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Follando delante del camarero

en Voyerismo

Mi marido me había regalado hacía un mes más o menos un cofre de un fin de semana en una casa rural, elegimos irnos a pasar el finde a un pueblo cerca de Barcelona, nos llevamos una grata impresión nada más llegar, la casa era más bonita vista in situ que como la habíamos visto en las fotos de la página web.

Llegamos el sábado sobre las once  y media de la mañana, dejamos nuestras cosas en la habitación y nos pusimos la ropa de deporte para ir a andar por el monte.

Mi marido se llama Javier, mide 1,76, sus ojos son de color verde, es moreno y delgado, se puso su chándal azul oscuro, la camiseta térmica azul clara, sus zapatillas azules y su chaleco negro  de neopreno, yo me llamo Elena tengo al igual que él 35 años, soy más baja, mido 1,61, mi pelo es moreno, me llega hasta los hombros, soy  delgada, mis pechos son pequeños, pero mi culo es firme y redondo,  me puse mis mallas grises, de las que se ajustan  al cuerpo y no dejan nada a la imaginación, al igual que mi camiseta térmica rosa fosforita , mis zapatillas a juego con la camiseta  y un chaleco como el de mi marido.

Estuvimos caminando durante varias horas, el paisaje era maravilloso, el día acompañaba, eran casi las cuatro cuando llegamos al pueblo, nuestros estómagos rugían, fuimos en busca de algún sitio donde nos diesen de comer.

Vimos como delante de un bar había un montón de bicicletas aparcadas, así que decidimos entrar allí, como suelen decir,  bar donde hay gente es que dan bien de comer y de beber, había una camarera detrás de una pequeña barra que había a mano derecha, fui hasta ella, le pregunté si había sitio para comer, nos indicó que la cocina estaba a punto de cerrar pero respondió afirmativamente y nos condujo hasta el comedor que había al fondo del bar.

Una puerta separaba una estancia de la otra, nada más abrirla aparecía un estrecho pasillo de unos tres  metros de largo con una puerta a cada lado, una azul de los baños y otra blanca  de la cocina, el salón era cuadrado , un poco más grande que la zona del bar, en la mesa del fondo había tres señores de avanzada edad, justo en la mesa de al lado había dos parejas y en el otro lado estaban los dueños de las bicicletas, lo descubrimos porque llevaban los maillots de ciclistas, quedaban dos mesas libres, nos sentamos en la que estaba al lado de las dos parejas.

Al instante salió un camarero, un señor de entre cuarenta y cinco y cincuenta años, tenía el pelo negro pero con bastantes canas,  de una estatura similar a la de mi marido, un poco más  rellenito, pero no se puede decir gordo.

Nos entregó la carta con el menú, pedimos una botella grande de agua para beber mientras nos decidíamos, no nos costó mucho elegir.

Nos acababan de sacar el primer plato cuando los ciclistas abandonaron el comedor, el ruido desapareció con ellos, mientras el camarero recogía las mesas, nos preguntó de dónde éramos, que hacíamos por allí, e iniciamos una conversación, se notaba que dominaba el trato con la gente, parecía muy dicharachero, conversaba con las tres mesas, cierto es que parecía que los señores eran conocidos por el trato que les daba.

Los jóvenes pidieron la cuenta, ni siquiera nos habíamos acabado el primer plato todavía, miré  hacia la mesa de los señores  e iban por el postre, me dio un poco de apuro y se lo dije a Javi.

-           Ya nos ha dicho la camarera que iban a cerrar la cocina, terminamos rápido de comer- le dijo Javi al camarero mientras nos recogía los platos

-           No, tranquilos, no tengan prisa, la cocinera se marcha en breve, pero yo sigo a pie del cañón hasta la noche, cuando cierre el comedor me toca ir a la barra,  así que disfruten de la comida.-respondió

-           Gracias- contestó de nuevo Javier

-           Además a ver quién echa a estos cascarrabias- dijo en voz alta mirando a la mesa de los señores

Me quedé mucho más tranquila, me levanté para ir al servicio, al volver Javi  sonreía,

-           ¿Por qué te ríes?- le pregunté

-           Cuando te has levantado y te han visto, por poco se les salen los ojos- respondía riéndose

-           ¿a quién?- pregunté

-           A los del fondo- me  respondió

-           Hay que llevar pantalones más anchos- volvió a decirme con cachondeo

-           No me vaciles- contesté

El camarero nos cortó la conversación, nos puso los segundos platos y se puso a charlar de nuevo con nosotros, nos dijo que se llamaba Ferrán, nosotros nos presentamos también, la charla continuaba, como si nos conociera de toda la vida, nos comentó que era el dueño del restaurante, se notaba que era un charlatán, pero agradable.

