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Preso III

en Grandes Series

Al día siguiente me desperté por la luz del sol que entraba por la ventana. No se oía nada en aquella habitación. Me levanté de la cama en calzoncillos tal y como me acosté la anterior noche y me metí en el cuarto de baño. Me miré unos segundos en el espejo y empecé a recordar la noche anterior.

-¡Joder que polvazo con Mili! – pensé para mí.

Me giré y levanté la tapa de la taza para ponerme a mear cuándo escuché la puerta de la habitación.

-¿Hola? – Pregunté desde el cuarto de baño - ¿Quién es? - pero no obtuve respuesta, (he de decir que me levanté empalmado y como los hombres sabemos, en ese estado cuesta más), así que volví a concentrarme en mear. En mitad de la meada llamaron a la puerta dos veces.

- Ya salgo, un momento – contesté.

- Soy Mili – contestaron desde el otro lado.

- Voy, estoy terminando.

Terminé de mear y con cierto nerviosismo por lo ocurrido la noche anterior, salí cabizbajo sin mirar a Mili que me esperaba sentada en la terraza. Me senté en la otra silla y tras carraspear para aclarar mi voz.

- Buenos días. Eh… perdona por lo de…

- Buenos días – contestó Mili sin mirarme – Olvídalo. Anoche no ocurrió nada de nada, ¿de acuerdo? – contestó en tono serio – No estoy aquí contigo para satisfacerte, estoy para acompañarte y cuidar de ti. Única y exclusivamente.

- Pero… - y sin casi tiempo para preguntar nada más me dijo:

- Lo de ayer estuvo bien, me hacía falta y se dio la ocasión. Punto. Ahora prepárate, tenemos que reunirnos con unos accionistas – y sacando de su bolso un papel con una dirección me la dejó encima de la mesa:

-Esta es la dirección donde debes acudir a las 12:30. Ponte traje y por favor, no te retrases. Yo antes debo solucionar un asunto por eso no puedo acompañarte. Un coche te espera abajo para llevarte – y sin despedirse me dejó con tres palmos sin posibilidad de explicarme.

- Creí que sería peor – pensé a medida que Mili abandonaba la habitación – por lo menos, no soy el único que creía que no estuvo bien.

Me duché, me puse el traje y bajé a recepción del hotel. Pregunté a la señorita del mostrador por el coche que me estaba esperando y me acompaño hasta el mismo. Entregué la nota al chófer con la dirección y me llevó hasta la entrada de lo que parecían unas oficinas al lado del puerto.

Salí del coche y sin darme tiempo a reaccionar una señorita me asustó llamando mi atención desde la puerta de aquellas oficinas.

- Buenos días. Mi nombre es Palmira. Por favor acompáñeme, le llevaré junto con los demás a la sala de reuniones - y cediéndome el paso, me llevó a través de un pasillo hasta la puerta de la sala. Me abrió la puerta y me metí dentro. Varios hombres charlaban hasta que me vieron y rápidamente se levantaron de sus asientos saludándome cortésmente. Uno de ellos me entregó una carpeta con papeles dentro que ojeé unos instantes hasta que me senté. En esos papeles solo venían escritas frases con acotaciones y seguidamente cifras por doquier.

-Le hemos citado porque tenemos que hablar de las cifras que este año han dejado en las arcas los diversos negocios que mantenemos en común – dijo el más mayor sacando de una cartera negra toneladas de papeles poniéndolos encima de la mesa.

Imaginaros mi situación: Yo que jamás había tenido un negocio ni sabía lo que en esa sala se pretendía debatir me estaban soltando una charla con cifras que ni en la más mísera o remota situación hubiera podido escuchar o pensar que pudiera existir tanto dinero junto.

- Las ventas han aumentado un 30% pero los gastos subieron un 15%. Si a eso, sumamos… - empezó a decir otro de los hombres encorbatados mirando sus toneladas de papeles, pasando uno tras otro en sus manos.

