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Eva y Los Círculos viciosos: Primer Círculo: Marta

en Dominación

El primer círculo : Marta

 

Trabajaba en el consultorio médico del barrio, y más de una vez habíamos coincidido en la cafetería de enfrente, o en el gimnasio. Nos conociamos de vista, de saludarnos, y poco más

Se llamaba Marta, tenía 32 años aunque parecía más joven, tenía aspecto de marisabidila, con una voz un poco aflautada, y algo retórica en sus palabras. Pero era simpática y tenía tras sus gafas un fuerte atractivo. Aquella mañana estaba la cafetería repleta, los estudiantes de la escuela de ingeniaría cercana habían ocupado casi todas las mesas, menos la mía. La ví entrar, primero intentó sentarse en uno de los taburetes de la barra, luego decidida se acercó a mi mesa, ¿te importa?, esto está imposible. Nos presentamos, Marta, me dijo amable, Eva me presenté. Fue una conversación de circunstancia, algunas preguntas, el tiempo, aquellos estudiantes algo salvajes.

A partir de ese día empezamos a sentarnos juntas, tomamos confianza, fuimos haciéndonos amigas. Hablábamos de ropa, de tiendas, del trabajo, de las novedades del barrio. Alguna vez coincidimos en el gimnasio, ella siempre estab acompañada por un grupo de muejeres del barrio, nos salúdábamos, ella siempre me invitaba a unirme al grupito, pero una vena individualista me alejaba de esa vida social que no me apetetecía.

Como no podía ser de otra manera la relación se fue estrechando, empezamos a ir de compras los sábados por la mañana, al cine, al teatro. A veces nos reuniamos con mis amigas o con sus amigas, pequeños grupos, pero en general nos gustaba estar a solas. Una noche salimos de copas, ni ella ni yo bebiamos así que contemplamos la noche aún sobrias. Nos reiamos de los disparates, de cada movimiento envolvente de grupos hacia grupos, de ese ir y venir, siempre excesivo que tiene la noche. No hubo sorpresa, las dos sabiamos cómo acabariamos. Cuando pasábamos por delante de su portal, casi ni hizo falta la invitación. Nos miramos en el ascensor, en parte yo iba algo avergonzada, pero ella miraba sonriente descarada. No hubo esa escena de apasionamiento, de besos en el pasillo, de ir cayendo la ropa entre abrazos y muestras de pasión. Ella estaba tranquila, fria. Pasamos a un salón enorme. Apenas si tenía muebles. Un televisor, un sofá, una butaca y una mesa de café. En la pared un cuadro de gran tamaño, algo vulgar en el trazo con un exceso e color quería reperesentar una ciudad moderna. Una estantería contenía unos cuantos libros en su mayoría best sellers, y algunos de medicina, seguramente de la carrera. En una de las estanterías una foto de un grupo de chicas, mujeres con la Torre Eifel al fondo, algunos rostros me eran conocidos, vecinas del barrio. Marta se sentó en el sofá. Yo curioseaba entre los libros.

- Cuando termines de curiosear te puedes quitar la ropa,- me dijo en tono entre conciliador e imperativo.

Por un momento me sentí confundida. Podría haber pedido una explicación. Pero no cabía tal, estaban claras las palabras. Me alejé de la estantería y me coloqué frente al sofá. Marta con la mirada ordenaba. Comencé a quitarme la ropa. La falda, la blusa, las medias, el sujetador, la bragas. No sentía vergüenza pero sí un estado de confusión y excitación. Con una seña me hizo girar para observar el culo.

- Ven aquí de rodillas.

Me coloqué frente a ella de rodillas, me tomó por la cara con las dos manos. Me besó suavemente en las mejillas y luego en la boca.

- Eres hermosa, me dijo.

Pasó su mano por mi pelo, por la cara, al pasar por los labios besé su mano, que siguió hasta alcanzar los pechos, acariciarlos, pellizcar levemente los pezones. Me tomó de la mano y me llevó hasta el cuarto.

