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Vanessa: Sometida y corrompida

en Control Mental

Hola a todos. Mi nombre es Vanessa, y escribo estas líneas para que el mundo conozca el extraño suceso que me ocurrió hace ya unos años y tratar de advertir a los lectores sobre el Doctor Porto. Cuando ocurrió esta historia yo tenía veintiocho años recién cumplidos, era una joven recién licenciada que intentaba conseguir un trabajo en algún lugar de Madrid. Físicamente era muy atractiva, o eso solían decirme mis ligues; metro setenta de altura, apenas sesenta kilos de peso y una melena rubia que junto a mis ojos verdes eran mi orgullo. En esa época estaba bastante delgada lo que resaltaba mis tetas, que no son excesivamente grandes, y me hacía un culo redondito y prieto que era la perdición de muchos chicos.

Mi relato comienza un día cualquiera de verano, uno como todos los anteriores, pues llevaba ya varias semanas recorriendo la ciudad en busca de trabajo. Estaba recién licenciada en enfermería y pese a haber realizado muchas entrevistas de trabajo y periodos de prueba, no lograba encontrar un trabajo estable que me asegurarse un futuro. Fue así como llegué a la consulta del Doctor Porto, un pequeño despacho de psicología que daba la impresión de lugar caro y moderno, de esos que están siempre en vanguardia y utilizan la última tecnología para ayudar a sus pacientes.

- Aquí tienen que tener mucha pasta - pensé al entrar en el recibidor. Eran las diez de la mañana y apenas había nadie esperando, únicamente un par de mujeres de mediana edad sentadas cómodamente. Me sorprendió lo bien maquilladas que iban ambas y lo atrevido de su vestimenta, minifalda y escotazo, para el lugar en el que nos encontrábamos, aunque tampoco le hice más caso. Me acerqué al mostrador donde una chica vestida con una bata blanca me sonreía con unos dientes perfectos mientras esperaba mi pregunta.

- Hola ¿que desea?.

 

- Buenas, me llamo Vanessa. Vanessa Carrasco. Soy licenciada en enfermería y estoy buscando trabajo, me preguntaba si podría entregarle el currículum.

 

- Ah, claro! - sonrió la secretaria con una alegría que me pilló completamente por sorpresa. - el Doctor Porto siempre está dispuesto a aceptar más trabajadoras. Espera un segundo, seguro que quiere hablar contigo.

- ¡Que suerte! - pensé. No solo había llegado a un lugar donde necesitaban trabajadores, sino que me iban a hacer la entrevista allí mismo. Mientras la mujer salía por el pasillo del fondo en busca del doctor, aproveché para colocarme bien las medias y la falda de manera disimulada. Quería causar buena impresión.

La mujer me hizo gestos desde el otro lado del pasillo y con una sonrisa me hizo pasar a un despacho situado al fondo del pasillo. "Doctor Porto - Doctor en Psicología y Comportamiento Humano." decía la placa cuidadosamente colocada junto a la puerta. Entré tímidamente y la secretaria abandonó la estancia cerrando la puerta tras de mi. Se trataba de un gran despacho con una enorme mesa de madera de color oscuro en el centro, llena de libros y papeles. Me senté en la pequeña silla de plástico, frente a la mesa y al enorme sillón con respaldo que se encontraba vacío en ese momento. Estaba nerviosa y algo intimidada, pero nada con lo que no pudiese tratar.

Tras una breve espera la puerta se abrió detrás mío y apareció el Doctor Porto con mi currículum en la mano. Me levanté a saludarle. Se trataba de un hombre alto, más de metro ochenta, con una espalda ancha y unos brazos fuertes. Vestía una bata blanca, totalmente impoluta, y unos pantalones negros de traje con aspecto de caro. Ahora mismo no sabría decir si su rostro era hermoso o no, si sus ojos eran verdes o azules, pero si recuerdo que me atrayó y me intimido a partes iguales. Sus ojos se clavaban en mi con dureza, como si fuesen capaces de atravesar mi corta chaqueta y mi camisa hasta llegar a mi piel e incluso más allá.