La primera hora oyendo aquellas cifras se me pasó como si llevara un año metido con esos hombres en esa sala. Me llevaba los dedos a los ojos frotándomelos en silencio mientras todos aquellos hombres me llenaban la cabeza de números hasta que llamaron a la puerta interrumpiendo esa tortura. Para mí fue como oír el sonido de la campana en el colegio.

Palmira abrió la puerta y tras ella aparecieron Pili y Mili vestidas de traje. Entraron serias y saludando a las demás personas se sentaron cada una a un lado de mí flanqueándome y a la vez como si de un momento a otro fueran a atacarme a la vez. De sus carteras sacaron un portátil y, como no, otras tantas toneladas más de papeles. Suspiré al ver todos aquellos papeles a mi alrededor que después de varias horas creí que me fueran a sepultar. Sin dejarme tiempo a preguntarlas nada, dieron su permiso para poder continuar la reunión. Miré a Mili que cabizbaja parecía rebuscar entre los papeles alguno importante. Después miré a Pili y ella miraba a aquellos hombres como una leona mira a su presa un segundo antes de abalanzarse. Yo poco a poco me iba escurriendo por la silla echándome hacia atrás apoyándome sobre el respaldo hasta que un pie me golpeó en la espinilla. Miré por debajo de la mesa con disimulo y vi que era el pie de Mili, que con una ceja levantada mirándome me hacía señas con sus ojos. Carraspeé, me coloqué bien en la silla y Mili volvió a lo suyo.

Esa reunión duro una eternidad para mí hasta que sin darme cuenta Pili y Mili se despedían de esos hombres alrededor de mí puestos en pie. Me disculpé y extendiendo mi mano me despedí de cada uno de ellos. En cuanto salió el último, una mano me empujó de nuevo a la silla con fuerza. Miré a Pili y observé que una vena de su frente parecía quererla estallar de un momento a otro mientras sus ojos luchaban por salirse de sus órbitas sin pestañear ni un ápice.

- Ni te muevas - Dijo con una voz sepulcral. Fue a comprobar que la puerta estuviera bien cerrada y bajó las persianas de las ventanas. Giró mi silla con tanta fuerza que casi salgo despedido de ella y con la misma fuerza la paró de un golpe colocándome frente a ella. Se acomodó su asiento frente a mí y me dijo:

- Sólo te lo voy a decir una vez y espero que te quede muy clarito. Mili me ha contado lo de anoche. Espero que nunca jamás esta polla que tienes entre las piernas – agarrándome los huevos con fuerza por encima del pantalón retorciéndolos a su vez – se te ocurra pensar algo meramente sexual o que tenga alguna relación con ello en la que estemos involucradas cualquiera de nosotras dos te prometo que a partir de ese momento pasarás a ser un eunuco y tendrás que mear por un tubo, ¿estamos?

Yo asentí con mi cabeza sin decir nada.

- Espero que no te lo tenga que volver a repetir ni que vuelva a pasar. Por esta vez voy a hacerme la sueca pero la próxima vez no será así – dijo soltándome los huevos. Se giró a recoger sus cosas y tras unos segundos en silencio, se giró de nuevo y mirándonos con una sonrisa de oreja a oreja como si nunca hibiera pasado nada dijo:

-¿Comemos? Me apetece pescado.

Ni Mili ni yo articulamos palabra, solo asentimos con la cabeza. El camino hasta el restaurante era como si fuéramos a un entierro. El silencio solamente se interrumpía por el sonido del teléfono de Pili que no cesaba de sonar. Yo sentado en mi asiento enfrente de ellas dos con mi mano apoyada en mi paquete porque aún el dolor de mis testículos no se me había pasado, miraba por la ventana como el mundo transcurría con normalidad y yo a cada día que pasaba, más lo echaba de menos.

La comida en el restaurante pasó entre las charlas de Pili y Mili hablando de contabilidad, formas de aumentar las ganancias… mientras yo miraba mi plato a la vez que jugaba con el tenedor y el cuchillo con la comida. Pili al verme me preguntó que me ocurría, en tono irónico claro.:

- Nada – contesté yo – no me encuentro bien. Me duele el estómago.

