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Diana: De mujer orgullosa a esclava obediente. (1)

en Dominación

Y así es como yo, una mujer hecha y derecha, acabó viajando a Grecia, un país que nunca antes había visitado, acompañada de un hombre maś joven que yo y cuya presencia me irritaba profundamente. De hecho durante los días anteriores había dejado clara mi posición mostrándole mi desprecio durante las reuniones de preparación y dejando claro quién era la jefa y quién el subordinado. A él no pareció importarle y se limitó a realizar las tareas que le ordené, principalmente organizar los vuelos, hotel, etc…

Tras un largo vuelo de más de cuatro horas llegamos finalmente a Atenas. Mi compañero se pasó todo el viaje trabajando con su ordenador portátil así que yo me limité a dormir un poco y a repasar mentalmente mi presentacion del dia siguiente. Una vez en tierra, un taxi nos trasladó al hotel. Se trataba de un enorme hotel de cinco estrellas bastante ostentoso y con muchos lujos, aunque no me impresionó demasiado. Era costumbre en la empresa alojarse en lugares así al viajar fuera y así se lo había hecho saber a Alex cuando le ordené hacer la reserva. Una vez en la recepción, Alex se dirigió a la recepción y comenzó a hablar con el recepcionista. Para mi sorpresa, Alex hablaba un griego fluido y el trabajador del hotel parecía entenderle a la perfección. Yo por supuesto no entendía nada de lo que decían, pero me alegré de tener a alguien conmigo capaz de comunicarse con tanta facilidad. Tras una breve espera, mi dócil acompañante volvió a mi con una sonrisa y dos tarjetas electrónicas en la mano.

 

- Ya tenemos las habitaciones Diana. Están en el octavo piso, el último. Acompañame, los ascensores están por ahí.

- Genial, tengo unas ganas enormes de ducharme y cambiarme de ropa - le dije mientras entrábamos en el ascensor.

- Oye Diana he pensado que esta noche podíamos salir a cenar, ¿no?.

- Bueno… - farfullé.- Faltaba poco para que anocheciera pero la verdad es que no tenía sueño tras dormir durante el viaje. Además me apetecía conocer la ciudad.

- El recepcionista me ha recomendado un restaurante en el centro de comida tradicional. Seguro que está muy bien.

- Vale. Está bien. - ya habíamos salido del ascensor y la verdad es que me había entrado hambre.

Alex abrió la puerta de mi habitación y me invitó a pasar con un gesto caballeroso. Yo se lo agradecí y me adentre en la misma con ganas de descansar brevemente y darme una ducha, aunque al darme la vuelta pude ver como Alex cerraba lentamente la puerta mientras sus ojos disfrutaban de mi culo lujuriosamente. No me cabía duda de que el chaval me miraba con lascivia desde hacía tiempo, y que probablemente su invitación a cenar formaba parte de un triste plan en su cabeza para llevársela a la cama.

La cena fue del todo correcta: el lugar era agradable, la comida estaba deliciosa aunque había encontrado la carne demasiado picante para mi gusto, y para mi sorpresa mi compañero se había comportado con corrección, siempre educado y formal salvo por comentarios puntuales en respuesta a varios de mis chistes subidos de tono. Y no se lo había puesto fácil, porque había decidido ponerme mi traje más provocador para cenar. Si el chaval fantaseaba conmigo, se iba a ir a dormir con un calentón de narices. Sin embargo, el comportamiento de Alex cambió de manera radical al terminar la cena, justo tras pagar la cena y subirnos a un taxi de camino al hotel el rostro de Alex se transformó en algo duro, con una mirada penetrante y seria, nada parecido a su presencia pueril de antes, que parecía querer atravesarme. 

- ¿Te pasa algo? Te veo muy serio, Alex.

- Ya me has cansado, Diana.

- ¿Perdona? ¿Te has cansado de qué?

- De tus desprecios. De los tuyos y de los de tus compañeros. ¿Creéis que no se lo que decís de mi? ¿Crees que no me doy cuenta de como me tratas?

- Bueno Alex… - me había pillado completamente desprevenida. No tenía ni idea de que decirle - tampoco es para tanto… lo siento.

- No lo sientes. Pero lo vas a sentir, no te preocupes.

- ¡¿Cómo?!

- Este no es el lugar - Alex señaló al taxista. - pero cuando lleguemos al hotel vamos a tener una charla. No te preocupes.

Me pasé el resto del viaje hasta el hotel sin hablar, completamente cortada y dándole vueltas al asunto. No sabía qué demonios quería hablar, y la verdad es que no quería tener problemas con Alex. Era un inútil sí, pero también era el hijo del señor VIdal y no podía permitirme tener problemas. Además, hacía meses que mi marido, Carlos, no encontraba trabajo y mi sueldo, que no está nada mal, nos mantenía a los dos y pagaba la hipoteca. No podía permitirme perder el trabajo de ninguna manera.

Nada más llegar al hotel, entramos en mi habitación y nos quedamos allí, de pie el uno frente al otro mientras Alex me miraba con total seriedad y no no podía parar de moverme presa de los nervios y de lo incómodo de la situación.