- Así que quieres trabajar para nosotros, Vanessa? - su voz era grave y retumbaba por la sala por alguna razón que no conseguía comprender.

- Si, así es. Estoy recién licenciada y me encantaría empezar a trabajar con ustedes.

- Así me gusta Vanessa, dispuesta y convencida. Pero no es fácil trabajar aquí, ¿sabes?.

- Estoy dispuesta a afrontar algunas dificultades, señor Porto.

- Eso está bien. Lo primero, vas a tener que aceptar que aquí yo soy el Rey, ¿de acuerdo?. Si quieres trabajar aquí, trabajarás PARA MÍ.

- Eh... - me quedé un poco descolocada con esta afirmación, pero pensé que simplemente el Doctor Porto sería un jefe difícil, y eso no iba a echarme atrás. - si, lo comprendo. No es un problema.

- Jajaja... desde luego tienes vocación. Eso me gusta Vanessa, pero dime ¿estás dispuesta a comprometerte en cuerpo y alma por la empresa? Te advierto que yo puedo ser todo un Diablo... de hecho lo soy.

La sonrisa del Doctor Porto provocó que se me erizase la piel, y su pregunta retumbó en mi cabeza durante lo que me pareció una eternidad antes de poder contestar.

- No se preocupe Doctor, estoy más que dispuesta. - el buen doctor no iba a asustarme con sus frases baratas.

- ¡Perfecto! Entonces podemos firmar el contrato ahora mismo y empezar cuanto antes. Estoy deseando conocerte en profundidad Vanessa. Jajaja...

El doctor pulsó el botón del comunicador que estaba sobre su mesa y llamó a su secretaria. - Señorita Ruiz, venga a mi despacho y preparelo todo para el contrato de la señorita Carrasco. Lo firmaremos ahora mismo.

Yo estaba exultante. No me lo creía. Solamente había tenido que responder a un par de preguntas del Doctor Porto y ya estaba a punto de firmar el contrato. Por un momento dudé, pensé que quizás se tratase de algún contrato de pruebas, de esos que se cobra poco o nada, pero la entrada de la secretaria me sacó completamente de mis pensamientos. ¡No era posible!.

La secretaria del doctor, la misma mujer que me había atendido, acababa de entrar en la sala de nuevo pero esta vez su atuendo era completamente distinto. Llevaba su melena morena atada en una coleta de caballo que le llegaba hasta media espalda, y se había pintado los labios de color rojo carmesí. Se había abierto los botones de la bata blanca, que le colgaba de los hombros, mostrando el corsé de cuero negro brillante que portaba debajo, así como sus medias de encaje a media altura y sus tacones de más de cinco centímetros. La mujer mostraba ahora prácticamente todo su cuerpo, ¡y menudo cuerpo!, sus piernas eran esculturales y la parte superior del corsé mostraba sus grandes y tersos pechos hermosamente rematados por dos grandes y rosados pezones.

No sabía qué hacer. Que pensar. A donde ir. La mujer entró en la sala con su ya clásica sonrisa y cerró con llave tras de sí, dejándonos a los tres encerrados en el despacho. Miré asustada al doctor y ví como este se había puesto en pie y me sonreía de manera sádica mientras se quitaba la bata y comenzaba a desabrocharse la camisa.

- Verás Vanessa, como te he dicho aquí yo soy el mismísimo Diablo y todas las trabajadoras sois mis siervas, mis esclavas, las muñecas con las que juego y fantaseo de maneras que ni imaginas. Pero no te preocupes, no voy a hacerte daño. Al contrario, te va a gustar y lo vas a terminar haciendo por tu propio deseo. Esclava ayuda a Vanessa a ponerse cómoda.

