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La caza de la renegada

en No Consentido

 

La nación sin ley: Así se conocía a la espesa llanura en la que se hallaban los peores criminales del salvaje oeste. Desde la villa de Five Points, pasando por el gran cañón y la enorme metrópolis donde residía el casino indio; no había en todo ese gran terreno de sol y arena una sola placa de sheriff que no estuviese enterrada bajo el polvo y la arena o en el bolsillo de algún ratero buscando sacarse unos cuartos.

    En Five Points había una cantina llamada ‘’Saloon” donde se reunían, además de los granjeros y respetables habitantes de la zona; la peor escoria que ha pisado estas aquellas  desérticas tierras: Ladrones, violadores, asesinos, matones… no había ni un solo tipo de delito que no hubiese sido practicado por aquellos lares.

    La famosa taberna de la villa era el lugar favorito para los trapicheos de delincuentes porque, a pocos metros, se hallaba la iglesia del sacerdote Pedro, el cual absolvía de todos sus pecados si de verdad se mostraba un profundo arrepentimiento.

    Irónicamente, todos los pecadores eran hombres de dios y suplicaban clemencia, pese a que poco después de salir repitiesen las mismas atrocidades sin miramiento alguno.

 

Gatillo fácil

 

La penumbra nocturna se había cernido sobre Five Points y su taberna. Los últimos rayos de luz desaparecieron en cuanto el sol termino de ocultarse en el horizonte. Cánticos, risas, disparos ocasionales y música de piano era la banda sonora que reinaba en el interior de aquel local. Las calles del pueblo estaban desiertas y tan solo en el interior de los edificios reinaba la presencia humana; iluminada por chimeneas, antorchas y velas.

    Los truenos irrumpían en Saloon sin inmutar a su clientela: Las putas se frotaban contra los hombres que habían tenido a bien contratarlas; hombres que, por lo general, no eran granjeros ni trabajadores honrados sino más bien todo lo contrario.

    Las bailarinas, en el escenario, dejando entrever su ropa interior en cada movimiento siendo arropadas por una lluvia de billetes de dólar y, en alguna ocasión especial, recibían billetes de veinte directamente entre la ropa interior por los borrachos que las rodeaban, hombres ebrios que cantaban canciones inteligibles, palabras sin significado alguno.

    “Los hombres de negocios” se encontraban ubicados en las mesas más alejadas del escandalo, disfrutando de la máxima intimidad que se podía disfrutar en el local.

   - ¡Ay! Tontorpueblo… ¡No me toques! –Le recriminó una de las scorts a un joven de pocas luces que se había acercado a manosearla.

   - ¡HjaHjaHja! Perdón, moza -aseguraba el disminuido mental mientras se hurgaba la nariz, provocando la aversión de la muchacha al ser manoseada por la mano restante de este con cara de pillo.

 

Dio la impresión de que el joven esperaba una bofetada, pero en su lugar la cantina quedó en absoluto silencio. Nadie movía una pestaña; todos, incluido Alex (tontorpueblo), clavaron sus ojos en las ventanas y la puerta del local.

    El silencio les brindó la oportunidad de escuchar a la perfección el sonido de los cascos de un caballo golpeando violentamente la tierra; algo extremadamente inusual debido a que los viajeros llegaban y se marchaban de día. Nadie vagaba de noche, nadie a excepción de Gatillo fácil.

    El potro se detuvo frente a la cantina; su jinete bajó él y ató a la montura al poste para, después, iniciar un andar de paso fúnebre e imponente (el andar de un rey), hacia la puerta del local.

    En el interior pocos eran los que habían dejado de mirar a los ventanales y a la puerta, más interesados, según denotaban sus miradas, en observar las reacciones de los demás… y no era para menos: Algunos se miraban compungidos sin decirse nada, otros sudaban, algunos temblaban… pero nadie rompió el silencio ni el voto de inmovilidad.

    La silueta oscura subió los cuatro escalones de madera hasta llegar al porche, donde continuó andando siendo acechado por las miradas a través de los cristales hasta que llegó a la puerta. Se detuvo un instante; todos oyeron el suspiro que precedió a su cautelosa entrada a través de las puertas vaivén que chocaron contra el marco dejándole paso hasta volver, con un ruido repetitivo, a su posición estática inicial.

    Todo tipo de miradas fulminaron a la silueta: miradas asesinas, temerosas, inquisitivas, indiferentes… pero nadie hizo nada. Las bailarinas habían dejado de bailar; las putas de frotarse en las rodillas de sus clientes, los borrachos de beber y los maleantes de trapichear.

    Todos tanteaban desde sus asientos las culatas de sus revólveres; preparados para desenfundar y disparar… pero nadie movió un dedo.

     La silueta, estaba ataviada con excesivo ropaje que le daba más volumen a su cuerpo del que en realidad tenia: Un sombrero y un pañuelo de colores claros tapaban el rostro del desconocido, aunque todos parecían conocer la identidad de quién se escondía detrás de la tela y el cuero.

     Todos se miraban de refilón a lo “Clint Eastwood” con miradas nerviosas y en constante movimiento, buscando respuestas en las acciones de los demás, pero como nadie pestañeaba siquiera, no ocurrió por su parte nada en absoluto.

 

La silueta fue quien rompió el hielo. Reanudó su andar tranquilo y despreocupado hacia la barra del bar; se sentó en el taburete, se quitó el sombrero y se bajó el pañuelo que tapaba su boca hasta dejarlo colgando de su cuello: una joven mulata de oscuros ojos, labios carnosos y mirada muerta.

    No desvió la mirada que le dirigió el camarero y, con una rapidez impresionante, levantó el dedo índice de su mano derecha oculta bajo un guante de cuero oscuro, provocando que el dueño del local actuase en consecuencia colocando frente a ella una copa y una botella de Whisky.

    Al ver que por su parte no iba a suceder nada interesante; todos volvieron a sus quehaceres: Las putas comenzaron a beber, los malhechores a restregarse en sus rodillas, los borrachos a bailar y las bailarinas a trapichear. Nadie se concentraba en sus propias acciones tanto como en observar a la recién llegada, y nadie se le acercó, a excepción de tres matones que, con paso desvergonzado, se acercaron a ella por detrás con sonrisas de oreja a oreja; ella por su parte pareció no percatarse, continuaba totalmente quita con la mirada clavada en exposición de botellas del bar; solo rompió su voto de inmovilidad para beber y vaciar su vaso.

 

El hombre más alto, ubicado entre los tres, se quitó el sombrero (siendo imitado por los otros dos), y tocó con suavidad el hombro de la mulata. Ella no se giró, no se molestó en mirarlos, simplemente se limitó a llevarse la copa a los labios.

   - ¿Qué queréis?

   - Perdone usté, moza -empezó a hablar con un tono amable y simpático, pero denotando burla y desprecio en cada silaba; su forma de expresarse era paleta y burda, algo habitual entre transeúntes y habitantes del yermo-, ¿Y esos trapo que lleva? Cualquieh hembra que se precie eh vestía d’una manera digna.

   - Visto como me place -le contradijo ella tajante sin inmutarse.

   - Pueh a estoh doh y a mí noh parece que buscah llamah l’atención d’un macho.

   - O d’unoh cuantoh -añadió uno de sus compinches riendo entre dientes.

   - Que t’agan sentir perra -concluyó el tercero.

 

Por primera vez la mujer se dio la vuelta sin levantarse; evaluó con la mirada de abajo a arriba a los tres hombres y, cuando hubo terminado, se dio la vuelta y continuó bebiendo.

   - No me interesa -sentenció.

 

El tontorpueblo, que ni se había dado cuenta del silencio que se había adueñado de la estancia, se limitó a reir ante la respuesta de la joven. Uno de los tres matones le amenazó con una mirada asesina y, en consecuencia, Alex se llevó las dos manos a la boca para tapársela, como si no fuese capaz de cerrarla por si mismo.

   El más alto de los tres hizo una mueca, mostrando así no soportar el rechazo.

   - Mujeh. ¿Sabeh quieneh somoh? Viajas sola,  un poco de protección no te vendría mal… Y no hace farta que noh pagueh con oro -fanfarroneó él; los otros dos se mofaron, cómplices.

   - No sé quienes sois -murmuró antes de acabarse de un trago la bebida, dejando de un golpe el vaso vacio en la barra. Luego añadió-: Y eso quiere decir que no sois nadie.

   - Te bastará con sabeh que cuando quiero algo lo consigo, por las buenah o…

 

No pudo terminar la frase. La mujer no se movió un milímetro, seguía dándole la espalda pero, bajo su axila se produjo un estallido que delataba el cañón oculto que la joven tenía preparada. El más alto de los tres cayó fulminado de espaldas. Cuando los otros dos, a los pocos segundos, se dieron cuenta de lo que pasaba y lanzaban sus manos a las culatas de sus pistolas ya era demasiado tarde, otros dos disparos se produjeron derribándolos al instante.

   La mulata se levantó, se llevó el cañón del revolver (el cual desprendía un filo hilo de humo) a los labios y soplaba. Se agachó sin enfundar el arma y registró los cadáveres de sus víctimas, extrayendo de ellos dinero, munición, armas y otros objetos de valor para meterlos en una bolsa.

   Toda la clientela de “Saloon” quedó boquiabierta e inmóvil mientras eran testigos de la escena. Cuando la joven hubo terminado, volvió a alzarse y fulminó con la mirada a todos y cada uno de los presentes; retándolos a enfrentarse a ella… pero nadie movió un musculo. Las manos que hacía unos segundos tanteaban sus culatas ahora se posaban encima de las mesas.

   Enfundó el arma, se colocó el sombrero; se dirigió al mozo y contrató una habitación, subió las escaleras con paso lento y cauto hasta que se hubo perdido en el pasillo que llevaba a las estancias individuales, donde desapareció.

   El silencio se transformo entonces en un escándalo de gritos, imitaciones y contradicciones. Todos los presentes comenzaron a analizar lo que acaban de presenciar y, poco a poco, la rutina habitual de desfase, borracheras, folleteo y disparos volvió a adueñarse de la cantina, como si nada hubiese pasado.

Te debo una

 

De la misteriosa mujer, nada se conocía: Ni la identidad, ni el origen ni sus intereses. Solo se sabía que la perseguía la muerte; ella era letal y donde iba perecía la gente. Era capaz de enfrentarse a ella sola a emboscada de decenas de hombres y acababa sin un solo rasguño rebuscando en los cadáveres de los fallecidos.