-           Por qué no me haces un favor y les pides la sal a los señores- me dijo Javi

-           Que tonto eres- respondí yo riéndome

-           En serio te lo digo- me volvió a comentar

-           Que quieres, ¿que me vean de cerca? - repliqué

-           Eso estaría bien- me dijo riéndose descaradamente

-           Esta va a ser la compensación a tu regalo, yo tenía pensado otra cosa que seguro te iba a gustar más, pero por listo, ya no lo vas a tener -le dije haciéndome la enfadada.

Me levanté, me acerqué hasta la mesa de los señores, calculo que rondarían los cincuenta y cinco años o alguno más, la verdad es que me miraron de arriba a abajo, por una parte sentí vergüenza, pero otra pequeña parte de mi sentía una sensación de poder,

-           Me pueden dejar la sal- les pregunté con voz dulce

-           Claro, lo que necesites- contestaron casi a la vez

-           Ahora mismo se la traigo- repliqué

-           No hace falta- contestó uno

-           Bueno, mejor tráenosla de nuevo- contestó otro de ellos

Me metí entre sus sillas y alargué el brazo para alcanzar el bote, mi culo quedaba prácticamente a la altura de sus cabezas, el que tenía casi en frente me miraba a los ojos con una sonrisa pícara, cogí el bote, les di las gracias y me di media vuelta hacia mi mesa.

Javi sonreía, le di el bote de sal y esperé a que se echara sobre el filete, una vez acabó volví donde los señores, se lo dejé encima de la mesa y les di las gracias.

-           De nada- contestó uno

-           Si necesitas cualquier otra cosa nos lo pides- dijo otro riéndose y contagiando a los demás

-           Ummm, de momento no, gracias- contesté con el dedo en mis labios y poniendo cara de niña buena.

Notaba como sus ojos se clavaban en mí, uno de ellos no dejaba de mirar hacia mi coño, separé un poco las piernas, las mallas se me subieron un poco más marcando mi raja, mientras con mis manos tocaba el hombro de los dos señores que estaban junto a mí y me despedí volviendo hacia mi asiento.

-           Eres una crack, no veas como te miraban el culo cuando venias hacia aquí- me dijo mi esposo

-           Ha estado bien- le contesté con una ligera sonrisa

-           Seguro que están empalmados, a mí se me ha puesto morcillona-  continuaba diciéndome

-           ¿Qué te han dicho?- me preguntaba

-           Que si necesito cualquier cosa, allí están ellos- le contesté

-           ¿En serio? Es que vuelves loco a los hombres- seguía con la guasa

-           Pues la verdad es que no me ha disgustado tanto como pensaba- repliqué sonriendo

Seguíamos comiendo el segundo plato, mientras podíamos oír como cuchicheaban los tres señores, apareció de nuevo por el salón Ferrán, se interesó por cómo estaban nuestros bistecs, y se puso de nuevo a charlar con nosotros, hasta que uno de los caballeros le llamó y se fue hacia su mesa.

Se reían, nosotros seguíamos con nuestro delicioso plato, el canso de mi marido me seguía incitando.

-           No hacen más que mirarte, les tienes atontados- se jactaba

-           No me incites que me llevo el plato a su mesa y te quedas aquí solo comiendo- le dije seriamente

Al poco se acercó Ferrán de nuevo, bueno pareja, la cocinera ya se ha marchado pero si necesitáis cualquier cosa me lo comentáis, enseguida vengo a leeros los postres, nos decía mientras me miraba, luego  se marchó.

-           Estos le habrán comentado lo que ha pasado y estará muerto de envidia, seguro- me volvió a decir Javi

-           Déjate de tonterías- repliqué

-           ¿No has visto que solo te miraba a ti cuando nos estaba hablando?- me comentó

-           Él es que nos sirve y el premio se lo llevan los otros, pensará- seguía hablando mi marido

-           Pero que quieres, ¿qué me exhiba delante de ellos?, ¿eso quieres?- pregunté

-           No te preocupes, te he dicho que este iba a ser mi regalo de compensación y así va a ser- sentencié

-           No te enfades cariño, que es una broma- me contestó

-           Una broma, una mierda, si ya sé que te da morbo, eso es lo que quieres, eso es lo que vas a tener- respondí seriamente.

