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Velada Inesperada 3ª - (Fin)

en Trios

Durante aproximadamente los tres meses siguientes a la fantástica noche en casa de Lalo y Lola no habíamos vuelto a quedar. Nos veíamos algunas veces por la calle y nos saludábamos o hablábamos con normalidad, sin tener en cuenta lo acontecido en el salón de su casa. Creo que los cuatro tuvimos muy claro que aquel encuentro había sido un rato de placer, pero que tenía un límite y que ese límite era la normalidad en nuestras relaciones cotidianas. Solo el beso de Lola en mis labios al despedirnos había dejado una ligera marca pero con la condición de que cuando se dieran las circunstancias volveríamos a disfrutarlo, siempre y cuando todos quisiéramos o pudieramos. Mi mujer y yo en la intimidad hicimos lo mismo. Cuando practicábamos sexo yo, dependiendo del ambiente lo tenía en la cabeza y recordaba imágenes y sensaciones y estoy seguro que ella también, pero ambos nos guardábamos el secreto a nosotros mismos para no romper esa barrera autoimpuesta.

Y un día, esas circunstancias se dieron y ese deseo volvió a aparecer de pronto. Fue casual, sin premeditación, puramente por instintos. Y eso hizo que volviera a ser un placer muy especial, muy bueno y que no se entrometiera en nuestras vidas más de lo estrictamente relacionado con el sexo consentido y admitido entre buenos amigos. Sucedió más o menos así:

Era ya invierno y mi mujer y sus amigas, entre las que estaba Lola, por supuesto, quedaron para comer y luego irse de copas. Lo hacen varias veces al año, en ocasiones especiales. Todas o casi todas van a comer, luego a las copas van menos. Normalmente esos días yo me quedo con los niños y aprovechamos para ir a algún sitio especial. Así que a la hora de comer mi mujer se fue. El caso es que despues de merendar mi madre me llamó para ver a los niños y entre una cosa y otra ellos me pidieron dormir en casa de la abuela, a lo que no puse ningún problema. Ea pues, más o menos eran las siete, siete y media de la tarde y estaba solo. Como la noche comenzaba a ponerse bastante fea y al viento frío y húmedo comenzaba a sumarse la más que considerable amenza de lluvia, decidí irme a casa, en plan tranquilo. Estuve haciendo cosas que tenía atrasadas. Metí un par de cervezas grandes en el congelador y abrí otra para ir “tirando”. En lugar de cena, estuve picoteando varias cosas mientras veía el final del partido de fútbol correspondiente … y me cargué las tres botellas de cerveza. Cuando terminó puse música y encendí unas barritas de incienso de vainilla dentro del incensiario grande. Comenzó a llover, como preveía, y además de manera virulenta. Estaba callendo un buen chaparrón y el sonido del discurrir del agua por los cristales junto al aroma del incienso iban inundando el salón y transmitía relax, así que pensé en dedicarme un rato a mi mismo. Me metí en la ducha y me puse a rasurarme mi zona genital. Es muy agradable sentir esa zona suave, sin tanto vello. Me preparé con esmero. Mientras sentía el agua caliente por mi cabeza y mi espalda iba manoseando suavemente la zona y sus elementos, con cuidado para pasar la maquinilla muy, muy despacio y con mucho cuiadado. No es para menos teniendo en cuenta lo que uno tiene entre sus manos en ese momento.  Cuando deje la zona preparada y apetecible a la vista, volví a sumergirme en la catarata de agua de la ducha durante unos minutos olvidándome de todo salvo de la sensación de morbo y erotismo que me daba tener la polla totalmente aseada y deliciosa a la vista de una mujer. Sin darme cuenta comencé a pasar mi mano y acariciarla. Podía sentir como iba creciendo de tamaño, como se iba endureciendo. Me estremecía cuando lentamente iba arrastrando la piel hasta dejar el glande al descubierto bajo la particular lluvia de la ducha. Terminé, me sequé y volví a tocarme, ahora con una cantidad suficiente de crema hidratante para cuidar la sensible piel de la zona. De nuevo, ante las involuntarias caricias propias mi polla volvía a cobrar vida propia. Evidentemente, me había puesto un tanto caliente, y como estaba solo se me ocurrió que podía poner una película porno, relax y masturbarme. Así que decidí no ponerme ropa interior, solo una bata para no tener demasiado frío. Cogí el bote de lubricante que usamos mi mujer y yo y me lo puse al lado. Es un lubricante fantástico, no solo por el uso de lubricación en sí, sino además desprende un aroma impregnado totalmente de hormonas y feromonas que te enciende y pone los instintos sexuales a flor de piel. Preparé el dispositivo usb donde tengo varias películas para disfrute de los dos, aunque esa noche iban a ser para mi solo y lo conecté al televisor. Cuando se abrió el menú de archivos me decanté por “Cleopatra”. Realmente, me pone muchísimo una mujer vestida de egipcia, con un buen escote y sus muslos asomando entre telas sedosas que unido a las pelucas de corte recto y cuadrado dan un punto de morbo tremendo. Puse un volumen apropiado para que no se oyera mucho y que a mi me diese tiempo de advertir si escuchaba ruido en la puerta aunque suponía que mi mujer volvería más tarde.

