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Amor y Mentiras

en Erotismo y Amor

Hacía calor, mucho calor, sino fuera por el mar estaríais deshidratados. En ese momento te fijaste más en ella: estaba buscando conchas en la arena y aunque tenía poca ropa, su piel estaba sudorosa por el calor, la cual mojada se pegaba a su cuerpo marcando sus curvas que, en aquel momento, te parecieron muy sensuales. El calor se hacía más intenso, pero no era atmosférico: cada poro de tu piel era un volcán en erupción, todos tus impulsos te indicaban que te la tiraras ahí mismo, en ese mismo instante... pero te faltó valor, y lo que hiciste fue meterte en el mar corriendo para que se te “bajaran” los calores...

Es por la tarde, casi está anocheciendo y estás recordando lo que había pasado antes de comer. Te arrepentiste porque una oportunidad así no se presenta todos los días, aunque mirándolo por otro lado, tenías todo el tiempo del mundo para acostarte con ella. Después de todo, estabais solos en una isla desierta. Aquella idea te gustaba mucho, pues también tenías tus deseos carnales...

  • Ah, estás aquí!! –dijo una voz detrás de ti-. Qué haces??

  • Nada. Estaba mirando la puesta de sol, mientras pensaba.

  • Me alegra saber que eres una persona romántica, pero te recuerdo que estás en horas de laborales y tu deber, al igual que el de todos, es el de trabajar, ¿entendido? –dijo tu jefa detrás de ti.

  • Sí... eh, lo siento... eh, no volverá a ocurrir.- no te dio tiempo a terminar la frase. Que increíble: era la tercera vez que “te pillaba soñando”. La verdad, es que era extraño: esta vez estabas pensando en ella al lado de la máquina de bebidas, qué poder sexual puede tener eso??

Después de esto, ella se fue hacia su despacho, y mientras caminaba te fijaste en sus piernas perfectamente moldeadas. Te fijaste más y tu mirada se dirigió hacia sus contoneantes caderas, que cada vez que las veías, oías tambores al ritmo de su contoneo...

  • Está buena, verdad?? – dijo el mensajero de turno que pasaba por allí.

  • Sí...

No pudiste acabar la frase porque una chica te llamó:

  • Alfredo – y señalando a su teléfono, añadió-: es para ti.

  • Sí –dijiste un poco nervioso-... sí... ahora mismo voy. - era tu jefa que quería verte en su despacho y fuiste hacia su despacho.

Casi estabas frente a la puerta cuando, de repente, te diste cuenta de que no sabías para qué te había llamado. Podría ser por lo de las distracciones o incluso... Te empezaron a sudar las manos, el corazón empezó a palpitar tan fuerte que casi no te cabía en el pecho. En uno de esos esfuerzos de valentía que no sabes de dónde salen, llamaste a su puerta y su voz te invitó a pasar.

  • Siéntate, por favor. –dijo mientras revolvía unos papeles en la mesa.

  • Bueno, aquí me tiene para lo que necesite. - colgar un cuadro, un café, chuparte la punta de sus botas...

  • Sí, claro. –dijo mientras se levantaba de su silla para sentarse en la mesa, justo enfrente de ti. Al sentare, cruzó las piernas de tal forma que casi podías ver sus bragas.

  • Y... De qué se trata?? –dijiste muy nervioso: faltaba muy poco para que pudieras distinguir el color de las maravillosas bragas a través de las medias.

  • Uno de nuestros clientes de Nueva York, está interesado en trabajar con nosotros: he pensado en Ud para financiarlo.

  • Eso es genial!! Eh, quiero decir... por qué yo??

  • No hace un mes que Ud. me pidió un ascenso y creo que esta sería la mejor forma de que se lo ganara.

  • Y cuándo empezamos??

  • Sólo tiene que reunirse conmigo mañana en el aeropuerto de Barajas, en donde cogeremos un avión que nos llevará a Lisboa. Después, tomaremos mi  yate privado hasta Nueva York. Qué opina??

  • No sé. Cuánto tiempo será en total??

  • Una semana como máximo, sin contar con los días de viaje. Necesitará tiempo para preparar la maleta, puede tomarse la tarde libre para ello.

  • Ya da por sentado que voy a ir.

  • Y no es así??

  • Por supuesto!!  -casi la cortaste-. Pero...

  • Pero qué.

  • Ya está, eso es todo?? –era demasiado fácil como ser real.

  • No, falta una cosa, un momento - con estas palabras se bajó de la mesa y se dirigió hacia su maletín, que estaba en el suelo. Todo pasó en fracciones de segundo, pero para ti fue como una eternidad. Se bajó para buscar una cosa entre los papeles de su maletín, pero al agacharse no flexionó las rodillas, por lo que su culo se marcaba a través de su minifalda tipo ejecutiva importante-. Sí, aquí está. Tenga, es el billete de avión. Recuerde que tiene que estar un par de horas antes para facturar las maletas. Por favor, sea puntual. –mientras decía esto, se volvió a sentar en su mesa.

  • No se preocupe: siempre soy puntual –y te levantaste para irte, pero un paso antes de salir por la puerta, dijiste-. Sólo una pregunta más.

  • Cuál?? –dijo muy sorprendida.

  • Cómo sabía que iba a aceptar??

  • Está a tiempo de arrepentirse, siempre se lo puedo dar a... –dijo con una sonrisa de medio lado.

  • No - dijiste casi gritando -, no será necesario.

Después, te marchaste con un “hasta mañana” pero con la mosca detrás de la oreja: mu fácil to.

Por la tarde, en tu pisito de Madrid que tanto te había costado conseguir, estabas preparando la maleta: los gayumbos, los trajes, el neceser... Sí, estaba todo, entonces te dio por mirar el reloj: eran las nueve y media, te habías pasado 5 horas haciendo la maleta. Te hiciste una cena rápida, viste un poco la TV y te fuiste a la cama: al día siguiente tenías que levantarte pronto, no podías permitirte llegar ni 5 segundos tarde.

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Allí estabais los dos, tumbados en la playa a la luz de la Luna, contemplando el hermoso firmamento con millones de puntos de luz.

  • El agua del mar tiene que estar caliente ahora, con el calor que ha hecho por la mañana...

  • Tal vez. –dijiste tu.

  • Te hace un bañito?? –dijo ella incorporándose.

  • No. Ve tú.

  • Como quieras. –y se marchó.

Al ver que se iba muy decidida, te incorporaste para ver como su cuerpo se introducía en el intenso mar oscuro; era un momento maravilloso.

