miprimita.com

Caperucita Roja (una extraña versión)

en Parodias

Aviso 1: Como comento en el resumen, este relato tiene escenas que pueden resultar desagradables a ciertos lectores. Por favor, abstenerse de leer si no os gusta ese tipo de relatos.

Aviso 2: Entre mis numerosas fantasías extremas, se encuentra una que ni yo misma entiendo y es la de ser violada. Obviamente no es algo que me gustaría, a nadie le gustaría y, aunque parezca mentira tener que aclarar que a nadie le gustaría, lo veo necesario ya que a alguna gente le parecerá extraño que haya gente que pueda fantasear con experimentar sufrimiento físico y psicológico intensos. No solo por eso, también para dejar clara sin fisuras mi rechazo a que me pudiera pasar, a mi o a cualquiera, este tipo de experiencia tan desagradable en la realidad.

Aviso 3: como digo, esto se corresponde a mi propia fantasia por lo que en todo lo que he relatado, yo soy la chica que experimenta todo. Y el hecho de ser una Caperucita indefensa siempre me resultó morboso como fantasía. Ahora bien, Caperucita es un personaje ajeno a mí aunque me meta en su piel, por lo que he pasado de describirla tal y como soy yo. De hecho, creo que no la he descrito. Pensando ahora después del relato en quién podría ser una buena Caperucita se me viene a la mente Emma Roberts, rubia, de tez clara, no demasiado espectacular, delgada... incluso he tenido que buscar por google porque me la he imaginado nítidamente, por si es producto de un recuerdo que tengo de verla haciendo ese papel pero no encuentro nada así que supongo que solamente me la acabo de imaginar.

Pero sí, es la Caperucita perfecta y os aconsejo que la imagineis así, porque mis rasgos físicos son bastante diferentes a los del personaje.

Aún no había terminado de ponerse el sol cuando Ygritte se empezó poco a poco a desperezar. Todavía casi entre sueños, oía el canto de los pájaros, que como cada mañana, silbaban su dulce melodía al despertar. Pero lo que la había despertado era el canto del gallo. Se quedó unos momentos en la cama, exprimiéndo los últimos instantes en los que podía estar así de a gusto sobre su lecho. Los sonidos de los animales le proporcionaban, en esas horas del día, una primera toma de contacto relajante para afrontar el resto del día.

se desperezó del todo y, después de cambiar su camisón por unos pantalones de pana y una camisa bajó a tomar el desayuno. Ahí la esperaban, sentados en la mesa con un vaso de leche caliente y una botella de coñac de la que siempre bebían un trago antes de empezar su jornada laboral, su padre y su hermano, ya vestidos con sus altas botas y sus camisas de cuadros viejas, para irse al bosque a ejercer su trabajo de leñadores. Su  madre, por su parte, calentaba unas hogazas de pan duro en la chimenea.

- Un poco más y no te despiertas- dijo Hans, su hermano, sonriente al verla aparecer. Ygritte se limitó a sonreir, no pudiendo reprimir un bostezo. Se frotó los ojos, aún legañosos, le costaba abrirlos. 

- No puedes tardar tanto en despertarte, tu madre ha servido el desayuno sola- su padre estaba mucho más serio. Era un hombre fuerte y de facciones duras. Seco en el trato y estricto, pero en el fondo, Ygritte lo adoraba. Era bastante buenazo detrás de su apariencia.

- Lo siento, señor padre- consiguió decir Ygritte y se acercó a su madre para ayudarla, que la apartó.

- A buenas horas mangas verdes. Ya está el desayuno hecho niña. Sientate en la mesa- le ordenó su madre al tiempo que se acercaba a la mesa para servir las cuatro hogazas de pan tostado. 

Ygritte se sentó y fue comiendo. Poco a poco, se despejaba del todo y pudo ir entrando en las conversaciones de la familia. Se enteró de que el nuevo jefe de su padre y su hermano los hacía trabajar más que el anterior, por lo que se sentían más cansados. A pesar de ello, su padre, hombre curtido y duro como la piedra, lo alababa:

- Es lo que hay que hacer, el trabajo es importante. Da igual que sean leñadores, granjeros o nobles, hay que trabajar duro en esta vida para que todo funcione- Ygritte se quedó pensativa y decidió que le parecía muy lógico. En realidad, todo lo que decía su padre le resultaba lógico.

- No, con el otro trabajamos duro. El nuevo es un cabrón. Si ve que giras la cabeza un momento te empieza a gritar y amenazar. No hay quién aguante ese ritmo- Anke, su madre, asentió como aprobando las palabras de su hijo.

- Eso es porque eres un pusilánime- respondió su padre con voz grave.

- Y tu un perrito obediente- Ygritte se sorprendió al oír el comentario de su hermano y pudo ver como la mano de su madre chocaba con una rapidez pasmosa contra el cuello de su hijo, propinándole una buena colleja "no le hables así a tu padre". 

- Que sea la última vez que me dices eso o te corto los huevos esos que tienes de niño malcriado- a Ygritte la situación no le gustaba y trató de poner paz preguntando por la abuela, de la que había tenido noticias de que estaba algo indispuesta los días anteriores. Eso pareció calmar los ánimos.

- Tu abuela fui a visitarla ayer y sigue algo pachucha- dijo la madre de Ygritte, pero se pondrá bien, solo tiene que guardar reposo según dijo el médico – Esta mañana puedes ir a llevarle tú la comida- Ygritte no supo si alegrarse o no. Por un lado, ir la haría escaquearse del trabajo en casa, donde tenía que ayudar a limpiar los corrales, dar de comer a los pollos, arar la tierra y algunas cosas más que quedaban pendientes en la pequeña y humilde porción de tierra que la familia poseía. Pero por otra parte, tenía que recorrer una gran distancia a través del bosque y, lo peor, caminar por núcleo del pueblo un tramo. El bosque no le daba miedo, estaba acostumbrada a él, aparte de que había muchos leñadores en esa época que, aunque no les tenía el más mínimo aprecio porque a veces hacían comentarios de mal gusto, conocían a su padre. El pueblo era distinto, ahí conocía a cierta gente que no la apreciaban en exceso. Le habían puesto el mote de caperucita roja, debido a una caperucita que usaba absolutamente siempre que salía de su casa y se mofaban de ella por eso. El mote se había extendido y ya casi todo el mundo, pueblerinos, granjeros y leñadores, la conocían como tal en lugar de por su nombre. No entendían que la caperuza, aparte de parecerle super mona, era un regalo de su difunta hermana mayor, que murió de unas fiebres hacía años y que, como tal, siempre usaría con orgullo pues era de las pocas cosas que le quedaban. Tan solo deseaba que nadie se metiera en como iba vestida de esa forma tan dañina.

