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Chico, vas a ser un hombre pronto

en Erotismo y Amor

Aviso: no se muy bien cual es la categoría. Lo he incluido en erotismo y amor y no en hetero: general pero lo cierto es que no sé si debería ir aquí o en el otro sitio.

Estaba en mi cuarto año de la ESO, Iba a un colegio público, con bastante mala fama pero que, en realidad, era inmerecida. Desgraciadamente, se segrega en la educación pública, ordenando los colegios por estrato social y el mío, aunque encuadrado en un barrio marginal, no era el peor de ese barrio ni por asomo. Los profesores tenían autoridad y, en mi opinión, funcionaba todo igual a un colegio público normal. Con sus más y sus menos. Al final, todo dependía del profesor que te tocara en suerte, como todo. Había profesores estrictos, profesores que se ganaban su autoridad mediante el carisma (y alguno que enamoraba profundamente a las lerdas como yo, pero de eso hablaré en otra ocasión), profesores que se dejaban avasallar por sus alumnos y que acababan depresivos y profesores que humillaban o que presenciaban situaciones de bullying con absoluto desinterés. Cuento todo esto para contrastar más adelante con el mundo del otro protagonista de la historia y, dejar claro, que en definitiva, era un colegio normal.

Pero era de un barrio obrero. Un instituto al que solo acudían gente de dicho barrio, de dudosa reputación, y también de algunas zonas rurales vecinas, como era mi caso. Zonas rurales no mucho mejor vistas, aunque la mía, ya por aquel entonces, se estaba poblando de gente cada vez de más dinero, llegando a ser, hoy en día, incluso una zona "pija", en la que existen fuertes contrastes entre vecinos. Médicos y granjeros, empresarios y limpiadores, viviendo puerta con puerta. No sé si al final acabaremos llendonos la gente con menos recursos o serán los adinerados que vienen al ver como sus hijos se convierten en una suerte de "canis de imitación" en una de las zonas de más delincuencia y droga de mi ciudad. Al albergar alumnos de zonas tan complicadas, el instituto nunca estuvo bien visto por la gente que no vivía en el barrio.(curiosamente eso está cambiado y ha cambiado mucho desde por factores urbanos que hacen obligado el paso por el barrio para ir a ciertos sitios y le está quitando a la gente el miedo a pasar por allí, al ver que la gente no te muerde ni te atraca). Era fácil, cuando hablabas con gente de otras zonas, comprobar que se lo imaginaban como uno de esos institutos de película a los que llega el profesor molón y guay de turno y consigue que unos delincuentes se conviertan en estudiantes entusiastas. Pero, vuelvo a repetir, esa visión no se ajustaba a la realidad.

Yo, por aquel entonces, tenía una suerte de doble vida. En el instituto era una persona, al menos ese año, totalmente distinta a la que era por las tardes, cuando salía con mi gente. Y es que de mi zona apenas había entrado nadie en mi clase de ese año. Con la gente de la clase... bueno, ya hablaré de eso en sucesivos relatos pero, la verdad, no me fue nada bien en ese año. Era lo que se podía calificar como la pardilla de la clase. Pero con mi gente cambiaba totalmente. Con mi gente, cuando acababan las clases, mi yo desconfiada y con baja autoestima en algo más parecido a lo que realmente soy. Salía, como he dicho, con gente a la que conocía de toda la vida y, por aquel entonces, nos dio a un pequeño grupo del barrio por la música metalera y gótica, por lo que empezamos a vestirnos de negro, con medias rotas en las piernas y los brazos, pulseras de pinchos, etc. aunque el aroma cani y pueblerino no nos lo quitaba nadie y, de hecho, muchas veces no podíamos evitar sacar nuestros chandals y nuestras coletas de chonis a pasear. El caso es que eso nos llevó a empezar a conocer gente nueva, de otras zonas. Gente que pensamos nuestros iguales y de la que tal vez tardamos en comprender, al menos yo, que no lo eran. Y es que no es lo mismo ponerse una camiseta negra del mercadillo que comprarse un conjuntito de cuero que cuesta un ojo de la cara. No era lo mismo ahorrar seis meses para un concierto y tener que convencer a tu papi con tu ayuda en el campo y las tareas, que tragarse todos los conciertos, incluso en ciudades distintas, mientras te gastas una media de veinte euros diarios en litros, vino y porros y no das palo al agua.

Y esas eran mis nuevas amistades. amistades que a mí me parecían sensacionales. Por primera vez, sentía que había encontrado mi sitio. Gente con la que hablar de esa música tan extraña que a tan poca gente gustaba, gente con la que hablar de filosofía, de cosas profundas... Y entre esas amistades estaba Manuel, o el Manu, que Manuel me suena raro. Era un chico algo de mi misma edad. Bohemio, pantalones vaqueros ajustados casi siempre, a veces de cuero, pelo largo con alguna rasta que otra, interesante, divertido, profundo...