Por un instante, perdiste tu mirada en el firmamento, pero cuando ella salió del agua, no pudiste dejar de mirarla: su camiseta mojada se pegaba a su cuerpo, marcando sus redondos y no demasiado grandes senos, con sus hermosos pezones de punta, que parecían estar hechos a la medida de tu boca... Entonces se sentó a tu lado, no se oía ningún ruido excepto el de las olas, que bañaban sin pausa la arena de la playa...

  • Por qué no te has bañado conmigo?? –dijo ella, mientras ponía su pierna sobre la tuya.

  • Es que no tenía ganas... –dijiste muy nervioso, porque se estaba colocando encima de ti, es decir, ella se estaba poniendo, con las piernas abiertas, sobre tus países bajos, que por momentos iban creciendo.

  • Y mañana, te bañarás conmigo??–dijo rodeándote con sus brazos, mientras sus mojados senos se pegaban, poco a poco, en tu pecho.

  • Creo que no.

  • Por qué no?? –dio ella asombrada.

  • Porque mañana, voy a estar todo el día en la cabaña contigo. –dijiste tu, mientras tus manos rodeaban su cintura, pero quisiste que lo hicieran  por su culo, aunque mucho más cerca de tu cuerpo.

Convertida esa escena en realidad, estabas a dos milímetros escasos de su boca, te disponías a darla un beso acompañado de un revolcón y seguido del coito. Pero cuando te disponías a introducir tu lengua en su boca, un sonido agudo te despertó: era el jodido despertador que sonaba a las siete en punto de la mañana.

Después de haberte duchado y preparado para irte al aeropuerto, te montaste en el taxi que habías llamado previamente,  no ibas a fiarte del transporte público.

Una hora después, estabas en el aeropuerto. Miraste tu reloj: las nueve menos cuarto en punto, no habías roto tu promesa de ser puntual.

  • Vaya!! –dijo una voz conocida detrás de ti-. Eres el primer hombre que conozco que llega antes de su hora.

  • De verdad??

  • Sí. Ven conmigo y facturaremos las maletas. Dentro de poco, saldrá nuestro avión y tenemos que estar preparados.

Después de facturar las maletas, os fuisteis a tomar un café mientras te contaba el plan de viaje de todo el día: 9:00 sale el avión, 10:00-10:30 llegáis a Lisboa y, más o menos, a las 12:00 tendríais que salir en yate en dirección a Nueva York. Estaba preciosa, llevaba unos vaqueros con una camiseta fina de manga larga, no llevaba joyas, estaba para comérsela: los vaqueros acentuaban sus caderas y hacían más redondo su culo, la camiseta tenía un poco de escote que dejaba ver un pequeño colgante de plata, se le notaban los pechos, perfectos, redondos, tenía el pelo largo y moreno recogido en una coleta alta...

Una vez en el avión, cuando ya había despegado y estabais en el aire, notaste que tu compañera de vuelo estaba muy inquieta.

  • Por qué diablos no viene la azafata??

  • El botón no tiene la culpa –dijiste muy sorprendido por su comportamiento, estaba dando al botón repetidas veces como una posesa. Era alucinante: parecía una chica normal, incluso se vio que era más joven que tu.

  • Llamó Ud. señorita?? –dijo la azafata.

  • Tráigame un vaso de agua lo más rápido posible.

  • Su marido desea algo??

  • Marido?? –dijisteis los dos a un tiempo. Para ti era una situación embarazosa, no pudiste evitar ruborizarte.

  • No estamos casados -dijo ella, también un poco colorada -. Nuestra relación es sólo laboral.

  • Ruego me disculpen. –y se marchó. Parecía que la azafata estaba más cortada que vosotros dos.

Tu compañera de vuelo sacó de su mochila  una caja pequeña con unas pastillas, de las cuales cogió una. En ese momento, llegó la azafata.

  • Aquí  tiene su vaso de agua, señorita.

  • Gracias. –y le faltó tiempo para tomarse la pastilla.

  • El señor desea algo??

  • No, gracias.

  • Si necesitan cualquier cosa, aprieten el botón. Ruego me disculpen por el malentendido, pero hacen tan buena pareja que creí que...

  • No se preocupe: ya la hemos perdonado. Tengo un poco de fobia a volar, por eso cruzaremos el Atlántico en mi yate. - dijo como disculpandose.

Durante un rato, no os podíais mirar sin ruborizaros. Después de un rato más largo, rompiste el hielo porque te aburriste de ver las algodonadas nubes a través de la ventanilla.

  • Puedo hacerte una pregunta??

  • Adelante. No te cortes. –dijo ella más calmada.

  • Siempre que subes a un avión te pones así??

  • Siempre –dijo muy decidida-. Haces muchas preguntas, no?? - genial primera pregunta para romper el hielo y la incomodas.

  • Lo siento. Es que me preocupa que pudiera pasar...

  • Te preocupa??

  • Sí, preocupa.

  • Por qué?? –dijo muy interesada.

  • Haces muchas preguntas, ¿no? –dijiste para que no se te viera el plumero.

  • Vamos, contéstame –dijo ella con una sonrisa picarona. Qué demonios estaba pasando?? No estaba molesta??

  • Estoy preocupado porque todavía sigues tan pálida como desde que entramos en el avión. Sólo me interesaba saber el motivo, por si te pasaba algo y no estaba prevenido.

  • Bueno es que es un poco personal, pero te diré que a los aviones les tengo... cómo diría yo?? No es pánico, pero tampoco disfruto montando uno.

  • Me sorprende que diga eso una alta ejecutiva de una de las mejores empresas aeronáuticas del mundo.

  • Me gusta crear aviones, no montar en ellos.

En ese momento, se oyó por la megafonía del avión, que ibais a aterrizar. Os abrochasteis los cinturones y en pocos minutos y estabais en el suelo.

Eran las diez y cuarto cuando estabais cogiendo las maletas, para iros en un taxi hasta un puerto a las afueras de Lisboa, donde ella tenía una  preciosa casa de campo o mejor dicho, un “palacio de campo” herencia de sus padres millonarios, muertos hace años en un accidente.

  • Bueno, qué te parece?? –dijo ella señalando un precioso yate amarrado en un pequeño puerto privado.

  • Es bonito –dijiste mientras te montabas en él.

  • Y fuerte, además de potente –dijo mientras te daba una maleta.

  • Tiene que serlo: nos tiene que llevar a Nueva York.

En poco tiempo, habíais cargado el yate con todo lo necesario para el viaje. Estabais listos para zarpar. Ella sabía manejarlo por lo que no necesitábais tripulación.