Me comí rápidamente parte de mi bistec, me puse de pie, con mis manos acaricié mis muslos  y mi culo haciendo que me colocaba bien las mallas, giré mi cabeza hacia la mesa del fondo, los tres señores miraban sin perder detalle,  yo me dirigí al servicio de nuevo.

Una vez dentro me quité el sujetador, la camiseta era ceñida, la forma de mis pechos se marcaban claramente, doblé el sujetador hasta hacerlo lo más pequeño que pude, lo guardé en mi mano para que no se viera y volví hacia el comedor, una vez sentada en la silla, con disimulo lo metí en el bolsillo del chaleco que estaba apoyado en la silla.

Javi se dio cuenta de inmediato de lo que había hecho, su cara mostraba una sonrisa de oreja a oreja, mientras acababa de comer su plato.

Un par de minutos después pasé mis manos por mis pezones acariciándomelos ligeramente, enseguida se pusieron duros, se marcaban claramente en mi camiseta, así que me levanté y me dirigí hacia la mesa de los señores, me recibieron entre sonrisas

-           ¿Qué necesitas? – preguntó uno de ellos

-           Otra vez la sal- respondí sonriendo

No había duda, mis pezones se notaban claramente, los tres señores fijaron sus miradas en ellos, estaba claro que  ya se habían dado cuenta de que no llevaba sujetador, sus caras eran todo un poema, solo les faltaba babear, una espléndida sensación recorrió mi cuerpo, una sensación de poderío.

-           Hace un poco de frio aquí- comenté

-           Se está bien- contestó uno de ellos

-           A mí me está subiendo la temperatura- dijo otro provocando la risa de sus compañeros

-           Y a mí- replico otro mientras me daba el bote de la sal

-           Gracias- dije mientras de nuevo pasaba mis manos por los hombros de los dos señores que estaban a mi lado

Volví a mi asiento, le entregué la sal a mi marido, que me miraba con cara de sorpresa, no le quedó otro remedio que echarse más sal, para no hacer más evidente mi atrevimiento.

Uno de los señores se levantó, tomo camino del pasillo, salió del salón, al poco rato apareció de nuevo junto a Ferrán, los dos reían mientras sus miradas se dirigían hacia mí, se fueron a su mesa, las risas eran evidentes y los cuchicheos también.

Al poco rato, el camarero se acercó a nuestra mesa, mientras hablaba con nosotros, su mirada se dirigía hacia mis tetas.

Disimuladamente, pasé de nuevo mis manos por mis pezones que prácticamente de inmediato reaccionaron poniéndose tiesos, Ferrán cuando los vio se puso rojo, no sabía dónde meterse, yo le miraba a los ojos con una sonrisa y cuando coincidimos la mirada le guiñe un ojo, su polla parecía que estaba reaccionando, un pequeño bulto se le empezó a notar en sus pantalones, rápidamente se giró y se marchó hacia la cocina.

No tardó mucho en volver, llevaba una botella en una mano y tres vasos de chupito en la otra, los dejó en la mesa de los señores, de inmediato vino hacia nuestra mesa, nos preguntó si habíamos acabado y nos recogió los platos.

Ferrán sacó una libreta, nos leyó  todos los postres que había, Javi eligió una tarta helada, yo  dudé, le pregunté de qué sabores tenía el helado.

-           Chocolate, nata, vainilla, fresa y café- contestó el camarero

-           No sé, menos el de café los demás me gustan todos- comenté dubitativa

-           ¿Cual me recomiendas?- le pregunté

-           El que más te guste- respondió Ferrán

-           No sé, no sé- decía dudando todavía

-           ¿Qué te parece si te pongo una bola de cada sabor?- me preguntó

-           Bueno, me encantaría comer cuatro bolas, siempre es mejor que solo dos- le contesté mirándole a los ojos y relamiéndome el labio, continuando con mis provocaciones

-           Pero yo prefiero que sean dos bolas  de un sabor y dos de otro,¿ puede ser?- volví a comentarle con cara de niña buena

-           Bien,¿ qué sabores?- preguntó Ferrán de nuevo

-           No sé,  no se cual  elegir- me hacía la indecisa

-           SI quieres, acompáñame a la cocina, ves los que hay y eliges- dijo el camarero amablemente

No tardé ni un segundo en decirle que sí, me levanté, Ferrán  apoyó una mano en mi espalda, con la otra me indicó el camino a seguir y  nos fuimos hacia la cocina.