¡Y una mierda! Lo que me dolían eran los huevos que no dejaban de dolerme y como si tuvieran un corazón propio me palpitaban. Me habían cerrado el estómago y era incapaz de poder tragar nada.

-Mili, ¿puede acompañarle al hotel y que se tumbe? – dijo Pili mientras en su mano sujeto por el tenedor se metía un trozo de pescado en la boca.

-Si – contestó Mili – que levantándose de su asiento dejando mas de medio plato de comida me ayudó a levantarme de mi asiento.

Me llevó hasta el coche medio arrastras mientras de mis ojos las lágrimas empezaban a hacer acto de presencia. A mitad de camino al hotel, Mili le indicó al chófer que nos llevara hasta la clínica más próxima ya que yo tumbado en el asiento del coche con mi cabeza encima de sus piernas no dejaba de quejarme y medio llorar.

En la clínica, tumbado con las piernas abiertas y con una bata que no me tapaba ni medio culo esperaba a que el doctor me atendiera. Cuándo vi abrirse la puerta del box dónde estaba y ver aparecer a un hombre de casi dos metros de alto por otros dos de ancho, con unos brazos que podrían reflotar un barco, negro como el carbón y con una voz mezcla de sepulturero y cantante de Trash-Metal preguntándome mi nombre mientras miraba unos papeles sujetos por aquellas manos, (aquellas manos eran, como se suele decir por aquí, como un muestrario de pollas de Rocco Siffredi). Soltó los papeles encima de una mesa y cogiendo unos guantes de plástico, (Que yo no se como le entraban ni aún me lo explico), se puso a palparme los huevos. Yo con la cabeza girada a mi lado derecho miraba a la pared buscando algo que me hiciera olvidarme de esa situación pero no encontraba nada. Me limitaba a aguantar los dolores y a contestar con un susurro cada pregunta de aquel doctor que no cesaba de manosearme mi entrepierna.

- Tu ayudante me ha contado que te has caído de la bici y te has golpeado con la barra del cuadro en los testículos. No parece que tengan heridas graves pero voy a pedir que te lleven a rayos para poder asegurarme de que nada está mal, ¿de acuerdo? – me dijo con esa voz grave. Mi cerebro no paraba de imaginarse, en esa situación, que de un momento a otro aquel doctor se levantaría de su asiento, se bajaría sus pantalones y apareciese una pitón dispuesta a taladrarme el culo.

-¡Para ya cojones! – Me grité a mi mismo en mi cabeza- ¿Eres un puto crío para pensar en eso?

Justo en ese momento el doctor se levantó y quitándose los guantes me dijo que estuviera tranquilo y que no parecía nada grave.

- ¡Cuándo pille a Pili la mato! – volví a pensar.

Salió del box dónde me encontraba y tras el una enfermera me colocó una sábana hasta la cintura para taparme y me llevó hasta la sala de los rayos X. Al entrar dentro de la sala, una mampara traslúcida dejaba ver a un chico sentado mirando un monitor y un micrófono a su lado. La enfermera me quitó la sábana y me metió dentro de un tubo enorme con algunas luces. Dentro del tubo la voz del chico me daba órdenes para que me colocara en distintas posiciones. Menos mal que tardó poco y la enfermera tirando de la camilla volvió a aparecer frente a mí preguntándome si estaba bien.

- Si, si, salvo por mis… - y me corté de seguir contestando esgrimiendo una mueca de dolor.

- Vale. Voy a llevarte aquí al lado para que te pongan lo que el doctor te ha recetado y puedas volver a casa.

- Vale, muchas gracias – contesté.

De repente una voz masculina interrumpió a la enfermera que ya me estaba empezando a tapar con la sábana.

- Déjale un momento. Vengo con estos interinos para que vean al paciente – dijo un hombre rodeado por 10 o 12 personas.

- ¡Ostias! ¿Y todos estos que cojones hacen aquí? – pensé.

Sin pedirme permiso ni siquiera preguntarme nada tenía a un grupo de chicos y chicas mirándome el culo y la polla mientras el médico que les acompañaba les guiaba y nombraba cada parte de mí como si de una visita turística a un museo se tratase.

