miprimita.com

En el bar de pepe, alquilada (1)

en Voyerismo

Como en otras ocasiones de esta saga podia haber publicado este relato en Orgias, No Consentido o como lo hago en Voyerismo, al final, como buen cornudo, estoy mirando las "aventuras" de mi mujer en manos de su Amo.  Espero que lo disfruteis.

Ya hacía tiempo que no tenía noticias de Pepe,  no sabía si es que no hacía nada con Montse o sencillamente pasaba de mí. A ella cada día se la veía más zombi,  no teníamos relaciones sexuales desde el primer encuentro en el bar e incluso hacía tiempo que no la veía ni desnuda,  así que sospechaba que sí, que la mantenía en el juego y sencillamente pasaba de mí.

Cada día pasaba por delante del bar y veía la sonrisa sarcástica con la que me regalaba Pepe, con todo yo vivía en la incerteza de, por una parte pensar que mi mujercita ya no estaba en manos de aquel sátiro y por otra desear verla de nuevo en una de sus situaciones.

Al final el vicio fue más fuerte que la razón y una tarde, después del trabajo entre el bar.

-Buenas tardes, maridito- Me saludo Pepe

-Ponme una cerveza, por favor- Le conteste

-¿Es lo más fuerte que quieres tomar, o vienes a buscar algo fuerte de verdad?

-Quiero que me digas si estás haciendo algo con mi mujer.- Le pregunte como si escupiera la frase.

-¿Te preocupa o solo quieres saberlo?,  la verdad es que nos la hemos follado alguna vez,  pero nada como las otras veces,  de uno en uno, chupadas, por el culo, pero nada fuerte.-

-Aunque si me lo preguntas es que hace tiempo que no la ves en pelotas, ¿verdad?- me pregunto.

Baje la mirada a mi cerveza como toda respuesta, evidenciando que era verdad, hacía tiempo que no la veía desnuda.

-Te voy a enseñar una cosa.- me dijo mientras ponía sobre la barra un portátil. –Una cosa fuertecilla sí que le hemos hecho.-

En  la pantalla se podía ver, otra vez, a mi mujer en el sillón de ginecólogo de la sala,  estaba completamente vestida,  con una falda solo un poco por encima de las rodillas y con las piernas atadas al sillón.

A mi lado había otro cliente del bar y Pepe había puesto el ordenador de manera que el cliente podía ver la pantalla, gire el portátil para que no pudiera verla, pero Pepe lo volvió a poner de manera que él también pudiera verlo todo con claridad.

Continúe mirando la pantalla, que ya parecía la única manera en la que podía disfrutar de mi mujer, como digo ella estaba nuevamente atada al sillón y pude ver como también estaba nuevamente El Gallego,  estaba de espaldas a la cámara manipulando algo en una mesa,  Pepe se acercó y vi como estaba calentando un sello con un soplete!!!!!,  Pepe le había dado el gustazo, con toda seguridad por dinero e iban a marcar a mi mujer  como a una yegua.

El Gallego dejo el sello de lacre y el soplete de manera que este continuase calentándolo y se acercó a Montse.

Como siempre sin decir palabra, le levanto la falda dejándola sobre su vientre,  llevaba unas bragas color carne, normales,  que El Gallego le arranco a tirones, mi mujer se agitaba con cada tirón de bragas que eran más fuertes de  lo que parecían, pero,  como no,  consiguió arrancárselas del todo.

Separándole las piernas todo lo que pudo se puso a examinar sus ingles, acariciaba la izquierda, la derecha, las miraba, buscando el lugar en el que la marca quedaría mejor. Podía ver que mi mujer se agitaba más que la vez anterior, le habían puesto la mordaza, pero no le habían tapado los ojos.

Pareció que Pepe me leyó el pensamiento porque me dijo:

-Esta vez le hemos dado mucha menos dosis, queríamos que viera y sintiera lo que él iba a hacerle,  y ya sabes, quien paga manda.- Río.

El hombre volvió a la mesa y cogió el lacre que ya debería estar más que ardiendo, Pepe enfocaba un plano de la cara de mi mujer que tenía los ojos desorbitados de miedo, pero sin embargo no hacia ningún amago de huir o intentar evitar lo que se le venía.

