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Nosotros disfrutando y el vecino mirando

en Voyerismo

Mi nombre es Javier, tengo 35 años, mido 1.76 y soy más bien delgado. Mi mujer se llama Elena, tiene 35 años también, es delgada y mide 1.61, ella es bastante guapa, tiene un culo  digno de mirar y aunque sus tetas no son grandes, son firmes y duras. Llevamos más de 15 años juntos y nos llevamos muy bien.

Viernes, mi jornada laboral había acabado, abrí la puerta de casa y subí por las escaleras hasta la segunda planta, desde la puerta del salón puede ver a Elena en la terraza limpiando los cristales  de espaldas a mí.

Nuestro salón tiene un ventanal de más de tres metros que ocupa casi toda la pared, caminé hasta él, abrí la puerta, accedí a la terraza estrecha que hay,  la cual esta vallada por cristales y saludé.

-          Hola, buenas

-          Hola cariño – respondió Elena

-          Hace mucho calor ¿te traigo algo de beber? - pregunté

-          Vale, te lo agradecería- contesto mi mujer con una sonrisa en la cara

Era finales de julio y hacía un día muy caluroso, fui a la cocina, cogí dos vasos, una botella de agua y las lleve a la terraza. Me senté en la silla y apoye las cosas en la mesa mientras Elena se sentaba en la otra silla.

-          Acuérdate que tenemos que ir a descambiar la ropa al centro comercial- me dijo mientras se llevaba el vaso de agua a la boca.

-          Ahora en cuanto acabe de limpiar estos cristales nos cambiamos para marchar, continuo diciendo.

Tras ducharnos, ambos nos fuimos a vestir, yo me puse una camiseta gris, un pantalón vaquero corto y las playeras, mientras que mi mujer se decantó por una camiseta blanca fina con cuello ancho, de esas que caen por uno de los hombros y se transparentan lo justo para poder ver el sujetador blanco que llevaba debajo, un tanga de hilo, de esos que son una fina tira por detrás, también de color blanco, una minifalda vaquera de color azul oscuro y unas sandalias.

A pesar de que las ventanas de las habitaciones y el salón estaban abiertas, ya empezábamos a sudar, puesto que el calor era intenso, a Elena todavía le faltaba peinarse.

-          ¿cierro las ventanas? – pregunte alzando la voz

-          No, si total vamos a venir enseguida- respondió Elena

-          Mientras acabas voy a por el coche y así voy dando el climatizador –dije yo mientras cerraba la puerta de casa.

Llegamos al centro comercial y fuimos directamente a descambiar la ropa, Elena no tardó mucho en decidirse, salimos de la tienda y a los pocos metros nos encontramos a maría y salva, una pareja amiga nuestra.

-          ¿Qué tal pareja? ¿Cómo así por aquí?- pregunto mi mujer

-          Hemos venido a por un traje, pero nos vamos de vacío- respondió María

-          y vosotros ¿qué tal? Ya veo que habéis comprado algo- dijo Salva señalando la bolsa de ropa

-          hemos bajado a descambiar unas cosas y marchamos para casa- comentó Elena

-          nosotros estamos pensando en ir a cenar  por ahí, si queréis apuntaros- nos dijo otra vez Salva

-          a mí me da igual, por mi perfecto- respondí yo.

Nos fuimos al centro de la ciudad y nos sentamos en una terraza a cenar, la noche era calurosa, el termómetro marcaba 28 grados.

Terminamos de cenar, Salva llamó al camarero y se pidió un cubata, la verdad que la noche incitaba a ello, así que los demás hicimos lo mismo, estábamos tan a gusto que nos tomamos dos cubatas más cada uno.

-          Me apetece ir a tomar otro cubata, le dijo María a Salva

-          Vosotros venis,no? – seguía preguntado María

-          La verdad es que la última vez que nos fuimos de fiesta fue en nochevieja, además estabais vosotros también- comenté yo

-          Venga, ya está todo dicho entonces, nos vamos todos de copas- grito María a la vez que se levantaba.