Pronto conectamos, quizás no desde el primer día, pero después de ese primer contacto, producido por un amigo en común, pasamos a estar más unidos rapidamente. ¿La razón? Al día siguiente, mi amigo me dijo que a Manuel le había encantado yo, que había dicho que era preciosa. Y, francamente, él estaba muy bueno y tenía un aire a malote incomprendido con el que me identificaba en parte, pero sobre todo, con el que me sentía atraída, tal vez porque me recordara a ciertos cantantes, no lo se. El caso es que, como he dicho, no atravesaba un buen año en el instituto. La gente se metía conmigo y se reía de mí. Es curioso como mina la confianza en una misma los insultos y las burlas de los demás. A pesar de que no se burlaban de mi físico, me sentía una mierda, también fisicamente. Ligaba sí, pero no de esa forma. Ese chico me había llamado preciosa. ¡Preciosa! y eso me dio un plus de confianza que me hacía mucha falta.

 

Y así es como empezamos a quedar, aunque no fue hasta un mes después que nos dimos el primer beso. Estábamos de botellón y nos habíamos apartado del grupo. Nos sentamos en un banco, el vino había hecho su efecto en mí. Estaba siendo una gran noche, de conversaciones profundas e inteligentes como las que solo el alcohol te puede dar (eso pensaba en aquel momento, hoy dia bebo de año en año y tengo conversaciones mil veces más profundas con la gente que puedo tenerlas). Entonces, él me acarició la pierna. Recuerdo que llevaba unos vaqueros rotos y arriba, una sudadera negra de no me acuerdo qué grupo que él mismo me había dejado, para combatir el frío que empezaba a hacer en las noches. En cuanto a él, llevaba una camiseta negra de manga larga (de cualquier grupo, por supuesto) y pantalones de cuero, botas, uñas y ojos pintados de negro. No lo he descrito: tenía una melena lisa de pelo castaño que le llegaba hasta los hombros, de cara era muy guapo. Tenía algunos pelos sueltos en su barbilla  que lucían una suerte de perilla ridícula si la comparamos con un adulto, pero bastante adulta si la comparamos con la gente de esa edad, ojos azules muy penetrantes, nariz grande pero con una personalidad atrayente y, facciones finas, alargadas.. De cuerpo, era bastante delgado, quizás demasiado para su altura..En cuando a mi: castaña, pelo ondulado, facciones más o menos grandes, con la cara regordeta y, de cuerpo, bastante delgada por mi constitucion en aquel entonces. Lo que más destacaba de mì era mi culo y, aunque para entonces estaba acomplejada por mi pecho, ahora me doy cuenta de que lucía y luzco un buen escote.

 

Como decía, el me acarició la pierna, a la altura de la rodilla y fue subiendo por mi muslo, acercó su cara lentamente a la mía, buscando un beso y yo gire mi cara. Se quedó un poco serio y me preguntó qué pasaba. La verdad es que ya habíamos hablado de que nos gustábamos, pero no quería repetir ciertas experiencias que había tenido. Queria que me tomara en serio. Se lo expliqué y él entonces me dijo que le gustaba de verdad y que seríamos novios. Era la excusa perfecta para mí. Deseaba que lo dijera y poder despreocuparme, tirarme a sus brazos e intentar esa relación, intentar que nos enamoráramos. Entreabrí la boca, inclinando un poco la cabeza hacia él, él cerró los ojos y se acercó hacia mí. Sus cálidos labios se posaron sobre los míos y, después, su lengua entró en mi boca y se juntó a medio camino con la mía. Me dejé llevar por aquel beso, que duro una cálida eternidad. Él me atrajo hacía sí con su mano en mi cintura y mi pecho se pegó al suyo. Sintiendo su calidez a través de su camiseta. Poco a poco, fue aumentando la pasión entre los dos, hasta que llegó un momento en el que ya no nos besábamos, sino que devorabamos nuestras bocas con frenesí. Sentía la calidez recorriendo mi cuerpo y me senté encima suya, rodeando su cuerpo con mis piernas, sentandome sobre su paquete. Le agarré de los hombros y devoré su cara y su boca con la lengua, al tiempo que él, con sus manos, agarraba mi culo y buscaba apretarme el coño contra su polla, la cual noté que estaba muy dura a pesar del pantalón de cuero. Pero fui yo misma la que provocó que paráramos. Cuando me di cuenta de que estaba haciendo yo misma movimientos con la cintura para restregarme contra él, decidí que teníamos que parar. Estábamos en público y nunca me ha gustado dar grandes espectáculos en medio de la calle. Ese día nos besamos varias veces más, aunque procuré mantenerme algo despegada de él, por miedo a lo que mi cuerpo pudiera hacer si volviamos a apretarnos de aquella forma.

 

Después de ese día, seguimos quedando y yo, me estaba enchochando un poco. Pasé la siguiente semana charlando con él la mitad del día y la otra mitad, pensando en él. Y él, el no paró de llamarme preciosa desde el primer día en el que lo permití hacerlo. Hablaba de las ganas que tenía de volver a acariciarme y besarme, de lo mucho que le gustaría llegar a algo más, lo mucho que le encantaba mi cuerpo, me decía que tenía el mejor culo del mundo (ahí se flipó, vale) y que le encantaban mis tetas. Todo resultaba en una inyección de moral para mí: me sentía mas viva e incluso, pude notar que cambiar mi actitud sobre mí misma, aunque fuera de forma tan superficial, empezaba a atraer a mucha gente. Es algo casi científico: sientete guapa y ligarás mucho, sientete fea y te costará más hacerlo.

