miprimita.com

Carla. Mi madura compañera de trabajo (2)

en Sexo con maduras

Continuando con Carla…. Mi compañera

En la entrega anterior relaté la forma en la que iniciamos nuestra relación extra laboral con una mamada de colección.

Encontrándonos aún en la sala, ella sentada en el sillón con sus tetas (tetitas) al descubierto y yo con mi pija brillosa por la mamada que había recibido. Carla, con mirada pícara me había confiado que se había mojado toda, y yo como buen caballero debería satisfacer sus necesidades… y vaya que tenía necesidades después de 4 años sin sexo, contados desde el inicio de la enfermedad de su difunto esposo.

Acomodándonos un poco la ropa, nos dirigimos a su dormitorio. Con la calentura que tenía yo me termine de desvestir casi en un movimiento y luego procedí a ayudarla a sacarse la ropa.

De conversaciones anteriores, sabía que ella había sido operada de una hernia en el ciático y por lo tanto se encontraba limitada en la realización brusca de algunos movimientos. Comencé sacándole los zapatos y medias, mientras acariciaba sus pies y pantorrillas, Carla, a pesar de su edad y de siempre utilizar zapatos de tacón tenía unos pies de piel suave y dedos largos y bien formados. Luego procedí a sacarle lentamente el pantalón de vestir, junto con su tanga beige de puntilla.

A la vista, y dado que era de día, quedó su pubis. Como ya había descripto, Carla es una mujer muy coqueta, que siempre luce su pelo castaño naturalmente rizado (que ha confesión de ella, todos los domingos de forma religiosa hace teñir). Su pubis se encontraba poblado por una fina capa de pelos entrecanos, que aún sin recortar ni emprolijar se percibían delicados y poco poblados.

Mientras acercaba mi rostro a su vientre, con toda la intención de comerle (bien comida!!) la concha, ella cerró rápidamente las piernas y se apuró en meterse bajo las sábanas diciéndome.

-          Ni se te ocurra…. Si sabía tus intenciones me arreglaba un poco mejor…. Vení y acostate conmigo.

-          Estás hermosa Carla… tenés una conchita preciosa

-          No.. no me tientes. Otra vez…. Si qeures te dejo, pero hoy… vení y lléname.

Sorprendido por la verla así, me apure a acostarme a su lado mientras besaba su cuello hasta bajar hasta sus tetitas. Esas tetitas tan chiquitas que las podía meter entera en mi boca, recorriendo con mi lengua la aureola de sus pezones erectos al contacto.

Poco a poco ella se fue recostando, mientras habría las piernas, en invitación a penetrarla.

-          Dale… vení (me decía en tono aniñada)… me tenés re caliente, desde que te conozco me tenés así… dale no sea malo.

-          Ah! Mira vos la señora…. Tan modosita y recatada ella (le decía yo en tono burlón). ¿Quién te viera ahora pidiendo pija?

-          Germán!!! Déjate de joder y penétrame de una vez… que es mucha la espera. Por favor… se paciente, no como recién, porque hace mucho que no… no estoy con nadie.

-          Calmate… Carlita… esto es como andar en bicicleta. (Le decía, mientras me colocaba un forro y me iba acomodando entre sus piernas)

Agarrando la base de mi miembro, apoyé la punta y se la restregué a lo largo de su conchita, ya mojada. Suavemente fui haciendo presión en la abertura de su vagina, notando como sus músculos interiores se iban abrazando a mi miembro.

En ella podía notar una expectante excitación. EL movimiento involuntario de sus ojos y el leve temblor de sus labios entreabiertos, denotaban que Carla estaba totalmente concentrada en percibir cada una de las sensaciones que emanaban de su entrepierna.

Antes de alcanzar a alojar totalmente mi falo en su interior, Carla apoyo instintivamente su mano en mi vientre, indicándome que me detenga.

-          Pará… pará… Despacito que no recuerdo haber tenido algo tan adentro. Despacito (me decía a la vez que su rostro mostraba unas muecas mezclas de dolor y placer)

-          Shhh.… déjame a mí… poco a poco te va a entrar toda (mientras lentamente retrocedía hasta que mi glande salía desatorado del interior de su hueco vaginal)

Varios intentos de un suave y lento vaivén permitieron que finalmente pueda alojarme completamente en el interior de Carla. Ella se veía bastante exhausta por el esfuerzo de concentración para relajar sus músculos internos. La imagen de su rostro se iluminó con una sonrisa de satisfacción que marcaban sus arrugas alrededor de sus ojos, cuando finalmente la llené con mi pija.

La verdad, mas allá de cualquier apreciación objetiva (o siempre subjetiva) de belleza, Carla se veía radiante de felicidad. Sus manos cambiaron de posición y objetivo, en vez de frenar la penetración, apoyadas en mi vientre, pasaron a empujar mi cadera agarrada férreamente de mis glúteos. Con sus piernas flacas levemente levantadas y enlazadas a mi espalda, comenzamos literalmente a coger como dos amantes desaforados.

Entraba y salía con total libertad de su jugosa conchita, intentando en cada penetración llegar más al fondo de su interior. Ella jadeaba, suspiraba y resoplaba con total impunidad, hasta explotar con un grito semiahogado en mi hombro.

-          Gracias… Gracias… me gusta… no sabés lo que me gusta… seguí.. seguí… seguiiiii…. Por favor no pares. (eran las palabras que inconscientemente salían de sus labios)

Yo solo m limitaba a bufar como un toro traspirado mientras me esforzaba con hacerla llegar a un nuevo orgasmo. Incorporándome, en un intento de cambio de posición, intenté levantarles las piernas hasta mis hombros, pero resultó que para ella fue un poco molesto, así que solo dobló sus rodillas, dejando sus pies a la altura de mi pecho, desde donde continué penetrándola profundamente hasta hacerla acabar nuevamente.

Fueron más de 30 minutos en la que Carla alcanzó cuatro intensos orgasmos, el último sincronizado en el momento justo en que exploté en su interior.

Ambos agotados, caímos rendidos.

Ella solo jadeaba y se reía hasta que poco a poco alcanzó su ritmo normal de respiración. En ese momento me confesó:

-          Sabés German? Nunca ….pero nunca había explotado así…. Nuca Lucas (mirando un portarretrato en la mesa de noche) me llegó tan profundo, bueno tampoco me quejo pero fue el único.

-          Bueno Carla… No te des manija… y está. Para mi también estuviste buenísima.

-          No seas mentiroso… te habrás cogido cada mina…. Bueno igual tampoco me importa.

Luego de la merecida higienización de nuestros cuerpos, procedí a vestirme, mientras ella solo se ponía una bata y unas pantuflas. Nos despedimos con un beso en la mejilla, como dos buenos compañeros, con la promesa no verbalizada de volvernos a disfrutar.