Me giré hacia la secretaria y ésta se lanzó rápidamente a por mi, sin que tuviese tiempo a reaccionar. Con una fuerza inesperada, la mujer me lanzó contra la pared, me agarró por las muñecas, y me besó en la boca con enorme avidez. Me encontraba en estado de shock, no entendía nada. Intenté moverme, intenté revolverme y protestar, pero fué en vano. Esa mujer era mucho más fuerte que yo y lo único que podía hacer era sentir sus labios contra los míos. Poco a poco su lengua fue abriéndose paso por mi boca hasta entablar una rápida danza con mi lengua y dando lugar a un intercambio de fluidos que me resultaba extrañamente excitante. Me estaba relajando, mi cuerpo se estaba relajando pese a estar siendo forzada, y de fondo la voz del doctor volvía a retumbar en las capas más profundas de mi mente.

- Relájate y disfruta Vanessa, pronto serás como Sonia y disfrutarás del enorme placer de servirme. Esa excitación que estás experimentando no se debe solamente a lo habilidosa que es Sonia besando, en realidad es el producto de una serie de procesos químicos que su saliva está provocando en tu cuerpo y tu cerebro. Estos químicos estimulan la producción de estrógenos de tu cuerpo para que estés continuamente excitada mientras implantan en tu cerebro unas directrices de control. Unos pocos minutos expuesta a ella y tu voluntad quedará completamente subyugada a la de Sonia.

¡No podía ser! Esa mujer me estaba convirtiendo en su esclava y no podía hacer nada por evitarlo. Intenté revolverme pero fué imposible, la saliva de Sonia ya había comenzado a hacer efecto y yo solamente era una muñeca guiada por sus manos. En cuanto mis músculos se relajaron Sara me agarró con fuerza del pelo y me guió por su cuerpo, que yo lamía ya con devoción, hasta arrodillarme frente a su hermoso y húmedo coño. El simple olor de sus flujos vaginales fue suficiente para mi pobre cerebro, su olor me atrapó como si de una red se tratase y mi boca comenzó a devorar con ansia sus sabrosos labios inferiores. Se encontraba húmedo, cubierto de una densa capa de flujos vaginales y sudor que mi cuerpo no dudó en lamer primero y beber después, como si se tratase del más delicioso néctar que jamás probé.

- Muy bien Vanessa, ya eres toda una zorra. - la voz del doctor parecía sonar dentro de mi propia cabeza. - Los químicos de la saliva tienen una pequeña duración y su efecto no es gran cosa, pero los flujos vaginales... eso es otra cosa. Su atracción es muy poderosa y sus efectos persisten durante mucho tiempo.

Me encontraba atrapada en mi propio cuerpo. Estaba asustada y trataba con todas mis fuerzas de resistirme a las perversiones del doctor y su secretaria, pero era imposible. Mi mente trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo, imaginando que se trataba de algún tipo de pesadilla, pero eso no bastaba para que mi cuerpo se detuviese. Era como si algún tipo de demonio hubiese tomado el control de mi cuerpo y lo estuviese utilizando para devorar con avidez el hermoso coño de Sonia y yo solo pudiese observar, en el más amplio sentido, ya que no solamente podía ver el pubis depilado de la mujer sino que notaba el sabor de sus flujos en mi boca y lengua, los sentía bajar por mi garganta para después provocar de un éxtasis que recorría todo mi cuerpo y me erizaba el pelo.

Sonia era totalmente deliciosa. Mis manos agarraban fuerte sus duras nalgas en un torpe intento de acercar más su coño a mi boca, de que mi lengua la penetrase más aún de lo que ya lo hacía. Unos pocos segundos después noté como la mujer que me dominaba comenzaba a tener espasmos y a continuación Sonia se corrió en mi boca con una explosión de placer que me sacudió por completo.

- Así me gusta, Vanessa. Eres toda una comedora de coños. Lo vas a pasar bien por aquí. - me dijo Sonia con dulzura mientras yo seguía de rodillas. La verdad es que nunca había estado con una mujer, ni me lo había planteado, pero la felicitación de Sonia me llenó de orgullo. Era toda una comedora de coños y nada me hacía más feliz.