Comencé a ver la película, tranquilo, tratándo de excitarme poco a poco con las escenas, sin prisa. Aunque la erección fue rápida trataba de evitar el contacto directo, solo pasaba mi mano con lubricante por el glande, recorría el tronco, sobaba mis huevos. Estaba empezando a dejarme llevar más … cuando de repente advertí en el portal voces de mujer. Evidentemente, era mi mujer. Y no venía sola. Así que rápidamente, como pude le di al mando para apagar la tele, cogí el bote de lubricante y me fui a mi cuarto de baño a asearme. A lo que no me dió tiempo fue a ponerme ropa interior. De todos modos, me daba igual. Supuse que sería alguna de nuestras amigas que venían a acompañarla porque tendrían el coche cerca, ya que en nuestra zona, está cerca del centro y además hay mucho aparcamiento. Supuse que ni siquiera llegaría a entrar. Y yo estaría preparado para continuar la sesión de sexo, pero ahora con mi esposa. Estos días de salida suele llegar con alguna copa de más y eso hace que llegue con muchas ganas de marcha. Incluso suele ponerse ropa interior sexy para cuando llega a casa tratar de calentarme y echar un buen polvo.  Cuando abrieron la puerta yo llegaba al salón y me senté en el sofá, echándome por encima una mantita fina.

- Buenass.- le dije a mi mujer al entrar.

- Hola cariño.- me respondió ella dedicándome una sonrisa.

- Buenas noches.- dijo Lola, que era quien la había acompañado y apareció por la puerta del salón.

Yo al ver a Lola me subió un poco la tensión. La excitación que tenía hacía unos minutos se hizo latente y noté como mi polla se alegraba de verla. Trate de controlarme, ya que no estaba Lalo y no tendría ocasión de nada. O al menos eso creía yo. Venían empapadas. Se ve que el chaparrón las cogió en plena calle. Se quitaron el abrigo y fueron a la cocina a quuitarse las botas, mi mujer tobilleras y Lola por encima de las rodillas. Al volver me fijé como se habían vestido. Mi mujer llevaba un vestido morado, de invierno, hasta medio muslo con un cinturón a juego, y debajo unas medias negras con dibujos de fantasía y Lola llevaba una minifalda negra, con medias negras y una especie de chaleco con el cuello vuelto pero muy amplio de color beig.

- Uf, estamos empapadas. Vaya chaparrón nos ha cogido. Vamos a secarnos, ahora venimos y nos sentamos a ver si cogemos calor.- dijo mi mujer.

