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Una de vaqueros

en Hetero: Infidelidad

Una de vaqueros

 

Se puso en pompa, dirigiendo su culo hacia mí. Gracias a esas mallas que tanto me gustaban, sin ropa interior alguna que se le marcase al tiempo que que se le veía todo: El canalón de sus glúteos, la raja de su coñito, sus duras nalgas trabajadas en el gimnasio. Mi novia sin darse la vuelta y quedándose en esa posición inclinada, dejó entrever por su lado izquierdo una mata de pelo rizado y rubio, además de una cara de ángel, la cual me miraba directamente a mí.

   - Cariño. ¿Puedes ayudarme a subir esta caja llena de mallas que me he comprado?

 

Me levanté del sofá y corrí como el viento hacia donde estaba ella, embistiendo como un loco su trasero con mi entrepierna al tiempo que respondía.

   - Si, claro preciosa… ¡Estoy deseando ver como te pruebas todas y cada una de esas mallas! -dije imaginándomela en mil situaciones distintas con centenares diferentes de esos pantaloncitos elásticos.

   - ¿Y qué te parece el tejano que llevo ahora puesto? -musitó ordenando el contenido de la caja como si nada pasase.

 

Paralizado del terror, separé mi entrepierna de su culo y, en el lugar donde antes habían unas preciosas mallas, ahora había unos horrendos shorts vaqueros.

   - Pero… ¿Qué? – pregunté confundido. Estaba comenzando a marearme-. Cariño. ¿Te has comprado unos vaqueros?

   - ¿Unos? -preguntó mirándome con una sonrisa de suficiencia-. No, cariño. He comprado diez cajas de tejanos.

    - ¡No! -contesté, dirigiéndome a las cajas que había por el suelo, abriéndolas y tirando hacia afuera su contenido tras mirarlo: Todo eran tejanos y shorts vaqueros-. ¡¡No!! -grité histérico dando patadas a las cajas, apartándolas de mí; Me estaba dando un ataque.

Mi novia apareció por detrás de una caja, de la nada y dijo:

   - Cariño. No me has dicho como me quedan los tejanos.

   - Muérete, bruja. ¡Arderás en el infierno por pagana! -grité mientras sacaba un bidón de gasolina y lo echaba sobre las cajas.

   - ¿¡Qué nos haces a nuestros tejanos y a mí!? ¿¡Por qué nos estás matando!? -vociferó ella mientras le salían cuernos, lengua de serpiente y todo a su alrededor se veía convertido en cenizas por las llamas. Yo escapé por la única puerta que no estaba en llamas, dirigiéndome a la sala de estar para escapar a la escalera y huir de aquel edificio.

 

En la escalera, en el rellano entre el primer y segundo piso me encontré a un vecino con el que me llevaba bastante bien.

   - Felicidades vecino. Veo que has tenido hijos por fin.

   - ¿Qué? ¿Cuándo?

   - Con tu mujer. Anda que no has tenido suerte encontrando a esa rubia y quedándotela para ti solo. Poder preñarla debe ser todo un honor.

   - Ah, si… Bueno -dije mientras enrojecía al recordar a mi novia.

   - Y nada menos que trillizos ¡Que maravilla! Mira, por ahí viene con ellos -dijo mi vecino señalando hacia la parte de arriba de la escalera, de donde salían las llamas. Mi novia llevaba en sus brazos tres pares de tejanos, ella sonreía.

    - ¡Cariño! Felicidades… eres padre. Son… son vaqueros.

    - ¡¡Nooo!! -grité mientras empujaba a mi vecino a un lado y bajaba a toda prisa las escaleras. Llegué al portal, abrí la puerta y llovían pantalones tejanos; mi novia estaba en pompa pero no podía podía apreciar las singularidades de trasero debido al grueso de los tejanos que llevaba.

    - ¡Quítamelos con los dientes, amor!

    - ¡¡No se puede!! -Le grité mientras la apartaba.

 

Llegaron coches patrulla, y salieron de él mujeres agente de policía con tejanos.

    - ¡Abran paso a los tejanos! -gritaban mientras se acercaban a mí y me apuntaban con sus pistolas-. Queda detenido por renegar de los tejanos. ¡Tire al arma!

    - ¡Y…Yo no tengo ningún arma! – Me defendí.

    - ¡Qué horror, tiene un rehén! – dijo una señora de aproximadamente setenta años, la cual llevaba unos tejanos cagados.

    - ¡Entrégate! ¡Malvado! -gritó otra.

    - ¡Pena de muerte al terrorista! -sentenció mi novia, detrás de todas ellas.