Allí estaba yo, abierto de piernas, con mis huevos doloridos bajo las miradas de aquellos aprendices esperando a que el médico terminara. Cuándo terminó con sus explicaciones, la enfermera me llevó hasta otra habitación donde tras inyectarme una medicina, me colocó un aparato que me impedía cerrar del todo las piernas. Me sacó hasta la salita donde Mili me esperaba y tras escuchar las indicaciones de la enfermera sobre los cuidados que debería llevar durante una semana me llevó hasta el coche de vuelta al hotel. Me tumbé encima del asiento trasero casi ocupándolo al completo para poder ir más cómodo, a si que Mili tuvo que ponerse enfrente de mí.

Ya en la habitación del hotel, Mili me ayudó a quitarme los pantalones y a ponerme un pijama para que pudiera estar más cómodo. Encendió el televisor y me dejó el teléfono lo más cerca posible para poder llamar a recepción para pedir lo que me hiciera falta o a ellas. Me dejó allí mientras ella se iría a comprar a la farmacia lo que el médico me había recetado.

Tumbado encima de la cama, a medida que la inyección me iba haciendo mas efecto, conseguí quedarme dormido hasta que oí abrirse la puerta.

- ¿Hola? ¿Quién es? – dije desde la cama.

- Soy Pili, venía a ver como estabas… - dijo asomando su cabeza por la puerta – verás, venía también a disculparme. Me pasé con el “castigo” y en cuanto he podido escaparme he venido – dijo sentándose a un lado de la cama.

- Déjame tranquilo – contesté yo enfadado.

- Lo siento, de verdad. No debí comportarme así. Me pasé, lo sé pero es que lo vuestro…

- Vete – la interrumpí – Necesito descansar.

- Espera un momento, me acabo de cruzar con Mili en la farmacia y me ha dado esto para ti – y sacó de su bolso una bolsita de plástico con lo que parecían las medicinas – es una crema y una caja de pastillas que parecen ser anti-inflamatorios.

- Dámelas, las guardaré en el cajón.

- Vale, tu mismo – dijo Pili – haz lo que te de la gana. Ya me he disculpado y sólo venía para saber que podría hacer para que me disculparas, pero tú mismo… - y echándose el bolso al hombro se levantó de la cama y antes de salir me dijo:

- Tienes que darte la crema cada ocho horas, así que esta noche vendré a las 4 para la siguiente toma, quieras o no – y cerrando la puerta desapareció.

- Y una polla me vuelve a tocar esta a mi – pensé para mí mientras cambiaba el canal del televisor.

Estuve toda la tarde sólo sin ninguna visita a excepción del camarero que me subió la cena a las nueve y media. Me tomé la pastilla después de cenar y la crema me la eché sobre las ocho, así que ya podría descansar, (más aún), sin tener que hacer nada más. A las cuatro menos diez de la madrugada, Pili me despertó del sueño sentada de nuevo en un lado de la cama.

- Chssss! Chssss! – me chistaba a la vez que su mano me daba en el hombro – ¡despi…¡hip!...erta! Que hipo tengo, jijiji – se rió llevándose su mano a la boca tapándosela – perdona, es que me he pasado con el vino de la cena… - dijo intentando mantenerse sin caerse.

- ¡Joder tía! Vienes fina – dije con un ojo guiñado mientras mi cerebro intentaba volver a funcionar – gracias por venir, pero estoy mejor y ya casi no me duelen – dije intentando que me dejara en paz.

- No… ess mi cometido, tengo que curarte o si no María me mata – dijo mientras se intentaba recoger el pelo sujetándolo con una goma – No debería haberme bebido la última copa… que mala me encuentro…

- vete a dormir, mañana me la echo yo – dije para ver si conseguía que me dejara tranquilo - estas tú como para dar ninguna crema, (y menos para manosearme los huevos…) – esto último lo pensé.

- Si, tieness que dártela para curarte – dijo mientras sus dedos me agarraban del mentón.