Se metieron en el cuarto de baño y yo aproveché para ir a mi cuarto y ponerme, por lo menos, el pantalón del pijama, ya que parecía que Lola no se iría rápido como había pensado y mi ración de sexo marital tendría que esperar. Entre la llegada, el saludo, el pijama yo no había caido aún en la cuenta que apagué la tele de sopetón, por lo que si se volvía a encender aparecería lo último que yo estaba viendo, es decir, la película porno de “Cleopatra”. Al poco tiempo salieron las dos del baño y fueron a nuestro cuarto, supongo que a ponerse algo más seco. Primero llegó al salón Lola, que se había quitado el chaleco y la minifalda y ahora llevaba unas mallas negras y una camisa larga de tonos pastel, las cuales se las había prestado mi mujer, para que no se fuera con la ropa mojada.

- Bueno, ¿que? ya estás más cómoda ¿no?, vaya mojá que habéis cogido, …, tanta calle, tanta calle tiene eso – dije yo a modo sarcástico.

- Ufff, no veas. Ha sido de repente, menos mal que ya estabamos no demasiados lejos y entre portales y casapuertas nos hemos podido meter hasta llegar hasta aquí. El problema es que mi coche lo tiene Lalo. Yo le he dicho a tu mujer que me quedaba en el portal y llamaba para que me recogiera, pero ella ha insistido y la verdad, tenía ganas de quitarme la minifalda que estaba empapada. Ahora lo llamaré para que me recoja.

- ¿Y que tal la tarde? ¿Se han animado más gente o las mismas de siempre? – pregunté yo.

- Que va, siempre las mismas, las mas marchosas y al final, como siempre Lidia y yo. Somos un poco juerguistas, jajajaja.

- Jajajajaja, si, siempre estáis inventándoos algo para escaquearos. Luego os quejais de vuestros maridos, jejeje.

En estas llegó mi mujer, que se había también cambiado, y se había puesto más cómoda. Creo que también daba por echo que Lalo no tardaría en recoger a Lola y nos quedaríamos solos, ya que se presentó con una bata larga que por debajo solo dejaba ver unas medias rojas, pero que por arriba ofrecía una vista del escote preciosa. El sujetador no se lo había quitado porque sus tetas venían perfectamente colocadas y con un canalillo que haría las delicias de cualquiera.

- Anda, mira que propia se ha puesto ella. Ya veo que me estás diciendo que me vaya que tienes ganas de pegarte el lote con tu marido. Pues que sepas que has sido tú la que me has dicho que suba. Jajajajaja- dijo Lola exagerando la escena con las manos.

- No seas tonta mujer, te quedas hasta que venga Lalo. No te iba a dejar mojada en el portal. Tengo ganas de follar, pero por una amiga aguanto un poquito. Jejejejeje- respondió mi mujer. Mientras se sentaba a mi lado en el sofá y me besaba en la mejilla.

-¿Qué estabas viendo en la tele? Pon algo, anda – dijo mi mujer.

Y mientras decía esto yo caí en la cuenta de lo que había dejado puesto. Me corté un poco al pensarlo. Y parece una tontería porque Lola ya me había visto desnudo, me había visto follarme a mi mujer, yo la había visto a ella follar con su marido, y no contento, me había dado una mamada de ensueño. Pero aún así, el instinto hizo que me diera verguenza que lo supieran o al menos mientras estaba allí Lola.

- No … nada … había puesto incienso … y un poco de música para relajarme … no están echando nada interesante, de verdad – dije yo disimulando lo mejor que podía.

- Bueno, pues dame el mando que ya busco yo algo.

- No hombre no. Contarme algo, ¿dónde habeis comido? ¿había ambiente? … – intenté desviar el tema – Venga, mientras me contáis pongo una copita para entrar en calor y ya está.

- No te preocupes, que ya es tarde. Voy a llamar a Lalo a ver si está cerca y que me recoja – dijo Lola.

