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Complice2

en Hetero: Infidelidad

Una mañana no pude más y fui a la cafetería donde ellos desayunaban todas las mañanas, quería verlos sin ser visto.

Desde fuera, a través de la cristalera, los vi juntos riendo y charlando, se notaba complicidad entre ellos. Parecían una pareja de novios.

Volviendo no sabía si mi mujer al final, llegaría a decidirse a follar con él, pero lo que sí sabía, era que algo iba a cambiar definitivamente en ella.

Cuando coincidí con él me confirmó lo que ya era evidente.

-Tengo buenas noticias para ti amigo. La he invitado  a comer el viernes y ha aceptado. Han pasado varios meses desde que nos conocimos pero ya ha llegado el momento. Ahora quiero que estés muy atento a todo lo que haga tu mujer a partir de ahora, si va a la peluquería, a la esteticién o si se compra ropa.

-Quiero que me tengas informado en todo momento.

Pasé una semana muy nervioso, tenía ansiedad y no podía concentrarme en el trabajo. La imagen de él con Eva no me la podía quitar de la cabeza. Recordaba su polla y sabía que pronto estaría follándose a Eva. Me sentía culpable, pero a la vez excitado.

Efectivamente, la tarde del jueves me dijo que tenía muchas cosas que hacer. Yo sospechaba a donde iba, pero siempre me hacía la misma pregunta. Si precisamente fui yo quien la convenció para que estuviera con otros, ¿por qué no me lo decía? Cuando llegó por la noche, venía cargada de bolsas y peinada de peluquería. Estaba guapísima, pero esta vez, no se había arreglado para mí.

Cuando nos acostamos quise hacer el amor por última vez antes de que fuera otro quien se la follara.

La notaba diferente, sentía que ya no era mía. La abracé, le dije que la deseaba más que nunca, la besé en los labios, en el cuello, en sus pechos. Fui descendiendo hasta que llegué a su sexo y vi que se lo había rasurado. Era la primera vez que lo hacía, solo tenía el pubis recortado. Se lo comí como si fuera la última vez que lo iba a ver. Y cuando fui a follarla, me dijo…

-Cariño hoy no, prefiero masturbarte.

Estaba reservando su sexo para él.

No me podía dormir, la cabeza me iba a explotar. Me levanté a media noche, cogí el móvil y le mandé un mensaje.

-Ha estado en la peluquería y se ha rasurado el sexo. No ha querido follar conmigo. Se ha preparado para ti.

Pensaba que a esas horas no me contestaría, pero enseguida me contestó.

-Ya es mía.

Me desperté al sentir la ducha, me hice el dormido y observé cómo se vestía. Entraba ya claridad por la ventana y vi que sacaba de una bolsa de las que había traído esa tarde un tanga y un sujetador negro que no conocía, después se puso un vestido precioso. La naturaleza estaba actuando y la hembra se entrega al macho dominante.

Salió de la habitación sin hacer ruido.

A media mañana coincidí en el Skype con él.

-Me ha mentido y me ha dicho que va a comer con una amiga.

-Eso está bien, vete haciendo a la idea de que ya eres un cornudo. Ya sabes… los cornudos sois los últimos en enteraros.

Empezó a reír. En el fondo no podía evitar que me excitara esa humillación, le reconocía como macho y se merecía a mi mujer.

-¿Qué piensas hacer?

-¿Que qué pienso hacer? follarla hasta reventarla. Ya sabes, mi estilo no es precisamente ser delicado, me gusta el sexo fuerte y te la voy a follar como a  mí me gusta. Para romanticismos ya estás tú, a mí me quiere para otra cosa.

-Ponte un condón.

- ¿De qué tienes miedo? Estoy sano y me dijiste que ella no puede tener hijos. ¿A ver si el que no puede tener hijos eres tú y te la devuelvo preñada?

-Te lo suplico, póntelo.

-Solo me lo pondré si ella me lo pide, ahora he de irme. Ten el teléfono conectado. Adiós.

Me quedé desolado, puse una excusa en el trabajo y me fui a casa.

No paraba de mirar el reloj, de mirar el móvil. Me masturbaba compulsivamente a la vez que me sentía abatido. Esa combinación de sentimientos, dolor, celos, miedo y una fortísima excitación, eran una mezcla explosiva. En el fondo, había encontrado lo que tanto tiempo había buscado.

Pasaban las horas y mis nervios cada vez estaban más descontrolados, me los imaginaba comiendo como dos enamorados, cogidos de las manos, mirándose, riéndose.

Sabía que algo iba a cambiar en mi matrimonio para siempre. Hasta que a las ocho de la tarde recibí una llamada de él. No me contestó, solo se escuchaba ruido de ambiente, después pude distinguir besos, susurros.