- Está bien, pero antes vete a darte una ducha, a ver si se te pasa la cogorza antes de tocarme – dije mientras me levantaba y tiraba de ella de su brazo.

- Si, mejor. Me vendrá bien – dijo Pili quitándose la chaqueta.

La metí en el baño, abrí la ducha con el agua caliente y la dejé sentada sobre la taza mientras ella se llevaba las manos a la cara restregándose el maquillaje.

- Tengo envidia de ti – dijo intentando mirarme – has follado y has tenido más vida social en el poco tiempo que llevas con nosotros que nosotras en toda la vida…

- Tampoco tanto – dije yo ayudándola a levantarse – venga, métete en la ducha y deja de decir tonterías.

- Es verdad. Ya me hubiera gustado a mi esta noche, aunque hubiera sido con el gilipollas del camarero haber follado… - dijo minetras se desabrochaba la camisa.

- Yo te espero fuera, ¿vale? – dije mientras cerraba la puerta del baño.

- ¡Esspera! – oí antes de terminar de cerrarla.

- Que te pasa ahora – dije mientras me asomaba.

- Necessito que me ayudess a desnudarme, ¡pero no te aproveches, eh! – dijo tirando de su camisa a ambos lados como si intentara romper los botones.

- Joder… - dije en bajito mientras volvía a meterme dentro – te ayudo, pero te metes en la ducha, te refrescas y ya si eso mañana me ocupo yo de la crema. En tú estado no, ¿de acuerdo? – dije mirándola seriamente.

Lo que menos me hacía falta en ese momento era buscarme otro jaleo con ella, y mucho menos aprovecharme de su estado claro. La desabroché la camisa, la quité los zapatos, pantalones y entonces fue cuándo me dí cuenta que Pili todavía estaba mejor que su hermana. Me centré en mi trabajo de ayudante agitando mi cabeza, borrando de mi cerebro la imagen del cuerpo de Pili y cuándo la iba a meter debajo del grifo en sujetador y bragas, se paró en seco y me dijo:

- En ropa interior no, es muy cara para estropearla – dijo llevando sus manos a la espalda para desabrocharse el sujetador. Cuándo se lo quitó, como si sus tetas estuvieran aprisionadas por tres tallas menos totalmente ocultas debajo del sujetador, dos pechos que ningún pintor podría llegar a pintar en ningún cuadro se dieron a conocer. No eran ni extra grandes pero tampoco “ubres” de vaca, algo caídas lógicamente con dos pezones de color café con leche que a momentos llamaban cada vez más a mis ojos

- ¡Joder! – Se me escapó de mi garganta – lo siento, perdona – dije inmediatamente después.

Pili mirándome a través del espejo se limitó a mirarme e intentar no reírse demasiado después de mis palabras.

- Lo que me faltaba, ponerme cachondo ahora – pensé mientras me acordaba de mis testículos doloridos.

Pili bajó sus manos camino a sus bragas mientras yo, inmóvil detrás de ella no apartaba la vista de sus tetas.

- Ya estoy – dijo mientras su mano izquierda se apoyaba a la vez que se sujetaba en la mampara metiéndose dentro de la ducha.

Miré al suelo y vi sus bragas negras tiradas delante de mí que no dudé en cogerlas para meterlas en la trampilla para lavar la ropa. Al tenerlas en la mano, no pude evitar mirarlas y ver unas manchitas blanquecinas en su interior.

- Joder, como viene esta… borracha y cachonda – dije retorciéndolas en mi mano para meterlas en la trampilla.

- No tendrás vergüenza ahora de verme dessnuda, ¿no? – Dijo Pili desde dentro de la ducha mientras se mojaba el pelo – además, yo a ti ya te he visto desnudo varias veces y por una vez me tocaba a mi – dijo mientras su cara se ocultaba entre el vapor del agua.

- No, tranquila – dije yo sentándome en la taza.

A través del cristal de la mampara se podía distinguir si vagina. Depilada pero con una línea de pelo que acababa en justo encima. Me iba a ir para no seguir poniéndome “malo” con Pili cuándo me llamó desde dentro de la ducha.