   Nadie sabía a quién o a qué era lo que buscaba, pero sobre eso había todo tipo de rumores, cada una más exagerado que el anterior. Pocos quedaban que no supiesen de su reputación y los que osaban atacarla, su vida se veía reducida al polvo y a la arena del desierto: siendo alimento para buitres, hienas, perros salvajes y gusanos…

 

***

 

El joven Alex despertó sobre su colchón de paja rodeado de cerdos, los cuales roncaban plácidamente mientras las moscas se daban un festín con sus deposiciones. El joven agarró su sombrero raído y se levantó, andando hacia la puerta del establo y saliendo al exterior. Se desesperezó crujiéndose la espalda y rascándose los testículos, acumuló mucosidad en un escupitajo y lo lanzó al suelo.

   Era un joven apuesto y con un físico normal en cualquier mozalbete sano de su edad, el problema estaba en su intelecto y agudeza mental.

   Observó a su alrededor sin nada que se saliese de lo habitual desde que llegó al pueblo: Caballos en los postes, las señoras haciendo sus quehaceres matutinos, ganaderos haciendo trapicheos con sus negocios, putas saliendo de sus niditos del amor y cadáveres pudriéndose al sol frente al Saloon.

 

La rutina no tardaría en romperse pues unos bandidos con los rostros tapados tras prendas de ropa y sombreros aparecieron de la nada sobre sus caballos y bajando ante el Saloon. Eran cinco y se les veía nerviosos y agresivos; todo el mundo presenciaba como intentaban llevarse el hermoso potro blanco que, sin duda alguna, pertenecía a la mulata misteriosa pero nadie, absolutamente nadie cuerdo y mínimamente inteligente que valorase su vida se atrevió a interponerse.

   Pero Alex era especial, él no era como los demás. Se agarró a los tirantes del pantalón para estirarlos hasta sus hombros e, inflando sus pulmones, se acercó al grupo de maleantes con paso decidido.

   - ¡Eh! -Los alertó el deficiente mental-. ¡Ese jamelgo no eh vuestro, eh de la moza negra! -Su toque de atención los alteró mucho más, haciendo que se mirasen unos a otros. Uno de los que vigilaba se acercó al joven y lo derribó lanzándole una brutal patada a la altura del abdomen.

   - No te metas donde no te llaman, imbécil.

   - P·Pero eh que… el jamelgo no eh vuetro.

   - Pero nada, anormal. Lárgate de aquí o te pego un tiro.

   - Ese jamelgo no eh vuetro -repitió como si fuese una obviedad de la que solo él se hubiese percatado. ¿Acaso no se daban cuenta esos señores de que el caballo blanco no les pertenecía? Tras decirlo de nuevo, se envalentonó. Gritando:- ¡Ese jamelgo no eh vuetro!

    - ¡Se acabó! Voy a matar a este anormal -anunció desesperado el enmascarado, encargado de desatar al caballo. Apartó de un empujón a su compañero, desenfundó su revolver y apuntó sin vacilar al pobre tonto, apretando el gatillo: Hubo dos estruendos que ensordecieron el poblado entero, provocando que las mujeres presentes se llevasen las manos a la boca y a la cabeza; los hombres, por el contrario impasibles, tragaban saliva al ser incapaces de moverse un solo centímetro.

 

Alex calló de espaldas llevándose la mano al hombro izquierdo. Presionando la perforación provocada por el impacto de bala. Cuatro estruendos más se produjeron (prácticamente instantáneos) cuando el matón que había disparado al tonto cayó fulminado con un gemido de dolor. Pese a que los otros cuatro bandidos no desplomaron al mismo tiempo, si lo hicieron a tiempos muy parecidos.

   Todas las miradas fueron a parar al tercer piso del Saloondonde se hallaba quieta como una gárgola la mulata, la cual se llevó a la boca el cañón de su revólver y sopló sin dejar de mirar a los cadáveres; recargó su arma colocando, con una impresionante tranquilidad, las balas en el tambor de la pistola para después colocar el arma en su funda y dar la espalda a la calle principal; volviendo a su habitación.

   Pasaron pocos minutos antes de que reapareciese en el porche del local, saliendo por la puerta y deteniéndose bajo el porche, analizando con sus ojos de halcón todo el panorama. No tardó en caminar hacia los cadáveres y rebuscar entre sus pertenencias en busca de objetos de valor, los cuales acabó metiendo en los maletines situados en la silla de montar de su caballo.

 

Desató el complicado nudo y se montó en él. Tiró una bolsa de monedas a los pies de Alex mientras decía:

   - Gracias. Te debo mucho -reconoció con un breve asentimiento. Pese a todo su expresión facial continuaba siendo inescrutable-; no lo olvidaré. -aseguró, dando unos suaves golpes con los pies en los costados del caballo; salió trotando de Five Points ante la aterrorizada mirada de sus habitantes. Ocho muertos en una sola madrugada por una sola persona, ni más ni menos.

Ya no te debo nada

Un tiroteo se cernía sobre el raso paramo vecino a Five Points. Un caballo blanco con parte de su pelaje teñido de sangre y su jinete malherida trotaban por el llano huyendo de una decena de bandidos que, desde sus monturas, disparaban sin acertar; todos gritaban improperios y se animaban unos a otros, como si el trabajo ya estuviese realizado, pero el caballo de ella era por fortuna el más rápido y poco a poco consiguió establecer entre ellos una distancia considerable.

   Un disparo había perforado el abdomen de la joven y, por fortuna, parecía haber atravesado su cuerpo sin más daños que arterias menores y algunos músculos. La mulata luchaba por no perder la consciencia, murmurando cosas en voz alta para sí misma. Buscando algún lugar en la lejanía que le sirviese de cobertura a la hora de plantarles cara; no tenía posibilidad alguna de hacerlo a campo a través.

   El número de disparos se vieron reducidos a la vez que aumentaba la distancia que los separaba, hasta que finalmente ellos se perdieron en el horizonte y ella se adentró en un pueblecito abandonado, el cual servía de referencia a los viajeros para llegar a la villa más próxima. Se introdujo en una de las casas en ruinas con el caballo y bajó de él, ya dentro, cerrando la puerta tras de si; la oscuridad era tal que no podía ver absolutamente nada en el interior, nada excepto unos finísimos hilos de luz lunar que se colaban a través de la rendijas de madera de la estancia.

   La joven sentía su sangre caliente derramándose por su ropa; sin dudarlo un segundo se arrancó violentamente la manga del brazo izquierdo usando los dientes, rasgándolo desde la base del hombro y al ser una tela bastante elástica pudo envolver con la tela sus caderas a modo de cinturón, deteniendo el sangrado de una forma chapucera pero eficaz.

   Sintiéndose muy débil, se sentó sobre sus tobillos para mantener la herida presionada contra su muslo; repitió el ejercicio que de memoria se sabía: rellenar a ciegas las recamaras de sus dos revólveres, pues el tercero no había llegado a usarlo. Habían bastado solo dos de ellos para plantar cara a la emboscada que le habían tendido en un pequeño pueblo. No eran los hombres que ella buscaba, pero si que eran caza recompensas que llevaban desde hacía un tiempo siguiéndole la pista.

   Una vez lista para reanudar el combate, colocó una de las dos pistolas que tenía desenfundadas en su carcasa dejando su percutor listo para efectuar un disparo rápido de ser necesario. Y, con la segunda pistola al lado de su pómulo y con el cañón apuntando al techo, abrió un poco la puerta que daba al exterior en busca de sus perseguidores.

   - Vamos… Vamos… -se impacientó al sentir la sangre fluir entre sus piernas; llegó un momento en que, hasta ella, que normalmente mantenía la cabeza fría, llegó a perder el control de sí misma. Miró a través de la puerta entreabierta: Uno, dos, cinco segundos… pero nada alteraba el silencio y la tranquilidad de la noche.

 

Si tenía suerte, el viento habría borrado las huellas de su montura y con la oscuridad de la noche no les habría quedado otra que rendirse; a las malas tendrían preparada una emboscada. Pero, cuando comprendió que nadie iba a llegar, abrió la puerta de par en par y, mientras enfundaba el arma, se dirigió a su animal la cual, aún fatigada, la miró desde el suelo suplicando más rato de descanso.

   - Te has portado muy bien, Venganza. Ya estaría muerta de no ser por ti -le agradeció acariciándole el lomo-. Pero necesito que hagas un último esfuerzo… -La malherida joven tiró de las riendas de su caballo, pero esta dejó caer su cabeza al suelo y se revolcó aún más por los suelos-. Por favor… -suplicó ella desesperada. Su montura debió entender la urgencia de la situación porque, resignada, se levantó y andó hacia la puerta.

 

No tardaría nada en llegar a Five Points donde ese mismo día había descubierto que se ocultaba (en sus cercanías) su siguiente objetivo, el cual le llevaría hasta el uno de los oficiales de la banda criminal: Ronaldo, el chivato.

 

***

 

Cuando quiso darse cuenta, trotaba por las desérticas calles de la villa. Su mayor miedo hasta el momento era verse sorprendida por indeseables y ser forzada a defenderse por su vida en aquellas lamentables condiciones.

   Como la última vez: Cánticos, risas y disparos provenían del Saloon; pero en lugar de acercarse al local por la calle principal maniobró por las avenidas secundarias en busca de la clínica del curandero de la ciudad.

   Cuando quiso darse cuenta se desplomó golpeándose la cabeza contra el suelo; inmóvil y obligándose a sí misma a mantener la consciencia, se vio arrastrada por alguien hacia un establo, dejando a su paso un rastro en la arena

   Cada vez veía todo más borroso, cada vez le costaba más mantener los ojos abiertos; no ayudó la oscuridad en el interior del establo, intentó forcejear pero fue inútil: No le quedaban fuerzas para nada.

 

El hombre, quien fuera que fuese, la dejó reposada sobre una superficie blanda. Se acercó a la joven herida pero ella, sacando fuerzas de donde creía que no quedaban, desenfundó con un movimiento automático el revólver y lo apuntó contra la silueta contrastada por la luz lunar del exterior.

   - Si me tocas, te mato -dijo una voz que no pareció salir de su boca. Pudo vislumbrar, en consecuencia, una sonrisa en la oscuridad y unas manos alzándose obedientes. Vio como aquella silueta retrocedía de forma lenta hasta perderse en la lejanía… una lejanía que no logró visualizar porque se quedó dormida.