Visitamos tres bares y acabamos en la discoteca, estuvimos bailando y riéndonos, yo iba bastante perjudicado, pero mi mujer todavía más, así que tras despedirnos de nuestros amigos salimos de la disco.

Llamamos para que nos mandaran un taxi a recogernos, mientras esperábamos, yo me senté en un banco y Elena se colocó lateralmente encima de mis piernas.

Nos empezamos a besar, mientras con mi mano le acariciaba su muslo, Elena abrió un poco las piernas, yo aproveche para subir mi mano hasta su tanga, le acariciaba suavemente su clítoris, poco a poco sentía como la tela se iba empapando.

No sé cuánto tiempo había pasado cuando llegó el taxi, pero ójala hubiera tardado más tiempo, nos levantamos, Elena se puso bien la minifalda, yo acomodé mi polla lo mejor posible para que no se viera lo empalmado que estaba y caminamos hacia él, abrí la puerta de atrás, Elena se colocó detrás del asiento del conductor y yo en el asiento del medio, le indicamos la dirección y nos pusimos en marcha.

Le hice un gesto de silencio a Elena y le metí la mano por debajo de la minifalda, como en el banco, le seguí acariciando su entrepierna, era imposible que el conductor nos viera, así que ella echó la cabeza hacia atrás, abrió un poco más las piernas y se dedicó exclusivamente a sentir placer, mi polla notaba la excitación del momento y poco a poco iba en aumento.

Poco más de 5 minutos nos costó llegar, pagamos al taxista y nos metimos en casa, inmediatamente empezamos a besarnos, cogí a pulso a mi esposa y subimos las escaleras, caímos los dos en el sofá del salón, encendimos la tele para tener luz de fondo y proseguimos con los besos.

Los dos tumbados en el sofá morreándonos, con mi mano aparté el tanga y metí dos dedos en su coño, la masturbaba lentamente, mientras con el dedo gordo le acariciaba el clítoris.

Me incorporé para quitarme la camiseta, por el cristal del ventanal un destello me llamó la atención, pero sin darle más importancia, me quite la parte de arriba, volví a tumbarme en el sofá y seguí masturbando a Elena.

Un rato después me puse de pie mientras me desabrochaba el botón del pantalón, volví a ver un destello a través del ventanal de salón que quedaba en frente de mí, me quedé fijamente mirando, pero la oscuridad de la noche y el alcohol no me dejaban ver con claridad, me bajé los pantalones y los calzoncillos a la vez, mi polla estaba tiesa y dura, Elena ya se había colocado a cuatro patas, giro la cabeza y se metió mi polla en la boca, me la mamaba sin manos.

Como chupa la polla mi mujer, es espectacular, ahora se ayudaba también de la mano para sacársela de la boca y chuparme con la lengua desde la punta hasta los huevos, me la agitaba, mientras yo seguía intentando adivinar que era la luz que había frente a mí.

Tardé un poco en conseguir adivinarlo, un cigarro, había alguien en la terraza de enfrente fumando un cigarro, pero no era capaz de ver quien, ¿era mi vecino o mi vecina?, entretanto Elena seguía mamando mi polla deliciosamente.

No me preocupaba mucho quien estuviera mirando la verdad, el respaldo del sofá tapaba a mi mujer, y no se podía ver lo que estábamos haciendo, imaginarlo como mucho, pero no verlo.

Miré hacia el sofá y Elena estaba ahora chupándome la punta de la chorra mientras que con la mano agarraba mis huevos, el placer que me estaba dando era inmenso, al volver a levantar la cabeza ya no había ningún cigarro encendido, yo no apreciaba nada, seguramente se había marchado a su casa.

Mi mujer se puso de rodillas en el sofá para quitarse la camiseta, en ese mismo instante, un mechero iluminó la oscuridad de la noche y pude distinguir a mi vecino cuando este acercó su cara para encender el cigarro que llevaba en su boca.