- Nada, nada, no es molestia. Aunque lo llames tardará un ratito. Pongo la copa y así esperamos charlando – insisti yo con tal de quitar el tema de la tele. Y me levanté con dirección a la cocina para poner tres copazos de vodka caramelizado, que es lo único que tenía en casa. Mientras Lola trataba de contactar con Lalo pero el móvil no estaba operativo. Mientras llegaba al salón con las tres copas, se me descompuso la cara al ver que mi mujer había encontrado el mando y estaba encendiendo la tele. La película ya estaba más o menos a la mitad y en ese momento comenzaba una escena en la que Cleopatra (Julia Taylor) salía del baño de leche y se tumbaba desnuda en un diván mientras una de sus esclavas la secaba con una toalla de seda de forma muy lujuriosa y provocativa, deteniéndose en sus pezones y masajeando su culo entre los pequeños gemidos de Cleopatra.

- Vaya, vaya, vaya. Con razón no querías que pusiera la tele. Y este olor a incienso … y la bata … Hemos llegado justo para interrumpirte ¿no?. Te hemos cortado el punto, desde luego ¿te parece bonito? Jugar tu solo sabiendo que yo podía llegar … – dijo mi mujer entre un puntito de sonrisa y un puntito de indignación.

Lola mientras tanto se reía disimuladamente. Yo como pude deje las tres copas en la mesa, ofreciendo una a cada una de las mujeres y tratanto de disimular que me estaba ruborizando.

- Hija, compréndelo, estaba el pobre solito en casa … y no se ha podido resistir … son todos iguales, les encanta su propia polla, no lo pueden evitar – medió Lola con una mirada pícara.

El caso es que se callaron y empezaron a tomarse la copa mientras contemplaban como iba transcurriendo la escena. Cleopatra con las piernas abiertas, mostrando su coño rasurado que era atendido delicadamente por la seda y las manos de su esclava. Mientras César había entrado en la sala y no perdía ojo mientras amasaba su polla por debajo de la faldita de cuero de guerrero romano. Cleopatra se tocaba sus pechos, los amasaba, chupaba sus propios pezones y miraba lascivamente a su esclava y a César. Este se había acercado por detrás a la esclava y separando las gasas de su vestido acariciaba unos pechos espectaculares, grandes, turgentes, con una rosada y amplia aureola y un pezón rosado que comenzaba a endurecerse. Cleopatra obligó a su esclava a devolver las caricias a César y le dijo a éste: “Tómala”. Así que comenzaron a tocarse mientras Cleopatra comenzaba a masturbarse con la escena.

Los ojos de ambas mujeres estaban ya fijas en la tele. Y bien fijas porque los pezones de mi mujer comenzaron a notarse en la tela de la bata que llevaba y Lola se acomodaba en el sofá moviéndo con disimulo sus macizos muslos para acomodar su postura. Se había olvidado ya de volver a llamar a Lalo. Mi mujer empezó a tocarme poco a poco por encima de la bata, abriéndola con la intención de meter su mano en mis pantalones. Yo trataba de rodearla con mi brazo y poder tocar sus pechos por detrás de su cuello. Mientras Lola, tenía una mano que no podíamos ver por que la mesa lo impedía. Todos teníamos las dos manos ocupadas, una con la copa y la otra … Mi mujer acabó su copa y puso las dos manos en su empeño, con una bajo el pantalón y con la otra metió su mano para agarrar mi polla con suavidad pero con firmeza. Entonces, al sentir el agradable tacto que tenía debido al lubricante y el sensual aroma que desprendía, me miró y me dijo con voz muy cachonda.

- Ummm que buena paja pensabas hacerte no, pillin, con lubricante y todo. Mira Lola y parecía tonto.

Y mientras enseñaba mi brillante y aromática polla a Lola no dejaba de tocarme. Lola ya no disimulaba tanto y se había acomodado en el sofá con las piernas semiabiertas y pasaba su mano por encima de la tela de las mallas. Sin darnos cuenta habíamos vuelto a la sensación y la excitación vivida en casa de Lola, además sin exigir ni forzar nada a nadie, simplemente estaba surgiendo. Mi mujer como otras noches de este tipo venía con algunas copas y estaba cachondísima, solo había hecho falta un pequeño resorte para que explotara sus ganas de sexo. Fue ella misma la que separó la mesa de los sofás, “para vernos todos mejor”. Sus tetas asomaban amenzantes por su bata, saliéndose en su inmensidad del sujetador rojo que llevaba puesto y me estaba haciendo una paja buenísima mientras no perdía detalle de como la esclava le hacía una mamada a César. Se agachó y se metió mi polla entera en su boca subiendo despacio mientras apretaba suavemente sus labios. Lola se terminó la copa de un trago y poniéndose en pie dijo:

- Ummmm, cariño, si que tenías hambre. Uffffff, me estoy poniendo muy caliente. – murmuró Lola.