 

***

 

La mulata convaleciente, despertó y abrió los ojos cegada por la luz solar. Parecía estar en su cenit y eso la confundió pues siempre despertaba durante el amanecer. Se intentó alzar, emitiendo un gemido de dolor; se percató que la superficie en la que se encontraba era de paja. Al recordar el motivo de su dolor, posó los dedos en la herida para descubrir finalmente que la perforación había sido cubierta con limpios vendajes.

   “Alguien me ha curado” -pensó buscando con la mirada al responsable, pero ella no tenía aliado alguno y eso le hizo desconfiar- ‘’Pero… ¿Quién y por qué?’’

   Tardó unos segundos en encontrar a un joven dormido en un rincón de la cuadra, al lado de Venganza. La joven se percató de que no había manchas de sangre en su ropa ni en su piel, por lo que automáticamente dedujo de que él no podía haberla salvado. Tras comprobar que nadie más se hallaba en la estancia, se levantó con dificultad y, meciendo el cuerpo del adormilado mozalbete con el pie, dijo:

   - ¡Eh! Mozalbete, despierta. Vamos -le apuró ella, deseando obtener alguna respuesta de lo que había pasado. Él abrió los ojos, los cuales estaban infestados de lagañas, y los clavó en el escote de la mulata-. Mis ojos están aquí… ¡Imbécil! -le reprochó soltándole al tiempo una patada. Ella no iba a tolerar que ningún hombre la mirase de esa manera.

 

La victima del golpe se cubrió la cara con las manos, delatando un posible miedo al maltrato. Ella no le golpeó más.

   - Me llamo Nora. ¿Cómo te llamas?

   - Alex. Aunque se me conoce como Tontorpueblo -respondió sacando pecho, orgulloso de poseer un titulo propio e intrasferible.

   - Encantada… ¿Me salvaste tú? -preguntó Nora decidida a ganarse su confianza.

   - T’encontré en mi cuadra como potraherida quereh. Tabah sangrandouna bestialidah, busqué portanto, ar padre Pedro pa que te salvase.

   - ¿A un sacerdote? ¿Por qué no llamaste a un doctor? -le cuestionó ella alzando una ceja.

   - Mia maja. Loh curanderoh curan er cuerpo, pero no l’alma. Tol mundo sabe que los hombres de dios lo curanto.

 

Nora intentó mantener el control, pensando que pese a todo el no había hecho nada con mala intención.

   - Vale. Está bien. Me curó un sacerdote. ¿No? -preguntó. A la mulata se le ocurrió que podría venirle bien, pues los sacerdotes solían obtener información privilegiada debido a las confesiones; al mismo tiempo se le pasó por la cabeza que sería muy mala suerte si se corría la voz de que estaba débil y vulnerable en aquella caballeriza.

   - No, no no. ¿Cómo va’curarte una heríabala padre Pedro, so burra. ¿¡Tah majara!? Le conté ar padre cabía una potra hería. Quel se lo contó a su moza (la cual es sobrina d’este), que buscase arcuranderoderpueblo. Pero como no l’oncontraba, la moza derpadrePedro se lo contó a la moza dercurandero, esta lo encontró y se vino paka. Te la quitó (la bala quiero decir) yo vomité, te puso lah vendas (bonitah ubreh que tieneh, potra), me contó que te contara algo, pero se m’ha olvidao.

 

Alex sonrió, como si estuviese satisfecho de haber dicho de carrerilla todo aquello sin equivocarse una palabra.

   - Empiezo a entender porque te llaman ‘’tontoderpueblo’’ -impregnando todas y cada una de sus silabas de veneno.

   - A musha honra, moza -asintió el mozalbete con una sonrisa estúpida a más no poder.

   - ¿Eres tonto o te lo haces? -preguntó la joven mientras comprobaba la munición de ambos revolveres y que ambas armas estuviesen en perfecto estado.

   - Mi mae siempre me desía que llegaría mu lejoh, y quera mu listo. Así que, en er fondo m’hagortonto.

 

Nora puso los ojos en blanco al tiempo que volvía a la pila de heno y rebuscaba asegurándose que no se dejaba nada; su tercer revolver se hallaba a un lado de donde anteriormente había estado tumbada.

   - Necesito que me lleves hasta el sacerdote, Alex -Al ver que iba a replicar, Nora se anticipó diciendo:- Las explicaciones luego.

   - Moza, me sarvaste el culo. Seré tu sirviente.

 

A la mulata ni se le habría ocurrido la idea de despreciar aquella oportunidad. Tener un sirviente lo haría todo más fácil en aquél momento de debilidad. Y como dudaba que el joven pudiese valerse por si mismo, lo arroparía bajo su ala protectora hasta que estuviese recuperada del todo.

 

***

 

Nora avanzó entre los bancos de aquella pequeña y modesta capilla de madera. Lo hizo con la cabeza gacha, tapada por el velo negro de seda que ocultaba su identidad. Una ropa que le iba sumamente pequeña, pero no podía protestar si la había tomado prestada.

   Se sentó en el borde del primer banco más cercano al altar y, por ende, del confesionario.

   Esperó a que el posadero del Saloon, el cual se encontraba arrodillado frente al locutorio, acabase su turno y se marchase. Una mujer, la siguiente en la cola hizo el ademán para levantarse, pero Nora fue más rápida colándose ignorando las quejas y los reproches que se granjeó por semejante descaro.

   - Ave María Purísima -murmuró el sacerdote. Nora juntó las manos y apoyó los codos sobre la base de madera. Estaba nerviosa, hacía mucho que no se confesaba pese a que, en un pasado no muy lejano, era de lo más creyente que podía encontrarse.

   - Sin pecado concebida… -susurró cerrando los ojos-. Perdóneme padre, porque he pegado. Hace demasiado que no me confieso. He tenido oportunidad, pero simplemente he huido de mi responsabilidad con nuestro señor.

   - ¿A qué se debe esa resistencia a absolver tus pecados, hija mía?

   - No creo merecer la absolución, padre.

   - Todos pecamos, hija. Desde que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, nosotros sus descendientes estamos destinados a vivir en pecado. Todo el que quiera redimirse; se arrepentirá y… así, será perdonado.

   -He pecado… y volveré a pecar.

   - No puedo eximirte de tus pecados si no sientes arrepentimiento ni sientes la necesidad de enmendarlo tus errores.

 

Hacía tanto que la joven no hablaba con alguien que no fuese ella misma o su montura de aquella manera tan casual que sintió el impulso de mentir, tomando el camino más fácil para conseguir lo que quería:

   - Siento la necesidad de confesarme y me arrepiento de todo lo que he hecho.

   - Es suficiente, hija. Procede.

   - Mis pecados son los siguientes: He matado a innumerables hombres, algunos porque me atacaron, otros por venganza. Y he disfrutado con ello.

   - Hija mía -susurró el sacerdote en un intento fallido de interrumpirla.

   - He perseguido y rastrado personas, las cuales me causaron un gran mal. Las he torturado e interrogado hasta la muerte. He saqueado objetos de valor de los cadaveres. He desconfiado y tratado mal a personas que, quizás, solo estaban intentando ser agradables conmigo… he mentido y he desechado lo mejor de mí, mi inocencia; lo que una vez me hizo ser humana.

   - ¿Has terminado?

   - Sí -volvió a mentir.

 

El sacerdote permaneció durante unos instantes en el más absoluto de los silencios. Al poco rato rompió la omisión de palabras, y lo hizo con un sermón.

   - Con cada nuevo penitente que acude a mí, mi fe en la humanidad se ve resquebrajada. Como buen cristiano y siervo del señor debo impartir justicia divina y dar al penitente paz… ¿Pero de qué sirve hija mía, si en cuanto se aleje de aquí volver a pecar…? No accidentalmente, como debería, sino en plena consciencia de sus actos -hizo una pausa-. Los creyentes se convierten, una y otra vez en pecadores… pero no vienen aquí arrepentidos. Vienen aquí porque temen morir y recibir el castigo divino. Pero no lo hacen por miedo a no poder convivir consigo mismos el resto de sus vidas. ¿Acaso no pasa lo mismo contigo, hija mía?

 

Nora abrió los ojos y miró a la red de paja que le separaba del sacerdote. El podía verla, pero ella a él no.

   - Tengo mis motivos, padre.

   - ¿Pero no puede acaso el ser humano perdonar?

   - No, padre. No puedo perdonar a los culpables de mis desgracias.

   - Cuéntame, hija mía -inquirió el sacerdote demostrando una curiosidad muy poco común en los curas parroquianos como él-, ¿Que pudo motivar a una jovencita como tú…?

   - No quiero recordar -susurró la mulata mientras por su mejilla recorría una gruesa lagrima.

   - Sigilo sacramental, hija mía. ¿Has hablado de esto con alguien?

   - No.

   - Ahí tienes el problema.

   - Solo le diré, padre, que no he venido aquí a confesarme. He venido aquí para que rompa el secreto de confesión que ha hecho con otras personas. He venido aquí para que me diga todo lo que quiero saber.

 

Al presionar la herida; el párroco sacó lo peor de Nora. Volviéndola agresiva y despiadada, unas llamas abstractas iluminaron su mirada. Ya no había marcha atrás, el sacerdote le brindaría toda la información que ella necesitaba… tanto si quería como si no.

 

***

 

Nora sacó su segundo revólver sin dejar de mirar a los dos únicos hombres que quedaban con vida. Alex la miraba boquiabierto desde detrás; había agotado el cargador de su primer revólver con seis hombres y de los dos que quedaban vivos sobraba uno. Un último disparo fulminó a un rubio, dejando al tuerto pelirrojo con vida, el cual ya había tirado la pistola a sus pies haciendo evidente su rendición

   - Chútala hacia mí -gritó Nora, eufórica- Yo de ti no haría ninguna tontería, Ronaldo. Ya has visto lo bien que disparo.

   -Maldita zorra… -se quejó el superviviente. Desconfiando, no dejaba de alternar miradas entre Alex y ella. A él miradas incrédulas y a ella miradas temerosas. Nora disparó dos tiros a sus pies haciéndolo saltar.

   - Túmbate en el suelo boca arriba. ¡Ya! 

   - ¿Para qué? Me vas a matar de todas formas.