- Métete conmigo para lavarte antes, ¿no pretenderás darte la crema con eso sucio? – dijo abriendo la mampara.

- Ya me he lavado, lo tengo limpio – dije yo mirando al suelo.

-¡Joder! Parezco un “pagafantas” evadiendo lo que en ese momento parecían invitaciones a follar.

- Vamos, no me rechistes más o salgo a por ti – dijo agarrando mi brazo tirando de mí.

- Vale, vale, voy – dije

Me desnudé dejando mi pijama en el suelo mientras Pili no dejaba de mirarme con la mampara abierta.

- A ver, déjame que lo haga yo – dijo ella.

- ¡NO! – grité yo.

- Tranquilízate, solo quiero limpiarte, nada más – dijo Pili.

- Perdona por la contestación pero como comprenderás no es que me vaya a venir muy bien tu ayuda justo en este momento – dije mientras en mi cabeza la maldecía por hacerme tener mis huevos doloridos.

- Juro que no te voy a hacer daño – dijo mientras echaba jabón en la esponja – además, tampoco sería la primera vez que te la tocara…

Con una mano me sujetaba el pene hacia arriba mientras su otra mano lo más delicadamente posible me frotaba con la esponja. No sé cuanto tiempo pasó cuando la oí:

- Ya he terminado – dijo dejando la esponja en una esquina y frotándose la cara con sus manos – pásame la toalla, por favor.

- Salgo y te doy una del armario - dije saliendo de la ducha.

Yo dándola la espalda alcancé la toalla colgada tras la puerta y se la dí sin girarme.

- Toma – dije.

- Puedes darte la vuelta, no muerdo – dijo Pili.

Cuándo me giré la vi apoyada sobre su hombro en la mampara mientras sus manos extendidas esperaban la toalla.

- Por favor Pili, que no estoy en condiciones de… - dije mirando hacia un lado.

- ¡Uy! Perdona, no me acordaba de lo tuyo... – dijo ella mientras se secaba por partes el cuerpo.

- Mentirosa – pensé.

- Te espero en la cama – dije saliendo del baño.

- Voy contigo – dijo saliendo detrás de mí.

Me tumbé encima del colchón mientras en mi cabeza sobrevolaba la imagen de Pili con su cuerpo y sus pezones llamándome...

- ¡No! – pensé para mi – cuándo termine de secarse, que se tumbe y se duerma.

- Venga, dame la crema que ya vamos tarde hora – dijo sentándose a un lado de la cama mientras la toalla por momentos se caía rozando su piel.

- Túmbate, no me la eches – dije yo – necesitas descansar.

- No seas tonto y dámela – replicó ella levantando una de sus cejas mirándome.

- Joder – dije mientras del cajón sacaba el bote.

Pili tiró la toalla al suelo, se subió a la cama y delante de mí apoyada sobre sus rodillas con sus piernas abiertas dejando su tesoro a plena vista, se extendía sobre sus palmas la crema.

- Venga, abre las piernas – dijo echándose hacia delante.

Sus tetas bajaron por delante de ella hasta que quedaron apoyadas sobre la colcha. Desde mi posición solo veía su cabeza entre mis piernas y un poco de su espalda asomar entre su pelo. Sentí como su mano volvía a levantarme la polla hacia arriba mientras la otra mano me masajeaba los huevos. Yo rezaba porque acabara pronto mientras intentaba pensar en cosas desagradables para que mi polla ni siquiera hiciese el amago de levantarse.

- Los tienes mejor – dijo Pili levantando su cabeza de entre mis piernas - ¿te duele? – preguntó.

- Un poco – contesté.

- Tendré cuidado – dijo mientras el sonido de su respiración empezaba a ser mas fuerte y solo se la escuchaba a ella.

Su mano seguía agarrada a mi polla que sumisamente se movía hacía los lados a medida que me extendía la crema. De repente su cabeza se volvió a asomar entre mis piernas:

- Ya está – dijo sonriéndome – voy a limpiarme las manos al baño, no tardo.