- Quítame la ropa, me dijo en un gesto autoritario.

comencé a desvestirla, primero la blusa y el sujetador, después la falda.

- Las bragas con la boca, me dijo con una sonrisa

Me coloqué de rodillas y empecé a bajarla la bragas con la boca, costaba trabajo y me tenía que mover alrederor, al final puede hacerlo.

- Veo que eres habilidosa.

Me dijo mientras se tumbaba en la cama

- Vamos al pilón

Me extrañó esa vulgaridad,una vulgaridad que me rebajaba, que me envolvía en esa ordinariez. pero al mismo tiempo me excitaba.Me acerqué la lamí los pies, y fui subiendo por la pantorrilla, los muslos, mi lengua recorría cada uno de sus rincones, la vulva, los labios, el clitorix, los alrededores, mis dedos se perdían en el interior de su sexo. Después de un rato noté que un líquido viscoso manchaba mi cara y mis labios.

- Has estado muy bien , me dijo pasándome una pañuelo de papel por la cara. Ahora vístete y vete, estoy muy cansada, dijo , apaga la luz si no te importa.

Me vestí deprisa entre el enfado y la vergüenza. La calle estaba en silencio. Solitaria, caminaba deprisa entre la indignación y el morbo de haber sido tratada como un objeto, como una simple muñeca sexual. En mi cabeza se iban repitiendo las imágenes casi humillantes de aquella noche. Según pasaba el tiempo el enfado dejaba paso a una excitación incomprensible. Tumbada en la cama, entre lágrimas de indignación, dejé caer el pantalón del pijama hasta los tobillos.

Dos

 

El lunes esperaba encontrarme como era habitual con Marta. Pero no apareció. Pensé que su comportamiento la avergonzaba o tal vez había sido algún tipo de despedida, de demostración de desprecio. El martes tampoco apareció, pero Celia , la simpática y regordeta camarera colombiana, me entregó un sobre. Lo abrí, era un tarjetón con el nombre de Marta y una dirección. Escrito a mano El jueves te espero a las 19,00 horas, en esa dirección. Me sentí aún más humillada, manipulada, sin más explicaciones, como si fuese su criada.

Durante esos días no podía evitar los cambios de humor y de opinión. Indignación, curiosidad, morbo, todo se mezclaba . En poco tiempo mis convicciones cambiaban. Ir o no ir ese era el dilema que rondaba mi cabeza pero sobre todo en mi cuerpo. El jueves estaba decidida a no ir. No podía, pensaba, dejar que jugasen conmigo. La dignidad, el orgullo. Según se fue acercando la hora empecé a flojear. Tomé el metro, no estaba lejos, apenas tres estaciones. Llegué veinte minutos antes. Era una clínica que se levantaba en un edificio de nueve piso. Di una vuelta a la manzana aún pensando qué hacer. A la hora entré, y me dirigí a recepción, una chica joven me atendió.

- ¿Tenía hora?

- Creo que sí, dije sin mucha convicción.

Miró el ordenador, y negó con la cabeza, no está en la lista. Pensé en marcharme, pero si estaba allí era para averiguar algo y no quería irme.

- Podría llamar a la doctora , dije con convicción

La chica llamó y habló unos segundos.

- Suba a la tercera planta, sala 10.

La planta estaba desierta, la mayoría de las salas estaban cerradas y el pasillo permanecía en penumbra. Entré en la sala 10 y me senté. Esperé un rato, hasta que Marta sonriente salió. Me ayudó a quitarme la chaqueta. Me besó cariñosa en las mejillas.

- Ven quítate los zapatos y pasa aquí, ahora estoy contigo.

Era una sala grande acolchada tanto en el suelo como en las paredes hacía calor, estaba vacía, sin muebles, permanecí de pie.

Marta entró con una silla y la dejó en el centro. Se acercó hasta mí . Me rodeó mirándome. Deslizando su mano por mi cuerpo.