La cocina no era grande, pero si alargada, me apoyé en la encimera, el camarero al pasar por detrás mío, rozó ligeramente mi culo con una de sus manos, yo no dije nada, pero mi cuerpo se empezó a excitar un poco, sacó unas tarrinas de helado de los cuatro sabores, los dejó en la encimera delante de mí, volvió a pasar por detrás de mí y de nuevo rozó mi culo con su mano, esta vez yo le miré y le sonreí.

Cogió un plato de una estantería, abrió un cajón,  cogió dos cucharas, las trajo hacia donde estaba yo, las dejó y de nuevo pasó por detrás de mí, esta vez sus dedos se apoyaron en mi espalda pero su palma apoyaba en la parte superior de mi culo, al calor se apoderaba de mi cuerpo, cada vez el juego me estaba poniendo más a tono.

Ferrán me sirvió un poquito de cada sabor en el plato, los probé uno a uno, me metía la cuchara en la boca y la rechupaba, notaba como Ferrán se iba poniendo más cachondo cada vez.

A mi también me estaba gustando la sensación de provocarle, mis pezones reaccionaron poniéndose como estacas, mi coño aunque no estaba húmedo empezaba a fabricar sus jugos.

Al acabar de probar los cuatro sabores, dejé caer la cuchara al suelo disimuladamente, me di la vuelta dándole la espalda al camarero, me agaché a recogerla sin doblar las piernas, no podía verle la cara a Ferrán, pero seguro que no quitaba ojo al espectáculo que le estaba dejando ver, mi culo, delgado y firme, estaba delante suyo, con las mallas tan estiradas que se me tenía que ver hasta el color negro del tanga que llevaba.

Recogí la cuchara, la dejé en la encimera, miré hacia su entrepierna, el bulto que tenía en el pantalón me confirmaba que había contemplado el espectáculo y le había gustado.

-           Voy a elegir nata y fresa. Le dije

-           Entonces te pongo dos de cada- me contestó

-           Si, prefiero comerme dos sabores en condiciones que cuatro a medias- le comenté pícaramente

Notaba como Ferrán se iba derritiendo como los helados fuera del frigorífico, puso sus dos manos en los laterales de mi cadera, aunque fue bajándolas lentamente, como yo no le decía nada, siguió bajándolas hasta ponerlas en el lateral de mi culo, yo estaba ya encendida, mi coño ya había empezado a mojar un poco mi tanga, mi imaginación volaba, mis pezones estaban a punto de rasgar mi camiseta de lo duros que estaban.

-           Pues ahora mismo te lo llevo a la mesa- interrumpió Ferrán cortando mis pensamientos

-           Vale- Respondí y salí de la cocina caminando casi como las modelos.

Nada más sentarme en la mesa, bajo la atenta mirada de los señores, Javi me preguntó qué había pasado, yo se lo conté todo con pelos y señales, él cogió mi mano por debajo de la mesa, la arrastro hasta su pantalón, la apoyó y pude comprobar como su pene estaba duro, eso no hizo más que calentarme más todavía, me apetecía irme con él al baño y echar un polvo allí mismo.

El camarero tardó unos minutos en servirnos los postres, su bulto había desaparecido, pero una sonrisa de oreja a oreja lucia en su cara.

No nos costó mucho acabarnos los postres, teníamos unas ganas locas de llegar a nuestra habitación y poder follar como adolescentes así que pedimos la cuenta.

-           ¿café?- nos preguntó Ferrán

-           No gracias- contestó mi marido

-           Un chupito, que invita la casa, si aceptareis- dijo el camarero

-           Si te tomas uno con nosotros, acepto- le dije

-           No puedo que estoy de servicio, pero voy a hacer una excepción- respondió Ferrán riéndose

Trajo tres vasos de chupito, cogió la botella de orujo de la mesa de los señores ante sus protestas, nos sirvió, brindamos y nos lo bebimos de un trago.

Javi se marchó al servicio, no le gusta el orujo, pero por no quedar mal no dijo nada, seguro que fue a escupirlo por el wáter, Ferrán no perdió la ocasión, llenó otros dos vasos de chupito, uno me lo dio y el otro lo cogió él.