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Habían pasado dos horas desde que zarpasteis. Hacía mucho rato que el mar había dejado de ser verde azulado para ser azul más intenso. Te cansaste de mirar el mar y fuiste a la sala de máquinas. Al ver que no había nadie, te extrañaste. Miraste el reloj y bajaste a la cocina: era la hora de comer y tal vez, ella estaría haciendo la comida.

Tus sospechas eran ciertas: ella estaba en la cocina haciendo la comida, estaba preciosa con aquellos vaqueros cortos y esa camiseta medio desgastada por el uso... Cuándo se había cambiado de ropa??

  • Hola.

  • Hola, Alfredo. Tienes hambre?? –dijo ella poniendo la comida en la mesa.

  • Pues sí. Podrías haberme llamado para ayudarte.

  • No hacía falta.

  • No sabía que los yates tuvieran piloto automático.

  • Y no lo tienen. Al menos no suelen. Este yate fue el regalo de un amigo que patentó este modelo.

Y diciendo esto os pusisteis a comer.

Después de comer te entró sueño: te habías levantado más temprano de lo normal y los efectos secundarios se empezaron a notar, por lo que se te ocurrió que podrías echarte un sueñecito en la cubierta del yate.

Saliste a cubierta y viste una preciosa tumbona en la sombra que ponía tu nombre en mayúsculas y te llamaba a gritos.

Oíste unos pasos cerca de ti, como sabías quien era, ni te molestaste en abrir los ojos.  Después oíste como si echara sobre algo una tela pesada, luego notaste que una llave dejaba paso a un líquido, seguramente agua, y mojaba el suelo de cubierta y a juzgar por el ruido, también debía de estar mojando a la persona que había accionado la llave de paso.

No pudiste resistir la tentación y abriste los ojos: allí estaba ella, debajo de una ducha de la que caía agua. Llevaba puesto un bikini negro muy ajustado en la parte de arriba o quizá es que le quedara demasiado pequeño; la parte de abajo era tipo tanga. Según el agua mojaba su cuerpo, parecía que el bikini se pegaba como si se tratara de una segunda piel, lo cual hacía que sus senos bailaran  juguetones con cada movimiento, se le veía el culo con ese minúsculo bikini... Pero a ti lo que te interesaba la parte delantera de las bragas, sobretodo la carnal, que por un momento te imaginaste que era tuya, que sólo te pertenecía a ti en un arrebato sexual llamado 69 en el cual, mientras ella te hacía una mamada, tu le comías el... Pero un momento, esto es raro, no se supone que íbamos a trabajar?? Parecen más unas vacaciones... Y con este pensamiento te quedaste dormido.

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  • Alfredo...  Alfredo, vamos despierta... Alfredo...

  • Qué?? Qué pasa, qué ocurre?? –dijiste casi despierto.

  • Llevas dos horas y media durmiendo. Como duermas un poco más, esta noche lo vas a pasar mal.

  • Cuánto?? –dijiste incorporándote.

  • Dos horas y media –dijo ella un poco bastante despacio porque como estaba sentada a tu lado y tu te incorporaste tan rápido que no le dio tiempo a ella de calcular una distancia prudente, es decir, que te quedaste a dos milímetros escasos de su boca...-. Te lo decía para esta que noche pudieras descansar bien, porque si una persona duerme por el día, luego por la noche, no duerme y creí oportuno despertarte. –diciendo esto se levantó con un gesto nervioso en las manos.

  • Pues muchas gracias...

  • De nada. –y se fue.

Después te levantaste y te fuiste a tu camarote: necesitabas una ducha de agua fría. Aquel acercamiento inocente te había escitado, habías olido su colonia de flores y todavía seguía llevando el bikini debajo de la camiseta con los mini vaqueros.

Cuando acabaste de ducharte, no sabías que hacer y recordaste que habías visto un TV por algún sitio: en el salón, cerca de la cocina. Te vestiste y te dirigiste hacia el salón.

Al llegar, te diste cuenta que la habitación no estaba desocupada.

  • Qué estás viendo?? –dijiste mientras te sentabas en un sillón.

  • Un documental sobre élices. Aquí no hay señal así que es grabado. –dijo.

Estuvisteis viendo el documental hasta que os entró hambre y tuvisteis que hacer la cena. Esta vez te empeñaste en ayudarla y como a cabezota te ganan pocos, ella tuvo que ceder. Tardasteis poco: era comida precocinada.

Después de recoger la mesa, os tragasteis otro de aeroplanos y os pusisteis ha hablar primero de trabajo, luego de esto y aquello y mientras arreglabais el mundo, te diste cuenta de lo guapa que estaba y de lo mucho que tenías en común. Aprovechaste la ocasión para ir acercándote poco a poco, estratégicamente colocando un brazo aquí y la pierna por allí, para quedar más cerca. A eso de las diez y media te dijo:

  • Me voy a la cama, estoy un poco cansada. Además, tengo que revisar en unas horas la ruta.

  • Vale. Hasta mañana. –“Y ojalá que tengas sueños eróticos conmigo.”-pensaste.

  • Hasta mañana. Oye Alfredo –dijo antes de salir-, podrías hacerme un favor??

  • Sí... claro –“que me pida que vaya con ella, que no sale viva”-, cuál??

  • Ven conmigo.

  • Adónde vamos??

  • A mi habitación y... –dijo llevándote de la mano "oh, dios mio".

  • Bueno, qué quieres que haga?? –estabas un poco nervioso: te había llevado a su habitación y encima de la mano.

  • Quiero que me hagas un favor, podrás?? - no sabías qué decir, dios, di las palabras!!

  • Sí, qué quieres que haga. - ella se dio la vuelta y se quitó la camiseta. No sabías qué hacer...

  • Ves aquel bote de crema? ?- no lo veías. Estabas como alucinado, en otro mundo.

  • Alfredo  Alfredo!!  Alfredo??

  • Eh?? Sí... sí estoy aquí, qué??

  • Me he quemado la espalda, podrías darme crema, por favor?? - sonido de cristales rotos.

  • Sí, claro. Dónde está la crema??

  • Allí. –dijo señalando a una especie de mesita.

Tu cogiste el dichoso bote y te acercaste a ella, que estaba sentada en la cama. Te sentaste detrás de ella para darle la crema. Después de echarte crema en la mano, te fijaste en su espalda: estaba totalmente roja, pero no tenía marcas, es decir, que el color rojo era uniforme, lo que significa que se había quitado la parte de arriba para tomar el sol y tu te lo habías perdido.