 

Un dia, lo convencí para bajar a mi barrio y lo hizo. Cuando me vio aparecer, bromeó sobre lo choni que iba (llevaba una chaqueta de chandal con partes rosas y leggings ajustados, con el pelo recogido en una cola de caballo, no veo que fuera especialmente choni pero, admitamoslo, entre el mundo metalero se da mucho el postureo. Le enseñé el monte de al lado de mi casa y nos fuimos a un sitio bastante adentrado en el bosque para beber cerveza y fumar porros, como tantas veces hacía yo en aquella época con mi pandilla de allí. Es un sitio mágico, desde el que puedes sentir la naturaleza invadirte y ver atardeceres llenos de cielos preciosos que te arropan con su manto. Esa era una de las razones por las que llevarlo allí, quería que conociera esos lugares tan importantes para mí. Pero aquí vino el primer choque entre nuestros mundos. Él aseguraba que le encantaba la naturaleza, pero una vez allí, solo se le veía cómodo a ratos. Cualquier bicho suponía un problema, decía que se sentía incómodo sentado en la tierra, etc. Pero no pasaba nada, había otro motivo por el que llevarlo allí. Y era que estábamos solos, sin nadie que nos pudiera ver. 

 

Lo besé, suavemente, sin prisas. Sabía que tenia muchas horas por delante para estar con él allí. Mi cuerpo fue respondiendo, poco a poco, al beso y a las caricias, las mías hacia él y las de él hacia mí. Entonces le cogí la mano y se la lleve hacia mis pantalones, metiendosela despacio por dentro y dejando que me acariciara el coño por debajo de las bragas por primera vez desde que empezamos a salir. No era especialmente habilidoso, incluso me hizo algo de daño con su uña que provocó que tuviera que decirle que parara unos segundos. Pero a mí me encantaba él y su mirada, su rostro, su personalidad y, por qué no decirlo, el bosque, hacían que me pareciera estár viviendo uno de los momentos más calientes de mi vida. Meti la mano por debajo de sus vaqueros, previamente desabrochandolos y pude sentir su pene, al principio por debajo del calzoncillo, sin llegar a meter la mano hasta ahí. Se la acaricié, notando su calor, agarrándola con la mano, sin dejar de fundirnos en un beso. Yo estaba cada vez más cachonda pero él, al contrario de la pasion que había mostrado otras veces, en esta lo sentía algo más parado. Puede que fuera el bosque, puede que fuera mis pintas de aquel día, pero no acababa de soltarse. Así que decidí soltarlo yo. Me acerqué a su pantalón y lo bajé un poco, después bajé sus calzoncillos y pude liberar su pene. No estaba depilado ni era especialmente grande, pero me parecia perfecto. Arrodillada entre sus piernas, con él sentado con la cabeza apoyada a un árbol, empecé por acariciarselo con la mano, masturbando suavemente. Él me dijo que parara un momento y me indicó la forma en la que más le gustaba, al parecer le había hecho yo también un poco de daño. Así que lo hice tal y como me lo pidió, mirandolo a la cara. No era la cara que buscaba. Buscaba ojos de puro morbo posados sobre mi, desnudandome entera con la mirada. Acerqué mi boca y le di un lametón en la punta que hizo que reaccionara con un leve espasmo de sus caderas. entonces di otro lametón, esta vez desde abajo hacia su punta. A pesar de que creía que ya la tenía totalmente hinchada, con mi lametón comprobé que aún le quedaba más sangre y como se puso más dura. lo lamí varias veces más, intentando poner cara de puta al tiempo que lo miraba de reojo. Ahora su cara empezaba a parecerse a la cosa que buscaba, pero seguía sin llevarlo a la locura de la forma que deseaba. Me la metí en la boca lo que pude y empecé a mover la cabeza de arriba abajo, notando su polla dentro de mi boca, entrando y saliendo, rozandola levemente con los dientes. Entonces oí su voz, que me imploraba que siguiera. Y lo hice, solo parando una vez para pedirle que no se fuera a correr en mi boca. Seguí chupándosela un rato más, sin preocuparme nada más que darle todo el placer que pudiera. Sin tener en mente más que ese pene que llenaba mi boca, que impregnaba mi boca de un sabor que nunca he aprendido a describir y que me excitaba de una forma tan morbosa. Me dijo que parara, que tambien quería darme placer él a mí. Cosa que me encantó en él, más que nada por comprobar que no era un egoísta él tampoco. Y entonces fui yo la que se apoyó contra el árbol y él quien se arrodilló ante mí. Después de bajar lo justo mis leggings y mis bragas, no sin antes hacer algún comentario estúpido sobre ellas (tenían un perrito dibujado y eran rositas, quizás esperaba que vistiera un tanga negro de cuero) agarró, incluso arañó, mis muslos con pasión, separandolos con sus manos y su lengua se acercó hacia mi vagina, metiendose entre mis labios, chupando mi humedad. Le dirigí la cabeza de modo que su boca estuviera mi clítoris y le pedí que se centrara sobre todo en esa zona. él empezó a agitar su lengua en círculos, quizás demasiado rápido. Me ponía bastante, pero un poco más de suavidad y menos rapidez me habrían producido más placer. Aunque eso lo se ahora, en aquel entonces no había experimentado lo suficiente y el simple hecho de estar alli hacía que todo mi cuerpo se calentara. Apartó sus manos, apoyándolas en el suelo, y yo se las agarré con las mías, de las muñecas y las devolví al sitio que debían estar, agarrándo mis muslos con fuerza. - quiero follarte- dijo él. - no- respondí yo, que no estaba dispuesta a hacerlo. No hubiera sido mi primera vez, pero no quería ir rápido. Insistió un poco más, quizás hasta que se hizo un poco pesado pero, lejos de sentirme presionada, me lo tomé con calma y lo tumbé bocarriba. Él se quejó de que se le clavaban piedras y le dije que se levantara. Fui yo la que se tumbó bocarriba, limpiando un poco el suelo con el pie para apartar posibles piedras molestas y, subiéndome antes las bragas, le pedí qu se tumbara sobre mí. Cuando noté su cuerpo apretado contra el mío, le cogí su culo e inicié una serie de movimientos con mis caderas, para restregarme contra él. Solo separados por mis bragas, que me había subido para evitar posible dolor, su pene y mi coño se frotaron entre sí, durante un buen rato. Podía notarlo bien duro presionar mi clítoris y mis labios. Él me desabrochó la chaqueta de chandal, dejandola abierta y subió mi camiseta con sus manos. Yo me incorporé un poco para quitarme el sujetador y que no molestara. Y volví a tumbarme dejando que su boca jugueteara con mis tetas mientras no paraba de darme embestidas. Sentí que estaba a punto del orgasmo y me bajé las bragas. Él se creyo que lo hacía para dejarlo penetrarme y lo intentó. Cuando lo paré y le dije que solo quería que se siguiera restregando se puso de nuevo mas pesado de la cuenta y, esta vez, la magia acabó desapareciendo. De modo que acabamos parando. Estaba un poco molesto y no quiso seguir más. así que pasamos el resto de la tarde un poco raros. Hasta que lo acompañé hacia abajo, donde lo esperaría un taxi. Al despedirnos, quedamos en que solo había sido un malentendido y que no pasaba nada. Y nos dimos un apasionado beso de despedida.