- ¿se sabe algo de el lobo?- pregunto la madre, de repente preocupada. Su padre hizo un gesto de desprecio. Ygritte sintió un escalofrío que le recorría el cuerpo. No había querido escuchar hablar nada de aquel tema.

- Ese lobo de mierda no ha vuelto a asesinar desde que nos turnamos los hombres del pueblo para patrullar las calles- el hermano de Ygritte mostraba determinación en su voz. También le notó orgullo de sí mismo. "Es ya todo un hombre" pensó Ygritte - si aparece de nuevo lo matare con mis propias manos.

- Esperemos que no aparezca- intervino Ygritte. Lo cierto es que, aunque llevaba un mes sin aparecer y todo volvía a la normalidad, había pasado algunas noches muy preocupada, sin apenas dormir, muerta de miedo. Tanto, que cualquier ruído le hacía sentir pánico. El lobo primero mató a una familia. Los encontraron a todos ensangrentados, llenos de mordeduras y nadie dudó de que se trataba del ataque de una alimaña. A la noche siguiente,  una chica muerta, una lavandera, en las mismas circunstancias. durante una semana entera, todas las mañanas aparecia gente muerta de esa forma hasta que alguien se dio cuenta de que entre las víctimas siempre había mujeres hermosas y, tras comentarlo, sus cuerpos fueron examinados y se descubrió que no era obra de un lobo, sino de una persona. Ygritte no quiso escuchar los detalles tan escabrosos que contaba todo el mundo acerca de los crímenes. Había habido un par de víctimas más en dos noches pero, desde que todos los hombres del pueblo salieron a patrullar las noches, hacía un mes, no habían pasado más crímenes y poco a poco, empezó a olvidarse y sentirse más segura por las noches, que era cuando atacaba aquel asesino que se quedó con el apodo de el lobo.

El desayuno pasó sin volver a comentar el tema del asesino e, incluso, logró mantener una conversacion agradable con todos ellos. Eran buenas personas, a veces su padre tenía mal genio o era estricto, sí, pero era buena persona. Todos lo eran e Ygritte se sentía a salvo con ellos.

Tras ayudar a su madre a recoger y limpiar un poco la casa, esta le dio una cesta llena de comida y de postre: unas exquisitas magdalenas que ellas mismas habían preparado la noche anterior. - Toma, ve y se la entregas a tu abuelita. De paso, le vendrá bien un poco de compañía de su nieta- Ygritte asintió con una sonrisa que sintió falsa. La verdad era que su abuela no le gustaba. Siempre evitaba ir a verla para no tener que aguantar sus constantes ataques. Le decía que estaba paliducha, que estaba muy flaca, que no tenía brío alguno para hacer ninguna tarea... pero el ataque que más le dolía era el que hacía a su caperucita roja. Ella también la llamaba despectivamente caperucita roja, como la gente del pueblo. Una vez, en la que su abuela estaba metiendose con el color, diciendole que parecía una excéntrica buscona con esa capa con un color tan chillón y esa caperuza, ella le respondió, enfadada, advirtiendole que nunca más se metiera con ella por eso, que había sido de su hermana. Lejos de intimidarla o conseguir que entendiera lo importante que era para ella, la abuela le reprendió diciendole unas palabras muy amargas para Ygritte: "- tu hermana casi nunca la llevaba, además, que más quisieras tu parecerte a ella. Es un insulto a su memoria que uses su ropa". Estas palabras la habían hecho llorar durante días y era solo una muestra de lo cruel que podía ser su abuela con ella. Así que no, no le hacía gracia ir a verla aunque su madre no sabía de ese trato. Solo se mostraba así de antipática cuando estaban a solas. 

Salió de casa, vestida con una falda larga roja, una blusa blanca y un chaleco, encima, su capa roja, con la caperuza puesta sobre su cabeza, y se adentró en el camino principal, a través del gran bosque en el medio del cual vivía. A pesar de donde iba, el aire que respiró al salir era tan puro y olía tanto a vegetación forestal que no pudo evitar ponerse de buen humor. Hacía un estupendo cielo poblado de nubes blancas que parecían de algodón, el sonido de aves y otro tipo de animales llenaba el ambiente, junto al sonido de las hojas al ser mecidas por el viento, de una mágica melodía. Ygritte pensó que le daba igual lo que le dijera la abuela, o la gente del pueblo. Solo por la caminata merecería la pena. Empezó a silbar e incluso, a andar dando pequeños saltitos, alegre como estaba. Algunos leñadores la saludaron al pasar, otros le dijeron alguna grosería. Ella se limitó a saludar a todos. Por el camino, poco antes de llegar al pueblo vio a su padre y su hermano, que se paró a hablarle cuando un hombre de unos cuarenta años, con el pelo largo y barba, facciones atractivas para su edad pero aspecto fiero, de hombros y brazos fuertes, empezó a gritarle que siguiera trabajando. Ygritte recordó las palabras de su padre sobre que un jefe tenía que ser así y supuso en aquel momento que tenía razón. El hombre se le acercó y le preguntó que donde iba, para después comentarle que él debía pasar por el pueblo para tratar unos asuntos y que la podía acompañar hacia ese punto del camino. Ygritte aceptó y juntos recorrieron el tramo que les separaba del pueblo. Cada vez que pasaba por delante de un leñador que no hacía su trabajo se ponía a gritarle pero con ella, era un hombre bastante amable e incluso podría decir que simpático. Ygritte se sorprendió para bien de la impresión que le causó el jefe de los leñadores "tenía razón mi padre", pensó.

