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Cómo perdi mi virgo Anal (Tania)

en Hetero: General

Las cosas que una mujer recuerda con mayor carga de erotismo y cómo las que impactaron la fibra más sensible de su intimidad a lo largo de su vida, son las vivencias sexuales que tuvo de joven. Los primeros encuentros a solas con un hombre, los primeros dedos que se atrevieron a tocarte, los primeros besos sensuales y sexuales. Pero sobre todo las primeras excitaciones mutuas y los primeros orgasmos provocados por otra persona te dejan un recuerdo tan excitante, imperecedero y maravilloso que muchas veces, su solo recuerdo, te vuelve a erotizar y a provocar sensaciones y deseos que muchas veces creías olvidados.

He pensado, y mi novio Andrés ha aplaudido mi idea, en iros contando alguno de aquellos primeros "encuentros de amor", irlos escribiendo para que vosotros los compartáis conmigo.

Queridos lectores, me dirijo a todos vosotros, pero especialmente a aquellos con los que a través de todorelatos ya comparto correo y con los que me siento más unida por el intercambio de cartas, alguna foto caliente y ciertas confidencias personales y secretas;

Quiero que me escuches este testimonio al oído. Escúchala como si tú y yo estuviésemos a solas. Te la cuento en un sitio tranquilo, oscuro, deliciosamente cómodo y adecuado. Te la cuento susurrándola, para que me imagines más puta y más zorra. Para que seas tú el chico con la que la viví y la vivas conmigo de nuevo. Íntimamente.

Deja tus ocupaciones y vente con Tania a su rincón de la memoria para la pasión, el erotismo y el desenfreno.

Yo tenía 18 años y, aunque ya había perdido la virginidad, en muchos aspectos fue el primer acto sexual completo de mi vida. Y en el que alguna otra virginidad fue maravillosamente perdida.

Después de leerlo, si quieres, me gustaría que me escribieras contándome como te has sentido al leerme. ¡Me encantara saberlo!.

 

TANIA Y SANTIAGO

 

Santiago era un chico persistente, que no me gustaba, pero que a fuerza de ponerse pesado acabó consiguiendo lo que quería.

Visitaba el gimnasio con asiduidad y estaba muy bien físicamente, y aunque no me hacía tilín, tengo que reconocer que era muy atractivo.

Había ido persiguiéndome con diversas estrategias. Aprovechaba la salida de clase para situarse detrás de mí, y como nos empujábamos todos en la puerta, pujando por salir cuanto antes del suplicio, él se pegaba a mi culo y yo notaba su pene duro apoyado en mi trasero sobre la falda. La verdad es que nunca le regañé por ello y creo que ese fue el motivo para que siguiera en su empeño. En el fondo sabía que al final de tanto ir el cántaro a la fuente acabaría rompiendo.

Si me veía en el patio y notaba que le miraba, el muy guarro se llevaba la mano a la entrepierna, me miraba a los ojos y me sonreía. Yo no apartaba la mirada porque en el fondo me gustaba verle tocarse, y algo me impedía dejar de mirar como su mano recorría aquella protuberancia golosa.

Yo había oído decir que Santiago tenía un pene gordo y largo. Se lo oí a Vanesa, una chica que se la había chupado a cuatro chicos durante el curso, todo un record.

-Vanesa- le había preguntado en medio de un recreo- ¿Se lo has hecho también a Santi?-

Ella me contestó -¿Y por qué lo preguntas? ¿Tú quieres comérsela también?-

No le respondí, aunque no me molestó la pregunta.

Ella, después de un ratito en el que se hizo rogar, finalmente me confesó:

-Si. Se la he comido en el cine. No te puedo decir como es porque estaba oscuro- Rió -. El señor que teníamos al lado se quedó flipado viéndolo y creo que se la meneo debajo del jersey que puso tapándose la bragueta. ¿Te imaginas?-

Me imaginé en la oscuridad del cine a Vanesa inclinada sobre el pene de Santiago y al señor mayor masturbándose mirando disimuladamente el espectáculo de una parejita joven haciendo semejantes guarrerías en su presencia sin importarles ser vistos.

-¿Cómo sabe un pene?- Le pregunté.

-¡No me digas que aún no se la has comido a ningún tío! - La miré en cierto modo abochornada. Ya me habían hecho el amor tres veces, pero no habían conseguido, aunque sí intentado, que les chupase antes de la penetración. A mí sí que me lo habían comido, ¡y cómo!.

