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La plantación (I)

en Interracial

El sol pegaba de lleno, por lo que Jimmy tenía que bajar constantemente la vista. Una lágrima de sudor le entró en un ojo. Apenas llegaba a restregárselo, debido a las gruesas cadenas que ataban sus pies y manos.

 

Aunque acababa de cumplir 19 años y era fuerte como un toro, el constante traqueteo del carromato le estaba destrozando la espalda. Nunca se había quejado. De nada le habría servido y esta vez no iba a ser la excepción.

 

En ese momento maldijo a Tom. Había trabajado con él en la plantación del Sr Newton y hasta llegó a pensar que eran amigos. Llegó a confesarle que estaba enamorado de Lucy, la joven sirvienta de los Sres Newton. Y que quería pedirle permiso al patrón para poder casarse con ella. Incluso Tom le había animado a ello. Por eso no entendió por qué aquella noche, cuando apenas era capaz de dormir por el terrible calor que hacía dentro del barracón donde dormían los esclavos masculinos, vio salir a Tom a hurtadillas. Extrañado, dejó pasar un tiempo prudencial y siguió sus pasos. En el silencio de la noche apenas le llegó un rumor. Agudizó el oído y descubrió que los ruidos provenían de la zona donde las esclavas lavaban la ropa. Fue acercándose sigilosamente hasta que a la luz de la luna pudo ver a dos figuras entrelazadas. Una joven negra se retorcía furiosamente encima de algún esclavo. Jimmy sonrió, intuyendo que quien penetraba a la negra sería su amigo Tom. Las manos del negro recorrían la espalda de la joven, brillante por el sudor. En ese momento pudo ver al esclavo incorporándose y confirmó que era Tom. Supuso que la negra que gemía de espaldas encima de él, sería su esposa. Cuando disponía a volverse al barracón, dejando tranquilos a los amantes, se percató de un detalle. Los pechos de la esposa de Tom eran grandes y caídos, fruto de haber amamantado a los tres hijos que tenían en común. Sin embargo la teta que desaparecía casi por completo dentro de la boca de Tom, era pequeña y puntiaguda, casi adolescente. Y la reconoció. En el momento que Tom agarró los firmes glúteos de la negra, profundizando la penetración, la mujer levantó la cabeza gimiendo y Jimmy pudo reconocer el bello rostro de su enamorada. A partir de ahí, todo está turbio en su cabeza. Recuerda que se lanzó hacia la pareja, desempalando a Lucy de un fuerte empujón. Recuerda la mirada de sorpresa de Tom, con su polla enhiesta brillante por los flujos de Lucy e incluso recuerda sus fuertes manos cerrándose en el cuello del amigo traidor. Como en sueños, aún oye los gritos de Lucy, ruidos de portazos y carreras, luces de antorchas. Y en el instante que sentía quebrarse los huesos del cuello de Tom bajo sus dedos, un fuerte golpe en la cabeza y el completo silencio.

 

Se despertó encadenado con los brazos en cruz. Le dolía terriblemente la cabeza por el golpe y mientras trataba de abrir los ojos, adivinó la figura de su patrón, el Sr Newton discutiendo airadamente con el capataz de la plantación, Simon. Por las voces de ambos, supo que había matado a Tom. Simon sostenía frente al Sr Newton, que debían ahorcar a Jimmy para que sirviese de escarmiento a los demás esclavos. Pero el Sr Newton, menos visceral y mucho más práctico, zanjó la discusión argumentando que no estaba dispuesto a asumir la pérdida de la muerte de dos esclavos masculinos y que vendería a Jimmy para recuperar todo lo posible de lo que pagó por ellos. Esa misma tarde, lo mandaron al mercado de esclavos de Ferguson.

 

El mercado de esclavos de Ferguson era un continuo movimiento de gente, de voces y de fuertes contrastes. Negros y blancos. Esclavos y dueños de plantaciones. Olor a sudor y orina.

 

Los esclavos eran distribuidos por lotes y cada lote era manejado por un corredor de esclavos, quienes se llevaban una comisión por la venta. A Jimmy le empujaron hasta subirle a una tarima de madera donde se pudo hacer hueco entre otros esclavos. Miró a su alrededor y pudo ver que en cada tarima estaban expuestos diferentes grupos de negros con características semejantes. Jóvenes negras, hembras negras con hijos, esclavos ancianos, familias enteras y el suyo, el de los jóvenes esclavos masculinos.

 

Los hombres blancos iban subiendo a las tarimas, donde podían apreciar de cerca las características de los esclavos antes de comprarlos. Era común que cuando revisaban negras, las manos sobaban y sopesaban los pechos. Unos, para valorar la capacidad de cada una de amamantar niños y otros, simplemente por placer. Con los jóvenes machos, las manos de los compradores se dirigían a los músculos, valorando su fuerza y a la boca, comprobando que eran individuos sanos.

 

Jimmy destacaba sobre todos los demás. Además de ser negro como el tizón, era más alto y fuerte que todos los demás. Tenía sus músculos totalmente definidos y una mirada casi salvaje.

 

Muchos se interesaron en él, pero a juzgar por las discusiones que los compradores mantenían con su corredor, el Sr Newton debía de pedir una enorme suma por él. Cuando veía alejarse al último que quiso comprarle, le llegó a su nariz un suave perfume. Casi femenino. Y una mano acariciándole suavemente los músculos de la espalda. Bajó la vista y se encontró con unos pequeños ojos azules que le escudriñaban y unas gordezuelas manos que recorrían su pecho, hasta rozar con la yema sus pequeños pezones. En ese momento el comprador se dirigió al corredor ordenándole que se llevaran a Jimmy a la oficina, para inspeccionarle mejor. De nuevo a empujones le llevaron hasta una cercana vivienda, que hacía las veces de oficina donde se cerraban los tratos. Una vez dentro, se encontraron a solas blanco y negro. "Eres muy fuerte", le susurraba el blanco mientras recorría con sus manos suavemente la musculatura del esclavo. Allí Jimmy pudo apreciar mejor los rasgos del blanco. Era muy obeso. La panza surgía inmensa bajo un traje de blanco impecable. Lo que más le llamó la atención fue su enorme bigote y un largo pelo muy rubio, casi albino. No supo calcularle la edad. ¿60? Quizás más. Con un rápido movimiento, el blanco despojó a Jimmy de la prenda que le cubría. Con un gesto de admiración, el blanco agarró su polla. Parecía inmensa en comparación con la gordezuela mano que la sostenía. Suavemente empezó a acariciarla. Jimmy no pudo evitar un leve suspiro y una lenta erección. El blanco se situó en la espalda de Jimmy sin dejar de masturbarle con delicadeza, mientras que la otra mano acariciaba sus duros glúteos. Cuando Jimmy sintió uno de los dedos del blanco acariciándole el ano, su polla se endureció como nunca y sintió su glande empapado por el líquido preseminal. Estaba aturdido. Jamás había sentido nada igual ni nadie le había acariciado como lo estaba haciendo aquel hombre. En ese momento uno de los dedos del blanco recorrió su glande, recogiendo parte del líquido que salía a borbotones. Al joven Jimmy le impactó enormemente ver como el dedo que le acababa de acariciar su verga, desaparecía bajo el poblado bigote, chupándolo  golosamente. Tras un escueto "delicioso", Jimmy vio salir al hombre de la estancia.

 

To be continued...