Al llegar al pueblo acompañada de él, nadie osó importunarla lo más mínimo, pues era un hombre, por lo que pudo ver, al que todos respetaban enormemente. Entonces él se despidió de ella y se quedó sola. Fue hacia el pilar de la plaza principal para llenar un poco de agua en la cantimplora, pues tenía sed. Unas mujeres, dos de su edad y otra más mayor, se le acercaron. Ya las conocía a las tres y siempre eran desagradables con ella:

- Paliducha, ¿qué hacías con dittmar?- dijo la morena de pelo negro que tenía su edad.

- Se lo follará- la otra chica de su edad era pelirroja y la hija de la tercera, las tres empezaron a reírse.

- solo me ha acompañado- dijo Ygritte, incómoda, que había terminado de llenar su cantimplora y la estaba cerrando.

- Conozco a las de tu calaña- respondió la mujer mayor- vais de mosquitas muertas pero sois las primeras en abriros de piernas. Las tres empezaron a reir e Ygritte, cabreada, quitó el tapón de la cantimplora y se la tiró a la cara, dejandola empapada. 

La mujer empezó a bufar de ira y rapidamente las tres la rodearon - que has hecho, caperucita, ahora sí que nos has encontrado- "mierda", pensó Ygritte, asustada, al ver que había cometido un duro error. 

- ¡Parad ya de una vez!- las tres mujeres e Ygritte se sobresaltaron al oir la voz. Allí estaba él. Era el hijo del señor del pueblo. Un muchacho por el que todas suspiraban. Ojos azules, pelo rubio platino siempre bien peinado y un estilo de vestir que delataba perfectamente su origen noble. Ygritte nunca lo había conocido en persona y solo lo había visto de pasada - Esta chica no os ha hecho nada, dejadla en paz- su voz era imperiosa, sin derecho a réplica. Las tres se fueron sin rechistar.

- Siento rabia cada vez que una señorita tan hermosa como tu es molestada injustamente- Ygritte intentó responder algo, pero las palabras se le trabaron en la lengua. Era absolutamente hermoso, un príncipe azul. Se sonrojó al trabarse pero el hombre respondio con la más encantadora de las sonrisas, mostrando sus dientes levemente - no te sonrojes. Se que eres una chica tímida, te he observado alguna vez pasar y he preguntado sobre ti. Lo que no me dijeron es que eras tan encantadora de cerca. Ygritte se ruborizó más aún de lo que ya estaba. Sintió un calor en su vientre y las piernas le temblaron un poco. El señor Gottson era el hombre más bello que jamás había visto y su forma de hablar...

- Gracias... señor Gottson- logró responder ella.

- no me llames señor Gottson, para vos soy Guntter. dime Caperucita... ¿qué? no te averguences de tu apodo. Usas la caperucita porque quieres ¿no? Pues entonces tienes que estar orgullosa de ser Caperucita Roja-

- Muchas gracias- y tienes razón, penso Ygritte, que de repente veía todo claro- esta capa me la regaló mi hermana antes de morir, por eso me la pongo- no sabía por qué se había sincerado tan pronto con aquel hombre.

- Una historia muy triste, la abrazaría pero no quiero dar lugar a rumores. dime Caperucita, ¿a donde vas?-

- A casa de mi abuelita-

- Vaya, te acompañaría pero tengo prisa. Quiero ir a cazar - en ese momento, se dió cuenta de que tenía una escopeta en el hombro, formando cruz con un hacha. Se dijeron unas palabras más y se despidieron. Cuando Ygritte tomó el camino que salía del pueblo, Guntter le llamó la atención de una voz. - ¿vas a ir por el camino principal? no, mujer, se te va a hacer tarde al volver, mejor ve por ahí- señaló un camino abandonado, que nadie usaba ya para casi apenas nada, en el que, por el contrario al otro, la vegetación crecía sin ningún control ni arreglo.

- pero ese camino... es más largo, ¿no?-

- Está menos arreglado pero no es más largo, al contrario. Creeme, conozco estas tierras como la palma de mi mano, para algo son mías- soltó una carcajada e Ygritte también rió tímidamente. Pero seguía sin ver la idea del todo:

- Ese camino no lo usa nadie, está muy solo... ¿y si me pilla el lobo?- el simple hecho de pensarlo le producía mucho temor.

- El lobo solo ataca de noche. Aparte, no permitire ni una sola víctima más entre mis adorados súbditos. Solo es un consejo, mi adorable Caperucita Roja, puede tomar el camino principal si quieres, pero la casa de su abuela no vive cerca y en esta época del año, anochece demasiado pronto. Es su decisión, ahora, si me disculpa, tengo que proseguir mi marcha, un placer conocerla, Caperucita Roja-

- Gracias, que tenga usted un buen día- Caperucita hizo una reverencia y vio como se alejaba. Se quedó pensativa y decidió que Guntter tenía razón. El camino abandonado era más corto, por lo tanto más seguro, porque el asesino atacaba siempre de noche.

Tomo el camino que le había recomendado Guntter. Al tomar contacto con la belleza del bosque, sus preocupaciones se disiparon del todo y empezó de nuevo a silbar y andar alegremente. No dejó de pensar en Guntter en todo el camino, en como la había defendido, en lo amable que era... la había llamado hermosa. A ella, él que era un adonis sobre la tierra, él, aquel rubio elegante y encantador, alto y fuerte, no fuerte como su padre o el leñador, que eran anchos, si no una fortaleza juvenil y escultural. Pudo imaginarlo besandola en los labios, quitándole el vestido del día de su boda. Sabía que eran fantasías, que él no se fijaría en ella de esa forma pero disfrutó pensandolas, le embelesaba y le daba placer el mismo hecho de pensar en aquellos rasgos del noble, rasgos faciales grandes pero sin resultar desagradables por la armonia en la que estaban colocados, como pintados por un dios. Finalmente, encontró la casa de su abuelita. Llamó varias veces pero nadie respondió. 

- ¡Abuelitaaaaa!- era raro, quizás su estado había empeorado. Entonces, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta. la empujó y entró. La habitación de su abuela estaba oscura, con todas las persianas bajadas, pero pudo divisar un bulto en la cama que reconoció como el de ella.

