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Marc y Bianca (2/2)

en Fantasías Eróticas

Llego a casa cansado, a mediodía, después de un duro día de trabajo en la oficina; tras cinco horas delante del ordenador gestionando facturas no quería otra cosa que llegar y desconectar de todo. Con el recuerdo fresco del colocón de la mañana, nada más salir del aparcamiento y hacerme a la carretera, pienso que aquello estuvo bien, oh sí, pero que ya me encargaría de que ella tuviese su merecido ahora. En el primer semáforo en el que me paro empiezo a imaginar cómo me la follaré nada más pisar el umbral de casa. Me da igual cómo esté, lo que esté haciendo o cómo se ponga. Va a cobrar.

En ese momento cruza una mujer guapísima por el paso de peatones; es inevitable, la miro hasta que desaparece por la esquina. Su contoneo de culo embutido en una falda vaquera corta y subida a unos tacones de infarto hace que me ponga bien duro. "Marc, contrólate", pienso. "Reserva lo mejor para luego". Así que cojo el móvil y mando un wasap a Bianca: "Prepárate bombón, que ya salgo". El tío que tengo detrás de mí me da una pitada y por el retrovisor veo que me hace gestos nada amables para que arranque.

Al llegar a casa escucho que la tele del salón está encendida, pero Bianca no está allí. Ha tenido el detalle de ponerme mi serie favorita, Breaking Bad; sabe que me gusta verla nada más venir del curro. Pero la veré más tarde. Programo el DVD para que grabe el episodio de hoy y activo los subtítulos. Ya me estrujaré la cabeza luego al intentar entender el inglés americano de los actores. Ahora tengo que “estrujar” otra cosa.

Desde el salón oigo que Bianca está trajinando en la cocina; no se ha enterado de que he llegado a casa, es evidente que el wasap no lo ha leído. Así que decido cogerla por sorpresa. Desde el umbral de la puerta la veo, guapísima, preciosa como ella sola, con sus vaqueros ceñidos, su camisa blanca y botines negros y el pelo recogido en un moño algo descuidado pero sexy, con algunos mechones cayéndole por la frente. En conjunto: muy follable. Voy quitándome la chaqueta y desabrochando el pantalón mientras, sin decir nada, me acerco por su espalda, y la agarro por el culo.

—¡Ahhhh! ¡Marc, joder! Qué susto… ¡Pero cómo te atreves a acercarte por detrás! ¡Mira lo que has hecho! —dice muy cabreada.

Tenía la sartén en una mano y la espátula en la otra. A sus pies, el despojo de lo que parecía una tortilla de patatas.

—Bombón, lo siento —es lo único que me sale decir en ese momento.

—Eso ya no me sirve. Era la comida de hoy. ¿Qué vamos a comer ahora eh? No me da tiempo de ir a la tienda ahora. Además, ya no quedan huevos.

—No hay problema, nena. Si quieres huevos yo te los daré —le digo mientras me agarro el paquete. Me bajo el pantalón hasta los tobillos y tiro de ella hacia mí cogiéndola por el delantal.

—Marc, no, ¿qué haces? —me dice mientras la beso por el cuello y ella me empuja para que la suelte—. Estate quieto, ahora no es el momento. Y huelo a aceite de freír.

—Sabes que me gusta el aceite. ¿Te gustaría que te embadurnara toda en aceite, eh?

—Marc, para —exclama viendo que le quito el delantal y la atraigo más hacia mí, para que note lo dura que se me va poniendo. Voy besando más y bajo a su pecho—. Me vas a romper la camisa, bombón.

 —Es lo que quiero —le suelto.

Y le abro la camisa que saltan disparados los botones. La imagen que tengo ante mí no puede ser mejor: dos preciosas tetas recogidas en un sujetador de esos que elevan, un wonder bra negro de encaje. Me vuelve loco al instante que me lanzo a comérmela entera.

—Cariño, para —se ríe—. No es el momento ni el lugar. Hay que comer, o mejor dicho, hacer la comida, que te acabas de cargar la tortilla que estaba haciendo.

—Ya te la hago yo si quieres, pero yo ya estoy comiendo  —y la callo con un beso mientras la cojo en brazos y la tumbo sobre la mesa de la cocina, en ese momento ocupada por dos platos, dos vasos, dos juegos de cubiertos y una botella de agua. Todo acaba en el suelo hecho añicos.

—¿Pero qué coñ…? —la cojo por la cara y le tapo la boca, para que se calle y me deje follarla.

—Ahora vas a saber lo que es bueno, bombón. Y lo que me has hecho esta mañana no tiene perdón. Dejarme con el caramelo en la boca sin poderlo saborearlo… Has sido una niña muy mala hoy —digo en tono picarón. Ella me mira con deseo, con pasión, con lujuria.

Le destapo la boca y nos quedamos mirando unos segundos. La tengo debajo de mí con las piernas abiertas, sobre la mesa de cristal de la cocina. Nos miramos y nos lo decimos todo: no hay nada más morboso que follar donde comemos cada día. Hoy precisamente nos vamos a comer mutuamente. No hay mejor menú que ese.