Yo miré a mi pene que ella había dejado hacia arriba pero que poco a poco fue cayendo resbalándose por mi pierna.

- Quita – dijo Pili volviéndose a subir al colchón y su dedos bordearon mi polla sujetándomela de nuevo.

- Vamos a esperar un poco que la piel absorba la crema – dijo mirando mi entrepierna.

- De verdad, puedo hacerlo yo – dije mientras con mi mano intenté liberar mi polla de la suya.

- No, déjame a mi. Debo cuidarte y darte todo lo que necesites – dijo mientras su otra mano me empujaba el pecho hacia atrás.

- Túmbate y déjame a mi, no insistas – dijo levantando una ceja mirándome de lado.

- Vale, vale… tu sabrás – dije.

Me pidió disculpas por lo que me había echo ni sé la cantidad de veces pero, después de verla el cuerpazo que se gastaba, mi enfado ya era algo olvidado. Mientras hablábamos, su mano no dejaba de mover mi polla de un lado a otro, y claro, al final acabé cediendo a su tacto y mi polla comenzó a crecer.

- Veo que ya estás mejor – dijo levantando mi polla – parece que mi cura te ha venido bien.

- Si, me a aliviado mucho – dije yo mirando al techo imaginando su cara con mi polla morcillona en su mano – Lo siento, perdona por mi…

- Sshhh! – dijo ella con su dedo entre sus labios – no pasa nada, es normal. Lo que me extraña es que no se hubiera puesto antes así.

- Es que intentaba evitarlo – dije sin mirarla.

- No pasa nada, me gusta… - dijo mientras su mano empezaba a subir y a bajar muy despacio.

- Por favor, para – dije

- ¿Qué pare el que? – dijo Pili.

- Lo que estas haciendo – contesté mirándola fijamente.

- ¿No te gusta? – contestó.

- Si me gusta, pero mira lo que me hiciste por precisamente…

- Ya, no me lo recuerdes – dijo agachando la cabeza pero su mano no cesaba de masturbarme. Su otra mano libre se paseaba por mi pierna de arriba abajo y su lengua se paseaba por sus labios recorriendo cada milímetro de ellos.

De pronto su cabeza desapareció de mi vista y noté su lengua recorrer mi glande en círculos.

- No, no, no, para, para – decía yo mientras mi cuerpo parecía desobedecer cualquier orden de parar aquello.

Sus labios bajaron por mi polla hasta que no la cabía más en su boca y vuelta a arriba. Si su hermana era toda una maestra, ella parecía ser quién la enseñó. Su lengua se centraba en mi glande a la vez que sus labios presionaban impidiendo la salida de mi glande de su boca. Cuándo me dejé llevar por mis instintos levanté su cabeza con mi mano y tirando de su pierna hacia mi, la di la vuelta hasta que su tesoro quedo a escasos centímetros de mi cara. Primero la acaricié bordeando sus labios hasta que mi dedo índice encontró su botoncito masajeándolo en pequeños círculos. Separé sus labios y como si un demonio me poseyera, mi lengua instantáneamente se abrió paso entre ellos recogiendo cada flujo que emanaba de ella. De arriba abajo paseaba mi lengua hasta que poco a poco se fue introdujendo dentro de ella, penetrándola con mi lengua a la vez que mi dedo índice no dejaba de jugar con su botón.

No estuvimos mucho en esa postura hasta que, casi de un brinco, Pili se incorporó, se volvió a girar y pasando una pierna por encima de mí, quedamos como si fuéramos a hacer “tijeras”. Agarró mi polla y la dirigió a su coño hasta que mi glande desapareció en su interior. Sus gemidos y suspiros aumentaban cada vez que mi polla entraba y salía hasta que estuvo totalmente dentro de ella.