Mi mujer se puso de pie y le dijo:  ummm …, un momento. Stop. Vuelvo enseguida.

Volvió en dos minutos y al aparecer por la puerta del salón Lola y yo nos quedamos boquiabiertos. Se había quitado la bata y nos enseñaba como se había preparado antes de que Lola se fuera. Tenía puesto el sujetador rojo que es casi una talla menor que sus tetas, que son enormes (110 usa) y unas medias justo por encima de la rodilla rojas y con encajes de “niña mala”. Pero lo mejor eran sus braguitas, que se las regalé yo a juego con todo, que son una especie de culote con una raja por delante, para dejar su precioso coño libre y el culo a medio abrir a modo de "corset". Incluso a dos metros de distancia su rajita brillaba por los jugos que mananaban y olía deliciosamente a hembra. También traía el lubricante, un plug anal para ayudar en la dilatación y … su mulato.

- Mira Lola, te presento a mi mulato, que te he hablado de él alguna vez. Es quien me folla delante de mi marido.

“Su mulato” es un pene de goma de buen tamaño que simula la polla de un hombre de color.

Se puso de pie frente a mí. Yo me incorporé un poco en el sofá y pase mi lengua por sus brillantes labios vaginales que estaban perfectamente a la altura de mi boca, introduciendo mi lengua en su rajita empapándome bien del manantial en que se estaba convirtiendo. Agarré con firmeza su culo atrayéndola hacía mi y dedicándome ahora a su clítoris. Arqueó la espalda y soltó un gemido agarrando mi cabeza y pegándola bien a su cuerpo. Me levantó y me quitó la bata y los pantalones, pasando su lengua por el tronco de mi polla mientras se incorporaba de nuevo. Me empujó para que volviera a sentarme en el sofá. Mientras, Lola no había perdido el tiempo y se había quitado las mallas, mostrando un precioso tanga negro de raso y encajes transparentes que permitía adivinar parte de su vello púbico y el comienzo de su rajita. Se había quitado la camieta y sus pezones luchaban por atravesar la tela de raso y encajes del sujetador, a juego con el tanga y su mano derecha la pasaba por encima del tanga mientras que la izquierda iba tocando sus pechos suave y delicadamente. La verdad es que estaba buenísima. Mi mujer se sentó a mi lado, pero pegando su espalda a mi pecho de forma que ella se rescostaba un poco de lado y podía abrir las piernas para que la masturbara mientras ella hacía lo propio conmigo. Tomó el bote de lubricante y me lo extendió en mi mano para que yo lo distribuyera por su coño y su culo. Luego le toco el turno a su “mulato”, a quien se lo extendió ella misma. Luego dijo a Lola:

- Pruebalo. Es fantástico.

Lola se extendió un poco en la mano y la llevo directamente a dentro de sus braguitas, comenzando a tocarse muy sensualmente por dentro del tanga, sin dejar que vieramos nada pero permitiéndonos imaginar todo. Era una visión de lo más excitante: en la televisión una esclava egipcia era follada a lo perrito por César, sus tetas bailaban incesantes a un ritmo sensual acompasado a las embestidas de un poderoso rabo guerrero, mientras Cleopatra se masturbaba sensualmente en un diván dorado, mirándonos a los tres con vicio como si pudiera ver como nos masturbábamos nosotros con su visión a través de la tele. A mi lado, mi mujer agarrando mi polla con ansias, rodeando el tronco con firmeza mientras mantenía un ritmo lento de subida y bajada con su mano derecha y con la izquierda trataba de darse placer rozando su clítoris con la punta de su consolador, mientras mi mano izquierda introducía dos dedos en su chorreante y caliente coño y un tercero buscaba lubricar su agujero trasero. En el sofá de al lado, Lola con las tetas asomando por encima de la copa del sujetador, medias negras lisas y las piernas abiertas y orientadas a nuestra visión seguía metiendo su mano por dentro de su tanga, masturbándose y mordiéndose sus labios.