Acercándose a ella se puso entre sus piernas y estirando la piel de la ingle aplico el sello con fuerza,  mi mujer, ahora sí, se movía, levantaba el culo  con fuerza mientras de fondo se escuchaban sus gritos amortiguados por la mordaza, cuando finalmente quito el sello de su piel, Pepe enfoco un primer plano de la quemada,  la habían marcado con dos  P   entrelazadas y a su alrededor una palabra: PROPIEDAD. Esa marca le quedaría de por vida,  como de por vida parecía que iba a ser su propiedad.

Apago el ordenador y me dijo:

-¿Así que no se lo has visto?,  le queda precioso.-

-Desde entonces no hemos hecho nada más,  ahora tengo un compromiso  para ella,  pero necesito tu ayuda.-

-Te explico,  hay un cliente que quiere jugar a secuestrarla durante un fin de semana, llevarla a un lugar solitario en el campo y allí hacerle todo lo que se le pase por la cabeza, pero para que parezca un secuestro real tienes que llevarla a un sitio.

-Con una condición.- le dije-

-Que yo esté presente ese fin de semana.

-Imposible.- me contesto,  el cliente la quiere para él solo,  ni siquiera yo sé que quiere hacerle,  el único compromiso que he logrado es que se pueda ver en directo en mi web.

-Además, tampoco tienes demasiadas opciones.-

 -En unos días te diré donde tienes que llevarla, a la cerveza invita la casa. –

Efectivamente a los pocos días recibí la llamada de Pepe, me decía que esa tarde debía llevar a mi mujer a un pub y presentarme a un hombre que estaría al final de la barra, como siempre ella vestiría con falda, camisa, medias y ropa interior negra.

Supuse que mi mujer había recibido también la llamada de Pepe, porque cuando llegue a casa ya estaba vestida y esperándome.

-Voy a tomar una copa con un amigo.-me dijo.-  ¿me acompañas?

No había nada de lo que tuviera más ganas, así que cogimos al coche y nos acercamos hasta un céntrico pub de nuestra ciudad.

En todo el camino no me dijo ni una palabra,  tenía la vista perdida, mirando al frente, como si mirara al infinito.

El pub era más bien un bar musical,  pequeño, con alguna pareja y tres o cuatro hombres en la barra, que repasaron a mi mujer de arriba abajo con todo descaro. Al final de la barra había un hombre que nos hizo una señal al vernos,  era un hombre maduro,  con barriga, camisa desabrochada hasta medio pecho, mostrando una gran cadena con un crucifijo, pantalones de tela, de esos que marcan el paquete hacia un lado, mal  afeitado, vaya, todo un gentelman, pensé.

Nos acercamos hasta él y sin hacerme ni puñetero caso le planto dos besos a mi mujer mientras le apretaba el culo con todo descaro.

-¿Así que esta es la putita que me ha alquilado Pepe?.-Me pregunto.- A ver si es tan buena como me dice, que mis buenos dineros me ha costado.

La trataba como si fuera mercancía, ganado y como más tarde supe, efectivamente,  se dedicaba a la cría y explotación de ganado.

Pedimos las bebidas,  tres Gin Tonics que pude ver que se encargaban de cargarlos bien, sobre todo el que Dioni, así se llamaba el hombre, le dio a Montse. Parecía que conocía al camarero, Ernesto, por la familiaridad que se trataban, lo mío son los camareros, pensé.

Como explicaba era un bar musical,  con unos pequeños reservados enfrente de la barra, tapados con una ligera cortina, al estilo de los probadores de las tiendas, que daban una cierta intimidad; Dioni cogió las bebidas y nos dijo que estaríamos más cómodos en un reservado y nos fuimos al  último, cerca del extremo de la barra,  al lado de los servicios.

Pasamos al reservado he intente cerrar la cortinilla,  pero estaba claro que por más que lo intentara la intimidad iba a ser mínima,  si la ajustaba por un lado quedaba abierta del otro y al contrario,  vamos que hiciera lo que hiciera siempre quedaba un espacio más que generoso para ver lo que pasaba dentro.