-¿Qué como sabe una polla?....deliciosa Tania,- prosiguió mi amiga- te aconsejo que te comas una lo antes posible. Está dura y rica de lamer y mordisquear, pero lo que más te gustará es sentir los jadeos de placer del chico-

-¿Y cuando le sale la leche, tú qué haces?-

Vane se rió. –No está mala- me dijo -Ni es dulce ni amarga. Un poquito salada tal vez-

Me quedé de piedra cuando mi amiga me confesó que como a los chicos les gustaba terminar

dentro, ella se lo tragaba todo.

¡Qué asco! Pensé. Pero pronto me daría cuenta que no era tan asqueroso.

En los días siguientes Santi seguía intentando el acercamiento.

-Tania- me dijo un día- tú sabes que en trigonometría soy el mejor de clase-

-¿Y qué me quieres decir con eso, le respondí?-

-He visto que tienes problemas con ese tema y si quieres, te vienes a casa esta tarde y te ayudo y explico lo que no entiendas-

-¿A tu casa?-

-O a la tuya- me respondió - ¿Qué dices?-

Sabía que aquella no era una cita para la trigonometría, sospechaba que de aquello iba a salir algo más que chispas. Era mes de mayo y hacía calor. Tal vez por eso estaba más caliente de lo normal.

Recuerdo que en aquellos días me duchaba con frecuencia por el calor. Y era raro que en aquellas duchas, al jabonar mi coñito, los dedos jabonosos no se entretuviesen algo más de la cuenta. Ya me entendéis.

Santiago me miraba expectante. Le miré descaradamente a la bragueta y él me sonrió. Todo un lenguaje de gestos en el que nos comunicábamos nuestro febril estado de ánimo. Me sentí desnuda en la mirada que le dedicó a mis tetas. Seguía sonriendo.

-¿Qué dices?- insistió.

-Iré. ¿A qué hora?-

-Mi madre tiene natación de siete a nueve y mi padre no regresa hasta más tarde. Vente a las seis y media-

Acudí a casa de Santi con un jersey de punto gris y una faldita tan corta que daba vértigo. Me abrió la madre de Santiago.

-Tú debes ser Tania, ¿verdad?-

-Si señora- respondí un poco avergonzada de la forma en que la mujer miraba mi falda minúscula-

-Pasa Tania. Eres muy bonita. Santiago está arriba en su habitación. Ahora os subo té y unas pastas para que merendéis. Yo también he sido estudiante y se lo mucho que cansa.... ya sabes, las tareas que vais a hacer-

Subí roja como un tomate. La madre de Santi había hecho referencia de forma muy disimulada a que lo que creía era que nos íbamos a dar el filete.

Tumbados en la cama del dormitorio bebiendo a sorbos el té caliente, me daba cosa que su madre estuviese en la casa, y no me quedé tranquila hasta que oímos desde el dormitorio la despedida.

-Adiós, chicos, portaros bien- De inmediato sonó el golpe de la puerta de la calle al cerrar.

Mientras bebía la taza de té. Santiago se colocó junto a mí, abarcándome con su brazo. Yo estaba boca abajo y él sentado a la altura de mi falda. Recuerdo como uno de los momentos más eróticamente intensos de mi vida cuando, tras pasar su mano por mi espalda, remangó la falda y comenzó a besar mi trasero.

¡Oh Dios mío! Una fiebre me recorrió entera. Las mejillas me ardían como el fuego y un cosquilleo nervioso recorría mi vientre e invadía mi tierno chochito. Mis braguitas eran preciosas, tenían fresitas estampadas sobre un algodón blanco como la nieve. Sentía tan nítidamente sus labios sobre la braga, su aliento cálido en la piel de mi culito que siempre está algo fría. No puse resistencia, me había puesto la minifaldita precisamente para aquello. Pero  disimulé cuanto pude. Como si no estuviese pasando nada, escribiendo con mi bolígrafo en los apuntes de trigonometría.

Dejaba hacer a Santi que con aquellos besos pausados y redondos me estaba poniendo muy, muy nerviosa. Entonces Santi remangó un poco más la falda, para contemplar mi trasero de forma íntegra.

-Tania- exclamó- Esta es la obra de arte más hermosa de la naturaleza-

Me sentí muy alagada y arqueé un poco el culo hacia arriba, cosa que encantó a mi admirador. No sé que instintos inspiran a algunos chicos, pero a Santiago le estaban inspirando de lo lindo. Cogió una buena porción de mi trasero, con las braguitas incluidas y le propino un delicioso y tierno bocado que me puso cachonda del todo.