- Ahora ha llegado el momento de que firmes tu contrato indefinido Vanessa. - interrumpió el doctor. Cuando me giré para verle descubrí que ya se había desnudado completamente, y jugueteaba lentamente con su mano derecha sobre su pene. Sin duda se había estado masturbando durante el espectáculo. Su polla se encontraba aún semierecta pero ya mostraba un buen tamaño, sobre todo en anchura. No cabía duda de que el Doctor Porto gastaba una polla de buen tamaño.

Desconcertada y un poco asustada, traté torpemente de apartarme del doctor, pero Sonia me agarró rápidamente del pelo y me hizo avanzar a cuatro patas por el suelo, hasta terminar frente a frente con el enorme pollón del doctor. Este me pasó la mano por el pelo mientras me dedicaba una enorme sonrisa, como un gato que observa con gesto divertido a un pájaro enjaulado.

- Vamos come coños, demuestrale al Amo lo buena que eres chupando pollas. - las palabras de Sonia eran órdenes para mi. Abrí bien la boca y comencé a lamer con suavidad la verga del doctor, empezando por sus huevos y terminando por la punta. Entonces la introduje en mi boca, todo lo profundo que me fue posible, y comencé a chuparla arriba y abajo.

- Supongo que ya lo habrás imaginado Vanessa - me dijo el doctor mientras disfrutaba de su mamada. - Sonia no es la única con la capacidad de someter mentes por aquí. De hecho ella es mi esclava, una de muchas, y uno de mis experimentos más exitosos como bien estás comprobando.

Me recosté ligeramente sobre las rodillas y comencé a usar las manos para ayudarme en mi labor. Una de ellas agarró fuertemente el tronco de la verga y comenzó una serie de fuertes ráfagas arriba y abajo, mientras mi lengua lamía juguetona los grandes testículos del doctor.

- Por supuesto, también he modificado mi semen. - continuó el doctor. - Como comprobarás muy pronto, este no solamente tiene el poder de someter a las personas que lo ingieren, sino que también es altamente adictivo. Aquí mi querida Sonia, por ejemplo, se muere por saborear mi semen en todo momento.

Efectivamente, Sonia se encontraba frente al doctor observando la escena mientras se masturbaba frenéticamente ante el olor de la verga de su dominador. Ansiaba su semen por encima de todo, pero sabía que en esta ocasión todo era para Vanessa. Ya se lo haría pagar más tarde por robarle su preciada corrida.

- A partir de ahora eres mía Vanessa. Aunque de momento te llamarás "Tragadora Novata", ya que aún te queda mucho por tragar aquí antes de formar parte de nuestro personal. - el doctor me agarró con fuerza de la cabeza y comenzó a follarme la boca con tanta fuerza que su glande golpeaba mi garganta provocándome arcadas y haciéndome casi imposible respirar. El sonido sordo de mi garganta al ser golpeada mientras mi boca babeaba incapaz de resistir era lo único que era capaz de oír.

- Ohhh... joder Tragadora... que buena eres... eso es. Tragatelo todo, vamoss.... ohh...

El doctor se corrió directamente en mi garganta. Fue una corrida larga y con mucha cantidad, nunca había sentido nada parecido. Al principio su sabor me provocó rechazo pero enseguida cambió a algo delicioso y placentero. Creo que incluso me vino un orgasmo de manera involuntaria mientras apuraba las últimas gotas de la verga aún dura de mi Amo.

Me quedé allí parada, de rodillas frente a la silla del doctor, esperando su próxima orden. Anhelando que el doctor quisiese disponer de mi otra vez, o de mi cuerpo, para poder cumplir sus órdenes y hacerle feliz.

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Este es mi primer relato de Control Mental, invito a todos los lectores a dar su opinión para mejorar en el futuro así como a aportar ideas para los siguientes relatos.