El hombre empezó a contarnos su historia,  que si era un agricultor de Extremadura,  tenía tierras un cortijos, muy aficionado a las capeas y que estaba organizando una a la que, evidentemente,  estas invitada, Montse.-le dijo. Nos lo vamos a pasar muy bien, ya verás. El tío no callaba, que si los toros, sus tierras, y a todo esto Montse casi se había acabado la primera copa y sin decir una palabra;  Dioni salió un momento y le pidió otro GinTonic.

Volvió de inmediato y sentándose le pidió a Montse que se levantara, ella, sumisa, como siempre así lo hizo.  Dioni separo la mesita que teníamos entre nosotros e hizo avanzar a mi mujer hasta situarla delante de él, sentado como estaba empezó a levantarle la falda, sin que ella hiciera nada por impedirlo,  aunque no sé cómo me extrañaba a estas alturas,  ya dudaba entre si era el bebedizo que Pepe le suministraba, ella se había vuelto una puta ninfómana, sumisa, eso sí, o una mezcla de todo. El caso es que Dioni ya le había subido la falda completamente y estaba deleitándose con las piernas, esplendidas como siempre enfundadas en sus medidas de muslo y las bragas tipo coulotte que  llevaba.

-Sujétale la falda, coño, ¿no ves que no puedo verla bien?.- Me grito.

Di un salto en mi butaca,  la verdad es que yo también estaba ensimismado con el  culo de mi mujer y cogiéndole la falda la sujete por encima de su cintura, dejándole total libertad de movimientos a Dioni.  Podía ver sus fuertes manos como apretaban el culo de mi mujer, separándole las nalgas,  y como metiendo sus manos por la cinturilla empezaba a bajárselas,  enseguida pude ver su blanco culo con lo que sin duda él estaba viendo un primer plano de su depilado coño y así estábamos,  yo sujetando la falda de mi mujer por encima de la cintura, con las bragas ya por las rodillas cuando entro el camarero, en el reservado, fue el único momento en que mi mujer hizo amago de taparse, pero yo me había quedado helado sujetando la falda y mostrándosela al camarero y Dioni la sujeto por los brazos por lo que no pudo hacer nada por taparse.

-Pasa, pasa Ernesto.- Invito Dioni.- deja las bebidas donde puedas.

Montse estaba en el centro del reservado y la mesita había quedado al fondo del mismo,  así que al camarero no le quedó más remedio que arrimarse bien a mi mujer para dejar las copas,  primero por delante para verle el coño y después por detrás para disfrutar de su culo,  además se quedó delante de ella, mirándola con todo descaro, haciendo como que esperaba a que le pagáramos, Dioni hizo girar a mi esposa para que el camarero pudiera verle el coño con toda facilidad. Y entonces se retiró, eso sí, al salir dejo la cortina medio  abierta, de manera que cualquiera que pasara hacia los baños podría ver lo que pasaba dentro y especialmente él, que en cuanto paso detrás de la barra pude ver como se colocaba en un ángulo desde el que podía verla perfectamente. Además, lo podía ver cuchichear con un cliente señalándole nuestro reservado.

El volvió a ponerse a mi mujer de frente y acabo de bajarle las bragas, solicita, ella fue levantando las piernas alternativamente para que se las pudiera sacar, las olio y se las metió en el bolsillo.

-Hoy no las necesitaras más.- Le dijo.

Ahora mi mujer estaba completamente desnuda de cintura para abajo, solo con medias y sus zapatos de tacón, como me gustan esas piernas y yo le mantenía la falda levantada,  mire hacia la barra y vi a Ernesto el camarero y a un cliente mirando hacia el reservado, disfrutando también de la desnudez de Montse.  Yo dudaba en bajarle yo mismo la falda, quitársela,  no sabía qué hacer, por una parte lo deseaba y  esa falda solo se sujetaba por una goma en la cintura así que no tendría ninguna dificultad en bajarla y dejarla completamente desnuda de cintura para abajo, mi vena cornuda pudo más que mi sentido común y sin ser plenamente consciente de ello di un tirón de la falda que quedo arrugada a sus pies. Otra vez tenia a mi esposa prácticamente desnuda en un bar público,  desde mi sillón podía ver al camarero y ahora ya dos clientes, como la miraban, solo una ligera cortinilla, prácticamente abierta del todo, seguramente alguien la había abierto más, “protegían”  a mi mujer.