-¿Te gusta?-

-Santi. ¿Quién te ha enseñado a hacer eso?-

Santiago se rió y me dio un segundo bocadito, algo más delicado, lamiendo con la lengua. El culo y las bragas. Jadeé imperceptiblemente por la tremenda excitación que me invadía. Era la tercera o cuarta vez que estaba con un chico así a solas, pero estaba siendo la ocasión más tierna y sensual de todas.

Ufffffffff. Me estaba mojando el coñito de lo lindo con aquella lección de trigonometría. Creo que fueron diez o quince mordisquitos, intercalados de besos, en los que fueron aumentando mis ganas de que Santi me quitara las bragas. Pero el muy cerdo sabía cómo ponerme caliente y lo hizo. Alargó la sesión de besos.

-¡Madre mía, Tania! Qué cosita tan redondita y tan bonita- Me hacía enloquecer con aquellos comentarios.

-¡Sigue Santi!- Le rogué- ¡No pares!-

-¿Te gustaría que te llamase zorrita?-

No sabía si aquello era conveniente, pero un mordisquito más esta vez apartando el elástico de mis bragas me hizo decir que sí.

-Si Santi, llámame como tú quieras-

-Así me gusta zorrita, que seas muy, muy zorra-

Aquello era lo más erótico que nadie pueda imaginar. Y entonces llegó el momento que estaba deseando como una zorrita en celo. Sentí los dedos de mi chico tirar del elástico de mis braguitas de fresas hacia abajo, descubriendo lentamente mi colita redonda y perfecta de niña mala. Separó los mofletes con las dos manos. Supe que me observaba el agujerito del ano y el inicio de la rajita mojada. Supe que podía ver lo empapado que tenía el coño por la excitación. Pero aún me excitó más lo que hizo. Acercó la nariz hasta rozarme la boca del ano prieto y cerrado y olisqueó como un perrillo.

Después volvió a besarme el moflete, esta vez desnudo, sin bragas.

-Eres deliciosa, preciosa, perfecta, Tania. Y eres la zorrita más hermosa que se pueda desear tener así con el culo desnudo-

A una chica siempre le gustan ese tipo de agasajos y más si le están besando el trasero.

-Sube ese culito de zorra que tienes para que pueda bajar un poquito más tus preciosas braguitas-

Recuerdo que me sentía morir de placer elevando mi traserito y sintiendo como bajaba más y más mis bragas.

-Desnúdate- Me dijo- pero déjate la faldita-Y mientras yo me quitaba la braguita, el suéter y el sujetador, él se quitó la camiseta a rayas y se desabrochó el pantalón.

Lo hicimos mirándonos a los ojos como tantas veces en el patio del colegio. Le había visto tantas veces tocarse sobre los pantalones y me había hablado Vanesa tan pormenorizadamente de su incidente en el cine con aquel pene, que cuando lo vi asomar era como si ya lo conociera. Se puso con los brazos en jarra, de pie, mirándome a los ojos más descaradamente, con una sonrisa cautivadora.

-¿Te gusta?-

Nunca le había dicho a un chico que me gustaba su polla.

-Es muy bonita-

Santi se rió con fuerza mientras se tumbaba boca arriba dejando el pene a mi disposición.

-¿A que ya sabes lo que tiene que hacer una zorrita cuando le enseñan esto?- Dijo cogiéndose la verga con la mano, tumbado y mirándome desnuda, de pie, con mis coletas de colegiala traviesa.

Puse tono de zorra. No sé de donde me salió. Me llevé un dedo a la boca y lo lamí lentamente.

-¿Esto?- dije volviendo a lamerlo y metiéndolo en la boca.

-Eres más zorra de lo que yo creía- me dijo- Ven rápido Tania, ven, ven.

Me incliné sobre su pene como él lo había hecho sobre mi culo y besé dulcemente la punta del falo duro, tieso y prometedor.

Mientras, su mano viajó hasta mi coñito. Abrí las piernas para que pudiera tocarme más abierta y con lo mojada que estaba sus dedos comenzaron a resbalarme entre los labios del sexo, untosos y tiernos.

-¿No eres virgen verdad?-

-No- le respondí-

-¿Y no quieres metértela?- Me preguntó mientras me metía dos dedos en el coño. La pregunta me pillo con la boca lamiendo de nuevo aquel pene suntuoso y precioso.

Me puse a horcajadas sobre Santiago. Colocando mis piernas abiertas a ambos lados de su cuerpo. Cuando un coñito es tan joven como lo era el mío y, cuando tan solo lo han penetrado tres veces, está tan prieto y resulta tan jugoso irlo rompiendo con el pene que tanto Santi como yo cerramos los ojos disfrutando el momento.