- Mira Diana, voy a dejártelo claro. Ya sé que tú, y otros como tú, pensáis que soy poca cosa. Un chico al que despreciar y del que reírse a las espaldas. Lo entiendo, pero créeme cuando te digo que no tenéis ni idea de como soy en realidad.

. Ya bueno.. mira Alex, es solo que…

- Callate zorra, estoy hablando yo. - el bofetón me pilló completamente desprevenida. ¿cómo se había atrevido?

- A partir de ahora vas a ser mi esclava, y yo tu Amo. ¿lo entiendes?.

- ¿Tu esclava? Estás pirado chaval. ¿Que te has pensado?. - tampoco vi venir el segundo bofetón.

- Escucha atentamente. Estás en un país desconocido, y eres incapaz de comunicarte con nadie. Además te recuerdo que trabajas para mi padre, así que puedo hacer que te despida fulminantemente mañana mismo. ¿Y de que vas a vivir entonces? Ya me han contado que tu marido es un inútil incapaz de encontrar trabajo.

- ¿Crees que voy a hacer lo que tu quieras, solo porque creas que tu padre va a despedirme? - las piernas me temblaban y notaba como empezaba a sudar. El chaval tenía bastante razón, no podía permitírmelo.

- Mira puta, solo voy a decirlo una vez. No solo voy a hacer que te despidan, sino que puedo destruirte la vida. Mi padre tiene muchos contactos y puedo hacer que no vuelvan a contratarte nunca. Incluso puedo conseguir que la empresa te denuncie por robo de información clasificada y que los abogados te manden a la cárcel.

- Joder… vale, vale Alex. - jadeaba. me costaba hablar. Alex había conseguido meterme miedo de verdad. - ¿qué quieres que haga?.

- Arrodillate. - lo hice. - muy bien, eso es. Ahora cómeme la polla y demuéstrame lo puta que eres.

 

Alex se bajó los pantalones. Me quedé completamente quieta, como de piedra, ante semejante pollón. Ya me había arrodillado y allí estaba el monstruo colgando a unos pocos centímetros de mi cara. Su olor se me metía por la nariz y me llenaba el cerebro. Olía a perversión, a vicio, pero aquello no me disgustaba. La observé detenidamente durante unos instantes. Estaba aún flácida, apenas había empezado a empalmarse y ya era más grande que la de Carlos, y más ancha. Sobretodo más ancha. Muchas cosas me pasaban por la cabeza en ese momento, ¿cómo sería follar con eso?¿Me dolería? ¿O por el contrario me volvería loca de placer?. Siempre había considerado el pene de Carlos una buena herramienta, y la verdad es que años atrás me había divertido mucho con ella, pero ahora ya no lo tenía tan claro.

- ¿A qué esperas, Diana? - me dijo mientras me miraba con una sonrisa socarrona. - Y quítate la camisa, quiero verte esas tetas tan grandes que tienes y que tanto te gusta enseñar.

Alex estaba disfrutando con esto. Sus ojos brillaban al verme arrodillada y sumisa ante él. Por un momento pensé en resistirme. En recoger y marcharme. En salvar mi dignidad ahora que estaba a tiempo. Pero Alex tenía razón, no tenía a donde ir y aunque consiguiese pedir ayuda él se encargaría de hacer de mi vida un infierno. Mientras comenzaba a introducir su descomunal miembro entre mis labios, una parte de mi maldijo por haber sido atrapada por semejante niñato. Aunque por otro lado, mi cuerpo parecía estar disfrutando, al menos en parte, con la situación. Me desabroché la camisa mientras daba los primeros lengüetazos y la lancé hacia atrás, revelando la ausencia de sujetador y dejando mis grandes pechos al aire, meciéndose ante los movimientos rítmicos de mi boca.

- ¿Te gusta eh, puta? - el insulto se clavó en mi cabeza, pero tenía la boca llena y algo me decía que era mejor no protestar. - Tranquila Diana, no eres la primera que se sorprende por el tamaño de mi polla. Todas os sorprendéis la primera vez, pero luego no podéis olvidaros de ella, ya lo verás.

Me puse a pensar en la cantidad de chicas que habrían mamado esta polla antes que yo, mientras esta se endurecía dentro de mi boca y amenazaba con penetrar mi garganta. Sin duda Alex estaba orgulloso de su descomunal miembro como yo lo solía estar de mis pechos, ¡No era para menos!, y tampoco cabía duda de que estaba disfrutando de la situación. Durante los últimos días solamente había recibido mi desdén y mi más absoluto desprecio y sin embargo ahora me tenía arrodillada, humillada y completamente dominada.

Alex se apartó ligeramente y se dejó caer hacia atrás, cayendo en una cómoda silla con la intención de seguir disfrutando de una manera más relajada.

- Acércate zorrita. Quiero ver que tal utilizas esas tetas. Con semejante calibre seguro que tienes que usarlas de lujo para masturbar una polla.

- No, de eso nada - susurré - ya te la he chupado. Este juego se ha terminado.