 

Confieso que pasé el resto de la semana buscando ropa más gótica de la que tenía por catálogos de Internet, tiendas, etc. Pero cada vez que encontraba un modelo qu me gustaba, descubría su precio y me desilusionaba. Seguía buscando con insistencia en todos mis ratos libres. Algunas chicas del grupo de metaleros con el que salía tenían ese tipo de ropas y, aunque en el fondo sabía que sus orígenes no eran los mismos, me creía o quería creerme que no eran tan pijas para gastar ese dineral en ropa, entre otras cosas, porque siempre criticaban a las pijas precisamente por eso. También busqué, a escondidas incluso, lencería adecuada. Para eso, buscaba en el google lencería gótica y cosas asi, buscando que es lo que pondrían cachondos a los hombres así. Sin embargo, entre que la mayoría eran corses y prendas del estilo demasiado aparatosas como para salir con ellas puestas y que lo poco que había que pudiera ponerme era caro, acabe simplemente comprandome un montón de bragas y sujetadores negros. Ya tenía unos cuantos, pero por si acaso.

 

Tuvimos varios encuentros más, pero no fue hasta dos semanas después que pudimos quedar en un sitio solitario de nuevo. Fue su casa y, la verdad, nada más que entrar me sorprendió. Mi casa era más grande, yo tenia piscina y nada que envidiar, en absoluto, a ese piso. Pero todo en él era lujoso y, para ser un piso, era enorme. Se ubicaba en la zona céntrica de la ciudad y tenía todo tipo de comodidades y un estilo muy alejado del sencillo y rústico de mi casa. Eso sí, él ya me había hablado de su familia. Era una familia de izquierdas, progre y que estaba muy comprometida socialmente. Amantes de la buena música (es la forma que tienen los metaleros de referirse a SU música, yo personalmente escucho de todo), me parecían una familia extraordinaria por lo que contaban. Yo quería mucho a la mía, pero las peleas entre mis padres y yo o entre ellos y mis hermanas, o nosotras las hermanas entre sí eran tan épicas que parecía una casa de locos. Más de una vez vino la policía alertada por los vecinos a causa de nuestros gritos. En definitiva, sabía que aunque tuvieran dinero, eran gente humilde.