- Ah, hija, eres tu- dijo ella. Le notó la voz algo extraña, demasiado grave - perdona que no te haya oído, estoy muy malita. Acércate, nietecita mía- A Caperucita le sorprendió la amabilidad de la señora. Se acercó. Estaba tapada con su manta hasta la altura de la nariz, dejando ver solo su gorrito de dormir y sus gafas. Dijo que iba a abrir la ventana pero la abuelita le rogó que no lo hiciera porque se encontraba mejor en aquella oscuridad. - Solo sientate aquí- dijo la abuela indicando con su mano un luga de la cama. Ygritte accedió y se sentó.

- ¿Estás bien, abuela?-

- si, cof cof, sí... no te preocupes ygritte, estoy bien- su voz era más ronca de lo normal pero lo que más sorprendió a Ygritte fue que la llamara por su nombre.

- Es raro que me llames Ygritte...-

- sí cof cof, a esta vieja se le va la oya, caperucita roja- Su aspecto parecía realmente deplorable, ygritte pensó que había empeorado bastante y por eso había decidido ser amable.

- Te he traído esta cesta con comida y dulces-

- oh gracias, mi caperucita roja, dejala ahí en la mesita, solo acercate y dame un abrazo- Ygritte se sintió algo descolocada ante tanta simpatía pero hizo caso a su petición y se acercó. A medio camino, algo la paró.

- Abuelita, ¿por qué tienes las orejas tan extrañas?- dijo al notar que las tenía más pequeñas de lo habitual.

- oh, caperucita, es para oirte mejor- Ygritte sonrió levemente a la broma de su abuela- vamos, abrazame- Pero se fijó en su nariz, que sobresalió algo más grande de lo que la recordaba.

- Abuelita, ¿por qué tienes la nariz tan grande hoy?-

- Para olerte mejor- dijo la abuelita- abrazáme ya niña, quiero darte cariño- Al alargar sus manos Caperucita pudo ver que las tenia más grandes de lo habitual. Pensó que debía estar muy mal porque todo lo tenía hinchado.

- ¿las manos son también para abrazarme mejor?-

- Así es, Caperucita- Ygritte se acercó a ella, estaba casi conmovida porque nunca la había tratado con aquel cariño su abuela. Hoy estaba siendo un gran día. Sintió como los brazos de la abuela la rodeaban. no olía a una persona mayor, sino a perfume de hombre. Entonces, ya de cerca, vio su boca. Reconoció alarmada aquellos labios, los había visto un rato antes... 

- ... la... la boca...- dijo Ygritte e intentó apartarse pero los brazos que rodeaban su espalda la apretaron contra la cara del hombre que estaba disfrazado de su abuelita y las diez uñas de sus manos se clavaron en sus espaldas.

- Es para comerte mejor- Ygritte dio un grito al ver la cara de loco que puso el hombre travestido, que apretandola fuerte con sus brazos, solo le permitió inclinar la cabeza hacia arriba, pero no zafarse de su abrazo ni de las uñas que se le clavaban con fuerza a través de su capa. El hombre acercó su boca a su cuello y le dio un chupetón, después, sintió sus dientes, sin dejar de gritar, clavarse en su cuello con fuerza.

- Ayyyy!!! sueltaaaa!!!- intento patalear y con todas sus fuerzas, intentaba liberarse, pero él era fuerte. Sin soltarla, le dio la vuelta bruscamente, como si ella no pesara nada para él y, ahora, sin nisiquiera saber como exáctamente, era ella la que se encontraba debajo del hombre, tumbada en la cama.

- Sueltame, por favor, auxilio, que alguien me ayude- el hombre empezó a lamer su cara, alternando lametones con pequeños bocados en sus mejillas. Ella consiguió abofetearlo y apartarle lo justo la cara. Por instinto, le metió los dedos en los ojos al hombre que empezó a aullar de dolor y la soltó, echandose los brazos a sus ojos.

- puta, te voy a matar, me has hecho daño- Ygritte saltó de la cama, cayendo al suelo. Se levantó y corrió hacia la puerta todo lo rápido que pudo. Él corría detrás, ella, desesperada, logró llegar a la puerta entreabierta y salió al exterior. Por un momento creyó que había encontrado la libertad al salir de la casa, pero, aunque no dejó de correr, el hombre estaba cada vez más encima e Ygritte comprendió que era un lugar demasiado apartado para que pudiera dar con alguien que la ayudara antes de que la atrapara. A pesar de ello, siguió corriendo, entre los árboles.

- Me excita que corras- oía la voz del noble, cada vez más cerca. Reía a carcajadas y parecía no costarle nada de esfuerzo perseguirla - eres mi conejita de hoy. Me encanta que corras, me excita mucho más que una presa fácil- Ygritte procuraba no hacerle caso a la voz del lobo, solo si seguía corriendo podía tener alguna esperanza. Entonces tropezó con una rama y cayó rodando unos metros. Dolorida, intento levantarse, pero lo que recibio fue la patada del lobo en su estómago. Durante unos instantes, se quedó sin respiración, retorcida sobre si misma, con las manos en la barriga. Las manos del hombre agarraron su pelo (tenía la caperuza apartada por la caida) y, tirando de él con brutalidad, le levantó la cabeza - ha sido un juego divertido, pero ya terminó, ahora vas a estarte quieta o no respondo. Ygritte intentó decir algo, pero solo consiguió romper a llorar. Aún le dolía la patada del estómago y sentía como las manos del lobo tiraban fuerte de su cuero cabelludo, causandole gran dolor. El rostro del hombre, que antes le habia parecido tan bello, ahora le resultaba sumamente feo cuando se acercó a su cara, sin dejarla de tirar del cabello y le chupó las lagrimas que ella estaba soltando. Le dio un bofetón y la agarró de las piernas. Se la echó a las espaldas como un fardo y se dirigió hacia la casa de nuevo. Ygritte lloraba, bocabajo. Pensó que no tenía fuerzas de soltarse y, aunque lo hiciera, la volvería a agarrar. Vio la puerta cerrarse a sus espaldas y las llaves bloqueando la puerta. entonces el hombre la tiró al suelo, como si fuera un muñeco. Ella calló de culo haciendose mucho daño. El hombre empezo a abrir algunas persianas. Decía que quería verla bien todo el rato. no parecía hacerle caso así que Ygritte se acercó a la puerta, sin ninguna esperanza, solo por hacer algo, y tiró del pomo. Lógicamente, estaba cerrado con llave y no causó gran efecto. Oyó entonces los pasos del lobo acercarse y se giró asustada, apoyada en la puerta.