Empezaste a extender la crema por su enrojecida piel, con mucho cuidado y muy despacio. Empezaste a extenderla, tenía una piel muy suave, estabais callados, sólo se oía vuestra respiración.

Era un momento maravilloso: era la primera vez que la tocabas otra parte de su cuerpo que no fuera su mano y te estabas volviendo a empalmar, un alivio que estuviera de espalda, cómo explicarlo. En realidad, que le estuvieras dando crema, no era una idea que te gustaba mucho. Lo que te gustaba de verdad era saber que... no llevaba su bikini, estabas tan nervioso, que en algún momento tuvo que desabrocharselo y ni te habías dado cuenta, aún lo llevaba atado en el cuello.

Ya tenías bastante, un poco más y tu erección hubiera sido imposible de disimular. Con un rápido "hasta mañana", saliste disimulando como mejor podías la cojera por el empalme.

Cuando llegaste a tu camarote, vamos un par de puertas más a la derecha, fuiste directo a la cama, te quitaste el vaquero y apagaste la luz. La veías a ella, con la luz de la tarde, con las gafas de sol, mordiendo la patilla en actitud juguetona, no aguantaste más y empezaste a masturbarte. Te la imaginabas a ella acercándose la punta a su boca, dejando hilitos de baba con su lengua, lamiendo, chupando, metiéndosela en la boca, jugando con el preseminal. Se la tragaba sin esfuerzo, después de esto no sabías cómo la ibas a mirar en el trabajo pero estaba tan morbosa mirándote de rodillas con tu polla en la boca... Dios, sí, que gusto, te corriste, ojalá fuese en su cara.

Justo te ibas a dormir cuando una pequeña alarma sonó desde arriba, el puente de mando.

  • Qué es eso?? –dijiste sacando la cabeza por la puerta al oírla salir por el pasillo.

  • Debe ser algún mensaje de la costa. Acompáñame al puente cuando te pongas los pantalones... - que corte.

Una vez allí, ella se sentó delante de una pantalla y comenzó a leer lo que ponía.

  • Mierda.

  • Qué significa eso??

  • Significa que se avecina una tormenta, y no parece ser pequeña.

  • Cómo??

  • La tormenta debe estar interfiriendo en la conexión y de lo que queda no puedo entender el portugués.

  • Entonces...??

  • Entonces habrá que tomar medidas –y diciendo esto se levantó y se dirigió a la puerta-. Bueno me vas a ayudar, no??

Cuando salisteis a cubierta, un viento húmedo te golpeó en la cara, era tan fuerte que te hizo retroceder. Ella te había pedido ayuda y en aquel momento ni la tormenta más fuerte te haría cambiar de opinión; muy decido saliste fuera, tenías que salir, que cumplir tu “misión”: cerrar todo lo que vieras abierto en popa.

Sí, estoy de acuerdo en que no era una misión en la que te jugabas su vida a cara o cruz, pero sí era importante: si el yate se llenaba de agua fijo que le haríais compañía al Titanic. Pero un yate como ese debería estar mejor preparado para las tormentas. Aunque como no tienes ni idea de yates, no te extrañaste pero te empezó otra vez el sueño. Que te pasaba, estabas muy cansado.

Cada momento que pasaba, llovía con más fuerza y cada vez era más difícil moverse por cualquier sitio. Acabaste empapado en cuestión de segundos.

A lo lejos seguramente, a dos palmos de tu cara pero con el viento en contra estaba más lejos de lo que creías, viste una escotilla y te dirigiste hacia ella, pero el destino quiso que no fuera así: cuando estabas a punto de cerrarla, notaste que algo te golpeó en la cabeza. Al principio te dolía, pero luego empezaste a sentirte mareado y a ver doble y no era culpa de la falta de gafas. Tu mareo aumentó, sabías que no era producido por él va y ven del yate. Todo te daba vueltas. Te sentías muy mareado y caíste al suelo casi sin conocimiento. Digo casi porque oías un ruido de palabras a lo lejos, pero no podías adivinar de quién era...

  • Bienvenido al mundo de los vivos!! –dijo alguien a tu lado.

  • Qué ha pasado?? Joder!! Mi cabeza. Me duele –dijiste cuando intentabas incorporarte, pero tu cabeza empezó a zumbar, sentiste como su mano te oprimía tu pecho indicándote que te acostaras.

  • Estás herido y me a costado mucho cortarte la hemorragia para que tú ahora te pongas sentado. Así que túmbate y descansa.

  • Pero puedo hablar, no??

  • Sí, te dejo.

  • Qué ha pasado?? Y desde el principio, porque no recuerdo nada.

  • Te acuerdas de la tormenta y de que salimos a cubierta a cerrar las escotillas??

  • Sí.

  • Pues debimos dejarnos algo que con  el viento fue a parar a tu cabeza y te hizo una brecha. Caíste redondo. Cuando intenté advertirte era demasiado tarde. Deberías dormir un poco, así te bajará la fiebre.

  • Tengo fiebre?? –dijiste un poco asustado.

  • Tu relájate y descansa, vale??

  • Dónde estamos?? No noto el balanceo del yate. –dijiste después de una pequeña pausa.

  • Mejor duérmete.

  • Sólo una cosa más.

  • Qué??

  • Tengo más preguntas, me las reponderás todas después??

  • Claro. Ahora descansa por favor. - dijo sentándose en un sillón cerca de la cama.

La cabeza te seguía doliendo y tenías mucho calor en esa zona, probablemente tendrías algunas décimas y no tardaste mucho en dormirte. Aquella habitación no era la del yate, dónde demonios estabais??

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Cuando abriste los ojos ya era de noche, pero todavía seguías embotado.

  • Ya te has despertado, cómo está tu cabeza??

  • Me duele un poco. Dónde estamos?? –estabas muy intrigado.

  • Verás con la tormenta, forcé el motor del yate y uno de los motores se sobrecalentó y está inutilizado. Por suerte, estábamos cerca de esta pequeña islita de mi propiedad  y te traje a ella.

  • En tierra?? –y quisiste incorporarte pero sólo no podías: perdías el equilibrio. Ella fue a ayudarte.

  • Cuidado!! –y te cogió, que abrazo más reconfortante.

  • Hace cuánto tiempo que llegamos?? –intentabas mantener la compostura, te agarraste a su hombro, notabas su pecho junto al tuyo. Luego lo negarías todo.

  • Llevamos aquí unos dos días.

  • Joder. –no te mareabas, tenías que sentarte.