Nuestras ingles chocaban en cada embestida pero nos daba igual con tal de seguir sucumbiendo al placer. Cambiamos de postura y ella se me echó encima. Sin casi dejarme coger aliento, nuestras lenguas se fundían en un intenso beso. Mis manos intentaban abarcar cada una de sus tetas, algo obviamente imposible. Su mano volvió a buscar mi polla entre nuestros cuerpos hasta que abierta de piernas como estaba encima de mí, comenzó a frotarse mi glande por su coño. Unos segundos después, cuándo ella se encontraba con los ojos cerrados sintiendo lo que probablemente sería un orgasmo, volví a introducirme dentro sin darla tiempo a impedirlo. Ella al sentirme de nuevo en su interior, abrió los ojos y sin decir nada, su cadera pasó a ser una montaña rusa y mi polla una triste vagoneta con las ruedas a punto de romperse.

Imaginaros por un momento si os hicieran eso con tantas ganas lo que aguantaríais. Eso fue lo que me ocurrió, por más que intenté hacerla parar, no hubo forma y me corrí sin tiempo a intentar nada para evitarlo. Pili en cuanto sintió que mi semen la llenaba se derrumbó sobre mí apoyando su cabeza sobre mi pecho, justo debajo de mi barbilla mientras yo comenzaba a pasar del placer mas extremo que había podido sentir al dolor mas inhumano a medida que mi cuerpo volvía a la realidad.

Una lágrima comenzó a bajar por mi mejilla mientras intentaba aguantarme esos dolores que poco a poco fueron paralizando mi cuerpo.

- Ha valido la pena. No debería haberlo echo, pero joder… - pensé para mi mismo mientras mis párpados aprisionaban mis ojos.

- Tengo que confesarte que cuándo Mili me contó lo de la playa, me sentí traicionada. Creí que habiendo sido yo quién más veces te había visto desnudo o follando, a lo mejor podrías querer algo más… - dijo besándome el hombro.

- Pili, ahora no por favor – dije llevando una mano a mis huevos, o lo que fueran en aquel momento – no es el momento para que me sueltes eso.

-¿Por qué? – contesto ella elevando su cabeza de la almohada.

- Mira, me estoy aguantando el dolor porque esto no debería haber pasado, y menos hoy después de tu “apretón”. Tú estas borracha y me siento como si me hubiera aprovechado de ti y no quiero sentirme así. No es que no quisiera hacerlo contigo pero… - necesitaba decirle que me sentía muy dolorido pero no quería que ella se sintiera defraudada o molesta por mis palabras.

- No digas nada. Solo creí que después de hacerlo con mi hermana… me sentí defraudada por no haber conseguido mantener una línea roja entre los tres pero ahora que esa línea ya la hemos cruzado pensé que… - y dándose la vuelta se fue a levantar de la cama. La cogí del brazo tirando de ella hasta que su cara se quedó a escasos milímetros de la mía:

- ¡Que no! ¡No! – la interrumpí – No me entiendes. Sólo intento decirte que mis huevos me están matando de dolor, ¡no deberíamos haber follado joder! ¡No que no quisiera estar contigo o follar! – la solté del brazo y esa misma mano me la lleve a mí frente a la vez que resoplaba varias veces.

Pili todavía bajo los efectos del alcohol tardó un poco en reaccionar y llevándose la mano a la cara apoyándola sobre su moflete:

- ¡Es verdad! ¡Lo siento! ¡Lo siento! Tus… cosas – dijo sin atinar a ninguna palabra que pudiera describirme mirando mi mano encima de mis huevos - ¡Mierda! ¡Joder! – y sé giró hacia su mesilla descolgando el auricular del teléfono.

Pidió una bolsa con hielo a la recepcionista que la atendió al otro lado y un minuto después un botones ya llamaba a la puerta. Envolviendo la bolsa en una toalla me la colocó sobre mis testículos mientras ella no dejaba de lamentarse y disculparse. Estuve con la bolsa de hielo puesta hasta que los hielos dejaron casi de ser hielos y la toalla parecía recién salida de la lavadora. Como habíamos mojado la cama con el agua, me ayudó a cambiarme al sofá que por suerte para nosotros se hacía cama. Nos tumbamos sobre ella y sin decirnos nada más el uno al otro, nos quedamos dormidos.