- yo... yo solo...- trató de justificarse, por temor a las represalias. La mirada del hombre ahora era desagradable, tenía una mueca que jamás había visto pero que la hacía sentir tremendamente desnuda. Más que desnuda, como un objeto de caza al que devorar. Se acordó de sus palabras "voy a ir a cazar" y comprendió que ella era la presa. Se sentia estúpida por haber caído en su trampa.

- Caperucita Roja- dijo el hombre moviendo la cabeza- desde luego, eres tan estúpida como cuenta la gente. ¿ no has oído la llave cerrarse?... ¡¡contesta!! 

- sí.. solo que...- Ygritte sintió que las fuerzas abandonaban su cuerpo y le flaquearon las piernas, se dejó caer levemente, entre llantos, totalmente rendida y asustada, hasta quedar sentada - por favor... por favor no me hagas nada- suplicó llorando, un moco se le salió de la nariz producto del llanto.

- Caperucita mocosa- dijo el hombre y emitió una carcajada que le hicieron helar su sangre- ¿Sabes ya quién soy?- Lo sabia, lo sabía... lo había sabido desde hacía rato.

- eres... el lobo- al pronunciarlo su terror aumentó, porque vio, meridianamente claro, que sus peores pesadillas se habían hecho realidad.

- ¡Levanta y quítate la ropa!- Ygritte notó como todo su cuerpo temblaba, sus dientes castañearon como si hiciera frío. Se levantó como pudo. No podía escapar, estaba segura. Recordó los detalles que no había querido escuchar sobre los anteriores crímenes. Supo que le esperaba un largo día antes de morir. - No te quites la capa, solo lo demás- el hombre se sentó en un taburete y su mano acarició su paquete, con los ojos fijos en Ygritte, la cual se fue desnudando temblorosa. Entre gemidos imploraba clemencia. Guntter no se dio por enterado en apariencia, pero su mirada pervertida reflejaba una expresión cada vez más depravada. Ygritte se desnudó al completo, dejando solo su capa como le había ordenado el lobo. Lloraba aterrada, se sentía desnuda. Los segundos le parecían horas. Sintió los ojos del lobo clavarse en ella, recorrerle el cuerpo con lujuria, cada centímetro. Caperucita tuvo que apartar su mano de su coño ante la orden del lobo. Se lo había tapado por mero instinto, sabiendo que no habría nada que la librara de la mirada, las manos y lo que quisiera ese hombre. Observó la cara del lobo, fijos sus ojos en el sexo de Ygritte, una mueca de sonrisa torcida, saliva cayendo entre las comisuras de sus labios. - Ven aquí, caperucita- esta vez, la voz volvió a sonar amable y, tal vez por ello, más aterradora. Caperucita avanzó hasta quedar de pie frente al taburete donde se sentaba su cazador. - deja de temblar, caperucita roja, no te haré nada malo- le dijo cogiendola de sus piernas y poco a poco, hundiendo su cabeza en los muslos de la chica, que se dejó hacer, aterrada como estaba. 

- ayy!!- sintió un pinchazo de dolor cuando el hombre mordisqueó su muslo. No había sido un dolor especialmente fuerte y ella no sabía si eso la tranquilizaba o todo lo contrario. Recordó los relatos sobre víctimas llenas de mordeduras. Debía escapar, pero, ¿como? se estremeció al sentir el aliento del lobo sobre la entrada de su vagina. Después, la lengua del lobo empezó a lamer sus labios, suavemente. Una sensación, la de su lengua, que hacía tan solo un rato había imaginado como la más plcentera de las sensaciones, pero en aquellos momentos, la sentía asquerosa, sucia. El lobo la estuvo chupando un rato. Su coño, sin quererlo ella, sin sentir el más mínimo placer, reaccionó lubricando por mera reacción física. Lo que provocó las carcajadas del lobo:

- Sí que estás cachonda, pero que puta eres. Eres una buscona como decían esas tres- Las palabras herían y enfadaron a Ygritte porque eran mentira, sacó parte de su recién perdido orgullo.

- No, es una reacción del cuerpo, nada más, me das asco- Justo decirlo, se dio cuenta de su error y tembló con mas fuerza, cerró los ojos esperando su castigo, pero solo oyó la risotada del lobo.

- Vi como me mirabas, Caperucita Roja. Eres una puta buscona como decían esas mujeres de las que te defendí pero no te preocupes, jugaré con las dos más jóvenes cuando haya acabado contigo-.

- Que... ¿qué me vas a hacer?- en lugar de una respuesta que conocía ya en el fondo, recibió un bocado en su labio vaginal. los dientes se hincaron con fuerza causandole un hormigueo de profundo y agudo dolor que pronto se extendió por toda la zona. Caperucita aullaba de dolor y él aulló con ella, como si fuera un lobo. La volvió a morder, esta vez en el clítoris. El dolor que había sentido un momento atrás no era nada comparado con lo que experimentó al ser mordida con tanta fuerza en una zona tan sensible. Gritaba, su mente no podía soportar el dolor e intentaba apartarlo usando sus manos, tirando del cabello de su captor. Entonces, en medio de su desesperado dolor, vio que en las espaldas de Guntter aún estaban su hacha y su escopeta y con la mano agarró esta última para intentar quitársela. Lo consiguió y el hombre la liberó del mordisco. Ygritte dio unos pasos atrás y lo apuntó.

- jajajajajajaja, no hay balas- Ygritte se sintió estúpida, de todas formas, quería luchar, era su última oportunidad. el hombre empezó a acercarse lentamente a su posición y ella agarró el arma dispuesta a golpearlo con ella. 