-          ¡Se va a fumar otro! – se me escaparon las palabras de la boca

-          ¿Qué dices? – preguntó mi mujer mientras giraba la cabeza hacia atrás mirando a través del cristal

-          Nada, nada- repliqué yo rápidamente

Tras unos segundos observando como mi mujer miraba por el cristal, (para mí fue una eternidad, pensaba que todo acabaría en ese momento y yo estaba empalmadísimo) esta se quitó la camiseta y mientras bajaba la persiana exclamó:

-          Enciende la luz.

Yo me giré y caminé hacia el interruptor!!!Que bocazas soy¡¡¡ pensaba para mí.

Encendí la luz y me di la vuelta, no me lo podía creer, una extraña sensación recorrió mi cuerpo cuando vi que mi mujer estaba de pie frente a mí en medio del salón, justo delante de la puerta del ventanal que permanecía abierta desde la tarde, se estaba desabrochando la minifalda y la dejó caer al suelo, el vecino seguro que podía ver el culo de Elena que estaba cubierto solamente por la fina tira del tanga.

Se acercó a mí y poniéndose de rodillas en el suelo volvió a meterse mi chorra en la boca, el deleite de la situación me hizo olvidar al vecino durante unos instantes.

Mientras ella jugaba con mi polla, mi cabeza empezó a hacerse muchas preguntas, ¿Y si no se ha dado cuenta de que el vecino está enfrente?, ¿se lo digo o no?

En ese instante ella se puso de pie y se giró, apoyó su espalda contra mi pecho y la cabeza con los ojos cerrados sobre mi hombro, cogió mi mano derecha, la bajo lentamente y la metió por debajo de su tanga, de inmediato le metí los dedos en su coño y empecé a moverlos, una gran cantidad de líquido caía por mi mano, seguro que estaba gozando. Elena se quitó el sujetador y lo dejó caer al suelo, sus tetas estaban al aire y con mi mano izquierda comencé a sobárselas y a jugar con sus pezones, mientras mi cabeza seguía pensando, mi mujer estaba siendo observada prácticamente desnuda y yo no sabía qué hacer. Yo quería seguir, estaba tan cachondo que no quería que acabase todo, pero no sabía si era lo correcto, nunca nos había pasado nada igual.

Al poco tiempo, Elena se separó un poco de mí,  volteó su cuerpo, se bajó el tanga lentamente hasta las rodillas y lo dejo caer en el suelo.

Se abalanzó sobre mí, rodeó mi cuello con sus brazos y mi cintura con sus piernas, puse mis manos en sus cachetes, coloqué mi pene en la entrada de su coño y sin ninguna dificultad la penetré, yo la subía y la bajaba, en un movimiento lento, se notaba que los dos estábamos disfrutando, nos mirábamos a los ojos fijamente mientras disfrutábamos del momento.

Nuestros cuerpos estaban cubiertos de sudor, la excitación y el calor de la noche ayudaban, mi mujer acercó su boca a mi oreja y con una voz entrecortada me dijo:

-          Quiero que me folles en la mesa de la terraza.

Me quedé paralizado durante unos segundos, seguro que el rostro de mi cara cambió en ese momento ¿puede ser que si sepa que nos están observando? La duda me rondaba. Di cuatro pasos con ella agarrada a mí, pase la puerta, con cuidado coloqué la espalda de mi mujer en la mesa, su cabeza apoyaba en el cristal de la ventana, ella levantó las piernas, yo agarré fuertemente sus tobillos con mis manos y se las abrí, volví a meterle la polla e inicie las embestidas.

Placer, excitación y dudas recorrían mi cuerpo, me estaba follando a mi mujer, alguien lo estaba viendo, pero no conocía si Elena lo sabía y lo permitía o por el contrario ni se había dado cuenta de la situación.

Poco a poco aumentaba el ritmo y la fuerza de mis penetraciones, el silencio de la noche sólo era interrumpido por el sonido de mi cuerpo chocando contra el de Elena y por sus gemidos que cada vez eran más intensos y continuos.