- Ahora tendrás que elegir . Me dijo casi susurrándome al oído. No te quiero ni como amante, ni como amiga. Si aceptas, serás mía. Te usaré a mi antojo. Tu misión sólo será obedecer y complacerme. Te enseñaré el camino de la obediencia. A aceptar con agrado la humillación, el castigo. Tu entrega, tu dolor será mi placer. Sólo serás libre en la esclavitud. Si no aceptas no nos veremos más.

Cada palabra se iba metiendo en mi cabeza, la aceptación, el deseo, el morbo, contra el rechazo. Estaba paralizada. Aún oía sus susurro, notaba en mi nuca su aliento. Un escalofrío de placer y miedo recorría mi cuerpo.

- Ahora puedes irte, si aceptas el próximo jueves a esta misma hora.

Me acompañó hasta la puerta y volvió a besarme en la mejilla mientras sonreía.

 

Tres

 

La semana pasó tensa, agitada. Sería verdad que solo en la esclavitud sería libre. Repasé los últimos años. Nada en mi vida personal había ido bien. Sexo circunstancial, tan monótono como decepcionante. Relaciones resueltas siempre antes de tiempo, una imposibilidad de alcanzar la satisfacción necesaria para seguir con cierta alegría la vida. Pensó en aquella noche, hasta ahora la única con Marta. Repasó las escenas como en una película. Se veía desnuda frente a ella, de rodillas arrastrando sus bragas con la boca, lamiendo sus pies, sus muslos, su sexo. La mirada de satisfacción de Marta mientras me limpiaba con el pañuelo. Recordó esa noche sus dedos rebuscando el placer solitario de su sexo. Lloró sin saber si era de rabia o de placer. No, no era una broma, en el pasado ya había vivido momentos como ese. No, no era un abroma. Ahora tendría que decidrse, no podía huir como en el pasado.

En el metro permanecía tan ausente que me pasé de parada. Casi como una autómata di la vuelta y esperé en el andén un nuevo convoy.

En recepción estaba la misma chica que la otra vez. Cuando me vio sonrió, y directamente llamó a la doctora. Sala 10 .

Cuando llegué me estaba esperando Marta en la puerta. Cerró la puerta de la sala y la dejó en penumbra.

- Quítate la ropa, siéntate y espera que te llame. Dijo en tono autoritario

Me desnudé y me senté en una de las sillas. Esperé un rato, en las sombras sentía vergüenza y frío. Se abrió la puerta. Marta estaba con una bata de médico blanca.

- Pasa.

Me levanté y por intuición alcé las manos con la intención de taparme los pechos. Marta se rio.

- No seas simple , coloca las manos detrás de tu nuca, erguida, y camina.

Marta se sentó en su mesa. Enfrente con las manos detrás de la nuca estaba yo desnuda. Ella me miraba escrutando cada parte de mi cuerpo.

Abrió el ordenador.

- Te haremos la ficha, Nombre

- Eva

- Edad

- 42

Me pesó, me tomo las medidas con una cinta de modista. Luego abrió la puerta de la sala acolchada del otro día, pasa y espera me dijo.

Me coloqué en el centro mi cuerpo . Estaba confundida. Allí , con las manos detrás de la nuca, en una posición indefensa en que me mostraba completamente sentía ganas de huir, pero también esperaba expectante a saber cómo iría todo.

Marta entró portando un asilla que colocó en el centro de la sala.. Se se sentó y con un gesto me ordenó acercarme.

- Ponte de rodillas. Las manos en la espalda.

Obedecí. De cerca noté que debajo de la bata no llevaba nada. Eso aún me excitó más. Con las dos manos me cogió la cara. Me acarició el pelo. Pasó su mano por mis pechos.

- Ahora tengo que amaestrarte ,amoldarte a tu nueva condición.

Asentí con la cabeza. Me hizo poner de pie. Y me fue enseñando las distintas posturas, de espera ,de marcha, caminar a cuatro patas, erguida, en posición para ser penetrada, repetíamos cada posición y a cada equivocación me corregía con una palmeta de cuero que portaba.