No tuvo éxito. El hombre paró el golpe sin esfuerzo y le arrancó la escopeta de las manos. estaba perdida, corrió hacia ninguna parte, todo estaba cerrado y tropezó con una silla cayendo al suelo-

- Caperucita Roja, eres una niña muy mala- sin darle tiempo a reaccionar se tumbó encima de ella, que había quedado bocabajo y, agarrándole las manos se las retorció sobre su espalda. La falta de esperanza era lo que más dolía a Ygritte que, por momentos, deseó que todo pasara cuanto antes. Se sentía totalmente derrotada y era consciente de que su sufrimiento acababa de empezar. El hombre le hizo un fuerte nudo en las manos con una cuerda que ella no supo de donde la había sacado ni cuando. Ahora, aunque lo intentara, no podía hacer gran cosa con las manos atadas en esa posición dolorosa que le tensaba todo el brazo y los hombros. Sintió el miembro duro en la raja de su culo, restregándose contra él mientras la ataba. Le dolía todo.  Intentó pensar en otra cosa, en el bosque, el canto de los pájaros, el olor a pino cuando llovía. El hombre le separó las piernas, abriéndoselas todo lo que pudo. pero su mente estaba en otro lugar. Sintió un mordisco que le hizo apretar los dientes, debía seguir pensando en esas cosas bellas. De un momento a otro, sintió como le perforaba el coño de golpe, entrando su polla a través de su vagina como si fuera un cuchillo. Por momentos, el bosque, la risa de su familia, todo, se desvaneció. No era virgen, había tenido alguna aventura furtiva con un joven granjero de su edad, pero fue muy distinta, no solo porque no tenia ese estrés y esa tensión que sufría ahora, ni porque su lubricación había sido mucho mayor, también por la diferencia entre uno y otro. El cuidado que había tenido su amigo no se parecía lo más mínimo a la bestialidad con la que había entrado el lobo. Incluso, le dio la impresión de que el pene que la perforaba era gigante. Pero no, ella no estaba ahí. Ella estaba a salvo, dandole de comer a las gallinas en un bucólico día primaveral. Ahí debía permanecer. 

Durante unos instantes, lo logró. Consiguió evadirse de los insultos y mofas hirientes del lobo y sus terribles sacudidas. Pero después de esos instantes, su vagina empezó a dolerle más y más. Parecía como si la hubiera destrozado por completo interiormente. Poco a poco, solo sintió una especie de cuchilladas violentas, brutales, de la polla que entraba y salía con furia de su coño. Con la mente ahogada en el dolor, apenas se dio cuenta de que el hombre le daba la vuelta hasta que sintió, tras unas embestidas, que su espalda aplastaba sus brazos y sus manos sobre el suelo. El hombre le chupaba la cara y las tetas. - ¿Sabes cual es uno de mis tres sabores preferidos?- le dijo el hombre con su mirada de loco. - Caperucita Roja no seas una niña mala, contesta a mi pregunta- ella hubiera contestado una retahíla de insultos en ese momento, pero en su lugar, su respuesta fue: -no... ¿cual?- - el sabor de las lágrimas de una chica guapa- acto seguido lamió de nuevo toda su cara limpiando sus lágrimas, hasta llegar a los ojos, que si no hubiera cerrado Caperucita los habría chupado también con su asquerosa lengua.

- ¿sabes cual otro de mis tres sabores preferidos?-

- no... no.. por favor dejame ir- 

Entonces, el lobo le mordió la cara, mucho más fuerte que antes. Sus dientes se hincaron sobre su moflete mientras su pene no dejaba de penetrarle su coño con una fuerza salvaje. Ygritte abrió la boca con la mente totalmente inundada de dolor pero no le salió grito alguno, quizás se había quedado afónica. Cuando el hombre soltó su mejilla acercó su boca a la de Ygritte y con una leve orden la obligó a recibirlo abriéndola. La lengua del hombre se metió como un desagradable gusano dentro de su boca. Un gusano que sabía a sangre. Fue cuando se dio cuenta del ligero tacto de un líquido escurriéndose lentamente por su moflete, que el hombre volvio a morderle al tiempo que sus movimientos aumentaban de intensidad. Pudo notar los espasmos del hombre, aunque no notó nada dentro de ella, supo que se había corrido.  El hombre se apartó dejandola tirada, exhausta y dolorida, ya sin fuerzas ni ánimo para hacer nada. Por un lado, estaba aliviada porque pensaba que al menos, su final estaba cerca. Pero por el otro lado, eso era precisamente lo que más la aterrorizaba.

El lobo la levanto cogiendola de las axilas. Al ponerse en pie, Ygritte pudo sentir que sus piernas no podían mucho más y que no podía permanecer de pie. El lobo también se percató y la ayudo a andar. La llevó hasta la cama y la dejó con las rodillas en el suelo pero la cabeza y el tronco apoyados en el colchón. Por momentos, quedó así, en esa posición, con su trasero desnudo expuesto. Sintió, humillada, que se le derramaba líquido espeso desde la vagina y le caía por los muslos. Se puso a seguir llorando con la cara hundida en el lecho pero para aquel entonces, nisiquiera le salían las lágrimas. entonces sintió un tacto áspero, como de una vara, acariciar su culo. - nooo- dijo, o tal vez pensó para sus adentros, solo amparada por la oscuridad que le proporcionaba el hundir su cabeza, tanto como pudiera, en el lecho de la abuela, para así tal vez mitigar su dolor. Un silbido cortó el aire y, acto seguido, la vara restalló en su nalga y le provocó un pequeño desfallecimiento. Pero, para su desgracia, seguía despierta y bien consciente. Solo deseaba desmayarse de una vez y por momentos, parecía que su cuerpo lo lograría. Sin embargo, sintio perfectamente el segundo, el tercer, el cuarto y a partir de ahí unos cuantos más, pero ya había perdido la cuenta, abrumada por el dolor.