Mi mujer comenzó a meterse su polla mulata hasta el fondo y ahora era yo quien frotaba su clítoris con un buen ritmo. Con la otra mano alcanzaba a pellizcar sus pezones que ya estaban duros de excitación. Un poco después agarró mi mano izquierda para que fuera yo quien me la follara con su “mulato” mientras ella se giraba un poco más y se metía mi polla en su boca, jadeando entrecortadamente mientras comenzaba a bajar y subir sus labios alrededor de mi polla, dándome una mamada de vicio puro. Lola, que sabía como mantener la excitación estaba gimiendo en voz más alta para calentarnos y mantener la tensión sexual al máximo. Era una maestra del erotismo y sin quitarse el tanga, lo había apartado para que pudieramos contemplar como su coñito se comía dos dedos de su mano y los devolvía brillantes por la mezcla de flujo y lubricante. En el aire olía a sexo, a mucho sexo. Pero sexo bueno y sano. Condición que nos permitía seguir adelante sin lamentarlo.

- Ummm, ummmmm, que gustooo, uffff, que bien la chupas Lidia, cariño. Tu marido está que se rompe de excitación, sigue, sigue, zorrita – dijo Lola mientras se chupaba sus dedos lubricados por su coño.

- Siii, siii, ummmm, ¿te gusta? ehhh ¿te gusta como me como tu polla?. Esto es mejor que la paja que te ibas a hacer tu solo ehhh. Tu putita mamándotela y tu amiga enseñandote su coño y como se lo toca – balbuceo mi mujer.

Yo apreté el ritmo del mulato a la vez que introduje mi dedo índice del culo de mi mujer. Ella arqueó un poco la espalda y suspiró. Lola se percató de lo que yo había hecho y se incorporó un momento para coger el plug anal, lo embadurnó de lubricante comenzó a jugar con su puntita en la entrada de su culo. Yo estaba que me salía, empezé a bajar el ritmo de mi mujer con su mano porque no quería correrme y con esas visiones no iba a poder aguantar, así que empecé a dedicarme mucho más a ella, tratando de excitarla más, si es que se podía, y que ella se distrajera un poco en su trabajo y aflojara.

- Cariño, sigue, sigue, quiero que tú me folles el culo y mi mulato el coño. Dame, dame, dame. Jodeeerr, que gusto. Ummmmmm y tú que buena estas, Lola, es que estas para reventar ufffff, vaya paja que estas haciendo. – dijo mi mujer casi sin poder respirar.

Lola aumentaba el ritmo de su mano en su clítoris. Tenía los labios abultados y brillantes de la excitación y el pequeño consolador anal entraba y salía a una velocidad cada vez mayor. Se estaba dilatando bien. Yo incluso pensé que tendría oportunidad de metérsela en el culo, pero no, no fue así.  Mientras, yo ya tenía dos dedos en el culo de mi mujer y la polla mulata inundaba su coño por completo. Ella chupaba mi polla mientras con una mano se tocaba sus tetas. Yo cerraba y abría los ojos del gustazo que me proporcionaba cuando de repente vi a Lola con su movil en una mano, mientras con la otra se follaba su culo con el plug y grababa su coño, para despues orientar la cámara hacía el fantástico trabajo oral de mi mujer. Creí que iba a correrme sin remisión, pero mi mujer paró de chuparmela porque se acercaba un orgasmo de los que la hacen temblar. Tensó su espalda, apretó los muslos. Yo saqué un dedo de su culo para no lastimarla, pero aprete el consolador hasta el fondo, mientras como podía seguía tocando su coño, sus labios y su clítoris para que su corrida fuese completa. Lanzó un grito.