- Aprendes rápido, me dijo mientras me daba unas palmaditas en el culo.

Avanzó hasta la silla, se quitó la bata quedándose desnuda. Se sentó en la silla, y con un gesto me ordenó acercarme.

- De rodillas

Marta abrió las piernas y me colocó en el centro. Hacía calor y las dos estábamos sudando. Me pasó la mano por la cara, despacio primero, como una caricia, luego sin esperarlo me abofeteó varias veces.

- Ves, puedo hacer contigo lo que quiera, me dijo sonriendo.

Me sentí confundida, pero asentí con la cabeza.

- Ya sabes lo que tienes que hacer, me dijo pasando su mano por sus sexo abierto, y recorriendo mis labios con su mano

Me arrastré hasta alcanzar sus pies, los lamí con detalle, cada dedo, el empeine, Marta me iba corrigiendo con pequeños golpes de la palmeta. Entonces mi lengua se movia generosa y aplicada. Levanté la mirada, vi como Marta se masturbaba

- Vamos, lo he dejado bien jugoso , no pierdas el tiempo.

Acerqué mi boca hacia su sexo, estaba húmedo y caliente. Marta me cogió del pelo y me levantó la cabeza, me pasó un dedo viscoso y húmedo por los labios.

- Quiero lametones, grandes y húmedos. No me obligues a castigarte

Me coloqué frente a ella, y comencé a lamerla con toda la lengua, fuertes y amplios lametones. Me tomó del pelo levantándomme la cabeza. Me abofeteó con fuerza, noté que mis carrillos se ponían calientes.

- Saca bien la lengua, quiero notarla entera.

Saqué todo lo que pude la lengua y seguí dando fuertes y amplios lametones de arriba abajo, por los labios, dejando que la lengua entrara en su sexo. Después de un rato, me levantó la cabeza. Estaba seria.

- Lo haces muy bien. Ve a lavarte, vístete y vete. El próximo Jueves a la misma hora.

Cuatro

 

El aprendizaje solo consiste en interiorizar y acabar repitiendo de forma mecánica lo que se aprende. Los primeros días repetiamos ceremonias, actos, palabras. En esas semanas fui azotada con distintos instrumentos, pinzada, lamía su sexo, su culo, aprendí a manejar eficazmente los dildos.

Repetía cada acto hasta que salían casi perfectos, me convertí en palabras de Marta en una eficaz muñeca sexual, en una eficaz esclava. Ese jueves me había anunciado que sería el último día de aprendizaje. Llegué a las siete como siempre. En la sala acolcahada había una novedad, en el centro una camilla algo preparada con correas para atar. Me tumbé,me ató los brazos por encima de la cabeza y las piernas en alto muy separada. Mi sexo y el orificio del culo quedaban a la vista.

- Hoy te desvirgaré

- Hace tiempo que no soy virgen, dije sorprendida

- Cuando acabe te convencerás de que lo eras.

Oí como Marta se colocaba unos guantes de latex. Estaba nerviosa, no era esa la postura más relajada. Enseguida noté que se humedecía mi sexo, bañado en un líquido lubricante. La mano de Marta empezaba a moverse con suavidad frotándome el sexo, despacio, por los labios, por la vulva, abriéndolo, acariciando primero con suavidad luego presionando alrededor del clitorix. Mi cuerpo estaba tenso, excitado, no podía controlarme . El placer alcanzaba un grado tal que por momento creía que iba a desmayarme.