 

Nora sonrió.

   - No tengo porque matarte. A algunos los mato por venganza. Y a otros, como tú, os cazo para obtener información. Así que sé inteligente y haz todo lo que te diga, responde a todo lo que te pregunte con sinceridad… Y saldrás vivo por esa puerta.

 

Alex sonrió y asintió, asegurando que sería lo mejor. Ronaldo echó una mirada indecisa a Alex y después volvió a mirar a Nora, la cual perdió la paciencia:

   - ¡Que te eches al jodido suelo!

 

Ronaldo le faltó tiempo para estirarse boca arriba.

   - Alex. Ata sus manos a la espalda… Ya.

   - Peo Moza. Nunca he atao a nadie.

   - Siempre hay una primera vez para todo. Hazlo.

 

Una vez atado. Nora se acercó y le bajó la cremallera de los pantalones dejando al aire una polla de oscuro color de piel, la cual se encontraba en su tamaño más reducido.

   - Podemos hacer esto por las buenas o por las malas… -musitó acercando sus labios al oído de Ronaldo-. Y por las buenas disfrutaras… mucho. Digamos… que estaré muy agradecida contigo si contestas mis preguntas.

 

El prisionero la miró sorprendido y un escalofrió le recorrió cuando Nora le mordió la oreja derecha mientras empezaba a masturbarle con la mano que tenía libre.

   - ¿Quieres más? Dime donde están Vieri, el gato y su jefe, el malo maloso.

   - ¿Qué jefe? -preguntó, riéndose- El máximo al mando ha sido siempre Vieri.

   - Todos sabemos que Vieri es solo la mano derecha del malo maloso -susurró juguetona Nora, divirtiéndose con el interrogatorio. Contoneó su escote a pocos centimetros de la cara de Ronaldo. El miembro de este ganó un tamaño considerable entre la mano de su captora-. Voy a decirte algo que no tiene nada que ver con el interrogatorio… ¿Sabias que hace meses que no tengo sexo con ningún hombre? Me muero porque me metan una dura y gruesa polla… como esta que tengo entre las manos.

 

Ronaldo se sonrojó acercando su boca a los labios de Nora, pero ella retrocedió unos centimetros.

   - ¡Ah! No… Si quieres el premio tienes que darme lo que quiero a cambio. Dime donde están el malo maloso y Vieri, el gato -susurró la mulata mientras se inclinaba y acercaba su boca al glande del recluso metiéndosela de pleno. Este miró a Alex, el cual se estaba masturbando sin reparo alguno ojeando el prominente culo de su ama. Justo cuando Ronaldo estaba apunto de acabar, Nora dejó de comérsela y susurró en su oído-. ¿Quieres que te de el gustazo? Dime donde puedo encontrarlos.

   - Su base está cerca del casino indio, en un poblado llamado Trovadores. En el hotel NewCroffort, el hotel es una tapadera… En la recepción tienes que pedir una reserva a nombre del autor invisible… te darán una llave que abre una puerta trasera; la cual lleva a un casino clandestino. Pero nunca vas a poder contra ellos… Acabaras muerta o al menos desearás estarlo.

   - No me mientes… ¿Verdad?

   - ¿Qué sentido tendría mentirte? No serviría de nada.

 

Nora palpó a su rehén con la mirada procurando saber si decía la verdad. Debió de ser así porque dijo:

   - Te estoy muy agradecida… Ahora voy a recompensarte como te prometí -susurró agarrándole de el miembro de nuevo. Ronaldo sonrió.

 

Un disparo lo pringó todo de sangre; Nora había disparado a quemarropa a los testículos de Ronaldo que se desplomó aullando de dolor.

   - Te recompenso con una muerte rápida si la comparamos con lo que tenía planeado -sentenció la mulata, devolviendo a su rostro el tono frio y indiferente de siempre.

 

Colocando la pistola en la sien de Ronaldo, presionó el gatillo y eso fue lo último que sintió Ronaldo antes de ser enviado a las profundidades del infierno ya que, muy posiblemente, hacía mucho que no se confesaba.

 

Viuda por un bala perdida

 

Aquella noche no había luna, solo espesas nubes negras expandidas por el firmamento.

Una fogata separaba a Nora y Alex además de ahuyentar a los depredadores y al frio. Ninguno de los dos se había dormido y se miraban en silencio.

   - Está bien. Te lo contare -anunció decidida, rompiendo el silencio.

   - ¿Er que, moza? -contestó Alex rascándose la cabeza.

   - Te contaré por qué persigo a todos estos bastardos. Mi esposo, en paz descanse, era un buscavidas, un bastardo… pero no era como el resto de delincuentes. El tenía sus propios ideales y sus principios, pero colaboraba con malhechores para salir del paso… y ganarse la vida. Yo era pertenecía a una prestigiosa familia británica…

   - Moza. No eh que no m’interese. ¿Pero… podríah ir a lo importante? ¿To Tieso? No eh   que tengamoh toa la noche. Tenemoh que descansah pah cumpli toa esa majadería de su vengansa.

 

Sorprendida, Nora se apresuró en una resumida explicación que hasta el más tonto de los mandriles pudiese entender… aunque quizás eso fuese esperar demasiado de Alex.

   - Mi marido, después de casarnos, colaboraba con una banda criminal. Pero su archienemigo, el malo maloso, cuya identidad solo unos pocos conocen, lo torturó y asesinó por una razón que desconozco. No conozco a nadie de la asociación criminal, pero los he perseguido y cazado desde entonces… Yo amaba a mi marido... Harry, su hermano pequeño, quedó traumatizado tras su muerte. Y yo pienso encontrar a esos mal nacidos y hacerles pagar.

   - Ah… Ahora entiendo muchah cosah -respondió él sorprendido mientras se hurgaba la nariz-. Peo… Si no conociah a nadie ¿Cómo sabíah a quien teníah que perseguíh, moza?

   - Tiré de los hilos -musitó Nora. Su mente voló hacia tiempos pasados, cuando aún era una joven feliz y despreocupada-. Durmamos un poco. Mañana nos espera un día movido. ¿Has entendido cual es el plan? ¿Tienes alguna duda?

   - Peo moza si io no voy a haceh nah.

   - Ah… Sí. Se me olvidaba que no sirves para nada útil -susurró Nora indiferente, al rato sonrió maliciosamente-. Quizás llegado el momento puedas serme de ayuda interponiendote ante mí y las balas.

   - A su servicio, moza.

 

La identidad del malo maloso

 

El sol se encontraba en su cenit; tras horas de travesía por el abrasador páramo, llegaron al gran acantilado desde el cual se podía observar en los límites del horizonte las imponentes montañas nevadas bordeando la gran extensión de tierra desértica, poblada por pequeñas villas interconectadas unas con otras. Entre todas ellas se hallaba el mayor casino de toda la Nación sin ley.

   Tras un vistazo rápido, Nora y su acompañante descendieron por el camino más cercano hasta llegar al poblado llamado Trovadores aunque, como bien era sabido por todos, era más conocido como el cuartel general del malo maloso y sus compinches.

   Pese a ser un secreto a voces: Los civiles, los viajeros, los comerciantes y otros organismos sociales influían en la clandestinidad del grupo criminal, permitiendo que estos se camuflasen entre ellos. Los ciudadanos de la zona y alrededores pagaban religiosamente sus impuestos a cambio de protección y la garantía de no ser acosados por los mismos delincuentes. Por lo tanto, el miedo colectivo de la sociedad era soportada debido al privilegio de la seguridad privada.

 

La población (al estar acostumbrada a las excéntricas visitas relacionadas con el hampa), no cometían el error de relacionarse ni inmiscuirse en los asuntos de dichas organizaciones. No reaccionaron al ver a la mulata y al tonto sobre sus caballos trotando por la calle principal.

   - ¿Onde s’esconderán? -preguntó Alex mirando a un lado y al otro de la ancha avenida. Pero antes de que Nora pudiese responder, vieron al final de la calle un edificio enorme, de muros blancos y piedra lisa que contrastaba con todos los demás edificios de madera de la zona: el hotel NewCroffort.

   - Ahí -respondió ella alzando el dedo. Sin más preámbulos, fustigó a su montura para que se dirigiese a las puertas del lujoso edificio. Tras desmontar, se enroscó los fajines con la munición de diferentes calibres alrededor del torso; Seis revólveres: dos bajo las axilas, dos colgados en sus fundas en torno a la cintura y dos escondidos en sus tobillos. De la silla de montar extrajo una mochila repleta de dinamita que se colgó de la espalda y, por último, agarró dos escopetas recortadas-. No parece que se escondan -susurró mientras apoyaba la recortadora de su mano derecha sobre el hombro derecho sin soltar el mango; dejó caer la escopeta de la mano izquierda, describiendo un movimiento de péndulo dejando el brazo muerto. Armada hasta los dientes, se colocó el sombrero y un manto triangular mariachi para tapar su cuerpo-. Vamos, Alex.

   - Sí, Moza -respondió obediente Alex. Bajó de su montura y agarró un trozo de madera para no ir desarmado, juntos, se acercaron al edificio dejando atras el cartel donde ponía: “Guarida secreta del malo maloso y compinches S.A”

 

 Una vez ante la puerta del hotel, Nora accionó ambos percutores de sus dos armas principales y pateó la puerta, abriéndola provocando un estruendo y entrando en el interior lista para matar a todo el que sostuviese un arma.

   La mulata vio a un sinfín de hombres levantándose, dirigiendo sus manos a sus armas pero ella era más rápida y antes de que pudiesen reaccionar ella ya estaba buscando una cobertura y apuntando a dos de ellos mientras memorizaba la localización aproximada de los demás pero, antes de que pudiese accionar ambos gatillos, todo se volvió oscuro.

 

El infame malo maloso y su mano derecha, el gato.

 

Una patada se estrelló en las costillas de Nora, haciéndole recuperar la consciencia. Estando estirada boca abajo tosió levantando polvo del sucio suelo. La habitación era oscura, estaba vacía y en un estado lamentable. Un hombre se hallaba en la puerta, observándola sin perder detalle mientras que el otro volvió a propinarle una patada, justo en la herida de bala que, pese a estar cicatrizada continuaba doliéndole. La mulata se retorció de dolor, obligándose a sí misma a no emitir sonido alguno que evidenciase su tormento y, en su lugar, estableció una posición fetal de autodefensa. Tras unos segundos de inmovilidad total, con la velocidad del rayo, dirigió sus manos atadas por las muñecas hacia las fundas ocultas en sus tobillos, pero resultaron no contener arma alguna. El hombre rió de forma cruel, mientras le propinaba una nueva patada esta vez en el hombro.