- ¿Terminado? Esto acaba de empezar, zorra. Hmm.. si, me gusta como suena. A partir de ahora serás Diana la Zorra. Así te voy a llamar de ahora en adelante.

- Estás loco si crees que voy a pasar de aquí, niñato.

Me levanté y retrocedí unos pasos mientras intentaba sin éxito volver a atarme la camisa. Aún estaba tratando de armarme de valor para hacer frente al chantaje, cuando Alex se levantó y abalanzándose sobre mí, me abofeteó la cara con fuerza haciéndome caer de rodillas. El miedo me estaba consumiendo por dentro, sintiéndome completamente bajo su control. Sin embargo, algo dentro de mí parecía estar disfrutando, al menos un poco, de esta situación como si el miedo a lo desconocido me excitara de algún modo que nunca antes había conocido.

- Vamos a ver, zorra estúpida. Pensaba que lo habías entendido antes. A partir de ahora eres mía, ¿vale?. A partir de ahora me perteneces, porque sabes que controlo tu vida y puedo destruirla cuando quiera, la tuya y la de aquellos a los que quieres. ¿lo entiendes?

La verdad es que tenía razón. Ya me había dejado claro hasta donde estaba dispuesto a llegar, y yo no podía permitirlo. Me maldije a mi misma por haber caído bajo las redes de un tipo tan despreciable, mientras me arrastraba hacia Alex y comenzaba a dar pequeños lametazos a su polla, como si fuese una perrita tratando de pedir perdón. Nunca sospeché ser capaz de semejante sumisión, lo que empezaba a preocuparme, sobre todo porque al arrastrarme por el suelo pude notar como mi coño se había humedecido ligeramente. ¿era la sumisión, lo que me excitaba? ¿había sido el tortazo? ¿o tener semejante polla delante mío había resucitado viejas perversiones de juventud?. Su polla se endureció al instante y comencé a chuparla con devoción.

- Asi me gusta Zorra, que le chupes bien la polla a tu amo y señor. Y si crees que esto va a ser una mamada y ya está, lo llevas claro. A partir de ahora eres mía, me perteneces. Me pertenece tu boca, tu coño, tu culito y esas enormes tetas que tienes. Son mías para follarlas cuando quiera ¿lo entiendes?. - Alex me miró a los ojos y asentí mientras unos hilos de babas se resbalaban de mi boca llena de carne. sobre mis tetas.

 Toda tu vida me pertenece Zorra. Incluso ese marido tuyo, el tal Carlos. A partir de ahora está bajo mi dominio y no podrás hacer nada con él si yo no te doy permiso primero. A lo mejor, hasta algún dia le convierto en mi putita tambien. Seguro que la tiene pequeña y le encanta que un macho de verdad le rompa el culo. ¿Verdad? ¿Te gustaría ver eso, Zorra?.

Asentí en ambas ocasiones. No sabía ni porque. Continué chupándosela con más ganas, lamiendo desde su base hasta la punta, con suavidad, y tratando de meterla entera en mi boca, aunque me fue completamente imposible. Con mi mano derecha empecé a masajear sus huevos, estaban duros y húmedos por mi saliva que había bajado chorreando, y Alex empezó a gemir. Había hecho incontables mamadas durante toda mi vida, aunque nunca a una polla tan grande, y sabía muy bien como dar placer a un hombre. Noté como mis pezones se ponían duros y mi coño se humedecía por momentos. Alex me había humillado y dominado, pero una parte oscura de mi mente y de mi cuerpo estaba disfrutando de aquello, de ser degradada y usada por un macho tan bien dotado como Alex.

Pocos minutos después, Alex comenzó a gemir de verdad y pude notar como todo su cuerpo se contraía de placer. Traté de que su semen fuese directo a mi boca, no quería manchar mi vestido ni mucho menos mi pelo, pero fué imposible. Alex se corrió durante varios segundos y su corrida fue proporcional al tamaño de su miembro, acabé con la boca, los pechos y la cara cubiertas de semen caliente cuyo olor me llegaba hasta el cerebro.

- Vaya. ¿Si que eres toda una chupapollas, eh Diana? - el rostro de satisfacción de Alex me devolvió de golpe a la realidad. - Mira, has manchado el suelo. - Alex señaló un pequeño charco de semen que había caído al suelo- limpialo como la puta que eres, con la lengua.

Durante apenas un segundo le miré desafiante, pero inmediatamente baje la cabeza. Alex me había roto, me había dominado hasta hacerme su esclava en apenas unos minutos y yo me sentía cada vez más sumisa. Comencé a lamer el semen del suelo hasta que no quedó nada. Su sabor era fuerte, como su olor, y despertaba en mí una excitación que no alcanzaba a comprender.

- ¿Hemos terminado?.

- ¿Terminado? Acabamos de empezar Diana, ahora levántate que tengo muchos planes para ti.

Continuará...

Este es el primero de una saga de Dominación, invito a todos los lectores a dar su opinión para mejorar en el futuro así como a aportar ideas para los siguientes relatos.