  • Pero cuándo vendrán a por nosotros??

  • Bueno… es que la radio no funciona y…

  • Estamos jodidos.

  • No, hay comida y que la arregle es cuestión de tiempo.

Ella te dejó sentado pero necesitabas aire, te ayudó a salir y en el porche te dejó en lo que parecía una tumbona. Era como una pequeña casa de campo, dos plantas muy mona, muy cerca de la playa, justo donde empezaban las palmeras. Aunque no había anochecido del todo, se podían ver en el horizonte esos tonos irreales derivaciones de naranjas, rojos y algún otro color al que todavía no se le ha dado nombre, se recortaba la silueta del yate. Poco a poco fue desapareciendo la luz, dejando paso al manto de la noche bordado de estrellas, creando un paisaje que pocos hombres pueden contemplar.

  • Cómo está tu espalda?? –dijiste después de cenar, ya no tenías fiebre y te encontrabas mejor.

  • No es nada, me preocupa más tu cabeza, que por cierto tengo que cambiarte los vendajes. Ven conmigo –dijo mientras extendía su mano par ayudarte a ponerte de pie.

  • Tiene que ser ahora?? –preguntaste para hacerte de rogar.

  • Vamos, he estado todo el día intentando arreglar la radio, estoy un poco cansada.

Ella te llevó a una habitación contigua, donde estaba el botiquín del que cogió una venda, gasa y betadine; luego se sentó en una silla a tu lado y empezó a curarte.

Mientras te curaba, estuvisteis hablando de la isla, herencia de sus padres, al igual que su fortuna. Cuando terminó, planeasteis para el día siguiente una pequeña ruta turística por la isla. Luego, intentaríais establecer comunicación con la civilización. Después os fuisteis a la cama por separado.

Todo era perfecto: ella, la isla,... Pero no podías dormir, habías estado durmiendo durante todo el día por culpa de la fiebre y ahora, como ya no tenías el sueño se había ido a dar una vuelta sin contar contigo.

Pasaron las horas y no conseguiste conciliar el sueño. Te aburrías tanto que decidiste hacer cualquier cosa, no te ibas a masturbar, la casita era pequeña y seguro te oía asique mirar por la ventana te pareció una gran idea.

Durante un rato bastante largo, estuviste mirando las estrellas; pero luego, por el calor que hacía, pensaste en un baño, y te vino a la cabeza la imagen del laguito del que horas antes oíste hablar. No lo pensaste durante más tiempo y decidiste darte un baño, después de todo empezabas a oler a tigre. Aunque te había dicho dónde estaba, te costó encontrar el lugar, pero mereció la pena que te hubieras perdido: era un lugar preciso, un lugar único en el mundo...

Después de tu baño, regresaste al bungalow pero cuando estabas muy cerca escuchaste un alarido y, aunque te impresionaste, no le diste importancia, pudo ser cualquier animal de la isla. Pero ese sonido se volvió a repetir y no era de ningún animal. Lo volviste a oír y supiste al momento de qué se trataba: tu chica favorita era quién gritaba. Sin entender por qué gritaba, fuiste a su habitación y la viste muy encogida en un rincón llorando y gritando como si hubiera visto a un fantasma o algo parecido.

  • Shhh!! Tranquila, soy yo: Alfredo. Ca-cálmate, quieres?? –dijiste acercándote muy despacio a ella.

  • E-eres tú... –dijo volviendo la cabeza hacia donde tu estabas, parando gradualmente de llorar.

  • Sí soy yo... Cálmate, vale?? –dijiste sentándote a su lado.

Y antes de que pudieras reaccionar, ella se había lanzado a tus brazos rompiendo a llorar más fuerte que antes .

Por un lado, esa escena te daba pena: la chica lo estaba pasando bastante mal; pero por otro lado a tu compañero le gustaba: podías sentir la presión que ejercían sus hermosos senos contra tu pecho... otra vez.

A la mañana siguiente, os despertasteis con los ruidos de la mañana y con una escena un poco embarazosa: tu espalda estaba apoyada en la pared y ella estaba acurrucada en tus brazos.

  • Buenos días.

  • Buenos días –repitió ella-. Siento  haberte despertado esta noche pero no ha sido a propósito, yo...

  • No te preocupes –dijiste cortándola-, tuviste un mal sueño y, además yo ya estaba despierto.

  • Me da igual, tengo que compensarte por lo que has hecho por mí esta noche –mientras decía estas palabras, te pasó la mano muy suavemente por el rostro-, y te voy a hacer (sí, di las palabras) el desayuno. –y diciendo esto se levantó y fue en dirección a la cocina.

Tu fuiste a tu habitación para coger unos pantalones, no podías estar en gayumbos todo el día. Luego fuiste a la cocina.

Cuando llegaste, el desayuno estaba casi listo.

  • Deja que te ayude.

  • No quiero!! Tu siéntate en la silla y espera a que termine.

Como no tenías otra cosa mejor que hacer, te pusiste a mirarla: no se había puesto ningún tipo de pantalón y sus piernas estaban totalmente al descubierto. Su camiseta no era muy larga y casi podías verle (otra vez) sus bragas, sobretodo cuando se ponía de puntillas.

  • Te gustaría contarme tu pesadilla?? –preguntaste mientras tomabais el desayuno.

  • No sé si debo.

  • Dicen que eso ayuda. Además,  puedes confiar en mí, pero si no quieres hacerlo...

  • No, no. Sólo es que... Cómo lo diría?? Es algo vergonzoso.

  • Tranquila, no se lo contaré a nadie.

  • Mejor no.

  • Pues entonces no me lo cuentes, no me gustaría obligarte hacer algo que no quieres.

  • No es obligación, de verdad. Mi psiquiatra me dijo que cada vez que tengo… terrores nocturnos.

  • Esto ya te ha pasado antes??

  • Siempre tengo el mismo. Siempre se repite.

  • Entonces...

  • Mira te lo cuento.

  • Está bien, como quieras. –dijiste. Cómo podías negarte después de que te hubiera cogido de la mano para dar más fuerza a la petición.

  • Hace unos cinco años –comenzó soltándote la mano (¡cachis!)-, yo trabajaba en IBERIA.

  • En serio??  Tan joven, qué edad tienes?? –dijiste muy sorprendido.

  • A ver, te lo cuento o no.

  • Es sólo que me resulta raro. –no te lo creías después de lo que había pasado en el avión.

  • Si me dejaras continuar...

  • Lo siento, lo siento.