- Ahhhhhhhh, diooossssss, me corrrooooooooooooo, me corro, me corro, oooogggghhhhhhhhhhhh. Y se dejó caer en mis muslos, totalmente en éxtasis.

Nos quedamos todos quietos un instante, mientras se recuperaba. Lola dejó el móvil y se saco el consolador de su culo y siguió masturbándose suavemente, buscando su orgasmo. Mi mujer comenzaba a volver en sí.

- Bueno, cariño te toca a tí. Te mereces una buena corrida y te la voy a dar, pero dame un momento. Y se dejo caer en el sofa. Lola se levantó se puso de pie delante mía. Podía ver su coño semi abierto por la excitación sus muslos brillantes, con goteo de flujo y lubricante, mezclándo sus aromas con el perfume arrebatador que seguia haciendo efecto. Se acercó a mi mujer, besó primero sus tetas y luego a ella en los labios muy suave y sutílmente y dijo:

- Cariño, permíteme que yo acabe el trabajo como premio a esta fantástica velada de sexo. Voy a poner un punto final exquisito.

Mi mujer asintió. Lola se puso en cuclillas y con las piernas abiertas comenzó a chuparme la polla. Primero saboreó mis huevos totalmente rasurados, luego comenzó a subir su lengua por el tronco, llegando hasta la punta, envolviendo el glande con su boca y succionando levemente. Luego, sin dejar de apretar sus labios comenzó a bajarlos, engullengo todo. Con sus manos acariciaba mis muslos, jugaba con mis huevos y no dejaba de bajar y subir su cabeza, pero mirándome a mi y a mi mujer. Dejó de tocarme con una de sus manos y comenzó a tocarse su rajita. También estaba al borde del orgasmo. Aceleró el ritmo de su paja y de la mamada, ahora ayudándose de la otra mano. Se sacó la polla de su boca para jadear mientras se corría. Era una visión espectacular y morbosa a más no poder.

- Uuuuuuffffggggggggggg, ummmmmmmmmmmmmm. Que placerrrrrrrr. Ahora a por mi premio final.

Comenzó a chuparmela con un ritmo frenético mientras acompasaba con sus manos su mamada. Había decidido que yo me iba a correr y lo iba a conseguri en poco tiempo. Mi mujer mientras ya recuperada tocaba mi pecho y mi abdomen, me besaba, llevaba mis manos a sus espectaculares pechos … Y el momento llegó traté de retirar mi polla de la boca de Lola porque no quería o no sabía si se molestaría, la avisé, pero ella agarró con más firmeza aún e intensificó el ritmo de la mamada hasta que comenzó a brotar semen de mi polla. Lola no paraba. Yo parecía que me iba a partir, arqueando mi espalda y tensando las piernas. Algo de leche apareció por los labios de Lola. Paró. Fue relamiendo todo alrededor hasta que quedó mi polla y su boca bien limpia. Se incorporó y dijo:

- Me llevo el mejor sabor de boca de nuestra relación para siempre. Creo que es mejor que lo dejemos aquí antes de que se tuerza nuestra amistad.

Y dicho esto nos beso en la boca a los dos, primero a mi mujer y luego a mi.

- Es hora de irme. Voy a llamar a Lalo.

Esta vez Lalo cogió el teléfono y quedaron en 10 minutos. Se vistió, se arreglo algo y nos despedimos.

- Por favor, esto queda entre nosotros. Lalo no se va a enfadar ni mucho menos, pero prefiero guardar esto para mi de momento.

A los pocos minutos mi mujer recibió un “whatsapp”. Era el video que Lola había grabado. Lo vimos y como era de esperar la excitación nos pegó un subidón. Mi mujer me empujó al sofá y se sentó encima de mi. Follamos. Un polvo magnífico.

De esta forma tan simple pero tremendamente erótica terminó una mini – aventura de dos noches, una en cada casa, con terceras personas. Fue muy corta, pero las sensaciones en la imaginación son inmejorables.