   - Noh hemoh asegurado de que no que’en armah ocultah. No ereh lo mihmo sin ellah… ¿Verdad? -se jactó mientras le propinaba una nueva patada en la cara con la suela de la bota al tiempo que la insultaba- Perra.

   - ¡Basta! – El otro hombre le apartó de un empujón, al tiempo que agarraba del brazo a la joven y la levantaba con cuidado- Vieri la quiere viva y sana… por el momento.

   - Mira que culito tiene -cuchicheó mientras le azotaba el culo al tiempo que ojeaba su cuerpo de arriba a abajo-. Cuando el jefe acabe con ella. ¿Creeh que noh dejará lah sobrah?

   - Seguramente -contestó el bandido que había detenido al otro mientras la llevaba a rastras hacia la puerta-. Aunque yo de ti no esperaría nada. ¡Andando! -ordenó pegándole un fuerte tirón del brazo. El hombre que la había agredido anteriormente, la agarró por el brazo restante y tiró de ella, levantándola

 

Nora no podía andar, la cabeza le daba vueltas y sentía como le sangraba la nariz. Sus rodillas rozaban el suelo mientras la conducían a algún lugar. En algún momento, tras cruzar varias puertas, la lanzaron sin pudor alguno al suelo de una sala muy diferente al resto, pues esta estaba repleta de estanterías con libros. Las maderas que constituían el suelo y las paredes eran de una textura brillante, nueva y dura. Ella gimió revolcándose en el suelo juntando la espalda con el suelo y buscando con la mirada algo que le llamase la atención, y lo hizo: Ambos vasallos la habían dejado a los pies de un hombre que sonreía con una inquietante amabilidad, en sus manos había un gato de pelaje blanco. El gato no abrió los ojos, se mantuvo ronroneando en los brazos del desconocido dejándose acariciar.

   - Señores… señores. Por favor. ¡Por favor! Eso no son modales. Ayuden a la señorita a sentarse en la butaca. ¡Venga! -les apremió al tiempo que les daba la espalda, rodeaba la mesa y se sentaba en el sillón de piel que precedía al escritorio.

   - Sí, Lord Vieri – Obedientemente, ambos sirvientes, agarraron con delicadeza a la mulata y la acompañaron en la silla. Nora miró con odio al hombre que tenía ante sí, nada menos que el segundo al mando de la organización a la que ella había estado dando caza.

   - ¿Qué le ha pasado en la cara? -preguntó arqueado una ceja examinando desde la distancia el rostro ensangrentado de la joven; dejó al gato sobre el escritorio que, tras desperezarse, se dirigió hacia el armario más alto donde de un salto lo escaló y se quedó en posición de esfinge sin volverse a mover. Sus ojos analizaban con curiosidad la escena, como si hubiese elegido el mejor lugar para ver todo lo que estaba a punto de pasar.

   - Se resistió y tuve que propinarle un buen golpe – se excusó el más bajo de sus dos lacayos. Vieri se levantó y se dirigió a la ventana, donde, tras echar una mirada rápida al exterior, volvió a encaminarse hacia su sillón de cuero, donde se sentó.

   - Me entristece enormemente que haya sucedido semejante infortunio bajo tu guardia. Me voy a ver obligado a tener que darte una lección…

   - Pero… ¡Señor!

   - Ban… -susurró mientras sacaba un revolver en miniatura de su manga y disparaba a la cabeza del asustado hombre-…neado de la organización. ¡John!

   - ¿Señor? -preguntó el vasallo restante con una mal fingida indiferencia.

   - Llévese el cadáver de ese inútil. Dígale a Lord Villanus que Gatillo fácil está en mi despacho.

   - Sí, señor -exclamó John agarrando al fiambre de su compañero y  arrastrándolo hasta la puerta, dejando un rastro de sangre.

   - Ah, y John.

   - ¿Señor?

   - Dígale que es una joven de exquisita belleza y me iré adelantando yo con su castigo.

   - Si, señor -respondió y, unos instantes después, ya se había esfumado de la habitación dejando solos a Nora y Vieri.

 

Se miraron largo y tendido en silencio hasta que Nora decidió romper el silencio.

   - Así que tú eres Vieri, el gato.

   - Así es, señorita. Y usted es Gatillo fácil -En ningún momento Vieri dejó de sonreír amablemente; manteniendo su expresión conciliadora.

   - Pues sí -respondió desafiante fulminándolo con la mirada.

   - Se ha hablado mucho de usted, Señorita. Nadie sabe siquiera su nombre… o el por qué estaba dando caza a mis hombres.

   - Wilson, año cincuenta y cuatro. Lo matasteis.

   - ¡Oh, Sí! Lo maté yo. Fue un baneo de la organización rápido e indoloro, pero… ¿Qué tiene que ver con usted?

   - Era mi esposo.

 

Una “O” perfecta se formó en la comisura de los labios de Vieri. Con las yemas de los dedos, se agarró uno de los extremos de su extravagante bigote frotándose la punta entre los dedos, todo esto sin dejar de mirar a Nora.

   - Una vez el estuvo bajo tierra, usted comenzó una caza de brujas contra los miembros de mi organización. ¡Y con un espectacular acierto, diría yo! Nos ha diezmado.

   - Aún me quedan como poco dos balas por entregar… y adivine que: Una lleva su nombre.

 

Vieri rio por lo bajo mientras se levantaba y se dirigía a una superficie de la cual colgaban toallas y un recipiente repleto de agua. Inmergió una de ellas y, tras acercarse a Nora, le frotó la cara limpiándosela de sangre seca y suciedad.

   - Está viniendo aquí alguien muy especial para usted. Yo no le conozco, por supuesto, pero según tengo entendido es alguien por quien usted daría la vida.

   - ¿Qué está diciendo? -preguntó confusa, poniendo cara de asco mientras el rufián le frotaba con el trapo húmedo la cara.

   - ¡Oh! Por supuesto, no se lo he dicho. Verá, nosotros ya sabíamos su identidad, el problema era encontrarla y, en todo caso, cazarla sin herirla. El malo maloso, cuya identidad conocerá pronto, era muy amigo de su esposo, Wilson. De hecho, eran hermanos de armas y aunque usted y él nunca se conocieron… Él si sabía de su existencia.

   - No me queda nadie que me importe -aseguró convencida.

   - De eso se equivoca… hay una persona. Y hará todo lo que le digamos si no quiere que le pase nada malo.

 

Nora se rio al entender a quien se refería; Vieri la observo en silencio con curiosidad al tiempo que esperaba que ella se explicase.

   - Ya sé a quien se refiere. Y no me importa un carajo -musitó entre risas.

   - ¿Ah, no? –La cuestionó Vieri, pero tan pronto hubo terminado la pregunta comenzó a reírse también, algo que preocupó a la joven mulata-. Me temo que voy a discrepar. Usted y yo, a mi parecer, no nos referimos a la misma persona.

  - Solo hay una persona y yo… -tartamudeó insegura, la desconfianza ya había calado hondo en ella.

 

La única puerta de la habitación, la que se hallaba a espaldas de Nora, se abrió. Se oyeron varios pares pasos acercarse a Vieri, el cual estaba apoyado sobre la mesa, y la joven prisionera, al ver a Alex vestido de traje y con un peinado totalmente diferente le dio un vuelco al corazón.

   - Hola, Nora.

   - Alex ¿Qué…? -susurró indiferente, en estado de shock, pese a todo ella creía saber lo que sucedía.

   - Bueno, es cierto que mi nombre de pila es Alex, pero todos me conocen por Malo Maloso o Lord Villanus, a tu servicio -se identificó con rostro inexpresivo y frio, la cara aseada y sin manchas contrastaba totalmente con el recuerdo que ella tenía del joven sucio y de pelo despeinado-. Entiendo que te haya impactado. Si quieres podemos hacer esto por las buenas… -Pero ella ya estaba en pie, lista para arremeter con todo su cuerpo, dirigiendo las manos a la cara de su archienemigo con la intención de sacarle los ojos. Sin embargo, unas manos surgieron por detrás de ella y, tapándole la boca y la nariz con un paño húmedo, no tardó en quedar atontada e indefensa, escuchando a lo lejos lo que pasaba en aquella sala llena de gente. Su único pesar era haberle tenido tan cerca y no haber podido matarle.

 

El castigo del malo maloso

 

Al contrario que la ocasión anterior, aquella vez al recuperar la consciencia se removió incomoda por la comodidad del soporte que la resguardecía. No tenía ataduras y se sentía increíblemente ligera. Al abrir los ojos vio su cuerpo limpio y lo notó perfumado, sus brazos y sus piernas estaban desnudas, pero su torso, sus caderas y su entrepierna estaban ajustados por un corsé de color negro sorprendentemente ajustado.

   Se encontraba recostada sobre un sofá de tela roja, respaldo y patadas doradas. No estaba sola en aquella gran sala de espejos, telones escarlatas y sillones propios de las instituciones más prestigiosas. Hombres con máscaras de carnaval formaban un numeroso grupo cerrado, desde el cual cuchicheaban y la miraban de forma lasciva con sonrisas maliciosas. Ella no alcanzaba a escuchar que decían, pero aquellas miradas no auguraban.

   Aquellos hombres parecían inofensivos al lado de los numerosos guardias de seguridad, colocados estratégicamente cerca de las puertas y posibles salidas, pero también desde palcos donde había espectadores que, al contrario que los otros, no parecía que fuesen a querer participar en lo que sea que tuviesen preparado.

 

Alguien aplaudió para silenciar a la multitud y acaparar toda la atención; Vieri y Alex, el Malo Maloso, surgieron de entre el grupo de enmascarados con relucientes trajes de gala, ambos portaban mascaras, pero eran fácilmente reconocibles.

   - Bienvenidos. ¡Bienvenidos señoras y caballeros! -Alex inició aquel discurso con gracia, nadie le interrumpió y todos los asistentes parecían hipnotizados escuchando a su anfitrión-. Mis queridos invitados; hoy traigo un regalo muy especial para todos los socios de nuestro exclusivo club. Seguramente, no habrá nadie en toda la Nación sin ley que no haya oído hablar de Gatillo Fácil; la atractiva joven que recorría estas extensas tierras dando caza a mis subordinados.