  • Era Auxiliar de vuelo y no me ponía tan nerviosa. Era mi trabajo perfecto... Pero un día, mis padres me dijeron que fuéramos a Ibiza a pasar el verano. Ellos se adelantaron y yo perdí el vuelo por un lío de retrasos. Algo en el motor de su avioneta particular y fue inevitable el accidente en medio del mar. Mis padres nunca llegaron...–y rompió a llorar.

No sabías qué hacer ni qué decir. Entonces ella se levantó de la mesa y fue a llorar en tus brazos (¿¡otra vez!?). Tu no estabas sentado, sino de pie: estabas recogiendo la mesa, y cuando te abrazó buscando consuelo, te empujó contra la encimera, haciendo las distancias muy cortas.

  • Deberías calmarte –pudiste decir al final.

  • Sí tienes razón, empieza a dolerme la cabeza por tanto llorar.

  • Y esa es tu pesadilla??

  • No. Mi pesadilla es diferente. Yo estoy en el mar, sola y mis padres aparecen de debajo de una ola y me dicen que han muerto por mi culpa, que me tienen que llevar con ellos. Pero yo me resisto y empiezo a correr...

  • A correr por encima del mar??

  • Sí, pero no me caigo. Es como si volara y lo hago todo lo rápido que puedo y nunca es suficiente porque me empiezo a hundir y ellos me dan alcance. Mis propios padres quieren matarme porque yo fui la responsable de su muerte y yo... ¡JODER! –volvió a repetirse toda la historia de antes y parecía que tú eras el único que disfrutaba con ello.

Cuando ella se calmó, os fuisteis a dar una vuelta por la isla, hablasteis del trabajo, del cine, de esto, de lo otro... Ya sabes, ese tipo de conversaciones que surgen cuando no tienes a dónde ir. Incluso tuvisteis esos puntos picantes, esos puntos en los que se está tan cerca el uno del otro que se puede oír el corazón del otro pero que en realidad es el tuyo.

Durante la comida no dejasteis de hablar, parecía como si nunca hubierais hablado y encima te hubieran dado cuerda.

  • Vienes mucho por esta isla??

  • Sólo cuando quiero estar sola.

  • Eso significa que no hay ni una sola máquina.

  • Exacto.

  • Entonces, cómo te comunicas con el mundo exterior??

  • El yate tiene radio.

  • Pero se ha roto.

  • Sí con la tormenta, pero puedo arreglarla.

  • Tal vez yo pueda.

  • Puedes intentarlo. Ven.

Tú la seguiste y te diste cuenta de que estaba en su habitación. Era curioso: siempre acababas en su habitación, pero nunca pasaba nada.

  • Aquí está. –dijo señalando lo que había debajo de un trapo.

  • Veamos dónde le duele. –dijiste mientras la abrías el panel central y te sentabas en una silla: aquello tenía para rato pues no tenías ni idea de arreglar radios.

Durante toda la tarde estuviste entretenido mientras arreglabas la máquina, pero era imposible: parecía como si le faltase algo y no sabías el qué, todo parecía estar en su sitio. Al final pudiste ver tu tesón recompensado, conseguiste dar con la solución: estaba rota. Pero no te ibas a rendir tan fácilmente, no era tu estilo además, se te había ocurrido una cosa que tal vez funcionase, podrías juntar el cable amarillo con el rojo y...

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  • Alfredo, por favor despierta.

  • ¡Aaaaaaahhhhh! –mi cabeza otra vez.

  • Te encuentras mejor??

  • Qué ha pasado??

  • No sé, esperaba que me lo dijeras tu, te oí gritar y cuando vine estabas en el suelo tirado...

  • Recuerdo que estaba uniendo dos cables y de repente saltó algo y caí hacia atrás y creo que caí de culo.

  • Dios te podrías haber desnucado y con el corte en la cabeza… Pero estás bien??

  • Me he quemado los dedos.

  • Entonces tenemos que curártelos. Ve al laguito que el agua está fría y mete los dedos con cuidado y no los saques hasta que yo llegue.

  • Allí te espero.

Dos minutos después, ella llegaba a la cascada con más betadine y otro bote. Tu habías hecho lo que te había dicho, después de todo sabía lo que hacía: el agua estaba tan fría que te había anestesiado los dedos y ya no te dolían, es más no los sentías.

  • Cómo vas??

  • Pues... –duda existencial: si le decías que “no” tal vez no te haría mucho caso, con lo cual no te molaba. Por otro lado, si le decías que “sí”, estarías mintiendo- si te soy sincero... no los noto.

  • En serio??

  • Vaya ahora me empiezan a doler. Qué es ese bote??

  • Es un ungüento –dijo sacándolo del botiquín –elaborado con una planta que sólo crece en esta isla. Huele a mierda podrida, pero es muy buena para las quemaduras. No tengo más vendas así que tendré que quitarte la de la cabeza.

Ella lo hizo con mucho cuidado, después de todo tenías una brecha de 2 cm. Luego destapó el bote: tenía un cierto olor a descomposición que producía vértigo.  La extraña mueca que hacías provocó una sonrisa en la cara de tu compañera. Pero ahí la cosa no había acabado porque luego te lo extendió por los dedos, lo cual te sorprendió porque esperabas que una cosa tan compacta como el blandi-blú y del color de los mocos sucios tuviera una temperatura bastante fría, como la mayoría de las cremas, pero estaba sorprendentemente caliente, tanto como la temperatura de un ser humano. Luego te los envolvió con la venda.

  • Por cierto, el ungüento tiene un pequeño efecto secundario.

  • Cuál?? –dijiste un poco asustado.

  • Bueno... –dijo con cara de no saber por dónde empezar- también es un tranquilízate.

  • A qué te refieres??

  • Pues, que te sentirás muy tranquilo y relajado y, bueno... el resto depende en cada persona.

  • Depende??

  • Sí, a lo mejor te da sueño, o simplemente no podrás mover los dedos.

En ese momento, empezaste a sentirte un poco mareado, ella te lo notó en la cara y te acompañó hasta la habitación. No era por culpa de los efectos del ungüento, sino porque te apetecía abrazarla y esa era la excusa perfecta. Llegasteis en muy poco tiempo, pero tu lo hiciste eterno fingiendo de vez en cuando alguna recaída.

Por fin llegasteis y casi te faltó tiempo para sentarte en la pequeña mecedora de la entrada. Te fijaste en la puesta de Sol.

Era maravillosa.

Querías preguntarle a tu compañera cómo demonios había conseguido la fórmula de aquel potingue  pero estabas tan relajado... Cerraste los ojos. Te sentías muy bien con el Sol del crepúsculo sobre tu cara y no pudiste evitar adormilarte.