-           Brindáis con nosotros- les grité a los señores de la otra mesa mientras me ponía de pie

-           Lo que desees guapa- contestó uno de ellos

-           Por supuesto- dijo otro

Vinieron hasta la mesa con sus vasos de chupito en la mano, Ferrán que se quedó con cara de sorprendido, les llenó los vasos, me puse en el centro, noté como dos de los señores se acercaron hasta rozar sus cuerpos con el mío, sentí como mi cuerpo se ponía más  cachondo todavía, mi coño empezaba a mojarse de nuevo, empecé a mover mi cuerpo lenta y disimuladamente frotándome contra ellos, mis pezones me dolían del roce con la camiseta, Ferrán no quitaba ojo de mis pechos, brindamos y nos tomamos el chupito.

Javi no tardó mucho en salir del lavabo y se acercó hasta donde estábamos.

-           ¿queréis otro chupito?- preguntó uno de los hombres

-           No, gracias, nos vamos a ir- contesté

-           Y una copa ¿tampoco queréis tomar?- volvió a insistir

-           No, tampoco- respondió mi marido

-           Nos vamos a ir a quemar la comida- dije yo sonriendo

Fue divertido observar la cara de Ferrán y los otros tres hombres, se miraban sin saber que decir, salí del círculo donde estaba metida, caminé hasta donde estaba Javi y le di un beso en los labios.

-           Pago aquí o en la barra- le pregunté a Ferrán

-           Afuera, te acompaño- respondió acercándose hacia mí.

Los dos caminamos hacia el bar, al entrar en el pasillo dejé caer un billete al suelo, abrí un poco las piernas y me agaché a recogerlo sin doblarlas, quería darle un último recuerdo a Ferrán por haber sido tan amable, para que pudiera recrearse con mi culo.

Noté como su pene contactó contra mi culo, no me lo esperaba, me quedé en la misma posición unos segundos, mientras notaba como se restregaba suavemente, mi coño no pudo más, mojé el tanga y parte de las mallas, estaba excitadísima, me apetecía sentir una polla dentro de mí en ese mismo instante, cogí por fin el billete, me incorporé, giré la cabeza y le sonreí.

Ferrán tenía la cara roja como un tomate, salimos del salón  hasta llegar a la barra, allí miré descaradamente el paquete del camarero, lo tenía bastante abultado, mi excitación seguía en aumento, me junté más a él, con mi mano rocé ligeramente su bulto, acerqué mi boca a su oreja y le susurré una pregunta al oído

-           ¿Quieres ver cómo follo?

Sus ojos se abrieron como paltos, su cara de asombro era indescriptible, mi sensación de dominio me hacía sentirme imparable, mi excitación estaba por las nubes, mi cuerpo pedía a gritos un polvo y mi coño deseaba sentir una polla dentro de él. Mientras Ferrán no decía nada, solo asentía con la cabeza.

-           Voy a hablar con mi marido a ver qué le parece la idea- le dije en voz baja

-           Pero de todas formas tendrás que echar a los otros- le volví a decir

En ese momento, si hubieran estado los cuatro, seguramente hubiera aceptado a todos, mi excitación en ese instante se apoderaba de mí, pero para ser la primera vez que iba a follar delante de alguien, uno era más que suficiente.

No pagué ni la cuenta, caminamos hacia el salón de nuevo, yo me fui a hablar con Javi y le conté lo que estaba sucediendo a ver si el aceptaba o no, mientras, se oía como Ferrán les decía a los señores que se tenían que ir, ante las quejas de estos, les llegó a mandar a tomar por culo, se le notaba alterado y aunque a regañadientes, los consiguió sacar del salón.

Javi con cara de sorprendido, no sabía que decirme, los dos queríamos follar, pero el plan que había surgido no era lo que teníamos en mente al principio del juego.

Javi estaba dubitativo,

-           Ferrán solo va a poder mirar- le dije

-           ¿Tú has empezado el juego y ahora te vas a echar atrás?- ahora era yo la que le incitaba a él

Ferrán se acercó tímidamente, se paró delante de nosotros, sus manos estaban temblando,

-           ¿tú decides? Le dije a Javi

-           Vale- contestó

Le dije a Ferrán que lo único que podía era mirar, no podía tocarme, si quería así, bien, si no nos marchábamos, el aceptó de inmediato, con mi mano empecé a tocar el pene de mi marido por encima del chándal, pero de repente el camarero nos detuvo con sus palabras.