 

Yo acudí vestida con unos shorts negros y unos leggings igualmente negros debajo, con rotos en las rodillas que, sinceramente, para verano están muy bien pero ahí ya hacía frío y por tonterías así ahora me duele la rodilla muy a menudo, debido a algun exceso de frío anterior. Pero deseaba ser aceptada, estupideces adolescentes, supongo. Arriba, una sudadera de manga larga adivinen de qué color. Los labios pintados de negro, así como las uñas y una pulsera de pinchos (y todo hecho a escondidas de mis padres, que me hubieran pegado un buen pescozón en aquella época si me ven pintada de esa forma o con la pulsera, estupideces adultas, supongo).

 

No hubo mucho tiempo para charlas previas, ni nada, después de enseñarme su cuarto me agarró del culo besándome la boca y me empujó sobre la cama, haciendo que me sentara en ella. Me quitó, o mas bien, fui yo la que lo hice con su ayuda, la sudadera y la camiseta de debajo. Y me besó el canalillo, apoyando su cabeza. - Lame- me oí a mí misma decirle y sacó su lengua timidamente, incomprensiblemente, no sentía sus babas y soy una morbosa de las babas. Me encanta sentir que me chupan y cuando me chupan me encanta sentir que me mojan. - Chupa más, joder- le dije, incluso un poco brusca y él entonces dio un lametón que, esta vez sí, me dejó su saliva entre mis pechos. Pero no siguió chupando mucho más, a pesar de quitarme el sujetador. Sus besos eran demasiado besos, por decirlo de algún modo. Y yo buscaba lametones. - Te voy a enseñar como chuparme- le dije, e incorporándome un poco, le di un lenguetazo en la cara y otro en su cuello. Le subí la camiseta y él se la acabó de quitar, y levantandome, fui yo el que lo empujó sobre la cama, haciéndolo quedar tumbado. Y le chupé el pecho, tenía algunos granos en medio producto de estar saliendole pelo en el pecho, lo cual reconozco que me dio un poco de asco, por lo que decidí centrarme más abajo. En su ombligo y recorriendo con mi lengua la tira de su pantalón vaquero. Luego volví a la cara y lo chupé aún más, hasta que toda la zona de alrededor de su boca lució brillante por mi saliva. Me quité el sujetador y le acerqué el pezón. El agarraba una teta con una mano y chupaba el pezón en la otra, y luego intercambiaba, manoseandolas, hundiendo sus dedos en ellas, subiendolas con las manos y apretándolas. Yo mientras, me restregaba, tumbada sobre él, pero quería más. Le quité el pantalón y me baje mis shorts y mis leggings y, con la ropa interior puesta ambos (yo unas bragas negras, él un boxes blanco, ironías de la vida) empecé a restregarme, sentada sobre su pene duro como una piedra. con un ritmo frenético mientras él me lamía las tetas. Esta vez, no intentó nada y se dejó llevar. Le bajé los boxes y se la chupé un poco pero quería seguir restregándome así que me volví a sentar encima de su pene y a moverme frotando mi clítoris contra él. Me tumbé entonces en la cama, bocabajo y le pedí que me diera puntadas por atrás, así lo hizo. Rapidamente, sentí como me bajaba las bragas, metiendome su dedo en mi vagina y empezó a follarme con él, al tiempo que me chupaba. No le veía la cara, pero podía imaginárlo saboreando mis flujos vaginales con expresión de deleite y eso me daba mucho más morbo aún. Lo sentí parar y como se acercaba por mi espalda, pegándose a mí hasta sentir su aliento en mi nuca. Giré la cara de forma que quedara de perfil hacia él y le pedí que me chupara oreja y cara. Lo hizo a medias, hay gente que le gusta chupetear mucho y gente que no y él se ve que era de los que preferían dar besitos. El caso es que me daba igual. Su polla se frotaba contra mi culo, entre la raja y yo al tiempo también me movía, n solo para aumentar el restriegue con su miembro, también para que mi clítoris se restregara contra la cama. De esta forma, después de un rato, llegué al orgasmo, un orgasmo intenso y prolongado que acompañé de gemidos de placer. Él se corrió casi al mismo tiempo y lo hizo contra mi culo. dejandomelo chorreando y, aunque en el momento no me importó, luego hablando con él descubrí que había sido involuntario y en cuanto habia escuchado mis gemidos no había podido evitar correrse y, ¿saben qué? estoy convencida de que fue así y no lo hizo adrede. En cualquier caso, fue la primera vez que alguien se corría en cualquier zona de mi cuerpo, siempre les había incitado a hacerlo fuera y creo que no estuve preparada. No me importó, pero tampoco me dió todo el morbo que me pudiera dar otras veces posteriores. En aquel momento, sentirme pringosa fue incluso un poco asquete para mí.