- ¿sabes Caperucita? reconozco que eres mi presa favorita hasta el momento- le dijo acercándose a su oído y mordiendoselo suavemente - Eres la primera que agarro con tanto tiempo. A las otras las usé un rato en la noche, pero a ti te tendré todo el día y toda la noche antes de acabar contigo- caperucita no se lo podía creer. Era imposible tanta crueldad, Solo había pasado un rato pero era ya una eternidad, no podía tenerla todo ese rato que tenía, era injusto.

- no... no...- consiguió decir entre renovados llantos y gemidos- ¿por qué? no.... ¿por qué?...

- Porque puedo- contestó friamente el lobo- como te decía eres mi presa favorita, no se si es por esa caperuza que llevas- Ygritte había perdido la noción de lo que llevaba y lo que no y cayo en la cuenta de que todo el rato había tenido puesta la capa roja de su hermana, con la caperuza sobre su cabeza- Cuando acabe contigo pienso ponérsela a todas mis víctimas mientras las torturo-

"la capa de mi hermana, no... la capa de mi hermana no..." la ira se fue apoderando de Ygritte mientras repetía en su mente esas palabras. - No...- dijo, casi gritando- la capa no cabronazo. Intentó levantarse y embestirlo pero nisiquiera consiguió variar un ápice su postura. Notó que sus nalgas estaban en carne viva, chorreando sangre, y que le dolían en exceso.

- Callate ya, me estás excitando de nuevo-  el lobo se colocó detrás suya y escupió en su ano. Luego acercó un dedo y empezó a meterlo despacio.

- no... no... ahí no...- Ygritte era plenamente consciente de lo que iba a hacer el lobo. Todo le dolia y, cuando creía que no podía dolerle más, el dedo entrando en su culo virgen le proporcionó una nueva clase de dolor, una más que se unió a todos los dolores que ya sufría. Se estremeció cuando sintió un segundo dedo entrar, hasta el fondo, como había hecho el primero. Asco, dolor, humillación y una profunda tristeza. Todo eso sentía Ygritte. Estaba completamente a merced. Era la presa del día, se sentía como un pedazo de carne a punto de ser devorado por un sádico depredador. Un juguete en manos de un niño dispuesto a destrozarlo entero para jugar con él.

El lobo sacó sus dedos y, tras lamerlo de nuevo, puso la punta de su polla, otra vez dura, en la entrada. - cuenta hasta tres y te dolerá menos, te irás preparando y cuando llegue el tres ya estarás completamente predispuesta a recibirme- le aconsejó a Ygritte en una extraña y repentina muestra de compasión.

- uno...- Ygritte empezó la cuenta, dispuesta a prepararse para el tres- d...- no le dio tiempo a pronunciar la sílaba completa porque el lobo metió a traición su pene de un brutal empujón hacia dentro de su culo.- aaaayyyyy- Ygritte dio un grito prolongado hasta quedarse afónica de nuevo. Al lado de esto, los varazos incluso le parecían suaves. Brutales embestidas destrozaban su culo, desvirgandolo con crueldad. Mordio las sabanas, apretando los dientes tan fuerte que le dolió la mandíbula tras unos segundos.  O toda una eternidad, a esas alturas ya no estaba segura de nada ni tenía noción del tiempo.

Ya no había bosque, ni pájaros, ni nubes, nunca más las habría. Solo era la pieza de caza del día, el objeto sexual de ese hombre sádico y cruel, Había sido condenada por él sin cometer ningún delito, solo el de ser joven y guapa. Como castigo a tan abyecto crimen, su cazador ya le había mordido en la mejilla, la había violado por el coño, le había castigado las nalgas sin piedad y ahora le estaba perforando el culo, obteniendo placer a traves de él, del sufrimiento de ella. La levantó un poco y llevó las manos a sus tetas, apretandolas fuerte. A veces, entre embestidas, empezó a dedicarse a abofetear sus senos, que se tambaleaban a cada golpe, chocando entre sí como campanas. No eran unos senos grandes, por lo que cada golpe con la mano abierta le producía dolor en cada centímetro de su teta. El hombre hundió profundo, todo lo profundo que pudo y estuvo unos instantes. Caperucita pensó que se estaba corriendo dentro ya. De repente, la sacó con un fuerte tirón, de golpe. Ygritte notó como desgarraba todo por dentro, si no lo había hecho ya y quedó retorciéndose de dolor. El lobo la volteó poniendola de rodillas sobre el suelo y le puso su miembro duro en la cara, restregandoselo por ella.  Parecía a punto de estallar. - Abre la boca, Caperucita Roja- le ordenó. No tenía derecho a réplica ni quería ejercerlo, por lo que simplemente obedeció. Al abrir la boca, el miembro del hombre se metió en ella, llenandola. Era repugnante. Pudo notar que se hundía hasta su garganta y empezó a dar arcadas. El hombre la abofeteó fuerte en la cara, con la mano abierta, repetidas veces, diciendole que si vomitaba sería peor. Por lo que trató de aguantar sus arcadas. El lobo, seguramente divertido por la situación debido a sus instintos sádicos de hijo de puta, no quería ponérselo fácil y mientras la embestia tan brutalmente que le hacía daño y le daba arcadas, le tapaba la nariz a ratos breves pero que la dejaban sin respiración unos segundos, roja como un tomate. Con una mano la agarró de la cabeza, que aún conservaba la caperuza puesta y la atrajo más y más hasta el fondo. Ygritte no supo cuanto rato estuvo follandole la boca, pero le empezó a doler la mandíbula de cansancio. Sentía como su boca estaba llena de saliva, producida al albergar tan enorme pene. De hecho, hilos blancos y gruesos de saliva unían su boca con el pene del lobo cada vez que este sacaba la polla. Le dolía todo el cuerpo. Pudo notar, bajo su lengua, que el pene se hinchaba más y más y el lobo empezó a gemir.