-           Espera un momento, aquí no podemos, vamos al almacén que está en el local de al lado- nos comentó

Eso me cortó un poco el calentón, pero aceptamos, no cogimos ni los chalecos de las sillas, salimos hacia fuera, en el bar aún estaban los tres señores, pasamos rápidamente hasta que  salimos a la calle.

Dimos cuatro pasos hasta llegar a una puerta de metal de color verde oscuro, Ferrán se detuvo y sacó un llavero con tres llaves de su bolsillo izquierdo, con una abrió, entró y encendió la luz.

Seguidamente pasamos nosotros, era un local más o menos del tamaño del salón, un poco más pequeño, estaba lleno de estanterías, cajas de cervezas, de bebidas, unas mesas y sillas de las que se ponen en verano en las terrazas, y cosas así, Ferrán cerró la puerta y echó la llave por dentro.

Había llegado el momento, seguía excitada, pero la caminata había rebajado un poco mi calentón, ninguno sabíamos que hacer ni cómo empezar, hasta que Javi me agarró de la mano, se la puso encima de su paquete y me dio un beso, yo solo necesitaba una chispa para que el fuego volviese a mi cuerpo.

Me giré, me puse frente a él , de nuevo nos empezamos a besar, mi mano acariciaba su bulto, que cada vez era mayor, nuestras lenguas jugaban, la mano de Javi comenzó a acariciar mi malla por la zona empapada, notaba como sus dedos acariciaban mi coño de arriba abajo, mis fluidos empapaban ya totalmente mi tanga y mis mallas.

No tardé mucho en meter mi mano por dentro del calzoncillo de mi marido para cogerle su pene y seguir masturbándole, su cara era de gozo, mientras, él seguía frotándome con delicadeza mi vagina por encima de las mallas, el placer que sentía en mi cuerpo iba en aumento, me fui deslizando hacia abajo hasta quedarme en cuclillas, mi cara estaba a la altura de su pene, le bajé el pantalón y los calzoncillos a la vez, su polla totalmente tiesa salió como un cohete, saqué la lengua, lamí la punta como si de un helado se tratase, por arriba, por abajo, le lamia su capullo por todos los rincones, alcé mi mano para cogerle el miembro, mirándole a la cara, me la metí dentro de la boca hasta el máximo que pude, se la chupaba despacio pero casi entera, mientras observaba su cara de satisfacción.

Se me había olvidado por completo que había alguien más en el almacén, cuando lo recordé, paré, giré la cabeza y allí estaba, Ferrán nos miraba atentamente, tenía un bulto en el pantalón, pero ni siquiera se estaba tocando, solo nos miraba.

Me coloqué a un lado, le miré sonriendo, me recogí el pelo con una goma que llevo siempre en la muñeca, de nuevo me introduje la polla de mi marido en la boca, alternaba los lametones con las chupadas, todo esto mientras miraba al camarero, la verdad es que no me imaginaba que me iba a excitar tanto ver como alguien me miraba mientras tenia sexo con mi marido, pero así era.

Por fin Ferrán arrancó, se empezó a tocar por encima del pantalón,  Javi se quitó la camiseta, mi boca seguía trabajando, la mano de Javi me hizo detenerme, me puse de pie, me quité la camiseta dejándola caer al suelo, me saqué las zapatillas, con lentitud fui bajándome las mallas, me sentía igual que si estuviera haciendo un striptease, las deslizaba por mis muslos hacia los tobillos sin doblar las piernas, Ferrán podía ya ver mi tanga negro y mi precioso culo.

Me quité las mallas del todo, las dejé caer encima de la camiseta, ahora era turno del tanga, el cual estaba totalmente empapado de mis líquidos, me lo quité lentamente hasta las rodillas, subí una pierna y después la otra, tenía ya el tanga en mi mano, me giré hacia donde estaba Ferrán, que ya tenía el pene fuera y se lo lancé, le cayeron justo al lado de sus pies, lo recogió, se lo llevó a la nariz y lo olió repetidamente mientras susurraba me encanta.

Me puse las zapatillas, coloqué mi espalda contra el pecho de mi marido, mis pequeños senos y mi coño estaban a la vista de Ferrán, yo veía su polla, no era nada del otro mundo, pero ver como la tenía tiesa mientras seguía oliendo mi tanga me siguió poniendo cachondísima, mi cuerpo quería guerra, puse la mano de Javi en mi clítoris, el comenzó a acariciármelo, indescriptible la sensación de placer, yo mientras metía mi dedo índice en mi agujero, me perforaba lentamente arriba y abajo.