 

Pasamos el resto del día charlando en el salón, hasta que llegaron sus padres, de los que tanto me había hablado. Tengo que decir, que eran más fríos de los que me imaginaba, pareciéndome incluso un poco estirados en el habla y el trato. Aunque entre la familia, si se veía buena conexión y que se llevaban bien. Conmigo, hablaron poco aunque siempre educados, me ofrecieron un refresco aunque, para mi sorpresa, no me ofrecieron quedarme a comer, algo que estaba acostumbrada que se ofreciera cuando visitabas a gente de mi nivel económico pero que con los años he descubierto que, lejos de que yo no les gustara, que no lo hacía, es muy raro que entre cierta gente se de esa hospitalidad. Tampoco estoy generalizando, hay de todo en la viña del señor, como quién dice. Lo que más me impactó era ver que tenían criada. Incluso me desagradó en aquel momento. Ellos, como he dicho, no me hablaron mucho aunque sí me hicieron un pequeño interrogatorio que yo contesté despreocupada, como donde vivía, en que instituto estudiaba, en qué trabajaban mis padres y algunas cosas más. Me pareció el típico interrogatorio a una posible novia y de hecho, es lo que fue.

 

Lo que no pensaba yo era que dicho interrogatorio acabaría con suspenso. Esa misma noche él me comentó, a través del chat y con un tono especialmente serio, que sus padres se habían preocupado por mí, que decían que era chusma  por la zona en que vivía y el instituto en el que estudiaba. Le pregunté que opinaba él y me dijo que quería estar conmigo, por lo que no le di importancia, más allá de que me doliera algo. Estaba acostumbrada a que la gente me rechazara. Gente que me rechazaba por mi clase social y gente de mi misma clase social que me rechazaba injustamente (una vez le seguí la corriente a una amiga e hicimos una broma pesada, siendo niñas, en la casa de un niño del barrio, resultado: sus padres le prohibieron juntarse conmigo pero no con ella por alguna razón). Otra gente me rechazaba por mala y otra por buenaza, tan buenaza que parecía tonta con esa timidez mía tan acentuada, como por ejemplo la gente de mi curso de aquel año, aunque otro día contaré cual fue ya el explosivo detonante que me llevó a ser el hazmereír) Y estaba acostumbrada a tener que demostrar a la gente que no era ni tan tonta, ni tan buena, ni tan mala, que solo era una chica normal que podía llegar a ser muy buena compañía si le daban la oportunidad. Me lo tomé, pues, como un reto. Ya demostraría a sus padres lo buena chica que era.

 

Seguimos viendonos y haciéndonos manitas de vez en cuando, aunque rara vez encontrábamos el momento de volver a ser tan intensos, lo encontramos alguna vez. Pero para entonces, él estaba cambiando poco a poco, cada vez más distante. Yo seguí entrando a su casa un par de veces más, procurando ser agradable y simpática, queriéndo demostrar que no era ninguna mala influencia, como me confesaba Manuel alguna vez que decían sus padres. 

 

No dio resultado, se mostraban simpáticos pero al día siguiente, Manuel cada vez se encontraba mas distante conmigo. Hasta que llegó el momento fatídico en el que me dejó. Fue sin charla, sin excusas, usando un ridículo sms que mostraba que no era más que un crío pequeño. "No eres un crío, tienes los huevos negros, dentro de poco vas a ser un hombre" seguido con una retahíla de quejas de las que no me acuerdo, recuerdo que le contesté. Y sobre todo, le reproché hacerlo por mensaje. Finalmente, él accedió a quedar. Orgullosa que soy, le hice coger el bus para bajar hasta mi barrio. No pensaba subir yo a la ciudad. Orgullosa también, me puse lo más choni que encontré en mi armario. Ahí le pedí que me explicara todo. Escogí como sitio la orilla del río que pasa muy cerca de mi casa y dejé que me explicara todo. En resumen: sus padres decian que en este barrio eran unos delincuentes todos, cosas que él no creía, por supuesto, o eso decía, porque atando cabos, había manifestado, ya la primera vez, que le daba miedo la zona, a pesar de que no había visto nadie por la calle. Lo habían estado presionando mucho para que me dejara y entonces, se produjo la siguiente conversaciòn, que de ninguna forma fue exáctamente así pero que reproduzco lo más fiel que me acuerdo y lo más resumida que pueda.

 

- Eres un pelele, un niñato- estaba llena de ira y le hablaba con desprecio- haces lo que dicen tus padres, no eres un crío, vas a ser un hombre ya (en realidad, lo de crío sí que lo solté, lo de vas a ser un hombre ya es solo para referenciar la canción de Urge Overkill, que es la que me hizo recordar toda esta historia que mantenía olvidada y con la que, en cierto modo, sentí que conectaba).