Él quería que sin que mi mujer lo supiera, yo escuchara lo que iba a pasar. Demostrarme que había vencido y que yo me tenía que rendir ante él.

Entonces escuché una voz que decía...

-Vamos nena, quiero que me la comas ¿Te gustaría?

-Si por favor.

-Trágatela

Empecé a escuchar el ruido característico de una mamada y como le repetía, trágatela hija de puta. Después escuché el ruido característico de unas palmadas en el culo seguido de unos gemidos de mi mujer. Pero Eva, lejos de molestarse, los aceptaba sin dejar de chupársela.

-¿Te gusta que te pegue?

-Siii mi amor, sigue…

-Sé que lo estás deseando, como también sé lo que las mujeres sois capaz de hacer por una polla como la mía. Claro que voy a seguir, te voy a quitar esa expresión de la cara de no habar roto un plato en tu vida a base de ostias.

Estaba empezando a sentir miedo de verdad, pero por otro lado no oía a mi mujer quejarse o protestar. Las palmadas y el ruido de la mamada de mi mujer seguían hasta que le dijo…

-Vamos, túmbate y ábreme tus piernas. Vas a saber lo que es una polla y un hombre de verdad.

De repente se escuchó un fuerte golpe y un grito de mi mujer

-Ya está, ya eres mía.

Se volvió a escuchar otra embestida y otro grito de mi mujer. Volvió el silencio y de repente, otra embestida y volvía a parar.

-No me hagas esto por favor, mi amor, no pares.

Entonces la escuché llorar. Estaba seguro que no lloraba de dolor ni de pena, sino de la fortísima excitación que sentía en ese momento.

Y de repente empecé a sentir unas durísimas embestidas

-Te voy a reventar hija de puta.

Ella sin dejar de llorar solo atinaba a decir…

-Me matas mi amor, me matas

Ella empezó a gemir, a gritar y a suplicarle que no parara. Estaba teniendo el orgasmo más violento de su vida y se lo estaba proporcionando el hombre que yo le había buscado.

Después  le tocó correrse a él pero antes de hacerlo le dijo…

-Quiero correrme dentro

-Siii mi vida, échamelo dentro

Sentí unos bufidos más propios de un animal que de un hombre y los gritos de una mujer que no podía dejar de llorar de pura excitación.

Después llegó unos minutos de silencio.

Mi cabeza estaba a punto de explotar, no podía asimilar todo que había pasado y mientras un desconocido le proporcionaba el mejor polvo de su vida, yo solo me limité a escucharlo y a masturbarme.

Cuando me tranquilice, pensé en la humillante diferencia que se había establecido entre él y yo.

Él con mi mujer y yo solo, su lefa dentro de su coño  y la mía en el suelo.

Esa era su posición y  esta  la mía.

Muchas cosas en mi matrimonio iban a cambiar a partir de ahora

-¿Estás bien?

-Ha sido muy duro pero me gustas mucho

-¿Te habían follado alguna vez así?

-Desde luego, mi marido no.

-¿Es que follas con otros?

-Hace tiempo tuve algunas infidelidades.

-Pues a partir de ahora solo follaras conmigo y con quien yo desee. No tienes ni idea de lo que puedo llegar a hacer contigo.

-Me das miedo

-¿Miedo? Nunca te haría nada que tú no desearas.

-¿Qué quieres hacerme?

-Mía, hacerte mía.

-¿Eso qué significa?

- Someterte, que te entregues y tenerte siempre a mi disposición, que seas obediente y complazcas todos mis deseos, que seas mi sumisa. ¿Serías capaz?

-Después de lo que he hecho hoy, no sé de lo que sería capaz.

-Eso es lo que quiero de ti, piénsalo y si estás dispuesta, ya sabes dónde buscarme.

-¿Y si no?

-No me interesas.

-¿Tratas así a todas las mujeres?

-Solo a las putas, ahora vístete y vete. Solo vuelve si estás dispuesta a entregarte.

-No me hagas esto, déjame pasar la noche contigo, fóllame una vez más.

-Vamos lárgate, ya he conseguido de ti lo que buscaba hoy.

No entendía como mi mujer aguantaba ese trato, en condiciones normales le hubiera soltado una bofetada, pero no fue así.

Se cortó la llamada y me quedé aturdido. No solo había tenido una experiencia de sexo muy fuerte, sino que además, había confesado algunas infidelidades.

Tenía miedo de que esto nos afectara a nuestro matrimonio, debía asimilar la situación y que lo que yo deseaba tanto, no se convirtiera en una pesadilla.

Al rato sonó una llamada de él…

-Enhorabuena, por fin ya eres cornudo. La verdad es que ha sido más fácil de lo que esperaba, sabes… tu mujer no es diferente, es tan puta como las demás.

-Te has pasado y no creo que vuelva a ir contigo

-Que ingenuo eres cabrón ¿Qué te apuestas a que vuelve