Ferrán no quitaba ojo de nuestra escena mientras se masturbaba suavemente, mi boca empezaba a soltar algún gemido suave, mi dedo y el de Javi me estaban haciendo llegar al orgasmo, el líquido resbalaba por mi mano y caía al suelo, los movimientos se aceleraron, mi cuerpo empezaba a tener vida propia, el roce me hizo correrme enseguida, aparté la mano de Javi, mi cuerpo seguía convulsionando de placer.

Javi se fue hacia las mesas andando con los pantalones en los tobillos, menuda imagen, volvió arrastrando una, la colocó al lado mío, me hizo apoyar los codos en ella con mi cara mirando a la mesa y mi culo en pompa, yo tenía detrás a Ferrán que estaba a unos dos metros, Javi me abrió las piernas, empezó a abrirme el culo y el coño, se lo estaba mostrando al camarero para que lo viera bien, mi imaginación me llevó otra vez a calentarme más de nuevo, movía mi culo hacia arriba y hacia abajo mientras mi marido me tocaba.

Se puso detrás de mí, noté como la punta de su pene rozaba la entrada de mi coño y de mi culo una y otra vez, deseaba que me la metiese ya, estaba loca por sentir como su polla me follaba salvajemente, así se lo pedí, él siguió jugando y torturándome un poco más, pero por fin me introdujo la punta en mi coño, que gustazo, según la noté impulsé mi cuerpo hacia atrás introduciéndomela del todo, le dolió más a él que a mí  por su grito, pero por fin tenía  toda su polla dentro de mí.

Me follaba suavemente, pero yo quería más, él me tenía agarrada por la cintura, pero yo movía mi cuerpo de atrás a delante cada vez más rápido, me lo estaba follando yo a él más que él a mí, me gustaba, mi coño seguía soltando gran cantidad de flujo, notaba como su polla resbalaba dentro de mí.

De repente a mi derecha apareció Ferrán, nos miraba mientras seguía masturbándose, verle me produjo más excitación si cabe, moví mi cuerpo mas rápidamente, quería sentir como Javi se corría dentro,¡¡ sigue, sigue!! le gritaba a mi marido, las manos de mi marido me apretaban fuertemente, ¡¡acércate Ferrán!!, le dije entre quejidos, caminó hacia nosotros, tenía su polla a menos de un metro de mi cara, me mordía los labios, volvió de nuevo a masturbarse, yo no le quitaba ojo, estaba fuera de mí, las manos de Javi se posaron en mi culo deteniéndome y sacando su polla de dentro de mí, ¡¡no pares ahora, métemela otra vez, métemela!! Le gritaba desesperada.

Me agarró de la coleta y me levantó suavemente, sus dos manos se aferraron a mi culo, me elevó hasta sentarme en la mesa con mi cuerpo mirando hacia Ferrán, me abrió las piernas lo más que pudo, las subí encima de la mesa haciéndome casi el spagat, mi chocho estaba totalmente abierto a la vista del camarero, mi marido me metió dos dedos en el coño y empezó a masturbarme de nuevo mientras los dos mirábamos a Ferrán.

Mi vagina echaba humo, sus dedos me penetraban rápidamente, yo no quitaba ojo a la polla de Ferrán, que se masturbaba a todo trapo, parecía una competición, él empezó a bufar, de repente, unos chorros de semen empezaron a salir despedidos de su polla, tenía los ojos cerrados, se masturbaba y los chorros de semen no dejaban de salir, fue una corrida impresionante, no sé si mi marido ha soltado tanta lefa alguna vez,  un buen charco quedó en el suelo.

Empezó a bajar la frecuencia de sus movimientos, por fin abrió los ojos, se quedó mirándome, saqué mi lengua repasándome mis labios en señal de que me había encantado, él sonrió.

Entre tanto, Javi seguía masturbándome no tan rápido como antes pero si con intensidad, eché mi cabeza hacia atrás, la fricción y  la excitación de ver como la polla de Ferrán había descargado consiguieron hacer que me corriera de nuevo, mis gemidos se lo demostraron a ambos.

Estaba exhausta, ya había disfrutado de lo lindo, había aliviado esas ganas de follar que me entraron, mis manos seguían apoyadas en la mesa, las piernas se mantenían abiertas, Javi me recostó en la mesa lentamente, me cogió las piernas por los tobillos, las levantó, se las apoyo en sus hombros, con su mano puso su polla en la entrada de mi coño, rozó el borde varias veces hasta que me la metió hasta dentro de un golpe, me miró y me dijo que ahora le tocaba correrse a él.