- Lo siento, es que... no sé ya ni lo que pensar-

 

¿Qué no sabes? ¿no sabes si te gusto? ¿es que estás tonto?-

 

- Si me gustas, de verdad, me gustas mucho-

 

´- Pues entonces demuestralo e imponte a tus padres- lo dije mirándolo fijamente a la cara, con dureza en mi voz. Él me besó los labios, aunque aparté la cabeza hacia atrás - a mí no me vengas con besitos ahora. ¿somos novios o no?-

 

- sí, joder- de repente, pude ver un gesto de decisión, incluso de rebeldía, esa rebeldía que se le suponía al principio pero que no había demostrado hasta ahora- que le den por culo a mis padres, yo te quiero me abrazó, atrayendome hacia sí. Tras unos segundos apoyada su cara en mi hombro, me besó en la boca. Esta vez, yo sí le respondí. No hicimos mas nada ese día. El resto de la semana, estuvimos bastante bien, como al principio y él me contó que se había impuesto a sus padres y les había dejado las cosas claras. Yo, como premio, quise darle algo que jamás olvidara. hoy en día, si le doy algo a un hombre es porque libremente me sale dárselo, no para ganarme ningún respeto, pero en aquel entonces, a pesar de que me apetecía, también reconozco, tal vez a mí misma no lo reconocía en ese momento, que había gran parte de deseo en demostrarle que no encontraría ninguna chica como yo lo que me movía a hacerlo. Decidí que le haría la mamada del siglo. Suena ridículo pensarlo hoy en dia, pero en su momento, como la criaja que era, me pareció una gran idea. Para ello, debía metérmela entera. Contaba en mi anterior relato que no siempre me salía hacerlo con mi novio y que debía estar muy cachonda para ello, pues bien, ni que decir tiene que a esas alturas de mi vida jamás lo había experimentado. Suena ridículo, digo, porque entre otras cosas, empecé a practicar con un plátano que mangué de la nevera. A escondidas. Descubrí que tenía la boca bastante grande (no es que fuera mick jagger, tampoco es eso) y que me cabía bastante, pero cuando intentaba meterlo entero, no podía e incluso me daban arcadas o me costaba respirar. Pero supuse que su pene no era tan grande como el plátano, así que seguí practicando como una tonta.

 