 

Miré a mis manos y vi que en ellas sujetaba un cilindro de tejanos, como si fuese un bebe. Yo me asusté lo lancé lejos, y un montón de mujeres se abalanzaron a él como si fuesen las rebajas; pegándose, mordiéndose, arañándose mientras se gritaban unas a otras que eran suyos.

    - ¡Disparad! -dijo agente de más alto rango. Y me acribillaron a balazos.

 

Abrí los ojos, mi novia había abierto la persiana dejando entrar la claridad del sol en la habitación.

   - Alex… ¡Solo era una pesadilla! Relájate -me tranquilizó mientras se subía a la cama y, gateando me incrustaba sus grandes pechos en la cara.

 

Yo sudaba mucho, mi respiración todavía era irregular y pesada. Miré a María, mi novia rubia de grandes curvas y cara de angelito ingenuo. Pese a eso, ella era un lascivo demonio insatisfacible en la cama, pues siempre quería más; en aquél momento se encontraba totalmente desnuda tapada frontalmente solo con un delantal que encima le iba pequeño. Comenzó a comerme a besos antes agarrar mi miembro erecto y metérselo directamente en el coño, sin preliminar alguna.

   - Estoy tan feliz… Hoy por fin me acompañarás a comprar ropa.

   - Sí. Esto…

   - Me compraré unos leggins para ti y algún tejano para ti. ¿No te importa, verdad?

 

Puse los ojos en blanco, habíamos tenido esa discusión un centenar de veces. Los tejanos no le quedaban bien, además de que no eran prácticos. Su culo y sus piernas estaban hechos para llevar mallas, y no había vuelta de hoja.

    - Me prometiste que me acompañarías para que me probase tejanos -musitó indignada, mirándome con la cara de enfado de una niña pequeña al tiempo que botaba más y más. Me habría encantado correrme en aquel momento, pero el continuo sexo con mi novia me había dejado más insensible de lo que debería.

    - Sí, pero…

    - Nunca has puesto ninguna queja para ir a comprar mallas, medias y leggins. Pero me he sentido sola a la hora de comprar tejanos… quiero que me acompañes.

    - Cariño. ¿Qué tal si follamos luego?

    - ¿Ya no me deseas? ¿Estoy gorda? ¿Te gusta otra? -preguntó María buscando presionar para acorralarme en la discusión.

    - Ninguna de esas cosas… simplemente follamos tanto que…

    - ¡¡Gracias a tus mallas todos los tios me miran el culo, me silban y me siento humillada cuando salgo a la calle. Todos desean follarme y tu que puedes!! ¿No aprovechas?

    - No es eso, es que… -me excusé mientras ella incrementaba el ritmo y me hacía llegar al punto de no retorno. Justo cuando iba a acabar se saco la polla y la devoró trangándose toda la leche.

    - Te has corrido, así que vamos a ir.

 

***

 

Mi novia levantaba pasiones allí donde iba gracias, por supuesto, a los leggins que yo mismo le compré y que le marcaban hasta el coñito si se miraba desde la perspectiva adecuada. Todos se giraban a mirarla, muchos silbaban… pero era toda mía.

   Para mí era como un trofeo, una exclusividad. Como si todo el mundo adorase a una diosa de manera platónica que para mí era humana y accesible. Me la habría follado allí mismo, delante de todos los transeúntes simplemente para demostrar que yo era su dueño, me pertenecía y nadie más podía tocarla.

 

Entramos por las puertas principales del centro comercial y empezamos a revisar tienda por tienda en busca de todo tipo de trapos y ropajes para mi novia. Hasta que finalmente llegamos a una en la que podría decirse que era cielo e infierno al mismo tiempo.

   Una tienda exclusiva mixta, que compartía para ambos géneros el lado izquierdo de tejanos, y el lado derecho cueros, medias, mallas y leggins. Yo me fui al lado de las medias a buscar nuevas prendas a mi novia, pero esta se fue al lado de los tejanos; yo mantuve las distancias como si un enorme campo de fuerza me ahuyentase.

   María empezó a mirar las estanterías y las perchas repletas de pantalones tejanos y shorts, alzándolo para que pudiese verlo desde la distancia.

   Cada vez que lo hacía yo miraba para otro lado, como si fuese un demonio al que le enseñan la cruz de Jesucristo, cegado por algo que repudiaba por completo.

   - Ese te quedaría muy bien con el cuerpo que tienes.