No tardó mucho en centrarse en abrir mi sexo, primero introdujo dos dedos, entraban y salían con facilidad gracias a la lubricidad. Los giraba y los abría en forma de tijera. El coño se abrío aún más cuando noté los nudillos penetrando, parecía que me fuese a romper. Oía mis gritos, pero el dolor no cesaba. Marta frotaba el clitorix con la otra mano, mientras la otra penetraba en mi sexo follándome. Entraba y salía, al primitivo dolor iba dejando paso una sensación rara, confusa entre dolor tensión y placer. El cuerpo se agitaba ,tenso ,nerviosa, estaba agotada, sin fuerzas. Marta siguió, notaba su mano entera penetrando como un falo gigante penetrando mi sexo. Mi cuerpo cayó agotado, sin fuerza, laxo frente a una penetración que ahora empezaba a ser placentera. Durante un rato Marta siguió penetrándome con sus mano, mi cuerpo no podía más el agotamiento lo dejaba inmovilizado. Apenas los gemidos rompían el silencio. Noté que Marta se detenía, el ruido del latex era lo único que oí.

Tenía el cuerpo dolorido del esfuerzo y el sexo sentía una mezcla de placer y dolor. Estaba como ausente como si mi cuerpo se hubiara quedado roto, placenteramente roto.

Marta me desató y me ayudó a ponerme de pie, casi no me tenía, estaba mareada, me dejó caer hasta el suelo y me sentó apoyada contra la pared. Me entegó una botella de agua.

- Ahora recuperate, queda lo mejor.

Me quedé allí apoyada mientras Marta salía.

- Vamos ya has tenido tiempo para descansar.

Oí que me decía, mientras me empujaba hacia el centro de la sala. Me fijé en ella, llevaba un arnés con un dildo mediano.

- Colócate en posición, voy a penetrarte.

Me puse de rodillas, eché el tronco hacia delante dejando el culo levantado y las piernas bien separadas. Las nalgas quedaron abiertas y el orificio del culo bien visible. Sabía lo que me esperaba. Mi cuerpo se tensionó otra vez.

- Relajate o será peor.

Me dio unas palmadas en el culo, hasta que lo pudo relajar.

- Estrecha de culo, te han tomado poco por aquí.

Me aplicó bien de crema lubricante y comenzó a urgar con los dedos, me penetró primero con uno, luego noté que se abría aún más. Pronto algo duro quería abririse paso a trvés de espacio tan estrecho. Marta empujaba, mientras me daba cachetes en el culo, aquel aparato parecía inmenso, entraba como un ariete, hasta que penetró de forma violenta entero. Grité, supliqué. Oí a Marta reirse, mientras golpeó con más fuerza el culo, noté las nalgas ardiendo y un intenso dolor en el culo.

- Vamos no te quejes ya está dentro, es solo el principio.

Dijo riéndose y apretándose con fuerza junto a mí. Entonces comenzó a follarme, aquel aparto salia y entraba abriendo el culo. Marta se paró y lo sacó entero. Noté como separaba las nalgas y examinaba el agujero.

- Bonito agujero. Poco a poco estarás bien preparada.

Me dejó en aquella posición. Notaba el orificio del cuelo exageradamente grande. Permanecí en aquella postura un rato hasta que Marta regresó con mi ropa.

- Levántate puedes vestirte

Me puse de pie estaba sudando y me sentía sucia.

- ¿Podría darme una ducha, ? pregunté

- Esto no es un gimnasio, tendrás que irte a casa oliendo a perra.

Comencé a vestirme.

- Las bragas y el sujetador los dejas aquí, digamos como recuerdo.

Me vestí, bajo la blusa me colgaban las tetas, y el roce del pantalón me irritaba aún más el culo y el sexo. Marta me hizo un gesto para que me acercara.

- De rodillas

Me arrodillé delante de ella. Me acarició el pelo. Me tomó la muñeca y me colocó una pulserita de tela roja con un colgante de plata que contenía la incial M.

- Ves ahora estás perfectamente desvirgada. Todas os creeis que dejáis de ser virgen porque os meten un ridículo rabo en el coño. Habrás comprobado que de eso nada.

Asentí avergonzada , mientra me pasaba la mano por el culo y por las tetas a tarvés del pantalón y la blusa.

- Puedes irte

.Salí del edificio, en un escaparate me vi reflejada estaba horrible, Despeinada y con aspecto descuidado.

(Próxima entrega, segunda parte, Exhibiciones impúdicas )