- Sí, putita así es, eres mía, eres mi conejita linda caperucita roja- mientras lo decía, Ygritte notó como su boca se llenaba de un líquido caliente y amargo, la polla salió de su boca y, lo último que vio momentaneamente con el ojo izquierdo fue la punta del pene escupir. justo despues, se le cerró el ojo por el disparo que le había acertado de lleno. A pesar de lo llena que tenía la boca y que ya se había corrido antes, siguio soltando semen en cantidad que le llenó la cara. Escupió lo que salía de su boca, haciendo que se derramarara por su barbilla - bella estampa- dijo el lobo cuando esto pasó- pero quiero que te lo tragues- y con sus dedos empujó el semen de vuelta a la boca de Ygritte. - tragatelo o te castigo- dijo desenvainando su hacha- Ygritte aterrorizaba tragó saliva y semen. tenía ganas de vomitar, era lo más asqueroso que podía pasarle en esos momentos, lo más humillante. 

Tonta de ella por pensar eso. El lobo apuntó su polla hacia su cara y, sin que ella lo esperara, un líquido fluido empezó a bañarle el rostro. Cerró la boca al darse cuenta de lo que era y el chorro incidió sobre sus labios. Luego recibió la orden que se temía y no tuvo más remedio que abrir y dejar que el chorro entrara, directamente a su garganta, cosa que agradeció porque al menos no había sentido el sabor, solo el asqueroso hedor. De repente, no pudo más y empezó a marearse del todo. El mundo se fue oscureciendo hasta que solo hubo la más absoluta oscuridad. Lo último de lo que fue consciente fue de las quejas del hombre - no, si te mareas perderemos un rato precioso...-

Abrió los ojos y vio el techo de la habitacion de la abuela. No sabía exactamente por qué estaba allí tumbada en esa cama. Poco a poco, la experiencia pasada fue haciendose nítida en su cabeza . Se dio cuenta de que tenía los brazos ya desatados. De un salto, se incorporó aterrada, esperando ver otra vez a su torturador.

- Tranquila hija, ya estás a salvo- la voz le resultaba familiar. Miró a su lado y era el cazador, el jefe que por la mañana la había acompañado una parte del camino. - nunca imaginé que ese cabrón fuera el lobo. Por suerte para ti, me acordé de que habías ido a ver a tu abuelita y decidí volver para acompañarte a casa de nuevo. No se donde ha metido a su abuela, lo que se es que le he pegado un tiro en la frente a ese cabrón.

Ygritte no supo que contestar, un sinfin de pensamientos y sensaciones se arremolinaban en su cerebro.. Quería abrazar a su héroe y salvador, quería volver a casa, quería desaparecer y olvidar todo, quería un montón de cosas, quería llorar y gritar. Le dolía aún todo su cuerpo. - gra... gracias.... dijo finalmente. Se percató de que seguía vestida solo con la capa - ¿me das mi ropa?- dijo avergonzada, buscando la sábana para taparse pero no la encontró, así que se tapó el coño y las tetas con las manos.

- ¿Sabes Caperucita? en realidad entiendo al lobo-

- ¿qu... que?- Caperucita no acababa de comprender. Terminó de hacerlo cuando ya tuvo al hombre tumbado sobre ella.

- Una putita como tu, quién no la violaría... Tal vez matarla sea excesivo, pero un buen polvo...

- Apartate de mí, me asustas-

- Por eso vine en realidad, no por salvarte. Quería cogerte en el camino de vuelta-

- Para, joder fuera aparta-

él le agarró la cara, que ya la tenía dolorida de por sí, con su mano. Era una mano enorme, llena de callos, muy fuerte. - escucha cerda, no voy a quedarme quieto mientras ese cabrón ha disfrutado lo que ha querido de ti. Le apretó las mejillas provocando que su boca se abriera y le escupió dentro. Luego le hizo cerrar la boca y masticar. Ygritte empezó a llorar, mientras notaba el espeso gapo entre su boca. El hombre separó sus piernas y la empezo a penetrar.

Para su desagradable sorpresa, la embestía aún con más fuerza que el lobo. . Le sujetó las manos con las suyas dejandola inmovilizada, aunque a estas alturas, pocas fuerzas tenía de resistirse a otra violación. el leñador masticó sus pezones sin piedad, haciendola retorcerse de dolor. Y siguió chupándoselos y follandosela con fuerza.

- deja de llorar puta, te he salvado la vida. Es el premio que me cobro por ello-

Ygritte estaba rendida. Se sentía desgraciada mientras el hombre que había creído su héroe se aprovechaba de ella. Le dolía mucho la vagina. A decir verdad, le dolía mucho todo. Pasó un rato más hasta que el hombre terminó con ella. En lugar de dentro, se corrió en sus muslos. 

- Muy bien hecho- Ygritte, que había permanecido ajena a la habitación en que se encontraba, se sorprendio al oir la voz de su abuelita. Con las pocas fuerzas que le quedaban, se incorporó y la vio sentada, con una sonrisa de desprecio - la cosa se complicó cuando apareció aquel lobo, me tuve que esconder rapidamente detrás del reloj y menos mal que no me encontró, me hubiera matado al instante. Lo bueno es que el plan de escarmentar a mi nieta fue mucho más de lo que esperaba... sí, estúpida caperucita, no me mires así. Planeé desde el principio esto con el leñador Siempre ha sido un pervertido, la persona perfecta para darte un escarmiento. No te he soportado nunca. Pero llegó más tarde de lo esperado y me encontré con el panorama del lobo. Lo he visto todo ahí escondida- señaló el reloj- Cuando te desmayaste, fui yo misma la que apareció por detrás para dejarlo inconsciente de un golpe. N quería que te matara, al fin y al cabo eres mi nieta.

Algo se rompio dentro del corazón de Ygritte si su propia abuela era capaz de llamar a un hombre para que la violara. Fue ayudada a vestirse entre el desprecio de su abuela y el leñador, que fue el que la llevó a casa. Le dijo a su familia que se había puesto mala en el camino y lo creyeron sin rechistar. Ygritte simplemente se quedó postrada en cama, entre pesadillas. Y pasó así unos días. En cuanto al lobo, su cadáver no fue encontrado. El leñador dijo que no contara nada de nada a nadie y que no podía salir a la luz que el noble había muerto porque nadie juzgaría sus actos debido a su posición, sino que juzgarían al asesino. La amenazó con que su abuela y él contarían que la asesina fue Caperucita, para así evadirla a contar nada.