Llegó el día esperado. De nuevo en el monte, en el mismo sitio que la vez anterior. A él no le gustaba mucho la idea de estar allí, aunque disimulaba con su pose de me encanta la naturaleza. De todas formas, le gustara o no, era o eso o esperar a que su casa estuviera sola. La mía jamás, porque somos cuatro hermanas y siempre hay gente en ella. Hacía la suficiente calor como para salir vestida con una falda vaquera que me llegaba hasta la mitad de los muslos, una camiseta negra con mucho escote y, una vez en el bosque, me fui tras los árboles para ponerme mi pulsera de pinchos, pintarme los labios de negro y ponerme unas medias de rejilla en las piernas y otras negras en mis brazos, rotas para conseguir que se unieran a mis manos por medio de una fina tira entre el dedo gordo y el meñique, como tanto le gusta a la gente metalera (no sé si me explico como es, mis disculpas si no lo consigo) y como me sigue gustando a mí misma, aunque ya una tiene una edad y no se pone ciertas cosas. El caso era que, a pesar de no poder comprarme cierta ropa que se podía pagar la gente metalera con dinero (que tanto criticar a la gente pija y gastan más en ropa que ellos), podía ponerme como un encanto gótico con pocos recursos y hacer que me viera como una de esas chicas que tanto le gustaban. Y lo cierto era que funcionó porque me halagó y pude notar que se quedaba prendado. Él tenía un collar de pinchos en el suelo, varias pulseras, entre ellas una de pinchos, en la muñeca, camiseta de manga larga verde del grupo Soulfly y vaqueros negros. Al acercarme a él, que esperaba sentado fumandose un porro, un resplandor de sol del atardecer incidió sobre su rostro, al que le caía un largo mechon de pelo negro y yo también quedé prendada. Ambos nos miramos, con sonrisa en el rostro, admirándonos y entonces yo me senté sobre él y deje que me rodeara con los brazos mientras lo besaba. Quería hacerle la mamada, que no me olvidara, pero no encontraba el momento. No lo encontraba porque mis medias de rejilla lo habian vuelto loco. No tarde en tener sus manos bajo mi falda, acariciando mis muslos y mi tanga, mi culo y mi vagina, mientras su lengua chupaba mis pechos, esta vez sí, extasiado, haciéndolo como me gustaba, con mucha saliva. Me bajé los tirantes hasta la mitad del brazo para bajar más fácil la camiseta y me quité el sujetador para dejar que me devorara los pechos con pasión. Intenté, luego, arrodillarme para chupársela, pero bien porque no captó mi intención, bien porque no quiso captarla, me agarró fuerte del culo y me levantó algo del suelo, para colocar mi trasero sobre su paquete y luego, echarme hacia atras, de modo que quede inclinada sobre el suelo, de espaldas. Para ese momento, mi falda ya estaba más subida que otra cosa y al inclinarme, la terminó de subir con sus dedos, dejandomela plegada sobre mi ombligo y lamiendo mi tanga con avidez. Me apartó la tira a un lado y chupó. Me volvió a bajar la falda y metió la cabeza bajo ella, luego me la subió. Comprendí que estaba experimentando un fuerte morbo tan solo viéndome. Que le estaba gustando verme de diferentes formas. Esa fue la primera vez que experimenté esa sensación. Hay chicos que solo quieren verte desnuda pero otros a los que les encanta verte vestida e irte desnudando poco a poco, como deleitándose en cada momento, como si hicieran fotos con sus ojos de cada postura que coja tu vestido, tu camiseta o lo que sea que lleves puesto. Personalmente, me encanta cuando un chico hace eso y contemplar excitada la mirada que pone al recorrer mi cuerpo con sus ojos, como fotografiando cada instante, cara poro de mi piel, cada centímetro de mi cuerpo. Y él lo estaba haciendo en cada momento, mientras me masturbaba con su lengua y sus dedos. Empezó por meter uno, que entró fácilmente. Yo, por mi parte, me lleve una mano a mi entrepierna y empecé a masturbar mi clítoris por debajo de mi tanga, al tiempo que él metió otro dedo más, lo que me pareció demasiado y le pedí que parara porque me dolía. Por lo que siguió solo con su dedo, no habría sabido decir o no recuerdo ahora si el índice u otro, con un ritmo lento pero constante, mordisqueandome suavamente las nalgas con su boca. Entonces sentí su pene en la entrada del coño y, cuando pensé que tendría que decirle que no de nuevo, se limitó a pasarlo por debajo, como si me penetrara pero sin hacerlo. En lugar de eso, pude notar como su polla durísima se apretaba contra mis labios, pasando como un gusano bajo ellos y teniendo yo que apartar ligeramente la mano cuando esa polla pasó bajo mi clítoris, frotándolo para mi entero placer, apretandose contra él. La agarré suavemente con la mano, por debajo, y la apreté un rato contra mí, en la misma posición. Estaba sintiendo placer pero deseaba más. Deseaba dirigirla hacia la entrada a mi coño y dejar que hiciera lo que tanto deseaba hacer. Como si me leyera el pensamiento, él mismo la dirigió hacia allí. - No- dije dandome la vuelta. Antes de darle tiempo a quejarse acerque mi cara hacia su pene y, cogiendolo con una mano, chupé ligeramente la punta. Las quejas que fuera a decir por no dejarlo penetrarme fueron ahogadas por un gemido antes de salir de su boca y, simplemente, se dejó hacer. Saboree su pene, chupando de nuevo la puntita en la que veía una gotita de líquido pre-seminal transparente saliendo y se lo limpié. Realmente no sabe a nada, más allá del morbo que puede dar chuparlo o el sabor que pueda tener el pene en sí. No sabría explicarlo, pero es ese aroma, esa mezcla de sudor y sexo, siempre que esté limpio, lo que me hace disfrutar comerme un pene. Y tenía el suyo para mi sola, en medio de aquel bosque. Podría poner a prueba aquello que había estado practicando durante algunos ratos en los días previos. Me la empecé a meter, lentamente, dispuesta a llegar todo lo hondo que pudiera, pero en aquel momento, él me agarró los brazos, me dio un beso en la boca y me inclinó hacia atrás, quedando, de improviso, tumbada de nuevo, esta vez bocarriba Sin quitarme falda ni tanga, se tumbó sobre mí e inició una serie de sacudidas que, me inundaron de placer desde el clítoris hasta el resto del cuerpo. Entonces fue cuando vi su cara: estaba empezando a poner una mueca casi estúpida, seguida de un pequeño gemido de voz queda que indicaba que estaba a punto. Quise decirle que parara, pero fue él mismo quién se echó a un lado de repente y, cuando me incorporé, ya había terminado. Tenía toda la mano impregnada de líquido viscoso blanco. Finalmente, no había podido demostrarle lo mucho que había aprendido pero dio igual, porque durante un rato, se mostró tremendamente complacido conmigo, tratandome casi de diosa. No tuve que insistir nada para que terminara el trabajo o lo intentara. Con su lengua en mi clítoris, volvió a hacer los movimientos rápidos de la vez anterior. Remolinos circulares que, esta vez sí, me excitaron más, quizás porque yo estaba al borde del orgasmo ya de antemano. Para terminar rapido, le agarré la cara y le pedí que me mirara fijamente. Tenía toda las comisuras de sus labios, y en general, sus morros, impregnados de mis propios flujos. Me pareció una visión hermosa y le lamí la zona muy excitada, mirandolo fijamente a los ojos mientras con mis dedos acababa el trabajo. Lo hice rapidamente, al tiempo que too mi cuerpo se estremecía durante mi orgasmo, mis lametones se hicieron más y más frenéticos mientras subía la intensidad de mi placer, hasta que llegué al punto culminante, el que me hizo tensar todos mis músculos y apoyar la cabeza en su hombro entre gemidos.

Fue una experiencia que nos dejó durante un rato, bastante satisfechos, relajados, en las nubes, como quién dice. Luego ya, después, vinieron sus lamentos y lloriqueos. Algunos fundados, como que se había manchado la ropa, otros propios de un urbanita pijo que no conoce el campo, como me duele la rodilla de las chinas, me he manchado también de tierra y algunos lamentos más que rompieron la magia.

Pero por suerte, la magia volvió a despedirnos y volvió de nuevo los siguientes días en los que quedamos, ya sin más encuentros sexuales que algunos besos y caricias, pero con conversaciones interesantes sobre la música y la vida en general.