 

Hubo murmullos de asombro, cuchicheos de aprobación y, por contraste, de incredulidad.

   - Saben que yo nunca miento. Y les doy mi palabra de que esta es la legendaria Gatillo fácil -aseguró con un asentimiento solemne. Los pocos enmascarados que se habían negado a creerlo se estremecieron de alegría al estar frente a tal excentricidad-. Me ha costado mucho atraparla, ni se imaginan cuanto, señoras y señores. Tuve que engañarla… Hacerme pasar por disminuido para que ella me subestimase pero… ¡Valió la pena, señores! Conseguí que viniese por propio pie aquí.

 

Los invitados estallaron en aplausos y en ovaciones, halagando a su anfitrión hasta el punto  en que se vio obligado a alzar los brazos para pedir silencio.

   - Es increíblemente peligrosa… y si no tuviese, digamos, un as en la manga, ni se me ocurriría exponerla de esta manera. Poseyendo lo que sé que poseo, ella hará lo que le mande…

 

Nora rompió su silencio levantándose y escupiendo al suelo, mirando a Alex con desprecio.

   - Más te gustaría a ti -Le reprochó mientras detenía su avance al ver a todos los guardias apuntándola con rifles y pistolas-. No hay nada ni nadie que pueda…

   - En eso te equivocas, cuñada -le contradijo el Malo Maloso, haciendo que la joven pusiese cara de sorpresa al ser llamada de tal forma- ¡Ah, es verdad! No lo sabías esto -Alex se acercó sin temor alguno a ella hasta el punto de invadir su espacio vital, sin embargo, ella no se movió. Su cuerpo se había paralizado hasta tal punto que solo pudo limitarse a escuchar cuando Alex acercó sus labios a su oído para decirle algo a ella y solo a ella, algo que nadie más iba a poder escuchar-. Tu esposo y yo éramos prácticamente hermanos, y por lo tanto yo conocía a su madre y a su hermano pequeño. Tú eres alguien posterior, Wilson se tomó muchas molestias para que no te conociese… sin embargo, si conocía a mi ahijado; a su hermano pequeño.

 

Al oír aquella confesión, Nora abrió los ojos como platos y no pude evitar llevarse las manos a la boca.

   “No podía ser, era imposible que hubiesen tomado como rehén al amado hermano pequeño de su esposo”. Pero Alex, en silencio, asintió e hizo una seña a los guardias, los cuales parecían saber lo que tenían que hacer pues un par de ellos desaparecieron por una de las puertas doradas y, a los pocos segundos, volvieron con un jovenzuelo de pelo rubio encadenado. Pese a estar intacto, tenía un aspecto sucio y de ropas deshilachadas.

   - ¡¡Harry!! -exclamó Nora perdiendo la noción sobre lo que era real y lo que no, corrió hacia los guardias, pero estos apuntaron con sus rifles hacia su cuñado y ella se detuvo en seco.

   - Sabes de lo que son capaces mis hombres, querida -le advirtió Vieri desde el otro lado de la sala-. Una orden mía y el joven morirá. Sigue todas nuestras instrucciones… Y te doy mi palabra de que saldrá vivo de aquí; sin un solo rasguño… indiferentemente de lo que te pase a ti -Nora le dirigió al joven encadenado una mirada temerosa antes de asentir con la cabeza. Los dos guardias que custodiaban al chico, tiraron de él hasta hacerlo sentar en una de las sillas que había en el extremo más alejado de la habitación.

   - Seguramente -empezó a hablar Alex-, eres la única en esta sala que no sabe lo que se hace en estas reuniones… Y es simple. Los invitados vips, en los palcos, hacen apuestas. Mientras que los invitados de honor van a tener el privilegio de hacerte lo que gusten.

   - Dicho de otra forma: se vende su cuerpo al mejor postor y , lo que quede de él será ofrecido al resto. Si colabora y hace todo lo que digamos, una vez esta reunión acabe escoltaremos a su joven cuñado hasta su hogar, donde no recibirían ni su madre ni él daño alguno -explicó Vieri con una maliciosa sonrisa-. Por el contrario, si intenta escapar o hace daño a uno solo de los invitados… el señor Harry deseará estar muerto, y no le concederemos ese placer demasiado pronto. ¿Lo ha entendido, señorita Nora?

 

Nora dio un seco asentimiento, como contraste de reacciones podía observarse al resto de presentes riendo cruelmente ante la angustia y desesperación de ambos prisioneros. Vieri se quitó la capa y el sombrero de copa, tiró el bastón a uno de sus vasallos y se dirigió hacia Nora, la agarró por la muñeca y tiró de ella hasta el sofá que había en el centro de la estancia, donde la invitó a sentarse.

   - Yo soy el mejor postor. He pagado por ser el primero. Va a ser un placer, hacerla gozar… señorita. Si pone de su parte, todo lo que viene a continuación no tiene porque ser desagradable -aseguró emulando por primera vez riendo de manera maliciosa y cruel-. ¡Chico, la correa! -exclamó dirigiéndose a uno de los mozos. El joven llevó hasta su amo un cinturón de cuero negro del cual colgaba una cadena; el cinto fue amarrado por El gato en el cuello de la mulata, que lo miró sumisa intentando esconder la cara de asco que con tanta facilidad amenazaba con acudir a su rostro.

 

Vieri agarró la cadena que colgaba del cuello de ella y tiró de ella, provocando un forcejeo debido al orgullo y la reticencia de Nora a ponérselo fácil. Vieri volvió a sonreír al presenciar como ella se resistía, y tras asentir, sacó su miembro del pantalón prácticamente erecto y lo estampó en el rostro de la joven.

   - Chúpelo, señorita -ordeno Vieri y, tras dedicarle una mirada de odio, agarró el miembro con firmeza, poniéndose a besar el glande antes de introducírselo hasta la garganta de mala gana. Tuvo que resistir el constante impulso de morderlo y arrancársela de cuajo, pero sería un acto plenamente egoísta que pagaría Harry, y era algo que no iba a consentir.

 

Una mata de pelo salvaje ocultaba el pubis de el hombre al que ella le estaba mamando el rabo, y lo primero que se le pasó por la cabeza es que el tamaño de ese miembro era ridículo. No era pequeño, ni mucho menos, pero hacía falta mucho más para provocarle arcadas a ella.

   No prestaba atención alguna a los curiosos que miraban sin perderse detalle, burlándose de ella. Tampoco la tenía en Harry, que observaba también boquiabierto la escena sin pestañear. Lo único en lo que ella estaba concentrada en aquel momento era en hacer que Vieri acabase en un tremendo orgasmo y no volviese a levantársele. La sola idea de meterse aquel miembro en su interior le hacía tener arcadas; se la estaba mamando tan fuerte que se la iba a dejar insensible.

   Pese a eso, Vieri gemía y recostaba la cabeza hacia atrás mientras, tirando de la nuca de la mulata y de la cadena, aparentaba estar cerca del clímax.

  - ¡No! No voy a acabar en su boca, señorita. ¡Parece que le está gustando! -murmuró con dificultad mostrando una respiración agitada e irregular, al tiempo que sacaba el miembro de la boca de su prisionera y la recostaba en el sofá abriéndola de piernas.

   - ¡No! ¡Eso sí que no! -berreó Nora apartándole con las manos y con los pies. La idea de que ese horrible hombre la penetrase la asqueaba profundamente y, hasta aquél momento, no se había acordado de su esposo y en como se sentiría él si viese aquella escena.

   - ¡No hagáis nada!  -ordenó Vieri dirigiéndose a sus guardias-. Me gusta que se resista -exclamó mostrando un claro esfuerzo por agarrar a la joven del cuello al tiempo que separaba sus piernas con la otra mano.

 

Pero pasaban los segundos y no lograba dominarla. Nora lograba presionar y empujarle con una mano cuando este le agarraba la otra y, al no poder sujetarse el miembro, le resultaba imposible introducirla.

   - ¡Guardias! Sujetadla -solicitó, rindiéndose al fin, al tiempo que se levantaba y se secaba los goterones de sudor. Obedientes, dos hombres agarraron por los brazos y por las piernas a Nora, separándolas y poniéndole el sexo intimo de ella en bandeja de plata a Vieri.

   - Me ha puesto duro como una piedra que se resista… ¡Y ahora la partiré por la mitad! -se agarró el miembro y se acercó al tiempo que se inclinaba para besar a Nora al tiempo que se la metía. Pero esta, con una fuerte patada, lo envió al suelo donde cayó de espaldas exahusto y con el miembro fuera. Un gemido surgió de la garganta de Vieri y, tras un espasmo claramente visible, un torrente de semen surgió de su miembro, cayendo sobre su esmoquin.

   - ¡Te vas a enterar! -le reprochó uno de los guardias alzando un bastón de madera, haciendo el ademán de querer golpearla. Sin embargo, se detuvo en seco cuando Alex lo apartó de un manotazo.

   - Apartaos -exigió con autoridad. Sus dos lacayos bajaron la cabeza y retrocedieron apartándose del sofá-. Parece que Vieri ya ha acabado, y yo voy después… No necesito a nadie más para enseñarte quien manda, perra.

 

Nora se levantó, decidida a plantarle cara y hacerse respetar, pero recibió un guantazo autoritario que, pese a no ser doloroso, si la paralizo por unos instantes. La cogió del cuello inmediatamente después y la obligó a sentarse en el sofá, donde bajándose ligeramente el pantalón saco un monstruoso miembro que, estando aún en reposo, ya sería capaz de partirla por la mitad.

   La mulata se quedó muy quieta, observándola con los ojos como platos. Se apresuró a negar con la cabeza, pero Alex agarró la cadena y, enroscándola en torno a su puño, tiró de ella hasta el punto de comenzar a asfixiarla, cuando ella abrió la boca para respirar mejor, introdujo aquel monstruoso falo en la boca de la joven. Dominada por la tibante correa, empujó hacia atrás al Malo Maloso pero este, agarrándola de la nuca, demostró una fuerza sobrehumana pues ni es inmuto. Presionó la cabeza de ella contra su pubis, introduciéndole una cantidad considerable de barra en la boca.