El tenía remangada mi faldita y miraba la forma en que iba entrando. Me miraba a los ojos y yo le devolvía una mirada intensa, excitada y lujuriosa. Me folló como cinco minutos en esa postura, tan tierna y lentamente que el reloj se congeló en un instante maravilloso. Lamía mis pechos. Besaba las aureolas de mis pezones. Sin parar de mover sus caderas.

Yo me restregaba contra el cuerpo depilado y musculoso de Santi. Gimiendo como la zorrita en la que me había convertido.

-Tania mi amor-

Sentía su pene dentro. Nos habíamos quedado callados, concentrados en las pieles de nuestros sexos unidos, las sacudidas involuntarias que la excitación marcaba contrayendo en espasmos aquella epidermis hinchada de sangre y placer.

-Dime Santi-

-No eras virgen, pero….- me bombeo con el pene lentamente, muy lentamente- ¿y tu culito?-

-¿Te refieres a si me la han metido por ahí?-

Me besó en la boca y siguió moviendo las caderas con su pene dentro de mí. Después, antes de hablar, lamió mi pezón derecho. Enloquecí de placer.

-Sí Tania. A eso me refiero mi vida-

-No, aún no- Le respondí.

-¿Me la das, Tania? ¿Me das tu virginidad anal?-

-Lo intenté una vez y casi me muero del dolor- Le mentí. Jamás lo había intentado.

Sacó el pene y me colocó de espaldas, poniendo las almohadas de la cama bajo mi vientre para que mi culito quedase en pompa, expuesto como una flor abierta. Volvía a tenerle donde al principio.

Me estuvo lamiendo con la lengua el arete un rato inmenso, presionando con la punta dura hacia adentro y follándome el coñito con sus dedos a la vez.

Me gustaba.

-No aprietes. Deja el ano flojito, como si fueses a cagar-

El primer dedo me entró como mantequilla y la verdad es que me gustó también sentirle dentro. Era como el pequeño placer que sentimos cuando vas al baño con ganas. Sé que me metió dos dedos después, pero yo no me di cuenta cuando lo hizo.

-Oh Tania, me haces el hombre más feliz de la tierra- Dijo colocándose sentado en mis muslos  y colocando la cabeza del pene justo en la entrada de mi culo.

-Déjalo más flojito ahora. No notarás la diferencia con mis dedos- Callé. Temía el dolor y aflojé cuanto pude.

Oí como escupía y embadurnaba bien con la saliva el pene y mi ano. Fue entrando tan delicada y lentamente que me supuso un placer que no esperaba. Gemí y no de dolor.

-Lo ves como eres una zorrita, mi vida. Estás hecha para follar Tania. Eres increíble-

-Tócate el clítoris y fóllate con los dedos- Lo hice mientras empezaba a machacar con sus pene el orificio chiquito, ahora dado de sí. Le tenía dentro del culo, aquello era nuevo e increíble para mí.

Mi mano izquierda bajo la cadera la ubique entre el clítoris y la rajita y me masturbé mientras me sodomizaba.

-¿Te falta mucho para el orgasmo, cielo?- Me preguntó de repente.

-Lo tendré cuando quiera, me estoy aguantando desde hace un rato Santi-

-Tenlo conmigo mi amor, cuando la saque de tu culo y me corra, te corres tu también-

Me agarraba de las caderas con fuerza y la sodomización fue aumentando en intensidad y velocidad. Seguimos follando un minuto o dos solamente. Ambos en el límite del éxtasis.

-Ahora Tania, Ahora-

Sacó su pene y se la meneo tres o cuatro veces hasta que los latigazos de leche brotaron disparados llegando hasta mi espalda. Yo había tenido el orgasmo un minuto antes pero no se lo dije.

Apartó mi falda para contemplar una vez más mi culito desnudo, esta vez moteado aquí y allá con gotitas de su esperma. Después se restregó de nuevo y de nuevo me la metió en el culo.

Yo había fingido el orgasmo coincidiendo con el suyo. El mío lo había tenido en silencio, instantes antes del suyo.

Así derrumbado sobre mi cuerpo manchado de esperma, con el pene perdiendo en el interior de mi ano, muy poco a poco la firmeza, acabó aquel mágico momento en el que perdí la virginidad de mi trasero. Y así tal y como fue os lo he contado.

Os quiero y espero que vuestras durezas hayan sido iguales que las de Santi aquel día.

No dejéis de contarme por correo.