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En una fría noche de invierno.

en Autosatisfacción

En una fría noche de invierno.

En una fría noche de invierno, yo Melissa conducía temerosa por una carretera estrecha, incómoda, oscura e inquietante. Mientras fijaba mi total atención en el peligroso camino me vinieron a la cabeza las razones por las que me encontraba en aquella arriesgada expedición. Más bien, la única razón: mi ansia desesperada de sexo. Lo tengo que admitir, me gusta mucho el sexo. Y a quién no? Quién no aceptaría  una petición despreocupada, sin compromiso y complaciente de una buena polla (o coño)?. Muchos dirán: depende del físico!! Sí, depende del físico, pero no es solo esto lo que nos vuelve locas, vosotras ya me entendéis.

 En mi caso, Rubén, mi mejor amigo de la infancia, y yo habíamos retomado el contacto desde hacía unos meses por casualidad. Y la sorpresa para mi fue mayúscula ya que en cuanto lo vi después de tantos años aquel chico tímido, torpe y gordinflón del colegio se había convertido en un bombón. Él es de estatura media (176cm), tiene una piel bronceada gracias a duras jornadas de trabajo bajo el sol (es jardinero), ojos de color almendra, pelo corto rubio y con una cuidada barba que remarcaba su proporcionada faz. Su complexión es muy atlética. Sobre la fina capa de su camiseta de cuello de pico se translucía perfectamente su marcada anatomía. Se divisaban unos hombros robustos, pectorales bien definidos, abdominales como la más apetecible tableta de chocolate y, más abajo, un culo pequeño pero respingón, capaz de despertar en cualquier mujer deseos de lujuria desenfrenada. Era un verdadero macho. Pero  en cuanto el tema que más me interesaba, solo había oído rumores. En el instituto lo llamaban "trabuco". A medida que los años avanzaban y  con el debido afloramiento de mi apetito sexual, mi interés por su miembro viril aumentó, aumentó mucho. Para colmo, un día Rubén fue pilladlo in flagranti masturbándose mutuamente con sus amigos en las duchas del polideportivo del instituto. Este episodio típico de adolescentes en pleno despertar sexual, lejos de repugnarme, me sirvió de inspiración para las largas veladas de autosatisfacción. Mis inexpertos dedos bajaban lentamente hasta mi pequeño coñito húmedo, simulando ser el idolatrado pene de Rubén.

En cuanto a mí, qué decir? Siempre me he considerado una chica del montón, bueno, del montón alto jejej. Mido 170 cm y presumo ser una mujer muy bien proporcionada. Eso sí, no me sobra nada. Mis curvas han provocado más de una erección a mis amigos. Cuando quedamos con sus novias me gusta vestirme bien apretadita para dejar poco espacio a su imaginación. Me gusta embelesarles con mis grandes pechos morenos luciendo grandes escotes e inclinándome ante de ellos fortuitamente. Me gusta que me deseen cuando rozo mi generoso trasero con sus piernas o brazos. Me gusta sentirme una putita cuando les miro con mis ojos morenos muertos de pasión por una buena follada.

Mi atención se centra otra vez en la carretera. Ha empezado a llover pero mis ansias de placer hacen que cada vez vaya más rápido. "Céntrate" me digo a mi misma, guarda tu lujuria para más tarde. Pero ese "tarde" no llego tal y como yo esperaba. De repente oigo un pinchazo que inutiliza y desboca por completo mi coche que se desliza por el mojado asfalto. En un acto reflejo tiro del freno de mano. Esto provoca un derrape que acaba en una leve colisión frontal contra un árbol del lateral de la carretera. Y allí me veo; sola, asustada, perdida y siniestrada en medio de una comarcal perdida de la mano de Dios. Pero con un calentón increíble. El reciente giro de acontecimientos me alejaba de la deseada noche de sexo que me aguardaba y pese a la trise situación, en mi cabeza solo pasaban imágenes de Rubén y su enorme glande haciéndome el amor de todas las maneras imaginables. En cuanto recuperé la serenidad llamé al seguro y a la grúa para que vinieran a rescatarme. Debido al mal tiempo me informaron que tardarían un par de horas. Entonces intenté relajarme.    

Lo intenté, de verdad! Pero fue inútil. Al mismo tiempo que mi frustración aumentaba también lo hacía el nivel de mi libido. Y como si una fuerza invisible guiara mis manos, estas empezaban a bajar hacia mi vagina. Creedme cuando os digo que mi coño estaba casi chorreando. Poco a poco mis dedos empezaron a explorar mi húmeda cueva: primero el índice, luego el corazón y más tarde el anular. Empecé a quitarme ropa quedándome solo en braguitas. Mi otra mano estimulaba con precisión mi clítoris. La movía entorno a este circularmente produciéndome un torbellino de placer impresionante. Los tres dedos entraban y salían de mi concha rítmicamente y poco a poco subía frenéticamente su tempo. Mientras en mi cabeza, soñaba con el cuerpo de Rubén, esculpido como el David de Miguel Ángel, que me tomaba violentamente. No estaba para finuras ni lentitudes, mi mano salía y entraba de mi coño a cien por hora. Me iba a correr inminentemente. Bocanadas de placer subían desde mis genitales hasta mi cerebro donde se mezclaban con la imagen de la monstruosa polla de Rubén. - Joder!!! Me corroooo!! No puedo, no puedo más!!!-. Y entonces se paró el tiempo.

Fue el orgasmo más intenso de mi vida. Si, suena patético, pero es verdad. Allí, sola, y con un gran polvo pendiente pero, aún así, casi inundo el coche. Inmediatamente después de correrme dirigí mis manos, llenas de mis fluidos, hasta mi boca. Me las metí enteras de una en una y saboree un manjar de dioses. Cuando me vinieron las primeras arcadas cesé y me quedé semiinconsciente estirada entre los asientos del conductor y el del copiloto. Exhausta por mi gran masturbación me quedé dormida.

Continuará....

Gracias a todos y a todas por leer mi primer relato, espero que os haya gustado. Para cualquier sugerencia comentad abajo o en mi correo electrónico ([email protected] ).   Muchas gracias.