   - Vamos, zorra. ¡Traga! Que te tengo muchas ganas -murmuró totalmente fuera de sí, y mientras aquella bestial polla crecía en la boca de ella. Hilos de saliva impregnaban su boca y escapaban de ellas, llenando la sala de las arcadas y los sonidos húmedos y obscenos que producía su miembro al entrar y salir de la garganta de ella.

  

No tardó el miembro en alcanzar la culminación de su erección cuando Alex se dejó caer en el sofá y la obligo a tener que levantarse y quedarse inclinada mientras engullía forcada su miembro. Nora le miró como pudo a los ojos, suplicando que acabase de una vez, pero el lejos de acabar, soltó la cadena de su cuello y la agarró con ambas manos por las sienes de ella, forzándola a bajar lo máximo posible.

   Nora se debatía entre el desmayo por la falta de oxígeno y el éxtasis que le producía el sabor salado y varonil del miembro del infame Malo Maloso. Y al verse forzada a mantener aquella postura humillante y tragarse tan profundamente aquel miembro, comenzó a perder el conocimiento. Empujó su cabeza todo lo que le fue posible hacia atrás, pero las manos del villano no le dejaban; sus ojos volvieron a ponerse en blanco y, justo cuando todo iba a acabar, Alex le permitió extraer todo el miembro y la dejó tumbada boca arriba en el sofá, extasiada y agotada por la intensidad de la mamada.

   Alex se colocó entre sus piernas y las separó. Agarrando su miembro perfectamente lubricado golpeó el clítoris de ella como si pudiese permiso para entrar, pero al estar en un estado de semiinconsciencia ella no pareció percatarse de lo que pasaba. Con cada golpe que le aplicaba con el miembro, un pequeño espasmo la hacía botar. Él le dio unos golpecitos en las mejillas hasta que ella reaccionó, totalmente roja.

   - Eh. Venga. Patéame como lo has hecho con el gato. Venga -ordenó mirándola a los ojos mientras frotaba el miembro contra la entrepierna humedecida. Nora volvió a reaccionar y le dio patadas, le empujó; resonando sus golpes y sus quejidos en la sala como único ruido audible. Todos los espectadores y todos los guardias observaban sin moverse y sin decir palabra, como si por hacerlo aquella situación pudiese vaporizarse y volar lejos- ¿Qué haces? Si no te resistes te la voy a meter. ¿A lo mejor lo que quieres es que te la meta?

    - ¡No! ¡¡No!! -se resistió cada vez con más ferocidad. Pero de nada sirvió, no lo dio todo por impedirlo: quizás la razón era la falta de aire y el mareo, o quizás fuese que, inconscientemente, deseaba aquella polla por mucho que odiase a su dueño; pero, fuera como fuera, no logró que poco a poco el enorme glande se abriese paso por su coño. Una vez tenía la punta ya metida, Alex detuvo su avance, miró a los guardias y les hizo una seña.

 

Ellos acercaron a Harry y lo hicieron arrodillarse frente al sofá, teniendo una imagen perfecta a pocos metros de como iba a ser  su cuñada follada por aquel bastardo. Lo que más avergonzó a Nora fue que su cuñado la mirase de aquella manera tan obscena, como si envidiase a su violador y quisiese estar en su lugar.

   - No… por favor, no. Así no… -suplicó tapándose la cara para que no pudiesen vérsela. Alex la agarró del cuello con una mano y la otra la colocó en el muslo de la joven, separando aun más su pierna. 

   - Vaya… Parece que te pone que nuestro hermano menor nos vea haciendo esto. Me estás apretando mucho más que antes…

   - ¡Cabronazo…! -se lamentó Nora, instintivamente dejó de taparse la cara llevando sus manos  a la mano de Alex, el cual le había comenzado a presionar, emulando un punto de asfixia. Una vez con su cara descubierta, Alex introdujo de una sola embestida todo lo que quedaba y cabía del miembro, quedando al menos la mitad del miembro fuera-. ¡Me vas a partir! -Vociferó, gimió una y otra vez, alternándose para variar con algún quejido.

   - Eso es lo que quiero -susurró acercándose a su oído su infame archienemigo.

 

Ambas manos de Alex se cerraron en torno al cuello de ella, y apretando de forma dominante pero permitiéndole respirar, comenzó la follada lenta pero agresiva, con embestidas pausadas y pasionales que hacían gemir de placer a Nora cada vez que el glande de ella besaba la boca de su útero y amenazaba con atravesarla.

   Nora pareció olvidar completamente que su cuñado estaba prisionero, observando a su lado. Que estaba siendo follada por alguien a quien odiaba, y que era el espectáculo de hombres corruptos y viciosos.

   Solo existía aquella polla de descomunal tamaño entrando y saliendo con extremada dificultad y, al mismo tiempo, con increíble velocidad, empapando el sofá con los líquidos vaginales que salían despedidos a raudales, aquél olor a sexo que desprendían ambos, aquella falta de oxigeno que la extasiaba y la hacía llegar al clímax.

    De repente, las manos de Alex dejaron de agarrar su cuello. Sus brazos rodearon sus caderas y le levantaron en el aire; sin sacar el miembro, se estiró en el sofá y ella sentía como el miembro se incrustaba aún más en su interior, haciendo presión hacia el interior de su estómago. Sus labios exteriores eran acariciados por el vello púbico del villano, y tenía la sensación de no poder con un solo milímetro más de miembro.

   Un guantazo, claramente dominante, aterrizó en el pómulo de la mulata. Y moviendo sus caderas, la obligaron a votar para reanudar la follada. Ella se inclinó hacia adelante, y posó la frente en el torso de aquel hombre que tanto odiaba y, sin embargo, tan bien le estaba haciendo sentir. Le arañó, clavándole las uñas hasta el punto de hacerlo gemir. Y él en consecuencia le azotó el culo, le metió el dedo índice ya lubricado por él culo, le apartó el pelo y le mordió el cuello de manera salvaje y ruda. La saliva de él corría por el cuello de ella, y ella ya no podía dejar de botar. Le costaba tremendamente moverse  con aquello en su interior y, aunque le dolía, también le proporcionaba sin punto de comparación, un placer mucho mayor.

   Los dedos húmedos de el villano fueron a parar al sexo de ella, masajeando en círculos su clítoris. Ella se mordió los labios, cerro los ojos y gimió de placer, estaba a punto de llegar, no era la primera vez ni la segunda, pero este iba a ser enorme.

   Abrió los ojos y vio a Harry, enrojeció aún más y se tapó con la cara las manos.

   - No me mires, Harry. Por favor… No mires esto. No quiero que me veas así.

Alex la agarró de la cadena del cuello y tiró de ella hasta el punto en que se vio obligada a inclinarse y a quedar boca abajo, con el culo levantado. El se apartó, sacando el miembro y poniéndose tras ella, la azotó y le mordió las nalgas provocando que ella pegase pequeños respingos. Aún sin tenerla metida, ya gemía y temblaba, su zona intima estaba totalmente empapada y aclamaba aquel miembro. Él incrustó parte de su nariz y de su boca en el coño de ella: Deborándolo, mordiéndolo, escupiendo en él.

   - Va a ser un enorme placer para mí, ser el primero en llenarte con mi semilla…

   - ¡No! -se resistió la mulata dando coces, pero de nuevo fue fácilmente agarrada y sometida. Alex tiró de su cabella, forzándola a juntar la nuca con la parte superior de su espalda y mirarle a los ojos mientras esperaba lo inevitable con el culo aún alzado.

   - Vamos… Patéame como lo hiciste con el gato. ¿No puedes?

   - Te mataré -aseguró la mulata impregnando cada silaba de asco y odio, jurándose a sí misma que no vería otro amanecer. El malo maloso finalmente introdujo de una sola embestida el dilatado coño de ella, haciendo que esta, pese a morderse los labios, se le escapase un berrido de placer.

 

El gato Vieri, volvió a la carga sentándose en el hueco vacío del sofá, y sin mencionar palabra la agarró de la nuca y la obligó a tragarse su barra de carne. La joven follada por boca y la vagina, dirigió una mirada de odio, ya que al no poder morder ni hablar solo le quedaba hacer notar su descontento en un duelo visual. Intentando ignorar los azotes que comenzaban a arder, los testículos de Alex chocando en cada embestida con su clítoris y su glande aporreando la entrada de su útero; centró toda su atención en maldecir a Vieri visualmente pero a este, aquella mirada furiosa lo único que hizo fue excitarle y con el aumento de la intensidad de la mamada, hizo a Nora introducirse más miembro, frotándose a conciencia con la campanilla impregnada de saliva cada vez más espesa, en un intento de acabar directamente en su garganta… si llegaba a ella.

   Nora comenzó a sentir a perder el conocimiento debido, de nuevo, a la falta de oxigeno. Llevaba rato conteniendo el tremendo orgasmo que se acumulaba en toda su entrepierna, pero aquella sensación de mareo y excitación no ayudaba.

   Intentó cerrar los ojos, pero solo logró que se quedasen en blanco. Intentó dar marcha atrás con la cabeza y terminar de una vez aquella fatigosa mamada, pero Vieri la tenía fuertemente sujetada por la nunca y no la dejaba retirarse.

   - Me corro ya. ¡Voy a llenar a esta zorra! -anunció Alex. La mulata se percató de que ambas barras de carne palpitaban fuerte, derritiéndose en orgasmos anunciando, ellas también que iban a vomitar ríos de leche en su interior. Pero ya no lo quedaban fuerzas para resistirse; relajó el cuello, dejando que Vieri hiciese con su cabeza lo que quisiese y también hizo lo propio con sus caderas. Si tenía que morir asfixiada, lo haría después de correrse.

   

Le habría encantado dejar escapar un tremendo gemido de placer al sentir aquella sensación de plenitud al ser llenada por Alex, al sentir como Vieri descargaba, también, directamente en su garganta. Pero fue su propio orgasmo el que la hizo derretirse de placer, sus piernas temblaron y se salieron de control, notó cascadas de semen surgir de entre sus piernas y su boca. Y ese fue el preciso momento en el que ella quiso perder el conocimiento… cosa que no llegó a suceder.

   Vieri y Alex se fueron, a algún lugar, muy lejos de aquella sala. Decenas de hombres enmascarados, e incluso algunos guardias, se acercaron a Nora con sus miembros erectos fuera para penetrarla, una y otra vez, de mil formas distintas.