Grité de la sensación que me causó, me la metía y sacaba lentamente, me sentía cansada, no estaba disfrutando como al principio, pero no me disgustaba desde luego, fue aumentando paulatinamente el ritmo de su follada, mire por un costado para ver donde estaba el camarero, seguía en el mismo sitio, se había subido los pantalones y se estaba abrochando, le hizo un gesto con la mano para que se acercara más todavía, se puso a medio metro de mí, ver cómo nos miraba acrecentó de nuevo mi excitación, comencé a disfrutar de la follada que me estaba haciendo mi marido.

Seguía metiéndomela, cada vez con más ímpetu, notaba como sus huevos golpeaban contra mi culo, el sonido que provocaba mis líquidos cada vez que me embestía, me ponía más cachonda todavía,  ya me penetraba con mucha fuerza, la mesa se iba más para atrás cada vez que me empujaba, yo solo alcanzaba a gemir una y otra vez, con su dedo gordo comenzó a frotar mi clítoris, me ardía, lo sentía sensible, no pude aguantar  y de nuevo me volví a correr por tercera vez entre movimientos convulsos que mi cuerpo realizaba involuntariamente.

Mi marido todavía no lo había hecho, pero no duró mucho más, casi de inmediato, comenzó a gruñir como un oso, seguía embistiéndome, noté como sus chorros caían dentro de mí coño una y otra vez, Javi fue cesando en sus movimientos, hasta caer rendido encima mío, su semen se derramaba entre mi vagina y su pene, los dos estábamos exhaustos, nuestras respiraciones eran intensas.

Por fin nos incorporamos, los tres sonreíamos, Ferrán sacó el tanga del bolsillo de su pantalón y estirando el brazo me lo dio.

-           Te lo regalo- le dije

-           Gracias, por todo- contestó

-           Hace cuatro años que me quedé viudo y desde entonces no había estado con nadie- nos confesó dejándonos en fuera de juego

-           Pues para que pienses en nosotros y disfrutes recordando te lo regalo- le volví a decir con cara desencajada

-           Lo haré, lo haré- replicó

Fuimos a por la ropa, la recogimos del suelo y comenzamos a vestirnos mientras Ferrán nos esperaba en la puerta.

Yo seguía dándole vuelta a sus palabras, la verdad que me impactaron bastante, mientras estábamos atándonos las zapatillas

-           Javi ¿me dejas hacer una locura más?- le pregunté

-           Como quieras- contestó con mirada incrédula.

-           Espérame aquí- dije

Caminé hasta la puerta donde estaba Ferrán esperándonos, me miró, me coloqué detrás de él,

-            te voy a hacer un regalo más por ser tan obediente -le dije mientras con mis manos le desabrochaba el pantalón.

Le bajé la ropa hasta casi las rodillas, me miraba con cara de tonto, con mi mano acaricié su pene flácido, este empezó a reaccionar ligeramente, se lo agarré, le subía y bajaba la piel delicadamente, en nada conseguí ponerle la polla tiesa otra vez, bajé mi mano hasta sus huevos, se los acaricié con delicadeza, su pene seguía tieso como un  palo, le fui masturbando cada vez con más rapidez, notaba como su respiración se agitaba cada vez más, ¡¡me vuelvo a correr!! Aumenté más el ritmo de mi mano, su lefa salió sin apenas fuerza cayéndome en los dedos de la mano, parecía que la corrida anterior le había dejado mermado de semen, seguí masturbándole hasta que no le salió ni una gota más, lo exprimí del todo, ver su cara de placer me desquitó de sus palabras.

Me limpié con el primer papel que pillé, salimos del almacén y nos dirigimos de nuevo al bar, los tres señores ya no estaban, yo me fui a lavar las manos al servicio mientras Javi fue a coger nuestros chalecos, nos dirigimos a la barra a pagar la cuenta pero Ferrán se negó, nosotros insistimos, pero él se volvió a negar rotundamente, nos acompañó hasta la puerta, se despidió de mi con dos besos y de Javi con un apretón de manos,  mientras nos invitaba a venir a cenar por la noche.

Fue una experiencia increíble, que a día de hoy, puedo decir que hemos recordado mientras follábamos en casa.

javieryelenasomos@hotmail.com