Dioni hizo separar las piernas a mi mujer y le llevo los brazos detrás de su nuca,  ofrecida, desde mi butaca podía ver como la mano del hombre salía por su culo mientras le metía algún dedo y la masturbaba, su mano salía y entraba, podía ver como uno de sus dedos hurgaba en su ano, metiéndose en él.   Lo vi coger un cubito de hielo del gintonic de Montse, eran los que se conservaban mejor y empezó a frotarlo por su coño hasta metérselo dentro, aunque estaba bastante derretido tenía un buen tamaño y ella separaba las piernas para que se lo pudiera meter, mientras se agitaba debido sin duda a lo frio que estaba, pero era un hombre decidido y se lo metió dentro,  momento en que le apretó los labios para que no se saliera de ella.

-Estas muy calentorra, putita, pero ahora seguro que tienes el chirri bien fresco. –Le decía mientras le retorcía y apretaba los labios del coño.

Mi mujer continuaba derecha en medio del reservado, que de reservado ya no tenía nada, la cortinilla estaba completamente abierta y los  dos clientes más el camarero contemplaban con toda comodidad lo que Dioni le estaba haciendo a ella.

-Tráeme una copa de coñac, zorra.- Le dijo soltándole el coño.

-¿No querrás que salga si, desnuda?.- le pregunto mi mujer.

Por toda respuesta Dioni le dio una fuerte palmada en el culo que prácticamente la llevo hasta medio pasillo, sonó como un trueno.

-Saldrás como a mí me dé la gana, para eso eres mi puta, he pagado para hacer contigo lo que quiera y lo voy a hacer. – Le contesto.

Mi mujer se dirigió a la barra con la mirada clavada en el suelo, los dos clientes le hicieron sitio, amablemente y ella quedo entro los dos.

-Un coñac, por favor.- pidió con un hilo de voz.

-¿De qué marca? Le pregunto con recochineo Ernesto.

Mientras los dos clientes le estaban sobando el culo, le habían subido la camisa por detrás y la estaban sobando a base de bien.

El camarero seguía con la burla de las preguntas para darles más tiempo a sus amigos,  que si en copa balón, lo quiere con hielos……. Y mientras, ellos continuaban metiéndole mano,  veía sus manos entre sus piernas, como le metían los dedos en el coño, en el culo y ella solo se agitaba al ritmo de la sobada de los hombres.

Finalmente Ernesto dejo una copa encima de la barra, Montse fue a cogerla pero él la dijo que ya la llevaba él.  Salió de detrás de la barra y fue hacia mi mujer, que continuaba dándonos la espalda, solo le veíamos el culo. Ernesto fue hacia ella y la hizo girar.

-No sé cómo estas de tetas.- le dijo mientras le empezaba a desabrochar la camisa. Ella continuaba mirando al suelo dejándose hacer.

En un momento la camisa estuvo completamente desabrochada, dejando a la vista sus pequeñas tetas;  desde que estaba con Pepe no llevaba sujetador. Ernesto se la quitó del todo y la dejo completamente desnuda, solo con las medias.  Me asome y pude ver que en el bar habían unos tres hombres más y una pareja, que viendo lo que sucedía se levantaron y marcharon.

Ya me veía a mi mujer otra vez follada en un bar por todos ellos y más cuando Ernesto le dijo a mi mujer que hiciera un desfile de modelo para ellos, ella empezó a caminar, mirando al suelo, sin mucha gracia, se dirigió  al final de la barra, cerca de la puerta de entrada, donde estaban los otros tres hombres, sin ninguna gracia, al llegar a ellos se dio la vuelta, ninguno de ellos la toco y volvió hacia nosotros, hasta quedar frente al camarero.

No sabía lo que iba a pasar,  pensaba que la rodearían, todos a la vez, se la follarian,  pero Dioni salió del reservado y le tiro la ropa a la cara.

-Vístete, le dijo.- ya tendrás noticias mías.