  

***

 

Pasaron una decena de horas, una eternidad a su parecer. Su cuerpo calculó centenares de orgasmos, de gemidos; millares de chorros de semen chocando contra su piel y sus orificios. No fue todo placer, en cierto momento el ardor y la sensibilidad aumentada sustituyeron el placer. Se sintió violada, y no solo en el aspecto físico, se sintió morir una y otra vez, pero nadie le dio la oportunidad de descansar.

Los invitados enmascarados se fueron dispersando, al igual que los guardias. En cierto momento ella quedó tumbada en el suelo, medio muerta, pero sin conciencia. Su mente no estaba allí, estaba en otra parte… con su esposo. Apenas notó como dos hombres la llevaron a un cuarto con una cama; como la asearon y la dejaron reposar; cerró los ojos y no los quiso volver a abrir.

 

Alguien la despertó, en aquella oscuridad sin sueños oyó voces, dos guardias que la custodiaban discutían. Uno parecía negarse, y el otro parecía atrevido, afirmaba, con un vocabulario muy paleto, que podía hacerse. No abrió los ojos, se limitó a escuchar, aprovechando para descansar hasta el último segundo si era necesario.

   - Te digo que no pasa nah. Está dormíah, despuéh de tanta polla. ¿Creeh que s’enterará porque se la metamoh un poco?

   - Lord Vieri fue muy especifico, tenemos que dejarla descansar.

   - ¿Ereh invertido o qué pasa, Machi? ¿Cómo vah a dejah pasah eta oportunidah? ¡Tiene el cuerpo d’una jodía india!

   - No soy un invertido.

   - No, solo tienes más pluma que un campamento indio.

 

Una mano se introdujo entre las sabanas y el ombligo de la convaleciente mulata hasta aterrizar en su vagina.

   - Déjala en paz…

   - ¿Te da pena? ¿Sabeh a cuantoh amigoh míoh ha mataó esta guarra? ¡Que se joda! Me la voy a follah toa lah veceh que…

 

Nora aprovechó aquél momento en el que le había parecido que habían dejado ambos de mirarla para abrir los ojos y observar a ambos; como se miraban mutuamente, no se percataron del regreso de su consciencia, y al ver al secuaz del malo maloso sentado en la cama, lo primero que hizo fue agarrar el revolver y pegarle un tiro. Al instante ya había reaccionado el percutor y apuntaba al tal Machi.

   - Me rindo. Me rindo… No me pagan suficiente -dijo levantando ambas manos ante la fría mirada de la joven. Pero ella no podía sentir piedad en aquel momento, se sentía indiferente y vacía, y lo habría matado a él también de no ser que no era estúpida; necesitaba ayuda para salir de allí.

   - Quiero matar a Alex y a Vieri, son a los únicos dos que quiero matar. Si me ayudas no te mataré -Aquellas palabras sonaron tontas y parecía como si las hubiese dicho otra persona; Nora se sentía confundida.

   - Te ayudaré. Te traeré la ropa y te ayudaré a escapar de aquí con tu sobrino.

   - Cuñado -le corrigió Nora, y después asintió sin dejar de apuntarle. Machi, el guardia superviviente de los dos que la vigilaban, tardó solo unos segundos en llevarle a la cama un conjunto de ropa.

  

Una vez vestida, ordenó a Machi que lo llevase hasta el despacho del jefazo. Le obligó a pasar a él primero y después entró ella, apuntando a Alex (el cual se hallaba sentado en su gran sillón de cuero negro) que la miró con la boca abierta.

   - ¿Solo dos guardias me pusiste? He llegado a pensar que querías que escapase.

   - No esperaba que pudieses moverte en ese estado.

   - Pues te equivocabas. Y pase lo que pase será culpa vuestra por subestimarme. Tú -le contradijo Nora y, dirigiéndose a Machi, obligó a Alex a que se levantase y se pusiese contra la pared-. Regístralo de pies a cabeza, si tiene cualquier arma déjala encima de la mesa… una sola tontería y os pego un tiro a cada uno.

  

Machi no replicó; claramente encantado, cacheó todo el cuerpo centrándose sobretodo en el culo y en la entrepierna de este. Sacó de varios escondrijos revólveres en miniatura, y uno de tamaño normal de la funda de su cintura.

   - Tiene una pistola, pero está pegada a la piel -sonrió picaronamente Machi.

   - Veo que disfrutas de esto, invertido. Si salimos de esta te castraré -susurró Alex, pero Nora alcanzó a oírlo.

 

El secuaz de Alex agachó la cabeza y no respondió, claramente intimidado. ¿Pero por qué ayudaba a Nora? ¿Por qué se lo estaba poniendo tan fácil?

   - Tú: ves a buscar a Vieri y dile que Alex requiere de su presencia, que está relacionado conmigo pero no le digas el qué. Y ya de paso trae todas mis armas y pertenencias de donde sea que las hayan puesto.

 

Obediente, este salió de la habitación dejando solos a Alex y Nora.

   - Siéntate en el sofá de cuero este y ponte estas esposas.

   - ¿No vas a matarme?

   - Juré que te mataría, y vas a morir. Pero puedes elegir entre una muerte rápida… O una muerte muy lenta -aseguró la mulata con una sonrisa de suficiencia-. Y te garantizo que estoy deseando que me des una sola razón para hacerte sufrir todo lo que me has hecho sufrir a mí, bastardo.

Una vez Alex estuvo esposado, alguien picó a la puerta y la puerta se abrió, entró Vieri que, abriendo los ojos como platos, intentó huir pero chocó con Machi, perdiendo el equilibrio y cayendo de espaldas al interior de la habitación. Nora le atizó con la culata del revolver, dejándolo noqueado.

   Le colocó a él también un segundo par de esposas; hizo a Machi registrar en busca de armas el cuerpo inconsciente de Vieri. Lo sentaron al lado de Alex y, quedándose pensativa, la joven dio otro golpe con el arma al malo maloso haciendo que quedase despatarrado en el suelo.

   - Tú. ¿Eres un invertido de verdad? -preguntó Nora a Machi al verle fijarse en el culo en pompa del malo maloso - No soy ningún invertido. Solo me gustan los hombres.

   - Pues a eso me refería.

   - ¿Y qué pasa con eso? -la desafió, orgulloso, Machi con la mirada.

   - ¿Podrías hacerme un favor? Quiero vengarme de la violación que he sufrido… pero no tengo polla como tú. Y al ser tan machos, lo más humillante que puede pasarles…

   - No digas más -le cortó Machi con aspecto solemne. Se acercó a Alex y le bajó los pantalones, dejando al aire su culo y su miembro colgando. Escupió al ano de este y se lubricó el miembro al tiempo que ganaba una fabulosa erección tras masturbarse-. Los chicos malos siempre fueron mi debilidad… y no hay nadie más malo que el malo maloso. Que ganas le tenía a este hombretón.

 

Mientras Machi se preparaba para penetrarle analmente, Nora le soltó unos guantazos para que recuperase la consciencia y, para cuando Lord Villanus se hubo dado cuenta de lo que pasaba ya era tarde. Machi hizo mucho más que penetrar un ano que, hasta ese momento, había sido solo de salida; “el invertido” rompió una lanza a favor de la homosexualidad, en contra de la homofobia y en busca de la aceptación de puntos G masculinos en el salvaje oeste. Fue un pionero en lo suyo, y halló lo que buscaba, en el culo del malo maloso.

Berreó como una niña suplicando que se la sacara, lo único que hizo Nora fue taparle la boca con un trapo, disfrutando del sufrimiento de su archienemigo.

   - ¿Sabes a que huele esto, Alex? -susurró la mulata inspirando de manera descarada, al no recibir más respuesta que la negativa del violado, la joven respondió por él-. Para ti será una mierda, pero yo huelo… -Nora olfateó en el aire antes de continuar-. Huele a victoria. Y huele, también -hizo una pausa antes de añadir-… a justicia.

 

Machi llenó con su semilla el culo del malo maloso.

Nora pegó un tiro a Alex. Después, se repitió la violación anal prescindiendo del miembro de machi y usando el bastón de este. Una vez la mulata hubo satisfecho su sed de venganza Anal y sin sacarle el bastón del culo, se colocó frente a él, le agarró del cabello y le obligó a mirarle a los ojos:

- ¿Cómo decías tú a tus empleados? Ah, sí… ¡Baneado de la vida! -vociferó histérica al tiempo que le metía el cañón en la boca y disparaba, decorando las estanterías de libros con sus sesos, marchándose dejando sus cadáveres desperdigados por el despacho.

 

Al salir del despacho del ya fallecido Malo Maloso, Nora asesinó a todo aquel que osó interponerse entre su cuñado y ella.

   Harry fue rescatado por Gatillo Fácil y los tres salieron juntos del edificio, subiendo a dos caballos y alejándose del edificio lentamente; varias pequeñas explosiones formaron una mayor que derrumbó el hotel, matando a todo el que hubiese dentro de forma discriminada.

   - ¿A donde vamos ahora? -preguntó Harry.

   - Te llevaré con tu madre y, después, daremos caza a los miembros restantes de lo que queda de esta organización  

   - Necesitaré un apodo si voy a ir contigo -dijo Machi, trotando cerca de Nora.

   - Ya tengo el nombre perfecto para ti.

   - ¿Ah, sí? Cual.

   - Machi, piel roja.

   - ¿Por mis antepasados indios?

   - No, porque después de violar al Malo Maloso, se te ha quedado en carne viva.

 

Los tres rieron, dirigiéndose hacia el horizonte que, en una puesta de sol bellísima, se fusionaba este con la tierra dejando paso a la noche. A sus espaldas: Cadáveres, humo y cenizas.

   La intrusión de Gatillo Fácil sería recordada por siglos como la mujer que derrocó el imperio criminal del Malo Maloso. Algo que era considerado imposible, pues por todos era creído que ningún hombre o organización formada por tales pudiese rivalizar y acabar con tal mafia.

   Sin embargo, no fue ningún hombre, sino por una mujer, ayudada por otro hombre de gustos dispares a los de la mayoría, la que redujo a cenizas el cuartel general del hampa.

   Lo que en la historia no se contaría era lo que había sucedido en el interior de aquél hotel; las penurias que tuvo que soportar Gatillo fácil en su difícil empresa.

   Pero en algunas historias es mejor obviar el inicio y el nudo de la historia, contando solo el desenlace y dejando el resto a imaginación de los oyentes.

FIN