho disfrutar. Metí mi lengua de lleno y pude comprobar, esta vez sí, todo mi sabor mezclado con su saliva. No puedo decir que sea mi sabor preferido, pero sí que una de mis sensaciones favoritas es hacer que esta mujer se ponga lo más cachonda posible. Y vamos si lo hizo, me comía la boca con fuerza, con ganas y compartiendo todos los fluidos que unos segundos antes había vertido en ella. Al separarnos de ese beso húmedo e interminable me di cuenta de que no habíamos acabado con todo el botín. En la comisura de sus labios, ese lugar donde tanto me gusta besarle, había restos de semen que se habrían escapado durante mis espasmos de placer al correrme. No lo dudé y me lancé a lamer con ganas el sobrante de nuestras travesuras. Siendo honesto, creo que esto la puso realmente cachonda.

Nos miramos a los ojos, locos de deseo y me sentí muy caliente por haber traspasado con ella límites que creía que nunca traspasaría con nadie.

Esa noche, como muchas otras antes de dormir, empezamos a ponernos a tono mediante mensajes de móvil.

Yo: ¿Qué te pareció la escenita del sofá?

Ella: Oh Dios. ¿Cuándo es la siguiente?

Yo: ...hmmm. ¿De verdad te ha gustado? No estaba seguro de hacerlo pero pensé que te calentaría… Me he fijado en cómo me besas cuando me la chupas.

Ella: ... me puso mucho lo que hiciste. Aún sigo mojada.

Yo: pues creo que la próxima vez voy a sorprenderte con algo nuevo… ¿te apetece?

Ella: mucho.

Yo: pues baja tus bragas y tócate para mí, ahora.

Ella: ahora?

Yo: no te hagas la remolona, seguro que ya lo estabas haciendo…

Ella: estoy con más gente en el salón…

Yo: pues para algo tienes el baño, cariño.

 

Bueno, me estoy saliendo de la historia principal y no es lo que quiero, ya os contaré otro día nuestras conversaciones calientes por el móvil que más de una vez han acabado con mi nena haciendo cosas prohibidas en sitios prohibidos.

Como habéis visto, le dije que la próxima vez la sorprendería y vosotros vais a ser los primeros en conocer mi plan. Quiero tumbarme en el sofá y subir las piernas por la pared, de modo que, tras masturbarme, ella pueda ver como mi semen cae en mi propia boca sin necesidad de intermediarios. Sin embargo, no estoy seguro de que le vaya a gustar, por lo que espero vuestras opiniones y, más adelante os contaré qué pasó...