Montse se puso en silencio la falda y la camisa, cogió su bolso y nos dirigimos a la calle.  Ya eran más de las una de la noche y no había un alma en la calle.  No entendía lo que había pasado,  ¿Dioni había pagado mucho dinero para eso? Ni siquiera se la había follado o había hecho que se la chupara. 

Era una calle estrecha, de esas de un solo carril con coches aparcados a ambos lados de la calle y las aceras muy estrechas, así que mi mujer caminaba delante de mí,  no escuche el coche que se acercaba a nosotros hasta tenerlo al lado,  era una camioneta destartalada,  de la parte de atrás se bajaron dos hombres, cogieron a mi mujer y la llevaron hacia la furgoneta, instintivamente fue hacia ellos gritándoles que hacían, pero un fuerte golpe me dejo tumbado en el suelo, mientras veía a mi mujer forcejear para evitar que la metieran en la furgoneta.

Cuando pude levantarme solo pude al conductor,  era el hombre con el que habíamos estado, huyendo a toda prisa con mi esposa en su furgoneta.

No sabía qué hacer,  era lo que me había explicado Pepe que quería su cliente, simular un secuestro,  pero aquello empezaba a parecerlo de verdad.  Me fui hasta el coche y me dirigí todo lo rápido que pude hasta casa,  al llegar conecte de inmediato el ordenador y la página web de Pepe y allí, en medio de su página pude ver un icono centelleante,  “Conexión en Directo, está ocurriendo ahora mismo” clique sobre el enlace y en toda la pantalla apareció lo que parecía el pasillo de una casa bastante vieja, en una esquina de la pantalla había un marcador de la gente que estaba viendo la conexión en ese momento,  marcaba cincuenta personas, para ser mas de las dos de la madrugada no estaba mal,  pensé. Entonces en la pantalla apareció mi mujer,  llevaba una capucha en la cabeza,  no sabía lo que había podido pasar en la camioneta,  pero llevaba la ropa tal y como la habían metido en ella. La cámara iba sacando primeros planos de Montse mientras dos hombres la llevaban por el pasillo hasta dejarla delante de una puerta, Dioni saco unas llaves la abrió y acompaño a mi esposa hasta dentro,  en la habitación solo había un catre, con una cadena con un colla de perro colgando de la pared. El hombre tiro a mi mujer en la cama y le puso el collar en el cuello, entonces le quito la capucha,  ella miro a un lado y otro de la habitación, asustada, sin saber dónde estaba. El hombre la hizo sentar en la cama y sin decirle una palabra le levanto la falda hasta el coño, le hizo separar las piernas y se colocó entre ellas,  sin  decir una palabra uno de los hombre le acerco un objeto,  primero no supe lo que era, parecía un collar,  pero cuando se lo puso alrededor del muslo supe lo que era,  un cilicio!!!!  Un aparato de mortificacion, similar a un collar de perro con unas afiladas púas en su interior,  lo suficientemente largas como para clavarse en la piel. Dioni se lo coloco en un muslo, justo por encima de la liga de la media, lo apretó fuertemente y un grito salió de mi mujer,  la cámara enfoco un primer plano de su muslo y se veían gotas de sangre en su muslo. Dioni aseguro el cilicio con un pequeño candado para que no se lo pudiera quitar y le puso otro en el otro muslo, repitiendo la operación del candado para que no se lo pudiera quitar. Mi mujer intentó quitárselos, logrando solo un mayor dolor en sus piernas, así que desistió, se quedó mirando al hombre como diciendo ¿Y ahora qué?, el hombre la miraba como el lobo que se va a comer a una oveja y sin decir nada, se dio la vuelta y salió de  la habitación. Los dos hombres lo siguieron y él cerró la puerta, marchándose por el pasillo.

En ese momento la conexión acabo,  un gran cartel lo indicaba, “Fin de la Conexión, mañana a las diez continuamos, no olvides invitar a tus amigos”

En esos momentos el marcador indicaba más de 150 visitantes a la web y eran casi las tres de la mañana, ¿Qué pasaría mañana, un sábado?

Me fui a la cama sin dejar de darle vueltas a lo que pasaría a la  mañana siguiente……