—Me encanta que saques tu lado salvaje conmigo —atina a decir ella tras una pausa de breves miradas—. Pero no sé si te voy a perdonar que me hayas echado a perder la tortilla. Con la comida no se juega.

Miramos al suelo y nos partimos de risa. Inexplicablemente.

—Ya sabes que huevos tienes hoy, los míos, cariño. Y los vas a probar. De ahí pueden salir muy buenas tortillas.

—Ummm…. —y se lanza a besarme y acariciarme por debajo de la camiseta hasta que baja hasta la entrepierna. Mete la mano en el pantalón y por encima del bóxer me coge los testículos y los aprieta. Se me escapa un quejido, pero la dejo hacer. Me gusta cuando se pone tontorrona conmigo—. Dámelos, dámelos ya.

—Así que quieres que te escarmiente ¿eh? Buena chica.

Empezamos a desnudarnos tan rápidamente que la ropa acaba casi rasgada. La dejo únicamente con la braguita negra, también de encaje. Yo me quedo completamente desnudo.

Comienzo a lamerla, a beber de ella. Juego con el clítoris, tiro suavemente de sus labios vaginales mientras la acaricio por los muslos hasta cogerle las tetas. Ella, por un impulso, pone sus manos sobre las mías y empieza a guiarlas. La tengo a mi merced.

La noto cada vez más mojada, más excitada que en ese momento le introduzco dos dedos. Gime más y sus caderas se elevan de la mesa. Yo, cada vez más duro, no puedo evitar cascármela. A cada lametón que le doy suelto un gemido; sé que la encienden por dentro cuando los oye mientras le practico sexo oral.

—¡Ahhh….! —grita como loca mientras intenta agarrarse al borde de la mesa—. No pares, nene, no pares.

Y eso hago, no parar. Nos tiramos así un rato hasta que ella misma me pide que la penetre. Me coge del pelo y me dice “ven, ven” mientras me atrae hacia sí. Se abre más ante mí. Ahora es toda mía.

La penetro hasta el fondo y la oigo gemir a cada embestida. Con mi cabeza hundida en su pecho, la abrazo fuerte por los hombros y me empapo de su olor a aceite de freír y la suavidad de su piel. La siento mojada y caliente cada vez más. Ella, tirándome del pelo, me busca con la boca. Está desbordada, excitadísima y no tardará en correrse.

—Oh, Marc… —gime mi nombre de tal manera que me pone y desquicia—. Nunca antes me habías follado así. Dale, dale fuerte.

—Solo te follo así cuando eres mala, bombón —y se la meto más hondo.

Jadeamos juntos como perras en celo.

—Me voy a correr, cariño —dice muy agitada al rato y con los ojos cerrados.

—Mmmm…. —suelto yo.

Cuando se corre es excitante. Se retuerce todo su cuerpo, me agarra fuerte del pelo y con las piernas me aprisiona por la cintura. No quiere soltarme, que pare de follarla entera. Le pellizco los pezones al tanto y grita toda de placer.

Para mi sorpresa tiene dos orgasmos seguidos. “Joder, esto hay que aprovecharlo”, me digo a mí mismo. Me inclino y empiezo a lamerle el coñito para sentir su orgasmo en mi boca y la contracción de su vagina. La he hecho mía. Hoy no he podido comer plato mejor que este.

Pero quiero además el postre. Quiero correrme yo ahora en ella, así que vuelvo a la carga. No se lo esperaba que, al volverla a embestir, se abalanza sobre mí hundiéndose en mi abrazo.

—¡Oh, joder! —grita al instante.

Acabo sudando como nunca a cada penetración, pero al correrme sobre su pecho y su cara no puedo evitar gritar yo. Ella se lanza a besar mi polla, a comer de mí los restos de semen, algunos hasta salpicados por la mesa.  

—Delicioso menú el de hoy, señorita —exclamo juguetón y jadeante.

—Y tanto —dice ella no menos jadeante—. Estás perdonado, por lo de la tortilla.

—Ja, ja, ja… —me río divertido. Y nos abrazamos, ya de pie y ante una mesa de cristal manchada de mi semen.

Nos quedamos un momento en esa postura, dándonos piquitos y acariciándonos. Solo la alarma del DVD diciéndonos que ha acabado de grabar el capítulo de Breaking Bad nos saca de ese estado de tranquilidad en el que estamos metidos tras haber follado de lo lindo. Salgo desnudo como estoy hacia el salón para apagar el DVD. Bianca, entre tanto y también desnuda, empieza a recoger del suelo los restos de la que iba a ser nuestra comida de hoy y el despojo de la vajilla y cubertería rotas.

“¿Qué comeremos mañana?”, me pregunto tirado en el sofá del salón dispuesto a ver Breaking Bad. “Estoy deseando probar un nuevo menú”…