Cuando volviste a abrirlos el crepúsculo todavía estaba allí, aunque mucho más pequeño..

Te levantaste sorprendido por lo que estaba haciendo tu chica. Bajaste por las escaleras hacia dónde estaba ella.

  • Qué haces??

  • Todas las semanas pasa por aquí un transatlántico y estoy preparando esto para cuando lo divisemos y así llamar su atención.

  • Te puedo ayudar??

  • Cómo si no tienes dedos suficientes. Además ya he terminado. Por cierto, qué tal su sueñecito??

  • Si no he dormido nada.

  • Cómo que no!! Has estado desde ayer durmiendo a pierna suelta.

  • En serio??

  • No tonto, es broma. Apenas media hora. Tienes hambre???

  • Pues ahora que lo dices, sí.

  • Ven te lavaré esas heridas y así podrás coger bien la comida. –aquello provocó risas entre vosotros. La verdad es que tenías un aspecto bastante cómico con los dedos más importantes de cada mano tiesos completamente debido a las vendas.

Era curioso, durante varios días compartíais muchas cosas: una puesta de Sol en el mar, comida, conversaciones de no laboral y hasta medios de transporte. Todo era tan bonito que no podía ser verdad, era como demasiado perfecto.

Luego hicisteis lo de todas las noches: cenar, hablar un poco e iros a dormir. Pero tu no podías no estabas tan cansado como para que ahora te diera por dormir otra vez, además habías perdido tu control de horas de sueño por completo.

Aunque no estaba de más intentarlo.

Ovejitas, nada.

Ramitas del techo, aburridísimo.

Recordar cosas que jamás habías recordado, imposible.

En fin, que te diste por vencido y pensaste que a lo mejor, pasaba otra vez la escena de la pesadilla, la presión de sus senos en tu pecho, su respiración entre cortada... aquello te ponía cachondo. Una pajilla igual solucionaba las cosas.

Te fuiste a dar una vuelta, lugar: el laguito natural de aquella isla que parecía tenerlo todo, menos una radio.

Cuando llegaste, te encontraste con la sorpresa de que estaba ocupado. Como no había electricidad, ella se había llevado un montón de velas de color azul y las había puesto en el borde la piscina. Aquella tenue luz te gustaba: creaba ambiente.

  • Hola –dijiste, de haber sabido que estabas solo en la casa, te hubieras hecho esa paja. Ahora estarías más desahogado.

  • Hola –repitió-. Cómo es que estás aquí??

  • Adivina por qué no podía dormir. Puedo acompañarte??

  • Tu mismo, hay mucho sitio.

Era genial sólo la habías pedido acompañarla y ella te había invitado a un baño, que extraño no?? Después de haberte metido, te apoyaste en uno de los lados, con los brazos abiertos y los ojos cerrados. Entonces sentiste el ruido del agua: era tu compañera que se estaba moviendo.

  • Sabes una cosa Alfredo –dijo poniéndose muy cerca de ti y se puso a juguetear con los pelos de tu pecho, hacia arriba y hacia abajo y haciendo círculos-, todavía no te he agradecido que me ayudaras con lo de mi pesadilla.

  • No tiene importancia. Seguro que tu hubieras hecho lo mismo- te estabas conteniendo: coño, aun era tu jefa.

  • Bueno, tal vez no hubiera hecho eso.

  • A no?? –hay que erección...

  • No – y se acercó más para poner su pierna sobre la tuya

  • Entonces que hubieras hecho??

  • Yo me hubiera aprovechado de la situación. Ya me entiendes – esta vez estaba tan cerca que podías sentir su respiración en tu cara, pero mantenías los ojos cerrados no querías abrirlos y descubrir que no era real.

  • Te entiendo pero, no sé exactamente a qué te refieres. – y abriste los ojos, no aguantabas más.

  • A esto –y te besó.

No te lo podías creer: ELLA te había besado en la boca por su propia iniciativa y con lengua. Y ante una situación tan esperada no podías negarte y tu lengua no se quedó quieta.

  • No, no puedo seguir –dijo mientras se separaba.

  • Pero, por qué?? Ha sido por algo que he hecho.

  • No, no, no es culpa tuya: es mía.

  • A qué te refieres??

  • Pues... a que... Joder!! No puedo –dijo casi al borde de las lágrimas y levantándose.

  • Espera –la cogiste del brazo-. Quiero  saberlo.

  • No después de lo que acaba de pasar y... no quiero que continúe.

  • No me importa. Necesito saberlo y empieza desde el principio, todo esto es un fraude no??

  • Lo sabías??

  • Me lo imaginaba: demasiado perfecto.

  • Ya sabes que la oficina es muy pequeña y a nada que digas siempre hay alguien que te lo cuenta todo.

  • A qué te refieres.

  • A que yo sabía desde la primera vez que te pillé distraído que era conmigo con quién soñabas. Entonces me dije “¡eh, ahora es una buena oportunidad para darte un revolcón!”, y por eso lo preparé todo.

  • Lo preparaste todo – se te rompió el corazón.

  • Sí, pero no sabía cómo y cuándo recibí la noticia de los americanos me dije “esta es mi oportunidad”.

  • Todo un montaje –y la soltaste y, destrozado, añadiste-. Pero por qué??

  • Porque no podía llegar y decirte en mitad de la oficina: “¡Eh, Alfredo! Follamos??”

  • Y por qué me lo cuentas todo ahora??

  • Porque la pesadilla no estaba preparada. Surgió, sin más. Y en una situación así, otro se hubiera aprovechado y tú, no lo hiciste habiéndote dado motivos suficientes. Por eso no quería hacerte daño, no quería que esto fuera a más.

  • Ya. Y esperas que me crea eso de “no quería hacerte daño”??

  • No. Pero mi conciencia quedará tranquila.

Se calló y se puso a hacer pucheros en silencio. Tú la veías por el rabillo del ojo y no pudiste evitar pensar por qué lloraba, en el fondo la amabas y no podías verla sufrir.

  • Por qué lloras ahora?? –dijiste en un tono seco.

  • Porque sí. – y se secó las lágrimas con el agua.

  • Dímelo. Sabes lo que siento por ti y por eso, no puedo verte llorar. – dijiste más suave.

  • Es... porque... me he enamorado de ti.

  • Ven –dijiste casi en un susurro y, estrechándola entre tus brazos la besaste.

  • Eso... significa que me perdonas. –dijo respondiendo a tu abrazo.