 

Giré la cabeza, como si estuviese poseído, buscando a mi novia. La vi acechada por un dependiente más alto, grande y fuerte que yo. No era guapo, pero tampoco era feo. Me preocupó que María le viese algo más porque, por como se había dirigido a ella, no me daba buena espina.

   - ¿Tú crees? Es que yo siempre me he comprado pantalones elásticos y no tengo experiencia con los tejanos.

   - Puedo asesorarte si quieres… es mi trabajo -murmuró el muy imbécil, sonriéndole como tal.

   - Claro… me iría muy bien. A mi novio no le gustan los tejanos.

   - ¡Ah! Que tienes novio.

   - Sí, esta allí -dijo ella señalándome con el pulgar. El no me saludo, no dijo nada; simplemente nos fulminamos con la mirada, nadie a quien le gustasen los tejanos podía caerme bien.

   - Así que… llevas siempre pantalones elásticos por él -dijo de manera descarada, sin preocuparle que pudiese oírles.

   - Sí. Es un fanático de los leggins.

   - Pues yo creo que te quedarían muy bien los tejanos… Y ya que tu novio parece ser “alérgico” a los vaqueros, ya te ayudaré yo a decidirte. ¿Qué te parece?

 

Gruñí y comencé a andar, decidido a interponerme entre ellos. Pero la barrera invisible que nos separaba me hacía caminar en círculo alrededor de ellos, como si fuese un halcón que vigila desde lejos a su presa.

   Como los dos estaban rodeados de ropa tejana y yo tenía un miedo irracional contra ella, no podía acercarme y rescatar a mi novia de ese pervertido pro-tejanos.

   - Por el momento cogeremos este short, este tejano largo, y estos tres conjuntos de aquí. ¿Me acompañas al vestidor? -preguntó con amabilidad, sin dejar fisuras en su petición. Prácticamente era una orden; mi novia me miró, yo negué con la cabeza mientras decía ‘’ni se te ocurra’’; pero ella se encogió de hombros y siguió al dependiente hasta el interior.

 

Armándome de valor, me dirigí a las estanterías de mallas y, haciendo una gran pelota con todas las prendas que pude agarrar, las amontoné en mis brazos y las llevé hasta los vestidores. No me afectó pasar literalmente cerca de la exposición de tejanos porque yo llevaba mis amuletos de tela elástica, lo que creaba a mi alrededor un escudo protector divino que me protegía de todo mal.

    Un dependiente que vigilaba en la entrada a los vestidores, compinche del secuestrador de mi novia, me dio el alto. Mirando con desprecio el montón de mallas que llevaba acumulados en los brazos.

   - ¿A dónde vas con todo eso?

 

Pero yo le metí una patada a la altura del pecho, empotrándolo contra un muro de tejanos devueltos que le cayeron encima a modo de avalancha, quedando enterrada bajo media tonelada de esas prendas demoniacas.

   - Yo gano esta vez, imbécil -dije mientras pasaba al interior, agudizando el oído para escuchar donde estaban metidos. Los escuché al fondo, murmurando cosas, así que corrí y quedé paralizado frente a la cortina; no podía abrirla.

 

Tal vez yo llevaba decenas de mallas y esos dos solo unos pocos tejanos, pero mi novia María con tejanos multiplicaba el campo de fuerza que me ahuyentaba de ella. Así que me metí en el vestidor continuo, y tiré todas las prendas al suelo y al banco; al tiempo que me subía a este para espiar a esos dos.

   - Deberías quitarte esas medias -le oí decir al imbécil.

   - No debería haber venido… mi novio lo estará pasando mal.

   - No vamos a hacer nada que no quieras. Tú has venido porque quieres probarte tejanos, no es nada malo.

   - Pero a él no le gustan los tejanos.

   - Pero a ti si, da igual lo que le guste a él. ¿No? Date la vuelta que te los quito.

 

Mirar a través de la pared inmediata fue como meter la cara en una barbacoa, la cara me ardió al ver tantos tejanos desperdigados. Me agaché y agarré medias i mallas, enroscándomelas como si fuesen capuchas y bufandas, me tapé parte de la cara, dejando solo los ojos al descubierto, volví a subir para espiar de nuevo. Quise gritar que se detuvieran, pero no pude. Tenía las cuerdas vocales paralizadas y tampoco me veía con cuerpo de intervenir; María se había metido voluntariamente en aquel vestidor, y era ella la que, voluntariamente, me estaba traicionando al coquetear con los tejanos.

   Mi novia le dio la espalda y le enseñó el culo; el imbécil, sentado en el banco, agarró por los lados los leggins de novia y los comenzó a bajar con suavidad, dejando su culo y su coño al descubierto.