Estuvimos un buen rato follando en esa postura, de repente Elena puso sus manos en mi barriga haciendo fuerza, señal de que quería que parase.

Alzó un poco la cabeza y señalándome una de las dos sillas exclamó:

-          Siéntate en la silla por favor

No dije nada, simplemente le hice caso, me senté, vi como Elena se incorpora, se bajó de la mesa como pudo, se puso de espaldas a mí, con la mano agarró mi chorra, la puso justo en la entrada de su coño y lentamente se la metió toda. No se definir el placer que me estaba produciendo, estaba en el paraíso.

Tras un par de segundos sentada sobre mí y con mi polla metida hasta el fondo, sus manos se apoyaron en mis muslos y empezó a subir y bajar su cuerpo, no me lo podía creer mi mujer desnuda me estaba follando delante del vecino, ¿imposible que no se hubiera dado cuenta?, pero yo estaba gozando, me notaba excitadísimo.

Poco tiempo tardé en aclarar mi incertidumbre, Elena se reclinó hacia atrás juntando su espalda a mi pecho, levanto las piernas, las apoyó en la barandilla que sujeta los cristales de la terraza y las abrió, mi polla seguía embistiendo su coño a la vez que ella se acariciaba el clítoris con mu mano, pero yo ya no tenía dudas, mi mujer se mostraba sin reparos al vecino, le estaba enseñando su coño mientras yo me la beneficiaba, a mí me daba ya igual, por una parte me había quitado un peso de encima, ya solo pensaba en correrme.

La mano de Elena aceleraba sus movimientos, sus gemidos aumentaron, su cuerpo empezó a convulsionarse, no tardó en correrse, aun así ella  seguía acariciándose el clítoris y mi polla penetrándola.

Duramos poco tiempo más en esa postura, yo estaba incomodo, mi espalda me dolía por la presión contra la silla.

La cogí por las piernas, coloqué sus pies en el suelo y la puse de pie, apoye sus antebrazos en la barandilla, le abrí un poco más las piernas, ella se puso de puntillas y elevó su culo, yo desde atrás la agarre con mis manos de la cintura y volví a insertar mi polla dentro de su chocho, la embestía con fuerza, por qué no decirlo, también con algo de rabia, las penetraciones eran tan fuertes que ella tenía su cabeza y sus tetas fuera de la terraza, todo esto a menos de 20 metros de nuestros vecino, que ya por entonces estaba también de pie con los codos hincados en la barandilla.

Mi polla entraba y salía del coño de elena a una velocidad brutal, mi mujer gemia intensamente, ya no aguantaba más, me iba a correr,  solté unos bufidos mientras chorros de semen inundaban el coño de Elena, nunca había descargado tanto esperma, fue increíble, me aparté hacia atrás y pude ver como salía un montón de semen por su coño.

Tras unos segundos de calma, levanté la cabeza al igual que Elena, mirabamos hacia la terraza de en frente, el vecino estaba con la mano levantada y el dedo pulgar hacia arriba, agitó la mano diciéndonos adiós y se metió a su casa, nosotros aguantamos poco tiempo más y nos fuimos para dentro cerrando el balcón.

Elena y yo nos mirábamos con incredulidad, no éramos realmente conscientes  de lo que había sucedido, pero ambos habíamos disfrutado muchísimo, estábamos agotados y todavía ebrios, así que nos tumbamos en el sofá, nos tapamos con una manta y nos quedamos dormidos

Desde entonces nos hemos encontrado varias veces con el vecino y nos hemos saludado respetuosamente con un “hola” y  “adiós”.

Sin embargo a Elena le da mucha vergüenza e intenta no coincidir con él, las veces que lo ha hecho casi no levante la mirada del suelo.

Espero que hayáis disfrutado leyendo este relato tanto como disfrutamos nosotros aquel día  con aquella experiencia.

Nuestro correo es javieryelenasomoshotmail.com