Se te hizo un nudo en la garganta. Te sentiste invadido de una fuerte emoción a la que no estabas acostumbrado. Tiernamente, deslizaste tu mano por su nuca y la atrajiste hacia ti hasta que vuestros labios se encontraron en un beso.

Sus labios eran cálidos y palpitantes. Su respiración se había acelerado, pero se había quedado inmóvil. Tenías una gran necesidad de abrazarla, de protegerla. Aumentó, ligeramente, la presión de tu boca pero ella no se apartó.

Aunque no dijisteis nada, los dos sabíais lo que queríais, lo deseabais. Deslizaste la mano hacia su espalda y la quitaste el broche del top, para descubrirla uno de sus pechos. Después la levantaste, cruzando los brazos por debajo de su culo de manera que sus pechos quedaran presionados en tu cara y no pudiste resistir la tentación de mordisquearla los pezones y acariciárselos con la lengua.

Os quitasteis la poca ropa que llevabais y notaste, a través del agua, que ella se humedecía. Aquello marchaba y, una vez empezado por qué parar.

Después con cuidado, la pusiste las rodillas a ambos lados de tus caderas, ajustaste posiciones y te deslizaste dentro de aquel túnel sin salida, abrazándola con fuerza mientras empezabas a moverte a un ritmo que os arrastraba hacia un placer desconocido.

El agua enseguida empezó a chapotear con olas, mientras ella enganchaba los pies en tu espalda y te daba largos y húmedos besos. Te pusiste totalmente rígido, te excitaba oírla suspirar, no lo aguantabas más y dejaste escapar un pequeño gritito de placer. Ella empezó a sentir las mismas oleadas convulsivas y se aferró a ti, incapaz de combatir aquel placer indescriptible que la invadía y también gritó.

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No sabías cuánto tiempo habíais pasado en esa postura, pero cuando terminasteis sabías que era muy tarde y que había que irse a la cama.

Esa noche hacía más frío que las otras (excusas), y como ella no tenía sábanas suficientes, decidisteis que durmiendo juntos os pasaríais el calor (más excusas).

Cuando estabais en la cama, ella te volvió a acariciar el pecho, explorando tus curvas. Entonces tu deslizaste la mano bajo su camiseta y sentiste su piel justo por encima de sus bragitas. Subiste lentamente la mano por su columna hasta el culo y ella se agitó, restregando su mejilla por tu cuello. En ese momento, la mordiste el lóbulo de la oreja, se giró y te encontraste con sus labios abiertos y anhelantes y no pudiste contener un gemido de placer, antes de que vuestras bocas se acoplaran. Con una caricia, bajaste la mano hasta su cadera y la subiste por su vientre. Ella contuvo la respiración cuando tu deslizaste los dedos por sus pechos.

  • Son muy pequeños –dijo con tristeza.

  • No, son perfectos. Ves?? –y la cubriste con la mano uno de sus senos-. Encajaban perfectamente en la palma de mi mano, como si siempre hubieran estado allí.

Desplazaste la mano al otro pecho, moviéndola sobre el pezón, hasta que se puso erecto. Ella soltó el aire ruidosamente, como si lo hubiera estado conteniendo siglos.

  • Te hago daño??

  • Oh, no.

  • Quieres que pare??

  • ¡Oh, no! Esto es tan... tan...

Antes de pudiera terminar la frase, ya la estabas besando, como si hubieses estado privado, durante mucho tiempo privado de ese placer, del sabor de sus labios. Levantaste la pierna y te echaste de espaldas, colocándola encima de ti. Te encantó sentir su cuerpo sobre el tuyo y además la dejabas el control de la situación.

Como incitada por tu silenciosa invitación, ella exploró tus hombros y tu pecho con las manos y los labios, descendiendo hasta tu abdomen donde tus gayumbos no podían seguir conteniendo tu excitación, es decir, que casi estallan. Cuando ella te rozó con los dedos la carne al quitártelos, tu no pudiste controlar un espasmo. Arrojando la prenda el suelo, volvió a su exploración, sin ninguna timidez en sus movimientos.

En esa exploración, descubrió tu dureza con las manos y te dio un beso con ternura. Tu sentiste una emoción tan intensa que no sabías qué hacer. Nunca habías experimentado una  sensación tan honesta. No sabías que hacer ni qué decir, así que continuaste ahí tumbado, esperando y observando su figura moviéndose sobre ti.

Para cuando ella volvió a acariciarte la mejilla, tu habías pasado por todos los placeres conocidos por el hombre y alguno al que no había dado nombre todavía. Ella empezó a besarte por la cara, al mismo tiempo tu empezaste a moverte dentro de ella y sin previo aviso, ella ya estaba jadeando y moviéndose hacia delante y hacia atrás sobre ti, ella lo hacia todo.

Sonreíste cuando ella exhaló el último suspiro entre tus brazos antes de quedarse dormida. Te quedaste durante un rato, escuchando su respiración, intentando asimilar todo lo que había pasado esa misma noche. Se desacopló y se puso a tu lado, tu aún la tenías abrazada. No querías soltarla, no querías que se acabara....

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  • Alfredo.

  • Mmm.

  • Hay que levantarse.

  • Por qué??

  • No podemos quedarnos todo el día en la cama.

  • Claro que sí.

  • No, hay que hacer cosas.

  • Oh, sí!! – exclamaste, poniéndote de lado para mirarla-. Esto –la besaste-, y esto –apretaste sus caderas contra tu entrepierna-, y sobretodo esto. – y empezaste a hacerla cosquillas y te sentiste feliz al verla reír de ese modo, te hizo sentir especial.

Después de un rato de intensa pasión, pensasteis que volver a la civilización sería lo mejor. Ella sacó de vete tú a saber dónde un aparatito de control remoto que curiosamente pertenecía a la radio rota del yate. En pocos minutos estabais de camino a Nueva York para la entrevista con aquellos tipos interesados en tu proyecto.

Durante los siguientes meses, vuestra relación aumentó, incluso tu posición en la empresa, pero vuestra relación siempre fue secreta...

Fin??..

Este es el segundo relato que subo, no es tan morboso como "Menage a trois" pero teneis que entender que lo escribí con tan sólo 15 primaveras y fué para un tío mayor que yo, al final aunque el amor era correspondido no pudo ser...

Espero os guste. Dejad vuestros comentarios y procuraré contestarlas.

En no mucho tiempo subiré un relato que he estado escribiendo estos días, será algo mas fuertecillo pero no os digo mucho que cuando lo suba ya lo vereis.