   - Inclínate un poco más, que no puedo… -pero no le hizo falta decir más, ella ya se había inclinado dejando al imbécil del dependiente una visión perfecta sobre mi paraíso privado. Él, le bajó los leggins hasta las rodillas para después agarrar ambas nalgas y separarlas. Ella abrió la boca, pero no dejó escapar sonido alguno; el incrustó su boca y su nariz en la entrepierna de mi novia, devorándosela.  

  

Mientras tanto, mi novia le agarró del pelo y lo empujó hacia ella mientras ponía los ojos en blanco y gemía. El dependiente no tardó en tirar todas las prendas tejanas al suelo, haciendo con ellas una alfombra, se sacó el miembro y la tiró a ella sobre la ropa, dejándola a cuatro patas con el culo en pompa.

   - ¿Te gusta la textura de los tejanos? ¿Estas cómoda?

   - Oh.. sí. Me encanta -confesó mi novia restregándose contra los tejanos-. Hacia mucho que no sentía esto contra mi cara y mi piel.

   - Y más que lo vas a sentir. Ese mariquita de tu novio amante de las prendas elásticas no te merece; tu eres una autentica tejana y te lo voy a demostrar aquí mismo -dijo aquel imbécil mientras coqueteaba con su glande el orificio vaginal de mi chica-. Di que te gustan los tejanos.

   - No… -se resistió mi novia. Que orgulloso estaba de ella. “Resiste cariño, resiste. Confió en ti"

   - Di que te gustan los tejanos ¡Vamos! Reconócelo, maldita.

   - ¡No!

   - Reconócelo o le diré a tu novio al salir que te has probado todos y cada uno de los tejanos y te han gustado todos.

   - ¡¡No!! ¡¡No volvería a mirarme a la cara!! -sollozó mi novia, sin bajar el culo.

   - ¡¡Entonces dilo!!

   - ¡¡Me vuelven loca los tejanos!! ¡¡Estoy caliente perdida por culpa de estas prendas!!

   - ¡¡Di que prefieres los vaqueros!!

   - ¡¡Prefiero los vaqueros!! ¡¡Son mil veces mejor que las mallas, con las que paso frio y no puedo llevar bolsillos!!

 

Yo hice una mueca de dolor, sentí como una flecha abstracta, seguida de otras mil, se clavaban en mi corazón. Una lagrima apareció en mi ojo, y sin darme cuenta, comencé a llorar al tiempo que negaba con la cabeza.

   - ¡Ahora si que eres una verdadera vaquera! -anunció el dependiente al tiempo que se agachaba y le incrustaba el miembro viril por todo el orificio de parir. Ella se mordió los labios y gimió como la perra en la que se había convertido. Comenzó a follársela; agarró un pantalón tejano y se lo puso por encima, dejándola impregnada de esa tela tan rígida y antinatural.

 

Ella berreaba, disfrutando de cada nueva penetración. El dependiente la azotó con un short, haciendo que ella suplicase más. Yo no podía mirar, quería morirme… pero tenía que hacerlo. Tenía que ser un hombre y presenciar aquella escena demoniaca, aquel instante de sexo pagano.

    - Voy a correrme dentro. Voy a llenarte de semilla tejana…

    - Ummm ¡Sí! Quiero tener un hijo vaquero tuyo.

    - ¡Oh! ¡Ya viene! ¡Por todos los tejanos del mundo… Diooos! -anunció al tiempo que venía explotar un chorro de leche que sobresalió por los bordes del coño de María.

   

Ella se desplomó sobre los pantalones tejanos del suelo, violada… Pero no violada por un hombre o por un miembro viril… violada por un pantalón vaquero porque, cuando salió del vestidor, lo hizo con el short para preguntarme que tal le quedaba.

   - ¿Y bien, cariño? ¿Qué tal me queda? -inquirió dándose la vuelta para que le viese todo.

   - T…Te queda muy bien -dije mientras me mordía la lengua. Intentando que no se me notase.

   - Serán veinte con treinta -nos informó la dependienta, mirando con asco los pantalones tejanos de María con asco.

   - Yo pago -dije mientras me acercaba a la dependienta y le decía:- Toma, mi número… me da que no voy a durar demasiado con esta chica.

   - ¿Y eso, señor? -preguntó mientras cogía el dinero y la tarjeta con mi numero.

   - Elemental, querida dependienta. Ella y yo tenemos gustos distintos y no puede funcionar. Yo prefiero las medias, los leggins y las mallas… pero ella es… una de vaqueros.